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Artículo original:
El desengaño del Imperio Español: Entrevista con John Elliot | Letras Libres
Todo lo contrario, el comenzar la rebelión de 1810 aclamando al Rey fue completamente natural dentro de la tradición foral que se transmitió de España a México. Hidalgo se oponía, como la mayoría del pueblo llano y del clero bajo, a las reformas de los Borbónicas y con mayor fuerza al gobierno liberal de Cádiz o al afrancesado de Madrid.
¡ VIVA MÉXICO VIVA SANTA MARÍA DE GUADALUPE VIVA MÉXICO !
Adelante soldado de Cristo
Hasta morir o hasta triunfar
Si Cristo su sangre dio por ti
No es mucho que tu por ÉL
Tu sangre derrames.
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Artículo original:
El desengaño del Imperio Español: Entrevista con John Elliot | Letras Libres
MITOS DEL BICENTENARIO 23 MIER Y TERAN
https://www.youtube.com/watch?v=R8Ea4S0rAn0
El texto ya tiene sus años, pero no ha perdido su vigencia.
15 de septiembre de 2011
201 AÑOS DE INDEPENDENCIA, UNAS REFLEXIONES
Hace 1 año, al festejarse los 200 años del inicio de las Guerras de Independencia, particularmente con la rebelión del Padre Don Miguel Hidalgo y Costilla, escribí en estas líneas que tras dos siglos de Historia, este país se encontraba viviendo unas horas muy negras, quizá no son las más oscuras: la invasión norteamericana sobre la que hablé en el post anterior o las inmensas masacres de la llamada "Revolución" hace 100 años fueron mucho peores; pero definitivamente, estamos viviendo malos tiempos: la violencia cunde por doquier, las bandas criminales actúan con impunidad y la llamada "estrategia" del Gobierno sólo ha demostrado servir para alentar más a la delincuencia organizada: matanzas, tráfico de drogas, prostitución, tráfico de armas y personas... la corrupción y la destrucción del Estado de Derecho son palpables, nuestra clase política, indiferente a todo esto, se encuentra empeñada, como siempre, en los eternos conflictos electorales y el reparto del erario, visto como un botín; aunado a ello, es evidente que la sociedad mexicana vive una igualmente profunda crisis moral en la que la violencia se ha vuelto cotidiana, el materialismo lo inunda todo, las familias se desintegran y los vicios, la incultura y la vulgaridad campean a sus anchas, además de todo lo anterior, estamos inmersos en la espantosa situación económica que vive el mundo, y que está afectando con más dureza al hemisferio occidental.
Todo esto contribuye a que el mexicano, si ya de por sí se le ha adoctrinado siempre a que es el eterno conquistado, el vencido, el que es menos que los demás, que lo correcto es mantenerse humillado y pobre, se sienta efectivamente que es peor que los otros, que jamás podremos ser como nuestros vecinos del norte o los europeos o los chinos, que no podemos romper con nuestro círculo de pobreza y mediocridad, con nuestra corrupción a la que consideramos ya como algo normal y propio de nuestra idiosincrasia o forma de ser, que ya somos flojos y que solamente somos buenos para la fiesta, las borracheras y el desmadre y que no la hacemos ni para el fútbol. Pero no es así, no somos ni peores ni mejores que otros. Y ahora lo voy a explicar.
Esta crisis económica mundial y la coyuntura de acontecimientos internacionales ha servido para que caigan las máscaras, hoy vemos que Europa se tambalea ante severos problemas y revelaciones que nos demuestran que ni los españoles, ni los franceses ni los ingleses son semidioses superiores a nosotros; sus circunstancias son diferentes, pero los vicios son los mismos, y en algunos casos, han llegado a extremos mayores que nosotros y es que ni existe el "buen salvaje" rousseauniano, ni tampoco existe el "súperhombre" de Nietzche, la naturaleza humana es la misma, lo mismo en una aldea del Congo o en un monasterio tibetano que en Nueva York y Ciudad Neza. Es cierto, sin embargo, que debido a diversas circunstancias los países europeos y algunos asiáticos y EUA y Canadá han alcanzado un alto nivel de desarrollo económico y de bienestar para sus habitantes, ya sea porque durante su colonización, en el caso de los Norteamericanos, no hubo que integrar a la población indígena porque fue pequeña o incluso exterminada; porque el desinterés de Inglaterra en ellos les permitió contar con mayor autonomía y gestionar su propio desarrollo, o porque para evitarse una sangrienta rebelión la Metrópoli decidió fomentar en ellas el autogobierno y la participación activa de las personas, como en Australia o Nueva Zelanda, también, como dice el biólogo Jared Diamond, porque contaron con los recursos naturales suficientes para fomentar un alto avance tecnológico y hay que reconocerlo: porque esto les dio las herramientas para la conquista efectiva de otros lugares: es de ingenuos no pensar que mucha de la riqueza de las potencias europeas vino del saqueo y explotación de Africa, Asia y América desde el siglo XVI al XIX.
Por otro lado, se trata de pueblos más viejos, que iniciaron su desarrollo a partir del siglo V d.C. con la caída de Roma y la llegada de los pueblos germánicos, nosotros a penas llevamos 500 años de proceso formativo de nuestras naciones e identidad, nos falta mucho para llegar a la madurez que algunos pueblos, como España o Inglaterra alcanzaron ya en el siglo XVI. Incluso, muchos de los pueblos desarrollados de Europa están hoy, en franca decadencia, en plena vejez.
Pero veamos, ¿Son en realidad más honestos los franceses que nosotros? Tal parece que la corrupción de sus autoridades es tan grave como aquí, o quizá peor porque se venden a intereses extranjeros: se está revelando que ha sido una práctica sistemática de la Administración Sarkozy, y antes que él de Chirac, de Giscard d'Estaigne y quién sabe si de De Gaulle, bajo cuyo mandato se dio la descolonización, recibir dádivas de los dictadores en turno de las excolonias francesas en África a cambio de apoyo en los foros internacionales para evitar las sanciones por violaciones de los derechos humanos y obtener rápido reconocimiento tras cada golpe de Estado y recibir ayuda financiera a su vez. ¿Son mejores los políticos japoneses que los mexicanos? ¡Para nada! Llevan 6 primeros ministros en 5 años, hace unos días renunció Naoto Kan, tras haber estado difiriendo su salida por la crisis provocada por el Tsunami y los daños a la central nuclear de Fukushima, los escándalos de corrupción, nepotismo, compadrazgos y demás son tan comunes como aquí, igual que la impunidad para los ex-funcionarios; incluso es de recordar cómo Japón protegió por años a Alberto Fujimori, ahora encarcelado con privilegios en Perú. ¿Son las policías mexicanas las peores del mundo? Veamos a Noruega: si fue posible la masacre de Oslo hace unos meses se debió a la pésima preparación, organización y exceso de confianza de sus policías y agencias de seguridad que sorprendieron al mundo por su ineptitud extraordinaria, y el asesinato del Primer Ministro sueco Olof Palme, ocurrido en 1986 sigue sin resolverse, igual que el de Colosio o el Cardenal Posadas.
¿Sólo en México existe la demagogia? ¿Y qué es Obama sino un demagogo consumado que ganó la presidencia de EUA por decirle a todo mundo lo que quería oír, y que ahora ha demostrado no saber gobernar? El sindicalismo mexicano es criminal y un lastre, lo mismo que el español que exige subvenciones al gobierno chantajeándolo igualito que el SME, o ¿qué tal el griego, muy responsable de la destrucción de la economía de la Hélade? Y en EUA, Jimmy Hoffa le podía haber dado clases de doctorado en corrupción, prácticas mafiosas y amenazas a Elba Esther Gordillo, Fidel Velázquez o a Esparza, líder de los electricistas.
Como consuelo, debemos agradecer que hasta ahora, México no ha producido un político o un líder como Silvio Berlusconi que abiertamente lava dinero para la mafia, ha convertido al Gobierno italiano en un prostíbulo y con todo el cinismo del mundo se ríe de tribunales y ciudadanos, presumiendo de su impunidad y sus extravagancias a costillas del erario, y si nos quejamos de los monopolios en nuestro país, pues veamos que "Il Cavaliere" mantiene su impunidad gracias a que es dueño de las disqueras, televisoras, radiodifusoras e inmobiliarias más importantes del país, de equipos de fútbol y tiene acciones de empresas automovilística, sin él, se cae el país de la bota.
Nuestros medios de comunicación apestan, ¿y qué ocurre en Inglaterra? Diarios como "The Sun" son tan malos como "TV Notas", llenos de chismes y difamaciones, y recientemente tenemos el escándalo de Rupert Murdoch y las escuchas telefónicas y espionaje informático para conseguir noticias, mientras que los saqueos sucedidos en Londres nos muestran la grave crisis social y de valores morales de su sociedad, así como de acatamiento del orden jurídico.
Sin embargo, y pese a todo esto, no quiero que se me interprete con "mal de muchos, consuelo de tontos", eso sería lo más estúpido y estimularía el conformismo, lo que quiero decir es que no somos ni peores ni menos que en otros lados y en muchos países tienen o han tenido los mismos problemas que nosotros; y por supuesto, nos hace falta trabajar en muchos aspectos para lidiar con esos problemas, lo principal sería, por un lado, poner fin a la impunidad: Colombia e Italia hace no mucho vivían una situación similar a la de México; si es cierto que en el país italiano actualmente gobierna alguien presuntamente vinculado con intereses oscuros como es Don Silvio, pero fue gracias a hombres valientes como los Jueces Falcone y Borsellino que en los años 80 se lanzaron a acabar con la influencia y el poder del crimen organizado que lograron reducir su presencia, aunque la vida se les fue en ello, pero primero que nada, buscaron limpiar las instituciones de corrupción y hacerlas más eficientes, como paso previo a lanzarse a la lucha contra la delincuencia, lo mismo ocurrió en Colombia, donde si bien el crimen y la violencia continúan no son lo que fue bajo el dominio de Pablo Escobar a fines de esa misma década. De que se puede superar esta situación, se puede, pero hay que encontrar el modo.
Quizá se necesita un completo cambio del sistema político, la Democracia Representativa no sólo está fallando en México y ha servido para el encumbramiento de una cleptocracia donde gobiernan verdaderos bandidos, tal y como lo he narrado aquí, es un fenómeno que se ha extendido por todo Occidente, y donde no llegan al poder las personas más capaces para ostentar el mando. Se necesita también que haya reales consecuencias y sanciones para aquellos funcionarios que usan sus puestos para sus fines personales, y algo fundamental, que es el segundo aspecto es la educación.
La educación que no sólo se centre en los aspectos técnicos y materiales, muy necesarios sin duda para producir profesionistas capaces, inventores, ideólogos, artistas o técnicos, necesitamos una educación integral que forme personas en sus aspectos morales, sociales y también espirituales, de lo contrario, seguiremos con gente que coloca como primer objeto de su vida el enriquecimiento, el coche de lujo, el ascenso laboral, tener "viejas" como coloquialmente se dice y que hace tan susceptible a los jóvenes de caer en el crimen en la búsqueda de dinero fácil y de placeres rápidos.
Debemos quitarnos de complejos; no somos menos que los demás pueblos, ni tenemos nada que envidiarles, pero sí podemos dar ejemplo, porque los mexicanos tenemos muchas cosas positivas, es sólo de que nos decidamos a cambiar empezando por nosotros mismos, así que seamos más optimistas, ¡¡VIVA MEXICO!!! y ¡¡Felices fiestas patrias!!
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Fuente:
EL MUNDO SEGUN YORCH: 201 AÑOS DE INDEPENDENCIA, UNAS REFLEXIONES
¿Por qué perdimos?
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“México fue la primera nación del Nuevo Mundo durante todo el siglo XVIII; en la misma época en que los Estados Unidos eran un modesto grupo de colonias sin importancia (…) nuestro territorio llegaba por el Norte hasta Alaska y por el Sur hasta Honduras. Nuestro país era centro comercial del mundo (…) había más bibliotecas, más universidades, más imprentas, que en las trece colonias británicas de la orilla del Atlántico (…) Pronto los ingleses, después de fomentar nuestra guerra de Independencia, se apoderaron de la dirección de todos los negocios de los pueblos hispanoamericanos (…) las naciones americanas, surgidas antes de tiempo, fatalmente cayeron en la dispersión. Y peor aún: se dejaron dominar por la propaganda, que las llevaba a renegar de su antigua Metrópoli para aceptar sumisas la penetración anglosajona en lo económico y también en lo espiritual” (José Vasconcelos)
Mapa de México (Nueva España) en 1794, que se exhibe en el Salón Principal de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. Con la incorporación de Luisiana (1764-1803) llegó a alcanzar los 7 millones de Km2, el más extenso territorio del continente, pero la fragmentación de Hispanoamérica tras la independencia provocó la pérdida de la mayor parte del territorio mexicano ante el empuje arrollador de Estados Unidos.
Artículo del jesuita español Baltasar Pérez Argos originalmente titulado “Un luminoso ejemplo de filosofía de la historia aplicado a Hispanoamérica. José Vasconcelos: ¿Por qué perdimos?”, publicado en el sitio web Fundación Speiro.
(NOTA: Hispanoamérica Unida no es un sitio web confesional y no se identifica necesariamente con la postura ideológica o religiosa del autor de este artículo. El objetivo que guía la publicación de diversos materiales en nuestra web es poner de manifiesto y reivindicar la unidad de nuestra América de habla española)
El gran pensador mexicano José Vasconcelos, una de las más altas y señeras figuras de la filosofía hispanoamericana de nuestro tiempo, en un artículo, que bien puede considerarse su testamento espiritual –fue lo último que escribió y publicó- nos dejó un luminoso ejemplo de filosofía de la historia, aplicado a Hispanoamérica. Se pregunta ya desde el título, ¿Por qué perdimos?, y concreta el problema de la siguiente manera:
“¿Cuáles son las causas de que, a principios del siglo XIX, todavía México haya sido el primer país de Hispanoamérica y actualmente los Estados Unidos lo tienen aventajado en forma tan gigantesca?”.
Pregunta las causas, quiere hacer filosofía, filosofía de la historia, de una historia, que hoy precisamente, al conmemorarse el V centenario del descubrimiento y evangelización de América, se ha hecho actualidad. El problema de un modo o de otro se ha planteado, y se le han dado soluciones, soluciones muy peregrinas. Escuchemos la que, con su capacidad y reconocida competencia, nos ofrece el ilustre mexicano José Vasconcelos en este artículo memorable.
Empieza el gran pensador dando por asentado el hecho de que España, en el momento de la independencia, deja a México situado tanto en lo cultural como en lo económico, a una altura inconmensurable con respecto a sus vecinos del Norte, los Estados Unidos, apenas unos ranchos dispersos por el gran continente. Así se expresa Vasconcelos:
“En primer lugar hace falta convencer a los no letrados de que, en efecto, México fue la primera nación del Nuevo Mundo durante todo el siglo XVIII; en la misma época en que los Estados Unidos eran un modesto grupo de colonias sin importancia, ya no digo cultural, ni siquiera comercial”.
Afirmación clara y contundente “para convencer a los no letrados” y a otros “ignorantes” de la historia: “México fue la primera nación del Nuevo Mundo durante todo el siglo XVIII”. La primera nación: ¿En qué consistió su primacía? Nos lo va a comprobar con un testimonio, no precisamente de un español –no sería ni hábil ni eficaz- sino de una personalidad neutral, alemán por más señas, de la categoría científica de un Alejandro Humboldt. Humboldt, en efecto, como todos sabemos, fue por decirlo así el primer periodista científico. Recorre detenidamente todo el continente americano, desde las tierras del norte hasta el Virreinato del Perú, y recoge en más de 30 volúmenes sus experiencias, lo que vio, lo que vivió y observó en tan largo recorrido. De un mérito extraordinario, nosotros, los españoles de hoy, deberíamos conocer mejor lo que escribió para la Historia, aquel periodista. Oigamos a Vasconcelos lo que nos resume en brevísima pincelada:
“Para darse cuenta de lo que México era, basta con recordar el libro de Humboldt, El Ensayo Político sobre la Nueva España. Teníamos entonces mejores carreteras que las norteamericanas; nuestro territorio llegaba por el Norte hasta Alaska y por el Sur hasta Honduras. Nuestro país era centro comercial del mundo. Nuestra marina, aun la construida en astilleros mexicanos, imponía respeto a la americana y estuvo ayudando a contener los asaltos de los bucaneros, que pretendían apoderarse por la fuerza de nuestros puestos. Constituimos en aquel tiempo una de las rutas comerciales más frecuentadas del mundo, por virtud del tráfico de los galeotes de Manila, que estuvieron comunicando el Asia con Europa, durante más de dos siglos. El último viaje de esta empresa de navegación coincidió con la ocupación de Acapulco por los insurgentes de Morelos.
“Desde el punto de vista financiero fue aquella una época en que nuestra moneda era patrón mundial. El valor de la moneda, al fin y al cabo, lo determina el valor del metal que la respalda, ya sea plata u oro. Pero a la vez, para garantizar la posesión de la plata y el oro, hacen falta las escuadras y los ejércitos. Por eso es que la moneda sigue al Imperio. En nuestros buenos tiempos la garantía metálica de nuestra moneda –única sólida- estaba en las Casas de Moneda, que abundaban por el país y todas se hallaban protegidas por el Ejército Colonial y por la Marina española. Actualmente tenemos que garantizar nuestro peso con divisas extranjeras, que son un giro contra depósitos metálicos, que se encuentran en los Estados Unidos, custodiados por el Ejército norteamericano”.
Dibujo de la Ciudad de Veracruz y San Juan de Ulúa en 1615 (autor desconocido). Se le llamaba Ciudad de Tablas debido a que las casas eran de madera con techos de palma.
La descripción de la riqueza material, en que vive México, hecha por Alejandro Humboldt y resumida brevísimamente por Vasconcelos, no puede ser más elocuente. En el libro de Humboldt además se encuentran datos sorprendentes de alto nivel cultural y científico de toda la América española. Recordemos este gran elogio: “Ninguna ciudad del Nuevo Continente, sin exceptuar las de los Estados Unidos del norte, presentan establecimientos científicos tan grandiosos y sólidos como la capital de México. Me bastaría citar la Escuela de Minas, dirigida por el sabio Elhuyar, el Jardín Botánico y la Academia de Nobles Artes, fundada por personas particulares con la protección del ministro Gálvez. El Rey dotó a esta última de una espaciosa casa y de una colección de modelos de yeso, de obras maestras de la antigüedad clásica, como el Apolo de Belvedere o el grupo de Lacoonte, valuada en cerca de 800.000 reales” (Nueva España, I, 112; II, 46). De su estancia en Venezuela –para no quedarnos sólo en México- nos refiere la sorpresa que le causó encontrar en la población del interior, Calabozo, una máquina eléctrica de grandes discos, electróforos, electrómetros, baterías, un material casi tan completo como el que poseen nuestros físicos en Europa, construidos por el señor Carlos del Pozo. Y en Lima, a una distancia inmensa de Europa, le mostraron las últimas novedades en química, en matemáticas y en fisiología” (Nueva España, I, 290).
Vasconcelos también hace referencia en su artículo al nivel cultural y científico, que alcanzó México bajo la dominación española, y que se consolidó al llegar a su independencia. Su afirmación concisa es muy de notar, más en este tiempo, en que sólo mirar al África descolonizada produce escalofríos. La afirmación es breve, pero sorprendente:
“Culturalmente también es de sobra conocido que en nuestro país había más bibliotecas, más universidades, más imprentas, que en las trece colonias británicas de la orilla del Atlántico”.
Más bibliotecas, más universidades e imprentas que en las trece colonias británicas de la orilla del Atlántico. Con la famosa Universidad de San Marcos de Lima, nada menos que 19 ciudades de Hispanoamérica gozaron de otras tantas o más universidades repartidas por aquellos vastos territorios de México y de Perú. ¿Cuántas universidades se han levantado después con más medios y más facilidades sin duda en África y en Asia por otros pueblos colonizadores? No se puede negar sólo con este dato, que la obra cultural de España en América, aun prescindiendo de su aspecto evangelizador, fue enorme. Con razón León XIII, al celebrarse el IV Centenario del descubrimiento, escribió: “La obra de España en América fue el hecho, de por sí, más grande y maravilloso entre los hechos humanos”. “Entre los hechos humanos” porque en cuanto a la evangelización, no hay ni que hablar. La evangelización esto sí que fue maravilloso. Un verdadero milagro de la divina Providencia. No hay más que ver que ahora con tanta “teología de la liberación”, con tanta “inculturación”, no saben qué hacer para seguir los pasos de aquellos evangelizadores y al menos contener la descristianización creciente de aquel inmenso continente católico. El Obispo de Cuernavaca, el famoso Méndez Arceo, me decía en su Palacio episcopal, sede que fue de Hernán Cortés: “Mire, padre, la fe que España nos dejó en México; a pesar de siglo y medio de persecución sistemática contra la Iglesia católica. Mire la fe tan arraigada que tiene este pueblo”. Textual.
Pues bien, ante este panorama de extraordinaria prosperidad se pregunta Vasconcelos y con toda razón: ¿Por qué perdimos? ¿Por qué nos encontramos ahora, siglo y medio después de nuestra independencia, en esta situación, tan contraria de la que partimos? Ellos, los americanos del norte, entonces un “modesto grupo de colonias”; y nosotros, los mexicanos, financiera y culturalmente muy por encima de ellos. México “la primera nación del nuevo mundo durante todo el siglo XVIII”. ¿Y ahora? ¿Qué ha ocurrido? La pregunta se impone y no puede ser más interesante, desde el punto de vista de la filosofía de la historia. Hoy, con ocasión del V Centenario se ha suscitado de nuevo el problema y con más virulencia que nunca por una poderosa razón: por la situación de injusticia social y de miseria, que vive hoy Hispanoamérica, tan floreciente entonces y tan domeñada hoy por el vecino del norte. ¿Dónde está la causa o las causas de esta pérdida? He aquí lo que plantea y a lo que noblemente quiere responder Vasconcelos en este artículo, que desgraciadamente dejó sin concluir. Lo que dice no tiene desperdicio. Veámoslo.
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El artículo de Vasconcelos, cuyas partes principales transcribimos, apareció en la revista Latinoamérica, en su número 116, de septiembre de 1958. Sólo se publicó la primera parte, no la segunda que prometía ser la más interesante. ¿Por qué sólo la primera parte? La revista se editaba en México D.F. desde su fundación. Pero a fines de 1958 se trasladó a La Habana, con la esperanza de que en la Cuba de Fidel Castro mejoraría su situación económica y tendría mayor tirada que en México, donde por la falta de libertad de imprenta a las que estaban sometidas las editoriales católicas al tener el gobierno mexicano en su mano el monopolio y el control del papel, la revista llevaba una vida lánguida. Urgía salir de Caribdis, pro se encontraron con Escila. Efectivamente, se empezó a publicar en la Habana, pero pronto se frustraron las esperanzas. La revista dejó de salir y el artículo de Vasconcelos quedó truncado a la mitad. Además el gran pensador mexicano moría poco después en México D.F. su querida patria en abril de 1959. Tuve el honor y la satisfacción de asistir a su sepelio y contemplar la alta estima que hacía de él el pueblo mexicano con marcado carácter católico y patriótico.
A la pregunta, que encabeza su artículo, ¿Por qué perdimos? responde Vasconcelos, indagando sus causas, causas de orden político, de orden geográfico, de orden social y religioso, que evidentemente pudieron influir e influyeron en esa pérdida.
Real Casa de la Moneda de México, obra del arquitecto Juan Peinado, construida en el siglo XVIII. Hoy es el Museo Nacional de las Culturas.
Causas políticas
Vasconcelos fundamenta su análisis político en esta tesis: la guerra de la independencia fue para los Estados Unidos la razón y el comienzo de la unión de las colonias y la participación de las mismas en el proceso ascendente de la Madre Patria, Inglaterra, y su influjo en el mundo; mientras que para nosotros, los hispanos, la guerra de la independencia fue causa de la disgregación nacional y de la participación de nuestros pueblos en la derrota y declive del imperio español. Oigamos a Vasconcelos:
“Para analizar las causas de orden político habría que trasladarse a la guerra de la independencia, que fue para los Estados Unidos comienzo de unión de las colonias y participación de ellas en el ascenso que tuvo en el mundo la Madre Patria, Inglaterra.
Para nosotros la independencia fue disgregación nacional y participación en la derrota de España; cuyo imperio, al perder la Marina, se quedó sin medios de protegernos de la codicia extranjera; nos dejó entregados a nuestros propios recursos y obligados a transar con el enemigo exterior, que era Inglaterra”.
Sobre el principio de que la guerra de la independencia fue causa de la disgregación nacional, Vasconcelos apunta a una razón más profunda que lo explica, “la codicia extranjera”; codicia extranjera que tiene un origen y una cabeza, que con habilidad va a dirigir toda la trama, Inglaterra. No duda en calificar a este conjunto de “el enemigo exterior”.
La afirmación que nos va a hacer ahora Vasconcelos es para tomar muy buena nota de ella, tanto los hispanos de aquí, como los hispanos de allí:
“Pronto los ingleses, después de fomentar nuestra guerra de Independencia, se apoderaron de la dirección de todos los negocios de los pueblos hispanoamericanos, a través de la Banca Internacional y de la Marina Comercial inglesas”.
He aquí el virus, el virus que explica los síntomas de la continua convulsión social que padecen los pueblos hispanoamericanos desde su independencia, a saber el virus del capitalismo liberal manchesteriano. La dirección de los negocios, la Banca Internacional, la Marina Comercial inglesa en manos de los ingleses, no de los nativos. Qué clarividencia la de Vasconcelos. Le resulta este análisis tan evidente, que más adelante insiste sobre lo mismo en un párrafo genial, que hay que leer con todo cuidado. Dice así:
“Por entonces las naciones americanas, surgidas antes de tiempo, fatalmente cayeron en la dispersión. Y peor aún: se dejaron dominar por la propaganda, que las llevaba a renegar de su antigua Metrópoli para aceptar sumisas la penetración anglosajona en lo económico y también en lo espiritual, mediante un liberalismo, que nos distraía con la lucha religiosa, mientras acaparaba la dirección y el usufructo de los recursos nacionales”.
¿Lo peor? Lo peor según Vasconcelos, haberse “dejado dominar las naciones de Hispanoamérica por la propaganda, que las llevaba a renegar de su antigua Metrópoli para aceptar sumisas la penetración anglosajona en lo económico y también en lo espiritual”. Esto es hacer filosofía de la historia, aplicada al caso concreto de Hispanoamérica. El origen del mal aquí está, se les ha querido arrancar de sus raíces, materiales y espirituales.
En el arte de “la propaganda” y en particular de la “leyenda negra” no cabe duda de que “el enemigo, ese enemigo extranjero” ha sido y sigue siendo maestro. Se ha podido comprobar ahora en tantos escritos, reuniones y conferencias que han tenido lugar con ocasión del V Centenario, tanto es así que, intuyéndolo desde su alta jerarquía de Vicario de Cristo, el mismo Sumo Pontífice Juan Pablo II quiso adelantarse y empeñó su altísima autoridad espiritual en deshacer esa propaganda y esa leyenda negra agradeciendo a España públicamente ante todos los obispos y todos los pueblos del continente americano, su ingente obra de evangelización y de cultura en Hispanoamérica,
Era acertada la estrategia. Renegando de la Madre Patria, la antigua Metrópoli, y aceptando sumisas la penetración anglosajona, se dejaba “abierto el camino –nos dice Vasconcelos- a una fácil y profunda penetración del enemigo exterior” en las naciones americanas, surgidas antes de tiempo. De esto se libró el Brasil: de “esto”, que Vasconcelos califica con palabra fuerte “premarxismo del odio interno”. Muy fuerte y expresiva palabra. Dice así:
“Tan sólo Brasil logró escapar a este premarxismo del odio interno y en vez de pelear con su Metrópoli a la hora de la angustia común, al contrario, le abrió sus puertas y aplazó su independencia hasta poder realizarla por medio de Tratados y Convenciones favorables al interés común… Pero entre nosotros, la penetración extraña había sido profunda, como no tardó en demostrarlo el éxito que obtuvo Poinsett atrayendo hacia sí y a su programa imperialista, toda una generación de gente capaz, que insensiblemente fue derivando hacia la cooperación con los planes anglosajones de destruir todo lo hispánico en beneficio de la nueva situación, que prometía crear hombres libres y acabó convirtiéndonos en factorías, ya que ni siquiera como antes, en las colonias”.
Patio principal de la Academia de San Carlos, fundada en 1781. Fue la primera escuela de arte en América y desde su creación ha sido el centro medular de la creación artística en el continente, particularmente durante los siglos XVIII y XIX, al constituirse como el semillero de grandes talentos en el mundo del arte.
Penetración extraña y profunda, la penetración anglosajona; que se concreta en el “éxito que obtiene el Programa Imperialista de Poinsett”. Programa que propone nada menos que “la cooperación con los planes anglosajones de destruir todo lo hispánico en beneficio de la nueva situación”. ¿Cuál es esa nueva situación? No se expresa pero claramente se deduce: el imperialismo anglosajón, que de una manera o de otra, aún perdura. Todo esto, aliñado con la añagaza de siempre, la promesa de libertad, de “crear hombres libres”. Como si la libertad fundamental no fuera un “don preciosísimo, innato al hombre”; que recibimos de Dios; que no hay que crear, sino potenciar regulándolo y sometiéndolo a la ley natural, como tan profundamente nos explica León XIII en su enclítica Libertas.
Vasconcelos resume y concluye así el análisis de las causas políticas, que han influido tan decididamente en la pérdida del alto nivel cultural y material que poseía México en el momento de su independencia, y en el “desfase histórico”, que ahora vive con relación al gran vecino del Norte. Dice así Vasconcelos, con una agudeza que sorprende por su acierto:
“Inglaterra se apoderó de nuestro comercio de nuestra minería; y todas las pequeñas naciones sueltas se dejaron llevar a la patriotería, que engendra el culto del Caudillaje. Aquello tenía que conducir al fracaso. Una a una, nuestras naciones fueron cayendo en la sumisión; que primero se impuso con rudeza y ahora se ejercita dentro de las formas de la más exquisita cortesía, en la Panamericana de Washington”.
Por último se consuela Vasconcelos al ver que su análisis de las causas políticas, por las que los pueblos hispanoamericanos “perdieron” su grandeza, lo intuyó también Bolívar, “aquel genio”; lo que constituye un germen de esperanza, o como él dice con más exactitud, “las bases para que alguna vez conquistemos de verdad la autonomía”. Hispanoamérica no tiene otro camino para la recuperación de su identidad. Oigamos una vez más a Vasconcelos:
“Bolívar, que era un verdadero genio, se dio cuenta de todo esto. Por eso murió decepcionado, pero reconociendo lo inevitable y aconsejando que se pusieran las bases para que alguna vez conquistásemos de verdad la autonomía”.
Causas orográficas
Poco espacio le queda en su artículo para el análisis de las causas orográficas, como él las llama. Sin embargo, en tan poco espacio es mucho lo que dice. Empieza por asentar el valor de lo que con orgullo denomina “nuestra raza mestiza”, no es otra que la que allí sembró España, llevada de su instinto cristiano y evangelizador; instinto nada racista. Un auténtico cristiano no puede serlo. Esto supuesto, es evidente, dice Vasconcelos que “entre lo que fuimos y lo que somos hay un abismo”; no ya entre lo que tuvimos y lo que tenemos. El problema que analizamos es más hondo, toca al ser, no sólo al tener. Pues bien, presentado así el problema, se le han buscado también soluciones. Nos dice Vasconcelos:
“Se ha adoptado la explicación más fácil, porque es la de la prueba más difícil. Se ha atribuido a nuestra raza mestiza el origen del fracaso. Por eso en los países del norte se evitó el mestizaje”.
Nada de eso, responde Vasconcelos. Ni el mestizaje se evitó en los países del Norte por esa razón de evitar el fracaso sino por razones de tipo racista; ni el mestizaje fue origen del fracaso, ni mucho menos. El mestizaje, en efecto, ha sido siempre fecundo en la historia, como es fácil comprobar:
“Los pensadores de hoy que han logrado investigar a fondo el problema racial, se inclinan más bien a hacerlo a un lado, puesto que el mestizaje ha sido fecundo en la historia. Grecia es el primer caso de mezcla de sangres nórdicas con razas orientales y España misma, la de la Reconquista, era una mezcla fecunda de las mejores razas europeas con semitas y africanos”.
No, “nuestra raza mestiza”. Todo lo contrario. Hay otras causas: “El panorama moderno de la sociología nos revela causas más profundas que las étnicas”. Entre esas causas, la orografía: “Serranías y montañas nunca han sido morada ni base de un pueblo importante, mucho menos de un Imperio. La montaña es enemiga del hombre”. Así nos lo explica Vasconcelos:
“Quien quiera que contemple el Mapa Mundi habrá de darse cuenta de que aquellas regiones manchadas de oscuro, que representan serranías y montañas, nunca han sido morada ni base de un pueblo importante, mucho menos de un Imperio. La montaña es enemiga del hombre. La civilización se desarrolla en las llanuras, a orillas de los ríos y sobre los puertos de mar. Atenas tenía cerca el Epiro, Roma estaba próxima al mar y lo mismo puede decirse de Londres y de París, de Nueva York y Buenos Aires. Egipto no se desarrolla sino hasta que se acerca a la delta del Nilo para ver que lo superan los fenicios, que se atrevieron a lanzar flotas al mar”.
Pues bien, hemos de reconocer que “a nosotros nos faltó –prosigue Vasconcelos- un gran centro marítimo; nuestras provincias, repartidas en nudos montañosos, se mantuvieron alejadas del mundo por el desierto y la lejanía, influyendo aún en nuestro temperamento, que se ha vuelto reservado y particularista”. Hay que reconocer esta realidad. Pero, ¿esta realidad, esta cause orográfica, la montaña enemiga del hombre influyó en nuestra decadencia? Nos sorprende Vasconcelos con su respuesta, con lo que deja la puerta abierta, por contraste, a una reflexión más profunda. En efecto, ante la premisa que ha planteado, sorprende la conclusión que saca. Dice así:
“Sin embargo las montañas no nos impidieron ser nación mundial, cuando formábamos parte del poderío de España. Ahora nuestro futuro depende de que llegue a bombearse hacia el altiplano el agua del mar, previamente purificada para usos agrícolas”.
Extraña conclusión, repito. Si la montaña es enemiga del hombre, si la civilización de desarrolla en la llanuras, ¿por qué con España no? ¿Por qué “las montañas no nos impidieron ser nación mundial, cuando formábamos parte del poderío de España”? ¿Estará la explicación en una reflexión más profunda, que se esconde en las últimas palabras, que a continuación escribe Vasconcelos y con las que pone punto final a su artículo? Dicen así:
“Pero esto no modifica la defensa que hace de nuestra raza, en alguna ocasión memorable para mí”
Retrato de Carlos Sigüenza y Góngora (1689), por autor desconocido (Biblioteca Nacional de Madrid). Nacido en Ciudad de México en 1645, este científico, historiador y literato fue contemporáneo de Newton y Leibniz e introdujo el método experimental en Nueva España.
“Nuestra raza mestiza”. Aquí está en definitiva la explicación, en “nuestra raza”, la “raza mestiza” que en ocasión para él memorable defendió. Esa “nuestra raza” la lleva en el corazón y en ella encuentra el secreto de la grandeza de su patria.
La raza mestiza, la raza que allí sembró España. Esa raza mestiza –nótese bien- estaba impregnada de catolicismo, en un grado verdaderamente admirable y hoy hasta incomprensible. El mestizaje fue exactamente lo contrario del racismo; tiene su origen y su explicación en la visión católica del hombre. Aquí está –nos dice Vasconcelos- la raíz profunda de donde brotó la grandeza de los pueblos de Hispanoamérica: “nuestra raza”. Quitada, arrancada esta raíz, lo más contrario al racismo, es lógico, es obligado, que el árbol, por frondoso que sea, se seque.
Detengámonos aquí. Desde esta óptica, sólo desde esta óptica se puede valorarlo que suponía para Vasconcelos el hecho de que los pueblos hispanoamericanos se dejaron dominar por una propaganda que les llevaba a renegar de su antigua Metrópoli para aceptar sumisos la penetración anglosajona en lo económico y en lo espiritual; y “cooperar con los planes anglosajones de destrucción de todo lo hispánico en beneficio de la nueva situación”. Era arrancar la raíz misma que dio origen a “nuestra raza”, cuya defensa hizo, en ocasión memorable para él, y seguía haciéndola.
Causas sociales y religiosas
Lástima que se interrumpiera aquí definitivamente la publicación del artículo y nos privara de sus reflexiones sobre las causas sociales y religiosas, sin duda las más interesantes y decisivas.
Decía Donoso que detrás o en el fondo de todo acontecimiento político hay un acontecimiento religioso y desde luego social. Esto nos da esperanza, , porque de lo que nos acaba de decir Vasconcelos sobre las causas políticas que más han influido en la decadencia y desfase histórico de Hispanoamérica, podemos con fundamento deducir algo de lo que nos hubiera dicho sobre las causas sociales y religiosas de esa decadencia. Las causas políticas derivan y se apoyan en las causas sociales y religiosas.
Cuando Vasconcelos nos dice que la causa política más decisiva fue “la penetración anglosajona en lo económico y en lo espiritual, mediante un liberalismo que, por un lado, nos distraía con la lucha religiosa, mientras, por otro, acaparaba la dirección y el usufructo de los recursos nacionales”; clarísimamente nos está diciendo que la causa social y religiosa, no podía ser otra que el capitalismo en lo social y el liberalismo en lo religioso.
Más adelante insiste en señalar como causa política de esa pérdida, la aceptación del “Programa Imperialista que empujó al pueblo hacia la cooperación con los planes anglosajones y la destrucción de todo lo hispano en beneficio de la nueva situación” con la promesa de “crear hombres libres”; con lo que nos está señalando también clarísimamente cuáles son las causas sociales y religiosas, el capitalismo –fomentado y dirigido desde el vecino del Norte- y el liberalismo, concentrado en una persecución religiosa larvada y camuflada, bajo la etiqueta de “destruir todo lo hispánico en beneficio de la nueva situación” y “renegar de la antigua Metrópoli”.
“Destruir todo lo hispánico”, ¿qué puede significar esto? Si por algo se caracteriza “lo hispánico”, a fuer de católico, es precisamente por esto, por ser todo lo contrario del capitalismo (en el sentido peyorativo de la palabra) y del liberalismo. Y la razón es clara. El liberalismo tiene su origen en J.J. Rousseau; y desde luego Rousseau es su modelo más conocido e influyente. Y el capitalismo moderno tiene su origen en la concepción calvinista de la salvación. Nada más lejos, ambas cosas, de la concepción católica de la economía y de la política y, por consiguiente, de lo “hispánico”. Destruir lo hispánico a beneficio de la nueva situación es simplemente destruir lo católico. Ahora se comprende el profundo significado social y religioso de esa frase incorporada al programa imperialista de Poinsett.
Liberalismo y capitalismo moderno o capitalismo liberal: he aquí las causas, he aquí el enemigo. No busquemos más. Agradezcamos al gran pensador mexicano su gallardía y sinceridad al enfrentarse tan abiertamente al problema y llamar a cada cosa por su nombre. ¿Le haremos caso? ¿Le harán caso los pueblos hispanos? Una garantía valiosísima de acierto en este análisis de Vasconcelos es su coincidencia total, verdaderamente notable, por caminos “a posteriori”, con la doctrina social y política de la Iglesia; la que los Sumos Pontífices no dejan de enseñarnos por caminos “a priori” una y otra vez y el Vaticano II recoge en la Constitución Gauduim et spes sobre la Iglesia en el mundo de hoy.
Terminemos con la palabra esperanzada de Vasconcelos, al mismo tiempo consigna y canto a lo que debió ser y no fue la independencia de Hispanoamérica:
“Bolívar, que era un verdadero genio, se dio cuenta de todo esto; por eso murió decepcionado, pero reconociendo lo inevitable y aconsejando que se pusieran las bases para que alguna vez conquistásemos de verdad la autonomía”.
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Fuente:
¿Por qué perdimos? | Hispanoamérica Unida
Última edición por Mexispano; 22/01/2016 a las 04:27
Una nota que apareció con motivo de la Cumbre Iberoamericana,celebrada en 2014 y con Felipe VI ya como Rey de España.
Mucho de lo que se expone en este artículo hará enojar a más de uno.
Felipe VI en la fortaleza de San Juan de Ulúa o 300 años esperando a un rey
9 dic 2014
El Rey Felipe VI no quiso marcharse de Veracruz, donde hoy concluyó la XXIV Cumbre Iberoamericana, sin conocer la fortaleza de San Juan de Ulúa, que Felipe II mandó construir en el siglo XVI y a la que el actual monarca español se desplazó tras la clausura del encuentro.
"Son 300 años esperando a un rey, aquí siempre nos mandaban virreyes", le comentó muy expresivamente la directora del Instituto Nacional de Arqueología e Historia (INAH), María Teresa Franco, al trasladarle la alegría que suponía para los veracruzanos que el jefe del Estado español hubiera decidido conocer el enclave.
La directora del ahora Museo Fuerte San Juan de Ulúa, Sara Sanz Molina, nieta de un republicano español exiliado a México en 1939, recordaba que el padre del monarca, Juan Carlos I, ya estuvo en Veracruz, pero no tuvo oportunidad de acercarse hasta la fortaleza.
Por esta razón, explicó visiblemente emocionada, para los veracruzanos "es un honor que pueda visitar este monumento histórico tan importante del patrimonio que nosotros heredamos de la colonia española cuando éramos virreinato de Nueva España".
La intensa lluvia que cayó durante toda la mañana sobre la ciudad costera sede de la cumbre hizo pensar hasta el último momento que la visita del Rey, no anunciada oficialmente, iba a suspenderse, pero finalmente el aguacero cesó y pudo pasear por los muros y patios encharcados del recinto amurallado, bajo un brillante cielo gris.
Felipe VI no se quitó la guayabera que ha lucido en las dos jornadas de la cumbre iberoamericana, la misma prenda que vestía la mayoría de sus acompañantes, un nutrido grupo encabezado por el ministro español de Exteriores, José Manuel García-Margallo.
La comitiva de guayaberas blancas contrastaba con el color rojo de la chaqueta de la directora del INAH y también con el silencio que reinaba en el fuerte antes de la llegada de los españoles, a esa hora casi vacío de turistas pese a que se trata del museo más visitado de Veracruz, con 240.000 personas al año.
Su construcción, en piedra de coral, comenzó en 1535, sobre una isla cuyas características permitían fondear a las embarcaciones que llegaban desde España o partían hacia Europa y protegerlas de los ataques piratas dentro del sistema defensivo de murallas y baluartes del Virreinato de Nueva España.
La fortaleza comenzó a erigirse como muralla costera defensiva y experimentó ampliaciones que no concluyeron hasta tres siglos más tarde, con una guarnición que llegó a albergar un millar de soldados.
Hoy día se pueden apreciar sus distintos espacios, el llamado "muro de las argollas", donde se amarraban los galeones, la Plaza de Armas y la cárcel, ya que como muchas otras fortalezas americanas fue utilizada como prisión, especialmente temida por los opositores durante la dictadura de Porfirio Díaz.
El Rey cruzó los distintos puentes bajo los que pasan las aguas del puerto de Veracruz y que dan acceso a la fortaleza mientras recibía explicaciones sobre su historia, cargada de significado, y alguno de los pocos turistas del lugar se llevaba la sorpresa de encontrarse con un verdadero Rey de España en un fuerte español.
Porque San Juan de Ulúa, erigida en el siglo XVI para proteger Veracruz también pasó a la historia porque el 23 de noviembre de 1825 fue la última guarnición española en capitular, en la consumación de la independencia de México.
De allí salieron las últimas tropas españolas expulsadas por los mexicanos y de allí partió hoy Felipe VI rumbo al aeropuerto para regresar a Madrid, tras recibir el agradecimiento de los mexicanos contemporáneos, en un todoterreno blanco con la bandera de España.
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Fuente:
Felipe VI en la fortaleza de San Juan de Ulúa o 300 años esperando a un rey
Última edición por Mexispano; 22/01/2016 a las 04:51
Isidro Barradas:
[Entrevista a J.R. de Gordejuela]
¿Quién fue Isidro Barradas?
Barradas es un hombre que en 1802, y tras dedicarse al comercio del cacao en América, se alista como soldado distinguido, un cuerpo similar al ejército y en el que se enrolaba gente con cierto poder económico aunque la tropa tuviera un régimen distinto al tradicional. Ese mismo año consigue rechazar el ataque de una fragata inglesa mientras continúa en las milicias provinciales, la misma en la que estuvo Simón Bolívar o el padre de Miranda. En 1810, al estallar la guerra, Barradas como la mayoría de los canarios se pone al lado del Rey y asciende por méritos propios. Incluso se le propone para la Laureada. Tras este proceso, y con la capitulación de Maracaibo en 1823, resulta herido de gravedad y es trasladado a Cuba donde en vez de reincorporarse al ejército de Venezuela se le envía a la península para recibir un encargo importantísimo: ser mensajero del final del Trienio Liberal y de la nueva del absolutismo de Fernando VII a las autoridades cubanas. Cuenta para esta tarea con el apoyo de Monteverde y Morales, y se traslada a La Habana para informar a las autoridades de la instauración del régimen absolutista. Barradas hace ocho viajes de ida y vuelta a la península, en los que se le ocurre la idea de ofrecer a Fernando VII un regimiento formado por canarios para enviar a Cuba al sospechar que las isla está en peligro porque opera en su interior una quinta columna liberal que podría poner en riesgo la estabilidad de la colonia.
¿Cómo resulta este reclutamiento de canarios?
La leva que organiza no alcanza los mínimos exigibles para mandar jóvenes a Cuba, lo que le obliga a reclutar vagos y maleantes pero tampoco es suficiente, por lo que se establece una leva obligatoria entre las milicias cívicas tinerfeñas que genera un enorme malestar en la población por su brutalidad. Una vez conseguidos los hombres, estos son enviados a Cuba donde el capitán general decide disolverla e incorporar esa tropa en distintas unidades. El sueño de Barradas se desvanece, aunque se le nombra gobernador de Santiago de Cuba, plaza en la que tiene un conflicto con los comerciantes porque tiene una visión de hacer política que choca con las élites militares y comerciales santiagueras. Eso obliga a su sustitución y que regrese a la península donde es ascendido a coronel y se le da un regimiento que, en teoría, será base de la expedición de reconquistar México. Es en estos años cuando se le encarga la enorme misión de reconquistar ese país, el más grande de toda la América hispana, ya que incluía California, Ohio, Texas y Guatemala, y contaba con la población de seis millones de habitantes reconocidos.
¿Surgen problemas en la expedición?
A la hora de organizarla en Cuba se encuentra con infinidad de problemas aunque en cuarenta días consigue sacar adelante la expedición al reunir a unos 3.600 hombres que parten de La Habana y desembarcan en Tampico, en el actual estado de Tamaulipas. La expedición está dirigida desde el punto de vista marítimo por Angel Laborde y toma tierra en julio en un lugar inhóspito que los obliga a caminar por arenas sueltas y bajo un sol de justicia. Si a esto sumamos que Barradas, que desconfía de la marina, no deja un depósito de comestibles ni armas en los barcos, imagínese a una tropa extremadamente cargada. Sin embargo, logra tomar Tampico, así como son un éxito todas las acciones bélicas que libra, aunque su expedición contó con un enemigo imprevisto: la fiebre amarilla que acaba con la mayoría de sus hombres. Además, y en contra de lo que pensaba, apenas recibe el respaldo de la población civil mexicana.
¿Cuánto dura la campaña?
La campaña dura tres meses. Y a pesar de su brevedad es de una gran trascendencia sobre todo para México porque es la confirmación de su independencia. Hay que tener en cuenta que México se emancipa de España de manera pacífica y la invasión de la expedición de Barradas es la prueba de fuego para los mexicanos de si quieren o no ser independientes de España. México sí quiere ser independiente y se bate con arrojo. Al mando de las tropas mexicanas se encuentra el general Antonio López de Santa Anna, quien años más tarde se haría famoso al comandar a las tropas mexicanas en la toma de El Alamo, Texas, y que se convertirá en el caudillo mexicano del segundo cuarto del siglo XIX. El 9 de septiembre, las tropas mexicanas logran recuparar parte de Tampico y alcanzan un acuerdo con el cuerpo expedicionario español para que se retiren. El 16 del mismo mes tiene lugar la mayor de las batallas en la entrada del puerto de la ciudad. En una sola noche, los mexicanos envían once asaltos a bayoneta calada que son rechazados por los españoles pero al final Barradas cede ante Santa Anna, quien le ofrece unas condiciones de capitulación inaceptables. No obstante, Barradas las acata porque entiende que no recibirá refuerzos de España pero consigue que no se le retiren los sables a los oficiales aunque las tropas mexicanas sí que se harán con las banderas que portaba su expedición.
La expedición es un fracaso ¿por qué Barradas cae en desgracia en España?
El problema es que al capitular y comunicar a La Habana que sus hombres están cayendo como moscas, decide fletar varios barcos para recoger a lo que queda de su tropa y proporcionarles alimentos y medicinas. El caso es que lo acusan de alta traición cuando realiza esta operación pero en Nueva Orleans, así como que capitulara la plaza de Tampico. Barradas se entera además de que en Cuba se le espera para someterlo a un juicio sumarísimo en el que podría resultar condenado a muerte, y se refugia en Francia con la idea de pasar la frontera y explicarle personalmente a Fernando VII las razones de su fracaso mexicano. Sin embargo, no se le permite entrar en España y esta situación se prolonga hasta 1834, año en el que fallece. Su etapa en Francia es muy penosa porque se le niega su condición de general y debe subsistir rozando la miseria. Cuando en 1833 se inicia la Guerra Carlista, el pretendiente al trono Carlos Isidro de Borbón, le ofrece a Barradas el cargo de general de sus ejércitos pero éste lo rechaza porque ha jurado fidelidad a la niña Isabel, lo que significa que a pesar de todos los desprecios que padeció, continuó siendo fiel a Fernando VII y cuando falleció a su heredera.
¿Cómo definiría a Barradas?
Es un personaje que encaja perfectamente con la sensibilidad romántica de la época. No sólo por su carácter sino también por su devenir histórico. Barradas es un hombre de una lealtad inquebrantable.
Es una figura muy desconocida en España, ¿por qué?
Porque sufrió el peor castigo: la difamación. Los mexicanos consideran la campaña de Tampico un éxito militar porque el gran ejército español es derrotado mientras que en España, que consideraba al ejército mexicano una panda de desarrapados, es una vergüenza. Al final, Barradas es un personaje incómodo porque si declara cuáles han sido las razones de su fracaso mexicano habrían quedado en muy mala posición las autoridades cubana y de la metrópolis.
¿Pero no se percató que esta expedición era una locura, que su resultado final sería un desastre?
Se presta a ello por una cuestión de fidelidad absoluta. El problema es que se cuestiona su capacidad militar, y si bien no fue un gran estratega, casi todas las fuentes coinciden en que sí hubiera sido un buen segundo jefe.
¿En su trabajo pretende recuperar su figura?
La idea era esa, recuperar a un personaje de gran calado porque en México la batalla de Tampico es un hecho histório importantísimo. Es fiesta en todo el estado de Tamaulipas y en su tiempo incluso fiesta en toda la República. El senado de Tamaulipas pretende ahora que vuelva a declararse como fiesta nacional.
¿En España no se conoce apenas a Barradas?
En México sí que se le conoce. Cabe destacar, además que un personaje de la expedición, y que actuó como comisario político, fue Eugenio de Aviraneta -antepasado del escritor vasco Pío Baroja, a quien inspiró sus Memorias de un hombre de acción- no deja en buen lugar a Barradas. En sus escritos, Aviraneta lo acusa de cobarde, de alguien que lloraba por los rincones; de persona poco hábil y de escaso conocimiento, así como de carácter arrogante y violento. Pero hay que tener en cuenta que si bien Aviraneta es muy exacto en la descripción de los acontecimientos e incluso de algunas nimiedades, en sus informes sólo vuelca sus virtudes. Tuve la suerte de descubrir documentos inéditos sobre el caso, como el juicio sumarísimo que se le hizo en Cuba a Barradas y en el que declararon todos los oficiales que estuvieron en la campaña. Y cada uno cuenta su visión de aquellos hechos.
Gracias a sus conocimientos en este y otros temas mexicanos ha logrado que España recupere las banderas que perdieron en Tampico
Al celebrarse este año el bicentenario de independencia de México, ya que en América se considera el 16 de septiembre de 1810 el inicio de la independencia con el grito de Dolores del cura Hidalgo, el Museo del Ejército disponía en sus vitrinas de las dos primeras banderas del ejército insurgente que fueron capturadas por España. México reclamaba esas banderas y surgió el debate de si España debía de devolverlas. Y si las devolvía que fuera a cambio de algo. Tuve entonces la oportunidad de hablar con el agregado cultural de la Embabajada de México en España y sugerirle que ellos entregaran las últimas banderas españolas que ondearon en tierras americanas, que fueron las de Barradas. Y en la primavera de este año [2010], en Santillana del Mar, el presidente Calderón y Zapatero en un acto muy colorista hicieron el intercambio de banderas en el que el Gobierno español donó una de las insignias insurgentes y el mexicano las dos de Barradas, que se expondrán en el Museo del Ejército, instalado hoy en el antiguo Alcázar de Toledo.
Es inevitable que le plantee esta pregunta al ser usted vasco ¿Bolívar era realmente descendiente de vascos?
Es una pregunta que me cuesta responder porque Bolívar tuvo muchos antepasados, entre ellos canarios. Un historiador venezolano ha encontrado que desde 1814 se menciona a Bolívar como descendiente de origen vasco pero lo que sí tenemos claro hoy día es que pertenecía a una familia mantuana.
Siempre me he preguntado por qué un personaje como Francisco de Miranda no ha trascendido con igual fuerza que Bolívar.
El origen de Miranda no es mantuano, es hijo de un canario que se ve humillado y vejado por la oligarquía mantuana. A pesar de su formación académica no pertenecía a este grupo y sus ideas resultaban demasiado radicales para el gusto de esa oligarquía muy instruida pero de lectura, la verdad, adaptada a su realidad: todos los ciudadanos son iguales sempre y cuando sean varones y con ingresos. En el momento que Miranda pone en solfa esa idea y considera a los pardos igual que a los blancos mantuanos brota la polémica. Se acusa a Bolívar de permitir que Miranda fuera encarcelado y enviado a España.
Como historiador, ¿es realmente tan importante la presencia canaria y vasca en la independencia de las colonias americanas?
La presencia canaria en Venezuela es importantísima numéricamente pero escasa en protagonismo de las élites. El canario va a ser maltratado en la capitanía general de Venezuela en comparación a los vascos. La mayor parte de los vascos tienen algo de formación -saben leer, escribir y las cuatro cuentas- resultado de una política municipal de fundación de escuelas para la formación de sus estudiantes con el objetivo de enviarlos a la Corte o a América. Hay que tener en cuenta que la primera fundación de educación privada con capital indiano en el País Vasco data del siglo XVI mientras que en Canarias no sa hace lo mismo hasta el siglo XX. En el País Vasco hay una política de estrategias de colocación. De todas formas, vascos y canarios combatieron en un lado y en el otro durante las guerras de independencia aunque la mayor parte de los canarios y vascos estuvieron del lado realista.
¿Entiende estas guerras de emancipación como una guerra civil?
En el caso de Venezuela sí pero en el mexicano no porque es el único país que consigue la independencia sin guerra al sofocarse prácticamente los focos de rebelión. Se trata de una asonada más que rebelión porque en 1811 los independentistas son derrotados aunque queda Morelos y en 1821 sólo un foco con Guerrero. México llega a la independencia porque las élites, de pensamiento ultracatólico, observan con recelo la llegada del Trienio Liberal a España y deciden independizarse ante el miedo de que este cambio político también se imponga en México. Desde ese momento, México va a vender cara su independencia. La oligarquía mexicana además, salvaguarda este territorio con "las tres garantías: unión, patria y religión".En Venezuela, por el contrario, la independencia llega después de una cruenta guerra civil. El grado de violencia que se produce en Venezuela no tiene comparación con la que se produce en otros de los actuales países de la América hispana. Es la tristemente famosa proclamación de la guerra a muerte.
Diario de Avisos 20/11/2010
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Fuente:
Isidro Barradas
Última edición por Mexispano; 01/02/2016 a las 05:40
Gracias a sus conocimientos en este y otros temas mexicanos ha logrado que España recupere las banderas que perdieron en Tampico
Al celebrarse este año el bicentenario de independencia de México, ya que en América se considera el 16 de septiembre de 1810 el inicio de la independencia con el grito de Dolores del cura Hidalgo, el Museo del Ejército disponía en sus vitrinas de las dos primeras banderas del ejército insurgente que fueron capturadas por España. México reclamaba esas banderas y surgió el debate de si España debía de devolverlas. Y si las devolvía que fuera a cambio de algo. Tuve entonces la oportunidad de hablar con el agregado cultural de la Embabajada de México en España y sugerirle que ellos entregaran las últimas banderas españolas que ondearon en tierras americanas, que fueron las de Barradas. Y en la primavera de este año [2010], en Santillana del Mar, el presidente Calderón y Zapatero en un acto muy colorista hicieron el intercambio de banderas en el que el Gobierno español donó una de las insignias insurgentes y el mexicano las dos de Barradas, que se expondrán en el Museo del Ejército, instalado hoy en el antiguo Alcázar de Toledo.
Ceremonia de Permuta de Banderas Históricas de México y España
Subido el 16 may. 2010
Domingo 16 de Mayo de 2010, Santillana del Mar, España.- Palabras del Presidente Felipe Calderón Hinojosa, durante la Ceremonia de Permuta de Banderas Históricas de México y España, evento que se llevó a cabo en el marco de la Visita de Trabajo a España, Cumbre México - Unión Europea.
https://www.youtube.com/watch?v=xN5sKHW3ouA
Última edición por Mexispano; 01/02/2016 a las 05:56
Video proyectado durante la Ceremonia de Recepción de Banderas
Subido el 21 jun. 2010
Lunes 21 de Junio de 2010, Ciudad de México.- Video proyectado durante la Ceremonia de Recepción de Banderas Históricas, encabezado por el Presidente Felipe Calderón donde aseguró que "defenderemos la libertad ante quienes pretenden apoderarse del país", que tuvo lugar en el Campo Militar Marte.
https://www.youtube.com/watch?v=yoWVwON2zyE
La Argentina tampoco es bicentenaria. Adjunto un interesante (Al final el link a la fuente) trabajo realizado por Andrea Greco: "
¿Qué hay detrás del antihispanismo americano?
Hace unos días en el artículo “El dogma de Mayo: derribando el mito de la independencia americana” el P. Javier Olivera Ravasi procuraba, una vez más, separar el trigo de la cizaña, la verdad de la falacia, en relación con el pasado histórico. Allí, se enumeraba una serie de falsas causas de la revolución americana, en orden al esclarecimiento de las verdaderas.
La reescritura del proceso de la autonomía americana tiene representantes claros en la historiografía liberal tal como se señalaba en el artículo, sin embargo la reescritura empezó mucho antes, empezó juntamente con la usurpación liberal de nuestra historia.
Botones de muestra
El 1 de junio de 1820 se realizó en Buenos Aires una exhibición de fantasmagoría. El historiador Vicente Sierra escribe que estos hechos ponen de relieve “la pazguatería aldeana con que la clase dirigente porteña se sintió iluminada por Europa, y que, desde el punto de vista cultural, su ilustración no pasó de manifestaciones propias de una auténtica pedantería iluminista”[1]. Así lo descubre la Gazeta de Buenos Aires del 2 de junio de 1820 al hacer crónica de los actos con que se celebró un nuevo aniversario de la Revolución de mayo.
Para adorno de la plaza se dispuso una serie de representaciones, sobre las que el cronista dice:
En los espectáculos es donde el pueblo hace conocer sus grados de ilustración. Entre todos los cuadros que se exhibieron sólo obtuvieron aplausos generales los de la América – Washington – VOLTAIRE – Bolívar, Viva Buenos Aires y Napoleón aquellos por ser símbolos de la libertad y el último por haber sido la causa ocasional de la nuestra. Desde que eran anunciados por el epígrafe y antes de verse, ya resonaban los aplausos, de modo que cuando aparecían ya estaban coronados por el voto público. […] Esta elección es un documento de la generalización de las luces entre nosotros y del odio que tenemos a la tiranía[2].
El espectáculo del pueblo aplaudiendo la representación de Voltaire, adulador de monarcas absolutistas, de Washington y su revolución norteamericana, de Napoleón y su imperialismo europeo –comenta Vicente Sierra:
nos dicen hasta qué punto el ideologismo de los primeros liberales argentinos careció de toda base doctrinaria, de todo conocimiento histórico, de toda capacidad de comprensión; porque no fue sino resultado de un fenómeno simiesco de imitación, afán de estar a la moda, o sea expresión de superficial exterioridad y angustiosa consecuencia de un deleznable sentimiento contra lo pretérito, que no se apoyaba en ningún razonamiento, sino en repetir las consignas de un iluminismo trasnochado. Aldeanismo y no cultura; plagio y no ilustración[3].
En ocasión del aniversario del Veinticinco de mayo, en el periódico El Eco de los Andes (Mendoza, Argentina), se califica a los españoles como feroces, desenfrenados, brutales “degüellan sin piedad a los inocentes poseedores de la tierra descubierta, asesinan a sus reyes y sobre un montón de cadáveres y de ruinas establecen un despotismo absoluto”[4]. Llamativo es que en la misma ocasión se realizó un baile en un patio adornado con las banderas de las Provincias Unidas, de los países de América, Estados Unidos y Gran Bretaña (¡!). En la reseña de la celebración del 25 de mayo de 1825 el periódico se refiere al discurso del Dr. Güiraldes en “que hizo mención de las efímeras razones en que los Reyes Católicos apoyaban su horrible usurpación. La cesión del Papa; la propagación del Evangelio, y todos esos pretextos frívolos con que se quería autorizar el crimen y la perfidia, desaparecieron como el humo a la voz del elocuente orador”[5].
Así también el periódico El Solitario (San Juan, Argentina) al hablar de la Instrucción Pública comenta “que tuvimos la desgracia de ser colonos del Gobierno español” y el sistema colonial que tuvo como “base esencial para conservar su dominación a poca costa, el mantener a los pueblos en la ignorancia”[6].
El Constitucional, otro periódico sanjuanino expone: “Que un gran pueblo, largo tiempo sometido al dominio de un déspota o de una nación extranjera […] procure despedazar las cadenas con que se lo tiene aherrojado, y proclamar su independencia, nada más natural, nada más justo y laudable”[7]. Unos números más adelante señala que “entre las preocupaciones que nos dejaron los Españoles, no ha sido la menos funesta la de despreciar las artes mecánicas, y a los individuos que las practicaban, de donde proviene la escasez de artesanos de la provincia”[8].
En el aniversario del 25 de mayo de 1846 El Honor Cuyano (San Juan) publica un extenso artículo acerca de ese “Día memorable, en que nuestros genios eminentes iluminados por aquel astro cívico decidieron romper las cadenas con que el despotismo de los reyes de España tenía aprisionado al pensamiento y a la libertad del Nuevo Mundo”[9].
El problema de la filiación ideológica
Esto nos trae de lleno al problema de la filiación ideológica de estas posturas. En distintos lugares vemos expresiones similares, palabras que se repiten: despotismo, tiranía, romper las cadenas. François-Xavier Guerra ha rastreado el origen de tales expresiones. Y concluye que “el tema de los tres siglos de despotismo y de servidumbre, tan utilizado por los insurgentes americanos aplicándolo a la época colonial, aparece en los documentos oficiales del supremo Gobierno de la Monarquía como una ruptura explícita con las leyes y el régimen político de los tres últimos siglos”[10].
Documentos tales como los escritos del cortesano, poeta-funcionario liberal de la Monarquía Manuel José Quintana[11], el decreto de la Junta Central de Sevilla (28 de octubre 1809), el Manifiesto del Consejo de Regencia (febrero 1810), las Cortes de Cádiz (1812) son los primeros en hablar de los tres siglos de despotismo. Como dice el autor chileno, Julio Alemparte, tales discursos muestran la costumbre “españolísima” de hablar mal de su país: “españolísima, no sólo por lo apasionada y por otros motivos psicológicos, sino porque la fuente del descrédito de España hay que buscarla en la propia Península”[12]. Claro que, como ha observado también Guerra, estas resoluciones fueron un ardid para destruir las originarias libertades indianas en una tendencia unitaria de dependencia peninsular. Resultando así estos nuevos gobernantes metropolitanos: igualitaristas teóricos y antiamericanos prácticos, según la fórmula de síntesis de Díaz Araujo.
Las similitudes textuales se observan también en otros periódicos, así pues expresiones semejantes emplean Juan Pablo Viscardo y Guzmán, Mariano Moreno, el diario londinense Star, o el Southern Star, y el origen de todas ellas puede encontrarse en el Contrato Social de Juan Jacobo Rousseau[13]. Lo que da cuenta de que así como en otros sitios del mundo, el tema del despotismo trisecular “se difundió bastante en los restringidos círculos liberales americanos”[14].
¿Una monolítica interpretación del pasado?
Nos preguntamos si esta fue la única visión de esa época acerca del pasado hispánico. Evidentemente no fue así. Tal el caso, por ejemplo, del testimonio de Tomás de Anchorena en carta a Juan Manuel de Rosas del 28 de mayo de 1846, para pedirle que no permita la impresión del sermón dado en el Te Deum del 25 de mayo por considerar que:
no es más que un amontonamiento de mentiras y barbaridades contra el Gobierno español y los soberanos de España a quienes protestamos solemnemente obediencia y sumisión con la más firme lealtad en mayo del año diez, clasificando a la España de madre patria y ofreciendo auxiliarla en su defensa con nada blandas esperanzas y sacrificios […] el único modo de hablar con dignidad, decencia y honor del 25 de mayo de 1810, es hablar como habló Ud. en su última arenga que me parece que fue el 25 de mayo de 1836 y no fingir ni suponer crueldades, despotismo y arbitrariedades que no hemos experimentado[15].
O el testimonio del representante de la Francia revolucionaria en España, Despons cuando escribe: “Obsérvase en las leyes que forman el código de las posesiones españolas una gran previsión, una profunda sabiduría […] La Europa no ofrece otro ejemplo de un tribunal cuyas decisiones hayan sido, durante trescientos años, tan luminosas, tan sabias, como lo fueron y lo son aún las del Consejo de Indias”[16].
Otro ejemplo en esta línea de pensamiento es la carta del director Supremo Juan Martín de Pueyrredón del 4 de abril de 1818 al ministro francés Armando Manuel Du Plessis, cuando expresa:
Antes de restituido el Sr. Don Fernando VII al Trono no hicimos otra cosa, que substraernos a las autoridades tumultuarias de la Península que usurparon su nombre y representación […] posteriormente este acto de suma lealtad ha sido considerado como un crimen, y no nos ha quedado otro refugio para escapar de una injusta venganza que el de no ponernos en las manos de los que han jurado nuestro exterminio[17].
También existen ejemplos de esta visión del pasado en la escritura periodística y son de sumo interés para desentrañar la filiación ideológica de ambas posturas.
Un caso tenemos en el periódico la Ilustración Argentina (Mendoza, Argentina), cuando en uno de los artículos contra Sarmiento expone: “¿Qué causa ha adoptado Sarmiento? ¿Qué intereses ha defendido? Las conveniencias europeas mal entendidas, traicionando los intereses americanos, porque son estos en su concepto despreciables, porque la América es bárbara como heredera de la España, de la bárbara España, según el juicio del redactor de La Crónica [periódico de Chile]”[18]. Es interesante esta vinculación de la idea de considerar a España como sinónimo de barbarie con las “conveniencias europeas” y la traición de “los intereses americanos”. Por contraposición, nos permite inferir que la postura de los autores al valorar el pasado hispánico es la de hacer frente a las conveniencias europeas y sostener los intereses americanos.
Entonces, uno se explica aquello de El Eco de los Andes de que en los festejos de 1825 del 25 de mayo, se organizara un baile en un patio adornado con las banderas de las Provincias Unidas, de los países de América, Estados Unidos y Gran Bretaña[19].
En otro número, la Ilustración Argentina publica un artículo que empieza así: “El descubrimiento de este gran continente, colocado como una barrera entre la Europa y el Asia, es el acontecimiento más importante del siglo XV°”[20].
En este mismo sentido, veinte años antes, o sea no habiendo concluido aún la guerra de la independencia, Fray Francisco Antonio de Paula Castañeda escribe:
nos hemos ido ale*jando de la verdadera virtud castellana que era nuestra virtud nacional, y formaba nuestro verdadero, apreciable y celebrado carácter: nuestra revolución fue sin duda la más sensata la más honrada, la más noble, de cuantas revoluciones ha habido en este mundo, pues no se redujo más que a reformar nuestra administración corrompidísima, y a gobernarnos por nosotros mismos en el caso que o Fernando volviese al trono, o no qui*siese acceder a nuestras justas reclamaciones.
La revolución así concebida no contenía en sus elemen*tos el menor odio contra los españoles, ni la menor adversión contra sus costumbres, que eran las nuestras, ni contra su li*teratura que era la nuestra ni contra sus virtudes que eran las nuestras, ni mucho menos contra su religión que era la nuestra.
Pero los demagogos, los aventureros, los psicofantas, los tinterillos, los Zoilos indecentes impregnándose en las máxi*mas revolucionarias de tantos libros jacobinos, cuantos abortó en el pasado y presente siglo la falsa filosofía, empezaron a revestir un carácter absolutamente antiespañol; ya vistiéndose de indios para no ser ni indios, ni españoles: ya aprehendien*do el francés para ser parisienses de la noche a la mañana; o el inglés para ser místeres recién desembarcaditos de Plimouth.
Estos despreciables entes avanzaban al teatro para des*de las tablas propinar al pueblo, ya el espíritu británico, ya el espíritu gálico, ya el espíritu britano-gálico, pero lo que resultó fue lo que no podía menos de resultar, esto es una tercera entidad, o el espíritu triple gaucho-britano-gálico; pero nunca el espíritu castellano, o el hispanoamericano, e iberocolombiano, que es todo nuestro honor, y forma nuestro carácter; pues por Castilla somos gentes, y Castilla ha sido nuestra gentilia domes[21].
Es muy interesante el artículo por dos motivos: por un lado, porque resalta la unidad cultural de América con España basada en la identidad de costumbres, literatura, virtudes y sobre todo de religión. Por otro lado, porque expresa que son las ideas revolucionarias y jacobinas las que han dado “un carácter absolutamente antiespañol” a nuestra revolución. Y en este espíritu antiespañol, señala la farsa indigenista, pro-gálica o pro-británica que es la que lleva a nuestros pueblos a alejarse “de la verdadera virtud castellana que era nuestra virtud nacional”.
[1] Sierra, Vicente, Historia de la Argentina, Buenos Aires, Ed. Científica Argentina, 1978, t. VII, p. 350.
[2] Gazeta Extraordinaria de Buenos Aires, Biblioteca Nacional de la Argentina, Buenos Aires, 2 de junio 1820, p. 3, col. 2.
[3] Sierra, Vicente. Historia de la Argentina, Op. cit., t. VII, p. 350.
[4] El Eco de los Andes, Mendoza, n. 32, 22 de mayo 1825, p. 1, col. 1. El Eco de los Andes, Mendoza, 27 de febrero 1825, p. 4, col. 1-2.
[5] El Eco de los Andes, Mendoza, 5 de junio 1825, n. 34, p. 1, col. 1. El Dr. Güiraldes era sacerdote católico.
[6] El Solitario, San Juan, 24 de marzo1829, n. 6, p. 4, col. 1.
[7] El Constitucional, San Juan, 1 de agosto1835, n. 3, p. 4, col. 1-2.
[8] El Constitucional, San Juan, 23 de setiembre 1835, n. 11, p. 4, col. 1.
[9] El Honor Cuyano, San Juan, 20 de mayo1846, n. 9, p. 6, col 1.
[10] Guerra, François-Xavier, Modernidad e Independencias. Ensayo sobre las revoluciones hispánicas, México D.F., MAPFRE – Fondo de Cultura Económica, 1993, p.142-143.
[11] Tutor de la familia real, y ocupó cargos de Director de la Instrucción Pública y Senador.
[12] Díaz Araujo, Enrique, Mayo revisado, Buenos Aires, Santiago Apóstol, 2005, p. 174,175. cfr. Suárez, José Leon. Carácter de la Revolución Americana. Un punto de vista más verdadero y justo sobre la independencia hispano-americana. 3ª. ed., Buenos Aires, La Facultad, 1917, p. 42-42; Guerra, François-Xavier, op. cit. p. 142, 146, 147; Alemparte, Julio, “Causas y caracteres generales de la independencia hispanoamericana”, en: Boletín de la Academia Chilena de la Historia. Santiago de Chile, año XVII, segundo semestre 1950, n. 43, p. 27.
[13] Viscardo y Guzmán “Carta dirigida a los españoles americanos”; Mariano Moreno en la Gazeta de Buenos Aires; Prólogo de Mariano Moreno a la reimpresión en castellano del Contrato Social; Star de Londres 1 de julio 1810; Southern Star de Montevideo 23 de mayo 1807; Juan Jacobo Rousseau, Contrato Social, Libro I Capítulo II.
[14] Díaz Araujo, E., Mayo revisado, Op. cit., p. 178.
[15] Irazusta, julio. Tomás de M. de Anchorena o la emancipación americana a la luz de la circunstancia histórica, 1949, en: De la epopeya emancipadora a la pequeña Argentina. Buenos Aires, Dictio, 1979, p. 226.
[16] Ibidem, p. 248. En este mismo sentido, la proclama del Plan de Iguala por Don Agustín de Iturbide en México el 24 de febrero de 1821 dice: “Trescientos años hace que la América Septentrional está bajo la tutela de la nación más católica y piadosa, heroica y magnánima. La España la educó y engrandeció, formando esas ciudades opulentas, esos pueblos hermosos, esas provincias y reino dilatados, que en la historia del universo van á ocupar lugar muy distinguido […] ¡Españoles europeos, vuestra patria es la América, porque en ella vivís; en ella tenéis á vuestras amadas mujeres, á vuestros tiernos hijos, vuestras haciendas, comercio y bienes! ¿Americanos quién de vosotros puede decir que no desciende de español? Ved la cadena dulcísima que nos une: añadid los otros lazos de la amistad, de la dependencia de intereses, la educación é idioma, y la conformación de sentimientos, y veréis son tan estrechos y tan poderosos, que la felicidad común del Reino es necesario la hagan entre todos reunidos, en una sola opinión y en una sola voz. Es llegado el momento en que manifestéis la conformidad de sentimientos, y que nuestra unión sea la mano poderosa que emancipe á la América sin necesidad de auxilios extraños”. De la Torre Villar, Ernesto y otros. Historia documental de México. UNAM, Instituto de Investigaciones Históricas. Tomo II. Cit. En: http://educacion.jalisco.gob.mx/dependen/Cedetec/
Softwareeduc/sfthistoria/apendice/iguala.html
[17] Díaz Araujo, E., Mayo revisado, Buenos Aires, Santiago Apóstol, 2005, p. 187-188.
[18] Ilustración Argentina, Mendoza, 1 de agosto 1849, n. 3, p. [11] 91, col. 1.
[19] El Eco de los Andes, Mendoza, 22 de mayo 1825, n. 32, p. 1, col. 1.
[20] La Ilustración Argentina, Mendoza, 1 de setiembre 1849, n. 4, p. [13] 133, col. 2.
[21] “El Teatro de Buenos Aires”, en: El Desengañador gauchi-político, federi-montonero, chacuaco-oriental, choti-protector, puti-republicador de todos los hombres de bien que viven y mueren descuidados en el siglo diez y nueve n. 2, Buenos Aires, [s/f, 1821], p. 27-28.
¿Qué hay detrás del antihispanismo americano? (1-2) | Que no te la cuenten
CRÓNICA DE UN MEXICANO.
Es cierto que aquí en la Nueva España, México, hemos sido educados desde la más tierna edad para detestar a nuestros ancestros y hermanos españoles. Una de las más típicas mentiras que me dijeron de niño fue que nuestros antepasados quienes vinieron al nuevo mundo eran "lo peorcito de España". Estas aseveraciones típicamente siempre son sin fundamento de ningún tipo, son sólo parte de una historia que los masones nos han metido a base de golpes. Pero v...erdaderos intelectuales mexicanos siempre han sabido la verdad, como José Vasconcelos:
"Conviene insistir en la calidad superior de la mayor parte de esta gente española que vino al Nuevo Mundo, porque más tarde, en la época de la decadencia, ha sido costumbre calumniar a estos célebres antepasados nuestros, suponiéndolos torpes, ignorantes y codiciosos, cuando fueron al contrario, aristocracia entre las primeras de Europa, hijosdalgo pobres en su mayoría, pero hombres ilustres y bien enterados de su historia, su religión y, en muchos casos, también de la mejor ciencia de su época. Son ellos, en rigor, los antecesores aún de nuestros indios y negros, puesto que de ellos deriva la cultura de tipo latino a que pertenecemos los de Hispanoamérica." - José Vasconcelos,
Breve Historia de México.
http://loslegitimosdegibraltar.blogspot.com.es/
Guadalupe Victoria decreta la expulsión del país de todos los españoles residentes
20 de Diciembre de 1827
De acuerdo con este decreto (Ver Documento), deben salir del territorio nacional en un lapso no mayor de seis meses y quedan exceptuados los casados con mexicanas, que hagan vida marital; los que tienen hijos no españoles; los mayores de sesenta años; los impedidos físicamente; los que hubieren prestado servicios a la causa de la independencia; y los profesores de alguna ciencia, arte o industria. Queda establecido que esta ley se hará efectiva en tanto el gobierno español no reconozca la Independencia de México.
La conspiración para la reconquista española de México del monje dieguino español Joaquín Arenas, de sirvió de pretexto para expulsiones de españoles y venganzas contra los partidarios de Iturbide.
El hecho ocurre en medio de las turbulencias originadas por los conflictos entre “yorkinos” y “escoceses”; pero, en el fondo, la medida es contra comerciantes, eclesiásticos y militares para impedir la consolidación de una oligarquía económica, política y hasta racial. H. D. Sims (Descolonización en México), refiere que “el movimiento expulsionista de 1827-1828, fracasó tanto en alcanzar su designio de arrojar de México a todos los españoles como en su carácter de medida para proteger la independencia de México. En realidad, puso en grave peligro la independencia nacional al proporcionar tanto oficiales como soldados para las fuerzas españolas que participaron en la invasión emprendida desde La Habana a mediados de 1829. Tampoco logró fortalecer la economía de la nación, lo cual había sido una de las ilusiones de los primeros proponentes de la expulsión, sino que al contrario, México quedó muy gravemente debilitado tanto físicamente como en su comercio exterior. Además de los cambios económicos, la “gente decente” vio con profundo temor la destrucción de las garantías sociales. El clero que se quedó en el país, se encontró con que la iglesia ya no podía desempeñar su papel tradicional de guardiana de las garantías sociales, porque los nativistas, en realidad, habían declarado la guerra a la elite social tradicional, y los que quedaban. Los que en el decenio de 1830-40 surgieron como defensores de los fueros tradicionales y de las propiedades de la iglesia, eran gente decidida a impedir en el futuro cualquier ataque sobre los derechos y privilegios heredados de la tradición. A pesar de todo, la cuestión de los españoles seguiría viva hasta que, por fin España otorgó a México el reconocimiento de su independencia en 1836 [...].”
Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.
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Fuente:
Memoria Política de México
Última edición por Mexispano; 10/02/2016 a las 04:31
La Guerra de Independencia en el noreste de la Nueva España y el comandante Joaquín de Arredondo - I
Luis Jáuregui
La Guerra de Independencia en el noreste
Arredondo construyó un mandato unificado en la región, con sede en la ciudad de Monterrey.
Arredondo construyó un mandato unificado en la región, con sede en la ciudad de Monterrey.
Memoria 2010 © Derechos Reservados
Luis Jáuregui
El presente texto tiene como propósito narrar las acciones de Joaquín de Arredondo y Mioño en el noreste novohispano, conocido en la época como 'Provincias Internas de Oriente'. En las siguientes líneas se relata cómo Arredondo, con mano dura y en ocasiones desobedeciendo las instrucciones virreinales, construyó un mandato unificado en la región, con sede en la ciudad de Monterrey. Para el catalán Joaquín de Arredondo, jefe militar realista entre 1811 y 1821, la tarea fue combatir y evitar la insurgencia. En el camino descuidó las invasiones indígenas y la creciente presencia norteamericana en la región norestense del virreinato.
En septiembre de 1816, el general Félix María Calleja zarpó desde Veracruz hacia la Península Ibérica. Dejaba Nueva España después de más de 20 años de residencia, periodo en el que durante el último trienio se había desempeñado como virrey (1813-1816). Al frente del llamado reino de Nueva España, Calleja debió combatir y prácticamente derrotar a la insurgencia iniciada a inicios del otoño de 1810. Sin embargo, para realizar esta tarea Calleja debió 'apoyarse' en una serie de comandantes regionales que a la vez que contribuyeron a la pacificación del reino, generaron un fuerte poder —formal, con nombramiento de parte de la autoridad, o informal, por la vía de acciones militares— en los territorios bajo su mando. Fue esta 'hegemonía' regional de algunos comandantes lo que llevó a Calleja a señalar, cuando abordaba su barco hacia la Madre Patria, que dejaba tres virreyes: Apodaca en Nueva España, Cruz en Nueva Galicia y Arredondo en las Provincias Internas de Oriente (Coahuila, Texas, Nuevo Reino de León y Nuevo Santander).
Cierto es que hubo otros comandantes con fuerte poder regional, pero fueron Cruz y Arredondo los que destacaron por la ferocidad con la que combatieron a los rebeldes. Frente a esta situación y una serie de actos de gobierno emprendidos por estos jefes al margen de las órdenes virreinales, tanto Venegas como Calleja y después Apodaca se vieron obligados a 'tolerar' el comportamiento excesivamente autónomo de ambos jefes militares.
Son múltiples las menciones que se hacen de Arredondo en prácticamente todas las historias escritas sobre la Guerra de Independencia en el siglo antepasado. 1 Igualmente, los historiadores actuales, sobre todo los neoleoneses y texanos, echan mano de los archivos e historiografía para, en un relato sobre alguna u otra historia, mencionar de paso el trabajo de Arredondo. Por lo tanto, a pesar de que se percibe como un personaje bastante interesante y relevante para la historia de México (por ejemplo, fue Arredondo quien dio a Santa Anna su primera oportunidad de brillo militar; fue también Arredondo quien dio primer permiso a Moisés Austin para que se asentara con 300 familias en Texas 2) no se cuenta con un estudio completo sobre él, aunque es pertinente hacer mención de una vieja tesis, leída en 1933 en la Universidad de Michigan, que utiliza transcripciones de otra persona de documentos del Archivo General de la Nación. 3 Por otro lado, hace varias décadas historiadores del noreste de nuestro país como Cossío, Alessio Robles y Vizcaya Canales nos legaron en sus relatos más generales no pocas impresiones del personaje. 4 Los historiadores texanos también han abordado el tema de Arredondo en sus múltiples historias de aquel estado, particularmente en lo que se refiere al papel del comandante en la Batalla del Río Medina y su participación en el ingreso de las 300 familias angloamericanas a aquel territorio.
Es pertinente destacar que hace más de diez años Octavio Herrera publicó un breve pero sustantivo trabajo sobre la actuación de Arredondo en las provincias que comprendían Tamaulipas, Nuevo Reino de León y Coahuila/Texas. Aunque las siguientes líneas repetirán algunos de los descubrimientos de Herrera, este estudio se centra en el trabajo de Joaquín de Arredondo y su relación con las autoridades de la ciudad en donde él decidió la capital de las Provincias Orientales: Monterrey. Se destacan también los trabajos militares del comandante suscitados por las continuas agresiones de los angloamericanos sobre la porción septentrional de las provincias nororientales. Se intentará, por último, hacer una caracterización del personaje en su relación con las últimas autoridades virreinales. Las propuestas que se hacen en este capítulo son el origen de una amplia investigación en fuentes de archivo, tanto en Monterrey como en la ciudad de México, investigación que, en el futuro, deberá responder a las preguntas que suscite esta primera aproximación.
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Fuente:
http://www.terra.com.mx/memoria2010/...htm&paginaid=1
La Guerra de Independencia en el noreste de la Nueva España y el comandante Joaquín de Arredondo - II
Luis Jáuregui
La insurgencia en las Provincias...
Arredondo construyó un mandato unificado en la región, con sede en la ciudad de Monterrey.
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El noreste novohispano se unió con inusitada rapidez al movimiento insurgente. No puede decirse, empero, que la adhesión fuera masiva. Según Vizcaya Canales, ésta vino principalmente de las tropas que debieron reunirse para marchar hacia el sur, específicamente a San Luis Potosí, para apoyar a la décima brigada realista al mando de Calleja. El resto de los habitantes del noreste tenía relativamente pocos agravios en contra del gobierno virreinal, toda vez que se hallaba muy lejos de la ciudad de México, contaba con una sociedad fundamentalmente criolla y no era muy apegada a las cuestiones religiosas.
Aun así, en los meses que van de septiembre a diciembre de 1810 se dio una oleada de adhesiones de gente del noreste al movimiento insurgente. Frente a esta realidad, cada uno de los mandatarios de las tres Provincias Internas de Oriente sufrió en poco tiempo las consecuencias del movimiento rebelde. Antonio Cordero, gobernador de Coahuila, fue apresado en Saltillo por las huestes de Mariano Jiménez, encargado por Allende de insurreccionar aquella región; Manuel de Iturbe e Iraeta, gobernador de Nuevo Santander, se desplazó al puerto de Altamira, probablemente con ganas de huir, mientras que el gobernador del Nuevo Reino de León, Manuel de Santa María, se unió al bando insurgente, más como reconocimiento de su incapacidad de hacerle frente a la situación que por convencimiento propio.
Por su parte, en noviembre de 1810 y de forma simultánea a la caída de San Luis Potosí, en el centro virreinal se recibieron informes de que Baton Rouge se había insurreccionado y proclamado su independencia. La situación era bastante grave pues desde 1803 el noreste novohispano se había convertido en una zona geográficamente muy vulnerable por la adquisición de Estados Unidos del territorio de Luisiana. Al respecto, Virginia Guedea señala que con este acontecimiento, 'la provincia de Texas no sólo recuperó su status de frontera sino que quedó frente a frente con los expansionistas angloamericanos. , pueblo y gobierno de Estados Unidos manifestaron entonces con claridad sus pretensiones sobre el territorio texano, al que muchos consideran, de buena o mala fe, parte de una Luisiana cuyos límites no habían estado nunca del todo definidos'. Por otro lado, en enero de 1811 se dio un brote insurgente en la villa de Béjar liderado por un contrabandista que contaba con el apoyo y presencia de Ignacio Aldama y el padre Salazar, enviados de Hidalgo para negociar apoyo de Estados Unidos de Norteamérica.
En tales condiciones, parece que el gobierno virreinal preparó una estrategia general para apagar en su totalidad el movimiento insurgente. A juzgar por los movimientos militares realizados, Calleja y Cruz se pondrían de acuerdo para atacar Guadalajara, hecho que sucedió a mediados de enero de 1811, mientras se enviaba a Arredondo a las provincias nororientales, que de cualquier forma estaban militarmente muy débiles, para detener la avanzada de los insurgentes hacia el norte. 7 Si bien no tuvo nada que ver con la captura de los cabecillas insurgentes en Acatita de Baján, la llegada de Arredondo en marzo de 1811, apenas unas cuantas semanas después de la derrota de puente de Calderón, marcó el inicio de una fuerte campaña orientada a borrar todo vestigio insurgente de las provincias internas.
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Fuente:
http://www.terra.com.mx/memoria2010/...htm&paginaid=2
La Guerra de Independencia en el noreste de la Nueva España y el comandante Joaquín de Arredondo - III
Luis Jáuregui
Las primeras campañas
Arredondo construyó un mandato unificado en la región, con sede en la ciudad de Monterrey.
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Luis Jáuregui
Arredondo nació en Barcelona en 1768. Fue hijo de Nicolás de Arredondo y Pelegrí y Josefa Roso de Mioño. Su padre fue gobernador de Cuba y virrey de Buenos Aires. En 1787 se incorporó al ejército y hacia finales del siglo XVIII fue comisionado a la Nueva España. En 1810 recibió el grado de coronel con mando en el Batallón Fijo de Veracruz.
A Joaquín de Arredondo 9 se le conoce como un hombre 'singularmente dominante <…> arbitrario y cruel'. En este aspecto, la historiografía texana es particularmente severa en sus juicios sobre su actuación, en específico respecto a la Batalla de Medina. Una búsqueda de su nombre en la red lleva a afirmaciones tales como 'sanguinariamente vengativo',10 'ejecutor de trescientos invasores y rebeldes', 11 'comandante implacable con registro de victorias aplastantes y despiadadas' 12 y 'brutal con los derrotados'. 13 Del lado mexicano, Lucas Alamán relata cómo desde su desembarco se dio a la tarea de terminar con la insurrección; la cual en muchas situaciones fue emprendida por el entonces coronel por la vía del ajusticiamiento de múltiples cabecillas insurrectos. 14 Por otro lado, los historiadores texanos también destacan sus habilidades militares; por ejemplo, Fehrenbach lo califica como 'un comandante experimentado e inteligente'. 15 También lo señalan como repetidamente desobediente de las órdenes de los virreyes, ya que solamente atendía al comando del rey.
Según muestran las fuentes, la fama de Arredondo recuperada por la historiografía es verídica, aunque es justo señalar que no fue el único militar realista que aplicó ejemplares castigos de guerra. Es muy probable que, poco después de su desembarco en Altamira a finales de marzo de 1811, el coronel se enterara de la carnicería que por esos días los insurgentes hicieran con las tropas de García Conde en Valle del Maíz; insurgentes que, al mando del lego Herrera, marcharon a la villa de Aguayo a donde, ante el terror que provocó la llegada de Arredondo, que luego se convirtió en posibilidad de indulto, marcó el fin de la marcha de aquellos insurgentes. Con ellos, Arredondo fue implacable; hizo fusilamientos y a otros prisioneros los envío a Veracruz. En mayo de 1811 persiguió a las tropas del lego Villerías hasta la villa de Tula en donde también, después de su triunfo, realizó ahorcamientos en lugares públicos.
Lucas Alamán apunta que para mayo de 1811 las provincias internas de oriente se hallaban prácticamente en paz. Por esta razón, Arredondo se trasladó de la villa de Tula, en donde en realidad sólo permaneció unas semanas y estableció su cuartel general en Aguayo, villa de la provincia de la cual era gobernador y comandante en jefe. Según su yerno de algunos años, José Eleuterio González, en aquella localidad, hoy conocida como Ciudad Victoria, el coronel se dedicó a realizar todo tipo de torpezas: bailes, chismes, búsqueda de adulación y abusos de autoridad.
Es probable que la afirmación del doctor Gonzalitos fuera cierta. No obstante que se trataba de un militar de carrera de 43 años, hijo de virrey y sin duda educado en las más prestigiadas academias militares de España, es muy seguro que buscara compensar las penalidades del campo de batalla proporcionándose una vida de sultán, más aún considerando que, a su primera llegada a la villa de Aguayo, los neosantanderinos lo habían tratado con desprecio, y sobre todo, subestimado su poderío.
Con todo y sus excesos, el trabajo de Arredondo en Aguayo fue el que tenía encomendado: restablecer el orden y la institucionalidad de aquella región. En bando de junio de 1811, el catalán adoptó medidas verdaderamente draconianas para evitar el resurgimiento de la rebelión: se exigió pasaporte; se prohibieron todo tipo de armas y la venta de bebidas proscritas; los bailes requerían permiso y se prohibía terminantemente hablar 'con libertad' de la insurrección. Las penas por la infracción de estas disposiciones iban desde los azotes y el destierro hasta la muerte. Para la sanción de estas actividades, procedió al establecimiento de jueces. Según el propio Arredondo, dicha acción respondía a que los anteriores jueces eran capitanes de la localidad que, eternizados en sus puestos, actuaban caprichosamente y con ignorancia, provocando la emigración de los vecinos y el abandono de las tierras. Por tal motivo, solicitaba al virrey el establecimiento de jueces electos anualmente por la población local, aprobados por la autoridad. En un ámbito más general, durante su estancia en la provincia de Nuevo Santander actuó como un verdadero gobernador pues restableció el gobierno político a la forma como estaba antes de la rebelión. No descuidó la cuestión militar y apostó vigilancia en los caminos provenientes de Río Verde, Valle del Maíz y San Luis Potosí, las tres entradas sureñas a la provincia.
A finales de 1811 la colonia de Nuevo Santander estaba en paz y con la institucionalidad restablecida. Sin embargo, la Huasteca se hallaba en insurrección, en parte por la atención que debió poner el comandante Calleja a la zona del Bajío. En vista de que el territorio de la Huasteca era difícil y el clima húmedo y caliente, lo que dificultaba enormemente su control, el gobierno virreinal, reconociendo las capacidades militares de Arredondo, sin duda amplió su poderío hacia la Huasteca y hasta la Sierra Gorda.
Fue precisamente en esos meses de mediados a finales de 1811 que Alamán refiere la 'desobediencia' de Arredondo a las órdenes provenientes del comandante general Calleja:
la angustia en que se hallaba la capital misma, en cuyas inmediaciones atacaban los insurgentes <…> había hecho que el virrey repitiese las órdenes más estrechas a Calleja, para que se pusiese en marcha. Antes de verificarlo, tomó éste las medidas más adecuadas que las circunstancias le permitieron a fin de evitar que las provincias que sus tropas iban a abandonar sufriesen los trastornos que temía, y se perdiese en su ausencia todo lo que había adelantado en un año de extraordinarios esfuerzos. Para resguardo de San Luis Potosí, previno a Arredondo que situase en aquella ciudad parte de la fuerza de que podía disponer, y que no era tan necesaria en el territorio de su mando, en el que no le quedaban enemigos que perseguir sino en la Huasteca; pero Arredondo, poco inclinado a hacer otra cosa que lo que él mismo disponía, no cumplió con estas prevenciones.
Efectivamente, Arredondo no envió tropas a San Luis, aunque él mismo comunicó al virrey que sí había dado auxilios a esta capital, lo cual parece ser cierto toda vez que llegó a luchar tan cerca de la capital intendencial como Guadalcázar. 27 Cierto o falso, el caso es que marchó con sus tropas sobre la parte norte de la Huasteca y estableció, durante todo 1812, su cuartel en Valle de Maíz. Aunque adujo enfermedad, la preferencia por radicar en esta villa fue también un acto de desobediencia pues, a decir de Alamán, el virrey había ordenado a Arredondo se situara en Huauchinango; más al sur, de manera que tuviera un mayor control sobre la Huasteca y la Sierra Gorda. 28 En cualquier caso, las tropas del coronel mostraban una sorprendente movilidad, en septiembre de ese año Cayetano Quintero, capitán de caballería provincial, comunicaba a Arredondo sobre la acción en contra de cabecillas insurgentes en la zona de Tolimán en la Sierra Gorda.
Como bien señala Antonio Escobar, el movimiento insurgente se organizó principalmente al sur de la Huasteca potosina; esta situación se explica por la presencia de Arredondo en la zona norteña de esta región. Aun así, para aquellas fechas de 1811 y 1812, don Joaquín continuaba con el mando político y militar de la colonia de Nuevo Santander, lo que lo obligaba a hacerse cargo de su administración. Por tal motivo, en noviembre de 1811 nombró como gobernador sustituto a Ramón Díaz Bustamante, capitán de compañía volante quien meses antes, desde su puesto en la villa de Laredo, convenció a Ignacio Elizondo para que se adhiriera al bando realista. 32 Adicionalmente, no obstante la petición de Calleja de que el propio Arredondo se hiciera cargo también del gobierno del Nuevo Reino de León —en esos momentos gobernado por una junta gubernativa— el virrey Venegas ordenó que Díaz de Bustamante se hiciera cargo de las dos provincias, un aspecto que muestra bien la importancia que para el mandatario representaba el trabajo que Arredondo realizaba en la Huasteca.
A pesar de que Arredondo sugirió para Nuevo Santander a Díaz Bustamante, en los primeros días de 1812 consideró que este personaje sería más útil apoyando al gobernador de Texas. Así, apenas unos días después de la orden del virrey, el coronel catalán la desobedecía y colocaba en la provincia neosantanderina a un Juan Fermín de Juanicotena; justo es señalar, empero, que el cargo de gobernador interino correspondió a Díaz de Bustamante. Éste se ocupó de sus labores militares en Texas hasta que en marzo de 1813 pasó al gobierno de Nuevo León, para morir unas semanas después, cuando se le confirió a Juanicotena la titularidad del gobierno neosantanderino, condicionada a la aprobación superior.
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Fuente:
http://www.terra.com.mx/memoria2010/...htm&paginaid=3
Última edición por Mexispano; 20/02/2016 a las 04:47
La Guerra de Independencia en el noreste de la Nueva España y el comandante Joaquín de Arredondo - IV
Luis Jáuregui
La junta gubernativa de Monterrey
Arredondo construyó un mandato unificado en la región, con sede en la ciudad de Monterrey.
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Luis Jáuregui
A inicios de la segunda década del siglo XIX, Monterrey era una ciudad que apenas había logrado una posición preponderante en la región. Si bien contaba con la sede diocesana, de la cual se había 'apropiado' desde finales del siglo anterior,36 así como con un seminario franciscano, la villa de Saltillo, con la cual rivalizaba, era la sede de la tesorería real y celebraba en septiembre su feria comercial anual; resaltaba por su clima más templado y se hallaba más cerca de zonas de producción agrícola y ganadera. Si se piensa en términos geográficos, Saltillo se hallaba en la ruta hacia el norte: rumbo a la salida del virreinato por la frontera con Luisiana. Monterrey, por su parte, no llevaba a ningún lado pues no estaba en ruta hacia puerto alguno.
La ruta hacia el norte fue tomada por los insurgentes después de la derrota de Puente de Calderón en enero de 1811. En cuanto Saltillo cayó en manos rebeldes, la gente de Mariano Jiménez procedió a ocupar Monterrey, en donde fue bien recibida por las autoridades eclesiásticas y civiles. A la captura de los jefes insurgentes en Baján, las oligarquías regiomontanas, como sucedió con el resto de las provincias internas, regresaron a ser leales a las autoridades establecidas. Fue en este momento que, ante la carencia de un gobernador, pues éste se había unido a la insurgencia, que en Monterrey se estableció una junta gobernadora.
El plan para la formación de una junta se presentó a finales de marzo de 1811. El proyecto sirvió, por otro lado, para dar explicaciones sobre cómo las autoridades regiomontanas fueron obligadas a unirse a la insurgencia. En vista de la deserción del gobernador Santa María, el plan proponía la formación de un cuerpo que se encargaría de recoger las armas, de vigilar la tranquilidad de la provincia y de determinar quién era leal y quién desleal a las autoridades establecidas.
Poco más de dos meses y medio después de la invasión de Monterrey por tropas insurgentes, la junta provincial de gobierno quedó establecida 'de urgente necesidad' el 1 de abril de 1811. En ese momento, su preocupación se concentraba en las tropas rebeldes apostadas en el sur (Real de Borbón), el poniente (Saltillo) y en la propia ciudad de Monterrey. De forma expresa, la junta se establecía en vista del vacío de poder que significaba la adhesión de Manuel Santa María a la insurgencia, a quien daban por muerto, y a la dimisión del gobernador rebelde Santiago Villarreal. Aunque es necesario señalar que no todos los miembros, sobre todo los eclesiásticos, estuvieron de acuerdo con su formación, el establecimiento del nuevo cuerpo respondía también a la necesidad de resolver la desorganización de los asuntos de gobierno y atender las necesidades políticas y militares de la provincia.
La junta patriótica gobernadora se reunió durante varios meses en consorcio con el ayuntamiento de Monterrey. Fue la junta regiomontana la que se hizo cargo del juramento, reconocimiento y obediencia a las Cortes Generales y Extraordinarias. 40 Igualmente, atendió los asuntos cotidianos de toda la provincia, como elecciones anuales del ayuntamiento, atención a pleitos sobre arrendamiento de aguas, correspondencia, en materia de hacienda y justicia, con la intendencia de San Luis Potosí, etc. La junta patriótica dejó de funcionar en marzo de 1813. 43 Al terminar sus sesiones, la junta gobernadora entregó el mando de la provincia a Ramón Díaz de Bustamante, quien murió poco tiempo después.
En realidad se cuenta con muy poca información sobre los trabajos de la junta regiomontana, aunque en realidad se trata de una medida desesperada por parte de las autoridades de la provincia ante el hecho de que 'las riendas en el gobierno abandonad por el que lo obtenía en propiedad'. Es una respuesta que, a decir del ayuntamiento de Monterrey unos meses después, había sido aprobada tanto por Venegas como por Calleja; de hecho, no había sido la única junta 'realista' que se formó en la región, toda vez que hay testimonio de que en Saltillo y Monclova se formaron cuerpos similares; Virginia Guedea por su parte ha dado cuenta de la junta texana en Béjar que se formó por esos días y con intenciones muy similares a las de sus contrapartes más sureñas.
A juzgar por los acontecimientos posteriores ocurridos en Texas, Joaquín Arredondo sospechaba mucho de esas juntas, sobre todo después de que en agosto de 1811 se estableciera en Zitácuaro la Primera Junta Nacional. En el caso de la junta texana, a finales de 1811 se supo, seguramente por vía de los espías del coronel catalán, que un teniente Cayetano Cantú y el sargento Francisco Ignacio Escamilla, habían tenido conversaciones sediciosas, mismas que los hizo acreedores al destierro. 47 Por su parte, a inicios de 1812, un Isidoro de Aristizábal, espía de Arredondo en Monterrey, le comunicaba una serie de 'procederes de los individuos de la Junta de la Ciudad de Monterrey'. Aristizábal había logrado colocarse entre los más importantes personajes de la ciudad y comunicaba a Arredondo algunas opiniones que había escuchado. 48 Por una parte, la de José Vivero a favor de que los castigos a los insurgentes fueran lo más benigno posible. El doctor Lobo había mostrado extrañeza ante la derrota insurgente de Zitácuaro a manos de Calleja, toda vez que, implicaba, las tropas insurgentes eran militarmente superiores. Julián de Arrese llegó incluso a mencionar que José Vivero había conocido de la toma de San Luis en el momento mismo en que ocurría, lo que era signo inequívoco de su relación con los altos mandos rebeldes. El espía de Arredondo destacaba incluso una afirmación del presidente de la junta del Saltillo: 'zafando al Presidente Dn. Blas Gómez, todos eran unos insurgentes, <…> y que la del Saltillo no quería otra más que <…> derramar su sangre , en defensa de los derechos del Rey y de la Patria'.
Es probable que el informe del espía de Arredondo en Monterrey viniera a confirmar muchas de sus sospechas, las que se vieron abonadas por el conocimiento común sobre la preferencia que un año antes mostraran las autoridades civiles y eclesiásticas regiomontanas a favor de la insurgencia, así como del dinero que le habían escatimado a Santa María y que habían otorgado de manera espléndida a Jiménez. En carta al virrey de enero de 1812 Arredondo le dice que suspenderá toda marcha fuera de la Huasteca y 'mira Monterrey' hasta no conocer el resultado de la campaña de Calleja sobre Zitácuaro. Esto sugiere que aparte del odio que tenía al movimiento insurgente, Arredondo tenía inquina especial en contra de las juntas como la de aquella villa. Como resultado de ello, procedió a buscar información más fehaciente para emprenderla en contra de la junta regiomontana. De ahí que solicitara, de manera expresa, testimonios a un mercader viandante de nombre Pedro Ignacio de Apategui (o Apalátegui), en particular sobre José María de Mendívil, secretario del obispo Marín de Porras, prelado que por la inestabilidad en esos meses se hallaba fuera de su diócesis.
Apalátegui comunicaba al coronel que en Monterrey, el pueblo común tenía desconfianza y temor, toda vez que 'con la capa del indulto' muchos que habían sido insurgentes se conducían con satisfacción y sin temor de la justicia, lo que lleva al mercader a calificar a la junta gobernadora como demasiado indulgente. También le sugiere a Arredondo que sólo sus batallones podrían presentar oposición a un resurgimiento de la rebelión en la provincia y áreas circunvecinas.
Los acontecimientos ocurridos desde el otoño de 1810, la situación que en el momento vivía el virreinato y la información que recibió, llevaron a Arredondo a señalar ante testigos que para la Provincia del Nuevo Reino de León 'pólvora y metralla tenía', que a fuerza impondría obediencia al monarca, que la invadiría con mil o dos hombres, y que llegaría con la horca por delante. 53 Tales afirmaciones llevaron a la junta gobernadora a enviar una carta al coronel Arredondo en donde defendían la autoridad de la misma 'legítimamente cimentada en la aprobación superior' y en donde señalaba que el trato a los indultados surgía precisamente de la naturaleza del indulto. Con habilidad, Arredondo respondió que los informes que había recibido no se referían a las operaciones y disposiciones de la Junta sino en contra de 'varios sujetos principales de ese comercio'; en cuanto al asunto de los indultados, se limitó a señalar que respetaba su condición pero que nunca los colocaría en una posición militar superior.
A quienquiera que fueran dirigidas, las afirmaciones de Arredondo en contra de los regiomontanos fueron la ocasión para que la junta extendiera una queja por este comportamiento ante el virrey Venegas. El asunto se resolvió cuando el comandante nominal de las provincias internas, Félix María Calleja, avaló a la junta regiomontana y Arredondo la debió exonerar de los cargos. En todo caso, las urgencias de la frontera tejana obligaron a al coronel a hacer de lado las dificultades con Nuevo León.
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Fuente:
http://www.terra.com.mx/memoria2010/...htm&paginaid=4
La Guerra de Independencia en el noreste de la Nueva España y el comandante Joaquín de Arredondo - V
Luis Jáuregui
Complicaciones de la campaña de Texas
Arredondo construyó un mandato unificado en la región, con sede en la ciudad de Monterrey.
Memoria 2010 © Derechos Reservados
Luis Jáuregui
Es probable que las acciones del coronel Arredondo en Texas sean los aspectos más estudiados de su carrera en las Provincias Internas de Oriente. Y es que como resultado de la segunda insurgencia tejana en 1813, Joaquín Arredondo extendió su poder a lo largo de todas las Provincias Internas de Oriente, un poder que continuaría, con el propio Arredondo y posteriormente otros en el periodo independiente, durante buena parte del siglo XIX.
En los primeros años del siglo XIX, Estados Unidos compró a Francia el territorio conocido como Louisiana, con lo que la porción nororiental de las Provincias Internas de Oriente se convirtió en un quebradero de cabeza en la geopolítica del imperio español. La razón de esto último tiene que ver con el hecho de que para Francia nunca había quedado bien definido lo que era 'la Louisiana' por lo que consideraba su territorio hasta el Río Bravo. Por lo tanto, cuando Estados Unidos hizo la compra en 1803, se sintió con derechos sobre la porción de Texas. Pocos años después, el asunto quedó resuelto por la vía de un acuerdo local entre un comandante español y un militar norteamericano que tenía miras de enriquecimiento personal más que lograr la expansión de su país. Este acuerdo creó una zona neutral entre el Río Sabina y el Arroyo Hondo (pequeño tributario del Río Rojo) que atrajo a una multitud de aventureros, algunos con mejores intenciones que otros. Todos veían un territorio sin vigilancia con posibilidades de ocupación y eventualmente de convertirse en una república. El gobierno de Estados Unidos mostraba, en el mejor de los casos, una actitud sumamente ambigua sobre estas cuestiones.
En 1812, Bernardo Gutiérrez de Lara, herrero y talabartero originario de Revilla, se situó en la referida zona neutral. 58 Ahí fraguó con un grupo de angloamericanos una invasión sobre territorio texano, la cual se dio en agosto de ese año. Los llamados 'filibusteros' marcharon hacia el sur y ocuparon la Bahía del Espíritu Santo. Esto provocó la reacción de las autoridades españolas en Texas, al mando del gobernador Manuel Salcedo, que sitiaron la bahía durante cuatro meses (aproximadamente de noviembre de 1812 a marzo de 1813). Salcedo contaba con 1,500 tropas que al parecer no eran suficientes ante el contingente de anglos bien pagados y con miras a reclamar tierras para Estados Unidos y para sí mismos, así como un grupo de locales que aspiraban la autonomía pero no la independencia. Fue por esto que el gobernador texano solicitó apoyo al gobernador interino de Nuevo Santander y titular del Nuevo Reino de León, Ramón Díaz de Bustamante. El capitán no pudo enviar apoyo porque no lo tenía debido a que varias tropas habían sido desplazadas a Texas desde hacía varios años y porque, decía, Arredondo había extraído aún más hombres de la provincia para llevárselos a la Huasteca. La acusación de Díaz de Bustamante provocó la ira de Arredondo quien lo acusó de dejarse llevar por un personaje bastante odiado por el militar catalán: Joaquín Vidal de Lorca. En todo caso, la falta de respuesta oportuna por parte de Díaz de Bustamante al gobernador de Texas provocó que en marzo de 1813 Arredondo emprendiera la marcha desde su cuartel general en Valle del Maíz sobre las tierras tejanas.
Las contestaciones ante el virrey entre Arredondo y Díaz de Bustamante muestran que la desobediencia del catalán a la instrucción de desplazarse hacia el sur generaba un conflicto de autoridad con Bustamante en momentos decisivos. Sin embargo, a mediados de marzo de 1813 Arredondo recibiría una comunicación del intendente Acevedo de San Luis Potosí en donde le apuntaba el peligro de que esta ciudad fuera atacada por los insurgentes. La situación era peligrosa pues, frente a la situación tejana, si San Luis caía en manos rebeldes todas las Provincias Internas de Oriente estarían rodeadas de insurgentes. Esto lo sabía Díaz de Bustamante, por lo que le comunicó al catalán que no descuidara el asunto, toda vez que si se dirigía hacia el norte, los insurgentes sabrían que buena parte de la tropa se hallaba en Texas y verían la oportunidad de ocupar las provincias nororientales. Fue así que Arredondo planeó su marcha hacia el sur; según sus propias palabras 'teniendo dispuesto <…> atacar a los infames cabecillas Cos, Liceaga y Rayón, que amenazaban la Ciudad de San Luis Potosí <…> y al inicuo Villagrán, situado hace tiempo en Zimapán'.
Por alguna razón desconocida, fue falsa la información de Manuel de Acevedo sobre la amenaza insurgente a San Luis. Según Alamán, en marzo-abril de 1813 Ignacio Rayón se hallaba en Tlalpujahua e incluso más al sur hasta llegar, en el verano de ese año, a la zona caliente de Michoacán. Quizá porque la información no fue verídica, a finales de marzo de 1813, Arredondo comunicaba a Calleja su decisión de marchar hacia el norte. Las razones que dio para este movimiento fueron las inquietudes del propio Díaz de Bustamante, de Juanicotena 'y los particulares, buenos patriotas, honrados y principales vecinos de esta vecindad me dirigieron, por las que me hacen ver el estado de las provincias dichas, el riesgo que corrían sus vecinos, el mal ánimo en que se hallaban las Villas del Norte <…> y en fin, otras consideraciones favorables a mejor servicio del Rey y bien de la Patria'. Las referidas 'otras consideraciones' no fueron expresadas por Arredondo 'por no perturbar la atención de Vuestra Excelencia, tan ocupada en las actuales circunstancias'. En otras palabras, el coronel decidió desobedecer, aplicando su propio criterio; sin duda percibía que su gloria estaría en la lucha contra la insurgencia norteña y no en la del centro novohispano en donde, fuera del coto de poder insurgente establecido por Osorno en el llamado Departamento del Norte, la rebelión se había trasladado al sur de la intendencia de México, Valladolid y Oaxaca. En cierto sentido, por otro lado, la preocupación de Arredondo tenía justificación; sabía de la ventaja que tenía Gutiérrez de Lara sobre las tropas realistas en Texas y el impacto que sobre el comercio de Veracruz implicaba la ocupación del puerto de la Bahía del Espíritu Santo.
A pesar de que Díaz de Bustamante era una experimentado militar de presidio, representaba un obstáculo importante a las ambiciones del coronel catalán. Sin recato alguno, el también llamado 'Capitán Colorado' le comunicaba al coronel Arredondo que él no tenía órdenes que lo sujetaran a su mando, y le decía directamente: 'jamás me dará ningún cuidado la responsabilidad de que VS me amenace ante la superioridad'. También lo acusaba de que su incursión en nuevo Santander no respondía a su deseo de ayudar al rey, sino su deseo de venganza que se originaba de 'perniciosos chismes'. Con todo y esta enemistad, a Arredondo lo apoyaban fuerzas superiores a las que ostentaba Díaz de Bustamante. Además, como militar de línea que era, Arredondo contaba con una comunicación más directa con la autoridad virreinal; desde Aguayo, en carta de 19 de abril de 1813, Arredondo le comunicaba a Calleja las razones que lo llevaron a marchar al norte; agrega unos cuantos comentarios en contra de Díaz de Bustamante que sin duda fueron devastadores en la imagen de Calleja sobre aquel militar.
Entretanto, después de fracasado el sitio de Bahía del Espíritu Santo, las tropas realistas capitularon en abril de 1813 en el paraje de El Rosillo, cercano a Béjar. Los hombres al mando de Gutiérrez de Lara pasaron así a ocupar San Antonio en donde establecieron una junta gubernativa identificada con la causa insurgente. Gutiérrez de Lara contaba con el apoyo de la mayoría texana e indígena, de manera que los angloamericanos se vieron en desventaja al momento de establecer la junta de gobierno; este hecho provocó que algunos se retiraran a su país. Resulta interesante la declaración de independencia promulgada en abril de 1813 por la junta de gobierno de Béjar, así como la constitución de pocos días después que declaraba a Texas 'estado de la República Mexicana'. Tal postura, tan 'radical' para los tiempos que vivía la Nueva España, hubieran sido motivo suficiente para que Arredondo marchara sobre Texas; en realidad lo que lo llevó a apresurar su marcha fue el asesinato el 3 de abril del gobernador a mano de unos facinerosos que pensaron que el acto sería benéfico a la causa. Víctima del tal crimen fue también el comandante militar de Texas, Simón de Herrera, amigo personal del virrey Calleja y en esos días nombrado por éste Comandante General de las Provincias Internas de Oriente, cargo vacante que había sido desempeñado a regañadientes por el propio don Félix cuando era comandante general del virreinato.
Tal parece que, con la muerte de Herrera la providencia marcaba a Arredondo para comandar aquella vasta zona; el único obstáculo que quedaba para tal ascenso era, como se ha señalado, el experimentado teniente coronel presidial José Ramón Díaz de Bustamante. De nueva cuenta, la providencia estuvo de lado del coronel catalán pues hacia finales de abril de 1813 el prestigiado 'Capitán Colorado' fallecía, al parecer de causas naturales, en la ciudad de Monterrey.
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Fuente:
http://www.terra.com.mx/memoria2010/...htm&paginaid=5
La Guerra de Independencia en el noreste de la Nueva España y el comandante Joaquín de Arredondo - VI
Luis Jáuregui
La comandancia general de las Provincias
Arredondo construyó un mandato unificado en la región, con sede en la ciudad de Monterrey.
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Luis Jáuregui
Después de depender totalmente del virreinato, en 1776, con el nombramiento de Teodoro de Croix como gobernador y comandante, las provincias internas adquirieron una situación casi independiente respecto a la ciudad de México. Sin embargo, en sus instrucciones a Jacobo de Ugarte y Loyola, el virrey Bernardo de Gálvez (1785-1786) especifica que el comandante general quedaba sujeto al virrey en cuestiones de justicia, hacienda y patronato, pero actuaba con autoridad propia en asuntos militares. La instrucción también consideraba la enormidad del territorio, por lo que se crearon tres jurisdicciones: a la de Coahuila y Texas se agregaba el Nuevo Reino de León, la colonia de Nuevo Santander y los territorios de Parras y Saltillo; María del Carmen Velásquez apunta que 'por este medio trataba de acercar la tierra de guerra viva a las poblaciones de más antigua explotación y unir aquéllas de ambas márgenes del río Bravo'. En 1787 la comandancia se mantuvo unida, pero se crearon dos comandantes subalternos. Las provincias orientales quedaron en manos de Juan de Ugalde: Coahuila/Texas y las jurisdicciones de Saltillo y Parras. Es importante señalar que, excepto en el caso de tropas, todos los asuntos de Nuevo León y Nuevo Santander dependían del virreinato. A la muerte de Bernardo de Gálvez, el virrey Manuel Antonio Flórez dividió en dos la comandancia general. Al mando militar de Ugalde quedaron las provincias orientales. Los asuntos políticos, económicos de justicia, real hacienda y patronatos estarían a cargo del sistema intendencial, implementado un año antes.
Durante el gobierno del segundo virrey Revillagigedo las provincias internas volvieron a unirse, estableciendo su asiento de gobierno en Chihuahua. El mando de esta nueva comandancia era puramente militar y comprendía Sonora, Nueva Vizcaya, Nuevo México, Texas y Coahuila. Las porciones de Nuevo Reino de León y Nuevo Santander quedaban unidas al virreinato; 74 su gobierno político estaba en manos de un gobernador que dependía de la intendencia de San Luis Potosí. En ocasiones el mando militar de estas dos provincias estaba reunido en la misma persona; en otras, era desempeñada por un jefe. Tal fue el caso de Nuevo León que contaba con militar de un rango más o menos elevado en Punta de Lampazos.
Para las autoridades virreinales, la porción occidental de las provincias internas fue por un tiempo la más importante ya que era la que generaba más riqueza. Sin embargo, la compra de Luisiana por parte de Estados Unidos fue el motivo por el que las provincias de oriente pasaran al primer plano de atención de la corona. 75 Esta fue la razón por la que en 1804 se volvió a dividir la comandancia general en dos: Comandancia General de Provincias Internas de Occidente y Comandancia General de Provincias Internas de Oriente. Como el peligro de invasión era considerable, la división no se hizo efectiva.
Cuando Calleja ascendió al cargo virreinal, uno de sus primeros actos fue nombrar comandante general de las provincias nororientales a su amigo personal Simón de Herrera; para ello se 'creó' la circunscripción geográfica denominada 'Provincias Internas de Oriente'; esto es, Nuevo León y Nuevo Santander dejaron de estar bajo las órdenes del virrey y pasaron a estar subordinadas al comandante de provincias internas orientales. 76 En vista de su muerte, a finales de abril de 1813, Joaquín de Arredondo fue nombrado Comandante General de las Provincias Internas del Oriente y General en Jefe del Ejército de Operación. Cuando le fue comunicado el nombramiento, al tiempo que se enviaron las comunicaciones correspondientes a intendentes, comandante de provincias internas de occidente, obispo y ayuntamiento de Monterrey, ciudades y villas de la región, el ahora general se hallaba en la villa de Agualeguas con rumbo a Texas para detener la rebelión de Gutiérrez de Lara. Ya desde esos días quedaba claro cuál sería su estrategia, guiada por su opinión hacia los insurgentes:
los perseguir<é> hasta lograr la total ruina y destrucción de semejantes traidores, no dignos de consideración, la existencia de nuestro amado monarca, el Sr. Dn. Fernando Séptimo, rompiendo el velo que aún tenían hipócritamente los <…> cabecillas, tratando ya de una total independencia, exhibiéndose republicanos, con el nombre fantástico de República Mexicana, expidiendo más proclamas seductoras, y cartas inicuas, por las que algunos vecinos de estas Villas del Norte, de mal corazón, trataban de seguir sus malos ejemplos y partido, como lo han hecho algunos de quien he mandado perseguir para su justo castigo, estando en la firme inteligencia de que si no se hubiese efectuado mi aproximación por estos puntos, hubieran sido perdidos y en consiguiente hubieran causádose funestas consecuencias.
La decisión de designar a Arredondo surgió ante la inesperada muerte de Herrera, pero también de la urgente necesidad que había de defender la frontera novohispana de Texas, toda vez que para el verano de 1813 las tropas insurgentes habían llegado a las villas cercanas al Río Bravo e incluso hasta Monterrey. Fue por eso que uno de los batallones provenientes de España para franquear el camino entre Veracruz y México fue regresado al puerto para embarcarlo con rumbo al norte. 78 Sustituyendo a los jefes militares anteriores, Arredondo echó mano del grupo de comandantes encargados de combatir la rebelión; en el caso de Monterrey, el comandante José María de Sada fue removido de su cargo, sustituyéndolo el capitán Ramón Perea.
La historiografía no señala si Arredondo logró prestigio virreinal con motivo del triunfo de la Batalla de Medina (agosto de 1813). De hecho, durante la mitad del año siguiente se dio a la tarea de pacificar la región, hasta que en julio se dirigió a Monterrey en donde estableció su cuartel general. Lucas Alamán señala que a partir de entonces 'la revolución quedó terminada en las provincias de su mando'.
Ningún historiador de la época trató bien a Joaquín de Arredondo. Carlos María de Bustamante lo describiría como 'de los oficiales más pícaros e inmorales' y 'de la familia de Satanás', 'el azote de aquellos pueblos', 'peste desoladora' y 'el verbigracia de los jefes más malditos que oprimieron la llamada Nueva España'. 79 Lucas Alamán fue un poco más benévolo con el catalán, pues señalaba que ejercía autoridad absoluta y que había hecho de las Provincias Internas de Oriente un territorio casi independiente del virrey. 80 El más severo en sus juicios, quizá porque daría más testimonio, fue el doctor Mora, que afirmaba: 'concluidas las operaciones militares se dedicó a perseguir civil y criminalmente a los que en la provincia eran o él suponía afectos a la insurrección. Los vecinos más notables de aquellos pueblos tuvieron que sufrir mil vejaciones en sus personas, bienes y familias, sin excluir de este número algunos decididamente declarados por la causa española'.
Sin pretender rescatar la figura del brigadier catalán, justo es señalar que, aparte de la pacificación de las provincias nororientales, una vez que fue designado comandante general y que se asentó en Monterrey se dio al 'arreglo de los papeles y giro de muchos negocios que estaban pendientes'. Y es que al momento que recibió la comandancia, Arredondo se debió encargar del archivo, que llegó de Chihuahua, y de determinar los empleados que apoyarían su gestión. Aquí es importante señalar que la designación de 1813 que se hizo del comandante de provincias orientales fue la primera verdadera división que se hizo de la comandancia general, toda vez que la que se hiciera a finales del siglo XVIII no contó con el nombramiento de un aparato burocrático encargado de los negocios de gobierno.
A Arredondo no se le permitió homologar los sueldos de sus empleados a los correspondientes de las provincias occidentales; frente a una economía nororiental que, según sus propias palabras, enfrentaba una 'extraordinaria carestía de víveres y efectos', casi no tuvo a su disposición quién quisiera trabajar para él en el mando de la comandancia. De esta forma, Arredondo debió hacer uso del cuerpo militar que se hallaba a su disposición, con el cual intentó emprender una serie de proyectos destinados a la apertura de puertos, fundación de nuevas villas y aceptación de inmigrantes de otras partes de España y América española.
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Última edición por Mexispano; 20/02/2016 a las 04:50
La Guerra de Independencia en el noreste de la Nueva España y el comandante Joaquín de Arredondo - VII
Luis Jáuregui
Arredondo en Monterrey
Arredondo construyó un mandato unificado en la región, con sede en la ciudad de Monterrey.
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Luis Jáuregui
Desde antes de que llegara a Monterrey en julio de 1814, Arredondo ya había tenido problemas con las oligarquías del lugar representadas en el ayuntamiento. Desde un año antes, ordenó al nuevo comandante de armas de la ciudad, Ramón Perea, formar la compañía de patriotas y que específicamente una parte de la misma estuviera compuesta de vecinos pudientes. El ayuntamiento se opuso pues, argumentaba, muchos brazos productivos se verían distraídos de su actividad económica que se hallaba en fatales condiciones. Días antes, Monterrey se había visto invadida por las tropas de un tal Herrera, de ahí que la formación de una compañía de patriotas podía dejar desguarnecida la ciudad, que así como estaba contaba con un buen resguardo.
La segunda dificultad que se suscitó antes de que llegara Arredondo a Monterrey tuvo que ver con el poder del ayuntamiento y el establecimiento de la diputación provincial. Aquí es pertinente señalar varias fechas. Con gran fasto, a finales de junio de 1811, el cabildo civil, la junta de gobierno, el cabildo eclesiástico, entre otros, juraron obediencia a las cortes de Cádiz. En algún momento de 1812 se debió realizar el juramento, también con gran boato, lo que culminó en la colocación de un monumento —una pirámide— con la diosa Minerva encima sosteniendo un libro que al parecer era la constitución. Este monumento se colocó en la plaza mayor justo enfrente de la catedral. 85 La lápida conmemorativa que al parecer tenía la pirámide en alguno de sus lados, hacía referencia a que, gracias al artículo 325 de la Constitución de Cádiz (aquel que señala que en cada provincia habría una diputación provincial presidida por el jefe político), Monterrey había sido designada como asiento de la diputación provincial, así como al parecer también de la comandancia general de las Provincias Internas de Oriente. El asunto, que convertía en plaza de la constitución a la vieja plaza de armas regiomontana, era ciertamente motivo de júbilo. Sin embargo, y a pesar de que el ayuntamiento refería a uno de los decretos del 23 de mayo de 1813 (aquél en donde se mencionaban cuáles serían las capitales de las diputaciones provinciales), en ningún lado se ve que la capital de las Provincias Internas de Oriente estuviera situada en Monterrey. Los historiadores locales señalan con razón que el motivo por el cual la capital de la diputación se estableció en Monterrey respondió a que ahí se había fundado la Junta Gubernativa Política. Como habíamos visto, no fue el único caso; sin embargo, los hechos muestran que dicha junta tuvo mayor peso específico en la región que las de Saltillo o Monclova.
Conforme a las nuevas disposiciones venidas de España, el ayuntamiento regiomontano dejaba muy en claro que era la única autoridad constitucional encargada de echar a andar los preceptos del nuevo estatuto de la monarquía. Fue así que entre septiembre de 1813 y febrero de 1814 se realizaron las elecciones para la diputación de las Provincias Internas de Oriente. Se convocó a la formación de padrones, que no se realizó y se celebraron las elecciones fuera de tiempo. Con todo y los contratiempos, la diputación provincial quedó instalada en mayo de 1814 con dos representantes por Coahuila; dos por Nuevo Santander y tres por Nuevo León (uno en calidad de representante por Texas). Los asuntos que antes despachaba el ayuntamiento de Monterrey, en concreto el asunto de la formación de la compañía de patriotas, fueron trasladados a la diputación provincial.
De acuerdo con la ley, el jefe político era el comandante general. En el verano de 1814 Arredondo aún se hallaba en Texas combatiendo a los insurgentes de Gutiérrez de Lara y nunca asistió a las sesiones del nuevo cuerpo administrativo. En agosto de ese año, el general ordenó que se disolviera la diputación, con el pretexto de que era un cuerpo ilegítimo que interfería con la autoridad y dignidad del jefe político. La abrogación de la constitución en el mes de mayo anterior, dio pie para que la disolución de la Diputación Provincial de las Provincias Internas fuera definitiva.
El asunto señalado por Arredondo como excusa para disolver el cuerpo provincial demuestra una tendencia muy marcada en el catalán después de su llegada a Monterrey. En los meses posteriores a la disolución, se dio una rebelión de militares, seguramente instigados por el propio Arredondo, para que en la noche se lanzaran en contra del monumento construido en honor de la constitución dando voces de 'muera la puñetera constitución'. En los últimos meses de 1814 y durante 1815, el comandante se enfrascó con el ayuntamiento y el cabildo eclesiástico en una larga disputa por una cuestión conocida en la época como el 'besamanos del día del Rey Nuestro Señor'. Resulta que el ayuntamiento se presentó en casa del comandante, representante del rey, a dicho besamanos dos horas antes de la que había marcado Arredondo. Esto suscitó una discusión que llegó hasta la ciudad de México e incluso a la corte en España. La resolución fue que ambos cabildos debían ajustarse a las disposiciones del comandante. Por esos meses también, y con el pretexto de la leva dispuesta por el comandante general, el Batallón Fijo de Veracruz emprendió una jornada de arbitrariedades contra vagos y gente decente de la ciudad de Monterrey; este incidente, que sólo mereció una ligera reprimenda a Arredondo, 97 fue causa de mucho descontento e incluso es mencionado en sus escritos por Carlos María de Bustamante. Tiempo después tuvo dificultades con el cabildo vacante de la catedral por la administración del hospital de pobres; el argumento del catalán era que, como las Provincias Internas de Oriente no dependían del virrey, él se convertía automáticamente en vicepatrono de la iglesia. El resultado fue que no era tal el caso, aunque se le dio la administración del nosocomio.
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http://www.terra.com.mx/memoria2010/...htm&paginaid=7
La Guerra de Independencia en el noreste de la Nueva España y el comandante Joaquín de Arredondo - VIII
Luis Jáuregui
Los últimos años de la guerra
Arredondo construyó un mandato unificado en la región, con sede en la ciudad de Monterrey.
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Luis Jáuregui
Las autoridades virreinales se percataban de la arbitrariedad con la que actuaba Arredondo. El virrey Apodaca, recién llegado al reino en el otoño de 1816, y sin duda respondiendo a los informes que le dejara Calleja, ordenó a Diego García Conde, quien acababa de dejar la comandancia militar de Zacatecas, investigar la situación de descontento norestense en contra del comandante general. Esta comisión se le confería al ex comandante por la cercana amistad que tenía con el catalán. Para mantener la dignidad de este último, la visita se disfrazó de una revista al regimiento expedicionario de Extremadura, aunque en realidad tenía por objeto 'redu a principios más convenientes de obediencia y subordinación hacia el virrey'. Al parecer, el resultado de la presencia de García Conde fue un fracaso, toda vez que el general Arredondo 'persistió en que como comandante general de aquellas provincias no debía tener respecto al virreinato las obediencias que se le exigían'.
El resultado de esta indagación de mediados de 1816 sin duda provocó la ira de Apodaca. Más aún cuando por esos días el virrey se enteraba que, después de las incursiones iniciales de sus hombres sobre las costas del golfo, el traidor Mina había llegado a la Isla de Culebra, cerca de la bahía de Matagorda, con objeto de hacer acopio de tropas, piratas principalmente, y dirigirse al centro del reino. El disgusto del mandatario era todavía mayor, toda vez que estaba convencido de que la pacificación total de todo el reino novohispano se hallaba próxima. Así, para evitar contratiempos, Apodaca ordenó a Arredondo marchara hacia la Isla Culebra y destruyera a los enemigos del régimen. El comandante respondió que no podía cumplir la orden pues afirmaba, y con razón, que sus tropas se hallaban en la más absoluta pobreza; tenían más de cuatro años sufriendo privaciones, la economía de la región se hallaba peor que nunca y los alimentos escaseaban de manera general. Otro de los argumentos del general catalán era que, como las tropas de Mina se hallaban en una isla, lo más aconsejable era que el ataque fuera tanto por tierra como por mar.
A pesar de la aparente desobediencia de Arredondo a las órdenes del virrey Apodaca, en realidad el comandante hacía su trabajo; es decir, se preocupaba también por la potencialmente explosiva situación que pudiera suscitarse en un eventual desembarco de las tropas de Mina. Como el ataque a la Isla Culebra requería de más de 300 mil pesos, el comandante organizó en Monterrey una junta a la que convocó a los gobernadores de Coahuila, Nuevo Santander y Nuevo León, así como a varios militares y eclesiásticos distinguidos. En esta reunión el comandante expuso los problemas militares y económicos que enfrentaba ante la posible invasión. La junta, probablemente con conocimiento, decidió que la reunión de insurgentes en Texas en realidad era una más de las amenazas piratas que daban poco de qué preocuparse y que, en vista de los triunfos realistas en el resto de virreinato, la situación no pasaría a mayores. De lo que sí se ocuparon los miembros de la junta fue de proponerle al comandante formas de obtener recursos: préstamos, cobro de impuestos atrasados, confiscar todo el tabaco de las tiendas para venderlo en beneficio del gobierno y solicitar un préstamo a la iglesia.
A finales de abril de 1817, Arredondo se enteró del desembarco de las tropas de Mina en Soto la Marina. La posibilidad de hacerle frente a la invasión se debió tanto al apoyo de la junta regiomontana, como a las tropas que lo apoyaron y que provenían de la Huasteca por órdenes del virrey. La toma del fuerte de Soto la Marina es un ejemplo muy claro de las capacidades militares de Arredondo, el perdón que ofreció a la vida de los prisioneros, entre los cuales se hallaba el padre Mier, muestra su pragmatismo a la hora de la negociación. Al parecer, este 'perdón' otorgado por el comandante fue motivo de un fuerte disgusto de Apodaca, quien deseaba se ejecutara a los prisioneros por traidores, invasores y quebrantadores de la paz. A tal grado llegó el enojo del virrey, acrecentado por la actitud autoelogiosa y victimada del comandante, que consideró remover del cargo a Arredondo, colocando en su lugar al brigadier Gallangos, comandante de Zacatecas. El virrey pronto cambió de opinión, probablemente porque con la derrota de Mina en el rancho de El Venadito, el problema se había solucionado, pero generó una respuesta lastimera y autocompasiva por parte de Arredondo, quien señalaba que su honor se había visto mancillado y que, ante tal situación, ya no tenía interés de vivir.
La invasión de Mina fue una advertencia muy clara para las autoridades virreinales; era necesario detener en el origen a los invasores provenientes del norte; es decir, en la frontera texana. La urgencia se presentó en 1819 cuando Apodaca recibió un informe de Felipe Fatio, cónsul de España en Nueva Orleáns, sobre la organización de una expedición anglomericana hacia Texas al mando de un James Long. Fue así que el virrey ordenó a Arredondo y a Antonio Martínez, gobernador de aquella provincia, iniciaran una investigación sobre la frontera de Nacogdoches. El asunto al parecer era de importancia pues la campaña, realizada por un teniente coronel Ignacio Pérez, fue apoyada financieramente mediante el envío de recursos a la tesorería de Saltillo; igualmente, el comandante general recibió 300 caballos para tal expedición.
El resultado de la campaña del teniente Pérez no fue el esperado, ya que todo había sido vocinglería pues al llegar al lugar, el militar no halló invasor alguno. De hecho, el virrey comunicaba en su informe al Ministerio de Guerra de finales de enero de 1820, que 'no queda ningún enemigo que pueda dar cuidado'. Señalaría que la excepción a esto era el pirata Lafitte en la Bahía de Galveston; para su combate, el virrey daba la misma excusa que en su momento diera Arredondo: se requería de un ataque combinado por tierra y por mar.
Al parecer, los recursos que se habían previsto para la campaña del teniente coronel Ignacio Pérez fueron destinados para otra causa: el combate a los indios bárbaros, que desde años atrás mantenían una guerra abierta con las autoridades virreinales. Y es que, tan buen militar como era Arredondo, nunca se ocupó de este problema. Aun así, las gestiones del gobernador de Texas lograron un acuerdo de paz en abril de 1821.
Como reiteradamente reportó el virrey a las autoridades peninsulares, la provincia estuvo tranquila en 1819 y 1820. Entretanto, Arredondo se ocupaba de los asuntos cotidianos de su encargo: tropas, cuestiones judiciales, aspectos fiscales y la comunicación de diversas noticias en otras posesiones de la monarquía. A mediados de agosto de 1820, el ayuntamiento de Monterrey celebró la jura de la constitución de la monarquía; el general Arredondo presidió el evento y se unió al regocijo general. Pocas semanas después, a instancias de Arredondo, el ayuntamiento convocó a elecciones de miembros de la Diputación de las Provincias Internas de Oriente que quedó instalada en noviembre de ese año.
Todo parecía marchar bien, toda vez que no quedaba vestigio alguno de conflicto en la región, cuando en marzo de 1821 se supo en Monterrey 'que había tomado incremento el partido de Iturbide'. El asunto era grave, señalaba Arredondo al gobernador de Nuevo Santander, porque los caminos estaban interceptados y no llegaba ninguna noticia a la región. Por otro lado, el reavivamiento del movimiento independentista era un asunto que no podía tolerar el general Arredondo que por esos días cumplía diez años de lucha por mantener la fidelidad de aquellas provincias a la monarquía española. Sin dar más detalles, el doctor Gonzalitos relata que la reacción del comandante fue la de aterrorizar a la población. 110 En realidad, Arredondo ordenó que se reforzara la tropa en el 'ingreso' a la región desde San Luis Potosí, que era por la Huasteca, específicamente la villa de Tula. 111 Al mismo tiempo, envió una carta al virrey Apodaca en donde expresaba su consternación por la ausencia de noticias oficiales respecto a la situación e informaba sobre la total falta de recursos de la región, carencia que impactaba directamente en la tropa lo que en resumida cuenta no era sino tentar a su fidelidad.
Y así fue. En el mismo mes de abril de 1821, y en respuesta a la promulgación del Plan de Iguala, comenzaron las deserciones del Batallón Fijo de Veracruz, el más fiel grupo de control del comandante. En la villa de Aguayo se estableció una junta, muy similar a las que habían aparecido en 1811. Es muy probable que gracias a su don de mando y disciplina, Arredondo lograra con muy poco mantener el control hasta junio de ese año. Tomó la decisión de trasladar la tesorería de Saltillo a la capital neoleonesa, un aspecto que al parecer generó descontento entre los saltillenses. 113 Para contener esta protesta, envió al Batallón Fijo que a medio camino desertó a favor de la lucha independentista.
Arredondo era un hombre pragmático. Sabía que los tiempos y las preferencias políticas habían cambiado. Tal y como había respondido frente al cambio político en España; él tenía que adaptarse para seguir manteniendo el mando. Así, a inicios de julio de 1821 juntó a las fuerzas vivas de Monterrey y juró la independencia. De inmediato comunicó este acto a las tropas que habían desertado. El mando de éstas se resistió y, después de 'algunas contestaciones desagradables <…> Arredondo, ya desairado y aburrido <…> entregó el mando de las provincias al primero que halló y lo fue el teniente coronel entonces don Gaspar López, que con una división del ejército trigarante acababa de llegar de tierra afuera'.
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Fuente:
http://www.terra.com.mx/memoria2010/...htm&paginaid=8
La Guerra de Independencia en el noreste de la Nueva España y el comandante Joaquín de Arredondo - IX
Luis Jáuregui
Consideraciones finales
Arredondo construyó un mandato unificado en la región, con sede en la ciudad de Monterrey.
Memoria 2010 © Derechos Reservados
Luis Jáuregui
La lucha emprendida por Joaquín de Arredondo para salvaguardar las Provincias Internas de Oriente demuestra que este militar catalán fue uno de los combatientes más exitosos de la Nueva España durante la guerra de Independencia. Gracias a su preparación, auspiciada por una familia con recursos y relaciones poderosas, Arredondo logró contener la rebelión insurgente en aquella región —y aun más, considerando la Huasteca— a pesar de contar únicamente con el Batallón Fijo de Veracruz, fortalecido después con el regimiento de Extremadura. Justo es apuntar que otro de sus 'éxitos' fue informar sobre la realidad de la nueva frontera entre Estados Unidos y la Nueva España, y detener, casi desde sus inicios, posibles focos de insurrección como el de Bernardo Gutiérrez de Lara o Francisco Xavier Mina.
Arredondo fue un hombre muy criticado por los historiadores del siglo XIX; Mora, Bustamante, Alamán y Eleuterio González destacaron su particular crueldad en el trato con los prisioneros enemigos, así como su desobediencia a las órdenes de los virreyes y su trato despótico y autoritario con los mandos de las provincias nororientales. La historiografía del siglo XX, sobre todo la texana, recoge estas apreciaciones sin considerar diversos aspectos que, sin pretender rescatar su figura, generan una visión un tanto distinta.
Por una parte, don Joaquín fue enviado al norte de la Nueva España porque en Veracruz había mostrado las mejores características de un militar: obediencia, disciplina y solución de problemas. Cuando llegó a las provincias internas, emprendió la tarea a la que había sido asignado: el combate a la insurgencia. ¿Que se comportó como un sultán? De igual manera que Calleja cuando era comandante general. ¿Que actuó con crueldad? Lo mismo se puede decir de todos los que lucharon en esa época, realistas e insurgentes. ¿Qué desobedeció las órdenes del virrey? Lo mismo hizo Calleja cuando 'esperó' el ataque a Zitácuaro a inicios de 1813, una espera que, a decir de Lucas Alamán, le trajo a don Félix María muchos disgustos con el virrey Venegas.
Cierto es, por otro lado, que Arredondo fue un personaje muy desconfiado, sobre todo con los militares 'locales', como muestran sus relaciones con Díaz Bustamante y Elizondo, lo que sin duda generó mucha animadversión de parte de las élites nororientales. Es este al parecer el aspecto más destacado del comportamiento de Arredondo; el enfrentamiento con la oligarquía regiomontana. Desde un inicio les tuvo recelo, probablemente por el apoyo que este grupo dio al insurgente Jiménez en los primeros meses de 1811. Luego debió enfrentar el problema de la formación de la compañía de patriotas, grupo que sí pudo conformare en Tula pero que en Monterrey le dio mucho trabajo. Por cierto, aquí se puede agregar que fue muy probablemente esta la razón por la cual, en las primeras décadas del periodo nacional, las milicias del estado de Nuevo León no fueron de origen regiomontano sino de la villa de Pilón (Montemorelos).
La formación de la compañía de patriotas fue un problema que en un inicio se dio entre el comandante y el ayuntamiento de Monterrey; una vez que quedó instalada la diputación provincial, el cabildo civil le endosó el problema a la nueva corporación. Esta tomó decisiones sobre la milicia y otros aspectos sin consultarlas con el comandante, que por ley era jefe político. Arredondo se molestó, no obstante que se hallaba en campaña, y disolvió el cuerpo provincial. De nuevo se debe reconocer que la creación de las diputaciones provinciales tuvo como propósito primordial proporcionar apoyo a los jefes militares para que formaran este tipo de defensas, de manera que la supuesta 'desobediencia' del nuevo cuerpo era asunto bastante grave. En todo caso, por esos mismos días del verano de 1814, en las provincias internas se supo que Fernando VII había regresado al trono de España y había derogado las disposiciones de las cortes. La disolución de la diputación provincial de 1814 no fue sino una anécdota del paso de Arredondo por aquella región.
El asunto de la representación del rey parece haber sido una preocupación considerable en la mente del general catalán. Así lo muestran sus relaciones con la diputación; después con el escándalo del 'besamanos', y luego una vez más en el asunto relacionado con el hospital de pobres. Fue tal su preocupación por el asunto de su representatividad real que llegó a desobedecer al virrey, algo que seguramente sucedió también con José de la Cruz en Nueva Galicia. Aquí es pertinente señalar que Arredondo desobedeció más a Venegas y Apodaca que a Calleja. Según los testimonios con que se cuenta, la desobediencia a Venegas se dio hacia el final de su gestión virreinal, entre finales de 1812 e inicios de 1813, poco antes del brote insurgente de Gutiérrez de Lara en Béjar, incluso es probable que la desobediencia se diera desde que Arredondo se enterara que el insurgente había ingresado a Texas y se había establecido en Bahía del Espíritu Santo. Con Calleja debió enfrentar los escándalos con los dos cabildos regiomontanos, el civil y el eclesiástico. El virrey se asesoró para dar una resolución justa por la vía del fiscal de lo civil, algo que a Arredondo le vino bien pues él no contaba con tal consulta. La resolución no le fue, por cierto, siempre favorable. En este sentido, la postura de Calleja, y no dudo que de Apodaca también (aunque no se cuenta con testimonios al respecto) fue que el virreinato no perdiera autoridad alguna entre tanto militar que se hallaba diseminado en lo que después sería México. El caso de Joaquín de Arredondo era particularmente difícil para los últimos dos virreyes pues no era el tipo de militar que en la época criticara José de la Cruz y que refiere Christon Archer en un trabajo reciente; esto es, no era de los militares más preocupados en cuidar su prestigio que de resolver el problema en turno. En sentido literal, Arredondo era 'de armas tomar'; emprendía batalla en donde la hubiera; obtenía resultados para el monarca y de paso ascendió de coronel a general de brigada a comandante general a jefe político. Este último cargo, si bien duró muy poco, lo colocó prácticamente en el nivel de un virrey, o al menos ese era el espíritu de la jefatura política de las diputaciones.
Igual que su contraparte en el oeste, las Provincias Internas de Oriente vivieron desde sus orígenes en una indefinición respecto a la obediencia que debían a la autoridad virreinal. La situación se acentuó durante la etapa liberal que vivió la monarquía española, toda vez que las cortes no consideraban a la figura del virrey como una que fuera consistente con un gobierno liberal. Es probable que Arredondo se enterara de toda esta última confusión en momentos en que ya no tenía sentido. La desobediencia de Arredondo, y lo que lo hizo merecer el mote de 'virrey' en voz de Calleja, según Lucas Alamán, responde a su convencimiento de que, en lo militar, él era quien mejor conocía la situación del noreste de la Nueva España, conocimiento que compartía con Calleja y que resulta en que no lo desobedeciera tanto como a los otros dos mandatarios del periodo.En muchos sentidos, y siguiendo el argumento de Benson, el comportamiento de Arredondo se asemeja al de los virreyes novohispanos respecto a las autoridades peninsulares en los tres siglos de dominación española. ¿Que se pretendía 'lograr' una zona independiente en el noreste novohispano? De hecho se dio: en algún momento Texas se declaró república y Arredondo actuó con decisión propia, aunque siempre con cautela. El asunto de la relativa o absoluta independencia de aquella región vendría a resolverse en las siguientes dos décadas.
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Fuente:
http://www.terra.com.mx/memoria2010/...htm&paginaid=9
Última edición por Mexispano; 20/02/2016 a las 04:59
Un documento que indigestará a muchos y que seguramente hará que los más zoquetes digan que los tlaxcaltecas "nos volvieron a traicionar".
De una vez adelanto que ellos no fueron los únicos nativos que mostraron su adhesión al bando realista, pero todos esos datos los iremos colocando posteriormente.
Documento original (posteado en Hispanismo):
Proclama
La Batalla del río Medina: una victoria española olvidada
Una Victoria Española olvidada
La batalla del Río Medina, batalla del Encinal de Medina o simplemente batalla de Medina ha sido el mayor enfrentamiento bélico habido nunca en el territorio del actual Estado norteamericano de Tejas, en el que las tropas españolas derrotaron a un ejército rebelde formado por mejicanos, tejanos y angloamericanos1 y pusieron fin a lo que en la historiografía estadounidense se conoce como la Primera República Independiente de Texas.
El 7 de agosto de 1812, la vanguardia del que iba a ser el ejército de la naciente república cruzaba la frontera norte y entraba en territorio español. Bajo una bandera completamente verde y dirigido por Augustus Magee, el ejército insurrecto no encontró prácticamente oposición en las pequeñas guarniciones españolas que preferían retirarse sin hacerles frente.
Virreinato de Nueva España a principios de 1800
Las cifras del número de componentes del ejército son muy dispares: según las diversas fuentes varían entre los 1.200 y los 3.000 rebeldes y mercenarios. Incluso antiguos miembros de la expedición que años después escribieron sobre lo sucedido, discrepan en la cantidad de soldados reclutados. Lo más probable es que tras sumárseles unos 200 indios, el número de los republicanos se acercara a los 2.000.
Magee era un ex teniente de artillería graduado en West Point que, viendo frustradas sus aspiraciones de ascenso a capitán al ser adelantado por otros compañeros de promoción más modernos, abandonó el ejército, abrazó la causa republicana en Texas, y fue nombrado coronel por la Junta Revolucionaria. Al ser Magee de origen irlandés, casi todos los historiadores coinciden en que fue él quien diseñó la bandera verde y el máximo responsable de la buena instrucción militar del incipiente ejército tejano.
Dos días más tarde, el 9 de agosto, se unió a los revolucionarios el principal cabecilla de la rebelión, José Bernardo Gutiérrez de Lara, un terrateniente de Nuevo Santander imbuido de las ideas de la Revolución Francesa. Gutiérrez había sido recibido en Washington por el Gobierno de los Estados Unidos que apoyaba su causa con la pretensión de anexionarse los territorios españoles de Norteamérica.
Solo las ciudades de San Antonio de Béjar y La Bahía no habían sido ocupadas por los republicanos. El gobernador español de Texas, Manuel María Salcedo, decidió abandonar Béjar y agrupar sus escasas tropas para hacer frente a los invasores en mejores condiciones. Salcedo contaba con pocos hombres disponibles, los soldados que tenían que haber llegado de España para ayudarle a proteger la frontera se habían quedado en la Península para luchar contra la invasión napoleónica.
Sin embargo, Gutiérrez y Magee decidieron dirigirse a La Bahía. La fortaleza existente en la ciudad era defendida por una guarnición de 200 hombres que pertenecían a la milicia. Ante la abrumadora mayoría republicana prefirieron rendirse y muchos se pasaron a los insurrectos.
Salcedo junto al gobernador de Nuevo León, Simón Herrera, y las tropas españolas que habían logrado reunir, pusieron posteriormente sitio a la fortaleza. Al principio parecía que el final de los republicanos estaba cerca, incluso Magee se planteó negociar la rendición con los españoles, pero sus oficiales se opusieron. El sitio se fue alargando y la llegada del duro invierno tejano hizo mella entre los sitiadores. Escasos de suministros y no vestidos apropiadamente para los rigores del frío, tuvieron que abandonar la plaza a principios de febrero de 1813.
Escenario geográfico de la batalla del río Medina
Hostigados por la caballería tejana mandada por Menchaca, los realistas consiguieron llegar a Béjar que había sido saqueada por los indios. «El 8 de febrero Magee murió aparentemente de tisis. Gutiérrez iba a decir en 1815, que tomó veneno para evitar ser fusilado por intentar venderle a los realistas»2.También corrió el rumor de que había sido asesinado. La verdadera causa de la muerte nunca ha podido ser demostrada. A Magee le sustituyó Samuel Kemper como jefe de los angloamericanos. El 29 de marzo, Salcedo y Herrera se enfrentaron nuevamente a los rebeldes en Rosillo, cerca del Arroyo Salado, a unos 25 kilómetros de Béjar. Los reclutas realistas no pudieron resistir el empuje de los republicanos y fueron derrotados. Cerca de 300 bajas entre muertos y heridos sufrieron los españoles. Salcedo negoció la rendición con los tejanos quienes le prometieron que ni él, ni sus oficiales, ni ninguno de sus hombres, serían maltratados. El gobernador español entregó su espada a Kemper, quien le dijo que se la diera a Gutiérrez. Salcedo no podía aceptar aquella humillación ante quien consideraba un traidor y tiró su espada al suelo a los pies de Gutiérrez. Los independentistas entraron en Béjar sin oposición e izaron la bandera verde por la que habían luchado.Días más tarde, Salcedo, Herrera y doce oficiales españoles fueron sacados de la ciudad con la excusa de que iban a ser llevados a Estados Unidos para regresar a España. Escoltados por sesenta jinetes a las órdenes de un tal capitán Antonio Delgado, abandonaron confiados la ciudad, pero a unos 10 kilómetros de Béjar el grupo se detuvo, desnudaron a los oficiales españoles, les robaron sus pertenencias y los mataron a sablazos. A continuación decapitaron los cadáveres y sus cabezas fueron llevadas de regreso a Béjar como un trofeo de guerra cualquiera. Ni siquiera se les permitió recibir los últimos sacramentos.
Aquella atrocidad enfadó a algunos oficiales norteamericanos, entre ellos al propio Kemper, quienes se habían unido a la empresa de la independencia de Texas movidos por «nobles ideales». Kemper y esos oficiales molestos por la masacre abandonaron la expedición y regresaron a los Estados Unidos a pesar de que Gutiérrez empeñó su palabra de que no tenía nada que ver con los asesinatos. Muchos años más tarde, algunos testigos declararon que el mismo Gutiérrez había dado la orden. La marcha de Kemper hizo recaer el mando de los norteamericanos en Henry Perry.
Actuales iglesia y cementerio de Ntra. Sra. del Carmen,
lugar de enterramiento de los soldados españoles
«El 6 de abril de 1813, en una breve ceremonia celebrada en San Antonio de Béjar, un líder visionario que se autodenominaba el Ilustre Libertador, llamado Bernardo Antonio Gutiérrez de Lara, se nombró a sí mismo “Presidente Protector del Gobierno Provisional del Estado de Texas”, al que declaró territorio independiente de la Corona española»3. La nueva Constitución en su artículo primero proclamaba que el nuevo Estado era «una parte de la República Mejicana a la cual está inviolablemente unida»4. Aquello no gustó al gobierno estadounidense cuya pretensión era unir Texas al territorio de Luisiana. Retiraron su respaldo a Gutiérrez y apoyaron como líder de la revolución al aventurero cubano José Álvarez de Toledo que había sido oficial de la Armada española y que había representado en las Cortes de Cádiz a Puerto Rico y Santo Domingo. Las presiones sobre la Junta Revolucionaria, una campaña de desprestigio en la prensa contra Gutiérrez, al que se acusó de apropiación de fondos enviados para la causa, junto al rumor que corrió entre los soldados mejicanos y tejanos de que Toledo llegaría con dinero para pagar los atrasos dinerarios que se les adeudaban, llevó a la Junta a destituir a Gutiérrez y nombrar como jefe supremo del Ejército a Álvarez de Toledo, decisión que no gustó a Menchaca y a otros oficiales amigos de Gutiérrez.
El virrey de Nueva España, Félix María Calleja, preocupado por el cariz que estaban tomando los acontecimientos en Texas, ordenó al recientemente nombrado comandante general de las Provincias Internas de Oriente, don Joaquín Arredondo, terminar con la revolución. Arredondo era un militar de carrera, un catalán de Barcelona que había llegado a América a servir a su patria y al rey.
Arredondo se puso en marcha con algo menos de 2.000 soldados entre caballería e infantería y once cañones para terminar con todo atisbo de rebelión. Ordenó al teniente coronel Elizondo (comandante del presidio de Río Grande) que se reuniera con él en Río Frío pero este desobedeció a orden y el 29 de junio se enfrentó con sus escasas fuerzas a los republicanos en Alazán donde dejó en el campo de batalla cerca de 400 muertos y decenas de prisioneros. Parecía que la República de Texas había alcanzado su plena independencia.
Elizondo y los que habían sobrevivido a la derrota en Alazán, consiguieron reunirse con Arredondo quien reprendió severamente al díscolo teniente coronel y se encaminaron hacia Béjar al encuentro de los republicanos. Les acompañaba también el teniente coronel Zambrano como oficial a cargo de la caballería realista. Las tropas españolas llegaron a las proximidades del arroyo Galván el 17 de agosto. Los republicanos pasaron la noche de ese mismo día en las cercanías del arroyo Gallinas. Habían salido de Béjar dos días antes despedidos con música y los vítores de sus partidarios. Aún se discute por qué los tejanos abandonaron la ciudad y salieron al encuentro de los españoles.
Toledo y los angloamericanos preferían defender Béjar, la opción más acertada, que enfrentarse en campo abierto a los realistas. Además, los españoles, tras varios días de marcha estarían agotados mientras que los insurrectos descansados tendrían agua y comida para resistir. Lo más seguro es que se dejaran convencer por mejicanos y tejanos que temían por sus hogares y familias que vivían en la ciudad. Toledo cometió el error de formar sus compañías y escuadrones por nacionalidades sin tener en cuenta las rivalidades y diferente formación militar que había entre ellas. Su plan consistía en esperar a los españoles en el Arroyo Gallinas para tenderles una emboscada y aniquilar el ejército de Arredondo. Situó una avanzadilla delante del grueso de su despliegue para dar la voz de alarma cuando aparecieran los realistas, pero sin delatar la emboscada que tenía preparada.
La mañana del 18 de agosto de 1813, Arredondo levantó su campamento y con toda la columna se dirigió hacia el arroyo Galván para cruzarlo. A la cinco de la madrugada partió por delante en misión de exploración el teniente coronel Elizondo con 180 jinetes, pues el general desconocía la posición exacta del enemigo al que sus informes situaban en Béjar. Elizondo se movió posiblemente entre el arroyo Galván y el arroyo Gallinas. Destacó delante de su fuerza en solitario al alférez Francisco López que, confiado, cabalgaba por el terreno arenoso que había entre los dos arroyos. Cuando la avanzadilla de los republicanos vio al alférez, abrió fuego sobre él que, de milagro pudo escapar ileso. Los disparos alertaron a Toledo cuya caballería, creyendo que se aproximaban los españoles, cargó sin esperar la orden de su jefe. Toledo, sin saber lo que ocurría, tuvo que ordenar avanzar a su infantería topándose todos con los 180 hombres de Elizondo (Imagen 1). Este envió un mensajero a Arredondo para prevenirle. El teniente coronel realista estuvo a punto de ser cercado. Tras intercambiar disparos con la caballería tejana de Menchaca que hirieron a dos soldados españoles, uno de ellos gravemente, Elizondo consiguió escapar de la difícil situación en la que se había visto envuelto.
Imagen 1
Toledo, cuyo plan había sido descubierto, mandó regresar a sus hombres a la posición inicial, pero Menchaca y Perry, cuya relación con Toledo nunca había sido buena sobre todo la del primero, se negaron a obedecer alegando que habían venido para combatir y que no estaban dispuestos a dejar escapar a nuestras tropas. El cabecilla rebelde tuvo que ceder y todo el ejército republicano salió en persecución de Elizondo y sus hombres a través del bancal de arena que hacía muy difícil la marcha, especialmente para la infantería y los artilleros cuyos cañones quedaban hundidos en el terreno. Mientras tanto, el mensajero enviado por el teniente coronel español para alertar a Arredondo comunicó al general lo ocurrido y el jefe español despachó al teniente coronel Zambrano con 150 jinetes y dos cañones de pequeño calibre para ayudar a Elizondo con la orden de evitar un enfrentamiento a gran escala y atraer a los rebeldes a la trampa que les iba a preparar tras cruzar el arroyo Galván.
Zambrano en su camino contactó con Elizondo quien escapaba del acoso de los republicanos (Imagen 2).
Imagen 2
Estos, al reconocer nuevas tropas, creyeron que era el grueso del Ejército español el que tenían delante y continuaron su acometida. Siguiendo el plan de Arredondo, los jefes españoles escaparon aun teniendo que abandonar los dos pequeños cañones que fueron tomados por el enemigo. La marcha por el terreno arenoso se hizo demoledora para la infantería tejana y para los artilleros que tuvieron que desechar los cañones más pesados atascados en la arena. La sed y el cansancio hacían mella en las fuerzas rebeldes. De pronto, en medio del encinal cercano al arroyo Galván, se toparon con la infantería española formada en línea y presta para disparar (Imagen 3).
Imagen 3
Arredondo había colocado la infantería en el centro, la mayoría del Regimiento de Infantería de Vera Cruz, los cañones en los flancos (siete en total, ya que de los once con que contaba inicialmente, dos estaban desmontados y otros dos, los de pequeño calibre, los había perdido Zambrano) y la caballería cerrando los extremos cuando arribaron perseguidos por el enemigo. Antes de que Toledo pudiera reorganizar sus fatigadas tropas los cañones españoles comenzaron a disparar. Cerca de 950 proyectiles según el informe de Arredondo. Toledo situó sus tropas en línea, alternando una compañía de tejanos o mejicanos con una compañía de angloamericanos. Esta decisión sería fatal para sus propósitos ya que los mejicanos serían los primeros en retroceder. Si hubiera mezclado en sus compañías todas las nacionalidades, la enconada resistencia de los angloamericanos habría animado a los mejicanos a resistir. Aun así, como señala Arredondo en su informe sobre la batalla dirigido al virrey: «Ellos avanzaron sobre mi ejército con gran valor hasta que estuvieron al alcance del tiro de pistola». Durante más de dos horas el intercambio de disparos fue continuo. Toledo intentó con su caballería desbordar a los españoles pero los jinetes realistas les hicieron desistir (Imagen 4).
Imagen 4
La caballería tejana de Menchaca combatió con gran bizarría hasta que un trozo de metralla alcanzó mortalmente el cuello del jefe rebelde y lo derribó del caballo. Su muerte desconcertó a sus hombres que comenzaron a retroceder; al mismo tiempo lo hicieron las compañías mejicanas, y a continuación toda la línea enemiga se deshizo. Arredondo mandó a la caballería en persecución de los que escapaban (Imagen 5). Los sables españoles causaron estragos entre los que huían. La huida se convirtió en desbandada.
Imagen 5
En ese momento Arredondo ordenó a la banda de música que empezara a tocar y al redoble de los tambores la infantería española avanzó con las bayonetas caladas. Los pocos que aún resistieron fueron atravesados por el frío acero español.
Después de más de cuatro horas de duros combates, la derrota enemiga era total. La Primera República Independiente de Texas había dejado de existir. El comportamiento de las tropas españolas lo define el propio Arredondo: «No encuentro palabras para explicar a su excelencia el valor, la intrepidez, determinación, entusiasmo, patriotismo, y buen orden de los oficiales y soldados que he tenido el gran honor de mandar […] Algunos de ellos, incluso aun estando heridos, no quisieron abandonar la formación; y, de hecho, no lo hicieron, hasta que desfallecieron débiles por la sangre que habían perdido». Cerca de 1.000 muertos dejaron los republicanos en el campo de batalla. Los 100 enemigos apresados fueron fusilados inmediatamente. El recuerdo de Salcedo, Herrera y el resto de sus oficiales pesaba demasiado en el ánimo de los españoles.
Los rebeldes que consiguieron llegar a Béjar recogieron a sus familias y unas pocas pertenencias y huyeron a Estados Unidos. Los que se escondieron en casa de sus familiares, cuando llegaron los realistas, fueron detenidos y también fusilados. A algunos se les perdonó la vida. En su mayoría angloamericanos. Tejanos y mejicanos eran considerados traidores y no recibieron el perdón. Los que les habían ayudado a esconderse fueron llevados a prisión.
Toledo y Perry lograron alcanzar la frontera con Estados Unidos y ponerse a salvo. Quizás al observador actual el fusilamiento de prisioneros le parezca una crueldad desmedida pero a principios del siglo XIX, en cualquier país del mundo, si alguien se levantaba en armas contra su gobierno sabía que si fracasaba solo le cabía esperar el pelotón de ejecución.Durante muchos años se había creído que la batalla tuvo lugar en los alrededores del río Medina donde abundaban las encinas. De ahí los diferentes nombres de la batalla.
Estudios recientes, tras analizar en profundidad los diferentes informes, documentos y memorias escritos por antiguos combatientes muchos años después de la batalla, muestran contradicciones en cuanto a vados de ríos y arroyos cruzados, distancias entre lugares, etc. que permiten concluir que la batalla aconteció en las inmediaciones del arroyo Galván como aquí se ha expuesto. No obstante, todavía no se han encontrado evidencias arqueológicas que lo corroboren. Las bajas españolas fueron 55 muertos, 178 heridos y dos desparecidos. Se les enterró con honores en la iglesia de Nuestra Señora del Carmen en cuya cripta en la actualidad existen huesos que pudieran pertenecer a nuestros soldados. Los cuerpos de los republicanos fueron dejados al sol sin sepultura.
Tras la independencia de Méjico en 1821, Texas formó parte del nuevo estado mejicano. En 1822, Trespalacios el gobernador mejicano de la región acompañado por algunos veteranos de la batalla se encaminó al lugar del enfrentamiento para recoger los huesos blanquecinos por el sol de los combatientes tejanos y enterrarlos con honores militares en una fosa preparada junto a una gruesa encina. El lugar nunca ha sido encontrado.
Entre los españoles figuraba un joven teniente realista de nombre Antonio López de Santa Ana que abrazó años más tarde la causa independentista y llegó a convertirse en 1833 en presidente-dictador de la República de Méjico. Su derrota ante los tejanos en la batalla de San Jacinto en 1836 supuso el nacimiento de la República de Texas que en 1845 se incorporó a los Estados Unidos de América. El 18 de agosto de 2013 se cumple el bicentenario de la batalla. En Béjar se preparan diversos seminarios, conferencias, exposiciones, en recuerdo de lo sucedido y para homenajear a los soldados de ambos bandos caídos en los combates.
Actual iglesia de Ntra. Sra. del Carmen
Lamentablemente en España casi nadie recuerda a los que dieron su vida defendiendo lo que un día fue el gran imperio español. A ellos y a su memoria va dedicado este artículo.
BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES
− Arredondo, Joaquín. Report of the Battle of Medina, August 18, 1813. The Quarterly of the Texas State Historical Association. EEUU, 1908. Vol 11, Nº 3. Para la redacción del presente artículo se ha trabajo con la traducción inglesa del informe de Arredondo. No se ha encontrado el original en español.
− Martínez Láinez, Fernando y Canales Torres. Carlos. Banderas Lejanas. Editorial EDAF. 2009.
− Schwarz, Ted. Forgotten Battlefield of the First Texas Revolution. Published by Eakin Press. EEUU, 1985.
− Weber, David J. La Frontera Española en América del Norte. Editorial Fondo de Cultura Económica. México, 1992.
NOTAS
1 Tejanos y mejicanos eran españoles que habían abrazado la causa independentista. No obstante, mantendremos esta denominación para distinguirlos de los españoles leales a la corona. Angloamericanos eran ciudadanos procedentes de los Estados Unidos que luchaban por la República Independiente de Texas. En su mayoría mercenarios, aventureros y unos pocos románticos idealistas.
2 Schwarz, Ted. Op. Cit. Pág 28.3 Martínez Láinez, Fernando y Canales Torres, Carlos. Op. Cit. Pág. 390.
4 Schwarz, Ted. Op. Cit. Pág. 41.
Fuente: Revista Ejercito nº 868__________________________
julio/agosto 2013
Fuente:
La Batalla del río Medina: una victoria española olvidada
LOS MITOS DEL BICENTENARIO
Cuando Baja California se enteró de la Independencia
Por Daniel Salinas Basave
Nadie pone en duda que Miguel Hidalgo gritó muy fuerte la mañana del 16 de septiembre de 1810. Tan contundente fue su mítico y tergiversado grito, que 199 años después sigue haciendo eco en todas las plazas públicas de México en medio de un ambiente de fiesta y jolgorio popular. Sin embargo, las cuerdas vocales del cura Hidalgo no resultaron ser tan potentes como para hacerse escuchar en los confines del Virreinato de la Nueva España, acá en las lejanísimas Californias, donde al menos durante 1810, ni siquiera se enteraron de la existencia de un movimiento libertador. Mientras los “joséalfredianos” caminos de Guanajuato se teñían de sangre y “el Pípila” prendía fuego a la puerta de la Alhóndiga de Granaditas , en este lejanísimo y despoblado rincón del reino vivíamos en calma chicha, ajenos al fervor libertario y al terror realista que infestaba los pueblos del Bajío. Aunque jurisdiccionalmente esta región también formaba parte de la Nueva España, el movimiento de Hidalgo y Allende fue tan lejano y ajeno como hoy podría ser la guerra civil en República Democrática del Congo. Cuestión de imaginar las telecomunicaciones de la época y lo abismales e infranqueables que resultaban esos 3 mil kilómetros que nos separan de la capital. Si por una suerte de jugarreta humorística del eterno retorno a un cura visionario se le ocurre sublevarse contra el gobierno en 2010, sin duda tendremos cobertura en vivo y enlaces permanentes por internet. Vaya, en 2010 la Alhóndiga de Granaditas se hubiera convertido en un “reallity show”, un circo mediático interactivo como fue la Guerra de Irak. Pero hace dos siglos, los habitantes de las Californias aún gozaban de la calma para sentarse a contemplar bellos atardeceres en el Pacífico sin enterarse si a alguien se le había ocurrido proclamar la independencia de este virreinato. La historia oficial de libro de texto ignora olímpicamente las repercusiones de la Independencia en los confines del virreinato. Sin novedad en el frente, diría el parte de guerra, simplemente un aburrido “nada”, como anotó Luis XVI en su diario íntimo el 14 de julio de 1789. Cierto, los insurgentes tuvieron plena conciencia de la importancia de la difusión mediática de su movimiento y por ello fundaron el primer periódico libertario, “El Despertador Americano”, nacido en Guadalajara en 1810. El problema es que al parecer su departamento de circulación tuvo algunos problemas para poder colocar ejemplares en la Baja California. Por fortuna, hay historiadores que se han dado a la labor de investigar de qué manera repercutió el movimiento en las Californias y agradezco muchísimo que mi buen amigo Patricio Bayardo Gómez me haya hecho llegar dos valiosos textos:” El movimiento de Independencia en la lejana Baja California” de David Piñera Ramírez y “Repercusiones de la Guerra de Independencia en Baja California”, de Jorge Martínez Zepeda, editados ambos por el Instituto de Cultura de Baja California. Obras oportunísimas y esclarecedoras que inscriben a la región dentro de la geopolítica insurgente. Si bien la ruta de la Independencia estuvo lejos de pasar por Baja California, es mentira que no haya habido eco alguno por estos rumbos. Hubo sí, una historia de lo que pudo haber sido. Nos narra Piñera que estando en Guadalajara en diciembre de 1810, Hidalgo otorgó José María González Hermosillo la ardua y nada envidiable encomienda de extender la rebelión en el vasto noroeste del país. Obediente soldado, González Hermosillo fue reclutando gente en Tepic y Magdalena, hasta que en Rosario, Sinaloa le salieron al paso las fuerzas virreinales a quienes presentó batalla y derrotó. La fortuna lo abandonó en Santiago Piaxtla, cerca de Mazatlán, donde fue derrotado por el intendente Alejo García Conde, quien lo obligó a retroceder. ¿Habría cambiado la historia local de haber seguido su ruta González Hermosillo? Lo cierto es que de acuerdo a Piñera, no todo fue calma e indiferencia en Baja California, pues cuando los misioneros de la región por fin se enteraron del movimiento insurgente, no faltó quien ofreciera lanzas a las autoridades “para defensa de la religión y la patria”. Interesantísima me parece la investigación de Piñera en torno a los piratas insurgentes, bergantines de corsarios ingleses y franceses que sembraron el terror en las costas del Pacífico. En el pasado número del Informador, hablábamos en este espacio de la influencia de escoceses y yorkinos en el recién nacido México, pero omitimos referirnos a las auténticas “logias flotantes”, de las que habla Piñera, corsarios masones encabezados por el inglés Peter Corney y el francés Hipólito Bouchard, que en nombre de la independencia llegaron a la Alta California en 1818 donde cometieron saqueos. Vaya, hasta el mítico Lord Cochrane, singular prócer de la independencia chilena, envío hasta costas bajacalifornianas la fragatas Independencia y el bergantín Araucano, tripulados por chilenos y británicos que sembraron el terror en San José del Cabo y Todos los Santos en 1822, todo porque supuestamente, Baja California se negaba a jurar la Independencia, lo que finalmente ocurrió, por cierto bajo presión. Jorge Martínez Zepeda se da a la tarea de bucear en archivos documentales para reflejar la forma en que las noticias de la insurgencia repercutieron en la vida californiana. Entre otros interesantes hallazgos, Martínez Zepeda da con un parte de Francisco María de Ruiz, comandante del presidio de San Diego, quien daba noticia sobre la presencia de un extraño buque detrás de las Islas Coronado. Martínez Zepeda contradice las versiones en torno al retraso con que las noticias del centro llegaban a Baja California, pues descubrió en la correspondencia del gobernador de la Baja California José Argüello, que el 20 de noviembre de 1821 ya tenía noticia de las juras de Independencia y habla de la inicial oposición de los misioneros a jurar la separación de España. La comandancia de la Frontera de Baja California, ubicada en la misión de San Vicente del Ferrer, fue el escenario en el que el jefe militar José Manuel Ruíz encabezó el acto oficial de jura de Independencia el 16 de mayo de 1822, un día para la historia en la región. El espacio se acaba y hay tanto por narrar, que lo único que esta columna puede hacer es recomendar la lectura de las investigaciones de David Piñera Ramírez y Jorge Martínez Zepeda, pues al leerlos queda claro que en cuestión de insurgencia, hubo mucho más que un “sin novedad en el frente” en Baja California.
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Fuente:
Eterno Retorno
Apodaca o las ventajas del indulto
Bertha Hernández | Nacional | Fecha: 2010-08-29 | Hora de creación: 09:32:48 | Ultima modificación: 12:38:12
Juan Ruiz de Apodaca gobernó a la Nueva España entre septiembre de 1816 y julio de 1821, y significó un gran contraste con la política dura que habían ejercido Venegas y Calleja. Apodaca era marino, y había prestado importantes servicios a la corona española como diplomático.
Cuando llegó a la Nueva España, venía de ser gobernador de La Habana y capitán general de la isla de Cuba. Decidió enfrentar a la insurgencia con el indulto como estrategia principal. Muchos rebeldes, tras la muerte de Morelos, siguieron el camino de ese perdón forzado, que podría significar el exilio, pero que al menos garantizaba seguir con vida.
De esa manera, Apodaca comenzó a pacificar el país, mientras la rebelión se dispersaba. La campaña de Xavier Mina, que duró apenas seis meses de 1817, fue desbaratada por el enviado de Apodaca, Pascual Liñán. El triunfo le valió al virrey un título nobiliario: Conde del Venadito, porque la derrota de Mina y Pedro Moreno ocurrió en el Rancho del Venadito. La distinción le acarreó abundantes burlas a Apodaca, e incluso su mujer hubo de resignarse a un apodo: La Venadita.
Aparentemente, Apodaca estuvo al tanto de la conspiración de la Profesa y la participación de Agustín de Iturbide en ella. No obstante, nombró al militar comandante de las tropas que deberían combatir a Vicente Guerrero. Iturbide se apartó de sus instrucciones y promovió el Plan de Iguala y las Tres Garantías. Apodaca reaccionó con debilidad, pues solamente declaró a Iturbide fuera de la ley y no combatió a los trigarantes. Así, desató la ira de las tropas españolas, que aún guarnecían la capital y por ello fue derrocado.
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Fuente:
La Cronica de Hoy | Apodaca o las ventajas del indulto
Eludiendo la ley: la expulsión de los españoles en 1829
María Graciela León Matamoros
La expulsión de los españoles en 1829
Una fuente de preocupaciones para quienes pugnaban por la construcción del México independiente fue la permanencia de los españoles en el país
Solicitud de exclusión por impedimentos físicos de la aplicación de la Ley de Expulsión de Españoles de 1829
Memoria 2010 © Derechos Reservados
Una fuente de preocupaciones para quienes pugnaban por la construcción del México independiente fue la permanencia de los españoles en el país, pues ésta solía ligarse a los temores que derivaban de la amenaza latente de una reconquista por parte de España. La intención de minar la influencia de la poderosa comunidad española condujo a promulgar leyes radicales tendientes a expulsar a los peninsulares que habían permanecido en México después de la emancipación.
Se trataba de un periodo álgido y controvertido en que la independencia de México aún no había sido reconocida por España, factor no poco importante que en cierta forma contribuyó a promulgar algunas leyes en contra de los ciudadanos españoles. Fueron tres los decretos en perjuicio de los peninsulares avecindados en el país: una ley de empleos (1827) cuyo propósito era separarlos de los puestos burocráticos que desempeñaran, y dos leyes de expulsión (1827 y 1829), la primera de las cuales pretendía echarlos a todos de aquí; sin embargo una serie de excepciones evitaba la salida inminente de muchos de ellos, pues la reglamentación establecía que podían permanecer en el país si estaban casados con una mujer mexicana, si tenían hijos, si demostraban por medio de testigos que gozaban de buena conducta, y finalmente, si juraban la independencia. Este último proceso se llevaba a cabo en las Casas Constitucionales, donde debían firmar un documento que confirmaba su adhesión al sistema y a la soberanía del pueblo mexicano, y donde, después de jurar ante un juez y un sacerdote, en algunos casos el español salía a dar un paseo público por varias calles para hacer también su juramento delante del pueblo. De tal forma que era relativamente sencillo quedar exento de la diáspora, y muchos de los peninsulares aprovecharon tal situación.
El hecho de que la cantidad de expulsados por la ley de 1827 resultara tan exigua y de que la amenaza de un ataque de reconquista por España procedente de La Habana en 1828 provocara la protesta de varios sectores de la sociedad en contra del moderado decreto, dio lugar a que se exigiera una legislación mucho rigurosa y efectiva; ésta vio la luz en 1829. Eliminó la mayoría de las causas de excepción de su predecesora y redujo las concesiones a una causa principal: “impedimento físico perpetuo”. Para determinar qué españoles formaban parte del grupo que estaba incapacitado para salir del país, los gobiernos de los estados establecieron una Junta de Médicos Facultativos encargada de reconocer a los peninsulares y determinar si su estado de salud permitía o no expulsarlos.
En apariencia este decreto echaría por tierra los salvoconductos que habían utilizado los peninsulares para evadir su éxodo conforme a la ley de 1827, pero el resultado distó mucho de lograrlo. De los datos consignados en los documentos de la época se puede inferir que los españoles que contaban con recursos económicos suficientes aprovecharon esta circunstancia para que los médicos les extendieran un certificado que los avalara como impedidos físicamente. Esto se hace patente al observar cuáles eran las enfermedades que refería la Junta para considerarlos incapacitados a perpetuidad. Así, son motivo de incapacidad permanente ciertos padecimientos como un brazo fracturado, dolores intensos de espalda, diarrea (infecciones estomacales) e incluso hipocondría, pese a que dichos males no debieron haber sido causa de excepción en la ley de expulsión de 1829.
Sin embargo, el papel de la Junta de Médicos Facultativos cobró tal relevancia que los certificados que expedía eran el principal argumento para eludir las disposiciones gubernamentales en torno a los hispanos. En ese sentido los médicos vinieron a ocupar el lugar que dos años antes había correspondido a los legisladores y políticos, de manera que bastaba la firma de la Junta para que contra toda lógica se declararan perpetuos ciertos impedimentos que en cualquier otra circunstancia habrían distado mucho de serlo. Si bien es cierto que la última palabra al respecto la decían los gobernantes, el aval de los facultativos resultaba determinante. No se conoce ningún caso en que se contraviniera el dictamen emitido por alguna Junta. Si una solicitud despertaba suspicacia entre las autoridades, éstas recomendaban un reconocimiento exhaustivo, y así se reunía un número mayor de médicos que solía avalar la opinión original.
Generalmente el procedimiento que seguían los afectados por la ley consistía en enviar una solicitud secretario del Despacho de Relaciones, donde explicaban en forma extensa –y la mayoría de las veces lisonjera– los males que los aquejaban, lo cual por consiguiente los volvía candidatos a ser exceptuados de la disposición. Para demostrarlo adjuntaban tres certificados concedidos por la junta médica donde ésta especificaba en qué consistían tales padecimientos y avalaba con las firmas respectivas que dicho mal los imposibilitaba para abandonar el país. De esa manera los facultativos médicos decidían quiénes quedaban eximidos, lo que daba al traste con la intención de hacer más rigurosas las medidas adoptadas en la ley del 27 y reducir el número de exceptuados.
Así, además de las dificultades inherentes al proceso mismo de expulsión, la aplicación de la ley estuvo plagada de irregularidades. Gran parte de los candidatos a salir del país estaban bien relacionados, y los que no lo estaban solían recurrir a la presión social con el argumento de que sus esposas e hijos quedarían en la orfandad. En esta empresa contaron con el apoyo de muchos legisladores y de una parte del clero, ya que éste no era susceptible de que se le aplicara la ley. No obstante, el fracaso de las leyes no expresa necesariamente una falta de voluntad para aplicarlas con rigor; ésa sería una versión limitada y cómoda que no revelaría la álgida realidad política prevaleciente en los primeros años del México independiente. Las diversas legislaciones que intentaron reducir la influencia española en el país son un termómetro fiel de los temores o afinidades de la sociedad respecto a ese tema. Las medidas restrictivas que caracterizaron a todas esas leyes muestran de alguna manera la incertidumbre en torno al futuro inmediato de una nación en construcción y su relación con España y con la todavía poderosa comunidad española residente en el país, una relación conflictiva que pervivió durante el resto del siglo XIX.
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Fuente:
Terra - Eludiendo la ley: la expulsión de los españoles en 1829 - Volumen 3 - Memoria2010
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