Ambas posturas tienen algo de cierto.
Hispanoamerica es una sola nacion, aunque no sea un solo estado. Con el asunto de la Unasur y similares es posible que se adelante la agenda unionista, aunque eso tomará decadas en concretarse.
Me pareció interesante la siguiente polémica que me llegó a través de la página elcastellano.org
Escudé: idioma común explica menor frecuencia de guerras
La Nación
Pocos ejercicios aportan tanto a la comprensión de quiénes somos los hispanoamericanos como comparar el origen del sentido de identidad en nuestra región con el de los europeos. Sorprenden tanto las diferencias como los paralelos, que enseñan incluso por qué la guerra es menos frecuente entre nosotros.
Curiosamente, en ambos casos la cadena causal que condujo a la formación de las identidades nacionales actuales se origina en el colapso de un imperio: el romano, en el caso europeo, y el español, en el nuestro. En la temprana Edad Media, la quiebra de las instituciones imperiales produjo anarquía e inseguridad, aislando las comarcas europeas unas de otras. Siguiendo el conocido planteo de Benedict Anderson, en las regiones más romanizadas el latín del vulgo se transformó en forma acelerada, dando lugar a una multitud de lenguas vernáculas diferenciadas. A lo largo de siglos se produjo una segmentación cada vez mayor de estos romances, de modo que casi en cada valle se hablaba un dialecto diferente. Simultáneamente, en la Europa menos romanizada las lenguas indígenas recobraron su vitalidad, configurando un mosaico no menos segmentado. A la vez, el clero y las aristocracias permanecieron vinculados lingüísticamente por medio del latín eclesiástico.
Este cuadro cambió cuando, hacia 1450, Johannes Gutenberg introdujo la imprenta de caracteres móviles en Europa. El libro impreso representó una revolución político-cultural. Aunque en un primer momento se imprimió en latín para un mercado paneuropeo, pronto se comenzó a publicar en lenguas vernáculas para mercados geográficamente acotados.
La contingencia de que en una ciudad emergiera una imprenta y en otra no determinó que un idioma lugareño pasara a dominar una región circundante en que se hablaban dialectos distintos pero afines entre sí. Unos idiomas vernáculos se convirtieron así en lenguas literarias, mientras otros se mantuvieron como dialectos vulgares. De este modo, comenzó un proceso inverso al que había tenido lugar con la caída de Roma. Las lenguas vernáculas tendieron a aglutinarse y así surgieron las identidades lingüísticas, que se convirtieron en «protonacionalidades».
Por eso, las incipientes identidades nacionales europeas se establecieron sobre una diferenciación étnica anclada principalmente en la lengua. Con ellas surgió la ideología del nacionalismo, que reclamaba un Estado para cada «nación». Eventualmente, ésta condujo a una duradera y violenta saña étnica, elocuentemente presente en la Segunda Guerra Mundial y en las recientes guerras civiles de la ex Yugoslavia. También se vislumbra, benignamente, en el desmembramiento de Checoslovaquia, a la vez que se verifica en el incierto futuro belga y en las quizá más controlables cuestiones vasca y catalana.
Este recorrido es el opuesto del de la América hispana. Porque la imprenta ya existía cuando colapsó el imperio español, el castellano no se dividió en dialectos diferentes, sino que se consolidó pese a la segmentación política del inmenso territorio.
Más aún, nuestras elites del período independiente continuaron con la tarea de latinización lingüística y religiosa iniciada por los españoles. Como señala Tulio Halperin Donghi, hacia 1810 la América hispanizada era una suerte de archipiélago de islas rodeadas por un heterogéneo océano indígena. Los habitantes de la Ciudad de México y de Buenos Aires tenían casi todo en común, a la vez que estaban rodeados por un «otro» absoluto: indígenas con lenguas y culturas muy diferentes entre sí.
A diferencia de los «españoles americanos», que constituían una sola identidad colectiva, estos indígenas configuraban múltiples identidades incapaces de hacer causa común. Con pocas excepciones (Bolivia por caso), la hispanización siguió avanzando hasta que eventualmente hubo un océano hispanizado y apenas un archipiélago de islotes de culturas y lenguas indígenas.
Es así como surgió la contigüidad lingüística más extensa del planeta. Desde el río Bravo hasta Tierra del Fuego se habla una misma lengua. Un chileno y un madrileño se entienden casi como si pertenecieran a la misma sociedad, pero lo mismo no ocurre entre el mismo madrileño y un aldeano de la provincia catalana de Gerona, ambos ciudadanos del mismo Estado español. Los apenas 505 km que separan a Madrid de Barcelona han alcanzado para la erección de una barrera lingüística significativa. Y la distancia entre mundos tan diferentes como los de Moscú y Washington DC es de apenas 7827 km, cifra bastante inferior a los 10.777 km que separan a nuestra Ushuaia de Tijuana, en el estado mexicano de Baja California.
Esta singularidad hispanoamericana refleja un hecho frecuentemente olvidado de nuestra historia: hacia 1810 existía una protonacionalidad panhispanoamericana. Los rasgos compartidos por los Estados incipientes eran tantos y tan relevantes que el concepto de «nación» no resultaba aplicable para ellos en el sentido en que lo fue en Europa a partir de la emergencia de las protonacionalidades lingüísticas. Un caraqueño en Santiago de Chile era un forastero, pero no un extranjero.
Como recuerda José Carlos Chiaramonte, entonces operaban dos identidades colectivas superpuestas. Por un lado estaba la lugareña (cordobés, limeño, quiteño) y por encima de ella funcionaba el paraguas identitario «español-americano». Este aunaba en un solo «nosotros» a los criollos de toda la región.
Estos fuertes lazos hicieron posible que, durante un período que se extendió algunas décadas, nuestros padres fundadores fueran casi intercambiables. Paradigmático fue el caso del caraqueño Andrés Bello, arquitecto de la primera política exterior estable de Chile. Hoy, el instituto formador de los diplomáticos chilenos porta el nombre de ese venezolano. Casos análogos (entre muchos) fueron el director supremo interino de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Ignacio Alvarez Thomas, que era peruano; el primer presidente de Chile, Manuel Blanco Encalada, que era porteño, y el primer embajador de Bolivia en Buenos Aires, el cordobés Deán Gregorio Funes.
Por cierto, en 1810 aún no había argentinos, salvo en un sentido muy restringido: un «argentino» era un porteño. Este dato fue sacado a luz por Angel Rosenblat en una serie de artículos precursores publicados en LA NACION el 17, 24 y 31 de marzo de 1940.
El hallazgo surge de numerosos documentos de época. Entre ellos, Chiaramonte cita las Memorias póstumas del general José María Paz. Asentadas en un tiempo posterior en que el uso del gentilicio ya se había ampliado, su autor rememora la insistencia de Alvarez Thomas en que la honrosa condición de argentino le estaba vedada, por cordobés. En cambio, el director supremo era considerado argentino porque, aunque oriundo de Arequipa, se había avecindado en Buenos Aires, donde había comprado una casa, cumpliendo con los requisitos del Derecho de Indias. Y más papistas que el papa, las hijas de Alvarez Thomas aleccionaban a una «sirvienta de distinción» del hermano de Paz, exhortando:
«Tú, Gertrudis, eres argentina y no debes emplearte en el servicio de una familia provinciana, pues eres mejor que ella». Irónicamente, Alvarez Thomas terminó sus días como ciudadano peruano. ¿Puede haber mayor evidencia de indefinición nacional?
Esta ausencia de diferenciación en los tiempos fundacionales ayuda a explicar por qué la Argentina y Chile jamás han librado una guerra. En cambio, desde que nosotros somos independientes, Francia y Alemania han protagonizado tres, dos de las cuales fueron las más trágicas de la historia humana. El origen de la diferencia fue la presencia o ausencia de la imprenta al momento de producirse los colapsos imperiales que hicieron posible el nacimiento de estos Estados. Aunque nuestro análisis demuestra que no todo resultado virtuoso es el producto de la virtud, en los umbrales del Bicentenario éstos son logros de civilización que debemos celebrar. Ilustran el significado profundo del cliché «nación hermana».
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Alberto Buela: la tesis de Escudé es una sarta de sandeces y errores
Bolpress
En Argentina han descollado sobre el tema autores conocidos como Borges y desconocidos como Murena, ingeniosos como Castellani y torpes como Martínez Estrada, nacionalistas como Gálvez y liberales como Massuh, religiosos como Marechal y antirreligiosos como Raurich, pero lo que no había ocurrido hasta ahora era que hombres con carencia de enjundia intelectual se ocuparan del tema, como es el caso del artículo de Carlos Escudé (*) La identidad hispanoamericana aparecido en La Nación diario el 5/8/09.
La tesis del autor es en Nuestra América se habla castellano porque Gutemberg en 1455 inventó la imprenta.
Y además agrega la siguiente genialidad: «Que Argentina y Chile jamás han liberado una guerra (por hablar en castellano). En cambio desde que nosotros somos independientes Francia y Alemania han protagonizado tres...El origen de la diferencia fue la presencia o ausencia de la imprenta al momento de producirse los colapsos imperiales que hicieron posible el nacimiento de estos Estados».
En nuestros largos años de lecturas pocas veces pudimos encontrar en un breve párrafo tanta cantidad de sandeces y errores. Y sobre todo proviniendo de un politólogo renombrado y publicitado por uno de los diarios más reconocidos de lengua castellana como La Nación.
En primer lugar Chile y Argentina no liberaron nunca una guerra porque la diferencia exponencial entre uno y otro es inconmensurable. Y los chilenos lo saben y los argentinos también. Chile no va a iniciar una aventura bélica que en principio puede serle favorable (en 24 hs. podría instalarse en San Rosa) pero sabe que finalmente fracasa, y Argentina no tuvo ni tiene ninguna necesidad geopolítica de invadir Chile.
En segundo lugar es falso que desde 1810 hasta el presente no hayamos tenido guerras los Estados de lengua castellana en América. Para limitarnos a América del Sur, nosotros tuvimos la guerra del Pacífico entre Chile(1879-1884) por un lado y Bolivia y Perú por el otro; la guerra de la Triple Alianza(1864-1870) que enfrentó al Paraguay contra Argentina y Brasil y la guerra del Chaco(1932-1935) donde lucharon Bolivia contra Paraguay. Peor aún, la guerra de la Triple Alianza es considerada como la primera guerra vae victis de la modernidad.
En tercer lugar, en el siglo XV, momento de aparición de la imprenta, España está por entrar en su plenitud imperial y no en su colapso.
Vaya un pequeño comentario, para no gastar pólvora en chimangos, como comúnmente se dice cuando el tema no da para más.
España descubre América 37 años después del nacimiento de la imprenta y ya en 1472 comienza con la edición de sus primeros libros. En América la primera imprenta se establece en 1536 en México y al poco tiempo se funda la primera universidad en 1538 en Santo Domingo. Y el mayor trabajo de las imprentas americanas fue la publicación de catecismos y textos religiosos en las lenguas indígenas. Al respecto en un brillante artículo de Vittorio Messori América: ¿lenguas cortadas? Afirma: « En el virreinato más importante, el de Perú, en 1596 en la Universidad de Lima se creó una cátedra de quechua, la «lengua franca» de los Andes, hablada por los incas. Más o menos a partir de esta época, nadie podía ser ordenado sacerdote católico en el virreinato si no demostraba que conocía bien el quechua, al que los religiosos habían dado forma escrita. Y lo mismo pasó con otras lenguas: el náhuatl, el guaraní, el tarasco...»
Hay que saber que en el momento de nuestra independencia, alrededor de 1810, solo cinco millones de americanos hablaban castellano.
En realidad la imposición del castellano como lengua obligatoria nace a partir de esta fecha por parte de las oligarquías criollas ilustradas y afrancesadas. Hay que decirlo con todas las letras, la monarquía católica española tomó muy en serio la evangelización de América y por eso obligó al esfuerzo de predicar el evangelio en las lenguas de los aborígenes, mientras que por el contrario son los filósofos de la ilustración y la masonería inglesa y francesa que ejercen influencia total sobre las oligarquías locales para dejar de lado la inculturación del evangelio y con ello mismo, abandonar el uso de las lenguas telúricas.
Como vemos estas tesis de Escudé no solo son erróneas sino totalmente infundadas. Es una pena que el empobrecido Estado argentino gaste dinero a través del Conicet en semejante papanatas. Es de desear, ahora que se convirtió, sea el Estado de Israel, que tiene más dinero que el nuestro, quien lo beque o le pague el sueldo.
Ambas posturas tienen algo de cierto.
Hispanoamerica es una sola nacion, aunque no sea un solo estado. Con el asunto de la Unasur y similares es posible que se adelante la agenda unionista, aunque eso tomará decadas en concretarse.
Opino lo mismo, pasa que Buela se ensañó con el artículo de Escudé por motivos ideológicos y confesionales; es penoso que un filósofo de la talla de don Alberto no se haya limitado simplemente a comentar el artículo sin importar que lo escribiese un mamarracho como Escudé
La lengua castellana y la Fe católica siguen siendo los vínculos más sólidos que mantienen a nuestros pueblos unidos.
Imperium Hispaniae
"En el imperio se ofrece y se comparte cultura, conocimiento y espiritualidad. En el imperialismo solo sometimiento y dominio económico-militar. Defendemos el IMPERIO, nos alejamos de todos los IMPERIALISMOS."
america hispana es una sola nacion pero lamentablemente este concepto se esta perdiendo gracias al neo-indigenismo y los movimientos de izquierda que se vinculan a grupos de nacionalistas retrógrados, quieren quitarle a españa el papel de haber formado a america hispana.
Última edición por Iñigo; 10/12/2009 a las 18:31
Imperium Hispaniae
"En el imperio se ofrece y se comparte cultura, conocimiento y espiritualidad. En el imperialismo solo sometimiento y dominio económico-militar. Defendemos el IMPERIO, nos alejamos de todos los IMPERIALISMOS."
yo les llame retrógrados a los nacionalistas por que en mi país están muy vinculados con los indigenistas y grupos de izquierda que pretenden restablecer nuevamente los principios del imperio inca resaltando sus virtudes y no sus defectos ,ademas tratan de minimizar los aportes del hispanismo a nuestra cultura sin saber que sin España mi nación no hubiera surgido como tal, si tengo tiempo traeré algo de material para que lo examinen y se den cuenta hasta que punto llegan.
Publicado en "La Tribuna de Europa":
ArtículoEl idioma
Juan P. Vitali para TdE-La presencia de un idioma en determinado tiempo y espacio, no es sólo una forma de comunicarse. Si fuera así, bien podría utilizarse cualquier idioma. Podría utilizarse por ejemplo sólo un idioma regional o un idioma atávico, como plantean hoy diversos separatistas o defensores de antiguas unidades culturales. Ciertamente, cualquier idioma es parte importante de la riqueza cultural y no tiene ningún sentido perderlo. El problema no es el uso de un idioma en sí, sino cómo se usa, qué es lo que representa, y para qué se lo quiere utilizar.
El idioma es sin duda parte fundamental del alma de un pueblo, de una cultura, de una forma de pensar, porque el lenguaje da forma a la identidad, expresándola. Nos da el contexto, el arraigo, el origen, la simbología exacta que nos permite reconocernos en el presente y también en el pasado.
Decir “proa”, por ejemplo, es para nosotros descendientes de conquistadores e inmigrantes europeos, todo un mito convocante. No sé cómo se dirá en otras lenguas esa palabra, pero nunca tendrá el significado preciso que tiene en nuestro contexto cultural.
Decir España, Sur, espada, sable, casco, coraza, tercerola, caballo, carabela, desembarco, Cruz de San Andrés, de Calatrava, águila bicéfala, carga de caballería, no es solamente hablar en un idioma, sino “ser” en ese idioma. Cuando las regiones de España ya no quieran hablar el castellano, cuando los peruanos hablen nada más que el quichua, los catalanes nada más que el catalán, y así hasta el infinito, la babel de la disgregación hispánica se habrá consumado.
Proa, conquista, estirpe, adelantado, hidalgo, mancebo de la tierra, criollo, son palabras que sólo significan algo trascendente, en la tensión espiritual de nuestra identidad. Podrá argumentarse que son palabras con un claro contenido histórico, pero todas las palabras tienen siempre un contenido histórico, y se sabe lo que pasa con los pueblos sin conciencia histórica.
Pretender “ser” en otro idioma, lejano al de nuestra definitiva conformación histórica y política, además de una decisión culturalmente forzada e imposible, tiene siempre unos objetivos políticos precisos. Desdeñar la amplitud del idioma español castellano, con sus espacios geográficos interminables y su vasto valor histórico y político, que se prolonga hasta nosotros y nos mantiene unidos, muestra aviesas intenciones y muchos, no quieren admitir sus inevitables consecuencias.
Los que pretenden limitar el uso del castellano, que afortunadamente pese a ellos goza de muy buena salud, no hacen lo mismo sin embargo con las finanzas de la globalización y sus doctrinas internacionales políticamente correctas.
La readopción excluyente de ciertos idiomas, pretende hacerse sobre unas bases políticas inexistentes desde hace siglos. Y eso vale tanto para el retorno a la edad media europea, como para el retorno al imperio incaico. Las realidades políticas superiores que daban marco en otras épocas al uso de esos idiomas ya no existen, de modo que ya no operarán esas lenguas del mismo modo en la realidad, y las consecuencias de ese hecho no serán las que esgrimen sus defensores sino otras, favorables al fraccionamiento de una realidad cultural todavía vigente, que es la que llamamos hispanidad. La relación entre los intelectuales, los artistas, los militantes políticos, los filósofos y también entre los pueblos que componen esa realidad, se interrumpirá definitivamente sin el idioma, y nuestra historia común comenzará a convertirse en un recuerdo.
Borges, con su ácida ironía nihilista, a la pregunta sobre en que idioma preferiría morirse, respondió: yo no tengo más remedio que morirme en castellano. Quizá hubiera preferido morirse en inglés, teniendo en cuenta su afición a la literatura anglosajona, a la crianza de su abuela inglesa, y acaso también a sus contradicciones, pero él no era un hombre que insultara su propia inteligencia, y mucho menos que negara su propia obra. Y aunque se dio el lujo de escribir un par de poemas en inglés, sabía lo que significa el propio idioma.
No insultemos nosotros nuestra inteligencia. Reconozcamos la máxima altura de nuestra estirpe en el idioma, defenderlo, es defender nuestros símbolos convocantes, nuestros mitos, nuestras epopeyas.
El contenido mágico de las palabras, es lo que nos liga. No otra cosa hace que yo pueda escribir esto, del otro lado del mundo, y pretender que alguien lo lea en España. El idioma crea ese poder, esa mística que atraviesa los tiempos y los mares
Perder el idioma, es perder la epopeya del idioma, la continuidad del proyecto, es renunciar a la estirpe, a sus hechos, a su historia, es achicar el espacio, reducirlo, resignar la pertenencia a una realidad histórica superior
Se profundizaría así nuestra derrota, porque no poder comunicarse implica un retroceso muy difícil de sobrellevar. Así como estamos, ya estamos bastante mal. Necesitamos más que nunca nuestro idioma.
Porque un gran idioma, es siempre un escollo difícil de vencer para la dominación. Aún frente al intento de vaciamiento de sus contenidos profundos, mágicos, míticos e históricos, estos siempre se manifiestan de algún lugar, de algún modo, en los espíritus que resisten.
Sin el idioma, la tradición, el traspaso de la cultura entre generaciones, se haría imposible. Todo se restringiría a una cultura estrictamente local.
El uso excluyente de ciertos idiomas reemplazando al castellano, tiene fines bien determinados. A veces se esgrime como argumento, la lucha contra los poderes centrales opresores. Pero ese no es el camino para derrotarlos.
La grandeza que fue transportada a través de los siglos por el idioma como signo, no niega la diversidad.
Si no nos defendemos frente a las agresiones a nuestro idioma común, frente al resentimiento instrumentado, perderemos lo poco que nos queda para resurgir. El idioma es la herramienta más fuerte que tenemos, la que nos permite ser en América, en España, allí donde haya un heredero del imperio español.
En la escuela me enseñaban a odiar a España, la historiografía de la Revolución Francesa y del comercio inglés me lo enseñaban. De eso me salvó el idioma, la sangre profunda de Europa, la salvaje extensión americana de los conquistadores, su imagen hecha a veces de palabras.
Ahora que puedo rebatir el odio a nosotros mismos, ahora que conozco a los que fundaron mi estirpe, a los que dejaron sus corazas hundidas en la nieve y sus espadas en la cordillera de los Andes, los sembradores de odio atentan contra lo que vino a rescatarme: el idioma. Pero ahora puedo pelear desde donde me ha tocado en suerte, desde el contenido profundo, invisible y sagrado del idioma.
Sucumbir a ciertos espejismos, es mostrar una mentalidad estrecha. Acaso algunos crean que de ese modo van a ser más fuertes, pero están muy equivocados.
Quizá para los que ya casi no usan ningún idioma, o para los que necesitan el idioma para pedir una hamburguesa o para realizar negocios elementales, esto no tenga demasiada importancia. Sí para nosotros, para los que no admitimos, la muerte y la subordinación del espíritu de España, a los dictados de la globalización.
Destaco este comentario al artículo:
"Posiblemente , el idioma más rico en vocabulario y expresiones. Y según dicen muchos de aquellos extranjeros que lo han estudiado, bastante facil de aprender.
Y algo de cierto habrá en tal afirmación, pues si los apaches y los siux hubieran aprendido español, ahora estarian vivos"
Imperium Hispaniae
"En el imperio se ofrece y se comparte cultura, conocimiento y espiritualidad. En el imperialismo solo sometimiento y dominio económico-militar. Defendemos el IMPERIO, nos alejamos de todos los IMPERIALISMOS."
Eso no concuerda con la realidad, pues los indigenistas/izquierdistas como Morales y Chávez son de los mas acérrimos partidarios de la reunificación hispanoamericana. El hecho de que sean anti-hispanistas declarados no debe impedir observar las consecuencias reales de sus actos, que ha sido la activación, como nunca antes en los casi doscientos años de independencia, de procesos de integración entre los países de la región.
Papel que no le pueden quitar pues es un hecho histórico innegable....que se vinculan a grupos de nacionalistas retrógrados, quieren quitarle a españa el papel de haber formado a america hispana.
Los indigenistas-antihispanistas no tienen futuro, pues sus actividades reunificatorias implican su propia destrucción.
Reportaje de Carlos Baudry, revista del diario LA NUEVA PROVINCIA, de Bahía Blanca:
“Hablando se entiende la gente”
El idioma, con sus mo- dismos, suele ser una caja de sorpresas. El último libro de Pedro Luis Barcia, presidente de la Academia Nacional de Letras, no solamente incluye más de once mil locuciones que no se usan en España y sí en la Argentina, sino que revela el ingenio del argentino medio que, según el mismo Bar- cia, ayuda a la Academia.
Todos lo sabemos: si en el Uruguay pedimos un pancho nos dan un frankfuter. Pero ocurre que Uruguay está muy cerca, y el idioma viene y va. No es lo mismo pedir un pancho en Guatemala, adonde comen hotdogs. ¿Por qué esta minibabel, de la que el asunto de las salchichas es sólo una muestra? “Hace ya mucho tiempo, un filólogo colombiano llamado Rufino Caro y Cuervo dijo que así como había pasado con el latín en la caída del Imperio Romano, con la independencia de los estados americanos, la lengua española iba a desmembrarse y cada región hablaría un idioma inescrutable para su vecino. Por suerte, se equivocó. Es cierto que en algunas regiones usan modismos que sólo entienden los locales, pero básicamente, toda Latinoamérica se entiende. Es como si la profecía de Caro y Cuervo se hubiera cumplido al revés, y la lengua se unificara”, opina Pedro Luis Barcia, doctor en Letras y presidente de la Academia Nacional de Letras.
–Usted, doctor Barcia, recordará aquello de la primera visita de Oscar Wilde a los Estados Unidos…
–Sí, hay varias versiones, pero todas coincidentes. Cuentan que dijo: “Tenemos un idioma común que nos separa”. Otros afirman que la frase fue: “Todo nos une, menos el idioma”.
–¿Y no nos pasa a los argentinos cuando viajamos a España o a México, que nos sentimos unidos, pero separados por el idioma?
–No, no, para nada. Avanzamos gradualmente hacia una lengua común, con palabras comunes. No hay que perder de vista que en algunas regiones prefieren una palabra a la otra, pero…
–¿Por ejemplo?
–En diferentes regiones se usa la palabra “auto”, en otras “carro” y en otras, “automóvil”. Pero “auto” se impuso y todos saben de qué se trata. Ojo, en algunos casos, la misma palabra puede definir cosas diferentes; según como se las usa, entenderemos el significado. Y hay también un gran esfuerzo de las industrias culturales, que tratan de evitar los dialectos regionales.
–¿Qué quiere decir con “las industrias culturales”?
–Las que tienen intereses comerciales. Hay una presión económica para que las telenovelas, el cine y las traducciones de los libros sean comprensibles, ya que a mayor cantidad de personas que las entiendan, más ventas habrá. Además, un idioma que todos entiendan facilitará la comunicación. Cuentan con un hecho indiscutible que está ocurriendo en el mundo entero: el idioma inglés es el que más se expande, y luego, lo sigue el español o castellano.
–¿En serio? ¿Más que el alemán, el francés o el chino?
–Muchísimo más. El chino lo hablan mil millones de personas, pero es un idioma que no se expande por el mundo. Y la verdad es que el francés y el alemán dejaron de expandirse.
No sé si me explico…
–Volvamos a los argentinos, doctor. No sólo hay modismos que los entiende todo el país, también hay modismos regionales que son claros únicamente para un cordobés o para un mendocino, y el resto no los entiende.
–Eso es inevitable, y es la cuestión de las tribus urbanas. Las tribus urbanas utilizan un dialecto que les permite diferenciarse y reconocerse. Así como los masones estrechan la mano de cierta manera que los identifica, los integrantes de las tribus urbanas usan palabras que les permiten reconocerse como pertenecientes al mismo grupo.
–Se me ocurre que es como lo que pasó con el lunfardo, ¿no?
–Claro, el lunfardo nace como idioma canero; es decir, para ser usado por gente que está en cana, detenida. Entonces, “hamacame el bufoso” tiene sentido de lengua oculta. Pero cuando el policía o el carcelero comprenden que eso significa “alcanzame el revólver”, esa frase canera pierde sentido, ya no sirve, porque cualquiera lo entiende.
–Pero no todas las jergas tratan de ocultar el sentido a quienes no pertenecen a ciertas tribus…
–Claro que no. A veces, no sólo no son ocultas sino que pasan de una actividad a otra. Por ejemplo, cuando decimos que alguien “hizo un gol olímpico”. La frase tiene origen en el fútbol, pero metafóricamente, se usa para decir que alguien tuvo éxito, que se destacó por demás. “El discurso de ese político fue un gol olímpico”, decimos cuando nos encontramos con alguien que maneja argumentos certeros e incontrovertibles.
–Su último libro, el Diccionario fraseológico del habla argentina, incluye muchas locuciones… ¿de todas las áreas?
–Mire, hay más de once mil frases en español, pero que no se usan en España y que, seguramente, podría poner en problemas a un español.
–Pero volvamos al principio. Parafraseando a Wilde: a los argentinos y a los españoles todo nos une, pero el idioma nos separa.
–No, no. Poco a poco, el español se hace global. Estamos en un 98% de lengua general, y en un 2% de modismos. Pero, aún dentro de la globalización, conviene dejar claros cuáles son los rasgos diferenciadores. Porque las academias viven del pueblo y de lo que este crea. Hay lenguajes riquísimos entre quienes practican fútbol, ciclismo o automovilismo. Y son palabras argentinas que no se usan en España. Nuestra obligación es consignar esas palabras, esas frases.
Mejor que sosobre y no que fafalte
El cuento es conocido, un verdadero clásico popular: Un político que se iba del país en un yate encargó a su secretario que cargara oro en la bodega. Y el hombre se excedió al punto que la nave amenazó con hundirse. “¡Basta, que zozobra!”, lo detuvo el político. Y su secretario, hombre de pocas luces, replicó: “¡Mejor que sosobre y no que fafalte!”.
Con el tiempo, esa frase se trasformó en un refrán. Como los refranes de Sancho Panza, de los cuales, José Hernández tomó algunos prestados para su Martín Fierro. “No sé si los tomó directamente del Quijote, pero Hernández usa refranes o modismos que provienen del latín (como ‘Hasta el pelo más delgado hace su sombra en el suelo’), y otros del habla popular rioplatense (como ‘Al que nace barrigón, es al ñudo que lo fajen’). Hernández era un gran lector de refranes y de modismos”, aporta Barcia.
–¿Y qué hay de Del Campo, cuando dice: “Capaz de montar un potro y sofrenarlo en la luna”?
–Claro, puede desorientar a quien no sepa que la luna no era el satélite terrestre, sino un círculo chico, trazado en la tierra, en donde había que sujetar a un caballo. Pero ambos, Hernández y Del Campo, toman prestados refranes y les dan una forma definitivamente argentina. Cuando Hernández escribe: “Aquí me pongo a cantar al compás de la vigüela”, repite al canónigo Juan Baltasar Maciel, quien escribió, antes que Hernández: “Aquí me pongo a cantar, debajo de aquestas talas”. Y Maciel tomó la frase del romancero español. En definitiva, todos les deben a todos.
–Tengo una duda doctor Barcia:?¿el cocoliche participa de los modismos?
–El cocoliche nació alrededor de 1860, como mezcla del español mal hablado y del italiano macarrónico. Volviendo a las culturas populares, todas tienen tópicos que se repiten, todas manejan los mismos recursos. Como cuando Hernández promete que a su historia “le faltaba lo mejor”… digamos, un modo de llamar la atención.
–Pero ¿no es un recurso rabínico?
–Es rabínico, es semítico, es oriental. Son esos recursos que tienen que ver con la oralidad. El lenguaje oral quiere llamar la atención sobre lo que se va a decir a continuación.
A ver… ¿cómo te insulto?
“Muchos modismos desaparecen”, afirma Barcia. “Nosotros los consignamos, pero ya no se usan. Algunos, como ‘Donde el Diablo perdió el poncho’ (para indicar un lugar muy lejano) tienen más de doscientos años y siguen lozanos. Pero ya casi nadie dice ‘Tirame las agujas’ (o sea, ‘decime la hora’)”.
–Doctor, ¿qué es lo que hace que un modismo o frase goce de buena salud o caiga en el olvido?
–La televisión, la radio, las revistas o la influencia de grandes escritores son fijadores de modismos.
–¿Y por qué se aceptan modismos injuriosos, como, por ejemplo, “A ver…”?
–Sí, “A ver…” significa “Cómo hago para que vos, que tenés pocas luces, entiendas lo que estoy diciendo”. Equivale a otro modismo ofensivo: “¿Entendés?”. ¿Y por qué no voy a entender? ¿Por qué no dicen “¿Me explico mal?”?
–¿Cuál es su opinión sobre la adopción de palabras extranjeras?
–No estoy de acuerdo con eso cuando las palabras tienen su equivalente en español. Algunos términos, como “software”, no tienen reemplazo. Pero por alguna razón misteriosa, no quiero decir tilinguería, algunos prefieren “sponsor” a “patrocinante” o “auspiciante”. El argentino tiene una tendencia a reproducir los sonidos de las palabras y a no respetar la ortografía. Incorporamos más palabras extranjeras que otros países… pero no es tan grave.NOTAQuién es Pedro Luis Barcia
Nacido en Gualeguaychú, Entre Ríos, Pedro Luis Barcia se doctoró en Letras en la Universidad de La Plata. Actualmente preside la Academia Nacional de Letras, es profesor en la Universidad de La Plata y Emérito de la Universidad Austral, además de investigador en el CONICET. Es autor de más de cincuenta libros, casi todos referidos a la lengua española. Entre ellos, escribió Lugones y el ultraísmo, y Diccionario fraseológico del habla argentina. Sus investigaciones sobre el léxico que utilizamos los argentinos en diferentes áreas (fútbol y política, entre tantas actividades) revela, con certeza y humor, la creatividad del hombre medio.
no ser trigo limpio. loc.vb.rur Ser alguien corrupto, mafioso y de dudosa reputación.
no ser yegua de andar. loc.vb.rur 1.Ser yegua de mal carácter, rebelde. 2.Referido a una persona, no ser dócil ni fácil de convencer.
dar el respiro. loc.vb.lunf Despedir.
dar el esquinazo. loc.vb.lunf 1. Dejar plantado a alguien. 2. Evitar, eludir el encuentro con alguien. 3. Engañar, burlar, despistar.
dar el manijazo. loc.vb.coloq. Ayudar.
recibir con una piedra en cada mano. loc.vb.coloq Esperar a alguien y recibirlo de forma agresiva.
Diez ejemplos
del Diccionario fraseológico del
habla argentina
1-A los ponchazos:
En forma muy ajustada, atropellada, desordenada. Como se pueda, a falta de medios.
2-Caer sapos panza arriba: Llover torrencialmente.
3-Entrar por el aro: Aceptar ingenuamente una propuesta, dejarse convencer, ceder a un pedido.
4-Estar por la loma de los quinotos: Estar
o quedar muy lejos.
5-Ha atajado muchos penales: Se dice
de la mujer promiscua.
6-Matar mil: Sobresalir o causar sensación.
7-¡Ni que fuera un Anchorena!: ¡Ni
que fuera millonario!
8-Pegar un calote:
Estafar, robar, irse
sin pagar un gasto.
9-Ser devoto de la virgen del codo: Ser avaro, escatimar innecesariamente en los gastos.
10-Tiene un merequetengue: Tiene un lío grande.
Imperium Hispaniae
"En el imperio se ofrece y se comparte cultura, conocimiento y espiritualidad. En el imperialismo solo sometimiento y dominio económico-militar. Defendemos el IMPERIO, nos alejamos de todos los IMPERIALISMOS."
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