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Tema: ¿Sínodo o tifón?

  1. #81
    Avatar de Valmadian
    Valmadian está desconectado Miembro tradicionalista
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    Re: ¿Sínodo o tifón?

    Cita Iniciado por Marcosmontt Ver mensaje
    Me pregunto como debe estar sufriendo el pobre de Benedicto XVI al ver todo lo que esta sucediendo. Desde su renuncia, que fue resultado de una maquinación sucia y maligna de Kasper y sus simpatizantes, hasta lo que pasa ahora.
    Si es que lo informan adecuadamente.
    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


    Nada sin Dios

  2. #82
    Avatar de Rodrigo
    Rodrigo está desconectado Miembro Respetado
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    Re: ¿Sínodo o tifón?

    Los enemigos de Dios dentro de la Iglesia no han ganado. El documento final es un texto ambiguo que no dice nada claro. Lo mismo que llevamos viendo desde hace 50 años, vaya. No han conseguido que se permita oficialmente dar la comunión a adulteros y sodomitas, como pretendían.

    Hay una parte positiva y una negativa de todo esto. Lo bueno es que ahora sabemos quienes son los enemigos de la Fe. Los obispos y sacerdotes homosexualistas "han salido del armario". Lo malo es que también sabemos que muchos de los enemigos de la Fe tienen el apoyo del Papa, ya que la abrumadora mayoría de los encargados de redactar el documento y los que tienen puestos clave en la Curia manifiestan abiertamente su heterodoxia. La guerra no ha terminado, hay que seguir dando la batalla.
    Militia est vita hominis super terram et sicut dies mercenarii dies ejus. (Job VII,1)

  3. #83
    Avatar de Donoso
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    Re: ¿Sínodo o tifón?

    El CVII también fue un montón de documentos ambiguos que no permitían nada explícitamente, y así fue luego.

    ¿Habrá cambios prácticos por el 'espíritu del sínodo'? Veremos.
    Aquí corresponde hablar de aquella horrible y nunca bastante execrada y detestable libertad de la prensa, [...] la cual tienen algunos el atrevimiento de pedir y promover con gran clamoreo. Nos horrorizamos, Venerables Hermanos, al considerar cuánta extravagancia de doctrinas, o mejor, cuán estupenda monstruosidad de errores se difunden y siembran en todas partes por medio de innumerable muchedumbre de libros, opúsculos y escritos pequeños en verdad por razón del tamaño, pero grandes por su enormísima maldad, de los cuales vemos no sin muchas lágrimas que sale la maldición y que inunda toda la faz de la tierra.

    Encíclica Mirari Vos, Gregorio XVI


  4. #84
    Avatar de Rodrigo
    Rodrigo está desconectado Miembro Respetado
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    Re: ¿Sínodo o tifón?

    Lo peor del Sínodo era su mera convocatoria. El hecho de que este tema se haya vuelto "debatible", cosa que no era con Juan Pablo II ni Benedicto XVI, es indudablemente una victoria para los herejes. Dentro de esa derrota para la ortodoxia, el hecho de que no se haya conseguido oficializar como pretendían (iban a por todas) de manera clara la institucionalización del sacrilegio y la permisibidad del pecado, es positivo. Por el discurso del Papa, parece que los defensores de la ortodoxia, que él despectivamente llama "doctores de la ley", eran de "otras culturas". Demos gracias a Dios de que la Iglesia sea universal, porque si sólo estuviera presente en Europa occidental y América probablemente se habría aprobado toda esta inmundicia.

    No creo que la gente se acuerde demasiado de este sínodo en unos años. La importancia de un sínodo de obispos no es comparable a la de un concilio ecuménico. Lo que ha quedado demostrado es que algunos príncipes de la Iglesia hacen lo que les da la gana y nada les importa si un Papa reciente, que acaba de ser canonizado (Juan Pablo II), había dejado el tema zanjado. Todo dependerá de la posterior actuación de Bergoglio y de sus sucesores. Estos podrían echar mano del sínodo para seguir insistiendo en que es un tema debatible o bien echar mano del magisterio de Juan Pablo II (y todos sus predecesores), del Evangelio, la Tradición y la ley natural para decir que la cosa está clara.
    Militia est vita hominis super terram et sicut dies mercenarii dies ejus. (Job VII,1)

  5. #85
    Marcosmontt está desconectado Miembro graduado
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    Re: ¿Sínodo o tifón?

    Lo peor es que son ambigüedades totalmente intencionales, que solo buscan dejar "abierto el tema" para no dañar a nadie y continuar en un debate infinito donde sabemos que al final todos tendrán la razón, y, por lo tanto, ninguno la tendrá. Esto ya no es modernismo, es pos-modernismo. Simplemente el objetivo que tienen estos obispos es no quedar mal con el mundo.


    Dejo dos artículos escritos por Roberto de Mattei, que por lo menos deja claro que los enemigos se encuentran, en su mayoría, en el circulo alemán.

    Articulo del 15 de Octubre
    ¿Existe todavía el sentido del pecado entre los padres sinodales?

    Los trabajos del Sínodo están confirmando la existencia al interior de la Iglesia Católica de un claro desencuentro entre dos minorías. Por una parte, un puñado de padres sinodales decididos a defender la moral tradicional; por otro, un grupo de innovadoresque al parecer han perdido la fe católica.

    Entre ambas minorías hay, como siempre, un centro blando y vacilante
    integrado por los que no se atreven ni a defender ni a atacar la verdad y se basan en consideraciones más ligadas a interese personales que al debate doctrinal. En el debate sobre la primera parte del Instrumentum laboris, los prelados innovadores han hecho oír su voz sobre todo en dos de los 14 círculos menores: el Anglicus C y el Germanicus.

    Examinemos por un momento la sección central de la relación del Circulus gemanicus,
    que ha tenido por relator al flamante arzobispo de Berlín monseñor Heiner Koch y como moderador al arzobispo de Viena, cardenal Christoph Schönborn. Los obispos alemanes esperan que en el documento final no prevalezca un lenguaje negativo que aleje y condene al estilo forense (“eine negativ abgrenzende und normativ verurteilende Sprache (forensischer Stil)”), sino un lenguaje positivo que refleje la evolución de la postura cristiana y sea capaz de expresar implícitamente lo que es incompatible con las posturas cristianas (eine positive, die christliche Position entfaltende Sprache, die damit implizit zur Sprache bringt, welche Positionen christilich inkompatibel sind”). «Esto afecta también la disponibilidad (cf. Gaudium et Spes) para acoger los avances positivos de la sociedad» (“Dazu gehört auch die Bereitschaft (cf. Gaudium et Spes), von der Gesellschaft positive Entwicklungen aufzugreifen”).

    Para entender qué se oculta tras este lenguaje ambiguo, es menester releer los pasajes centrales de la entrevista
    realizada el pasado 26 de septiembre al cardenal Christoph Schönborn por el padre Antonio Spadaro para la Civiltà Cattolica. El arzobispo vienés afirma que es necesario «tomar conciencia de la dimensión histórica y social del matrimonio y de la familia».

    En efecto, explica:
    «Con demasiada frecuencia los teólogos y obispos, pastores y custodios de la doctrina, olvidamos que la vida humana se desenvuelve en unas condiciones que vienen impuestas por la sociedad: condicionamientos psicológicos, sociales, económicos y políticos, y en un contexto histórico determinado. Hasta ahora ha faltado esto en el Sínodo. (…). Habremos de observar las numerosas situaciones de convivencia no sólo desde el punto de vista de lo que falta, sino también de lo que ya se avizora, de lo que ya está presente. (…) Quienes tienen la gracia y la alegría de poder vivir el matrimonio sacramental en la fe, la humildad y el perdón recíproco, con confianza en Dios, que actúa a diario en nuestra vida, saben percibir en un matrimonio, en una pareja de hecho, en una pareja de convivientes, elementos de verdadero heroísmo, verdadera caridad, verdadera entrega mutua. Aunque digamos: «No hay todavía una realidad plena del sacramento». Pero ¿quiénes somos nosotros para juzgar y afirmar que no existen ellos elementos de verdad y de santificación? (…) No oculto, en este sentido, que me ha chocado un modo puramente formalista de argumentar blandiendo el hacha del intrinsece malum (…). La obsesión del intrinsece malum ha empobrecido de tal forma el debate que nos hemos privado de un amplio abanico de argumentos a favor de la unidad, de la indisolubilidad, de la apertura a la vida, del fundamento humano de la doctrina de la Iglesia. Hemos perdido el placer de un discurso sobre estas realidades humanas. Uno de los elementos fundamentales del Sínodo es la realidad de la familia cristiana, no desde un punto de vista escluyente, sino incluyente. (…) Se dan también situaciones en las que el sacerdote, el orientador, que conoce el foro interno de las personas, puede llegar a decir: “Vuestra situación es tal que, en conciencia, en vuestra conciencia y en la mía de pastor, os veo un lugar en la vida sacramental de la Iglesia”. (…) Soy conscientes de que al decir esto algunos se escandalizarán… Pero siempre se puede aprender algo de las personas que objetivamente viven en una situación irregular. El papa Francisco quiere educarnos en este sentido» (Matrimoni e conversione pastorale. Intervista al cardinale Christoph Schönborn, por Antonio Spadaro S.J., en Civiltà Cattolica, Quaderno n° 3966 del 26/09/2015, pp. 449-552).

    Esta entrevista se puede leer in parallelo con la de otro padre sinodal, de formación cultural germánica:
    Bruno Forte, arzobispo de Chieti-Vasto, secretario especial de la asamblea general ordinaria del Sínodo. En sus declaraciones a Avvenire del pasado 19 de septiembre, monseñor Forte ha dicho que el Instrumentum laboris manifesta «comprensión hacia lo que hay de positivo, incluso cuando, como en el caso de las parejas de hecho, nos encontramos ante una positividad incompleta. Los criterios para mirar con comprensión a los convivientes los imponen en su unión el deseo de fidelidad, de estabilidad, de apertura a la vida. Así como cuando se entiende que este deseo puede verse coronado por el sacramento del matrimonio. Precisamente por esto hay que acompañar en este camino de maduración. Si, por el contrario, la convivencia es episódica, todo se vuelve más difícil y es importante encontrar un modo de poder avanzar hacia una maduración más significativa. (…) Cuando la convivencia es irreversible, sobre todo cuando han nacido hijos de la nueva unión, dar marcha atrás supondría faltar a los compromisos adquiridos. Compromisos que conllevan deberes morales que se cumplen con espíritu de obediencia a la voluntad de Dios, que pide fidelidad a esta nueva unión. Cuando se dan estos presupuestos, puede estudiarse una integración cada vez más profunda en la vida de la comunidad cristiana. ¿Hasta qué punto? Ya lo hemos dicho. Al Sínodo le corresponderá proponer y al Papa decidir». Como ponen de manifiesto las citadas entrevistas, los problemas de la familia se afrontan de un modo meramente sociológico, sin la menor alusión a principios que trasciendan la historia. Para monseñor Schöborn y monseñor Forte, eI matrimonio y la familia no son instituciones naturales que han acompañado al hombre desde los principios de la civilización. Instituciones que ciertamente nacen y viven en la historia, pero que por hundir sus raíces en la naturaleza misma del hombre están destinados a sobrevivir en todo tiempo y lugar como célula básica de la convivencia humana.
    Sostienen que la familia está sujeta a la evolución dialéctica de la historia, y por tanto asume nuevas formas dependiendo del momento histórico y de los “avances positivos de la sociedad”. El lenguaje positivo del que habla el Circulus germanicus quiere decir que la Iglesia no debe pronunciar la menor condena, porque es preciso entender los aspectos positivos del mal y del pecado. Hablando con propiedad, para ellos el pecado no existe, porque todo mal es un bien imperfecto e incompleto.

    Estas aberraciones se basan en una deliberada confusión entre el concepto metafísico y el concepto moral del bien y el mal.
    Es más, desde el punto de vista filosófico está claro que Dios, que es el Sumo Bien, no ha creado nada de malo ni imperfecto en el universo. Pero la libertad humana también es parte de la creación, y esta libertad posibilita que la criatura racional se aleje de Dios. Esa aversio a Deo de la criatura racional es un mal que se define con propiedad como pecado. Pero la noción de pecado está ausente en la perspectiva del purpurado, así como en la del secretario especial del Sínodo.

    Al negar la existencia del intrinsece malum, el cardenal Schönborn niega verdades morales como aquella según la cual
    “existen actos que, por sí y en sí mismos, independientemente de las circunstancias, son siempre gravemente ilícitos por razón de su objeto”. (Juan Pablo II, Exortación apostólica Reconciliatio et paenitentia, nº. 17), y refuta en su totalidad la encíclica Veritatis Splendor, promulgada precisamente para reafirmar, contra la “ética situacional” que volvía a asomar la cabeza, la existencia de los absolutos morales.
    En esta perpectiva se disuelve, no sólo la noción de ley divina y natural, como raíz y fundamento del orden moral, sino también la noción de la libertad humana. La libertad es de hecho la primera raíz subjetiva de la moral, así como la ley natural y divina constituye la forma objetiva de éstas. Sin ley divina y natural no existen el bien y el mal, porque la ley natural es lo que permite a la inteligencia conocer la verdad y a la voluntad amar el bien. La libertad y la ley son dos situaciones del orden moral.

    Existe el pecado porque existen absolutos morales. Y existen absolutos morales porque existe el pecado. El pecado es un mal absoluto porque se opone al Bien absoluto, y es el único mal, porque se opone a Dios que es el único Bien.
    El origen de toda situación de miseria e infelicidad humana no es de naturaleza política, económica o social; se remonta al pecado, original y actual, cometido por el hombre. El hombre «peca mortalmente (…) cuando consciente y libremente elige un objeto gravemente desordenado, sea cual fuere el motivo de su elección» (Congregación para la Doctrina de la Fe, declaración Persona humana del 7 de noviembre de 1975, nº. 10, par. 6).

    Hay pecados que, según la Escritura, claman venganza al Cielo, como el de la sodomía
    (Gn, 18, 20; 19, 13), pero también existe la infracción del sexto mandamiento, que prohíbe toda unión sexual fuera del matrimonio. No se puede admitir un “lenguaje positivo” que bendiga esas uniones. Pío XII decía que «tal vez el pecado más grande del mundo actual sea que los hombres ha empezado a perder el sentido del pecado» (Alocución del 26 de octubre de 1946). Pero, ¿qué pasa cuando son los hombres de la Iglesia los que pierden el sentido del pecado, y con ello la fe?


    Roberto de Mattei
    Fuente

    ----------------------------
    Articulo del 20 de Octubre


    SíNODO: La descentralización de la Iglesia ofende a la fe y al sentido común

    El papa Francisco ha anunciado cómo concluirá el Sínodo de la Familia. Cuando faltan pocos días para la conclusión de los trabajos, la asamblea de obispos ha llegado a un callejón sin salida, y la única forma de superarlo sería descentralizar la iglesia Se ha llegado a este punto muerto a consecuencia de la división entre los padres sinodales que invocan con firmeza el Magisterio perenne sobre el matrimonio y los novatores que se proponen trastornar no sólo dos mil años de doctrina de la Iglesia, sino sobre todo la Verdad del Evangelio. Es, de hecho, palabra de Cristo, ley divina y natural, que el matrimonio válido, rato y consumado de los bautizados no se puede disolver por ninguna razón.
    Una sola excepción bastaría para anular el valor absoluto y universal de esta ley, y una vez caída esta ley, se vendría abajo junto con ella todo el edificio moral de la Iglesia. El matrimonio, o es indisoluble o no lo es, y no se puede admitir una disociación entre el enunciado del principio y su aplicación en la práctica. La Iglesia exige una coherencia radical entre pensamiento y palabra y entre las palabras y los hechos. La misma coherencia de la que han dado testimonio los Mártires a lo largo de la historia.
    El principio que sostiene que la doctrina no cambia sino su aplicación pastoral introduce una cuña entre dos dimensiones inseparables en el cristianismo: Verdad y Vida. La separación entre doctrina y práctica no procede de la doctrina católica, sino de la filosofía hegeliana y marxista, que trastorna el axioma tradicional según el cual agere sequitur esse, el obrar sigue al ser. Pero desde la perspectiva de los novatores, la acción, precede al ser y lo condiciona; la experiencia no vive la verdad sino que la crea. Este es el sentido del discurso pronunciado por el cardenal Christoph Schönborn en la conmemoración del 50° aniversario de la institución del Sínodo, el mismo día en que habló el papa Francisco. “No es posible representar la fe, sólo se puede dar testimonio de ella”, ha afirmado el arzobispo de Viena, subrayando la primacía del testimonio sobre la doctrina. En griego, mártir significa testigo, pero para los mártires dar testimonio significaba vivir la verdad, mientras que para los innovadores significa traicionarla, reinventarla en la práctica.
    La primacía de la praxis pastoral sobra la doctrina está abocada a unas consecuencias catastróficas:
    1) Como ya sucedió con el Concilio Vaticano II, el sínodo virtual está destinado a prevalecer sobre el real. El mensaje mediático que acompañará la conclusión de los trabajos es más importante que el contenido de los documentos. La relatio sobre la primera parte del Instrumentum Laboris del Circulus Anglicus C afirma rotundamente la necesidad de esta revolución semántica: “Al igual que el Concilio, este sínodo tiene que marcar un antes y un después en el lenguaje, que los cambios sean algo más que cosméticos”.
    2) El postsínodo es más importante que el Sínodo, porque representa la autorrealización del mismo. De hecho, el Sínodo confiará a la praxis pastoral la realización de sus objetivos. Si lo que se transforma no es la doctrina sino la pastoral, el cambio no puede provenir del Sínodo; tiene que darse en la vida del pueblo cristiano y por consiguiente fuera del Sínodo, después de éste, en la vida de las diócesis y de las parroquias.
    3) La autorrealización del Sínodo se convierte en bandera de la experiencia de las iglesias particulares, o sea, de la descentralización eclesiástica. La descentralización autoriza a las iglesis locales a experimentar una pluralidad de experiencias pastorales. Y si no hay una praxis coherente con la doctrina única, eso quiere decir que hay muchas y que todas se pueden experimentar. Los protagonistas de esta revolución de la praxis serían por tanto los obispos, los párrocos, las conferencias episcopales, las comunidades locales, según la libertad y creatividad de cada uno.
    Se prefigura la hipótesis de una Iglesia a dos velocidades o, para seguir con la jerga de los eurócratas de Bruselas, de “geometría variable”. Un mismo problema moral se resolverá de manera diversa, conforme a la ética situacional. A la Iglesia de los católicos adultos, de lengua germánica y pertenecientes al primer mundo se le permitirá la marcha rápida del testimonio misionero, mientras que a la de los católicos subdesarrollados, africanos o polacos, pertenecientes a iglesias del segundo o tercer mundo, se les concederá la marcha lenta del apego a las propias tradiciones.
    Roma quedaría en segundo plano, privada de verdadera autoridad, y con la única función de proporcionar un impulso carismático. La Iglesia quedaría desvaticanizada, o más bien desromanizada. Se quiere sustituir la Iglesia romanocéntrica por otra policéntrica o poliédrica. La imagen del poliedro la ha aplicado Francisco con frecuencia. “El poliedro –ha afirmado– es una unidad, pero con todas sus partes distintas; cada una tiene su peculiaridad, su carisma. Esta es la unidad en la diversidad. Es por este camino que los cristianos realizamos lo que llamamos con el nombre teológico de ecumenismo: tratamos de que esa diversidad esté más armonizada por el Espíritu Santo y se se convierta en unidad” (Discurso a la Iglesia Pentecostal de Caserta, 28 de julio de 2014). La transferencia de poder a las conferencias episcopales ya estaba prevista en un pasaje de Evangeli Gaudium que las concibe como«sujetos de atribuciones concretas, incluyendo también alguna auténtica autoridad doctrinal. Una excesiva centralización, más que ayudar, complica la vida de la Iglesia y su dinámica misionera» (n. 32). Ahora Francisco proclama este “principio dei sinodalidad” como resultado final de la asamblea que se está celebrando.
    Las antiguas herejías del galicanismo y el nacionalismo eclesiástico vuelven a asomar por el horizonte. Es de hecho dogma de fe, promulgado por el Concilio Vaticano I, el primado de jurisdicción del Sumo Pontífice, en el cual reside la autoridad suprema de la Iglesia, sobre todos los pastores y todos los fieles de éstos, independientemente de cualquier otro poder. Este principio constituye la garantía de la unidad de la Iglesia: unidad de gobierno, unidad de fe, unidad de sacramentos. La descentralización supone una pérdida de unidad que conduce irremediablemente al cisma. Y el cisma es sin duda alguna la quiebra que se produce inexorablemente cuando falta un punto central de referencia, un criterio común, ya sea en el plano de la doctrina o en el de la disciplina y la pastoral. Las iglesias particulares, divididas en cuanto a la praxis, así como en cuanto a la doctrina de la cual deriva la praxis, están fatalmente destinadas a entrar en conflicto y dar lugar a fracturas, cismas y herejías. La descentralización no sólo el primado romano, sino que niega el principio de no contradicción, según el cual “un mismo ser no puede al mismo tiempo y en el mismo sentido, ser lo que es y no serlo”. Únicamente apoyados en este fundamental principio lógico y metafísico podemos emplear la razón y conocer la realidad que nos rodea.
    ¿Qué pasaría si el Romano Pontífice renunciara, aunque sólo fuera parcialmente, a ejercitar su autoridad delegándola en las conferencias episcopales o los obispos particulares? Evidentemente surgiría una diversidad de doctrinas y de praxis entre las diversas conferencias episcopales y de una diócesis a otra. Lo que en una diócesis estará prohibido estará admitido en otra, y viceversa. Quien conviva more uxorio con otra persona sin haberse casado podrá recibir el sacramento de la Eucaristía en una diócesis sí y en otra no. Pero lo que es pecado es pecado. La ley moral es igual para todos o no es tal ley moral. Una de dos: o el Papa tiene primado de jurisdicción y lo ejerce, o en la práctica gobierna cualquiera prescindiendo de él.El Papa admite la existencia de un sensus fidei, pero es más bien el sensus fidei de los obispos, sacerdotes y simples laicos el que hoy en día se escandaliza de las extravagancias que se dicen en el aula del Sínodo. Extravagancias que ofenden el sentido común antes incluso que el sensus Ecclesiae de los fieles. Francisco tiene razón cuando afirma que el Espíritu Santo no asiste sólo al Papa y a los obispos, sino a todos los fieles (cfr. sobre este punto Melchor Cano, De locis Theologicis (Lib. IV, cap. 3, 117I). Sin embargo, el Espíritu Santo no es espíritu de novedad; guía a la Iglesia, asistiéndola de modo infalible en su Tradición. Mediante la fidelidad a la Tradición, el Espíritu Santo habla todavía a los oídos de los fieles. Y hoy, como en los tiempos del arrianismo, podemos decir con San Hilario: «Sanctiores aures plebis quam corda sacerdotum» “(son más santos los oídos del pueblo que el corazón de sus sacerdotes) (Contra Arianos, vel Auxentium, nº 6, en PL, 10, col. 613).
    Roberto de Mattei
    en Il Foglio del 20 de octubre de 2015
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  6. #86
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    Re: ¿Sínodo o tifón?

    el post me salio repetido.

  7. #87
    Avatar de Rodrigo
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    Re: ¿Sínodo o tifón?

    Para los que entiendan el inglés:

    Militia est vita hominis super terram et sicut dies mercenarii dies ejus. (Job VII,1)

  8. #88
    Avatar de Alejandro Farnesio
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    Re: ¿Sínodo o tifón?

    ¡VIVA ESPAÑA! ¡VIVA CRISTO REY! ¡VIVA LA HISPANIDAD!

    "Dulce et decorum est pro patria mori" (Horacio).

    "Al rey, la hacienda y la vida se ha de dar, pero el Honor es patrimonio del alma y el alma sólo es de Dios" (Calderón de la Barca).

  9. #89
    Avatar de Alejandro Farnesio
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    Re: ¿Sínodo o tifón?

    Me equivoqué, no era ese artículo, sino "Sínodo con sabor agridulce", pero no lo puedo postear entero.
    ¡VIVA ESPAÑA! ¡VIVA CRISTO REY! ¡VIVA LA HISPANIDAD!

    "Dulce et decorum est pro patria mori" (Horacio).

    "Al rey, la hacienda y la vida se ha de dar, pero el Honor es patrimonio del alma y el alma sólo es de Dios" (Calderón de la Barca).

  10. #90
    Avatar de Hyeronimus
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    Re: ¿Sínodo o tifón?

    Los derechos de la carne. Finaliza el Sínodo



    Con el Sínodo de la Familia como trasfondo, hemos visto despabilarse una consciencia de fe que ha brillado en las intervenciones de algunos de los obispos sinodales, iluminando el oscuro ambiente que otros habían ido extendiendo por el aula. De esa inteligencia rectamente alumbrada y motivada por la Escritura-Tradición-Doctrina hemos participado todos los que hemos seguido con atención y oración las sesiones de la preocupante asamblea sinodal. En este sentido, esta mañana, en la Misa, las palabras de la Epístola de San Palabro a los Romanos resonaban con especial virtud, tonantes como un relámpago:

    Porque los que se dejan dirigir por la carne tienden a lo carnal; en cambio, los que se dejan dirigir por el Espíritu tienden a lo espiritual. Nuestra carne tiende a la muerte; el Espíritu, a la vida y a la paz. Porque la tendencia de la carne es rebelarse contra Dios; no sólo no se somete a la ley de Dios, ni siquiera lo puede. Los que viven sujetos a la carne no pueden agradar a Dios. Pero vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo. Rm 8, 5-9

    La claridad del texto inspirado deja en evidencia a quienes con sus propuestas llevaron al Sínodo la voz de la carne y exigían sus derechos, los derechos de la carne. ¿O no son hechos de la carne las situaciones de pecado, el divorcio y el adulterio, la práctica de la homosexualidad y las relaciones contra natura, las uniones aberrantes legitimadas por las políticas contra-cristianas, la inmoralidad del materialismo neo-pagano que envilece a todo el Occidente moderno?

    La innovación se presentaba en el Sínodo con el empuje de la novedad y el cambio como única razón, más la fuerza de una masa social de conciencia turbia incapaz de distinguir ya el pecado de la virtud. Hasta se han atrevido a predicar la necesidad del cambio como si la verdad y el bien moral estuvieran sujetos a la inestabilidad variable de las ideologías, la moda de una época o la razón extraviada de las mayorías.

    Decepcionantemente, el Sínodo, aun salvando la doctrina, ha dejado demasiados cabos sueltos. Compromisos y equilibrios de tendencias han impedido que prevalezca una doctrina nítida y fuerte que posibilite después una vigorosa pastoral universal capaz de resanar y plantar semillas de buena y verdadera re-evangelización familiar.

    Al fin, hemos vuelto a oir con desencanto la bronca reprimenda preñada de descalificaciones de quien debiera ser el primer garante del bien y el porvenir de la Familia Cristiana:

    "Ei Sínodo significa que el Evangelio sigue siendo para la Iglesia una fuente viva de eterna novedad, contra quien quiere «adoctrinarlo» en piedras muertas para lanzarlas contra los demás. Significa haber puesto al descubierto a los corazones cerrados, que a menudo se esconden incluso dentro de las enseñanzas de la Iglesia o detrás de las buenas intenciones para sentarse en la cátedra de Moisés y juzgar, a veces con superioridad y superficialidad, los casos difíciles y las familias heridas. Significa haber afirmado que la Iglesia es Iglesia de los pobres de espíritu y de los pecadores en busca de perdón, y no sólo de los justos y de los santos, o mejor dicho, de los justos y de los santos cuando se sienten pobres y pecadores. Significa haber intentado abrir los horizontes para superar toda hermenéutica conspiradora o un cierre de perspectivas para defender y difundir la libertad de los hijos de Dios, para transmitir la belleza de la novedad cristiana, a veces cubierta por la herrumbre de un lenguaje arcaico o simplemente incomprensible. (...)

    Y –más allá de las cuestiones dogmáticas claramente definidas por el Magisterio de la Iglesia– hemos visto también que lo que parece normal para un obispo de un continente, puede resultar extraño, casi como un escándalo, para el obispo de otro continente; lo que se considera violación de un derecho en una sociedad, puede ser un precepto obvio e intangible en otra; lo que para algunos es libertad de conciencia, para otros puede parecer simplemente confusión. En realidad, las culturas son muy diferentes entre sí y todo principio general necesita ser inculturado si quiere ser observado y aplicado. ***
    (...) La experiencia del Sínodo también nos ha hecho comprender mejor que los verdaderos defensores de la doctrina no son los que defienden la letra sino el espíritu; no las ideas, sino el hombre; no las fórmulas sino la gratuidad del amor de Dios y de su perdón. (...) Significa superar las tentaciones constantes del hermano mayor (cf. Lc 15,25-32) y de los obreros celosos (cf. Mt 20,1-16). Más aún, significa valorar más las leyes y los mandamientos, creados para el hombre y no al contrario (cf. Mc 2,27).
    (Discurso de clausura de PP Franciscus; leer texto completo aquí)

    También dice poco después que "...El primer deber de la Iglesia no es distribuir condenas o anatemas...", con ese rancio tono que olvida desde cuando no se condena y anatematiza (¡ay!) a nadie ni nada, como si la memoria se le hubiera quedado bloqueada en un pasado remoto que se vuelve a imaginar en extemporánea desconexión con el presente.

    Habiendo dicho poco antes que los participantes en el Sínodo se han expresado con "métodos no del todo benévolos", no nos podemos creer la benevolencia con misericordina que se predica en este texto.

    Cuando termina diciendo que "...concluir el Sínodo significa volver verdaderamente a caminar juntos", nos quedamos suspensos en la perplejidad de una intención que difícilmente compagina con lo dicho antes.

    De todas formas, Deo gratias por el Sínodo que termina..

    Et oremus pro fructibus...et futuras sinodales consecuentias.

    *** (Llamo la atención sobre este párrafo con ese discurso inculturizador, que rezuma relativismo del más neto sabor modernistizante. Nótese.)


    +T.

    EX ORBE

  11. #91
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    Re: ¿Sínodo o tifón?

    Conclusiones post-sinodales

    1. ¿Qué consiguió el Sínodo? Nada. Nada más que aguas de borrajas para todos. Un documento diluido que dice más de lo mismo, sin las definiciones claras que buscaban los obispos católicos y sin las innovaciones que pretendían los progresistas.
    2. ¿Qué consiguió Bergoglio con el Sínodo? En primer lugar, mantener a la Iglesia durante dos años en un estado de permanente estrés, dividida, con agresiones entre sus miembros y con heridas de difícil curación. Consiguió hacer daño con la vieja táctica peronista que conocemos muy bien en Argentina: poner a unos contra otros para que el líder salga ganando y acumule poder. Consiguió también desenmascararse: los progresistas estarán ya anoticiados que es un saltimbanqui incapaz de realizar las reformas que les prometió a cambio de votos. Los católicos de todo el mundo, y no sólo los argentinos, saben ya que es un mono con navaja, peligrosísimo personaje con un enorme poder.
    3. ¿Qué decir del punto 85, que fue aprobado con la diferencia de apenas un voto? "Es por tanto deber de los presbíteros acompañar a las personas en el camino del discernimiento, según las enseñanzas de la Iglesia y las orientaciones del obispo”. Se estudiarán los casos de cada divorciado vuelto a casa y "el coloquio con el sacerdote, en foro interno (en confesión), sirve a la formación de un juicio correcto de lo que obstaculiza la posibilidad de una plena participación en la vida de la Iglesia (del divorciado) y sobre los pasos para favorecerla y hacerla crecer”. Podrán corregirme los que conocen más que yo de teología y de cánones, pero me parece que aquí no hay nada nuevo. Más aún, el discernimiento en el foro interno es doctrina católica, y es de sentido común. El único problema que veo es que tal discernimiento lo hagan con el sacerdote, pues ya todos sabemos que la inmensa mayoría de los sacerdotes de hoy, apenas si saben suficiente teología y moral para recitar el Credo, en el que probablemente no crean. Dudo de la calidad de discernimiento que algunos de ellos podrán proporcionar a los fieles.
    4. ¿Hay algo nuevo en este punto? Los periodistas, muy decepcionados como bien puede notarse por ejemplo en el artículo de la Piqué en La Nación de hoy, se agarran de del punto 85 para presentar el sínodo como una “éxito de la línea aperturista del Papa Francisco”. Y es falso. El famoso discernimiento para el caso de los recasados se venía haciendo en el mundo desde hace décadas. Las personas divorciadas de un primer matrimonio y vueltas casar que quería participar en la vida parroquial y acercarse a la comunión, que no son una multitud, hace años que lo hacían. Tal como fue el caso del Motu Proprio que regula los procesos de nulidad matrimonial, se trata, en todo caso, de un blanqueo de situaciones que se daban de hecho.
    5. ¿Qué lección le quedó a Bergoglio del Sínodo? Que los obispos del mundo no son como los borreguiles obispos argentinos a los cuales estaba acostumbrado a mandar. Se ha dado cuenta que Pell, Sarah, Dolan, y muchos otros americanos, canadienses, africanos y europeos del este no son serviles y que ganaron la batalla. Aún teniendo todos los resortes del poder y habiendo hecho todas las trapisondas posibles, lo derrotaron. El punto más peligroso y más buscado por los progresistas era lograr algún ablandamiento acerca de la enseñanza de la Iglesia sobre la homosexualidad, lo que fue rechazado de plano y con dureza: “En cuanto a los proyectos de equiparación al matrimonio de las uniones entre personas homosexuales, no existe fundamento alguno para asimilar o establecer analogías, ni remotas, entre las uniones homosexuales y el diseño de Dios sobre el matrimonio y la familia” (76).
    6. ¿Qué lección le queda a la Iglesia del Sínodo? Que hay un buen grupo de obispos verdaderamente preocupados por conservar el depósito de la fe y dispuestos a luchar si a algún malandra se le ocurre tocarlo. En este sentido, el resultado del Sínodo implica un moderado optimismo para los fieles católicos. Y también ha quedado claro qué es lo que Bergoglio quiere hacer con la Iglesia. Un dato relevante que destaca Westen es que los padres sinodales que proponían las posiciones más escandalosas y reñidas con la fe, eran los que habían sido elegidos personalmente por Bergoglio y no por sus pares obispos. Es el caso de los americanos Cupich y Wuerl. A nadie se le escapa que el Papa les habrá dicho bien clarito qué es lo que quería que dijeran o que, al menos, ellos no dijeron nada sin su aprobación.
    7. ¿Qué demostró el Sínodo? Que Bergoglio es el “Papa del mundo” y no el Papa de los católicos, para ponerlo en términos simples. Con esto quiero decir que su prestigio y autoridad los recibe de parte de los poderes del mundo (prensa, gobiernos, farándula, etc.) y no de los obispos o de los fieles católicos, excepto los progresistas. Este dato no le pasará desapercibido y, probablemente, en lo sucesivo acreciente su construcción de poder en esos sectores ajenos a la Iglesia para poder condicionar a la Esposa de Cristo.
    8. ¿Cómo quedó Francisco? Las homilías que descargó durante toda la semana pasada en Santa Marta y el discurso de clausura del Sínodo demuestran que está furioso porque ha sido derrotado, y eso significa quedar debilitado y perder poder. Un “ávido del poder” como Bergoglio, que a la maldad personal le añade las perversas mañas de la Compañía, en estas circunstancias es un personaje de cuidado. Como león herido, va a lastimar a cuantos pueda y no va a cejar en su empeño de “modernizar” a la Iglesia, aunque deberá buscar otro modo de hacerlo.
    9. ¿Qué se avizora? Un efecto del Sínodo no querido por la camarilla de Bergoglio, es que polarizó las posiciones y aglutinó a los obispos católicos que se dieron cuenta quién es el que tienen enfrente. Si tuviéramos un cónclave dentro de poco -Dios así lo quiera-, ciertamente sería elegido algún cardenal que representara la línea diametralmente opuesta a la de Francisco. El Sínodo sirvió para medir fuerzas, y está a la vista quiénes ganaron. Por supuesto, el próximo Papa deberá enfrentarse a los ataques más descarnados y crueles de los poderes de este mundo que lo estarán midiendo continuamente con su antecesor, y destrozándolo en la prensa.

    10. ¿Cómo queda la figura de Bergoglio? Como la de un gran vendedor de humo: armó un circo en el que él, como payaso en jefe, actúa semanalmente vendiendo la imagen de una Iglesia que se adapta al mundo y reinterpreta el Evangelio a la luz de los tiempos. Los medios de comunicación, como un huracán planetario, se ocupan de esparcir el humo por todos los rincones del orbe. En la realidad, nada, o muy poco realmente cambia, porque las puertas del infierno no prevalecerán. Pero a Bergoglio como al Príncipe de este mundo, no le interesa la Iglesia real; le interesa más bien la iglesia que él construye con humo, que es la que se presenta al mundo, la que confunde, la que engaña, la que fornica con los poderes de las tinieblas.


    The Wanderer

  12. #92
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    Re: ¿Sínodo o tifón?

    EL PARTO DEL SÍNODO



    JUAN MANUEL DE PRADA





    La Iglesia no ha variado ni un ápice sus principios en todas las cuestiones que el mundo le reclamaba que fuese «tolerante»


    EL famoso sínodo sobre la familia, con toda su trompetería y sus sesiones guadianescas, ha concluido con un documento que a quienes esperaban novedades formidables les habrá recordado aquel parto de los montes de Samaniego: «Después que con bramidos espantosos / infundieron pavor a los mortales, / estos montes, que al mundo estremecieron, / un ratoncillo fue lo que parieron». Pues, en efecto, la Iglesia no ha variado ni un ápice sus principios en todas las cuestiones que el mundo le reclamaba que fuese «tolerante»; en lo que ha vuelto a ponerse de manifiesto aquello que observara Garrigou-Legrange: «La Iglesia es intolerante en los principios porque cree; y es tolerante en la práctica porque ama. Los enemigos de la Iglesia son tolerantes en los principios porque no creen; y son intolerantes en la práctica porque no aman».
    Pero durante la celebración del sínodo han ocurrido cosas, en verdad, chocantes, que vuelven a demostrarnos que no hay dogma que desafíe más la razón (y ponga más a prueba la fe) que el de la sucesión apostólica; pues se ha comprobado que muchos obispos no son custodios de la doctrina católica, sino vendedores de crecepelos que se mueren por hacer postureos ante el mundo, tal vez porque han perdido la fe, tal vez porque nunca la tuvieron y sólo se consuelan de su tara transmitiendo el virus del descreimiento a los fieles. Por supuesto, estos bellacos no manifiestan paladinamente su falta de fe proclamando que Cristo no nació de una Virgen, o que no resucitó al tercer día; sino que prefieren hacerlo de forma mucho más taimada, bendiciendo los derechos de bragueta y envileciendo los sacramentos hasta convertirlos en pantomimas grotescas, que es lo que pretendían hacer en este sínodo con la confesión, la eucaristía y el matrimonio, de una sola tacada. Y, naturalmente, a la vez que pierden la fe en el Evangelio, asimilan la fe en el evangelio negro de la democracia; así le ocurre, por ejemplo, a Kasper, teólogo de rodillas y con el culo en pompa, que durante la celebración de este sínodo guadianesco no ha hecho sino repetir, con obstinación de maniático, que esperaba que una «mayoría de obispos» estuviese de acuerdo con sus postureos, como si la doctrina católica se decidiese por mayoría. Antaño estos delirios dieron lugar a episodios chuscos de comicidad irresistible, como aquella votación que se realizó en el Ateneo de Madrid, en la que se decidió por mayoría que Dios no existía; lo trágico es que esta mentalidad se ha trasladado del ateneo al colegio episcopal.
    Este sínodo nos ha probado que algunos obispos han perdido la fe; y que otros muchos están bizcochables y con la conciencia suficientemente enmarañada como para aceptar que la verdad y el bien moral pueden depender de mayorías coyunturales. Tal vez todavía no sean mayoría, como quiere Kasper; pero son una minoría suficiente para provocar la demolición desde dentro de la Iglesia, con el aplauso de un mundo que los halaga. Chesterton se soliviantaba ante quienes pretendían que el Evangelio debía adaptarse a los requerimientos de cada época; y se preguntaba si los hombres que, al acercarse a escuchar el Sermón de la Montaña, oyeron que quien mira con deseo a la mujer del prójimo ya ha cometido adulterio eran acaso unos eunucos a quienes las mujeres no les hacían ni fu ni fa, en contraposición a los hombres de hoy, que no pueden resistir la tentación de mirar con deseo a la mujer del prójimo porque son muy machotes. Ciertos padrastros sinodales habrían respondido a Chesterton que, en efecto, aquellos hombres eran eunucos; pues, de haber sido machotes, Cristo habría admitido el pasteleo. Cree el ladrón que todos son de su doble condición, pastelera y eunuquil.






    Histórico Opinión - ABC.es - lunes 26 de octubre de 2015
    Alejandro Farnesio dio el Víctor.

  13. #93
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    Re: ¿Sínodo o tifón?


    Un sínodo fracasado: todos han quedado derrotados, empezando por la moral católica


    Al día siguiente del XIV Sínodo sobre la Familia, parecería que todos han ganado. Ha ganado el papa Francisco, porque ha conseguido elaborar un texto que pone de acuerdo a dos posturas opuestas. Han ganado los progresistas, porque el texto aprobado admite la Eucaristía para los divorciados vueltos a casar. Han ganado los conservadores, porque el documento no alude en concreto a la administración de la comunión a los divorciados y rechaza el matrimonio homosexual y la teoría de género. Para entender mejor lo sucedido, hay que partir de la tarde del 23 de octubre, cuando se encargó a los padres sinodales la redacción final, elaborada por una comisión ad hoc basándose en las enmiendas (modi) al Instrumentum laboris, propuestas por los grupos de trabajo organizados por idiomas (circuli minores).
    Con gran sorpresa de los padres sinodales, el texto que se les encargó el pasado jueves por la tarde sólo estaba en lengua italiana, estando totalmente prohibido comunicarlo no sólo a la prensa, sino también a los 51 oyentes y demás participantes en la asamblea. El texto no tenía en cuenta ninguna de las 1355 enmiendas propuestas durante las tres semanas previas, y en sustancia volvía a proponer la estructura del Instrumentum laboris, que incluía los párrafos que habían suscitado tan duras críticas en el aula: los referidos a la homosexualidad y a los divorciados vueltos a casar. El debate se fijó para la mañana siguiente, con lo que sólo se podían preparar durante la noche nuevas enmiendas a un texto redactado en una lengua que sólo dominaban algunos de los padres.
    Pero en la mañana del 23 de octubre, Francisco, que siempre ha seguido con atención los trabajos, se ha topado con un inesperado rechazo del documento que había redactado la comisión. Nada menos que 51 padres sinodales intervinieron en el debate, la mayor parte de los cuales se oponía al texto avalado por el Santo Padre. Entre ellos estaban el cardenal Marc Ouellet, prefecto de la Congregación para los Obispos; Joseph Edward Kurtz, presidente de la Conferencia Episcopal estadounidense; Angelo Bagnasco, presidente de la Conferencia Episcopal italiana; Jorge Liberato Urosa Savino, arzobispo de Caracas; Carlo Caffarra, arzobispo de Bolonia; monseñor Zbigņevs Gadecki, presidente de la Conferencia Episcopal polaca; Henryk Hoser, arzobispo y obispo de Varsovia y Praga respectivamente; Ignace Stankevics, arzobispo de Riga; Tadeusz Kondrusiewicz, arzobispo de Minsk-Mohilev; Stanisław Bessi Dogbo, obispo de Katiola (Costa de Marfil); Hlib Borys Sviatoslav Lonchyna, obispo de la Sagrada Familia de Londres de rito ucraniano bizantino, y muchos otros, todos los cuales expresaron con diversos matices su desacuerdo con el texto.
    El documento no podía ciertamente volver a presentarse al día siguiente en el aula, por el riesgo de quedar en minoría y producir una grave división. La fórmula de conciliación se encontraba siguiendo la vía trazada por los teólogos del Germanicus, el círculo al que pertenecían los cardenales Kasper, icono del progresismo, y Müller, prefecto della Congregación para la Doctrina de la Fe. Entre la tarde del viernes y la mañana del sábado, la comisión redactó un nuevo texto, que se leyó en el aula en la mañana del sábado 24 y se sometió a votación por la tarde, obteniendo para cada uno de los 94 párrafos la mayoría exigida de dos tercios, que entre los 265 padres sinodales presentes era de 177 votos.
    En la sección informativa del sábado, el cardenal Schönborn había anticipado la conclusión en lo relativo al punto más discutido, el de los divorciados vueltos a casar: «Se habla de ello, se habla con mucho interés, pero la palabra clave es discernimento, y os invito a todos a pensar que no es una cuestión de blanco o negro, de un simple sí o un no, sino de discernir. Y de eso habló exactamente San Juan Pablo II en Familiaris consortio: de la obligación de actuar con discernimiento, porque las situaciones varían mucho. Y la gran necesidad de ese discernimiento la ha aprendido desde joven el papa Francisco, buen jesuita: discernir es tratar de entender la situación de tal pareja o de tal persona».
    Discernimiento e integración es el título que corresponde a los apartados 84, 85 y 86. El párrafo más polémico es el nº 85, que sienta las bases para una apertura con relación a los divorciados vueltos a casar y presenta la posibilidad de que se acerquen a los sacramentos. Eso sí, sin mencionar explícitamente la comunión. Fue aprobado con 178 votos a favor, 80 en contra y 7 abstenciones. Un solo voto de más sobre el quórum de dos tercios.
    La imagen de Francisco no sale reforzada de la asamblea de obispos, sino empañada y debilitada. El documento que había avalado fue rechazado abiertamente por la mayoría de los padres sinodales el 23 por la mañana, que fue su jornada negra. El discurso de clausura pronunciado por Bergoglio no expresaba el menor entusiasmo por la Relatio final,sino una reiterada crítica de los padres que habían defendido las posturas tradicionales. Por dicho motivo, dijo entre otras cosas el Papa en la tarde del sábado:
    «Concluir este sínodo significa también haber abierto los corazones sellados que con frecuencia se ocultan incluso tras las enseñanzas de la Iglesia, o tras buenas intenciones, para sentarse en la cátedra de Moisés y juzgar, a veces con superioridad y superficialmente, los casos difíciles y las familias heridas. (…) Significa haber intentado abrir horizontes para superar toda hermenéutica conspirativa o cerrazón de perspectivas, para defender y difundir la libertad de los hijos de Dios, para transmitir la belleza de la novedad cristiana, que a veces está cubierta por el óxido de un lenguaje arcaico o simplemente incomprensible».
    Palabras duras, que expresan amargura e insatisfacción. No son las palabras de un vencedor.
    También han sido derrotados los progresistas, porque no sólo se ha eliminado toda referencia positiva a la homosexualidad, sino que también la apertura a los divorciados vueltos a casar es mucho menos explícita de lo que les habría gustado. Pero los conservadores no pueden cantar victoria. Si 80 padres sinodales, un tercio de los congregados, han votado contra el párrafo 86, eso quiere decir que no les satisfacía. Que este párrafo haya sido aprobado por un voto no le quita el veneno que contiene.
    De acuerdo con la Relatio final, la participación de los divorciados recasados en la vida eclesial puede darse en forma de «diversos servicios»: es preciso, por tanto,
    «discernir cuáles de las diversas formas de exclusión actualmente practicadas en el ámbito litúrgico, pastoral, educativo e institucional se pueden superar. Aparte de que no deben sentirse excomulgados, pueden vivir y madurar como miembros vivos de la Iglesia» (nº 84);
    «El itinerario de acompañamiento y discernimiento orienta a estos fieles para que tomen conciencia de su situación a los ojos de Dios. El diálogo con el sacerdote, en su fuero interno, les ayuda a formarse un juicio correcto de lo que impide una participación más plena en la vida de la Iglesia y de las medidas que pueden favorecerla y hacerla crecer» (nº 86).
    Ahora bien, ¿qué significa ser «miembros vivos» de la Iglesia sino estar en gracia y recibir la Sagrada Comunión? Y para un seglar, la «más plena participación en la vida de la Iglesia», ¿no incluye participar del sacramento de la Eucaristía? Se dice que las formas de exclusión actualmente practicadas en los ámbitos litúrgico, pastoral, educativo e institucional se pueden superar «caso per caso», siguiendo una via discretionis. ¿Es posible superar la exclusión de la comunión sacramental? El texto no afirma tal cosa, pero tampoco la excluye. La puerta no está abierta de par en par, sino entreabierta, y por tanto no se puede negar que está abierta.
    La Relatio no proclama que los divorciados vueltos a casar tengan derecho a recibir la comunión (y por consiguiente derecho al adulterio), pero niega de hecho a la Iglesia el derecho a definir públicamente como adulterio la situación de los divorciados vueltos a casar, dejando la responsabildad de la valoración a la conciencia de los pastores y de los propios divorciados vueltos a casar. Retomando el lenguaje de Dignitatis Humanae, no se trata de un derecho afirmativo al adulterio, sino de un derecho negativo a que no se impida practicarlo, o sea de un derecho a la «inmunidad contra toda coerción en materia de moral». Al igual que en Dignitatis Humanae, se borra la distinción fundamental entre el fuero interno, que tiene que ver con la salvación eterna de los fieles individuales, y el foro externo, relativo al bien público de la comunidad de fieles. En realidad, la comunión no es un acto individual, sino un acto público que se realiza ante la comunidad de fieles. Sin entrar en el foro interno, la Iglesia siempre ha prohibido la comunión a los divorciados vueltos a casar porque es un pecado público; se comete en el fuero externo. La ley moral es absorbida por la conciencia, que se convierte en un nuevo lugar, no sólo teológico y moral, sino canónico. En este sentido, la Relatio finalis armoniza con los dos motu proprio del papa Francisco, cuyo significado subrayó el historiador de la escuela de Bolonia en el Corriere della Sera del pasado 23 de octubre: «Al delegar en los obispos la autoridad para juzgar sobre las nulidades, Bergoglio no ha cambiado la situación de los divorciados; lo que ha hecho es un silencioso y gigantesco acto de reforma del papado».
    Atribuir a los obispos diocesanos, como jueces únicos, la facultad de instruir a su discreción procesos breves y dictar sentencia equivale a atribuirles discernimiento sobre la situación moral de los divorciados vueltos a casar. Si el obispo de la diócesis considera que ha concluido el itinerario de crecimiento espiritual y profundización de una persona que vive una nueva unión, esa persona podrá comulgar. El discurso dirigido por Francisco el 17 de octubre al Sínodo recomienda en la «descentralización» la proyección eclesiologica de la moral «caso per caso». El Papa ha afirmado:
    «Más allá de las cuestiones dogmáticas bien definidas por el Magisterio de la Iglesia, hemos visto también que lo que le parece normal a un obispo de tal continente puede resultarle extraño, prácticamente un escándalo, al de otro; lo que una sociedad considera violación de un derecho, puede ser un precepto evidente e intangible en otra; y lo que para unos es libertad de conciencia, para otros no ser sino confusión. En realidad, las culturas presentan mucha diversidad entre sí, y es necesario aculturar todo principio general si se quiere que sea observado y aplicado».
    La moral de la aculturación, es decir la del «caso per caso», relativiza y disuelve la ley moral que, por definición, es absoluta y universal. No hay ni buenas intenciones ni circunstancias atenuantes que puedan transformar en malo un acto bueno, y viceversa. La moral católica no admite excepciones; o bien es absoluta y universal, o no es ley moral. No se equivocan, pues, los periódicos que han presentado la Relatio final con este titular: «Desaparece la prohibición absoluta de comulgar para los divorciados vueltos a casar».
    La conclusión es que nos encontramos ante un documento ambiguo y contradictorio que permite a todos cantar victoria; pero no ha ganado ninguno. Todos han quedado derrotados, empezando por la moral católica, que sale profundamente humillada del Sínodo de la Familia clausurado el 24 de octubre.


    Roberto de Mattei





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  14. #94
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    Re: ¿Sínodo o tifón?

    LA SINODALIDAD, A PUNTO


    Pretender que «la palabra familia ya no suena más como antes del Sínodo», según atinó a decir Francisco después de pronunciar una vomitona de denuestos para con los «duros de corazón» que resisten el cambio, aparte de ser de una jactancia burda, aparte de rezumar la frase hecha, el slogan, la nonchalance intelectual que lo distingue, expresa sin disimulo la aspiración que siempre tuvo el modernismo: vaciar a las palabras de su concepto mental para, conservada la expresión, introducirles otro contenido. Es la falacia repetida regularmente desde hace décadas por uno y otro corifeo de cierta "exégesis", ámbito no por nada tan fecundo para las aventuras de los prevaricadores: no podemos pretender, después de dos mil años -dicen-, que palabras como «Reino de Dios» o «santidad» signifiquen hoy lo mismo que antaño. San Vicente de Lerins tiene un célebre adagio para responderles.

    Antes que en la Iglesia, la palabra ha sido resignificada en el mundo, en la política: pensemos no más en la frecuencia con la que un gobierno notoriamente apátrida como el nuestro recurre a la palabra «patria». El complejo de inferioridad respecto del mundo, característico de la Jerarquía post-conciliar, le adjuntó a la Iglesia el ominoso tic de impartirle la bendición a cualquier cambio, incluido aquel que supone el fraude semántico. Como el cadáver del Cid, que revestido de su armadura y puesto en ancas del caballo servía a reportar nuevos triunfos sobre la morisma, así se juzgó que el cuerpo sin alma del episcopado conciliar, puesto a bendecir maquinalmente los más monstruosos desatinos del mundo, lograría el difícil cometido de hacer bogar a la Iglesia en el proceloso mar de los tiempos que corren. Porque nadie podrá discutir la paradoja de que, pese a la penicilina y a la prevensión social -y pese a la fábula del evolucionismo histórico-los tiempos modernos han devuelto la problematicidad de la supervivencia a instancias quizás no vistas desde el paleolítico.

    En este clima de presiones a que se ve sometida una Iglesia siempre más pródiga en sus concesiones al mundo, la Relatio finalis del Sínodo reincide en todos los vicios de la jerga conciliar, conciliadora, equidistante -si esto fuera posible- de la herejía y la ortodoxia, con ese bable ni frío ni caliente que caracteriza al magisterio escrito desde el último concilio. Lo advierte sin dificultades la misma prensa secular: «sólo una virtuosa alquimia conceptual, muy propia de la tradición vaticana, densa en equilibrios y sutilezas, permitió conciliar posturas conservadoras y reformistas a veces muy alejadas [...] Hubo un intento deliberado de redactar un texto integrador y políticamente correcto, que fuera aceptado por todos los sectores, a sabiendas que de que podría contener demasiada vaguedad y ambigüedad. Pero fue el precio a pagar por el acuerdo» (debiendo aclararse a los legos que por esa «virtuosa alquimia conceptual, muy propia de la tradición vaticana» debe entenderse la neoparla más bien propia de una tradición reciente, fundada en una ruptura con el depósito ucrónico de la Verdad para ceder al compromiso con el tiempo). De resultas, se dio la paradoja de que unos y otros (herejes contumaces y conservadores) celebraran como propia una victoria exigua cuando, de hecho, el Sínodo no ha sido sino un jalón más en la ya interminable pasión de la Iglesia.

    Porque aunque no se aprobaran por escrito las bienaventuranzas de la pederastia -como era de temer en vista de la efebofilia de tanto perito sinodal- ni se instara al menos a elevar a la poligamia a sacramento, lo cierto es que se sometió a discusión lo indiscutible, lográndose concertar en un recinto común los defensores de la remanente moral católica con sus opugnadores para tener que escuchar, entre otras historias ofrecidas como edificantes, la de un niño sacrílego que trozó la hostia consagrada en el momento de recibirla en comunión para dársela a comer a su padre y su madre, separados en nueva unión. Y aunque Kasper y sus mil demonios no lograran hacer consagrar por escrito una fórmula visiblemente herética, en el Sínodo debió escucharse a un prelado que pedía a la Iglesia que, pese a la voluntad de su Divino Fundador respecto de la institución conyugal, imitara la misericordia de Moisés, que concedió el libelo de repudio; y a otro, invitado especialmente por Francisco, alegar sin rubor que aunque quienes comulgan «sean divorciados vueltos a casar, homosexuales, esposas de hogares polígamos… son hermanos y hermanas de Jesús, por lo tanto son nuestra familia, [pues] la Eucaristía es el alimento de aquellos que están en camino para formar el Cuerpo de Cristo». Acierta en esto Francisco con lo de las nuevas resonancias que habría adquirido la palabra «familia» en esta turbia sazón.

    Por lo demás, y como fue oportunamente notado en otro lugar, la decisión de delegar en cada obispo la potestad de decidir «caso por caso» en lo relativo al acceso a los sacramentos de parte de los amancebados supone un triunfo del más rancio espíritu farisaico, casuista, espigador moroso de los detalles, pese a la clamorosa interdicción que Francisco lanza de continuo contra aquellos a quienes califica como «fariseos». Y que acá, como en la cacareada «sinodalidad», que es el nuevo nombre de la herejía conciliarista condenada en el V Concilio de Letrán y en la Auctorem fidei, de Pío VI (con insistencia en la «conversión del papado», ya apuntada en la Evangelii gaudium, o en la autoridad doctrinal concedida a las Conferencias episcopales, mamarracheada en la Laudato Si'), se acaba por herir eficazmente al pastor, con el resultado inevitable de la dispersión de las ovejas, es decir: el fin de la catolicidad o universalidad, de la unidad en la fe, que depende de Pedro como de su regla próxima. Estaríamos en la demencial situación en la que el primado se ejercería despóticamente para disolver su autoridad, tal como desde el comienzo de este pontificado lo previó De Mattei, confirmando, según el programa de los ideólogos comprometidos en la obra, «el pasaje de una visión jurídica de la Iglesia, basada en el criterio de jurisdicción, a una concepción sacramental, basada en la idea de comunión», que haría del papado «un primado de "honor" o de "amor", pero no de gobierno y de jurisdicción de la Iglesia».

    Quizás ésta -más que el finiquito de la enseñanza moral católica acerca de la familia- sea la perla del Sínodo. O, para mejor decir, quizás esté por instrumentalizarse esta vera y propia herejía, que servirá de motor a todas las otras aún en suspenso, contrabandeadas por la inestimable pericia de los obispos juramentados al nuevo credo. Francisco habrá logrado plasmar una Iglesia -si Dios no lo detiene- a imagen de aquel pollo descabezado que causó furor en los años cincuenta del pasado siglo, alimentado por el esófago y con su cabeza flotando en un frasco de formol, para hacer las delicias del público.



    Un espectáculo del que se gloriaría la moderna profanidad, enemiga insoluble de la constitución pétrea, firme, de la Iglesia, cuyo lastimoso sucedáneo, guillotinado motu proprio, subsistirá gracias al favor de los césares, dadores del maíz con leche a trueque del infamante show.

    Es de esperar que, antes de que se verifique semejante desafuero, haya al menos tres o cuatro cardenales que lancen el ansiado anatema contra Bergoglio, y la Iglesia Católica, ya sin los templos pero con la fe, se vea purificada y libre de toda la escoria que gravó su misión específica por estas décadas.

    In exspectatione

  15. #95
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    Re: ¿Sínodo o tifón?

    Michael Matt (de "The Remnant") hace un informe explosivo sobre el sínodo, el Papa, sus propósitos y verdaderas intenciones.

    "El sínodo resultó mucho peor de lo que creíamos":




    https://www.youtube.com/watch?v=32Ple6UtKh4

  16. #96
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    Re: ¿Sínodo o tifón?

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    Embobados por el Sínodo

    Fray Gerundio de Tormes


    La tarde del pasado domingo me asaltaron mis novicios para solicitarme un análisis -a modo de diagnóstico-, del Sínodo recién clausurado. Otros hermanos más maduros en estas lides y con doctorados en la cogulla, que como nuevos Nicodemo me visitan en la celda cuando ya está bien pasada la hora de Completas, también han llegado solícitos y preguntones. Todos felices y contentos. Todos sintiéndose vencedores. Todos embobados y aplatanados. Todos con euforias y entonando eurekas.



    He tenido que recurrir al más burdo autobombo para convencerlos: Ya avisé de lo que se nos venía encima cuando escribí ¡Francisco, destruye mi Iglesia! o cuando llamé la atención sobre la entrada triunfal de Gramsci en el Vaticano. Y eso que entonces no podíamos calibrar del todo la que se nos venía encima. Sospechábamos algo, aunque no sabíamos entonces hasta qué punto el Huracán Patricia es un vientecillo anémico y raquítico frente al Efecto Francisco. Atila le llamé yo por entonces. Pero me resulta muy difícil convencer a pardillos con exceso de euforia. Así que mis hermanos de ambos lados del espectro monacal, están felices con los resultados del Sínodo.

    Los novicios que se las dan de conservadores, han pasado a bobalicones de referencia al pensar que han ganado las propuestas de algunos obispos (pocos) que levantaron tímidamente la voz, aunque les cortaran el micrófono. Andan diciendo que la doctrina ha quedado intacta y que ha sido una dura derrota de los alemanes. Casi me da un ataque de risa. Deben temblar en el Hades ante tan audaces analistas.

    Y los novicios y frailes que se sienten progresistas, felices también porque dicen que se han dado pasos adelante que abren un nuevo proceso de más pasos adelante: el Sínodo fortalece al Papa pero sin herejías, dicen después de informarse en las páginas “adecuadas”.

    Pero ni unos ni otros me parecen acertados. Me tengo que ratificar en lo que dije hace unos días: es el Sínodo de los adúlteros de la palabra de Dios, lo cual no es un invento de estos días sinodales sino que ya nos viene de lejos. Eso de votar por consenso y que haya obispos que tragan sin más y obispos que escupen sin más, es de una gravedad espantosa. Eso de que no haya acuerdos en decidir que el pecado inhabilita para la Sagrada Comunión, expresa la enfermedad que padece la Iglesia y sus eclesiásticos. Eso de que los obispos firmen alegremente documentos que acaban con la doctrina católica de siempre, representa un tsunami de enormes consecuencias. No se puede firmar un documento en donde se plantea que el adulterio tiene que ser contrastado con las realidades concretas y circundantes, para decidir si se puede acceder a la comunión. No se puede firmar un documento en el que se deja en manos de los confesores (¡¡¡¡) el juicio sobre si este adúltero puede comulgar porque sufre mucho, pero este otro también puede hacerlo aunque haya sufrido menos. Porque el final es el mismo: todos pueden comulgar.

    Me objetaban mis inquisidores que he leído mal el documento, que hay una interpretación abusiva, que la prensa ha sacado de contexto las conclusiones, que es una victoria de los conservadores y un montón de cosas más. Pero a mí no me bajan del burro. Los Obispos llamados “contrarios” al documento deberían haberse largado de la sala y no votar. La doctrina católica sobre el pecado y los sacramentos, no se vota por consenso. No es suficiente con ejercer de buenistas para que no haya escándalo y retorcer los hechos. Como algunos pocos (muy pocos) han denunciado, ésta no es la doctrina católica.

    A no ser que el que organiza el lío, esté encantado con el lío y fomente voluntariamente el lío. Porque detrás de todo esto está Francisco. Lo siento mucho, pero a estas alturas me veo obligado a decir que no es que en él haya procesos conspirativos, faltas de delicadeza, odio y rencor hacia posturas diversas, pasión por el poder y muchas otras cosas. Tengo que decir que detrás de esto se percibe una falta de fe en la verdadera doctrina y en la verdadera iglesia. Un afán destructivo que no puede explicarse por causas naturales o con razonamientos naturales. El nivel ha llegado excesivamente alto y por tanto necesita también explicaciones más elevadas. O más ancladas en las profundidades... Porque otra explicación no tiene.

    Y para el que crea que esto son exageraciones, este mismo miércoles, en la Plaza de San Pedro, se omite dar la bendición, para que los que no son católicos no se molesten y se sientan heridos. ¡¡Un Papa que no bendice a sus miles de fieles para no herir a unos cientos de infieles!!

    Y se apuntala nuevamente el desastre:

    Debemos dejar un mundo mejor de cómo lo hemos encontrado. Y para favorecer este diálogo lo más importante que podemos hacer es rezar. Cada uno rece según la propria religión. Con el Señor todo es posible.

    Ya lo saben. Todos rezando juntos. No importa la religión de cada uno. Lástima que no podamos reunir en un encuentro interreligioso a Arrio, Nestorio, Simón el Mago, Lao-Tsé, Buda, Lutero, Carlos Marx, Voltaire, Hillary Clinton… y ya de paso Judas Iscariote. Cada uno podría rezar según su propia creencia. Y el que no crea en la oración, que rece según su creencia en la ineficacia de la oración. Y el que no crea en Dios, que rece a la pachamama o al bramaputra de turno. Seguro que el Papa Francisco estaría encantado. Y de paso invitaría a Kasper, Tauran y Baldisseri. Cardenales disponibles no le iban a faltar. Cada Cardenal rezaría según su propia increencia…

    Ahora sí que estoy seguro. Francisco está provocando un grave problema en la Iglesia Católica. Hasta que Dios quiera, o mejor dicho, mientras Dios lo permita. Hasta entonces, que cada cual escoja su postura. Yo desde luego, ni eurekas ni euforias. Rezaré mucho… según mi propia creencia.


    https://fraygerundiodetormes.wordpress.com/

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