Crédito Social y migración masiva
Por M. Oliver Heydorn
Vivimos ahora en una era de migraciones masivas y de rumores de migraciones masivas. Con el término de “migración masiva” nos estamos refiriendo, por supuesto, al movimiento, no solamente de grandes números de gentes, sino de grupos enteros de gente –que constituyen varias formas o gestalts raciales-culturales– en masa, de una nación o región a otra. Cuando se trata de explicar por qué está ocurriendo esta migración masiva; por qué es, en general, un fenómeno negativo; y lo que se puede hacer para reducir los flujos migratorios hasta proporciones y formas más sanas, la teoría del Crédito Social aparece como algo que tiene mucho que contribuir al debate público.
La causa económica detrás de la migración masiva
Ha sido un lugar común el tratar de explicar la existencia de la migración masiva en la era moderna en términos de avances tecnológicos y, particularmente, en términos de revoluciones en los medios de comunicación y de transporte, como si todo ello fuera fundamentalmente un desarrollo natural. Esto pasa por alto el hecho de que una gran parte de las más recientes oleadas de migración masiva –aquéllas con las que estamos más familiarizados– han sido realmente efecto de una política económica internacional. La tecnología es lo que hace que la migración masiva sea posible, sin duda, pero realmente ella no explica por qué está ocurriendo. A esta cuestión del por qué, el Crédito Social proporciona una respuesta original y convincente.
El análisis del coste por el Crédito Social revela que el sistema financiero estándar está inherentemente desequilibrado. No provee automáticamente al consumidor de dinero suficiente en forma de ingresos con los que poder contrarrestar los costes de la producción. Esta escasez o deficiencia crónica de poder de compra del consumidor significa que la economía es también fundamentalmente inestable puesto que es, en mayor o menor medida, estructuralmente insolvente. A fin de restaurar la estabilidad, el actual modelo económico intenta conseguir una aproximación de equilibrio: a) tomando prestado y trayendo a la existencia más créditos adicionales a la producción a partir de los bancos privados, con el fin de financiar expansiones de negocios (especialmente para más bienes adicionales de capital y de exportación) o nueva producción del gobierno; o bien: b) tomando prestado y trayendo a la existencia más créditos adicionales al consumidor, directamente en forma de préstamos al consumidor. En ambos casos, la economía se dedica o consagra ella misma a un programa de perpetuo crecimiento económico a fin de poder mantenerse a flote. El crecimiento viene a resultar obligado como condición necesaria para la supervivencia económica.
Los países que han tenido más o menos éxito en cubrir la brecha precio-ingreso tienen, de esta forma, un poderoso incentivo para incrementar continuamente las poblaciones dentro de sus fronteras, de tal forma que sus economías puedan continuar expandiéndose. Si la ciudadanía nativa no está teniendo suficiente número de niños como para poder soportar el nivel requerido de crecimiento, entonces habrán de “importarse” del exterior grandes números de unidades adicionales de productores-consumidores (también conocidos con el nombre de seres humanos) a fin de poder mantener el impulso económico. Al mismo tiempo, los países económicamente estancados que han tenido menos éxito en cubrir la brecha, o incluso simplemente en producir bienes y servicios en primer lugar, también se les proporciona un incentivo para exportar gente a la que no se le puede suministrar un sustento adecuado. Esto ayuda a liberar algo de la presión política, social y económica que dichos ciudadanos desempleados o subempleados ejercen sobre sus respectivas naciones y, especialmente, sobre cualesquiera servicios sociales que puedan poseer.
El carácter negativo de la migración masiva
El respeto a lo orgánico (es decir, aquello que surge espontáneamente de dentro) es un sello de autenticidad de la filosofía y la política del Crédito Social. La gran objeción del Crédito Social a la migración masiva y al tipo de sociedades multiculturales que produce la migración masiva consiste en el carácter completamente inorgánico que tienen ambas. La gente no cae presa de un espontáneo deseo por desarraigarse permanentemente viajando miles de millas lejos de sus hogares, a menudo intercontinentalmente, porque tengan un arrollador afán o apetencia de enriquecer la cultura de otras personas o por amor al viaje. Lo hacen porque el sistema financiero reinante (entre otros posibles factores) hace difícil, por no decir extremadamente difícil, a mucha gente el poder conseguir un estándar de vida decente en sus propios países de origen. Las naciones más holgadas están todas muy ansiosas de dar la bienvenida a esos inmigrantes –que pueden ser comparados a “refugiados” huyendo de la opresión financiera– como potenciales suplementos económicos. Siempre y cuando haya dinero disponible, toda esa gente producirá y, sobre todo, consumirá, ayudando así a satisfacer la necesidad del continuo crecimiento económico.
Sin embargo, esta movilización forzosa de gente crea un buen número de problemas. En primer lugar, conduce al dilema de la integración. A lo largo del mundo y, especialmente, del mundo occidental, diferentes tipos de gentes están siendo obligadas a vivir en un mismo espacio geográfico con motivo de circunstancias que se les ha impuesto a todas ellas por fuerzas externas. Al mismo tiempo, las sociedades, por necesidad, han de disfrutar de un cierto grado de cohesión social a fin de poder funcionar [1]. Pero, ¿cómo se va a poder unir con éxito a gentes dispares que no tienen intereses comunes reales más allá de los económicos, lo cual, bajo el actual sistema, es lo mismo que decir “el dinero”? Los dos grandes modelos que se han desarrollado para abordar este desafío de la integración son el de crisol, tipificado por los Estados Unidos, y el modelo de mosaico multicultural, que algunos podrían decir que está tipificado por Canadá. La primera política intenta disolver las diferencias culturales individuales en nombre de una común identidad, mientras que la segunda disuelve la común identidad en nombre de la preservación de las diferencias culturales individuales. Ambas políticas están destinadas al fracaso; la primera, al negar o al menos minimizar la incomunicabilidad de culturas orgánicamente formadas o derivadas, y la segunda por su fracaso en satisfacer la necesidad funcional que tiene toda sociedad de una identidad y ligazón común sustantiva. Ambas políticas son políticas de integración forzosa, y el forzar a grupos dispares de gente a vivir juntas constituye una utopía, esto es, está fuera de la realidad:
Sin tener que llevar la concepción alemana del Blut und Boden hasta las absurdas extensiones características de sus protagonistas, solamente la clase de mentes que han absorbido las abstracciones de Bloomsbury cuestionaría la enorme porción de verdad que aquélla encierra. Una nación es, entre otros factores, una cultura; y si bien una cultura probablemente contenga muchos componentes que no deriven del suelo, resulta cierto que ninguna cultura que no esté arraigada en el suelo y relacionada o interconectada racialmente con él, podrá tener el carácter de permanencia [2].
Pertenece a la esencia de las ideas del Crédito Social la existencia de una conexión orgánica entre pueblos, razas e individuos; y los suelos formados de porciones particulares de la superficie terrestre que son de carácter individualista [3].
El segundo gran problema con la inmigración masiva es el problema que supone para la supervivencia de la cultura anfitriona. Del mismo modo que hay un derecho a no ser desplazado, también hay un derecho a no ser invadido. Todas y cada una de las gentes que comparten una unidad cultural derivada o formada históricamente tienen el derecho natural a proteger, preservar y promover su propia identidad común, forma de vida y herencia, así como también a ser libre para determinar su propio destino común (estableciendo un gobierno que genuinamente represente sus propios intereses), siempre y cuando al hacer esto actúen siempre en conformidad con la ley moral. Hablando en un contexto británico, Douglas pensaba que un nivel razonable de inmigración habría de significar o implicar pequeños números de individuos culturalmente compatibles (en oposición a grandes grupos). El precio a pagar por violar esta propuesta política sería la pérdida de la continuidad con el pasado y la eventual destrucción de la cultura británica:
No resulta difícil comprender que las leyes de naturalización o nacionalización guardan una relación vital con esta materia; y que las leyes de naturalización se ven afectadas o influidas no solamente de un modo cuantitativo sino también de un modo esencial por la relación que tiene la cultura del inmigrante con aquella otra del país de su elección. Por ejemplo, dejando al margen unos pocos lugares costeros, la cultura del Continente Norteamericano en el siglo XVII era la de los indios norteamericanos.
La inmigración ha aniquilado esa cultura, no exclusivamente –o siquiera principalmente– a través de matanzas fronterizas, sino también por la pura incompatibilidad de la cultura indígena con la del inmigrante. El inmigrante mismo era en general una variante de la cultura general europea, aunque de diferentes poblaciones nacionales; y una cultura con rasgos europeos reconocibles fue algo característico de los Estados Unidos hasta el último cuarto del siglo XIX, como lo es hoy día en Canadá. Una consideración de la historia de la expansión americana lleva a que se vea como un aspecto entre sombrío y humorístico la preocupación por el indio que ahora tanto prevalece en los Estados Unidos.
La inmigración y la cultura que se está imponiendo sobre Gran Bretaña mediante todo tipo de mecanismos de propaganda y presiones económicas, sociales y políticas encubiertas, no es fundamentalmente europea, no viene acompañada de inmigración de poblaciones europeas, y es tan incompatible con la cultura nativa como lo era la cultura europea con la de los indios norteamericanos. Se puede sostener –y es algo que se argumenta o sostiene de manera muy ruidosa– que un pequeño influjo de poblaciones extranjeras puede ser absorbido sin grandes desventajas. Pero debe ser pequeño, y es esencial que sea absorbido. Nuestra población extranjera no es pequeña (sus dimensiones han sido sistemáticamente falseadas); está incrementándose, y no está siendo absorbida [4].
La profilaxis para el conflicto cultural consiste en reconocer y respetar el hecho de que los individuos pertenecen naturalmente a diferentes grupos, y que todos esos grupos tienen genuinos intereses que deberían ser protegidos y promovidos, y no los de uno solo cualquiera de ellos a expensas, de manera ilegítima, de los de cualquier otro grupo. El Crédito Social, por tanto, es incompatible con cualquier tipo de supremacismo conforme al cual un grupo de gente tenga un derecho natural a dominar, controlar o imponerse de cualquier otra forma sobre los otros. En lugar de que un grupo se imponga, debería haber un mutuo respeto entre todos. Como parte de este respeto mutuo debe concederse, sin embargo, el derecho de cada nación a restringir los flujos migratorios de acuerdo a sus propios intereses.
Hay un punto final que ha de realizarse para abordar o atajar este asunto: nadie debe perder la vista sobre el hecho de que el tipo de cambios demográficos y culturales que está experimentando actualmente el mundo occidental –cambios que probablemente se vayan a intensificar en el futuro– no constituyen meramente un fenómeno económico. También sirven a los objetivos políticos de aquéllos que desearían centralizar el poder, el económico, el político y el cultural, en manos de una oligarquía plutocrática internacional. Las naciones multiculturales pierden su raison d´être por ser naciones en primer lugar. No nos equivoquemos al respecto: la migración masiva y sus consecuencias culturales constituyen la política del N.O.M.:
En ésta, la más grave crisis de la historia mundial, resulta esencial darse cuenta de que las apuestas con las cuales se está jugando son tan altas que, a los jugadores de un lado, como mínimo, ya no les importaría más la inmolación de poblaciones enteras de un continente que la muerte de un gorrión [5].
No apoyemos, bajo la influencia del marxismo cultural y su insostenible (pero aparentemente seductor) concepto de “igualdad”, una política que sólo promete contribuir más aún a la ruina de todos nosotros.
La solución del Crédito Social a la migración masiva
La solución del Crédito Social al fenómeno de la migración masiva es tan sencilla como su diagnóstico. Restáurese –a través de una reforma adecuada del sistema monetario– un equilibrio autoliquidante, distributivo, al flujo circular (Cf. Un resumen de la reforma monetaria del Crédito Social), y no habrá ya más necesidad alguna de deudas públicas, empresariales y al consumidor, de carácter compensatorias. Elimínese la necesidad de un endeudamiento cada vez más creciente, y se eliminará la presión artificial actualmente ejercida en favor de un constante crecimiento económico. Elimínese el crecimiento económico como requisito necesario para la supervivencia económica y, ni aquellos países que han conseguido satisfacer la exigencia de crecimiento importando más gente, ni aquellos países que han renunciado a satisfacer cualquier exigencia de esa clase y consecuentemente han exportado algunos de sus propios ciudadanos, no tendrán necesidad alguna de ser o bien importadores netos o bien exportadores netos de seres humanos. La inherente insolvencia del actual orden financiero –que hasta ahora ha servido como la dinamo o motor que ha estado dirigiendo o impulsando los flujos migratorios– habrá sido neutralizada apropiadamente, y el fenómeno de la migración masiva será cosa del pasado.
Equilibrar el sistema financiero conforme a los lineamientos del Crédito Social estabilizaría la economía; y una economía inherente o endógenamente estable –una economía que no tenga que mirar o ir fuera de ella misma a fin de poder asegurar (o salvar) su propio funcionamiento– proporcionaría la base material para una cultura estable y orgánica. En efecto, una pluralidad de naciones de Crédito Social traería consigo la puesta de un fundamento financiero sano para el mutuo respeto y armonía en el escenario internacional. El creditista social anticipa un mundo en donde las palabras del profeta Miqueas podrían eventualmente parafrasearse de la siguiente manera: “Cada pueblo se sentará bajo su parra y bajo su higuera, sin que nadie lo perturbe” [6].
[1] La cohesión social es, de hecho, una necesidad funcional, es decir, cuanto mayor y más orgánica sea la cohesión cultural de una sociedad, más fácil debería ser obtener aquellas cosas que se hacen en asociación. Tales sociedades se benefician de “(…) la inmensa estabilidad subyacente a la homogeneidad de la raza.” C. H. Douglas, The Brief for the Prosecution (Liverpool: K.R.P. Publications Ltd., 1945), 78.
Por otro lado, solamente es estrictamente necesario un cierto nivel de cohesión social para que los sistemas político y económico de un país puedan funcionar tolerablemente bien. Los beneficios que podrían derivarse de niveles incrementados de cohesión social no pueden ser objeto de legislación, porque no se puede legislar lo orgánico. Por esta razón, si bien es ciertamente aceptable usar la fuerza coactiva del estado a fin de preservar lo orgánico, no se puede utilizarla para forzar la completa sumisión cultural de los inmigrantes una vez que se les ha permitido la entrada. Francia, por ejemplo, estaba totalmente en su derecho de rehusar permitir la inmigración musulmana, ya proviniera del Norte de África o de cualquier otro sitio, a fin de preservar su propia identidad. Sin embargo, una vez admitida, no puede haber justificación alguna para forzar a los musulmanes a someterse a las normas culturales francesas cuando no entra en juego ningún asunto relacionado con la salud, la seguridad o la común decencia. Las actuales prohibiciones acerca de vestir la Hijab en los edificios públicos, o vestir el Burka en cualquier parte en público, van más allá de las necesidades funcionales estructurales de una asociación política. Son imposiciones injustificables y están destinadas a dar como resultado resentimientos y crecientes insatisfacciones, en lugar de la aparentemente deseada finalidad de una creciente integración. Dicho en términos más generales: aquellas necesidades funcionales que no son sistémicas o estructurales (con lo cual me refiero a necesidades funcionales que son inherentes al propio funcionamiento de los sistemas político y económico, etc.) nunca deberían ser objeto de mandato por fuerza de la ley. Estas necesidades funcionales no estructurales tienen que ver más con el espíritu o ethos que un pueblo lleva o trae a una asociación. Una comunidad de gente amable, paciente y compasiva, por ejemplo, sería mucho más exitosa en conseguir fines comunes que otra en la que la gente fuera irritable, impaciente e indiferente; pero no se puede forzar a la gente a desarrollar el tipo de virtudes u otras cualidades que harían más exitosa la vida en asociación mediante la aprobación de una ley. El encanto o la virtud forzadas no constituyen encanto ni virtud en absoluto. La libertad de los individuos para actuar en formas que entran en conflicto con las necesidades funcionales no estructurales de una asociación deben, por tanto, ser respetadas, incluso si aquéllos decidieran subvertir o amenazar este tipo de necesidades funcionales actuando con objetivos opuestos. Solamente de esta forma pueden las dimensiones individual y orgánica de la personalidad tener una oportunidad de poder florecer.
[2] C. H. Douglas, The Brief for the Prosecution (Liverpool: K.R.P. Publication Ltd., 1945), 79. Cf. C. H. Douglas, The Development of World Dominion (Sidney: Tidal Publications, 1969), 72: “Una cultura nacional es el alma de un pueblo, y la idea de que un pueblo pueda perder su alma y retener su identidad es una idea que forma una sola pieza con el resto del materialismo dialéctico”. Cf. también, C. H. Douglas, Realistic Constitutionalism (Londres: K.R.P. Publications Ltd., 1947), 11: “El alma esencial de una nación se encuentra en su carácter, su cultura y tradición”.
[3] C. H. Douglas, The Big Idea (Bullsbrook, Australia: Veritas Publishing Company, 1983), 70.
[4] C. H. Douglas, The Brief for the Prosecution (Liverpool: K.R.P. Publications Ltd., 1945), 80-81. La política recomendada por Douglas para el Reino Unido en esta materia era la de “(…) restringir drásticamente la inmigración extranjera, y hacer de la naturalización o nacionalización una concesión rara y excepcional”. En estrecha conexión con esta posición, Douglas simultáneamente remarcaba que: “Es deseable subrayar la amplia diferencia entre libre circulación y fácil naturalización”. C. H. Douglas, The Brief for the Prosecution (Liverpool: K.R.P. Publications Ltd., 1945), 82.
Japón ha mantenido una política de inmigración muy restrictiva y yo, como persona no japonesa, no tengo ninguna objeción de ningún tipo al hecho de que ellos valoren y deseen mantener su propia identidad orgánicamente derivada o formada. Al contrario, soy plenamente partidario de esa política suya, incluso si ella supusiera que yo no pudiera emigrar nunca allí. La pérdida del pueblo y la cultura japonesas a través de una desintegración multicultural sería una gran pérdida para el mundo entero. El mismo tipo de observación podría hacerse mutatis mutandis con respecto a cualquier otro grupo étnico o racial.
[5] C. H. Douglas, The Development of World Dominion (Sidney: Tidal Publications, 1969), 130.
[6] Cf. Miqueas 4:4.
Fuente: CLIFFORD HUGH DOUGLAS INSTITUTE
Última edición por Martin Ant; 06/10/2016 a las 17:26
La locura de la migración
Por M. Oliver Heydorn
Como continuación de mi reciente entrada en el blog “Crédito Social y migración masiva”, pensé que sería instructivo examinar las varias cuestiones que están en juego de una manera más concreta. El siguiente artículo está tomado del número de noviembre de la publicación The Employment on PEI y proporciona un ejemplo ilustrativo perfecto de solo algunas de las insensateces a múltiples niveles que se nos ha condicionado a considerar como “normales” bajo los actuales sistemas financiero y económico. Voy a dejar el artículo completo con comentarios míos intercalados.
Trabajar para construir tu futuro en IPE incluye educación post-secundaria
Zahra Jahanmiri llegó a IPE procedente de Irán en 2009 con su marido y sus dos hijos, que ahora tienen 14 y 9 años. “Nos gustaría quedarnos aquí y construir nuestro futuro”, dice Zahra. “Nuestros hijos están felices aquí.”
Permítanme antes de nada anticiparme a los Guerreros de la Justicia Social (Social Justice Warriors) declarando desde el principio que no tengo sino el mayor respeto por el pueblo (y las gentes) iraní y por la civilización iraní. De hecho, la riqueza y profundidad de la cultura persa tradicional excede a cualquier cosa de las que hemos heredado y logrado mantener aquí en Norteamérica. Es muy triste –de hecho lamentable, por no decir trágico– que, por razones políticas y/o económicas, Zahra y su familia se hayan visto forzadas o fuertemente presionadas a tener que desarraigarse de su familia, sus amigos, sus conocidos, su tierra natal y su cultura orgánica.
Esta tragedia toma otra dimensión enteramente, sin embargo, cuando uno se da cuenta que su éxodo se ha debido a razones artificiales y no a algo inherente a la naturaleza de las cosas. Si resulta que Irán tiene la capacidad física para proporcionar una vida decente a todos sus ciudadanos –y no tengo la menor duda de que la tiene– entonces su fracaso a la hora de proporcionarla debe atribuirse, en gran medida, a su sistema financiero. Un sistema financiero de Crédito Social permitiría a los iraníes actualizar su crédito real, es decir, su capacidad productiva útil, y distribuir dicha producción en términos equitativos a todos sus ciudadanos. Esto solamente podría contribuir a la estabilidad política del país, tanto doméstica como internacionalmente. Un Irán con Crédito Social habría de preocuparse en prevenir la llegada de demasiada gente a su país, en lugar de la lenta sangría de su capital humano –a menudo, de sus ciudadanos con más talento– hacia el Occidente y otros lugares.
Estoy contento, sin embargo, de que los hijos de Zahra estén felices en IPE. De hecho, es difícil no estar feliz en IPE… a menos, por supuesto, que estés desempleado o seas indigente. Volvamos a nuestro relato…
En Irán, su puesto de trabajo estaba en la municipalidad de Teherán, la capital. Durante 13 años, ella trabajó en establecer y mantener los espacios verdes, lo cual está relacionado con su formación académica en botánica.
Antes de buscar trabajo en IPE, Zahra se dedicó a mejorar sus conocimientos de inglés asistiendo al Curso de Idiomas en el Extranjero de Canadá del Instituto de Idiomas de IPE. “Hice un montón de amigos allí, y gané mucha información para mi nueva vida”, dice Zahra.
“Uno año y medio después, empecé a buscar trabajo. Me di cuenta de que mi formación académica sólo se ajustaba a un número limitado de oportunidades, y necesitaba renovar y expandir mis conocimientos. Consideré el ir a la Universidad de IPE pero me di cuenta de que necesitaba una educación práctica para mejorar mis posibilidades de obtener trabajo. Mi elección fue la de asistir a un colegio universitario para así poder encontrar un buen puesto de trabajo que me ayudara a sostenerme a mí y a mi familia.”
El trauma del éxodo de Zahra ha venido a exacerbarse ahora a causa de las contradicciones inherentes del sistema económico reinante. Canadá tampoco disfruta de Crédito Social. Por un lado, el empleo en la economía formal es considerado como una necesidad financiera para la mayoría: todos lo que estén aptos o hábiles deben “ganarse la vida”. Y con todo, al mismo tiempo, como consecuencia de los continuos avances tecnológicos, no resulta necesario ni resulta posible proporcionar empleo a toda la gente que actualmente está financieramente necesitada de él (como Zahra ha descubierto en su propia amarga experiencia).
Tal como están las cosas, la mayor parte del trabajo remunerado existente en la economía canadiense implica esfuerzos mal dirigidos, y constituye una forma de sabotaje económico. No está orientado hacia la simple y directa provisión de lo que se necesita para sobrevivir y desarrollarse, sino que realmente resulta ser inútil, estúpido, redundante y/o destructivo, y solamente se participa en él porque distribuye ingresos y ayuda a rellenar la recurrente brecha precio-ingreso.
Como nota aparte, es interesante que Zahra tuviera el buen sentido de no ir a la universidad con la esperanza de obtener un puesto de trabajo decente. En estos días, lo que es probable que ayude a una persona a ser contratada es la educación práctica que puede obtener en un colegio universitario comunitario. En la medida en que orientan mal a los estudiantes en lo referente a perspectivas de puestos de trabajo, las universidades a menudo no son más que timos en materia educativa.
Ella completó el curso de Tecnología y Ciencia Aplicada Ambiental en el Holland College.
“Disfruté de mis dos años en la escuela académica, pero cuando me puse a buscar trabajo me di cuenta de que las compañías estaban contratando a gente con educación y formación en biociencia. No resultaba fácil pensar en volver de nuevo al colegio universitario, pero solamente podía encontrar trabajos a tiempo parcial. Decidí inscribirme en el curso de Tecnología de la Biociencia, y me graduaré en 2017. Estoy buscando un puesto de trabajo en donde puedan servir muchas de mis habilidades y educación.”
La tragedia inicial ha empeorado ahora una segunda vez. Además de la educación cualquiera que hubiese recibido en Irán, su primer curso de colegio universitario aquí en Canadá no fue suficiente tampoco para hacerle conseguir un empleo, por lo que se vio obligada a volver a la escuela académica para obtener otro diploma. Queda por ver si, después de haber gastado tanto tiempo y dinero proporcionando empleo a los empleados del Holland College, podrá ella ser capaz de encontrar algún empleo decente a jornada completa.
Ahora bien, yo me pregunto cómo es que, al inmigrar a Canadá, los Jahanmiri lograron, de entre todos los lugares, encontrarse finalmente en IPE. ¿Fueron atraídos allí bajo falsos pretextos, o algún departamento del gobierno los canalizó allí como parte o forma de asegurar que IPE reciba su cuota de “diversidad”? Si bien IPE es un lugar precioso, habiéndose referido a él el explorador francés Jacques Cartier como la tierra más bella de todos los territorios con los que se había encontrado en sus viajes, también es una inveterada “provincia pobre”, es decir, una continua receptora de trasferencias o pagos de “ecualización” del gobierno federal, y solamente tiene una población de 146.000 personas. Las oportunidades económicas son limitadas, por decir lo menos. Si no fuera por el continuo influjo de turistas en los meses de verano, la provincia estaría en apuros.
En cuanto a los argumentos habituales de que la migración procedente de sitios exóticos es importante porque enriquece el paisaje cultural canadiense y de que “la diversidad constituye nuestra fortaleza”, etc., etc., a menudo se olvida que los inmigrantes no existen para el propósito de enriquecer la cultura de nadie. Son admitidos, bajo el actual sistema, porque la economía está en necesidad de un crecimiento constante para así poder conseguir el equilibrio bajo las reglas financieras actuales o existentes. Los inmigrantes consumirán, incluso si ellos no producen. Ahora bien, aun cuando concediéramos validez al habitual argumento pro-inmigrante del “enriquecimiento de la cultura”, a menos que los Jahanmiri abrieran un restaurante persa de tal forma que los habitantes locales pudieran disfrutar de delicias tales como, por ejemplo, el Fesenján, dudo mucho que el tipo de intercambio cultural que ese enriquecimiento supone pudiera tener lugar en absoluto en una forma consistente o significativa. A este respecto en particular, la actual situación no resulta alentadora. Con un café y un restaurante iraníes ya abiertos y funcionando en Charlottetown (población de 34.500), parece ser que el mercado en cocina persa ya esté completamente satisfecho.
“Mi marido realmente me ayuda a encontrar mi camino y me anima. Él es ingeniero, y trabaja ahora en Ontario después de haber tenido en IPE un empleo a corto plazo.”
Para poder Zahra ser capaz de pagar sus estudios, él viaja a diario de IPE a su puesto de trabajo en Ontario. “A él le gustaría trabajar aquí. Estamos cansados de las grandes ciudades. Cuando vinimos a IPE nos asombramos de su belleza. Queremos una vida simple, segura y saludable aquí. Creemos que cuando tomas una decisión tienes un compromiso con ella, y eso ayuda con el proceso de transición ahora mismo.”
“Su rol como padre y marido es muy importante para nuestra familia. Sabemos que sería mejor si él volviera a IPE a trabajar, y él continúa buscando trabajo aquí.”
Ella intentó trabajar a tiempo parcial durante su curso en el colegio universitario, pero no pudo continuar porque el curso es demasiado intenso.
Y de esta forma llegamos a la tercera entrega de esta crónica de insensatez económica. Se nos dice ahora que después de haber inmigrado a IPE procedente de Irán, el marido se vio obligado a “emigrar” a Ontario a fin de poder encontrar un trabajo a largo plazo como ingeniero y, además, que parte del dinero que gana lo usa para ayudar a los continuos estudios de Zahra con la esperanza de que algún día tenga la ventaja o lo que sea necesario para encontrar un puesto de trabajo decente en la bendita Isla. La familia ahora está dividida debido a una “necesidad económica”.
“El personal de la Asociación de Recién Llegados a Canadá de IPE me habló de una beca. El dinero me ayudará a mí y a mi familia, y la aprecio mucho. Lo que esto significa es muy precioso para mí, y estamos muy agradecidos.”
“Sabemos que hay buenos puestos de trabajo en IPE, pero supone un camino el poder conectar con los empleadores correctos. Estamos intentando muy duramente hacer todo lo que podemos.”
Lo que Zahra ha estado describiendo es un aspecto de aquello a lo que Douglas se refirió como “la tragedia del esfuerzo humano”. No hay ninguna necesidad inherente o base realista para todo este estrés y toda esta tensión; para todo ese estar “intentando duramente hacer todo lo que podemos” para que uno pueda conectar con su empleador “correcto”. Todo eso solamente existe porque somos todos nosotros marionetas que son obligadas a danzar al son de un mal concebido y monopolístico sistema financiero.
Deseo a Zahra y a su familia todo lo mejor y me disculpo por el hecho de que, después de venir a un país que es mejor desde algunos puntos de vista (aunque no ciertamente desde todos los puntos de vista), Canadá todavía es muy disfuncional, tanto financiera como económicamente.
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1. Career Development Association of Prince Edward Island - Blog.
2. Para aquéllos que no conocen o aprecian la grandeza de Irán y de su civilización, el siguiente videoclip de una canción famosa de Dariush Eghbahli, Talayedar, podrá, a través de su presentación de vistas y sonidos, proporcionar alguna indicación de las cualidades duraderas de Irán.
Fuente: CLIFFORD HUGH DOUGLAS INSTITUTE
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