Política en la Web
Timerman, el gran inquisidor de Twitter
Pablo Sirvén
LA NACION
Mientras días atrás analistas políticos y hasta psiquiatras se devanaban los sesos para procurar explicar y entender el engranado lazo afectivo que une, o más bien desune, a Francisco Macri con su procesado hijo Mauricio, otra gran paradoja filial se cocina a fuego lento y de manera asordinada, aunque no exenta de muy curiosas connotaciones.
Más allá de sus muchísimas aristas controvertidas a lo largo de su frondoso paso por esta vida, lo que nadie puede ya a estas alturas poner en discusión son las capacidades excepcionales que supo demostrar el gran Jacobo Timerman, cuya personalísima impronta impregnó buena parte del periodismo argentino de la segunda mitad del siglo XX. A su gigantesca sombra se desarrollaron medios de comunicación gráficos de tal relevancia que su simple omisión dejaría incompleta la historia de la prensa argentina contemporánea. Baste mencionar las revistas Primera Plana y Confirmado y el diario La Opinión para justificar sobradamente su más que merecida inclusión en la galería selecta de los personajes clave que forjaron, con los contornos que le conocemos, al "cuarto poder" local.
Tan largo introito se hace del todo necesario para subrayar la curiosa parábola que intenta cerrar por estos días su muy fluctuante hijo, el ahora canciller (¿y ex periodista?) Héctor Timerman, quien en sus años de trabajo en las redacciones dirigió el diario procesista La Tarde y ya en democracia fundó dos revistas: Tres puntos y la hiperkirchnerista Debate . Perteneció al staff del Ambito Financiero, de Julio Ramos, y supo sentirse muy a gusto como columnista de Hora clave , el programa de Mariano Grondona.
Una regla de oro no escrita, pero que sí suele constatarse dolorosamente en la realidad, es que los hijos de figuras legendarias suelen sufrir ese vínculo como un tsunami cuyos efectos, cuando son devastadores, pueden dejar secuelas durante el resto de sus vidas. Entre ambivalentes contradicciones, por lo general fluctúan entre la opaca imitación del fuerte modelo paterno o, por el contrario, tratan de alejarse lo más que pueden de esa llamarada intensa de donde salieron para no quemarse e intentar encender sus propios fuegos.
Hay que decir que el actual canciller más que un fuego propio se ha conformado con un modesto fueguito. Cree o hace creer que desde Twitter, a 140 caracteres por mensaje, domesticará al periodismo argentino, escarmentará a los grandes medios y pondrá en vereda a los periodistas más jóvenes que osen iniciar investigaciones como la de los negocios de la "embajada paralela" en Venezuela.
Cómodo y a sus anchas en el papel de gran inquisidor de Twitter que se ha arrogado sin que nadie se lo pidiera, cree que cuenta con munición gruesa cuando en realidad descarga sus preguntas con cebita humedecida a cualquier periodista no coptado por el poder que se le cruza en su camino twittero. Aunque pretende lucir firme y recio, su candidez por momentos resulta de un inconcebible candor: es tal su afán de predisponer a esos periodistas contra los medios en los que trabajan que apena cuando no logra que ni uno le pise el palito.
Más suerte tiene con los twitteros K espontáneos o rentados que están prontos para actuar como obsecuente claque de sus divagues virtuales. "Gracias Héctor!!! ¡¡¡está naciendo un nuevo país y no lo pueden aceptar!!!", se enfervoriza @alelas . "Así me gusta canciller: comunicación horizontal!", le rinde homenaje @Andrespetersen .
El ministro de Relaciones Exteriores argentino se da tanta máquina con los almibarados adherentes que le zangolotean alrededor que entonces se atreve a lanzar generosas máximas del nuevo orden que pretende fundar. "Yo contesto la mayoría de las preguntas por Twitter. Ciudadanos preguntando directamente: eso es democratizar la información", se autofelicita. "Esto es lo que busco -se ufana-: que la comunicación sea directa con ustedes sin Magnetto de por medio."
También se la agarró con los periodistas de Clarín @mbidegaray , cuestionándole la manera en que hizo una nota, y a @leomindez , reclamándole la publicación de un diálogo que ese colega había mantenido con la Presidenta sobre el diario en el que trabaja y que sí había salido. "Yo leo la versión online . No compro el diario impreso -se justificó al disculparse-, ¿podés subirlo vos para Twitter?"
@hectortimerman se presenta en esa red social como "funcionario del Gobierno Nacional y Popular de Cristina F. de Kirchner", tiene más de 7700 followers , sigue a 77 personas (entre otras, a @BoudouAmado , @Lubertino , @juanabalmedina , @mauriciomacri y @BarackObama ). Como fondo de pantalla acaba de poner la caricatura que en Clarín le hizo Sábat donde curitas en cruz le tapan su boca ("Que cada uno interprete este dibujo como quiera", dice magnánimo). Desde que empezó a twittear , en medio de los fastos del Bicentenario, el último 25 de mayo, lleva escritos cerca de 1200 microcomentarios y también denunció al diario uruguayo El País "por avalar un ataque antisemita" desde uno de sus blogs.
A los periodistas de LA NACION dice que no nos sigue más porque @halconada publicó en Twitter un número de teléfono que el funcionario había dicho que ya no estaba en circulación. "Yo no estoy en ninguna guerra -le contesta a @jperezcuesta - y mucho menos con los periodistas."
Si es verdaderamente así, lo disimula muy bien con sus constantes maltratos y mofas a distintos periodistas y medios. En cambio ayer en un almuerzo con Hebe de Bonafini le ofreció los salones de la Cancillería para que dé charlas.
A la minuciosa investigación sobre los negocios paralelos en Venezuela que publicó este diario la calificó despectivamente de "novelita" y se molesta por la precisión de las preguntas del periodista @jcrettaz ("parece un comisario conduciendo un interrogatorio"). Debería tomar clases con @FernandezAnibal , que para el chicaneo tiene más estilo y demuestra mucha mayor eficacia en el mundo virtual.
Lo llaman el canciller "Twitterman". Fue a China con la Presidenta y echó mucho de menos que las comunicaciones no lo dejaran twittear desde aquellas latitudes.
Afuera hay un mundo complejo que exigiría la atención de un ministro de Relaciones Exteriores en serio y a tiempo completo: el Mercosur, las relaciones no siempre plácidas con los países limítrofes, Venezuela, Estados Unidos, Europa, la posibilidad de abrir nuevos mercados en otros continentes. El, en cambio, prefiere seguir enfrascado dentro de Twitter, como el militante virtual perfecto convencido de que desde allí terminará disciplinando al periodismo para ofrendárselo, con moño de regalo, al matrimonio presidencial.
Es difícil imaginar qué hubiera dicho aquél que dijo que "un diario que no hace olas no está cumpliendo con su función": su padre. Capaz que le hubiera dedicado una media sonrisa entre compasiva y socarrona. Quién sabe.
En Twitter: @psirven
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