Pensar que un simple viejo Cardenal con modales y al estilo de mitin arrabalero-sindicalista, pueda haber dado la vuelta como un calcetín a una Institución milenaria y de Derecho Divino como es la Iglesia Católica, utilizando para la subversión nada menos que la santidad de un Concilio Ecuménico, es algo que aterroriza y que, de poder ser imaginado, sólo cabe en un contexto que coincide con el contemporáneo: el del fin de los tiempos.Allí, Amerio pudo comprobar la manera faite como se impuso -mediante hábiles agitaciones de las asambleas de purpurados y rápidos golpes de mano- otro Concilio distinto al que había sido preparado: "Como ya hemos dicho, es característico del Vaticano II su resultado paradójico, según el cual todo el trabajo preparatorio (que suele conducir los debates, dar impronta a las orientaciones y prefigurar los resultados de un Concilio) resultó nulo y fue rechazado desde la primera sesión, sustituyéndose una inspiración por otra y una tendencia por otra." (Iota Unum, p. 71, Criterio) Este fenómeno, que Amerio llama "la ruptura de la legalidad conciliar" se sintetiza en el gesto del Cardenal Liénart del 13 de octubre de 1962, donde, interrumpiendo y habiéndosele negado la palabra en la asamblea destinada a nombrar a los miembros de las comisiones destinadas a examinar los esquemas de la Comisión Preparatoria, "rompiendo la legalidad, aunque entre aplausos unánimes, agarró el micrófono y leyó una declaración" (p.73), que ocasionó la disolución de la congregación y la subsecuente incorporación de elementos extraños a los trabajos preparatorios en la labor de las comisiones. Con este acto el obispo de Lille, en palabras de Le Figaro 9-xii-1976: "Desviaba la marcha del Concilio y entraba en la Historia."
Aterroriza… sí, pero a los poquísimos católicos que lo saben. Es la desconocida Historia oculta del Vaticano II.
Oculta… y ocultada, claro.
Aun así yo matizaría en sentido de una mayor gravedad y contundencia:
No solo “otro” y “distinto”, sino más bien se impuso un “Concilio” enemigo y ajeno al Catolicismo, y que canonizó como propias y “católicas” precisamente todas las subversiones doctrinales contra las que la Iglesia había combatido desde siglos atrás.se impuso -mediante hábiles agitaciones de las asambleas de purpurados y rápidos golpes de mano- otro Concilio distinto al que había sido preparado
Casi nada.
¿Sólo “paradójico”?Como ya hemos dicho, es característico del Vaticano II su resultado paradójico, según el cual todo el trabajo preparatorio (que suele conducir los debates, dar impronta a las orientaciones y prefigurar los resultados de un Concilio) resultó nulo y fue rechazado desde la primera sesión, sustituyéndose una inspiración por otra y una tendencia por otra." (Iota Unum, p. 71, Criterio)
¿Subvertir y destruir algo sagrado es solo “paradójico”?
Y no fue la imposición de una “tendencia” por “otra”, sino más bien, que el (único) Catolicismo existente se sustituyó por una doctrina enemiga y ajena al Catolicismo, (eso sí, bajo capa de catolicismo).
En fin; yo pregunto:
¿Qué pensar, a la luz de la Teología católica sobre el Magisterio, de la actuación y asistencia del Espíritu Santo sobre la Iglesia ese día 13 de octubre de 1962?
¿Por qué el Espíritu Santo permitió, en un día, que quedaran sin valor los esquemas iniciales del Concilio tal como había sido preparado, conformes en todo con el Magisterio Tradicional, que Él había inspirado durante veinte siglos?
¿Y, además, para que comenzaran a redactarse nuevos esquemas heterodoxos con resabios de herejía?
¿O es que los obispos hicieron bien, acaso, rechazando esquemas perfectamente ortodoxos?
Si el Cielo no quería la subversión conciliar comenzada con la acción del cardenal Lienart ¿por qué sucedió todo eso, entonces?
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