El Año Ameriano
Romano Amerio
No queríamos dejar pasar este año sin dedicar un pequeño post de homenaje a don Romano Amerio (1905-1997), habiéndose cumplido en noviembre diez años de su muerte. Amerio, doctor en filosofía y profesor de Latín y Griego en su ciudad natal de Lugano, Suiza, tuvo acceso privilegiado a la génesis de muchos de los documentos del Concilio Vaticano II en su calidad de asesor de Monseñor Jelmini, obispo de esa diócesis y miembro de la Comisión Preparatoria para la Magna Asamblea.
Allí, Amerio pudo comprobar la manera faite como se impuso -mediante hábiles agitaciones de las asambleas de purpurados y rápidos golpes de mano- otro Concilio distinto al que había sido preparado: "Como ya hemos dicho, es característico del Vaticano II su resultado paradójico, según el cual todo el trabajo preparatorio (que suele conducir los debates, dar impronta a las orientaciones y prefigurar los resultados de un Concilio) resultó nulo y fue rechazado desde la primera sesión, sustituyéndose una inspiración por otra y una tendencia por otra." (Iota Unum, p. 71, Criterio) Este fenómeno, que Amerio llama "la ruptura de la legalidad conciliar" se sintetiza en el gesto del Cardenal Liénart del 13 de octubre de 1962, donde, interrumpiendo y habiéndosele negado la palabra en la asamblea destinada a nombrar a los miembros de las comisiones destinadas a examinar los esquemas de la Comisión Preparatoria, "rompiendo la legalidad, aunque entre aplausos unánimes, agarró el micrófono y leyó una declaración" (p.73), que ocasionó la disolución de la congregación y la subsecuente incorporación de elementos extraños a los trabajos preparatorios en la labor de las comisiones. Con este acto el obispo de Lille, en palabras de Le Figaro 9-xii-1976: "Desviaba la marcha del Concilio y entraba en la Historia."
Pero Iota Unum (1985), la obra máxima de Amerio, es muchísimo más que un recuento detrás de bambalinas del tumultuoso Concilio ni una historia de su peculiar desenvolvimiento (como podría ser El Rin desemboca en el Tíber, del Padre Wiltgen) sino una monumental obra maestra de la filosofía de la historia de la Iglesia, un estudio sobre las transformaciones de la Iglesia en el Siglo XX, que sabiamente explica desde la filosofía y la teología católicas las formas y razones del colapso.
Quizá el más grande experto en la obra de Campanella, su vena filológica lo lleva a interpretar con maestría las distintas expresiones culturales y doctrinales de la crisis, en un estilo erudito pero extraordinariamente claro, que como en la mejor escolástica no desdeña la quaestio y las dificultades, refutándolas magistralmente (no como ciertos documentos dialogantes, modernos y tolerantes que como productos profundamente burgueses, son incapaces de imaginar, siquiera, un pensamiento diferente. Creen dialogar con el mundo, pero lo único que hacen es repetir al mundo, porque son del mundo).
Amerio ha logrado desarrollar el glosario más rico para interpretar lo que ocurrió en estos últimos años. Resulta sorprendente que hasta la aparición de Iota Unum no haya existido un concepto y un término para llamar a la espantosa catarata de flatus vocis, slóganes vacíos, conceptos huecos, cáscaras teológicas y demás hojarasca ambigua que hemos venido padeciendo en los últimos cuarenta años. Quizá sea por la misma razón por la cual los ciegos de nacimiento ignoran al color celeste o los señores que viven desde hace mucho tiempo bajo la torrentera no se dan cuenta del olor a perro muerto. En sus más magistrales páginas, Amerio nos presenta la tragicómica dimensión del circiterismo que infesta a teólogos, Conferencias Episcopales y Jerarcas.
Y resulta que, a fin de cuentas, el Emperador estaba calato.
Pero como Tartufo todavía no había sido desterrado, el circo confuso pervivió durante algún tiempo más, hasta que empezó a ser desmantelado recientemente.
Iota Unum no se acaba ahí. Es también una enciclopedia católica, que aclaró nuestras dudas sobre temas como la pena de muerte, la Encarnación del Verbo, la Redención, el Antropocentrismo, el Derecho Natural, las filosofías compatibles con el Catolicismo, la Progresión en Perfección de la Iglesia, la importancia de la Misa Tradicional, las razones para defenderla y las consecuencias ruinosas que su proscripción de facto acarrearía. Realmente es el libro católico para llevar a una isla por antonomasia, porque es a la vez Manual de Supervivencia, Catecismo y elegante lectura literaria.
En ocasión a los 100 años de su nacimiento, Sandro Magister anunciaba con gozosurehabilitación:
Un filósofo, un místico y un teólogo dan una voz de la alarma en la Iglesia, 7de febrero del 2005
El Fin de un Tabú: Hasta Romano Amerio es un verdadero Cristiano, 6 de febrero del 2006
Esta noticia, rebotada por nuestra vernácula ACIprensa, llevó a algunos ingenuos -que al parecer utilizaron sólo el Google para informarse sobre nuestro personaje- a considerar a uno de los más grandes expertos en Antonio Rosmini como un "escolástico periclitado" y no "abrirse a los dinamismos de la filosofía del ser".
Circiterismo puro.
En fin, este año también Magister se ocupó de Amerio, cosa que nos indica el vigor y actualidad de su pensamiento, que, ahora que el viejo tiempo del prejuicio ya acaba, puede ser difundido y comentado de una manera provechosa para la Iglesia, sorprendentemente a través de La Civiltà Cattolica y el Osservatore Romano:
"La Civiltà Cattolica" rompe el silencio. Sobre Romano Amerio, 23 de abril del 2007
Grandes retornos: Romano Amerio y las variaciones de la Iglesia católica, 15 de noviembre del 2007
http://sacristanserrano.blogspot.com/
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