Tengo entendido que llegó incluso a existir una bula en ese sentido, aunque nunca llegó a entrar en vigor y no tardó en caer en el olvido. De todos modos, antes eran mucho más salvajes las corridas porque hasta bien entrado el siglo XIX los caballos de los picadores no llevaban peto, y eran simplemente caballos viejos que en vez de llevarlos al matadero los sacrificaban así. Eso sí que era crueldad. Contra el toro no, porque es un animal al que le gusta pelear y que se crece en la lucha y no muere haciendo lo que le gusta.

El artículo dice muchas cosas interesantes. Desde luego es verdad que las corridas deben su aplebeyamiento a la Europa moderna de la Revolución. Antes de la época ilustrada la fiesta brava había sido cosa de caballeros, y se toreaba a caballo. El toreo a caballo, que tiene tanta elegancia y belleza, pervive en el rejoneo aunque es mucho menos frecuente. De todos modos, no dejo de reconocerle el arte y la valentía a los buenos toreros de a pie. Yo nunca he sido aficionado a la fiesta, aunque reconozco su belleza y su arte. Eso sí, también me ha parecido siempre una temeridad que el torero se juega la vida por demostrar su valor. La tauromaquia es sumamente arriesgada, aunque la Iglesia nunca les ha negado las exequias a los toreros ni ha prohibido que se entierren en cementerios católicos.