Lección 7. La Historia del control bancario en los Estados Unidos

[Alguna afirmaciones históricas que se hacen en este capítulo (“patriotismo” de estadistas; “felicidad” de la población; Washington, Jefferson, Jackson o Lincoln resultarían ser “buenos” frente a los otros, etc…) deberían ser objeto de matización pues no se tiene en cuenta el carácter originalmente revolucionario-totalitario del estado artificial de los Estados Unidos, que tan bien pudo observar y prever en su ulterior desarrollo Tocqueville; de todas formas, salvo estas salvedades políticas, se entiende bien todo lo referente al asunto principal que nos ocupa: la necesidad de un sistema financiero correctamente asociado y al servicio del sistema económico del país, y no asociado y al servicio de una oligarquía de financieros; aunque esta cuestión técnica, por supuesto, no sea todo lo que habría que hacer para establecer un régimen político tendencialmente bueno].

La dictadura bancaria y el sistema monetario de deuda no se limitan a Canadá exclusivamente, sino que existen en cada país del mundo. Están trabajando para mantener este control apretado dado que si un país se libera de esta dictadura y emite su propia moneda libre de deuda, poniendo así el ejemplo para todos los demás de lo que sería un sistema honesto, sería suficiente para colapsar el sistema viciado de los banqueros alrededor del mundo. La lucha de los financieros internacionales para instalar su fraudulento sistema monetario de deuda ha sido particularmente viciado en los Estados Unidos desde su misma fundación y hechos históricos muestran que varios estadistas norteamericanos estaban bien conscientes del sistema monetario deshonesto que los financieros querían imponer en el país, así como de sus nocivos efectos. Estos estadistas fueron auténticos patriotas que hicieron todo lo posible para conservar en los Estados Unidos un sistema monetario honesto, libre del control de los financieros. Los financieros hicieron todo lo que estuvo en su poder para mantener en las tinieblas esta faceta oscura de la historia de los Estados Unidos por temor a que el ejemplo de estos patriotas pudiera ser imitado actualmente. He aquí los hechos que los financieros quisieran fueran ignorados por la población:


La población más feliz

Estamos en 1750. Los Estados Unidos de América aún no existen; sólo son las 13 Colonias del continente americano que forman la “Nueva Inglaterra”, una posesión de la madre tierra, Inglaterra. Benjamín Franklin escribió sobre la población de ese tiempo: “Era imposible encontrar una población más feliz y próspera sobre la superficie del globo.” Dirigiéndose a Inglaterra para representar los intereses de las Colonias se le preguntó a Franklin cómo era posible que contara sobre la prosperidad de éstas mientras la madre tierra era azotada por la pobreza: “Muy simple, replicó Franklin, en las Colonias emitimos nuestro propio dinero. Lo llamamos “certificados de las Colonias”. Lo emitimos en la proporción adecuada para lograr que los productos pasen fácilmente de los productores a los consumidores. De esta forma, creando nuestro propio dinero, controlamos su poder adquisitivo y no tenemos que pagar interés a nadie.” Los banqueros ingleses, al haber sido informados de esto, pasaron una ley al Parlamento Británico prohibiendo a las Colonias el emitir su propio dinero y les exigieron utilizar únicamente el dinero-deuda de oro o plata proporcionado en cantidades insuficientes por los banqueros ingleses. De esta forma, el medio circulante de intercambio fue reducido a la mitad. “En un año, declaró Franklin, las condiciones se revirtieron y la era de prosperidad terminó, instalándose así la depresión, a tal grado, que las calles de las Colonias estaban repletas de desempleados.” Después estalló la Revolución contra Inglaterra seguida por la Declaración de Independencia de 1776. Los libros de historia erróneamente nos enseñan que fue el impuesto sobre el té lo que propició la Revolución. Pero Franklin lo establece claramente: “Las Colonias gustosamente habrían aceptado el impuesto al té y a otras cosas, si no hubiera sido por la pobreza causada por la mala influencia de los banqueros ingleses sobre el Parlamento, lo que provocó el nacimiento del odio hacia Inglaterra y el estallido de la Revolución.”. Los Padres Fundadores de los Estados Unidos, teniendo todos estos hechos en mente y para protegerse a sí mismos contra la explotación de los banqueros internacionales, tuvieron buen cuidado de claramente expresar en la Constitución Americana, firmada en Filadelfia en 1787, artículo 1, sección 8, párrafo 5: “El Congreso tendrá el poder de acuñar su moneda y regular su valor.”


El banco de los banqueros

Pero los banqueros no se rindieron. Su agente, Alexander Hamilton, fue nombrado Secretario del Tesoro (el equivalente a nuestro Ministro de Finanzas) en el gabinete de George Washington y abogó por el establecimiento de un banco federal, propiedad de intereses privados, y la creación del dinero-deuda mediante argumentos falsos como el siguiente: “Una deuda nacional, si no es excesiva, será para nosotros una bendición nacional… La sabiduría del gobierno se mostrará en nunca confiar a sí mismo la peligrosa y seductora idea de expedir su propio dinero.” Hamilton también les hizo creer que únicamente el dinero-deuda emitido por bancos privados sería aceptado en las transacciones con el extranjero. Tomás Jefferson, Secretario de Estado, se opuso fuertemente a tal proyecto, pero el presidente Washington finalmente se dejo convencer por los argumentos de Hamilton. Así que un banco federal fue creado en 1791, el “Banco de los Estados Unidos” con una licencia de 20 años. Aunque se le llamó “Banco de los Estados Unidos”, realmente fue el “banco de los banqueros”, dado que no le pertenecía a la nación, sino a los individuos que poseían las acciones, a los banqueros privados. Este nombre, Banco de los Estados Unidos fue elegido a propósito para engañar a la población y hacerles creer que eran ellos los dueños del banco, lo cual no fue el caso. La concesión del Banco de los Estados Unidos terminó en 1811 y el Congreso votó en contra de su renovación, gracias a la influencia de Tomás Jefferson y de Andrew Jackson: “Si el Congreso, dijo Jackson, tiene el derecho constitucional para emitir su propio dinero, éste le fue dado para él mismo y no para ser delegado a individuos o corporaciones.” Así terminó la historia del primer Banco de los Estados Unidos. Pero los banqueros no jugaron su última carta.


Los banqueros declaran la guerra

Nathan Rothschild, del Banco de Inglaterra, emitió un ultimátum: “O se nos otorga la solicitud de renovación o los Estados Unidos se verán a sí mismos envueltos en una guerra desastrosa.” Jackson y los patriotas norteamericanos no creían que el poder de los banqueros internacionales se extendiera a tal grado. “Ustedes son una guarida de ladrones viperinos,” les dijo Jackson, “Yo me encargaré de exterminarlos, y por el Eterno Dios, yo los exterminaré.” Nathan Rothschild emitió la siguiente orden: “Enséñenles a esos impertinentes norteamericanos una lección. Regresémoslos al estatus de Colonia.” El gobierno británico declaró la guerra en 1812 contra los Estados Unidos. El plan de Rothschild era empobrecerlos a tal grado a través de la guerra, que los legisladores tendrían que buscar ayuda financiera… la que, claro, se les daría únicamente a cambio de la renovación de la concesión del Banco de los Estados Unidos. Miles fueron muertos, pero ¿eso qué le importó a Rothschild? El había logrado su objetivo: el Congreso de los Estados Unidos le otorgó la renovación en 1816.


Abraham Lincoln es asesinado

Abraham Lincoln fue electo presidente en 1860 bajo la promesa de abolir la esclavitud de los negros. Once estados sureños a favor de la esclavitud humana de la raza negra, decidieron separarse de la Unión, separándose así de los Estados Unidos: ese fue el inicio de la Guerra Civil (1861-1865). Lincoln, escaso de dinero para financiar los esfuerzos del norte, acudió a los banqueros de Nueva York, quienes accedieron a prestarle dinero a tasas de interés variable de 24 a 36 por ciento. Lincoln se rehusó, sabiendo perfectamente bien que esto era usura y que llevaría a los Estados Unidos a la ruina. Pero su problema de dinero no se había arreglado. Su amigo en Chicago, el coronel Dick Taylor, vino en su ayuda y le propuso una solución: “Sólo haz que el Congreso pase un comunicado autorizando la emisión de notas legales del tesoro y paga con ellas a los soldados y sigue adelante y gánales la guerra también a ellos.” Esto fue lo que hizo Lincoln y ganó la guerra: entre 1862 y 1863, en plena conformidad con las provisiones de la Constitución, Lincoln ordenó la emisión de $450 millones de “Greenbacks” libres de deuda para conducir la Guerra Civil. (Estos billetes del Tesoro fueron llamados greenbacks por la gente porque fueron impresos con tinta verde al reverso). Lincoln llamó a estos greenbacks, “la mayor bendición que los americanos pudieron haber tenido.” Una bendición para todos menos para los banqueros, dado que esto estaba terminando con su plan, el robarle el dinero y el crédito a la nación al ser emitidos ya con una carga de interés. Así que hicieron todo lo posible por destruir a estos greenbacks y sabotear el trabajo de Lincoln. Lord Goshen, vocero de los financieros, escribió en el London Times (Cita tomada de Quién Dirige a América por C.K. Howe y reproducida en El Dinero Martirizado de Lincoln por el Dr. R.E.): “Si esta perversa política financiera, que tuvo su origen en Norteamérica hubiera prevalecido hasta lograr su establecimiento, entonces el gobierno habría emitido su propio dinero sin costo. Hubiera pagado todas sus deudas y estaría libre de ellas. Tendría todo el dinero necesario para llevar adelante su comercio. Se hubiera vuelto próspera sin precedente en la historia del mundo. Tal gobierno debe ser destruido o destruirá a toda monarquía en el globo.” (La monarquía de los prestatarios de dinero).

Primero, para desacreditar a los greenbacks, los banqueros persuadieron al Congreso a que votara una “Cláusula de Excepción” en febrero de 1862, que decía que los greenbacks no podían utilizarse para pagar el interés de la deuda nacional, ni los impuestos, ni bonos de importación. Entonces, en 1863, después de haber financiado la elección de suficientes senadores y representativos, los banqueros lograron que el Congreso revocara la Ley Greenback en 1863 y pusiera en su lugar el Acta Nacional Bancaria (el dinero tenía que ser emitido con interés por bancos privados). Esta Acta también estableció que los greenbacks tenían que retirarse de la circulación tan pronto como regresaran al Tesoro como pago de impuestos. Lincoln protestó acaloradamente, pero su objetivo más urgente era ganar la guerra y salvar la Unión, lo que le obligó a relegar para después de la guerra, el veto que estaba planeando contra el Acta y la acción que tomaría contra los banqueros. Sin embargo, Lincoln declaró: “Tengo dos grandes enemigos, el ejército del sur frente a mí y los banqueros en la retaguardia. Y de los dos, los banqueros son mis mayores adversarios.”

Lincoln fue reelecto presidente en 1864 y dejó bien claro que atacaría el poder de los banqueros una vez terminada la guerra. La guerra terminó el 9 de abril de 1865, pero Lincoln fue asesinado cinco días después, el 14 de abril. A esto le siguió una tremenda restricción de crédito organizada por los bancos: el dinero en circulación en el país que era en 1866 de $1.907 millones, representando $50,46 para cada ciudadano americano, había sido reducido a $605 millones en 1876, representando $14,60 per cápita. El resultado: en diez años, 56.446 fracasos comerciales, representado un pérdida de $2 mil millones. Y esto no fue suficiente, los banqueros redujeron el dinero en circulación a $6,67 en 1887.


William Jennings Bryan: “Los bancos tiene que retirarse”

A pesar de todo, el ejemplo de Lincoln se grabó profundamente en las mentes de algunos, perdurando hasta 1896. Ese año, el candidato presidencial para los demócratas era William Jennings Bryan y, una vez más, los textos de historia nos dicen que fue algo muy bueno que no haya tenido éxito en llegar a la presidencia pues estaba totalmente en contra del “dinero” de los banqueros, del dinero emitido como deuda y en contra del patrón estándar del oro. Bryan declaró: “Decimos en nuestra plataforma que creemos que el derecho de emitir dinero es función del gobierno. Creemos eso. Quienes se oponen a ello nos dicen que la emisión del dinero es función del banco y que el gobierno debe salirse del negocio bancario. Yo les digo que la emisión del dinero es función del gobierno y que son los bancos los que deben salirse del negocio del gobierno… Cuando hayamos restaurado el dinero en la Constitución, todas las otras reformas necesarias son posibles, pero mientras esto no se haga, ninguna otra reforma puede llevarse a cabo.”


La Reserva Federal: El más grande consorcio

Finalmente el 23 de diciembre de 1913, el Congreso de los Estados Unidos votó el Acta de la Reserva Federal, que le quitó al Congreso el poder de crear el dinero, dándoselo a la Corporación de la Reserva Federal. Uno de los raros congresistas que habían comprendido todo este asunto puesto en juego en el Acta, el representativo Charles A. Lindbergh Sr. (República de Minnesota) padre del famoso aviador, dijo: “Esta Acta establece el más grande consorcio sobre la tierra. Cuando el presidente (Wilson) firme este documento, el gobierno invisible del poder monetario será legalizado… El peor crimen legislativo de todos los tiempos es perpetrado por este documento bancario.


La educación de la gente

¿Qué les permitió a los banqueros el finalmente obtener el monopolio absoluto del control del crédito en los Estados Unidos? La ignorancia de la población sobre el asunto económico. John Adams le escribió a Jefferson en 1787: “Todas las perplejidades, confusión y dolor en América, se deben, no a los defectos de la Constitución, no al deseo de honor y virtud, sino a la ignorancia respecto a la naturaleza de la moneda, del crédito y de su circulación.” El Secretario del Tesoro de Lincoln, Salomon P. Chase, declaró públicamente, justo después de pasarse el Acta Nacional Bancaria en 1863: “Mi agencia al promover el pase del Acta Nacional Bancaria, fue el mayor error financiero de mi vida. Ha construido un monopolio que afecta a cada interés en el país. Debería ser repelida, pero antes de que eso pueda lograrse, la gente debe ser puesta de un lado y los banqueros de otro, en un concurso como nunca antes se ha visto en este país”. Y, finalmente, el fabricante automotriz, Henry Ford, dijo: “Si la gente de nuestro país comprendiera nuestro sistema económico y bancario, creo que tendríamos una revolución antes de mañana.”

La educación de la gente, ¡esa es la solución! Y es precisamente el método propuesto por el periódico San Miguel: construir una fuerza en la gente a través de la educación, para que el gobierno soberano de cada nación tenga el valor de levantarse frente a los banqueros y emitir su propio dinero, tal como lo hizo el presidente Lincoln. ¡Si tan sólo aquellos a favor de un sistema monetario honesto comprendieran la importancia de asumir su responsabilidad haciendo llegar a todos el periódico! El Crédito Social establecería una economía donde todo estuviera organizado para servirle a la persona humana, desarrollar la propia responsabilidad, crear gente comprometida. Toda mente a favor del Crédito Social es un avance. Cada persona formada por el Crédito Social es una fuerza y cada fuerza adquirida es un paso hacia la victoria. ¡Y cuantas nuevas fuerzas hemos adquirido en los últimos sesenta años! Si todas ellas fueran activas, sería realmente antes de mañana que obtendríamos la implementación del Crédito Social.

Tal como lo escribió Louis Even en 1960: “El obstáculo no es el financiero ni el político, ni ningún otro enemigo de este tipo. El obstáculo recae en la pasividad de muchos Creditistas Sociales que esperan por el triunfo de la causa, pero que le dejan el trabajo a otros para promoverla.” Resumiendo, es nuestro rechazo a tomar nuestras responsabilidades lo que retrasa la implantación del Crédito Social, de un sistema monetario honesto. “Mucho se le pedirá al que mucho se le ha dado.” (Lc 12,48). Examinen sus conciencias, queridos Católicos; la verdadera conversión personal nos pondrá en camino, tomemos nuestras responsabilidades, la victoria nunca había estado tan cerca. Nuestra responsabilidad es que el Crédito Social sea conocido por otros, invitémoslos a suscribirse a nuestro periódico, la única publicación que da a conocer esta brillante solución.


La Propuesta del Crédito social es aceptada por el Congreso americano en 1932

Es que la educación de las personas es necesaria. Una vez que la presión del público es suficientemente fuerte, todos los partidos estarán de acuerdo con la propuesta. Un buen ejemplo de esto puede encontrarse en el decreto de Goldsborough de 1932 que fue descrito por un autor como un “Decreto del Crédito Social” y “muy cercano a ser una casi desapercibida reforma monetaria para el establecimiento de un sistema de dinero realmente legítimo en los Estados Unidos”:

“Una mayoría aplastante del Congreso americano (289 a 60) lo favoreció ya en 1932, y en una forma u otra ha persistido subsecuentemente. Sólo la fútil espera de que un nuevo Presidente (Roosevelt) podría restaurar la prosperidad sin abandonar el sistema de dinero-credito que América había heredado del Crédito Social para que se vuelva ley sobre la tierra. A través de 1936, cuando el Nuevo Tratado (la solución de Roosevelt) había demostrado ser incapaz de eficazmente combatir la Depresión, los defensores del Crédito Social regresaban de nuevo con fuerza. El último esfuerzo significante por ganar su adopción fue en 1938”. (W.E. Turner, Dinero Estable, pág. 167.)

Incluso se mencionaron el dividendo y el descuento compensado, dos partes esenciales del Crédito Social, en este decreto que era “La Propuesta Goldsborough”, después que el Representante Democrático de Maryland, T. Allan Goldsborough, lo presentó por primera vez en la Casa de los Comunes, el 2 de mayo de 1932.

Dos personas que apoyaron el decreto llaman nuestra atención sobre todo: Robert L. Owen, Senador de Oklahoma de 1907 a 1925 (director del banco nacional durante 46 años), y Charles G. Binderup, Representante de Nebraska. Owen publicó un artículo, en marzo de 1936, en la publicación de J. J. Harpell, “El Instructor” del que Louis Even era el editor auxiliar. Él pronunció varios discursos en radio en los E.E.U.U. durante la Depresión, explicando los efectos perjudiciales del control de crédito a través de intereses privados.