Conviene conocer el papel desempeñado por la masonería universal, y especialmente por la alta masonería, en la gigantesca ofensiva desencadenada contra la Iglesia.
A la vista del caos ideológico y de las pretensiones doctrinales de una llamada conciencia universal, nos vemos obligados a llegar a la conclusión, apoyada por una documentación irrebatible, de que un magisterio oculto dirige al conjunto de doctores de la “Nueva Iglesia”, inventada en las altas sociedades secretas a fines del siglo XIX.
Otro hecho esencial es el que de la ecumenicidad de esa nueva Iglesia no es la nuestra. La nueva Iglesia acoge al mismo tiempo al error y a la verdad, a todas las religiones, todas las ideologías. Sus teólogos dan por sentada “una acción re-creadora” de Dios, como diría el P. Congar, no cristianizando la civilización moderna, sino consagrándola como hija de un Cristo-Espíritu surgiendo de la Humanidad: no recibe ya la gracia: la da. Ahora es ella la que pontifica, enfrente del “César papal”.
Ya que, hasta ahora, la Iglesia de Pedro se habría equivocado. Su inmovilismo ponía en peligro la corriente de la Unidad mundial. Se “puso al día” a los padres del Concilio; se han activado unos intercambios culturales que los “teólogos del futuro” quisieran ver incluídos en el Debe de la Iglesia y en el Haber del Cristianismo cósmico; se transforma “el diálogo” en imitación.
Ese ecumenismo de las buenas voluntades, además de pasar a ser la más bella manifestación de la caridad teologal en la Tierra, ha pasado a ser también el primer mandamiento divino, convertido en la necesidad más urgente debido a la aceleración de la Historia. En consecuencia, aumentará la culpabilidad de esos rebeldes “integristas”, responsables del divorcio de la Iglesia con la civilización, y de su mala reputación entre “las naciones adultas”.
En el presente estudio nos limitamos a resumir el diabólico programa de las altas masonerías, exponiéndolo a grandes rasgos.
A fines del siglo XIX se urdió una formidable conjura contra la Iglesia, conjura que actualmente se desarrolla ante nuestros ojos.
Un sacerdote de aquella época, después de apostatar y de pasarse a las altas sociedades secretas, había ya dicho y anunciado todo esto. Intérprete fiel y sumamente calificado de los grandes “iniciados”, vamos a seguirle en sus revelaciones, en su esperanza de ver caer al “Vaticano real”, y reinar un Papa que será el Pontífice de la “Divina Sinarquía”, a la cabeza de un “nuevo catolicismo”, y que consagrará el espíritu, todo el espíritu de la sociedad moderna.
A continuación veremos cómo su designio se ha transmitido al seno de la masonería e insinuado en el pensamiento cristiano ya en nuestros días, hasta el punto de asumir una apariencia de triunfo, si Dios no protegiera a su Iglesia.
Pero, ¿qué es la sinarquía?, se preguntará.
Generalmente se la identifica con la tecnocracia, y no se ahonda más. Eso es insuficiente. Orgánicamente, es ante todo un conjunto de potencias ocultas de todos los órdenes y de todas las escuelas, unidas para contribuir a la formación de un gobierno mundial invisible.
Políticamente, es la integración deseada de todas las potencias sociales y financieras, formando ese gobierno mundial en un régimen socialista generalizado, tecnificado, extendiéndose por todo el mundo, dividido en zonas geopolíticas; las diversidades étnicas, religiosas, culturales y nacionales, de acuerdo con el proceso sinárquico, no deberían ser suprimidas sino integradas en unas órdenes sometidas a una colegialidad supervisada secretamente.
Según ello, el Catolicismo, al igual que todas las demás religiones, sería absorbido en un sincretismo universal. La Iglesia quedaría enfeudada al sistema. Se afirmará, incluso, que ese sería el único medio de resolver la antinomia del Poder civil y de la Iglesia (¡).
La Sinarquía completamente realizada sería, ante todo, la Contra-Iglesia organizada.
Expondremos por medio de textos el conjunto del problema, empezando por algunos párrafos del gran escoliasta de la Sinarquía: Saint-Yves d’Alveydre (1842-1909). Pero antes, es necesario señalar los orígenes más inmediatos del plan elaborado entre 1880 y 1890, cuando ciertos grupos ocultistas trabajaban activamente las grandes órdenes masónicas invadidas entonces por el materialismo, para unirlas en torno a un espiritualismo iniciático que en último término desembocaba en un esoterismo luciferino.
En Francia y en Inglaterra aquel esfuerzo procedía del renacimiento del rosicrucianismo, del espiritismo y del cabalismo. Eliphas Levi, Papus, Stanislas de Guaita... formaban el ala activa del movimiento del que formaba parte Saint-Yves d’Alveydre, convertido más tarde en el teórico de la Sinarquía. De allí derivaron, en Francia, tres grupos principales:
El primero, la Orden cabalística de la Rosacruz, fundada en 1888 por Stanislas de Guaita, incluyendo a Josephin Peladan, Papus (Dr. Encausse)... El nombre de la Orden indica sus actividades
El segundo, la Orden Martinista, fue fundada en 1890 por Papus. Hoy es una de las sociedades secretas más poderosas, debido a su poder de corrupción doctrinal en los medios católicos. De ella formaban parte, en la época, Saint-Yves d’Alveydre y Victor Blanchard.
El tercer grupo, el Simbolismo, fue fundado por Oswald Wirth, Maestro del pensamiento sobre varias generaciones masónicas. Preconizaba un pseudo-cristianismo esotérico, atractivo hoy para católicos poco formados. (En 1937 encontraremos con Oswald Wirth a los dignatarios del Consejo Supremo de Francia en unas entrevistas celebradas con unos sacerdotes católicos, durante las cuales se habló de un posible acercamiento de la Iglesia y la Masonería).
Otras sociedades secretas formadas entonces fueron la O.T.O., la Stella Matutina, la Sociedad Teosófica, etc.
La Sinarquía (de 1888 a 1920)
-Un plan tan insensato como criminal,- (León XIII)
A) Saint-Yves d’Alveydre (1842-1909)
La Iglesia Católica en el sistema sinárquico
Saint-Yves era cabalista, amigo de Stanislas de Guaita; martinista con Papus; se había formado en el ocultismo estudiando a Fabre d’Olivet.
La iglesia universal sinárquica, tal como Saint-Yves la describe en sus obras, es el conjunto sincretista de todas las religiones, consideradas como iguales, con cierta primacía de la Cábala y, al fin de su vida, ponderando el Hinduismo. He aquí las familias religiosas llamadas a entrar en esa Iglesia Universal:
1º- La Iglesia Evangélica (sic) con el evangelio y sus autoridades: episcopado, Papa, Concilio.
2º- La Iglesia mosaica, con la Torah y su autoridad, el gaon de Jerusalén.
3º- La Iglesia de los Vedas y su autoridad, la Logia “Agartha”, inspirada directamente por los ángeles, según Saint-Yves.
Y añade: “el protestantismo de Lutero, el Islam de Mahoma y el budismo de Sakya-Muni son las tres ramas de ese triple tronco universal.
“Jesucristo, el poder de consagración de los obispos, he aquí, con la Cosmogonía de Moisés y el Decálogo, el fondo religioso sobre el cual puede y debe llegarse a un entendimiento, a través de todos los cultos de la cristiandad”
(“Misión de los Soberanos”, pag.444, 1882).
Una Iglesia nueva, otra fe, otro culto, un ecumenismo masónico.
Las iglesias nacionales
La iglesia universal de la sinarquía incluirá a todas las iglesias nacionales, pero en la sinarquía de Saint-Yves una iglesia nacional no tiene nada que ver con el culto dominante, au el único, de una nación: se trata de englobarlo en el conjunto de las instituciones, actividades y comunidades culturales reunidas en un Colegio nacional, cuyo “Orden cultural” será definido posteriormente por un documento, el “Pacto Sinárquico”, ahora perfectamente conocido (documento secreto redactado alrededor de 1935, definiendo la doctrina sinárquica a través de 13 puntos y 598 artículos).
Se comprende ya el lugar que ocupará la Iglesia Católica en el sistema, pero para acabar de comprenderlo es indispensable citar una página fundamental de Saint-Yves d’Alveydre, acerca de las iglesias nacionales:
“Yo entiendo por estas dos palabras “iglesias nacionales”, la totalidad de los cuerpos docentes de la nación, sin distinción de cuerpos, de ciencias ni de arte, desde las Universidades laicas, las Academias, los Institutos, hasta las instituciones de todos los cultos, incluida la masonería, sea como un culto, sea como una escuela humanitaria, desde las ciencias naturales... de la antropología a la teología comparada, hasta las ciencias divinas, de la ontología a la cosmogonía.
Esa totalidad de los cuerpos docentes de cada nación es lo que yo llamo iglesia nacional, y el obispo nacional que la consagrará en su patria será el respectivo Primado católico ortodoxo...
Esa constitución interior de las iglesias nacionales... se sentiría dichosa si el Papado pudiera tomar la iniciativa de aconsejarla teocráticamente a todas las naciones de Cristo. Pero, dada la condición de imperio clerical latino de Roma, resulta imposible que el Papado sea libre para ejercer, en aquel sentido, el soberano pontificado.
Lo único que puede esperarse es que la majestad de la tiara recaiga un día en el gobierno general de la cristiandad, coronando la Iglesia universal y teniendo como columnas todas las iglesias nacionales, una vez construido aquel edificio católico y ortodoxo”.
Dos consecuencias:
*La adaptación del catolicismo a la iglesia sinárquica nacional exige dos cosas:
Una adaptación doctrinal del catolicismo, presuponiendo la equivalencia de todos los cultos y opiniones religiosas integrados en un orden cultural que por definición los supere, reuniéndolos en el colegialismo sinárquico.
Así, los católicos son llamados a trabajar en favor de tal neocatolicismo. He aquí cómo lo dice sin rodeos, el propio Saint-Yves d’Alveydre:
“No temáis convertiros en el alma de la libertad moral, resignaos, al confundiros con las naciones a perder, momentáneamente, vuestro cuerpo de doctrina y de disciplina, esa forma que vosotros llamáis la Iglesia Católica Romana; ella resucitará más gloriosa y más grande, más religiosa y más social.”
(“Misión de los Soberanos”, pag.444, 1882).
*La segunda consecuencia será el acercamiento de la Iglesia y de la Masonería.
Acercamiento de la Iglesia y de la Masonería
La masonería, por tanto, formará parte de la iglesia (u orden cultural) sinárquica. Así, se impone el acercamiento de la Iglesia Romana y la Masonería.
Se impone hasta el punto de que, aproximadamente desde 1925, es exactamente la tarea a que se han dedicado principalmente algunos eclesiásticos. El problema ha sido planteado alrededor del Concilio Vaticano II, a la vez por esos católicos y por algunos masones. Sería falso hablar de una repentina preocupación caritativa de las conciencias católicas hacia unos “hermanos separados”; la idea, el anuncio del acercamiento proceden de la alta masonería a fines del siglo XIX. Podrán acumularse las risas, los sarcasmos proferidos por sacerdotes, por progresistas...: la prueba se encuentra en el texto de ayer y la ejecución de hoy.
La tarea se realizará con una exactitud y un plagio de los argumentos invocados que no dejan la menor duda acerca de sus orígenes, su transmisión y la continuidad de la empresa:
El principal argumento de los protagonistas del acercamiento consiste en afirmar que la masonería encierra un fondo de cristianismo desconocido por los papas que la han condenado, y que la hace digna, según ellos, de una revisión de las medidas adoptadas contra ella. Dice Saint-Yves:
“Si la masonería admite, sin distinción de raza, culto, y de credo, a los hombres para una ayuda fraterna, desde el príncipe de Gales hasta los parias de la India, es más cristiana, más ortodoxa a los ojos de Jesucristo, que vosotros cuando la anatematizáis”
(“Misión de los Soberanos”, pag.446, 1882).
Y eso mismo es lo que no cesan de repetir hoy día, en unión de sus secuaces católicas, las publicaciones masónicas interesadas.
Destaca, además, la complicidad pasiva actual de numerosos eclesiásticos, que buscan un pretexto en la fatalidad de una evolución social que en este caso no es más que una presión continuamente ejercida hasta la amenaza si no se cumplen las consignas de acercamiento y se mantienen las posiciones disciplinarias de la Iglesia. Saint-Yves d’Alveydre avisa:
“Tened cuidado, si no seguís el camino que os señalo con la historia en la mano: podría darse el caso de que aquella misma institución creada por unos israelitas [la masonería] cumpliera un día, en lugar vuestro, la Promesa del Antiguo y del Nuevo Testamento”.
¿Y por qué motivo los partidarios del acercamiento no hablan nunca del poder oculto que, lo sepan o no, lo nieguen o no, gobernaría a la “iglesia nacional” al abrigo de los organismos visibles del régimen sinárquico?
Contesta Saint-Yves:
“Por encima del Grado 33 masónico, hay lugar para una enseñanza universal cuyos libros existen, aunque no se encuentren actualmente en la Masonería”
(“Misión de los Soberanos”, pag.446, 1882).
Ese poder es lo que Saint-Yves d’Alveydre llama la “Teocracia”. Se adivina qué teócratas pueden dar esa enseñanza y dar sus órdenes; se presiente también quién es el jefe que les inspira y dirige. Stanislas de Guaita va a decírnoslo.
B) Stanislas de Guaita (1861-1897)
Los textos de Saint-Yves d’Alveydre citados resultan indispensables para la comprensión de nuestro estudio.
Ahora conviene referirse a un sacerdote apóstata, Paul Roca,, también cabalista, miembro importante de las sociedades luciferinas que hemos enumerado, especialista en la lucha contra la Iglesia Romana de acuerdo con las directrices de Saint-Yves d’Alveydre que, al igual que su maestro fue amigo y discípulo de Stanislas de Guaita.
Sobre la semblanza de este personaje nada mejor que presentar aquí su himno a Satanás, compuesto de dos sonetos, y que fue publicado en 1883...
NOTA: Hasta tal punto es blasfemo que omito su copia.
Estrictamente, es un himno satánico y no luciferino, ya que en él se considera a Lucifer como a un simple ángel caído. Además, Guaita, mago negro no parece haber sido bien visto por los teurgos.
Pero, su dios, negro, incognoscible y panteístico, identificándose con el Adam-Kadmon de la Cábala, no tiene nada del Dios de la Revelación y tiene más puntos en contacto con el propio Lucifer, inspirándole su iluminismo.
Guaita alimentaba el sueño delirante (??) de ver un día al Papado adherirse a aquella divinidad cósmica y a su cristianismo ocultista.
Fundador de la orden cabalística de la Rosa-Cruz, le asignaba como objetivo “la lucha por revelar a la teología cristiana las magnificencias esotéricas de las cuales está llena, a pesar suyo”. (Essai des sciences maudites)
( tomado de Pierre Virion "Iglesia y masonería, 1966)
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