Un asiduo de este género de películas, generalmente en papeles de "malo" y (paradójicamente) de jefe comunista: el alemán Gerard Tichy, (1920-1992) antiguo soldado del ejército nazi, evadido de un campo de prisioneros en la Francia "liberada", tras la Guerra Mundial y refugiado en la España de Franco:
Gerard Tichy: del campo de prisioneros al celuloide
Por Josefina Cornejo
En 1949 Eusebio y César Fernández Ardavín —tío y sobrino, respectivamente— buscaban a un actor que encarnara al comandante de un submarino alemán en su película Neutralidad. El fotógrafo alemán Hans Scheib les presentó a un camarero compatriota suyo, Gerard Tichy. Los Fernández Ardavín no habrían podido tener mejor suerte: Tichy representaría ante la cámara el papel que había interpretado durante la Segunda Guerra Mundial, el de oficial del ejército nazi.
Este camarero en ciernes había nacido en 1920 en el norte de Alemania. De joven había mostrado inclinaciones artísticas y compaginado el teatro con la pintura. Tras el estallido de la contienda, cambió las tablas y los pinceles por las armas y se incorporó a filas. Participó en la invasión de Polonia y Francia, sufrió en el frente ruso y fue condecorado por sus méritos en combate. Al término del conflicto, pasó un año y medio de confinamiento en un campo de prisioneros de guerra en Burdeos, del que huyó en la Nochebuena de 1946. Fue capturado poco tiempo después e internado de nuevo. No desistió en el empeño: logró burlar a los guardianes y emprendió una fuga, a pie, por el sur de Francia hasta Dax. Llegó en tren a Hendaya y atravesó el Bidasoa. Descubierto, pasó unos meses en una cárcel guipuzcoana. Cuando quedó en libertad, se trasladó a Madrid y comenzó a servir mesas. Hasta que el cine llamó a su puerta.
Una presencia poderosa, un carácter duro y una cicatriz en el rostro fueron factores clave para moldear el arquetipo de villano que el laureado oficial del ejército de Hitler proyectó en la gran pantalla. Tichy fue el «malo» por antonomasia de la producción cinematográfica nacional en la España de Franco.
De la mano de Francisco Rabal y bajo la dirección de Rafael Gil, compuso un despótico Poncio Pilatos en El beso de Judas (1954) y encarnó a un pérfido y despiadado comunista en Murió hace quince años (1954) y El canto del gallo (1955). En Cuatro en la frontera (1957) y Senda torcida (1963), ambas de Antonio Santillán, se convirtió en un forajido abocado a delinquir como medio de subsistencia, y en Los siete espartanos (1963), de Pedro Lazaga, en un sangriento asesino. Fue el enemigo del protagonista en Estambul 65 (1965), incursión española en el género de cine de acción. Su director, Antonio Isasi-Isasmendi, repitió con él en Las Vegas, 500 millones (1968) y Un verano para matar (1972). Apareció asimismo en varias coproducciones europeas, en especial con Italia, que comenzaron a realizarse en España a partir de los años sesenta, películas de aventuras destinadas a un público masivo que convirtieron en popular el rostro del germano. Contribuyó, pues, al éxito del espagueti wéstern con, entre otras, Viva Carrancho (1965), Sangre sobre Texas (1966), Cuatro dólares de venganza (1966) y Compañeros (1970), de Sergio Corbucci, el maestro del género. Para hacer su galería de villanos aún más variopinta y vistosa, aportó también su grano de arena al cine de terror español en la pionera La cara del terror (1962), de Isidoro Martínez Ferry. Y tras la llegada de Samuel Bronston, el artífice de las grandes producciones internacionales filmadas en la Península, Tichy logró figurar en repartos estelares con las estrellas del momento. Rodó a las órdenes de Anthony Mann (El Cid, 1960) y Nicholas Ray (Rey de reyes, 1961), y Carlo Pontile lo incluyó en Doctor Zhivago (1965), de David Lean.
El ritmo de trabajo del otrora teniente descendió a partir de 1975. Apareció en algunos títulos —olvidables— de Mariano Ozores y Álvaro Sáenz de Heredia protagonizados por las glorias del cine del destape nacional, Andrés Pajares y Fernando Esteso. Su última incursión cinematográfica fue Yo me bajo en la próxima, ¿y usted?, de José Sacristán, en 1992, el año de su fallecimiento.
Alguien comentó una vez que en España muy pocos actores habían fumado con más elegancia que Tichy, que —recordemos— era alemán, de modo que la fuerza, valentía y distinción que ofrecía en pantalla seguramente fueron respaldadas por el buen hacer de sus dobladores, que bien se merecen otro artículo.
CVC. Rinconete. Cine y televisión. Gerard Tichy: del campo de prisioneros al celuloide, por Josefina Cornejo. (cervantes.es)
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