De Elea. Me temo que usted no se ha desembarazado del todo de las falacias económicas de Keynes, aunque las sostenga usted por vía de Silvio Gesell.
Keynes se ocupa con relativa amplitud del sistema de Gesell en su libro
Teoría de la ocupación, el interés y el dinero. En concreto, en el apartado VI, del capítulo 23 titulado
Notas sobre el mercantilismo, las leyes sobre la usura, el dinero sellado [en referencia a Gesell]
y las teorías del subconsumo [en referencia a Douglas].
Aunque Keynes discrepa en algunas cosas de Gesell, básicamente no tiene ningún problema con él. De hecho, al comenzar el análisis del sistema de Gesell, dice al principio: "Es conveniente citar aquí al raro e indebidamente olvidado profeta Silvio Gesell (1862-1930), cuyo trabajo contiene destellos de profunda perspicacia y estuvo al borde de captar la esencia del asunto."
En cambio, al final de ese mismo capítulo, despacha a Douglas de la siguiente manera:
A partir de la guerra ha habido un diluvio de teorías heréticas de subconsumo, de las cuales las más famosas son las del mayor Douglas. La fuerza de la tesis del mayor Douglas ha dependido considerablemente, por supuesto, de que la ortodoxia no tiene respuesta válida para buena parte [370] de su crítica destructiva. Por otra parte, su diagnóstico detallado, particularmente el llamado teorema A + B, está en su mayor parte formado de mistificaciones. Si el mayor Douglas hubiera limitado sus partidas B a las reservas financieras de los empresarios a las que no corresponde gasto corriente en reposiciones o renovaciones [es decir, atesoramiento o acumulación del dinero que las empresas reciben de sus beneficios], estaría más cerca de la verdad. Pero aun en ese caso es necesario dejar cierto margen para la posibilidad de que estas reservas estén contrarrestadas por nuevas inversiones en otros sentidos [es decir, puesta en circulación de dinero atesorado, ahorrado o acumulado por otras empresas], así como por el aumento de los gastos en el consumo [es decir, dinero ahorrado por particulares o empresas que se pone en circulación para utilizarlo, directa o indirectamente, para el consumo]. El mayor Douglas tiene derecho a pretender, en contra de algunos de sus adversarios ortodoxos, que por lo menos no se ha olvidado de una manera tan cabal del problema más prominente de nuestro sistema económico. Sin embargo no tiene derecho a la misma graduación —quizá pueda considerársele como soldado raso, pero no como mayor en el bravo ejercito de los herejes— que Mandeville, Malthus, Gesell y Hobson, quienes siguiendo sus intuiciones, han preferido ver la verdad obscura e imperfectamente en vez de sostener un error, alcanzado ciertamente con claridad y consistencia y por medio de lógica sencilla, pero con hipótesis inadecuadas a los hechos.
¿Dónde está, como digo, la falacia de Keynes (y, por extensión, de Gesell)? En que ellos se centran únicamente en los problemas coyunturales que puede ocasionar el dinero
ya existente (por su acumulación a través de los beneficios, dentro de los cuales se incluye el interés). Y al centrarse solamente en el dinero ya existente o acumulado, desvían la atención de la raíz del "problema del sistema económico", que Douglas acertadísimamente enfocaba y centraba en la fuente de la creación y destrucción del dinero de la economía de la comunidad política.
Keynes (y, por extensión Gesell) centran su atención en tal o cual rama de la planta. Douglas, por el contrario, centra la atención en la raíz de la planta, el lugar en donde se crea y destruye el dinero.
Voy a poner un ejemplo para que se entienda mejor el carácter puramente secundario del interés del dinero en el "problema del sistema económico":
Tenemos un sistema económico y financiero formados respectivamente por una sola empresa y por un solo banco. Tenemos dos situaciones:
1) El banco emite dinero de nueva creación con exigencia de un interés. Digamos que emite 100 euros, y le adjunta un interés del 5% anual. La empresa recibe el dinero y está obligada a pagar al banco al final del año (término del vencimiento) 105 euros, que es a lo que asciende el coste bancario en que ha incurrido la empresa (100 euros por el principal, y 5 euros por intereses).
2) El banco emite dinero de nueva creación sin exigencia de interés. Digamos que emite 100 euros, y lo entrega a la empresa. A su vez, el banco exige a la empresa, digamos, 10 euros anuales, en comisiones, por los servicios totales prestados durante el año a la empresa (realización de transferencias, comisión por mantenimiento de cuenta, asesoramiento financiero, etc...).
Según usted, De Elea, la segunda situación sería mejor para la economía, por el sólo hecho de que los beneficios en forma de interés brillan por su ausencia (que, entiendo, es el único requisito que usted tiene en cuenta para dar solución al problema de la economía, en tanto en cuanto la existencia de interés es la causa principal o fundamental de dicho problema). Yo, por el contrario, consideraría, en términos comparativos, y desde un punto de vista puramente técnico-contable, mejor la primera situación (aún cuando el banco recibiera sus beneficios en forma de interés).
La empresa, con el dinero recibido, ha generado bienes y servicios. Supongamos que toda la población de la comunidad política trabaja en esa empresa. Y supongamos que todo el dinero lo ha gastado la empresa sólo en sueldos y salarios (es decir, en beneficios de los empleados y de los gerentes de la empresa). Si nos quedamos en la primera situación (la escogemos al azar, pues todo esto que se explica a continuación también vale para la segunda situación), tendríamos un coste bancario de 105 euros en el pasivo de la empresa; por tanto, la empresa para recuperar el dinero ha de poner un precio de 105 euros sobre los bienes y servicios puestos a la venta. La población sólo tiene 100 euros. Por tanto, según Douglas, la solución sería emitir dinero libre deuda para cubrir la brecha entre precios e ingresos. Esto se puede hacer de múltiples formas: o bien se emite un dividendo de 5 euros, o bien se realiza una quita de 5 euros en el coste bancario en la parte correspondiente al
principal (no al
interés). Si realiza esto último, el coste bancario de la empresa quedaría reducido a 95 euros de principal, y 5 euros de interés (total, 100 euros). Esto permitiría a la empresa reducir a 100 euros el precio de los bienes y servicios puestos a la venta, con lo cual ya sí podría la población comprar todos los bienes y servicios puestos a la venta con los 100 euros que tienen en sus manos.
Como se puede observar, cualquier perturbación coyuntural que pueda producir un beneficio o acumulación de
dinero ya existente, se soluciona rápidamente por añadidura en tanto en cuanto se haga antes un pequeño ajuste en la
forma en que se emite y destruye el dinero en su fuente u origen, que es lo que tiene
en última instancia la voz cantante en todo este asunto, y es lo que permite solucionar el problema estructural de la economía (o, por el contrario, de no hacerlo, perpetuar su perturbación o distorsión).
Repito: Keynes y sus amigos ortodoxos desvían la atención de la causa originaria de la perturbación estructural de la economía (la
forma en que se
crea y destruye el dinero en su fuente u origen; o, si se quiere decir de una forma equivalente, la
forma en que se
generan y liquidan los costes en la fuente u origen en donde se crea-destruye el dinero), y la enfocan hacia los que tienen solamente potestad de
acumular dinero o potestad de
liberar dinero acumulado, a través de los
beneficios (en donde se incluye el
interés) y las
inversiones, respectivamente (pero no potestad de
crear o destruir dinero, que es en donde está la clave de todo el asunto).
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