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Leonardo León: "Lo de 1810 fue un golpe de estado"
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lunes, 26 de septiembre de 2016
SAN MARTÍN, UN INTERROGANTE
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Por Cristián Rodrigo Iturralde
San Martín puede significar una influencia y símbolo positivo para las nuevas generaciones argentinas y americanas en general, hoy, a 200 años de consumada nuestra independencia, y habiendo obtenido legitimidad de ejercicio como nación. Si nos guiáramos por lo que se cree que fue, entonces sin dudas que el denominado Libertador de América se presenta como un hombre a reivindicar, máxime en estos tiempos de orfandad intelectual, desinterés patriótico, refulgente inmoralidad, venerado inmanentismo, desmesurada exaltación relativista y furibundo anticristianismo.
Pero mal haremos en engañarnos en tan delicado asunto. Por más antipático que pueda resultar, por más consciencias y corazones que se constriñan, la verdad debe prevalecer ante todo. Y lo cierto es que –lo adelantamos- existen innegables y sugestivos claroscuros en su accionar político, y más de una cuestión de otro orden atendible de alguna consideración, que llevan a empañar aquella impoluta y angelical imagen signada desde vetustos textos escolares y algunas líneas de pensamiento.
A este respecto, resulta harto curioso que la figura de San Martín (contrariamente a Juan Manuel de Rosas) sea reivindicada hasta la fecha por una tanto amplia como disímil gama ideológica, que incluye por igual a liberales, masones, izquierdistas, demócratas y nacionalistas (aún entre los hispanistas). Si bien es evidente que cada uno de estos grupos le ha dado su propia impronta, recurriendo no pocas veces a ignominiosas omisiones, palmarias mentiras y falacias, a fuer de que todo cuaje según su pensamiento o tesis, lo cierto es que todos cuentan con su busto del Libertador, cual exhiben orgullosamente en sus despachos.
Si observamos con atención, las motivaciones de cada una de estas cuadrillas para vindicar a San Martín y a los procesos revolucionarios son similares; solo varía en alguna medida la importancia y orden que otorgan a los factores religiosos, ideológicos, económicos y políticos. Pero en algo concuerdan todos: en su rechazo absoluto hacia España y la Iglesia Católica. (Ciertamente, el caso de los nacionalistas es algo más complejo, y lo abordaremos luego).
Lo cierto e indubitable es que la acaparación de su figura es un must para todos aquellos que pretendan ser escuchados en salones académicos o construir (en América) una organización o lineamiento cultural, político o ideológico sobre base segura, sólida y popular. Pues el General ha sido expuesto como El Arquetipo por antonomasia; hombre querido y admirado por todos, ejemplo de patriotismo, conducta, altruista, generoso, heroico, es decir, como un hombre superior. Incluso no han faltado quienes han pretendido erigirlo a los altares, atribuyéndole ribetes mesiánicos, rindiéndole culto cual Santo de la espada, según lo retratara aquel obediente émulo de Mitre, Ricardo Rojas. De modo que nadie sabe bien si adorarlo, venerarlo o simplemente admirarlo. Carlos Ibarguren, quien sin ser crítico de San Martín –sino precisamente lo contrario-, alejado de la imagen esteriotipada y mítica del ¨Libertador¨, advertía con mucho tino que no debíase convertir a San Martín ¨en un símbolo o un ser a quien se le rinde culto religioso¨ . Otro de los grandes historiadores del revolucionario americano, Carlos Steffens Soler, coincide en la valoración.
Ignorarlo, cuestionarlo o repudiarlo nunca han sido consideradas opciones válidas (o al menos, queridas o deseables), pues lo cierto es que no existían fundados motivos que lo ameritaran. Solo en tiempos recientes han ido apareciendo algunas obras críticas con atendibles argumentos e inédita y trascendente documentación, que ha forzado, en alguna medida, a cierto sinceramiento y revisión de ciertas aseveraciones asentadas anteriormente cual verdades inconcusas.
Parte del propio revisionismo histórico, que se les ha animado a todos, izquierdistas y liberales, ha optado más por justificar in totum una tesis -que pareciera- preconcebida que por revisar el asunto integral y verazmente. Se ha ocupado más de encontrarle salvoconductos y blindar su figura que de investigarlo, de forma tal que no hay inquisición de la cual el levantisco americanista no salga airoso.
De modo que nos sitúan ante un hombre sin fisuras de ningún orden, devenido en la praxis en una suerte de Dios terrenal enviado desde el más allá, que no sabía de miserias humanas y que, de un día para el otro, vino a liberarnos de no se sabe bien de qué; abonando el campo para que un grupúsculo de iluministas revolucionarios dieran el golpe de gracia a España y tomaran la posta del Virreinato del Río de la Plata, dejándonos política y económicamente a merced de los británicos e ideológicamente en manos de la Enciclopedia jacobina.
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A nuestro entender, el nacionalismo argentino, en su mayor parte, no ha mentido pero ha abordado defectuosamente el asunto. Ha fallado en la hermenéutica. Tal vez sin quererlo, o bien ha omitido, minimizado o disculpado cuestiones que son capitales, y al mismo tiempo, le ha adjudicado ese carácter a factores que serían en rigor secundarios a los efectos de intentar acordar la valoración que debe adjudicarse a la empresa sanmartiniana y su gestor principal.
Ejemplo palmario de ello podría ser la batalla historiográfica desatada en torno a si San Martín o la propia Logia Lautaro fue o no de carácter masónico. Pero a fuer de verdad, vistas sobradamente las consecuencias de la revolución americana y su principal beneficiario, este dato devendría casi en anecdótico. Ya las propias escrituras, con inigualable sapiencia, advertían que ¨por los frutos¨ podrán conocerse las personas, sus intenciones y los hechos. Es una obviedad de escolares, pero no está de más advertir que hombres malos y/o equivocados los ha habido siempre, dentro y fuera de las logias telúricas. Por tanto, si llegara a probarse fehacientemente y libre de toda duda que San Martín no perteneció ni adhirió a sus postulados, no queda en absoluto zanjada la cuestión de si obró bien o mal, de si fue o no realmente un patriota.
Luego se debate acerca de si San Martín pidió o no la baja del ejercito español (al que había jurado servir de por vida, en las buenas y en las malas), pero se subestima la importancia y gravedad del hecho que al día siguiente estaba luchando contra su Patria y sus antiguos camaradas de armas, nada menos que del bando de los revolucionarios americanos en el peor momento de España. Esto es lisa y llanamente traición, con o sin baja concedida por la Corona (pues en rigor, se trata meramente de una formalidad). Adórnese como se quiera, pero eso es lo que es.
Otros han intentando justificar su retorno a América atribuyéndole un incontenible sentimiento de arraigo y gratitud hacia su lugar de origen… Pero San Martín no vivió en América sino hasta sus primeros seis años de vida, siendo formado y educado en España, donde se encontraban todas sus amistades y familiares. Por tanto ¿cuán fuerte podría haber sido ese vínculo? Pretender encontrar el motivo de su aventura americana en razones sentimentalistas raya el absurdo cuando no el sofisma.
Nos presentan a San Martín como un patriota argentino, pero lo cierto es que América era España y viceversa (vasallos del Reino de Castilla o la Corona, lo mismo da). No existía tal cosa como ¨Argentina¨. Y aquí hay que ser preciso, pues es una cuestión capital que suele pasarse por alto muy ligeramente, como quien obvia una coma en un texto sin trascendencia. San Martín fue un regionalista, un americanista; luchó por la independencia de tres países distintos: ¿desde cuando un patriota independiza y funda varias naciones? Ideó un plan continental, no nacional (argentino), y allí el motivo por el cual se lo denomina ¨Libertador de América¨. Otrosí, declaraba como su primer título el de generalísimo del Ejército del Perú. Póngasele los ornamentos que se quiera, pero San Martín libró sólo una batalla en territorio argentino y jamás se consideró o proclamó plena y exclusivamente argentino, sino, como hemos dicho, americano.
Asimismo, se nos ha enseñado que guardamos una inmensa deuda de gratitud con él por habernos liberado… Pero, ¿de qué nos liberó exactamente? Napoleón estaba en España, no en América. ¿De la nefasta regencia borbónica que había traicionado los ideales de la monarquía hispano católica? Los revolucionarios americanos estuvieron influidos de la misma mentalidad iluminista. Pero fundamentalmente, ¿Quién resultó beneficiado de aquella maniobra independentista? Los británicos. Say no more…
Pretendiendo demostrar un presunto ideal contrarrevolucionario en San Martín, los autores que argumentan en favor de esta tesis suelen señalar como evidencia incontestable que éste fue decidido enemigo de Rivadavia, Moreno y otros americanos de triste memoria (lo cual es cierto), pero no nos dicen que estos enconos podrían haber resultado en realidad de cuestiones de índole personal (de esas que nunca faltan en las relaciones humanas) y motivados por desavenencias en cuestiones tácticas o estrategias a implementar. ¿O acaso los masones no se han enfrentado entre ellos en guerras o contiendas de todo tipo (al igual que los comunistas y sus purgas internas)? La diferencia principal entre algunos de los revolucionarios residía en que algunos pretendían la instauración en América de una monarquía constitucional (democrática) y otros la conformación de repúblicas independientes. Algunos eran más anticatólicos que otros, o bien ¨sentían¨ la religión en forma distinta. Eso es todo.
Todos, absolutamente todos, coincidían en la ¨necesidad¨ de romper con España y hacerle la guerra sin cuartel. El caso de Saavedra con Moreno es un buen ejemplo de ello; uno católico (liberal) y el otro jacobino y russoneano, uno abiertamente pro británico o francés y el otro no, pero de nuevo: acuerdo completo en la guerra a España.
Es posible que Saavedra haya sido mejor persona, más simpático y apuesto que Moreno, pero esto es completamente irrelevante a nuestros propósitos; no amerita un panegírico del primero y menos incluirlo en el panteón de los patriotas; mucho menos en el de los hispanistas. Recuérdese también que Saavedra se encuentra entre quienes avalaron el fusilamiento de Santiago de Liniers, nada menos que el héroe que rechazó en dos oportunidades los intentos de invasión británicos.
Recapitulando: San Martín podrá haber sido intachable en su vida personal, pero aquí importa fundamentalmente su derrotero político.
Luego, entre otras tantas, surgen interrogantes en torno a sus renunciamientos en Perú, en la guerra civil argentina y en la cuestión de su paso por Inglaterra, su exilio en Francia, y en las filiaciones masónicas de varios de sus amistadas más íntimas (que no desconocía).
Cómo se aprecia claramente desde el vamos, las cuestiones que se desprenden al analizar su figura y legado son numerosas y de no poca valía a efectos de intentar dilucidar su valoración como ilustre y altruista ¨Padre de la Patria¨.
Algo que no sucede con el gran patriota argentino, Juan Manuel de Rosas, eximio defensor de nuestra soberanía y restaurador del orden y la tradición.
Cuando hay que explicar demasiado, algo anda mal, ciertamente.
Blindar su figura no es la solución a nada.
Seguiremos estando orgullosos de ser argentinos y prestos a morir en defensa por la Patria de Rosas, con o sin San Martín.
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Fuente:
https://cristianrodrigoiturralde.blo...stian.html?m=1
Venezuela: del «divinizado» traidor Simón Bolívar al mediocre Nicolás Maduro
By Admin on Agosto 6, 2017
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La mal llamada revolución bolivariana, ya desde el golpe de estado de Chávez en 1992, se ha apoyado constantemente en la imagen mesiánica de un cuasi divino Simón Bolívar que para los venezolanos es equivalente a un líder perfecto. Un héroe de la patria.
Sin embargo, como suele ocurrir en estos casos, cuando te acercas a la figura de Bolívar -al igual que a la de Chávez- y lo haces en profundidad, te das cuenta de que no es oro todo lo que reluce. Que una figura heroica puede fluctuar con una facilidad pasmosa hacia una tendencia mucho más negativa.
A raíz del nacimiento de Venezuela como nación surgió la necesidad de fabricar un pasado glorioso con el fin de llenar el vacío histórico y regar la planta del nacionalismo para alcanzar la ansiada cohesión social. Condición indispensable para que cualquier territorio -especialmente si este acaba de nacer- pueda forjar patria y prosperar. Esto es especialmente palpable en un espacio como el de la actual república, zona que (como señala el especialista en historia hispanoamericana, Antonio Sáez Arance) fue «tardíamente poblada, relativamente marginal y compuesta de espacios provinciales muy escasamente articulados entre sí».
De este modo, el conocido como «libertador» pasó a ser para Venezuela una especie de deidad en torno a la cual gran parte de la sociedad civil comulga. Un personaje que ha copado las paredes de instituciones públicas de todo tipo y cuya historia se ha mitificado tanto que ha acabado completamente desdibujada. Fenómeno similar al que ha sometido el régimen de Nicolás Maduro a Hugo Chávez, al que ha lanzado loas y salvas de todo tipo llegando a referirse a este como «Cristo Redentor amado».
El problema fundamental de este líder, que se ha envuelto en la misma bandera de sus predecesores, es que ni es Bolívar ni es el difunto comandante supremo. Carece de ese aura mística y no ha sido capaz de fabricar un perfil legendario mínimamente creíble. Este hecho queda en evidencia cuando sus propios correligionarios hablan de Maduro en términos tales como «no todo lo que está haciendo el presidente es correcto» o «Chávez sabía manejar las cosas, hubiese controlado la situación».
Precisamente la concepción por parte de la sociedad venezolana de Chávez como un ente superior (al igual que hizo este con Bolívar) se ha convertido en una de las principales bazas de Maduro para permanecer en su torre de marfil.
Vivir a la sombra de comandante y del «libertador» es, pues, todo lo que ha conseguido el gobernante a nivel propagandístico durante los cuatro años que ha ocupado el cargo.
https://i2.wp.com/www.abc.es/media/h...10x710@abc.JPG
Hugo Chávez sostiene la espada del “libertador”– AFP
Volviendo al empleo de héroes vacíos por naciones faltas de tradición, cabe destacar la quimérica asociación -prefabricada por los mal llamados bolivarianos- del militar caraqueño con políticas de izquierda. Una interesada invención nacida de la necesidad de dirigentes como Chávez y Maduro por presentarse ante el pueblo de Venezuela como sus dignos sucesores.
Buena prueba de esto es que Bolívar era un criollo terrateniente -amén de un ingrato con la Madre Patria a la que juró defender- que se mostró (cuanto menos) sumamente ambiguo en temas sociales de calado como la desigualdad del indígena con respecto a la población blanca o el problema de la esclavitud. De este modo, la «ansiada» descolonización tan idealizada por los enemigos de la libertad no implicó en sí misma ninguna mejora en la calidad de vida de los desheredados parias hispanoamericanos, quienes continuaron estando marginados e inhabilitados para el ejercicio del poder.
Esta postura de gobierno está muy lejos de aquello que lleva pregonando la actual administración venezolana desde los tiempos del difunto Chávez, la cual siempre se ha mostrado contraria al neoliberalismo (posición política mucho más cercana a Simón) y de marcado corte marxista.
Sin embargo, la figura del «libertador» no es empleada exclusivamente por el gobierno. Ya en las elecciones que enfrentaron a Nicolás Maduro con Enrique Capriles (líder de la oposición) en 2013, el segundo acudió al plebiscito haciendo uso de un equipo de campaña al que había nombrado «Comando Nacional Simón Bolívar». Claro ejemplo de lo profundo que ha calado el mitificado golpista en la sociedad venezolana.
Si algo tienen en común (aparte de las invenciones legendarias) el régimen y el deificado «pater patriae» eso es -sin duda alguna- el uso de las armas con el objetivo de mantener el poder.
Como buen precursor del terror que ejemplificó a la perfección el fenómeno del caudillismo hispanoamericano, Bolívar se mostró en su momento sumamente contrario a la democracia y a los partidos políticos; ya que según su opinión estos fragmentaban la unión de la nación. En este sentido el «Libertador Presidente» -fórmula nominal empleada a la romana para tapar su auténtico cargo- se hizo con todo el poder, político y militar, del Perú aprovechándose de su fama. Su gobierno se caracterizó por una durísima represión (tanto contra la población como contra la oposición) en la que todo valía con el objetivo de mantener su estatus.
Realizando la comparación con la actual Venezuela las similitudes saltan a la vista. Desde hace meses el régimen de Maduro vive acorralado por una guerra civil. Ante la presión -tanto interna como externa- a la que el sucesor de Chávez se encuentra sometido, ha apostado por emplear la violencia contra el pueblo y encarcelar a sus opositores.
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Fuente:
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Quién es el economista que desmiente el mito: "San Martín no fue el Padre de la Patria"
Emilio Ocampo (ex Citibank, Chase Manhattan, Morgan Stanley) asegura que el prócer siguió órdenes británicas, no creía en la autodeterminación de los pueblos americanos y se deshizo de sus detractores.
por JUAN MANUEL COMPTE
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Habla con entusiasmo. Pero sin perder la compostura, ni el flemático tono de su voz. Elegante en gestos y palabras, es un hombre espigado, con porte caballeresco. De 53 años, luce su cabello entrecano, corto y con patillas ligeramente crecidas que le confieren aura de prócer. Labios pequeños, al igual que sus ojos, enmarcados por un entrecejo sutilmente fruncido que le imprimen cierta suspicacia a su mirada. Casi, ideal para la audacia con la que lanza algunas afirmaciones. “San Martín no fue el Padre de la Patria ni el Libertador de América”, asegura, temerario.
Se llama Emilio Ocampo. Economista de profesión –con una prolífica carrera en la banca de inversión; ocupó altos cargos en entidades como Citibank, Chase Manhattan, Salomon Smith Barney y Morgan Stanley, tanto en Nueva York como en Londres–, es historiador por vocación y elección.
Lo que comenzó como un pasatiempo –su investigación acerca del protagonismo que jugó Carlos María de Alvear en la guerra con el Brasil– se plasmó en un libro, el primero de 7, publicado en 2003. Sin embargo, fue su tercera obra, 'La última campaña del emperador', la que marcó un punto de inflexión, para él y para la comunidad académica. El texto, que narra el plan americano de Napoleón Bonaparte y su influencia en el proceso independentista de las excolonias británicas y españolas, fue reconocido por la International Napoleonic Society.
La idea le surgió cuando, durante la investigación del libro anterior, halló la riqueza enterrada en los Archivos Nacionales del Reino Unido. “Leyendo los informes de los agentes británicos en esta parte del mundo, empecé a descubrir una historia que no tenía nada que ver con la que me habían enseñado”, explica. Una historia que, precisamente, no sacraliza a José Francisco de San Martín, el 'Santo de la Espada', de cuyo fallecimiento hoy se conmemoran 167 años.
“Si, en 100 años, uno quiere saber qué pasó en Irak, debe buscar en los archivos de la Casa Blanca. Eso fue lo que hice: investigué en los archivos británicos, donde se definía un ajedrez global del cual éramos una pieza más”, define. “Y, a eso, San Martín lo tenía clarísimo. Es más: fue el personaje histórico más coherente del proceso revolucionario. Desde el primer día en el que llegó hasta el que se fue, sostuvo lo mismo: que estos pueblos no podían regirse por sí mismos. La democracia era una utopía; había que buscar ‘a los demonios de afuera’ para que nos gobiernen. Impulsó todos los proyectos monárquicos que se plantearon en el Río de la Plata, en Chile y en Perú, que fueron la búsqueda de un protectorado”, amplía.
Sobre la mesa ratona, posan sus dos últimos trabajos: 'Entrampados en la farsa', de 2015, y 'La independencia argentina', de fines del año pasado. La tesis central del segundo –al que define como un “subproducto” del primero– es que la distorsión del pasado resulta efectiva para servir a los fines políticos del presente.
En esa manipulación, sigue, define un hito: el “mito sanmartiniano”, surgido a partir de la historia de San Martín que escribió Bartolomé Mitre, escrita en 1869 y editada dos décadas después. “Alberdi habló de la ‘historia vanidosa’: una en la que se ensalza y se busca alimentar la vanidad de los argentinos. Hacerles creer que tienen una excepcionalidad. Que son un pueblo, prácticamente, elegido por Dios para una misión especial. Toda esa excepcionalidad se centra en lo militar. Y, particularmente, en un personaje central: San Martín”, explica.
Mitre, avanza, eligió escribir sobre dos personajes históricos, Belgrano y San Martín, que –no casualmente– no tuvieron descendencia política. Lo que es lo mismo que decir que él buscaba presentarse como el heredero de ese linaje patriótico. En tal sentido, el mito sanmartiniano le era crucial. “¿Cuál es el mito? El del Libertador de América y el Padre de la Patria. Tiene connotaciones muy importantes. Si uno es el Libertador de América, ya, de por sí, mira a los demás países desde otro escalón. Alimenta un poco más la idea de excepcionalidad y superioridad, algo que, a los argentinos, se les critica desde tiempo inmemorial”, indica.
Con el correr del tiempo, ese mito ganó fuerza, peso cultural en lo que Ocampo define como“visión provinciana de la historia”. Sobre todo, por lo útil que le resultaba (resulta) a lo que Ocampo define como “el caudillismo populista autoritario”, en cuya visión hay un pueblo explotado, que necesita un líder fuerte que lo defienda de la perversidad de los opresores extranjeros y sus aliados locales, fundamentalmente, la oligarquía apátrida.
Derrumbando mitos
“Desde que tenemos uso de razón, se nos martilla con que tenemos un Padre de la Patria. Ese es un personaje ficticio”, arremete Ocampo. ¿Por qué? “Primero, San Martín no fue el responsable de la independencia argentina. La independencia lo precedió. Se originó en 1810 y se declaró en 1816. En gran parte, porque San Martín no quería ir a Chile sin que se la hubiera declarado. Si no iba como jefe de un ejército de un país independiente, España lo consideraría un reo, un traidor. Habría ido directamente a la horca, de haber sido capturado”, responde.
“Después, desde que tenemos uso de razón, nos dicen que su genialidad fue haber descubierto que la mejor manera de llegar al Alto Perú, que era la región más importante, poblada y rica del Virreinato del Río de la Plata, era a través de Chile. Cuando uno lo mira, se da cuenta de que eso es un absurdo. ¿Cómo la forma más indirecta es la mejor?”, plantea. ¿Qué respuesta encontró? “Sólo puedo conjeturar. De lo que sí tengo pruebas es que San Martín no fue a Chile sin consultar con los británicos. Y, para ellos, Chile, que tenía 11 puertos sobre el Pacífico, era mucho más importante que el Alto Perú”, responde.
Ocampo cuenta que, una vez que venció a los godos en Chacabuco, en vez de perseguirlos y aniquilarlos, retornó a Buenos Aires. “Los historiadores argentinos nunca explicaron por qué”, apunta. “Lo hizo para conferenciar con su amigo, el Comodoro Bowles, para que le dijera qué pasos debía seguir”, dispara. Como Bowles, en ese momento, no estaba en la aldea, San Martín se reunió con el cónsul británico, Robert Staples. “Él escribió a Londres e informó que San Martín le había dicho que Chile sería un país independiente. Y que, además, le pidió que se le comunique en forma privada qué camino debía seguir porque no quería desandar sus pasos”, devela Ocampo. “Los historiadores argentinos quisieron darle todo tipo de interpretación benigna a esto. Que, claramente, es un pedido de instrucciones de San Martín al Gobierno británico”, remata.
Juan Martín de Pueyrredón, entonces Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, aceptó la propuesta de San Martín de libertar Chile, siempre y cuando, cumpliera con tres condiciones, subraya Ocampo. La primera, que Chile, ya liberado, enviara dos diputados al Congreso, que ya se había mudado de Tucumán a Buenos Aires. La segunda, que Chile reembolsara al Gobierno de Buenos Aires unos 2 millones de pesos de la época por los costos incurridos en armar su expedición libertadora. Y la tercera, que, una vez derrotados los españoles, firmara una acuerdo para que se retiraran al norte del Desaguadero. “Es decir, que evacuaran el Alto Perú. ¿Cuál de estas tres órdenes cumplió San Martín? Ninguna”, enfatiza.
“Si San Martín fue el Padre de la Patria, nos dejó cuando más lo necesitábamos: cuando había que formar un país. Echar a los españoles era un tema. La mitad de la revolución, como decía Alberdi. La otra era construir una nación, un país, instituciones. Y faltó eso: justamente, lo que hizo George Washington en los Estados Unidos”, puntualiza. A Washington, agrega, se le reconoce más eso que su gloria militar. “Por eso, en los Estados Unidos, no hablan de un ‘Padre de la Patria’, sino de ‘Los Padres Fundadores’: siete civiles y un militar que, además, se ganó ese lugar por su acción de combate pero, más, por su participación cívica”, contrasta.
“No se trata de criticarlo a San Martín, sino de ponerlo en el lugar correcto”, matiza el autor su crítica al prócer de Yapeyú. A lo largo de la charla, su interlocutor no puede evitar preguntarle en qué medida esa visión acerca del Libertador –está claro que, para él, no fue tal– está influenciada por ser un descendiente de Carlos María de Alvear, rival íntimo, casi enconado, de San Martín y a quien, además, la historiografía argentina –y, en particular, los revisionistas– eligieron como su villano favorito.
“Si quiero buscar en mi árbol genealógico, también tengo parentesco (no directo) con Pueyrredón. Tengo parentesco directo con Rosas. Soy descendiente directo de Manuel Aguirre, que fue agente de Pueyrredón en los Estados Unidos y el primer embajador argentino en ese país. Lo soy del General Benito Nazar, que peleó en la batalla de Ituzaingó bajo las órdenes de Alvear”, minimiza. “Obviamente, hubo un interés mío inicial por entender la figura de Alvear. Pero, que haya sido o no un traidor, no me cambia. Si me llamara ‘Emilio Alvear’, tal vez, sí. Pero, como no llevo el apellido, no tengo ningún beneficio particular”, agrega, acerca de su interés en reivindicar al “héroe maldito” de la historia oficial.
“San Martín tiene sus huellas digitales en todo lo que pasa de ambos lados de la Cordillera entre 1815 y 1821. Fue un tipo que nunca tuvo problemas en deshacerse de personajes a los que consideraba peligrosos. Y se deshizo de varios. Entonces, lo que yo planteo es una revisión. Soy revisionista en serio, no esa caricatura del mitrismo que fueron los otros revisionistas”, retoma. “Cualquiera puede estar en desacuerdo conmigo. Está en todo su derecho. Pero, si quiere debatirme, que lo haga con opiniones fundadas. Todas mis conclusiones están basadas en fuentes documentales sólidas”, desafía, con la experiencia de haber hurgado archivos británicos, franceses, españoles, brasileños y uruguayos en sus espaldas.
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Fuente:
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Los jefes de la flota de San Martín en el Pacífico eran todos británicos.
Tomado del muro de Nicolás Duré.
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Lo que nunca te contaron de cómo nuestros próceres manejaron su dinero
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Camila Hadad
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© Proporcionado por THX Medios S.A. “Belgrano era tan pero tan pobre que al morir no había plata para su lápida. Entonces cortaron un pedazo de madera de un mueble y esa fue la lápida en su tumba”
¿Cómo fue que Juan Manuel de Rosas, uno de los mejores administradores rurales y el hombre más poderoso de la Argentina en su época, terminó su vida como un modesto granjero en Inglaterra?
¿Por qué Domingo Faustino Sarmiento fue acusado de haber dilapidado la fortuna de su esposa? ¿Qué relación hubo entre la Campaña del Desierto y el súbito enriquecimiento de Julio Argentino Roca? ¿Por qué Bartolomé Mitre tenía tantas dificultades para obtener préstamos de dinero?
Estas son algunas de las preguntas acerca de los grandes próceres que se hace Mariano Otálora -director de la Escuela Argentina de Finanzas Personales- a lo largo de su nuevo libro Los próceres y eldinero, de Editorial Sudamericana, un trabajo de investigación de casi tres años en el que participaron varios historiadores.
Otálora es un economista, experto en finanzas, que ha escrito numerosos libros: Del colchón a la inversión, Inversiones para todos, ¿Qué hacemoscon los pesos, Amor… sos la inversión de mi vida. Y recientemente acaba de sacar este libro donde cuenta cómo los héroes de la Patria manejaban sus fianzas. Así, en el subtítulo de Los próceres y el dinero, se lee Inversiones, estafas y despilfarros de los grandes nombres de la patria.
En cada una de estas historias financieras se relata cómo grandes de la historia como Sarmiento, San Martín, Belgrano, Nicolás Avellaneda, Mitre, Roca y Rivadavia, entre otros, utilizaron o no, el poder para aumentar su patrimonio.
-¿Qué descubriste estudiando la economía de próceres como Sarmiento, Belgrano y Roca?
-De todo. Primero que muchos próceres por ahí no merecen el bronce como uno piensa, siempre hablando del punto de vista económico o de si utilizaron su poder o su posición para enriquecerse. Ahí encontrás los buenos y los malos.
-¿Quiénes son los buenos y quiénes los malos?
-Ya te digo que los buenos son personajes que, mientras más los estudiás y te metés, más te enamorás. Hablo de San Martín y Belgrano, que esos son sin dudas los buenos. Después tenés los malos, por decirlo de alguna manera, Rivadavia y Roca, que los podés cuestionar de muchas maneras porque realmente la posición de poder y el crecimiento de su patrimonio fueron de la mano. En cambio, San Martín y Belgrano le dieron la espalda al dinero y no utilizaron su posición para enriquecerse o crecer patrimonialmente.
-¿Cómo manejaba su economía Belgrano?
-Belgrano siempre le dio la espalda al dinero y eso que venía de un padre rico. Imaginate hoy al comerciante número uno en la Argentina, ese era el padre de Belgrano, Domingo Belgrano, pero era un estafador. Le hicieron un juicio, termina preso. Eso a Belgrano lo perturbó durante toda su vida y no utilizó la herencia de su padre. Empezó a trabajar en la función pública más para sobrevivir que para hacer dinero, donaba parte de sus ingresos y muere en la miseria absoluta. Era tan pero tan pobre que al morir no había plata para su lápida. Entonces cortaron un pedazo de madera de un mueble y esa fue la lápida en su tumba".
-En tu libro decís que Rosas terminó como un modesto granjero en Inglaterra. ¿Qué le pasó?
-Rosas era el empresario, el terrateniente número uno. Llegó a tener 300.000 cabezas de ganado. Hizo una fortuna incalculable. ¿Qué pasó? Se tuvo que ir exiliado. Agarró lo poco que tenía, algunos billetes de la época y también se llevó todos sus balances, fue muy inteligente. Pero acá en la Argentina obviamente fue perseguido, no tuvo posibilidad de defenderse y le expropiaron todos sus bienes. Rosas termina pobre, no porque no tuviera patrimonio, sino porque ante un juicio perdió absolutamente todo. Se vendieron todos los bienes. Muere como un pobre granjero inglés que tuvo que vender hasta sus últimas gallinas y sus vacas para comer.
-¿Cómo fue que Roca tuvo un súbito enriquecimiento?
-Roca era una persona muy hábil y con visión para los negocios. Compraba tierras a 2,50 no porque apostara al desarrollo del negocio en el lugar que elegía, sino que le ponía desarrollo a la tierra. Por ejemplo, el ferrocarril. Él era el Presidente y determinaba por dónde iba a pasar el ferrocarril. Entonces compraba terrenos baratos y dos años después pasaba el ferrocarril y esas tierras las vendía, obviamente, muy caras.
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© Proporcionado por THX Medios S.A. “Sarmiento fue un emprendedor, un soñador, pero un desastre con el dinero. El dato curioso es que durante toda su vida su mujer le dijo que él había dilapidado toda su fortuna”
-¿Sarmiento dilapidó la fortuna de su mujer?
-Sí. Ese es un dato muy gracioso. Sarmiento siempre fue un emprendedor, un soñador, pero también fue un busca que quiso permanentemente pertenecer a la élite pero que no tenía a veces el dinero que era determinante para participar. Sarmiento pega el salto cuando se casa con la viuda de su mejor amigo, un minero chileno que muere. Sarmiento se casa con Benita Pastoriza que es sanjuanina y a partir de ahí empieza a pegar el salto. El dato curioso es que durante toda su vida su mujer le dijo que él había dilapidado toda su fortuna. Y cuando analizás ves que es cierto, porque Sarmiento era un desastre con el manejo del dinero. Esto está relacionado con que al ser emprendedor y soñador era muy olvidadizo, no sabía dónde tenía la plata ni a quién le debía. Entonces la mujer se lo cuestionó en vida.
-¿Hay algo que reprocharle?
-Un dato negativo que encontré es que llegó a tener hasta cinco sueldos en simultáneo del Estado. Si uno se pone a ver y a analizar en esa época ya estaba mal visto. José Hernández ya decía que Sarmiento era un "hijo caro de la República".
-¿Sarmiento hizo grandes negocios?
-No. Por ejemplo, mandó a comprar una imprenta para poder imprimir sus libros. Vos no le encontrás a Sarmiento grandes negocios pero sí grandes intenciones de hacerlos. No hay dudas de que era un desastre con el dinero. No terminó en la miseria, terminó con un patrimonio modesto. No fue rico pero hasta en el testamento tuvo que explicar que no malgastó la fortuna de su mujer a pesar de que todo indica lo contrario.
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© Proporcionado por THX Medios S.A. “Para Rivadavia sus negocios estaban por encima de la Patria y de la soberanía”
-¿Rivadavia inventó la deuda externa?
-Sí. De Rivadavia el dato más negativo que se le conoce es que inaugura la deuda externa en el país y declara el primer default en la Argentina. Yo eso se lo justifico desde el punto de vista económico, porque me parece que esas decisiones estuvieron por encima de él. Tampoco lo podemos cargar a Rivadavia con eso. Pero sí encontré cosas que me llamaron la atención, como que él tenía muchos negociados con la banca inglesa.
-¿Pensaba en la Patria o en su bolsillo?
-Hay un episodio que te muestra cómo para Rivadavia sus negocios estaban por encima de la Patria y de la soberanía, que es lo que más le cuestiono. Por ejemplo, él le había vendido a uno de los ingleses la explotación de una mina de La Rioja. Cuando van a esa provincia los ingleses se encuentran con un gran caudillo, Facundo Quiroga, que les dice que ese papel que les firmó Rivadavia no tiene nada que ver: "Es mía y la estoy explotando yo". En ese momento el país estaba en guerra con Brasil. Rivadavia tuvo que decidir entre continuar la guerra con Brasil, que ya Argentina la venía ganando pero no tenía un mango para seguirla, o declararle la guerra a Quiroga, que lo había dejado mal parado con los ingleses. Eligió negociar mal con Brasil. Y terminamos firmando un documento que no era conveniente para Argentina.
-¿Era bueno para los negocios?
-Rivadavia tenía una visión de negocios pero no era bueno realizándolos. Encontrás que eran más los negocios que perdía o fracasaban que los que realmente le iban bien.
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© Proporcionado por THX Medios S.A. “A Bartolomé Mitre le costaba conseguir préstamos. Ni la misma gente de la redacción del diario La Nación le prestaba plata porque no la devolvía… ¡era olvidadizo!”
-¿Por qué Mitre tenía dificultades para obtener préstamos?-Esa es una parte ya en el final de su vida y de su carrera. Ni la misma gente de la redacción del diario La Nación le prestaba plata porque no la devolvía. Los mismos empleados decían "ahí viene Bartolomé Mitre" cuando sabían que les iba a pedir… Era poca plata, como si fueran hoy 50 o 100 pesos, pero sistemáticamente nunca te la devolvía.
-¿Por qué no la devolvía?
-Porque era olvidadizo…. ¡Vaya uno a saber! Pero nadie le prestaba a Bartolomé Mitre porque no devolvía nada. Se olvidaba y no le ibas a decir "me devolvés los 50 0 100 pesos".
-¿Qué tienen todos ellos en común?
-Encontrás que todos invertían más o menos en lo mismo porque no existían las posibilidades que hay hoy. La inversión número uno de todos sin duda era la tierra: medías tu patrimonio en cantidad de tierras. Pero la verdad es que eran muy básicos a la hora de invertir o de administrar su dinero. Lo único que encontré que, mal o bien, hay una vinculación entre su poder y cómo crecieron en su patrimonio. En algunos es lo que me dolió y molestó, pero en otros, en comparación, no fue tanto. Salvo San Martín, Belgrano o Nicolás Avellaneda, en el resto encontrás simpre una vinculación en cómo crecieron patrimonialmente.
-¿Qué podes decir de San Martín?
-Lo acusan de robarse tesoros nacionales cuando estuvo en Perú. Tambien tenia una gran atracción por el juego, lo cual lo llevo a perder todo su dinero.
-¿Cuál fue el prócer más hábil en el manejo del dinero?
–Urquiza fue uno de los empresarios más aventajados de su tiempo, siempre atento a todos los avances tecnológicos y nuevas oportunidades de negocios. A lo largo de su vida fue comerciante, terrateniente, banquero, hasta empresario del transporte, incluidos ferrocarriles y barcos. Fue un emprendedor todo terreno.
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Fuente:
Lo que nunca te contaron de cómo nuestros próceres manejaron su dinero
Hola a todos.
Les pedimos disculpas por no publicar durante estos días. Estamos todos muy ocupados, y no ha habido quien ponga al día la página https://www.facebook.com/images/emoj...5/16/1f615.png:/
De hecho, se nos han pasado dos fechas; una de las cuales, aunque con atraso, la abordaremos hoy https://www.facebook.com/images/emoj...5/16/1f609.png;)
El día 10 de Agosto de 1813 era definitivo el fin del sitio en que los revolucionarios habían puesto a la ciudad de San Bartolomé de Chillán, en la que se encontraba el Ejército Real.
Al mando de las tropas realistas estaba el Coronel Juan Francisco Sánchez, valeroso oficial de origen gallego que lució una enorme lealtad en todas sus acciones durante esta triste guerra civil, llenando de lustre las armas del Rey frente a un ejército revolucionario y fratricida.
Una de las descripciones más acertadas de este coronel la hace precisamente el general Mitre, al decir "Sin instrucción ni verdadero genio militar, tenía la devoción de su causa, poseía cualidades de mando con buen golpe de vista, y, sobre todo, una tenacidad a toda prueba. Sin desmayar un sólo instante, aumentó sus fuerzas, levantó trincheras y reductos inexpugnables y auxiliado por la población que pertenecía en masa a la causa del Rey, puso la plaza en buen estado de defensa, con la ayuda de los frailes de propaganda fide que tenían allí su convento, que era una verdadera ciudadela bien abastecida. Hechos estos preparativos, esperó confiadamente el ataque, tomando, mientras tanto, la ofensiva como se ha visto."
Además de Sánchez, descollaron con ocasión de este sitio don Luis Urrejola -de origen vasco-chileno-, don Matías de la Fuente -de origen peruano-, don Clemente Lantaño comandante de las milicias de Chillán y los guerrilleros realistas Elorriaga y Olate.
Como anota don Fernando Campos Harriet en su libro "Los Defensores del Rey": "Los chilenos de ascendencia vasca tuvieron en Chillán buena parte de la defensa del Rey"
La tarea de defender Chillán no era fácil, y hubiese sido imposible sin la ayuda de la población, que era eminentemente realista.
Los revolucionarios habían tomado Concepción en donde se habían apoderado de algunos pertrechos del Ejéricto Real. Con esta maniobra, los realistas quedaban arrinconados en la ciudad de Chillán. Además, venían más tropas revolucionarias desde Talca, de modo que tenían rodeada la ciudad. Con estas ventajas, Carrera, líder de los insurrectos, le puso sitio el 8 de Julio de 1813.
Uno de los colaboradores del Ejército Real, ahora arrinconado en la ciudad de San Bartolomé, fue el "General Invierno de 1813".
La defensa de la ciudad fue dura, pero decidida; de ahí que un autor postrevolucionario la llamara la "siempre goda Chillán".
Cuando en Julio de 1813 los revolucionarios decidieron atacar la, "la población en masa, armada de palos y de machetes, acudió a la defensa y los asaltantes fueron rechazados, dejando en el campo muertos y heridos (...) el nervio del ejército patriota quedó lesionado"
Las deserciones en el bando revolucionario comenzaron a aumentar; Ana María Contador, en su libro "Los Pincheira" señala el porqué: el grueso del ejército "patriota" estaba conformado por personas pobres que eran engañadas con promesas de alimentos gratuitos para concurrir a establecimientos en dónde los capturaban y obligaban, bajo pena de muerte, a unirse al ejército insurrecto; otras eran salteadores a los que se les prometía el despojo de los bienes de los realistas, y que no tardaban en desertar para continuar sus prácticas delictuales; otros, tal vez los más convencidos, recibían sueldos de hambre con el que a duras penas podían sobrevivir.
La lluvia, el viento, el frío, el hambre y la decidida defensa de los realistas pronto mermaron todo el ánimo de los revolucionarios; y el 7 de Agosto, José Miguel Carrera dió orden a su ejército de abandonar el sitio y retirarse. Al principio, los realistas los persiguieron, pero viendo bien pronto la terrible condición en que se hallaban los insurgentes, los dejaron partir, aunque hostigados en todo momento por los guerrilleros realistas Urrejola, Elorriaga, Lantaño y Olate.
Con esta acción el ejército Real pudo recuperar gran parte del territorio que Carrera le había arrebatado en los meses anteriores.
Lamentablemente, del coronel Juan Francisco Sánchez, no hemos encontrado aún ninguna imagen; sino, tengan por seguro que él sería, junto con don Santiago Liniers, el personaje de este mes https://www.facebook.com/images/emoj...5/16/1f609.png;) .
A ver si en los próximos días publicamos algo sobre la reconquista de Buenos Aires; acontecimiento trascendental que también aconteció en Agosto, más precisamente, un 12 de Agosto de 1806.
Saludos a todos.
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Fuente:
https://www.facebook.com/partidoreal...64694666971482
¿Qué pasó en Chiloé en septiembre de 1810?
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Dando una respuesta simple, lo más sencillo sería decir que en septiembre de 1810 en Chiloé no pasó nada. Sí, nada. Aquí, donde la mayoría de la población era nacida en estas islas, aquellas jornadas de septiembre se sucedieron tal como las anteriores, sin alterarse en lo absoluto la calma. Es más, incluso cuando pasaron los meses y en las provincias centralinas comenzó a reconocerse la importancia del hecho realizado en Santiago, en Chiloé seguía sin pasar nada. Y es que como bien dice Ximena Urbina en texto recientemente publicado en Lima respecto a las independencias, “a nadie en Chile se le ocurrió invitar a participar en el nuevo gobierno de 1810 ni a los sucesivos, al país que estaba más allá de Concepción”. Acá las lógicas eran otras.
Aun cuando es difícil tener acceso a fuentes que directamente nos hablen de las repercusiones o impresiones de los chilotes respecto a esa primera Junta de Gobierno en Santiago, sí podemos reconocer parte de la reacción en la forma de actuar de la administración con posterioridad y que arrastró al resto de la población, asi como en las actitudes y resoluciones de sus gobernantes.
Por ejemplo, el gobernador de Chiloé de ese entonces, Antonio Álvarez y Jiménez, de los escasos peninsulares en el archipiélago y que llevaba más de 20 años en América pues también había sido intendente de Arequipa, no tomó otra decisión que confirmar el juramento con el que asumió, es decir: ser fiel a los intereses de la voluntad Real. En 1811 mandó a celebrar en “todos los partidos de la Provincia” el “feliz acierto del congreso de las Cortes Generales del Reyno” de Cádiz y en 1812 organizó una expedición militar a la ciudad de Osorno, influenciada por los movimientos independentistas, con el fin de “someterla a la debida subordinación de V. Majestad”, haciendo lo propio con Valdivia para poner “a ambas a disposición del Exmo. Sr. virrey del Perú”.
Su sucesor, el cubano Ignacio Justis continuó la reacción en defensa del sistema monárquico y apoyó participativamente a quienes defendieron esa causa en Chile. Ambos siguieron el propósito del virrey Fernando de Abascal, quien más tarde dispuso que el militar andaluz, Antonio Pareja, se dirigiese a la provincia de Chiloé y que allí preparara tropas para combatir contra “los bárbaros” de Chile.
Rodolfo Urbina sostuvo que los chilotes “se consideraron los más fieles vasallos de las Indias y en verdad lo eran, hasta el punto que estando ya privados de encomiendas, marcharon en 1813 contra el reino de Chile en las campañas de la independencia llamando ‘Juntas perversas’ las formadas para romper el lazo político con la monarquía ”
En Chiloé, con la llegada de Pareja en enero de 1813, “el nombre del rey se hizo sentir por todo el ámbito del archipiélago, y la palabra chileno fue sinónimo de insurgente”. Durante dos meses se organizó un ejército para partir a Valdivia y luego a Concepción, siendo estos milicianos, chilotes y valdivianos, verdaderos protagonistas de la contrarrevolución en Chile. Contrarrevolución que hizo estallar la guerra de independencia, una disputa más dentro de la América española. Por su parte Europa y particularmente los territorios monárquicos hispánicos peninsulares enfrentaron la dureza de las guerras napoleónicas y la ocupación francesa, haciendo pensar a elites americanas que finalmente Napoleón Bonaparte sería el nuevo emperador y rey de España y por consiguiente de América.
Luego de un año y medio de intensas batallas por el control de la Capitanía General de Chile, el 1 y 2 de octubre de 1814 se produjo la batalla final de lo que la historiografía chilena ha llamado “Patria Vieja”. En la villa de Rancagua los ejércitos de los “patriotas” liderados por O`Higgins, se enfrentaron a los “realistas” cuyo grueso de tropa eran chilotes, valdivianos y penquistas. Para los patriotas este fue un “desastre”. Para los realistas, los chilotes, una “victoria”.Lo sucedido en septiembre de 1810, fue solamente la reunión del cabildo de Santiago, es decir, la reunión de los principales hombres de la capital que juraron su absoluta fidelidad al rey Fernando VII de Borbón. Hoy conocemos el final de la historia, pero en esos tiempos todo pudo suceder.
Gonzalo Aravena,
Alejandro Orellana.
MITOS Y MENTIRAS SOBRE SAN MARTÍN
Los llamados "sanmartinianos católicos" argentinos, muy astutamente, para salvar a San Martín del fuego, dan una visión sesgada y parcializada sobre la vida del "prócer". Aprovechan algunos documentos, mientras ignoran otros; toman algunas cartas, y otras las desechan. Hay que alejar al "Libertador" de todo vínculo con los liberales, con los masones, con los ingl...eses. De eso se trata: buscan tomar únicamente "el lado católico" del personaje, soslayando todo lo demás. Y a cualquiera que busque denunciar la otra parte de la vida de San Martín, lo difaman afirmando que "repite el mito liberal" o “que es un españolista”. De esta manera, dirán que San Martín era anti-inglés porque "le donó su sable a Rosas por haber luchado contra el invasor anglosajón", pero no dirán que durante toda su campaña militar don José recibió ayuda de los ingleses, tanto naval, como económica y militar, y que su flota del Pacífico estaba compuesta prácticamente en su totalidad por oficiales británicos y norteamericanos; dirán que era anti-masón porque "se peleó con los masones Alvear y Rivadavia", pero nunca te hablarán de sus amigos masones, como Lord McDuff, el V Conde de Fife, alto masón escocés amigo de la familia real británica e interesado en la secesión de los Reinos de Indias, quien le brindó facilidades para salir de Cádiz hacia Londres (y en 1824 lo recibió en su burgo de Banff para nombrarlo ciudadano honorífico), o sus sospechosos vínculos con masones belgas como el liberal Van Halen durante la independencia de este país en 1830; dirán que era anti-liberal porque apoyó a Rosas que era conservador, pero nunca hablarán de su biblioteca repleta de autores liberales como Rousseau, Voltaire, Paine, etc., ni de las frases pro liberales que lo delatan, como "Los liberales del mundo son hermanos en todas partes" (al virrey La Serna), o "con la Revolución de Riego España finalmente conoció el siglo de las luces" (hacia 1820), o de cómo reivindicó a la figura del gran liberal que fue Robespierre; dirán que era tradicionalista católico, porque "el código del Ejército de los Andes castigaba severamente los insultos contra los curas", porque "en la Constitución de Perú solo los católicos podían tener cargos" y porque "le otorgó su bastón de mando a la Virgen en Mendoza", pero no hablarán de cómo expulsó a cuanto obispo se opusiera a sus designios, como el pobre Las Heras en Perú, ni de los cargos que otorgó a prominentes anglosajones y herejes, como Miller o Paroissien, o de sus cartas a Tomás Guido cargadas de anti-clericalismo y de críticas al Papado; dirán que era hispanista, porque "en Punchauca quiso pactar con La Serna para traer un infante español a reinar en Perú y sellar una alianza con España", pero no dirán que (como refirieron algunos testigos de la época) muy probablemente se trató de una artimaña para ganar tiempo y, en todo caso, jamás de los jamases hablarán de su misión diplomática enviada desde Perú a cargo del anglo-franco-hugonote Paroissien para firmar acuerdos comerciales con Gran Bretaña, solicitar un empréstito al capitalista inglés Thomas Kinder y traer a este lado del Atlántico príncipes de la familia real británica para reinar en Sudamérica (el duque de Sussex o el de Sajonia-Coburgo, alemán este último, pero naturalizado inglés y casado con una princesa británica); dirán asimismo (no todos, pero lo he escuchado más de una vez) que San Martín era enemigo de Bolívar (necesitan desvincularlo a como dé lugar del irrefutablemente ultra-anglófilo venezolano), pero omitirán que, durante su estadía en Londres en 1824, San Martín proyectó una nueva campaña a Sudamérica en socorro del otro "Libertador" cuando se enteró de la caída de Lima en manos realistas y de las dificultades que este atravesaba en el virreinato (todo financiado con el empréstito inglés de un millón doscientas mil libras esterlinas, por supuesto); y, por último, y como cereza del postre, como coronando una gloriosa e intachable actuación, dirán que "quiso unir a Hispanoamérica en contra de los intereses ingleses y liberales". ¿En serio les parece que San Martín quiso unir lo que, en realidad, ya estaba unido? Como dijera Sejean, apoyó la independencia de Chile, siendo que el gobierno de Buenos Aires le había dado órdenes de enviar un diputado al congreso del Río de la Plata para proyectar una unidad. Más bien, los "Libertadores" fueron los que provocaron la división y balcanización del continente unificado por Cortés y Pizarro. No logro entender cómo afirman que combatió los intereses ingleses cuando al pedir su ayuda naval no hizo más que propiciar el dominio británico del Pacífico, abriéndole los puertos de Chile y Perú al libre comercio, e incluso permitiendo el saqueo de las riquezas virreinales, como cuando Cochrane se apropió del tesoro de Lima resguardado en su flota. ¡Cuántas mentiras profieren los "sanmartinianos católicos", y luego se atreven a llamarnos a nosotros mentirosos, o a decir que repetimos "el mito liberal"! ¿En serio alguien cree que lo expuesto líneas más arriba es un "mito liberal", cuando se trata de hechos contrastados y perfectamente documentados? Nadie en su sano juicio y pleno uso de sus facultades mentales podrá responder con un "sí" a este interrogante.
Autor: Nicolás Duré (profesor de Historia argentino).
https://scontent.fmex10-1.fna.fbcdn....6e&oe=5A880F52
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Fuente:
https://www.facebook.com/77125717629...type=3&theater
Bolívar: el criollo «libertador» símbolo de las independencias latinoamericanas
El militar y político caraqueño ha pasado a convertirse en uno de los personajes más venerados por los gobiernos populistas
RODRIGO ALONSO
Madrid24/07/2017 15:52h
Actualizado:29/08/2017 09:30h
El político y militar criollo Simón Bolívar ha pasado a la Historia de América Latina como uno de los príncipales iconos de la emancipación colonial que tuvo lugar a principios del siglo XIX. De este modo, ocupa un puesto privilegiado en los altares de la independencia junto a otros militares «libertadores» como San Martín.
Bolívar nació el 24 de julio de 1783 en el seno de una familia criolla acomodada de ascendencia española; la cual estaba afincada en la ciudad de Caracas.
Desde muy joven se sintió atraído por el mundo militar; probablemente debido a la influencia de su padre: El coronel Juan Vicente Bolívar y Ponte.
En el 1797 ingresó en el Batallón de Milicias de Blancos de los Valles de Aragua, donde su padre ejercía sus funciones de oficial. El joven Simón mostró desde el principio grandes dotes para la vida militar. Fue así como logró ascender en el escalafón vertiginosamente.
Corría el año 1799 cuando realizó un viaje a España con el objetivo de profundizar en sus estudios. Desde la Península partió a conocer otros territorios europeos, como París y Roma. Este periplo podría haber tenido como resultado el que Bolívar comenzase a creer en la «liberación» de Latinoamérica del control de la metrópoli española.
Fue a razón del conflicto surgido a raíz de la ocupación de la Península Ibérica por Napoleón (1808-1814), que los independentistas criollos (entre los que se encontraba Bolívar) obtuvieron la oportunidad que estaban esperando para comenzar a romper definitivamente los lazos con la «Madre Patria».
Bolívar tomó la decisión de unirse a la rebelión independentista venezolana encabezada por Francisco de Miranda. Dicho movimiento acabó fracasando y obligó al «libertador» a escapar para así poder continuar luchando. Sin embargo, el general caraqueño acabó logrando la victoria revolucionaria en la batalla de Carabobo (1821), la cual supuso la liberación de Caracas.
El deseo de Bolívar era conformar con los distintos espacios sudamericanos una confederación de estados a la imagen de Estados Unidos. Fue debido a esto que se decidió a luchar contra la corona en otros escenarios. En 1819, tras la batalla de Boyacá, logró la independencia de Nueva Granada y el nacimiento de la «Gran Colombia», de la cual se convirtió en dirigente.
La rebelión encabezada por Riego en Cabezas de San Juan (1 de enero de 1820) contra el absolutismo de Fernando VII supuso que las tropas que estaban destinadas a recuperar el control en ultramar nunca llegaran a su destino dificultando la recuperación de los territorios perdidos.
Para arrebatarle Perú a España trató de forjar una alianza con el también «libertador» San Martín. Sin embargo la fuerte personalidad de ambos chocó, dando al traste con los posibles beneficios de la mutua colaboración.
Con la victoria del general Sucre en la batalla de Ayacucho (1824) terminó la resistencia realista en Perú a excepción de algunos focos dispersos.
En los años posteriores el «libertador» Bolívar estuvo lejos de ser bien visto por todos. Tenía tendencia a acaparar el poder y a ejercerlo de una forma dictatorial a la par que despótica.
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Nicolás Maduro durante una conferencia de prensa
Símbolo de la «Revolución Bolivariana»
La imagen del «libertador» ha sido empleada por gran cantidad de presidentes latinoamericanos para reforzar su poder personal, así como para legitimizarse como sus dignos sucesores.
Este es el caso de presidentes como Hugo Chávez o Nicolás Maduro. Quienes en muchas de sus intervenciones públicas han aparecido acompañados por un retrato del general criollo.
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Fuente:
Bolívar: el criollo «libertador» símbolo de las independencias latinoamericanas
Imperio de la Colombeia
Colombeia era un proyecto monárquico concebido por Francisco de Miranda, este nuevo Estado se extendería desde el río Misisipi hasta el cabo de Hornos, teniendo como capital a Panamá.
Francisco de Miranda tomaba aspectos importantes de la Constitución Monárquica francesa de 1791 (por ejemplo, establecía un requisito de propiedad mínima para ejercer los derechos políticos), aunque incluía otros del sistema estadounidense (como el juicio por jurados).
Este Imperio, organizado de manera federal, estaría regido por varios Incas, con sus poderes limitados por una legislatura bicameral. Los miembros del poder ejecutivo tendrán el título de Incas. En el nuevo Estado solo serían ciudadanos los nacidos en el país, hijos de padres y madres libres, y los extranjeros que, establecidos y casados en el país, prestaran juramento de fidelidad al nuevo gobierno, o que siendo solteros prestaran servicio en tres campañas de la independencia americana.
En caso de una crisis o guerra uno de los Incas adoptaría el título de Dictador Provisional y asumiría todos los poderes políticos y militares del Imperio.
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El clero rebelde en la Independencia Hispanoamericana
24 June 2013 | Ciencias Sociales,Historia | Tags: Clero, Criollos, Independencia, Teorias
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Betty Rodríguez Quevedo*
Resumen: Es bien conocido que en las luchas independentistas que tuvieron lugar entre 1808 y 1826 en América Latina, los criollos fueron los principales actores. Por otro lado, ha sido investigado el papel que jugó la Iglesia, como uno de los enemigos fundamentales de la emancipación. Sin embargo, a principios del siglo XIX, el clero en Hispanoamérica estaba nutrido de elementos de la élite criolla que encontró en la Iglesia una vía de ascenso y realización social, lo cual explica que como parte de la sociedad criolla haya jugado también un papel relevante en la independencia de América Latina, como agente de movilización nacional. En el presente ensayo se demuestra la incidencia de los sacerdotes rebeldes en los movimientos independentistas quienes lucharon no sólo con la palabra, sino también con el fusil. Además, se exponen algunas de sus ideas, y los orígenes de ese pensamiento radical, que bebió tanto de la Ilustración francesa como de las teorías tomístico-suarecianas sobre la Soberanía Popular.
Abstract: It is very well known that the creoles (natives) were the main performers of the struggles for the independence that took place in Latin America between 1808 and 1826. In addition, the role played by the Church as a fundamental enemy of the emancipation has been researched. However, at the beginning of the XIX century the Spanish–American clergy was full of the creole elite’s elements who found in the Church a way of ascent and social realization what explains, as a part of that society, it had also played an outstanding role for the independence of Latin America as a national mobilization agent. In this essay it is demonstrated the incidence of the rebellious priests who fought not only with the word but with the weapons, in the movements for the independence. Besides, some of their ideas and the origins of that radical thought which took a lot from the French Illustration as well as the theoriestomístico-suarecianas about the Popular Sovereignty are shown too.
Key words: independence, Creole(native), clergy, theories
El proceso independentista que comenzó en 1790 con la Revolución de Haití y prosiguió en el resto del continente Hispanoamericano a partir de 1808, tuvo entre sus causas factores de tipo político-económicos como la decadencia de la Monarquía española –catalizada por la expansión napoleónica- y el descontento de las colonias debido a los cada vez mayores gravámenes comerciales. Hubo también factores de orden ideológico que se explicaron a partir de la llegada de las ideas filosóficas de la Ilustración, así como por los ejemplos de la Revolución Francesa y la Norteamericana. A esto se le adicionó la consolidación social de un sector criollo muy vinculado al incremento de la producción agropecuaria, que ya reclamaba para sí derechos políticos, al crearse una conciencia nacional muy influenciada además por las ideas enciclopedistas. Fue precisamente este sector el que llevó adelante el movimiento emancipador, donde se destacó incluso un ala radical, proveniente parte de ella de la intelectualidad.
Mas no se puede olvidar que la llegada de los conquistadores a América Latina a finales del siglo XV, vino acompañada de la religión católica y por tanto de la institución de la Iglesia como mecanismo de control político e ideológico, que fue expandiendo su poder a lo largo de más de tres siglos de colonialismo. En todo este período la Iglesia Católica y el Estado Español en América actuaron con una dependencia mutua, justificada en el Patronato Real. Por tal motivo, uno de los mayores enemigos del movimiento independentista en América Latina fue la Iglesia, que volcó casi todas sus energías para escamotear la Revolución, al excomulgar a muchos de sus líderes y emitir pastorales contra ellos y el movimiento revolucionario. Empero, no se puede decir que todo el clero estuvo contra la emancipación. Es necesario destacar que muchos de los clérigos eran criollos, y algunos eran afines a las ideas enciclopedistas y escolásticas, por lo cual formaron parte también del grupo revolucionario.
http://www.ariadnatucma.com.ar/wp-co...lix-Varela.jpg
Izquierda: Félix Varela. Cuba
Sin lugar a dudas los dos más importantes sacerdotes rebeldes que encabezaron un movimiento revolucionario fueron Hidalgo y Morelos, pero no fueron los únicos, aunque cualquiera que se guíe por la historiografía apologética de grandes figuras sí lo pensaría. En Cuba por ejemplo se destacó en este período el padre Félix Varela, quien estudió también las ideas de la Ilustración. Los otros curas que participaron en los movimientos emancipadores -rebeldes porque desobedecieron tanto a la Iglesia como a la Metrópoli-, lo hicieron no sólo desde su condición de intelectuales convencidos del despotismo colonial, sino desde una ideología criolla donde se reconocía la diferencia.
Sobre la problemática de la independencia hispanoamericana se han hecho disímiles trabajos, y sobre todo debido a la importancia del tema como legitimación de la memoria histórica, donde se reafirma el carácter soberano de las repúblicas latinoamericanas. La historiografía latinoamericana ha aportado incluso importantes estudios sobre la Iglesia en el continente, como los del autor Enrique Dussel y su Historia de la Iglesia en América Latina, que resulta de gran importancia para un mayor dominio del tema, al mostrar el comportamiento de la religión a lo largo de sus tres siglos de dominación colonial. Sobre este particular también se encuentra La Iglesia en América y la dominación española, de Lucas Ayarragaray, así como La Iglesia frente a la emancipación americana, de Miguel Luis Amunátegui y Diego Barros Arana; La Iglesia y su doctrina en la independencia de América, de Guillermo Figuera y La Iglesia Católica y el movimiento de liberación nacional en América Latina, de José Grigulévich, por solo mencionar algunos títulos. Se puede contar incluso con estudios sobre países específicos que abordan sus relaciones con la institución eclesiástica desde la colonia y durante el período revolucionario, como La Revolución de Mayo y la Iglesia, de Rómulo D. Carbia e Historia eclesiástica de Chile, de Carlos Silva Cotapos.
Ahora bien, la mayoría de estas monografías se han concentrado en la acción de la Iglesia como institución durante este período, y por lo tanto ha quedado vacante un estudio de la Independencia desde la influencia de los sacerdotes rebeldes en dicho proceso. Huelga decir que sí han habido disímiles estudios sobre Hidalgo y Morelos, y otros autores se han preocupado por rescatar figuras eclesiásticas del período revolucionario como Nicolás Perazzo con Josef Cortes Madariaga, Jorge Eduardo Arellano con El padre indio Tomás Ruiz. Prócer de Centroamérica, José Salvador Guanique con Presbítero y doctor José Matías Delgado y Eduardo de Salterain y Herrera con Monterroso. Iniciador de la patria y secretario de Artigas. Mas el presente ensayo busca destacar la participación de aquellos y otros curas que formaron parte también del elemento criollo que desde la intelectualidad supo llevar las pasadas ideas escolásticas sobre el origen contractual del poder y las de la ilustración francesa en aquellos momentos vigentes, a su ideal de república independiente.
El tema de la actitud del clero frente a la independencia ha dado lugar a las más disímiles opiniones –aunque la que predomina es su reacción contra la revolución-, sobre todo cuando se trata de defender desde una posición tan involucrada en el tema como lo está la historiografía hecha por religiosos. Por ese motivo, el criterio eclesiástico más generalizado ha sido ver que el clero católico fue, durante el movimiento de liberación, su fuerza motriz, y que la Santa Sede mantuvo en este período una neutralidad benévola para los patriotas. Incluso hay quienes han llegado a afirmar que la Iglesia fue “generosa hasta la heroicidad”[1] por las irrecuperables pérdidas que tuvo.
Por su lado, existen otros historiadores que sostienen que los jerarcas de la Iglesia se mantuvieron fieles a España -aún cuando el poder lo detentaban los revolucionarios-, porque a ella los unían vínculos de consanguinidad. Además, éstos pertenecían a familias de la alta sociedad que debían a la Corona el mantenimiento de su status. Muchos justifican las posiciones asumidas por factores económicos –que no dejan de ser causantes- y en el caso de los patriotas arguyen la deserción de las filas sacerdotales. También asumen que el clero ordinario se subordinaba a la fuerza militar y política –ya sean de realistas o revolucionarios- que tomara el control de sus parroquias u obispados.
Aunque muchos de estos argumentos son válidos, ninguno es absoluto ni prevalece por encima del otro. Primero porque no se puede hablar de un clero en general, pues se dividía en jerarquías y nacionalidades, además de estar influenciado por las ideas de la Ilustración o las teorías suarecianas, o por coyunturas determinadas. Lo que sí se puede asegurar es que la gran mayoría estuvo contra la independencia, y es que no se puede olvidar el engranado control estatal que constituyó el Patronato Real -instrumento palpable que legitimaba el poder español en medio de la efervescencia revolucionaria. La mayoría del cuerpo eclesiástico debía su razón de ser en la Colonia a la Corona, y sobre todo la alta jerarquía.
La primera gran diferencia se hizo sentir desde temprano entre el episcopado y el presbiterado. El primero, constituido por obispos y arzobispos, tenía una ventajosa situación económica en cada colonia. Su membrecía llegaba a obtener enormes rentas anuales y por esto hacían incluso la función de bancos, con lo cual sus intereses aumentaban con el tiempo. El segundo estaba integrado por presbíteros y sacerdotes que tenían en su gran mayoría una situación desventajosa, pues sus rentas no llegaban a veces ni a un tercio del ingreso de los obispados. La desigual distribución de esos capitales, era causa de odios entre ese alto y bajo clero, lo cual explica en parte su posición frente a la revolución.
La actitud de unos y otros estuvo también mediada por el tipo de relaciones mantenidas con España. De esta manera puede advertirse que los obispos, al haber sido nombrados por el sistema de Patronato, y por ende tener obligaciones con el Rey como Patrono, además de ser responsables del cumplimiento de las órdenes del Papa, [2] se mostraron más reacios al movimiento independentista. Éstos eran conscientes de la amenaza que suponían la independencia y el liberalismo para el statu quo logrado en la Colonia. Al ser la mayoría españoles, negaban la posibilidad de la formación de una Iglesia americana, que los despojase de sus cargos bien remunerados.
En cambio el bajo clero era más libre para seguir sus propias inclinaciones, al no tener tan graves responsabilidades ni contacto directo con el monarca español y menos con el Papa. Además, sus miembros conocían de cerca al pueblo, pues trabajaban con ellos en las parroquias e incluso tenían contacto con la aristocracia en el confesionario. También habían tratado directamente con los indios –sobre todo el clero regular-,[3] y por esto conocían su padecimiento. Mas esto no quiere decir que todos apoyaron la independencia, siquiera la mayoría. Antes hubo una segunda división que esclareció la posición de unos y otros, y la constituyó el elemento criollo del sacerdocio. Éste fue el bloque que en su gran mayoría contribuyó al desarrollo de la emancipación. Mas, ¿cómo llegaron ellos a ocupar un espacio en la sociedad?
En la segunda mitad del siglo XVIII tuvo lugar el Despotismo Ilustrado, donde las monarquías absolutas incluyeron en sus gobiernos algunas ideas filosóficas de la Ilustración que traían algunos cambios –supuestamente para el beneficio del pueblo-, pero sin renunciar a ninguno de sus derechos. Uno de sus representantes fue Carlos III de España, quien gobernó hasta 1788. En su reinado promovió algunas reformas, incluso en el tema de la religión, donde guiado por consejeros –el conde de Campomanes, el conde de Floridablanca y Manuel Rodó- promovió un definido programa de reforma eclesiástica. [4] Bajo esta línea se acordó, en 1776, nombrar a criollos para el desempeño de cargos eclesiásticos y judiciales en España, previéndose además que en las colonias se les ofreciera a los criollos un tercio de todos los cargos eclesiásticos. A partir de entonces es que se les dio acceso a la Iglesia, aunque principalmente para el ejercicio de funciones secundarias.
El elemento criollo ocasionó nuevas escisiones en el clero, pues éste no tuvo jamás una aceptación desprejuiciada por los gobernantes de la colonia, ni siquiera por sus obispos. Las dignidades eclesiásticas sólo estaban reservadas para los peninsulares, pues la Iglesia americana era ante todo española, “organizada sobre el modelo español, dirigida por españoles, en la que los fieles indígenas hacían un poco la figura de cristianos de segundo orden”. [5] Los criollos fueron destinados en su mayoría a cumplir como párrocos rurales y curas doctrineros. La hendidura entre estos clérigos y los peninsulares se abrió cada vez más, en cuanto las desigualdades se ahondaron. Los eclesiásticos españoles eran realistas, y aunque hubo sacerdotes criollos partidarios del Rey, una parte importante fue defensora de la independencia.
El clero fue además el sector que con mejor derecho pudo alcanzar la categoría de intelectual. Era un derecho noble que, aunque fuera un hijo de cada familia acaudalada, se iniciara en el sacerdocio. Las universidades de México, Lima, Santiago, Charcas y Córdoba, formaban especialmente a teólogos y casuistas. Muchos jóvenes criollos prefirieron el sacerdocio que encomendarse a las labores del comercio, además de que el mayorazgo también los obligaba. A su vez, era la vía más expedita para alcanzar los conocimientos necesarios y que le valiera de un rango en la sociedad. Fue así que con el tiempo se formó una clerecía patriota, empapada de ideas que le sirvieron de fundamento para contribuir a la emancipación.
El sentimiento cada vez más nacionalista encontró honda raíz en ese clero que pedía igualdad, una vez unido a las voces de libertad. Esto evidenciaba un sentido cada vez más desarrollado de la identidad, un descubrimiento del sentimiento americano por encima del español, que algunos sacerdotes manifestaron. Fue así que José María Morelos declaró en una oportunidad que: “a excepción de los europeos, todos los demás habitantes no se nombrarán en calidad de indios, mulatos ni otras castas, sino todos generalmente americanos”. Además, encontraron el patriotismo criollo muy marcado por la religión, razón por la cual el propio Morelos destacó que: “somos más religiosos que los europeos”, y que aquella era “nuestra santa revolución”. [6]
Mas ¿cuáles fueron las doctrinas que manejaron aquellos sacerdotes de la independencia? Como es sabido, las ideas de la Ilustración no solamente socavaron el orden en la Vieja Europa, sino que hicieron entrada triunfal en la apaciguada vida colonial. Entre sus más fervientes lectores estuvo el clero, que en una parte importante constituía a su vez la intelectualidad criolla. Estas ideas libertadoras del siglo XVIII entraron en la colonia bajo la influencia de una literatura subversiva extranjera, adalides de la guerra de independencia de las colonias inglesas en América del Norte y de la Revolución Francesa de 1789.
Para ese año –después de un largo período de reposo durante el reinado de Carlos III- la Inquisición vedó la entrada de estos libros y el Tribunal del Santo Oficio castigó a sus lectores. En las actas se dejaron constancia de los juzgamientos a Juan Pastor Morales, profesor del seminario conciliar, por haber aprobado la ejecución de Luis XVI e incitar a lo mismo para con el monarca español. También se condenó al sacerdote Anastasio Pérez de Alamillo, juez eclesiástico, que expresó sus dudas sobre la aparición de la Virgen de Guadalupe. Otro caso ocurrió en 1797 cuando esa institución encarceló al fraile franciscano Juan Ramírez Orellano, quien calificó de tiranos a los reyes en general, incluso a los de España por su agresiva política colonial. Además había dicho que los franceses –aludiendo a los enciclopedistas- lo despertaron de un sueño, que eran los salvadores del género humano y que Voltaire era el Papa del siglo.
Ahora bien, ¿cómo se explica que los sacerdotes bebieran de estas ideas que desplegaban una recia ofensiva filosófica contra la Iglesia? Y es que aquellos pensamientos vinieron a completar la tesis escolástica de la Soberanía Popular. Ambos guardaban conceptos muy parecidos sobre el contrato social, sólo que uno desde la propia Iglesia y el otro fuera de ella pero con el lenguaje renovado del siglo XVIII. Esto quiere decir que en el movimiento emancipador convergieron dos ideologías: la de la Ilustración europea -sobre todo con Rousseau- acerca del origen contractual del poder político; y la de la tradición tomístico-suareciana [7] sobre el consenso explícito o implícito del pueblo al designar o aceptar al regente del poder y a sus sucesores.
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Jean Jacques Rousseau.
Sin embargo tuvo una antigua y mayor receptividad entre los religiosos la doctrina escolástica de la soberanía popular, fundada en los apotegmas aquinianos y comentada por los grandes pensadores del siglo de oro español como Francisco Suárez, y que era enseñada en las Universidades y Colegios Mayores de Indias por dominicos y jesuitas. Los escritos del jesuita Suárez contenían la afirmación más clara del origen popular y de la naturaleza contractual de la soberanía. Este pensador argumentaba que el poder lo concedía Dios con consentimiento del pueblo a través del contrato social. Y que una vez transferida esa autoridad al gobernante, no podía recuperarse sin una razón suficiente como la ausencia del legislador o su incapacidad para atender el bien común. La doctrina aquiniana expuesta por el maestro tenía cinco condiciones para justificar la autoridad civil, donde la última permitía la resistencia pasiva e incluso la activa, si se llegaba al tiranicidio.
Este pensamiento se evidenció en muchas de las pastorales y alocuciones emitidas por sacerdotes que defendían la soberanía popular, como el rioplatense fray Pantaleón García cuando en 1814 expresó:
Es necesario tranquilizar la piedad alucinada. La autoridad emana de los pueblos sostenida por la Providencia, que deja nuestras acciones a la voluntad libre. La omnipotencia no toma interés en que el gobierno sea monárquico, autocrático o democrático; que la religión ni sus ministros pueden condenar los esfuerzos que hace una nación para ser independiente en el orden político, dependiendo de Dios y sus vicarios en el orden religioso.
Demos más luz a la razón. La fidelidad no es un derecho abstracto que obliga materialmente en todo evento: es la obligación de cumplir el contrato social que liga las partes con el todo. Su obligación es recíproca: tan deber es la cabeza ser fiel a sus colonias como de estas a ella. Debemos guardar respeto, obediencia al rey y a la metrópoli, pero éstos deben guardarnos nuestros derechos, promover nuestra felicidad.[8]
Cierto es que en las dos últimas centurias coloniales primaron las cátedras de Filosofía, Teología y Derecho en las Universidades a las que asistió la juventud criolla. De hecho, casi todos los sacerdotes que apoyaron la independencia, se formaron en colegios jesuitas, por lo cual entre sus ideas estaba presente la reversión de los derechos de soberanía al pueblo, tesis basada en los escolásticos españoles. Empero, esto no quiere decir que “no era Juan Jacobo Rousseau, sino Francisco Suárez, el mentor que los inspiraba” y que “no era el ¨contrato social¨ rousseauniano sino el ¨pacto social¨ suareciano lo que alegaban”[9] -como dice el historiador Guillermo Figuera-, porque las ideas de la Ilustración vinieron a complementar lo que de actualidad carecía el escolasticismo.
Para ejemplificar esto se pueden tomar los hechos ocurridos en Nueva Granada, cuando los patriotas de 1810, con el propósito de justificar la guerra contra España, citaban a Santo Tomás de Aquino en apoyo de la soberanía popular. Pero cuando los acontecimientos se precipitaron y tuvieron que redactar la Carta Constitucional de Cundinamarca el 3 de mayo de 1811, hablaron de los derechos inalienables del hombre y del ciudadano, con lo cual utilizaban el lenguaje del siglo XVIII. Por su parte José María Morelos en México aseguraba que la soberanía residía esencialmente en el pueblo y que, debido a las circunstancias del momento, éste había recuperado su usurpada soberanía, por lo cual quedaba disuelta para siempre la dependencia al trono español. Aunque este sacerdote rebelde cita las ideas de Suárez, su actuación posterior evidenció un nacionalismo criollo azuzado por las recientes ideas de la Ilustración.
Como éste hubo muchos otros sacerdotes que se sumaron al movimiento independentista hispanoamericano, ya sea por medio de la palabra o por el fusil. Señala el padre Cuevas que solamente en México llegaron a 6000 sobre un total de 8000,[10] los curas que en el período de 1810 a 1821, participaron en la lucha. En este mismo territorio, pero en la provincia de San Luis Potosí, ocurrió también un levantamiento -opacado por el de Dolores- donde participaron más de cincuenta clérigos dirigidos por el fraile Juan Villerías y el lego Luis Herrera.
Valientes como éstos en las batallas hubo otros como Mariano Matamoros, José Antonio Torres, José Guadalupe Salto, entre muchos que a pesar de sus hábitos fueron ejemplo desde el caballo de guerra. Mas algunos de letra franca y atrevida aseguraron también grandes hombres a la revolución. Desde la palabra sacerdotes como José María Coss y Servando Teresa de Mier desafiaron a la autoridad y cuestionaron el poder español. Así lo demostró el primero cuando en un discurso a raíz de la instalación en 1814 de Fernando VII en el trono, expresó:
Si las Cortes de Cádiz y todo el gobierno fueron nulos, y sus ministros delincuentes, como asegura Fernando VII, los americanos, lejos de ser herejes y rebeldes, por no haberlos querido reconocer, se han portado fieles a la Religión y a la Patria y son, por tanto, dignos de los mayores premios; como por el contrario Venegas, Cruz y toda la infernal caterva de seductores son, en este caso, los verdaderos traidores. Pero si el gobierno de las Cortes es legítimo, Fernando VII, que decreta despóticamente su exterminio, no debe ser reconocido como rey.[11]
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Dean Gregorio Funes. Provincias Unidas del Río de la Plata (Argentina)
Otro gran territorio, cuna de destacados clérigos proindependentistas, lo constituyó el río de la Plata. Solamente en las Actas Capitulares desde el 21 al 25 de mayo de 1810 en Buenos Aires, aparecen las firmas y opiniones de 26 sacerdotes[12] que pedían se le quitara el poder de mandato al virrey y se dejara en manos del cabildo. Aquí los curas rebeldes se destacaron sobre todo como líderes políticos, pues formaron parte importante en los gobiernos como el ilustre Gregorio Funes, quien evitó la contrarrevolución de Liniers y ofreció importantes consejos para las decisiones en la nueva nación. También como un gran asesor fungió fray Benito Monterroso, quien se dedicó entre otras labores a “explanar razones convincentes, teñirlas de sentimiento en caso preciso y vestir el instinto con prendas de inteligencia”,[13] cuando a Artigas le faltaba la mesura ante la exaltación rebelde de su carácter.
En el Perú y Chile hubo otros tantos líderes políticos como el sacerdote Francisco Javier Luna Pizarro quien fue presidente del Primer Congreso Constituyente en 1822 una vez que San Martín dejó el poder y logró, junto a otros delegados del Congreso, imponer una plataforma liberal dejando a un lado a los representantes aristocráticos. En la patria de O´Higgins se destacó Camilo Henríquez, unido a la fracción carrerista [14] , miembro del Congreso y activo periodista editor del primer periódico La Aurora de Chile. Otro partidario de Carrera y ferviente orador, adepto a verdaderas transformaciones sociales fue el franciscano Antonio Orihuela, quien en 1812 expresó en una proclama: Con vosotros hablo, infelices, los que formáis el bajo pueblo. ¡Atended!Mientras vosotros sudáis en vuestros talleres, mientras gastáis vuestro sudor y fuerzas sobre el arado; mientras veláis con el fusil al hombro, al agua, al sol y a todas las inclemencias del tiempo, esos señores condes, marqueses y cruzados duermen entre limpias sábanas y en mullidos colchones que les proporciona vuestro trabajo […]; y no tienen otros cuidados que solicitar con el fruto vuestros sudores, mayores empleos y rentas más pingues, que han de salir de vuestras miserables existencias, sin volveros siquiera el menor agradecimiento, antes si desprecio, ultrajes, derechos usurpados […]. Borrad si es posible, del número de los vivientes a esos seres malvados que se oponen a vuestra dicha, y levantad sobre sus ruinas, un monumento eterno a la igualdad.[15]
En pos de esta misma igualdad se manifestaron voces como la del Obispo José Cuero y Caicedo, de Nueva Granada y la del chileno –defensor de la independencia en Venezuela- José Cortés Madariaga. Sobre el primero dijo el historiador español Mariano Torrente, que fue uno de los enemigos más terribles que tuvieron los que defendían la causa del rey, pues desde su posición podía manejar con facilidad los ánimos e incidir directamente en la determinación -favorable a la emancipación- de una parte del clero. Sus pastorales y predicaciones revolucionarias fueron en Quito, una de las mejores armas de aquella etapa revolucionaria.
De espíritu ardoroso fue también Madariaga, quien se ganó incluso la antipatía de la oligarquía mantuana, al proponer medidas determinantemente radicales como la igualdad del hombre sin distinción de clases, el abandono de la esclavitud y la repartición de algunas tierras, entre otras. Aunque tuvo una segunda etapa en su vida caracterizada por los errores en su proceder, pues fiel al modo de hacer de Miranda no comprendió que los tiempos de la primera República habían fracasado y que Simón Bolívar se convertía en el líder indiscutible de la revolución venezolana, aquel sacerdote nunca dejó de ser un amigo de la independencia y la libertad americana.
Ahora bien, a pesar de que en todos los territorios se sumaron clérigos a las luchas independentistas, en no todas las colonias el sacerdocio se entregó en iguales proporciones. Esto estuvo determinado por los sectores y grupos sociales que se unieron a la revolución y a la sujeción que pudieron mantener los realistas en cada territorio. Si se contaba con que la Iglesia como estamento poderoso económico y político, si se unía a una de las revoluciones iba a ser a la que estuviera representada por las más altas clases de la colonia, la realidad fue más allá de todo pronóstico. En primer lugar porque los sacerdotes actuaron como individuos conscientes de su nuevo tipo social y no como aquella institución que era española y no americana. Además, porque donde los movimientos fueron de base más popular, ellos encontraron el verdadero cambio; pues las revoluciones que en un principio se mostraban oligárquicas y defensoras del trono español, al no cambiar el statu quo, tampoco transformarían la condición de desventaja del clero criollo con respecto al español. Tanto fue así, que a medida en que los movimientos se fueron radicalizando, mayor cantidad de sacerdotes se unieron a la voz de independencia.
Criollismo exacerbado diríase fue uno de los motivos espirituales más connotado de aquellos curas rebeldes, quienes en busca de justicia fueron capaces de desobedecer a sus obispos, reyes y a la propia Curia Romana. La vida eclesiástica les había provisto de una mejor educación intelectual y un buen escaño en la sociedad, pero eran ante todo hijos naturales de Ultramar. Exponentes en sus discursos y pastorales de un sentir americano, fueron a su vez responsables de sumar al pueblo religioso al movimiento emancipador, que revestía no sólo el objetivo de una añorada independencia sino el de la formación de una nueva nación. NOTAS * Betty Rodríguez Quevedo es Licenciada en Historia, del Instituto Superior de Diseño(ISDi). Cuba. ** Ensayo elaborado a partir de la Tesis de Diploma Contrahistorias de la Iglesia: Los sacerdotes rebeldes de la Independencia. (nota de autora).
[1] Enrique Dussel: Historia de la iglesia en América Latina. Mundo Negro-Esquila Misional, Madrid, 1983, p. 149.
[2] El Pontificado se guió en un principio por las ideas vigentes que consideraban básica la alianza del Trono y el Altar, por lo cual hacía declaraciones contra la emancipación, entendiendo el movimiento americano como rebelión.
[3] Este es el clero de las ordenes misionales, como los jesuitas, franciscanos, dominicos, etcétera, quienes mostraban gran lealtad al Papa. También ha sido denominado como clero religioso.
[4] Los partidarios del Despotismo Ilustrado, encontraron como una de las causantes principales de la decadencia de España, a la Iglesia católica con su influencia sobre la vida espiritual y su acumulación de riquezas materiales, por lo cual sus reformas incluyeron la desamortización de sus bienes, la secularización de la enseñanza, la reducción del número de clérigos y frailes, la abolición de la Inquisición, la disolución de la Compañía de Jesús, entre otras.
[5] Guillermo Figuera: La Iglesia y su doctrina en la independencia de América. Ediciones Guadamarra, S.L., Madrid, 1960, p.382.
[6] Citado en: Pedro Borges: Historia de la Iglesia en Hispanoamérica y Filipinas. Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1992, p. 822.
[7] Esta denominación alude al pensamiento del filósofo y teólogo español Francisco Suárez nacido en Granada. Es considerado el filósofo escolástico de mayor relevancia del siglo XVI. De orientación básicamente tomista, sus obras y su enseñanza intentaron renovar la filosofía escolástica, en la época de la Contrarreforma en España.
[8] Citado en: Rómulo D Carbia: La revolución de mayo y la iglesia. Editorial Huarpes S.A., Buenos Aires, 1945, p. 24-25.
[9] Guillermo Figuera: Op.cit., p. 429.
[10] Ver sobre estas cifras en: Comisión de Estudios de Historia de la Iglesia en América Latina: Historia General de la Iglesia en América Latina, t.V. México. Ediciones Paulinas, S.A., México, D.F., 1984, p.184.
[11] Citado en: Leandro Tormo y Pilar Gonzalbo: Historia de la Iglesia en América III. La Iglesia en la crisis de la independencia. FERES-Friburgo OCSHA-Madrid, Madrid, 1963, p. 57.
[12] los 26 firmantes fueron: Don Juan Nepomuceno de Sola, fray Ignacio Grela, fray Pedro Santibáñez, fray Pedro Cortinas, fray José Vicente de San Nicolás, Dr. Julián Segundo Agüero, Dr. Nicolás Calvo, Dr. Domingo Belgrano, Dr. Melchor Fernández, Dr. Antonio Sáenz, fray Manuel Torres, fray Juan Manuel Aparicio, Dr. Luis José Chorroarín, fray Ramón Álvarez, Dr. Pascual Silva Braga, fray Manuel Alvariño, Dr. Domingo Viola, Dr. Bernardo de la Colina, Dr. Dámaso Fonseca, Dr. Pantaleón Rivarola, Dr. Manuel Alberti, Dr. José León Planchón, Dr. Juan León Ferragut, Dr. Vicente Montes Carballo, Dr. Ramón Vieytes.
[13] Eduardo de Salterain y Herrera: Monterroso. Iniciador de la patria y secretario de Artigas. Impresora L.I.G.U., Montevideo, 1948, p.111.
[14] En Chile los revolucionarios se dividieron en dos poderosos partidos: los que seguían a Carrera y los que apoyaban al cura Joaquín Echeverría Larraín y parentela. Los primeros eran más radicales y se mostraban más firmes contra los españoles, mientras los segundos eran timoratos en sus acciones, por lo muy unidos que se encontraban a la nobleza. Larraín había sido electo diputado por Santiago para el Primer Congreso Nacional de 1811, y en ese mismo año ocupó el cargo de Presidente de la Cámara de Diputados, el cual ejerció hasta que Miguel Carrera disolvió el congreso.
[15] Citado por: Hernán Ramírez Necochea, en la Introducción: Amunátegui, Miguel Luis y Diego Barros Arana. La iglesia frente a la emancipación americana. Empresa Editora Austral LTDA, Santiago-Chile, 1960, p.14.
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Ariadna Tucma Revista Latinoamericana. Nº 8. Marzo 2013 – Febrero 2014. Volumen I.
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Fuente:
Ariadna Tucma » Blog Archive » El clero rebelde en la Independencia Hispanoamericana
Manuel Caballero // Bolívar único
A garrotazo limpio, el chavismo quiere reescribir la historia de la Independencia
DIARIO
domingo 28 de mayo de 2006 12:00 AM
Lo que voy a relatar lo haré con la mayor prudencia posible, por las razones que expondré al final. Por varios conductos me ha llegado una información que no es anónima, porque está avalada no sólo por el profesor víctima de los sucesos, sino por la solidaridad manifestada por sus colegas. En el Colegio Universitario ¿Francisco de Miranda? un grupo de estudiantes protestó a un profesor y pidió su expulsión de la cátedra o del colegio. La junta directiva decidió abrirle al profesor un expediente de investigación.
Hasta aquí, nada anormal, nada que merezca llegar a las páginas de los diarios, mucho menos a las de opinión. Pero el problema comienza cuando se informa qué cosa reprochan los estudiantes a su profesor. En verdad, no son tres opiniones, sino tres informaciones fácilmente verificables por cualquiera que abra un manual de historia de Venezuela (salvo, por supuesto, si fue redactado por la misma mano que elaboró el calendario escolar 2005-2006).
Jamas negados.- Allí podrá conocer la verdad de los asuntos que, los dos primeros, dicho sea de paso, jamás han sido objeto de controversia entre historiadores. Pero esas afirmaciones tan banales han sonado sacrílegas a los ojos de algunos jóvenes inquisidores de boina roja, boca sucia, lustradas botas y tacones chocantes.
Las sacrílegas afirmaciones del herético profesor son las siguientes:
1) Que el proyecto de una Latinoamérica unida, incluyendo el nombre de Colombia no es original de Simón Bolívar sino de Francisco de Miranda (cosa, por lo demás, que debería ser sabida y resabida en un instituto que lleva su nombre).
2) Que el título de ¿Libertador¿ le fue dado a Bolívar en 1813, mucho antes de Carabobo y de Bomboná, Pichincha y Ayacucho. O sea, que no fue premio a esas victorias sino previo a ellas.
3) Que por lo menos hasta la restauración de Fernando VII en el trono español y la expedición de Morillo, la de independencia fue una guerra civil: venezolanos contra venezolanos.
¡Desde 1911!.- Como se ha dicho antes, las dos primeras informaciones nunca han sido cuestionadas: y en cuanto a la tercera, esa idea, hoy aceptada por todos los historiadores serios en este país, fue expresada y probada por Laureano Vallenilla Lanz nada menos que en 1911. De modo que nuestros curiosos eruditos boinacolorá tienen un siglo de atraso.
Esta información tiene al menos dos elementos gravísimos. Lo primero es que un grupo de estudiantes de toda evidencia ignaros, pretendan imponer a la cátedra sus disparates porque ellos coinciden con la adoración del Dios único de la historia oficial: la espada de Bolívar, ella solita, realizó la independencia, creó la Gran Colombia, el Ejército Nacional, la Aviación y la bomba atómica. En segundo lugar, que la dirección del instituto, en lugar de rechazar semejantes burradas, someta a investigación al profesor acusado por la banda chavecista.
No doy como palabra de Evangelio las informaciones que me han llegado, y por eso he planteado a la Academia Nacional de la Historia llevar a cabo la correspondiente investigación. Hay dos razones para esta actitud mía.
Quisiera equivocarme.- La primera es que soy historiador, y por lo tanto consciente de que la mera afirmación no es prueba. La segunda razón es que pocas veces en mi vida he deseado tanto equivocarme, y que la información que estoy recibiendo ahora sea errada o falsa. Porque no quiero creer que el ejemplo forajido del locatario de Miraflores haya llegado a envenenar de tal manera cerebros juveniles al punto de querer imponer sus disparates a garrotazo, si no a tiro limpio.
PD: El Primer Locutor de Sabaneta hace dos anuncios pronto desmentidos por los interesados: que la Universidad de Oxford le iba a otorgar un doctorado honoris causa; y esa misma universidad (horroris causa!) lo desmiente. Dice que Oliver Stone va a hacer una película sobre el 11 abril como un Román Chalbaud cualquiera aunque pagado en dólares, y Stone mismo lo desmiente. Hay un refrán que su abuela Rosa Inés nunca se tomó el trabajo de enseñarle: ¿El que de ajeno se viste, en la calle lo desvisten?
PPDD: Los chavistas de Carrizales, derrotados, piden conteo manual. Ni ellos confían en las manipulaciones del siquiatra Sigmund Fraude, como lo llamaron en Perú cuando fue a servir de asesor y terminó como guardaespaldas de Ollanta Hu(go)mala.
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Fuente:
Manuel Caballero // Bolívar único - Opinión - EL UNIVERSAL
martes, junio 29, 2010
Historiador venezolano Manuel Caballero nos habla sobre su nuevo libro: "Historia de los venezolanos en el siglo XX"
http://4.bp.blogspot.com/_x_K2H0uEmm.../caballero.jpg
COMENTARIO BLOGUERIL:
En torno a las ideas de política y democracia que usa Caballero, me atrevo a criticarlo. Quizás este atrevimiento con mi maestro responda a desconocimiento, pero creo que hay que decir que la política no puede reducirse al diálogo, al reconocimiento del otro en la esfera pública. Sería maravilloso que fuera así, pero no podemos negar que todo lo relativo al poder es política. ¿Será que los caudillos no hacían política, y Bolívar tampoco?. Otra cosa es la forma dominante de la política del siglo XX, esa forma es la del diálogo. En relación a la democracia la define como "un estado de conciencia: conciencia del pueblo de su propia fuerza." Me gusta esta idea de ser una "conciencia", porque siempre he pensado que es una forma de vida. Pero, como aclara luego, democracia también son otras cosas como libertades, derechos humanos, elecciones, partidos políticos, etc. De seguir a Caballero hoy en día no tenemos democracia porque las mayorías están adormecidas, sin conciencia de su poder; ¿o será que son masoquistas?. Para Caballero esto no es así, aunque al final señala que lo novedoso del chavismo es que "Por primera vez en Venezuela, las tendencias autoritarias, que siempre han existido, llegaron por un cierto tiempo a ser mayoritarias. Por otra parte, es la primera vez que en el país un gobierno autoritario emplea exitosamente los mecanismos de la democracia para conquistar y mantenerse en el poder."
El subrayado es nuestro.
EL NACIONAL - Lunes 28 de Junio de 2010 Cultura/4 El foro del lunes MANUEL CABALLERO
El académico destaca, por sobre la democracia, la política «Aquí ha habido una resistencia permanente, abierta, corajuda»
Historia de los venezolanos en el siglo XX es el título del volumen 16 de la biblioteca que el sello Alfa edita con el nombre del historiador y profesor jubilado de la Universidad Central de Venezuela
DIEGO ARROYO GIL
A quien inventó el café con leche deberían darle el Premio Nobel, sobre todo al que inventó el café con leche de la mañana". Así comienza esta entrevista con Manuel Caballero, que está sentado en un sofá de su estudio y se dispone a conversar sobre su más reciente libro: Historia de los venezolanos en el siglo XX, volumen 16 de la biblioteca que mantiene, con su nombre, Editorial Alfa. Son 400 páginas escritas con el pulso de quien, antes que académico, fue periodista, o a quien el periodismo le dio la mirada para cazar la liebre en los hechos, vividos o conocidos por testimonios y lecturas, y que echa mano de las herramientas del análisis histórico para profundizar en eso que observa medular.
--Usted le dijo a Simón Alberto Consalvi, para una entrevista que fue publicada en Siete Días , que fue en el siglo XX cuando los venezolanos comenzaron a llamarse venezolanos. Si es así, ¿qué éramos entre 1810 y 1908?
--Yo hablo de percepciones y de la idea que los venezolanos tenían de sí mismos entonces. Me baso, entre otras cosas, en una investigación que hizo un grupo de investigadores de Maracaibo, dirigido por Germán Cardozo Galué.
Revisando la lista de los que solicitaban pasaporte, les llamó la atención que los únicos que, cuando se les preguntaba la nacionalidad, decían ser venezolanos, eran los de la Provincia de Caracas. Todos los demás decían ser maracuchos, cumaneses, etcétera. Es decir, que no había todavía esa conciencia nacional. De hecho, el Estado-nación venezolano todavía no se había formado. Cuando uno revisa la historia del siglo XIX, observa la dominación coriana, la aragüeña, la llanera, la andina. Al final del gobierno de Falcón, la gente salió gritando a la calle: "¡Mueran los cabezones, mueran los corianos!".
En un informe que le pasa el jefe de la Policía de Caracas al general Gómez sobre unos manifestantes en 1930, le decía que había gente gritando: "¡Mueran los táchiras cabezas chatas!". Yo dificulto que hoy a un venezolano le pregunten "tú qué eres" y, primero que todo, diga "yo soy coriano". Eso no pasa ni siquiera en una ciudad tan importante y que está por encima de todas como Barquisimeto, que es de donde yo soy (risas).
--Entonces esa conciencia nacional se concretó en el siglo XX.
--Sí. Ya en la década de los años veinte Vallenilla Lanz decía que se podía hablar de una nación con todas sus características. Eso fue acompañado por la formación de una conciencia. En 1958, a raíz de las elecciones, hubo una mancheta de El Nacional que fue muy clara en ese sentido. Decía: "Betancourt perdió en Guatire, Larrazábal en Carúpano y Caldera en Yaracuy". Es decir, que en cierto modo las fidelidades regionales habían sido borradas, si no habían desaparecido. Por otra parte, en el siglo XX ya es posible reconocer a un venezolano fuera de Venezuela sin necesidad de que presente el pasaporte. Hay una idiosincrasia nacional.
--Usted acaba de hablar de Gómez, y verdad es que suele decirse que Venezuela entró realmente en el siglo XX en 1936...
--Esa es una frase de Picón Salas *se adelanta Caballero*.
Si hemos de creer a alguien que estaba presente cuando se dijo, se aplicó en primer lugar a España, con motivo de la guerra. Se dijo que España había entrado en el siglo XX en 1936, y Picón agregó que Venezuela también. Entonces pegó esa frase, que es muy cierta. Hay siempre la tendencia a pensar que la historia comienza con uno. Por ejemplo, después del 18 de octubre, había en el aire la sensación de que la historia, pero sobre todo el siglo XX, comenzaba con nosotros. Y eso también era cierto. La sociedad de masas, eso tan característico de nuestro siglo pasado, aparece en 1945, no necesariamente como consecuencia del 18 de octubre, pero por lo menos coincidencialmente.
--¿Y qué tan cierto es que el país no ha salido del siglo XX?
--Ah, bueno, eso no se puede saber todavía. Apenas han transcurrido 10 años del siglo XXI, ¿y cuáles son las características del siglo XXI? Eso se podrá decir después.
--Todo aquel que se considera demócrata, quizá por descuido, emplea como palabras sinónimas "democracia" y "política". Pero en el libro usted insiste en que son distintas. ¿Cuál es la diferencia?
--La diferencia que existe entre el continente y el contenido. El continente es la política, que tiene las siguientes características: primero, el abandono de las soluciones de fuerza; segundo, el reconocimiento de la existencia del adversario. ¡Reconocimiento! *enfatiza el historiador*. En Venezuela se comienza a reconocer la existencia del adversario después de la muerte de Gómez. Sin embargo, para mí, empieza a formar parte de la actitud política del venezolano con el estatuto electoral de 1946, que establece la representación proporcional de las minorías. Ese es el meollo de lo que es la política.
--¿Y qué hay de la democracia?
--La democracia es, fundamentalmente, un estado de conciencia: conciencia del pueblo de su propia fuerza. La democracia aparece cuando un pueblo toma conciencia de que su sola presencia, como ocurrió el 14 de febrero de 1936, puede doblar el rumbo de la política de un país y torcerle la mano al Gobierno.
Para mí la democracia no es la sucesión de gobiernos democráticos, la libertad de prensa, de culto, etcétera, ¡aunque también!, sino que lo fundamental, lo básico, es la toma de conciencia popular. Ahora, eso no es necesariamente positivo. La democracia puede ser, si no se reconoce la existencia del adversario, la dictadura de la mayoría. Aquí hemos visto esa prueba. De modo que, por encima de la democracia, está la política.
--¿Podría decirse, entonces, que Chávez ha acabado con la política pero no con la democracia, o sea, que ha ido atrofiando las formas políticas que hacen posible la vida democrática?
--Sí, Chávez ha intentado acabar, basado en la democracia, con la política. Chávez llegó al poder por elecciones, durante mucho tiempo ha sido una presencia mayoritaria y continúa teniendo una indudable fuerza. Pero aquí ha habido una resistencia permanente, abierta, corajuda.
Durante todos estos años yo me he opuesto a la posibilidad de un golpe militar. Nadie puede dudar de que yo detesto a Chávez, pero uno no sale de una pesadilla cambiando un monstruo por otro. La única manera de acabar con una pesadilla es despertarse.
--Usted asegura que en la figura de Chávez han reencarnado viejos complejos venezolanos. Pero, ¿no siente que hay algo inédito en la crisis actual? En el siglo XX ningún proyecto político había logrado convencer a tanta gente de que, antes que fracasar, hay que matar o morir.
--¿Y eso es verdad? Habría que verlo y hasta ahora no se ha presentado. Germán Carrera Damas dijo una vez algo que en su momento yo tomé como una boutade, pero que luego reflexionando he tomado más en cuenta. Dijo que ha habido un solo gobierno por el que el pueblo venezolano ha derramado sangre a raudales, un solo gobierno, nunca ningún otro: el gobierno de Fernando VII. Así que no hagamos tanto caso a las fanfarronerías de Chávez.
--¿Pero entonces no hay nada nuevo en esto?
--Sí, es cierto que hay algo.
Por primera vez en Venezuela, las tendencias autoritarias, que siempre han existido, llegaron por un cierto tiempo a ser mayoritarias. Por otra parte, es la primera vez que en el país un gobierno autoritario emplea exitosamente los mecanismos de la democracia para conquistar y mantenerse en el poder.
Fotografía: Manuel Sardá (El Nacional, Caracas, 28/06/10)
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Fuente:
Venezuela y su historia: Historiador venezolano Manuel Caballero nos habla sobre su nuevo libro: "Historia de los venezolanos en el siglo XX"
“Simón Bolívar era un megalómano”: las provocadoras tesis del hispanista Enrique Serrano que desmonta la Leyenda negra
El filósofo y ensayista Enrique Serrano sabe que nada a contracorriente. Pero no parece importarle.
Su libro “¿Por qué fracasa Colombia?” estudia las raíces históricas de la nación colombiana y está lleno de polémicas ideas sobre la colonización española y las independencias. Para él, Bolívar “era un extranjero megalómano” y los reyes de España “buenos” con sus súbditos. Son solo algunas de las ideas de su obra. BBC Mundo lo entrevistó en el marco del Hay Festival Cartagena, que se celebra esta semana en la ciudad colombiana, para intentar comprenderlas.
ENTREVISTA
¿Por qué le parece que la colombiana es la historia de un fracaso?
Tendría que matizar. Fue el editor, a quien yo quiero mucho, quien cambió el título. Se iba a llamar “La nación negada” o “La nación soslayada”, pero no le pareció suficientemente comercial. Y parece que tenía razón, porque el libro tuvo un gran éxito con este título. En realidad, podríamos traducirlo por “por qué podría fracasar Colombia”, qué opciones se derivan de desconocer su historia, su pasado, por negarse como nación.¿Se niega Colombia como nación?Sí, esa es mi tesis. No solo en el sentido filosófico de la modernidad de estado-nación, sino de grupo humano que comparte cierto pasado, características, lengua, religión, etc. Comparada con otras naciones norteamericanas, se encuentra en una especie de adolescencia. Sus intelectuales y académicos tienen todavía una idea muy precaria de ella. Algunos ni siquiera se han preguntado por el problema de su naturaleza y lo resuelven todo con los lugares comunes que se derivan de la tradición regional.
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Colombia sigue teniendo una gran parte de su territorio sin poblar.
En primera instancia, es un error craso confundir lo bogotano con lo colombiano, en virtud de la fuerte regionalización que durante siglos ha aislado a los diversos componentes de la nación. Solo en los últimos 70 u 80 años se han dado las condiciones para la formación de una nación única, con la aparición de los medios de comunicación, la migración generalizada hacia las grandes ciudades, etc.
Pero ni siquiera entonces Colombia ha sido una nación uniforme como lo ha sido Argentina, por ejemplo, conformada alrededor de Buenos Aires, sino que mantiene todavía una personalidad regional muy viva. Ese tipo de problemas no han sido tratados suficientemente por la historiografía ni la sociología colombianas.
O sea que usted cree que Colombia es una nación adolescente.
Sí. Lo es en el sentido de que el adolescente no sabe exactamente quién es, ni para qué sirve o a qué está destinado. No se evalúa de un modo sobrio, tranquilo. En el caso de Colombia se debe fundamentalmente a una historia regional de aislamiento y al poblamiento tan irregular que ha tenido. Esto la diferencia de otros países de América que alcanzaron su vocación gracias a que tenían un destino en el imperio español, como Perú o México, o a naciones que construyeron su carácter nacional en el siglo XIX gracias a la emigración, como Argentina, Uruguay o Chile.
Colombia, en cambio, se quedó encerrada hasta bien entrado el siglo XX. En medio de sus luchas y contradicciones, la urbanización repentina y desordenada, sumada a los factores de conflicto de un campo abandonado, explican la Colombia de hoy, muy distinta de la Colombia aldeana que existió hasta hace relativamente poco.
Usted asegura que “lo único que sobrevive es una hispanidad colombianizada“. ¿Son los males de Colombia el legado de los españoles?
No, de ninguna manera. Al contrario. Esta hispanidad mal asimilada se deriva de un problema de origen: los inconscientes fundadores de esta nación fueron individuos que huían del pasado religioso de los siglos XV, XVI y XVII, tan problemático en España. Eran los cristianos nuevos, que se hicieron indianos. No solo Colombia, sino muchos otros países de América se conformaron con esos inmigrantes forzados que ya no podían volver a España. Esa hispanidad negada es un problema de España, de la historia española, que América heredó.
Sorprende su tesis, porque muchos en América Latina culpan a la conquista española de los problemas que arrastra la región.
Mi reflexión empezó en 1992, cuando se celebraron los 500 años del descubrimiento de América, que empezaron a teñirse de una reivindicación ideológica muy violenta. Aquello reproducía los patrones de la leyenda negra británica o francesa sobre España, que los propios españoles se creyeron, especialmente durante el Franquismo. Esa circunstancia tan dolorosa y tan dramática hizo que cualquier cosa relacionada con la hispanidad fuera objeto de equívocos y malentendidos sin término que todavía continúan. Hay una versión argentina, mexicana, guatemalteca…
Todo el mundo tiene una y en Colombia también, aunque sin mucha convicción, se ha ido haciendo una versión antiespañola. Pero ¿cómo se puede ser hispánico y a la vez antiespañol? Es una paradoja que manejan todos los pueblos a su manera, incluido el colombiano. Ese es el marco que ha supuesto renegar estúpidamente de la hispanidad.
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Enrique Serrano detecta la herencia de los moriscos y judíos expulsados de España en muchas de las comunidades rurales de la actual Colombia.
En su libro describe que el hecho de que los moriscos y los judíos expulsados de España acabaran en Colombia tuvo un gran impacto en la conformación del actual carácter colombiano. ¿De verdad fue tan determinante?
No fue el único lugar de América donde se afincaron cristianos nuevos. Como estudiaron hispanistas franceses como Joseph Perez, los cristianos nuevos eran casi la mitad de la población española.
Cuando se celebraron los 500 años se dijeron cantidad de tonterías, exageraciones e imprecisiones aquí. Mi intención es explicar a esa media España que emigró y se reprodujo silenciosa y discretamente en América la España de los indianos.
Afirma en su libro que “no hay una aspiración más secreta, más inveterada y no declarada, pero de todas maneras postulable para toda la hispanidad, que la de vivir sin trabajar”. ¿No es esto un prejuicio un tanto racista?
¿Racista, dice usted? Puede ser. En todo caso, si nos ponemos en el lugar neutro de la corrección política que hoy rige, queda claro que esa aspiración a la molicie está muy bien documentada, especialmente en la España del sur. Está un poco en toda la humanidad, pero más acentuada en algunos pueblos que en otros. Eso es lo que en rigor me lleva a hacer esta afirmación, salvadas las distancias de la corrección política que el presente exige.
A veces eso de la corrección política es muy aburrido. Si lo ha escrito será porque lo cree, ¿no?
Sí, lo creo. Partamos de ahí. Las FARC son individuos iletrados que han sabido jugar a las marrullas con el gobierno de Santos.
Describe al colombiano como alguien apocado, casi miedoso, y lo explica por la obsesión de esos judíos y moriscos expatriados por evitar problemas y conflictos con las autoridades. ¿No sería más sano que los colombianos tuvieran otra actitud ante la vida?
Claro que sí. Sería más sana una forma de vida menos insignificante. Hay un patrón interesante en el caso colombiano, y es que la mayor parte de figuras que han destacado en el campo de la cultura son insignificantes. Se caracterizan por su excesiva labia y sus aspiraciones desmesuradas, pero también por su incapacidad para traducir en acciones sistemáticas esas aspiraciones. En todos los pueblos del mundo hay estos individuos insignificantes. Eso es universal, pero en Colombia esa tendencia a ser poca cosa está automáticamente disculpada. Como todo el mundo lo es, todo el mundo se disculpa porque los demás también son así. Es una cultura de huir de la audacia.
Evidentemente no existió en individuos como Pablo Escobar. Pero esos son la excepción y no la regla. La regla es la de un individuo más bien gris, sensato y moderado, que se conforma con su pequeña vida gris, en algún sentido casi medieval.
Amélie Nothomb escribió que la sensatez es el consuelo de los débiles. ¿Cree que esta frase es aplicable a los colombianos?
Me parece bien esa frase. Yo no estoy inventándome esta vaina esta mañana, sino que tiene 25 años como reflexión sobre el asunto de la colombianidad. En todo caso lo que detesto es esa actitud, muy característica del apocamiento colombiano, del “mejor no digamos nada”, “mejor no nos arriesguemos”, “mejor hagámonos los tontos”. Es lo que pretendo combatir con este libro y otro que estoy escribiendo.
Al contrario de quienes sitúan la independencia como el momento fundacional, usted asegura que la independencia privó a la Colombia de la unidad que le daba la metrópoli. Entonces ¿la independencia fue contra la nación?
Sí. En primer lugar, porque vino de fuera, tanto en sus ideas como en sus realizadores. Frente a esta especie de provincia tranquila alejada del rey, la independencia fue la obligación de autorregularse y de entenderse con gente incluso más extraña, los criollos que habitaban un territorio inmenso del que ni siquiera los colombianos mismos sabían dónde empezaba y dónde terminaba. Una de las expresiones fundamentales de esto es que todavía tenemos más de 600.000 kilómetros cuadrados sin poblar. Siempre nos ha sobrado tierra.
La oferta de América para los colonos fue muy generosa en tierras y ellos estaban conformes con su pequeña montaña, con su aldea; ni siquiera necesitaban los grandes ríos. No tenían aspiraciones descomunales más allá de esa existencia aldeana que practicaron durante siglos. Hay que desmontar la mayor cantidad de mitos que uno pueda y se desmontan poniendo en cuestión algunos sobreentendidos. Ya es hora de revisar algunas de esas cosas.
Esa sería una labor de los historiadores, pero los historiadores colombianos no la quieren hacer, porque surgieron en una vocación muy positivista, obsesionada por los documentos. Y Colombia es un país pobre en documentos, es un país más oral, donde muchas verdades fueron ignoradas, soslayadas. Individuos como Nariño, que hablaban de los derechos humanos, tenían esclavos.
Entre esos mitos en los que habría que revisar, usted coloca el de Simón Bolívar, a quien caracteriza como un extranjero que trajo ideas extrañas a esa nación colombiana preexistente de la que habla. Entonces ¿no fue el libertador un héroe?
Era un extranjero megalómano, con una idea descomunal de hacer una especie de Estados Unidos del sur aprovechando el momento de mayor debilidad de España en 300 años. Y le salió mal. En ese momento, el rey estaba en el exilio y Napoleón había invadido una España que luchaba su propia guerra de independencia mientras nosotros hacíamos nuestras estúpidas independencias.
Para mí esas cosas han perdido todo valor. Puede que lo tengan como mito fundacional, pero ya es infantilismo. Es de una precariedad muy grande en la explicación histórica para una nación que necesita mucho más que eso. No es que yo no crea que eso fue cierto. Claro que lo fue, pero fue banal. Y esa independencia banal fue muy mal asimilada a lo largo de todo el siglo XIX.
Pero ¿acaso era más extranjero Bolívar que los moriscos o judíos españoles que se instalaban en Colombia?
Es que los judíos y los moriscos hacía ya 200 años que habían llegado. Ni siquiera Venezuela la formó Bolívar, la formó José Antonio Páez, un tipo mucho más primitivo y brutal. Bolívar, como Francisco Miranda, estaba especulando con la relación entre Europa y América. Era un liberal en el sentido en el que había que serlo en ese momento, como lo era también Antonio Nariño y otros que hablaban aquí de los derechos humanos.
Pero esos mismos individuos tenían esclavos y seguían viviendo en el Antiguo Régimen. Sus vidas muestran la contradicción más patente entre sus ideas y sus prácticas. No tenían cosas para grandes sueños. Unos pocos, como Bolívar, encontraron un ambiente favorable en algunos momentos, pero después eso se frustró. Estaba muy claro que estos aldeanos, súbditos del rey de España, no estaban preparados para la independencia.
Hubo muchas revueltas realistas, incluso la de los comuneros. Eran individuos que tenían fe en el rey y que lo que querían era un mejor gobierno y menos impuestos. Eso es muy distinto a querer la independencia. Muchas de esas cosas no han sido leídas en esa clave por los historiadores ni por otros intelectuales. Me asombra el carácter tan superfluo de muchos de ellos, porque no hay manera de discutir esto con ellos con serenidad.
Les falta la neutralidad para hacer tabula rasa de esos prejuicios y empezar a discutir la colombianidad de un modo más limpio y sobrio.
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Según Serrano, soberanos como Carlos I de España, en la imagen, ejercieron durante 300 años “la tutela de buenos reyes” sobre la actual Colombia.
Menciona en uno de sus capítulos “la tutela de buenos reyes”. ¿Le parece que los reyes de España eran buenos con sus súbditos americanos?
Sí. Aquí eran leídos como buenos. Hay documentos que demuestran que, precisamente por ser tan distantes, tan aparentemente indiferentes, eran leídos como buenos reyes. Los Austrias, sobre todo, eran muy poco intervencionistas, muy poco dados a ese rigor del que los habitantes habían oído hablar o ellos mismos habían sufrido en España.
En otras palabras, hasta el terrible siglo XV, los reyes eran malos, mientras que los Habsburgo del gran imperio eran buenos porque estaban lejos. Eran buenos reyes porque los dejaban en paz, porque el tribunal de la Inquisición de Cartagena era muy lento y muy débil al perseguirlos, y porque los adelantados y oidores habían entendido que esto no era El dorado, sino una tierra de transición.
En el presente colombiano destaca, sobre todo, el proceso de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Pero usted, sorprendentemente, asegura que el de la violencia no es un elemento tan importante en la realidad del país.
Yo no desconozco la existencia de una violencia sistemática que ha afectado sustancialmente a la vida colombiana. Ha ocurrido, sobre todo, en la época de la gran urbanización. Pero no le atribuyo el carácter de centralidad que le dan los colombianistas de hoy, que ha llevado a Rafael Pardo y otros a afirmar que la violencia es absolutamente connatural a la condición colombiana.
Al contrario, autores como Jaime Jaramillo Uribe hablan de la naturaleza relativamente pasiva y tranquila de la identidad colombiana. Curiosamente, lo que le ha permitido a Colombia ser una nación muy grande y poblada es precisamente que en su vida aldeana y retirada no ha primado la violencia. Esa es mi posición, que habría que matizar con todo el rigor que sea necesario para que no parezca una especie de pacifismo estúpido o un desconocimiento de la violencia.
Pero incluso hoy, en los acuerdos de paz con las FARC está muy claro que quienes usaban la violencia sistemáticamente, incluyendo paramilitares y guerrilla, no son más de 100.000. Esas 100.000 personas han perturbado el orden de los otros 49.900.000. No ha habido nunca una polarización tan brutal que condujera a una guerra civil como la que han experimentado otras naciones.
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El río Magdalena fue el eje en torno al que se instalaron muchas de las comunidades expulsadas que acabaron forjando la nación colombiana.
Usted lamenta que Colombia carece del vigor para mantener las apuestas en el tiempo y alcanzar grandes objetivos nacionales. ¿Cuáles serían esos grandes objetivos ahora que parece que la paz ya se ha conseguido?
El objetivo fundamental sería bajar de las montañas, saliendo de las aldeas y entrando a la dimensión bioceánica que tiene Colombia, poblando las costas y haciendo infraestructura económica cerca del mar. La de lanzarse hacia los mares, aprovechando recursos inveterados como el río Magdalena, al que habría que recuperar.
Como los ferrocarriles que tuvo en los años 60. Hay que recuperar una serie de cosas que se perdieron por esa mentalidad colombiana de “ahora hagamos esto”, “ahora hagamos aquello”, pero sin vocación de futuro ni una visión a largo plazo propia de un proyecto nacional.
Usted que es español recordará que en España la Guerra Civil, con su terrible y cruenta herencia, conmovió tanto a la nación en su conjunto que empezó a pensar que tenía que hacer un pacto completamente nuevo de resurgimiento que le permitiera lanzarse a la modernidad, aunque tardíamente, con éxito.
Eso tan paradójico y problemático en España, lo compartimos nosotros: la idea de no poder ponerse de acuerdo fácilmente, que haya unos individuos considerados sabios que luego caen en desgracia y son reemplazados por otros que dicen que ha de hacerse algo diferente, en definitiva, la imposibilidad de tener un proyecto firme que dure más de 20 ó 30 años.
Colombia necesita un proyecto de nación de, por lo menos, 50 años. Las circunstancias se lo reclaman y no hay quien se tome en serio eso, ni entre los políticos ni entre los académicos.
Los académicos son superfluos. Es un gremio al que he pertenecido durante muchos años. En todo caso, esto parece un poco exasperante. Y las FARC son individuos casi iletrados, muy astutos, eso no se lo niego, que han sabido enriquecerse y jugar las marrullas que había que hacer con el gobierno de Santos, que también se caracteriza por esa misma condición. Los reyes de España eran leídos como buenos porque eran poco intervencionistas.
¿Por la de iletrado o la de astuto?
La de astuto y aprovechador de circunstancias. Pretender que las FARC son la gran cosa es una idea torpe. Ya se hizo el acuerdo, que es probablemente irreversible. Las circunstancias problemáticas de su puesta en marcha seguirán durante varios años. No creo que ese sea un asunto para tomarse gravemente en serio, pero mientras tanto se está perdiendo tiempo para la ejecución de ese auténtico propósito nacional. Un país como este debería tenerlo en cuenta si tiene además al lado los espejos fallidos de Venezuela, Ecuador, Nicaragua, Argentina… los países que intentaron un modelo desafiante y fracasaron.
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Parte de la sociedad colombiana denuncia la pervivencia de prácticas corruptas en la élite política del país.
Queda claro que usted tiene una visión muy crítica de su país. Cuesta encontrar algo positivo en su relato. ¿A usted qué le gusta de Colombia? Si es que le gusta algo…
No creo que Colombia sea una nación fracasada, ni que vaya a fracasar. No va a sumirse en una guerra civil ni en una catástrofe de este tipo. Me impacienta un poco que la nación sea poco crítica consigo misma. Es un pueblo conformista que tradicionalmente se ha arrellanado en esa condición.
La verdad es que ser colombiano en Colombia es cómodo, fácil. Es mucho más difícil ser de otros países. Decir que Colombia es una catástrofe, como dicen muchos colombianos, o rasgarse las vestiduras por lo corrupto que es, o eso que se la atribuye a veces de una especie de inmoralidad inveterada… todos esos son mitos. Son verdades muy débiles y prejuicios. Pero yo sí espero un comienzo de una nación más serena para revisarse a sí misma.
Bueno, pero no me ha contestado a la pregunta. ¿Qué le gusta a usted de Colombia?
(Balbucea brevemente) La verdad yo soy un colombiano que quiere mucho a su país. Me gusta la gente, el ambiente, la vida propia de esta nación a pesar de sus muchas contradicciones. Pero el pueblo colombiano es poco dado a la reflexión. Me he puesto en la tarea del polemista, de suscitar la reflexión, especialmente entre la gente joven.
El colombiano es muy malo para compararse con otros pueblos. Sabe muy poco de los demás, es muy etnocéntrico, muy autocomplaciente y muy exagerado, tanto en lo bueno como en lo malo. Todos los productos culturales colombianos son excesivos y cuando uno los examina se da cuenta de que la cosa no es tan buena ni tan mala como la habían pintado.
En realidad, tenemos un buen país, vivimos razonablemente bien. En los últimos 20 años ha crecido de un modo descomunal la clase media, lo que plantea muchos problemas, pero al mismo tiempo es un avance. El objetivo pendiente es poder construir algo entre todos que sea de largo plazo.
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BOLIVAR QUISO SER REY, PERO NO PUDO.
Amigos invisibles. Si, como lo digo a cuatro vientos y luego de pensarlo y estudiarlo mucho, porque sobrepuesto a tantas silvestres intenciones no comulgo con ruedas de molino ni menos con mitos incensarios en este siglo XXI. La ficción o leyenda y la historia verdadera son cosas diferentes, aunque se puede rediseñar esta última con fines comprometidos, pero eso es otra posición escogida. En este caso hay que llamar a las cosas por su nombre, de donde al momento me propongo derrumbar otro mito sobre el republicanismo del caraqueño libertador Simón Bolívar, porque si bien capeaba las situaciones a la conveniencia del momento, y en el fondo y hasta por causa de su nacimiento fue monárquico, en lo interior y siempre anduvo tras de esa intención esencial, aunque las circunstancias en varias oportunidades se lo impidieron, y finalmente, en dos platos, no pudo serlo.
Desde la infancia de este prócer americano y a pesar de las disputas que le rodearon desde siempre, en la pacata Caracas colonial donde naciera y vivía a partir de los tiempos del uso de la razón, pudo darse cuenta que todo el mundo que le rodeaba era monárquico en sentimientos y manera de ser, donde existía una pequeña sociedad con títulos otorgados por el rey español, a los Rodríguez del Toro, a los Tovar, los Mijares, Ustáriz y otros tantos que pudo conocer y apreciar de un tiempo por allá en la primera década de su vida. Pero lo que más debe haberle llamado la atención es cuando supo que su familia era muy rica en esclavos y propiedades terrenales, y más cuando le comentan que su adinerado abuelo con buen pago de doblones solicitaba para sí el reluciente título de marqués de San Luís, por haber fundado la villa de San Luis de Cura y el prestar desde luego servicios al monarca, y que ya la familia, o sea los tíos maternos, le buscaban tanto al mayor hermano, heredero de la primogenitura, Juan Vicente, otra vez el título del marquesado de San Luis, que se había quedado en veremos y hasta por avaricia del viejo Juan Vicente, y al retoño segundón se le destinara el ostentoso título de Conde de Casa Palacios, así solicitado mientras se elabora el pesado expediente nobiliario lleno de fes de bautismo, declaraciones testimoniales y muchos otros requisitos burocráticos que impedían entrar al cenáculo de la nobleza a gentes como herejes protestantes, hijos con no limpio nacimiento, o de orígenes morunos y sefarditas, en todo lo cual permanecían muy prestos los sacerdotes para cumplir una misión calificadora ejemplar. Ya los hermanos Juan Vicente y Simón estaban avisados de ello y hasta recibíeron clases de buenos modales, esgrima, danza y otras necesarias para representar bien el papel de la nobleza local, donde había muchos mantuanos entrometidos, cuando de pronto estalla una bomba atómica o un tsunami quizás, porque se recibió de la capital del reino, es decir de Madrid, una mala noticia en cuanto que los muchos papeles esponsalicios, de nacimientos y de legitimidad fueron muy bien llevados hacia el atrás generacional, pero que cuando en la pesquisa obligatoria llegaron a la tatarabuela de ambos jóvenes, Josefa Marín de Narváez, habían caído en cuenta los estudiosos del caso que no era hija legítima y que por ello continuar en el empeño era sencillamente perder el tiempo. Cuántos lloros debió ocurrir en aquellos momentos de rabia e indignación, viéndose así desposeídos de algo que ya consideraban suyos, como de la buena cantidad en monedas de oro que habían entregado al monasterio catalán de Monserrat, para que con prontitud los monjes benedictinos expidieran tales distinciones nobiliarias. Así el gozo se fue para el abismo del pozo.
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Aquello debió sentirse en el alma de Don Simón como algo extraño, porque dentro de sus pocos conocimientos no llegaba a digerir ese rechazo, que pudo producirle ira y soledad. Sin embargo frente a otros pormenores este desarrollo habitual continuó pasando como si nada hubiere acontecido, a pesar de los corrillos y murmuraciones que se pudieron presentar, mientras el mantuano y burgués Simón Bolívar crecía junto a la generación pudiente que le entorna y al tiempo se apresta para viajar a Europa en busca de nuevos conocimientos y otra educación más refinada. Pero es bueno señalar que en su viaje a Europa y de tiernos dieciséis años, durante una estancia que hace en la virreinal ciudad de México va a residir en la mansión de la marquesa de Uluapa, y allí en medio de la nobleza que le acoge conoce a la famosa María Ignacia “Güera” Rodríguez, mientras se codea con gente de su rango y donde según se ha escrito saborea las primeras intimidades de alcoba. Y llegado a Madrid se aloja en casa del munífico pariente marqués Jerónimo de Uztáriz, y allí pronto entra en contacto con Manuel Mallo, amante de la reina María Luisa de Parma, y por ese conducto llegará a jugar pelota hasta con el futuro rey Fernando VII, según se cuenta en las crónicas reales oportunas. Durante su estancia en Madrid el caraqueño Bolívar pronto casa con la aristócrata española María Teresa del Toro, prima de los marqueses del Toro, pero al enviudar de ella en Caracas Don Simón regresa a Europa, y en París se vuelve amante de Fanny Dervieux du Villard, esposa del barón Trobriand de Kenderlen, por medio de la cual se codea con la alta y noble sociedad francesa.
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De vuelta a Caracas y ya pasada esta etapa formativa y social, Bolívar se encuentra con que en ebullición se halla el país a causa de los sucesos acaecidos en España. De un inicio, Bolívar que es conservador anda apartado de los conatos insurrecciónales contra la monarquía que acaecen en el entorno, porque ellos no defienden a fondo el estatus imperante del cual él forma parte, y solo toma ingerencia en los asuntos públicos cuando triunfa el movimiento secesionista del 19 de abril de 1810, porque lo convence el mantuano Martín Tovar Ponte, segundo conde de Tovar, para que en solicitud de ayuda vaya a Londres con una delegación cuyos gastos sufraga y en calidad de representante del nuevo gobierno que se pretende imponer, donde logra reunirse en privado y de manera no oficial con el ministro marqués de Wellesley, quien si bien lo recibe de una manera fría, nada le ofrece de cooperación a la causa libertaria, por lo que Bolívar luego sostiene conversaciones con el allí exiliado general Francisco de Miranda, convenciéndolo para que vuelva a Venezuela y se ponga al frente de las tropas americanas. La traída de Miranda a Caracas termina en un fracaso, por la incomprensión de las partes y la ojeriza que se le tenía al considerársele un extranjero en su propia tierra, de donde Miranda es detenido y enviado preso a España para pronto morir lleno de tristeza y olvido. Sin embargo la avanzada monárquica que defiende los intereses españoles al mando de Domingo Monteverde enarbola de nuevo la bandera a favor de Fernando VII y Bolívar entonces se exilia rumbo a Cartagena. Pero en Colombia ya la contrarrevolución da sus frutos con la avanzada de los ejércitos bajo pabellón español, que el caraqueño los combate y en rápida campaña llega a Caracas triunfante, aunque bien pronto el huracán astur que es José Tomás Boves se alza en Calabozo, y es cuando por primera vez vemos a Bolívar pensar en firme sobre sus pretensiones monárquicas, pues pretende hacerse Virrey para luchar con mejor opción contra el tenebroso Boves que avanza indetenible, según lo propone por carta al arzobispo Narciso Coll y Prat, aunque con rapidez se da cuenta de lo imposible de su idea y decide entonces abandonar ese intento para salvar el pellejo, iniciando la conocida emigración a Oriente. A partir de ese momento trágico la vida de Bolívar entra en un vaivén de circunstancias, con algunos triunfos militares y muchos fracasos, mientras escribe numerosas cartas que sería oportuno revisar por sus atisbos monárquicos.
El tiempo vuela y las páginas de la historia que se hace son cambiantes, mientras de la Península llegan figuras para la guerra larga que obtendrán sus títulos de nobleza aquí, en la campaña, como el general Pablo Morillo, que será Conde de Cartagena y luego Marqués de La Puerta, y el general Miguel de la Torre y Pando, ennoblecido como Conde de Torrepando, al tanto que Bolívar conoce de estas actitudes y en contrapartida trae legionarios británicos para el combate, algunos de casas nobles, mientras aparece otro guerrero fenomenal, que es el general José Antonio Páez, quien con su conducta militar pronto hace correr la balanza del triunfo a favor del grupo llamado patriota. Pero el salto grande en eso de ser Rey, Bolívar, que acariciaba la idea desde antaño y que por ende había creado una estructura autócrata en ese sentido, sintió que ya era oportunidad de lanzarse por este camino napoleónico, desde luego a hurtadillas de un comienzo, pero con todas las razones para así pensar hacia el cambio posterior que gira en 180 grados. Puesto y reconocido ya como dictador absoluto, según lo asienta el reverendo John Hambleton, y por tanto acabado parcialmente el problema de sus enemigos que le serruchan el paso, proyecta crear un país bajo el estilo personal autócrata y por esto congrega en Angostura del Orinoco a muchos de sus seguidores, que se reunirán en febrero de 1819, y donde luego por su voz cantante y buena sindéresis de convencimiento se discute una Constitución que es obra suya, para que rija en la República de Colombia, que se acaba de fundar como algo en el fondo quimérico. Este proyecto constitucional, a todas luces monárquico aunque disfrazado, resguarda el poder omnipotente de Bolívar donde el caraqueño plantea una Presidencia vitalicia y dictatorial asistido de inviolabilidad personal, con facultad de elegir sucesor, asistido de un senado hereditario, de notables aristócratas, que tras bambalinas desde 1813 la ejerce. Dicho gobierno artificial que crea, el Presidente de Colombia Bolívar así lo hace con miras a su futura visión monárquica de Rey sin Corona, que pronto en cuatro meses de vida es rechazada por los constituyentes, dentro del fracaso que conlleva tal utopía personalista.
Con la ilusión de una Colombia formada por tres países distintos, anda en la batalla de Boyacá y regresa a Venezuela con el fracaso de su Constitución monárquica a todas luces, aunque empeñoso en su definitiva imposición vuelve al Rosario de Cúcuta, para continuar remachando sobre ese proyecto constitucional en un Congreso reunido mas falto de legitimidad, “no menos cómico que los dos de Angostura”, según asienta Luis Level de Goda, donde luego de utilizar como táctica una renuncia al cargo que ostenta y con muchas correcciones que le incluyen al proyecto en cuestión, entre ellas el suprimir los senadores vitalicios, y eliminándose las ideas bolivarianas que sustenta para esa Carta Magna, se hace aprobar dicha Constitución cojitranca, que en el fondo es el principio del fin de Colombia. “Las campanas están doblando por Colombia”, lo dirá el propio Bolívar. Una vez superado este empeño desastroso el caraqueño se bate en Carabobo, y pronto regresa a la Nueva Granada, para preparar la campaña que lo orientará hacia el Sur del continente, entrando así por la vía de Popayán, el monárquico Pasto y Quito, que conquista para anexarlo a Colombia, como hace luego con Guayaquil, donde se entrevista y en la diplomacia que utiliza engaña al general San Martín sobre sus intenciones seguidas y dictatoriales, aunque no dejan de hablar en tal encuentro sobre las tendencias monárquicas de un futuro gobierno en el Perú, porque en ello ambos coincidían. Y así el caraqueño Don Simón prosigue rumbo a Lima, donde nadie deseaba por cierto romper con la realeza española, porque todos se sentían súbditos del Rey.
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En Lima el Libertador inicia otro período autoritario de gobierno, ya en calidad de Dictador, con altos funcionarios que pronto le traicionan, como el marqués Riva Agüero, el marqués de Torre Tagle y Mariano Portocarrero, pues vista la situación planteada aspiran el regreso de la colonia española al Perú, país donde predominan muchos nobles de alcurnia, aunque se comenta a sotto voce, que el retorno será bajo el dominio de Colombia. Y vista esta situación excepcional mientras a Bolívar se le calientan las orejas con lo de la monarquía propia, extralimita el mando con pelotones de ejecución sumaria, como el caso del Vizconde de San Jonás, o Juan de Berindoaga, Bernardo Monteagudo, y otros que son así eliminados y algunos que se salvan a última hora. Mientras tanto el general Antonio José de Sucre triunfa en la batalla de Ayacucho, lo que pronto cambia la situación de Bolívar, porque ya piensa en grande, extralimitándose de fronteras y con mayor ambición de poder, por lo que inicia el viaje hacia el Alto Perú, al que pronto aspira independizar por conveniencia vista su relación hacia el futuro, y sobre el paso de las bayonetas colombianas ocupantes nuevamente saca debajo de la manga su comentada Presidencia Vitalicia, conservadora, constitución que elabora y envía desde Lima para su aprobación, que es “una monarquía con otro nombre”, llamándola así Bartolomé Mitre, o “monarquía disfrazada de república”, según anota el venezolano Carlos Irazábal, Carta Magna despótica y contraria al ejercicio representativo, calcada de los resabios monárquicos sostenidos en Angostura y Cúcuta, como la presidencia perpetua, el senado vitalicio y hereditario o “cámara de lores”, que pronto se rechazan, dentro del rápido declive político que se nota en Bolívar. Pero antes de regresar el caraqueño a Lima, en la nueva Bolivia sostiene conversaciones con delegados argentinos [Alvear, Díaz Vélez, etc.], que le tientan nuevamente a Bolívar para el ejercicio monárquico del Estado, mientras piensa, además, en una “Federación Boliviana”, que abarque a Colombia, el Perú y a Bolivia, y donde ya algunos impulsores en tiempo oportuno creían que el caraqueño podía ser nombrado como “Emperador de los Andes”. De esta manera se forman ya grupos pro monárquicos con Hipólito Unanue a la cabeza, y en Bogotá con dificultad existe el colectivo monárquico pero de tendencia francesa, y hasta en Caracas ronda por sí otro sector duro que con el fin de sostener a Páez en el poder piensa en el rey “Simón 1º”, aunque residiendo en Bogotá. Juntos pero no revueltos. Así se despeja la idea de traer príncipes borbones para reinar en América, como algunos sostenían, mientras en Venezuela se forma un corro a favor de la corona a fin de colocar sobre la testa bolivariana [para que reine pero no gobierne] sostenido dentro y fuera de sus alcances por Antonio Leocadio Guzmán, Rafael Urdaneta, Sucre, Flores [entonces Morillo comunica a Madrid que en Caracas pensaban proclamarlo rey como “Simón 1º, Rey de las Américas”], Ibarra, Montilla, Valdés, Briceño Méndez, O´Leary, Mariño, Rivas, Soublette, Carabaño, también Mosquera, Vergara, Restrepo y hasta Santander, mientras Bolívar le responde a éste, como buen Maquiavelo, “que se persuada todo el mundo que yo no seré rey…”.
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En este tiempo y ya en el Lima que no lo quiere y antes de partir a Bogotá luego de un lustro de discordias, el caraqueño clausura el Congreso adversario a sus ideas, y mientras sateliza el Perú a favor de Colombia, triste por no haber tenido éxito sus intenciones personales de coronarse en el Perú de un reino imperial que se extendía del Orinoco a más al Sur de Bolivia, fracasado parte rumbo a la Nueva Granada, donde le esperan tiempos muy amargos, pues quienes pueden circundarle ya conocen bien sus intenciones políticas finales y porque además se ha afianzado en el poder un rival de peso que es el general Francisco de Paula Santander. Allí entrará de nuevo la política en juego, porque salvo sus amigos ahora disminuidos por las ideas monárquicas a que aspira para Colombia, lo tienen sentenciado a la perdición. De regreso, pues, en Bogotá, el aspecto político está revuelto por demás, no solo debido al fracaso del Congreso de Panamá, donde se trata el tema de la monarquía bolivariana en boga, sino porque también el desasosiego y desunión cunde en Venezuela, por lo que Bolívar parte hacia la Caracas del revoltoso general Páez, mientras se llega a un acuerdo salvador en que ese militar llanero presida el gobierno departamental de Venezuela, porque en compensación reinará desde Bogotá el caraqueño Bolívar. Y con este compromiso al estilo inglés de Chamberlain para evitar la ruptura del país Don Simón regresa a Bogotá, ciudad a la que encuentra casi en estado de ebullición, porque la mayoría no acepta que Bolívar sea Rey de Colombia; mas como las noticias vuelan aunque los correos sean muy lentos, a las coronas europeas les interesa designar cualquier príncipe que venga a gobernar en Colombia, por asuntos de negocios y a objeto de cortar un poco la tendencia republicana que se amplía para el momento, con amigos de Bolívar que están en el Consejo de Estado en Bogotá y para evitar mayores males, bajo la anuencia incluso del general Santander, que aspira ser Presidente de Colombia, en aquel juego empeñado mientras se ciñe la corona monárquica y apenas protocolaria Don Simón [o una Federación de los Andes a presidir], el histórico 3 de septiembre de 1829 oficialmente dicho Consejo y por unanimidad acepta el proyecto de establecer en la existente Colombia una Monarquía Constitucional, pues “presenta todo el vigor y estabilidad que debe tener un gobierno bien cimentado”.
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Esta idea monárquica subsistente, que incluso en medio de la efervescencia se mantendrá hasta el Congreso Admirable de 1830, ya era protegida por el obispo malinés De Pradt, de donde a principios de 1829 llegaron a Bogotá los delegados franceses Conde Charles de Bresson [quien luego escribe que Bolívar “terminará por aceptar el trono que se le ha ofrecido”], a quien acompaña el Par de Francia y Duque de Montebello Napoleón Augusto Lannes, enviado por el Rey Carlos Xº a este efecto constitucional, para que Bolívar sea el rey Simón lº, o Presidente Vitalicio, que nombre un monarca sucesor, de la casa francesa de Orleáns, opinión a la que se ha sumado el ultraaristócrata príncipe galo Jules Auguste de Polignac. Sin embargo este empeño hecho por Francia debido a las fluctuaciones ocasionadas en Colombia, al final no avanza y quedó como mero proyecto.
Es de recordar que para ese tiempo existieron varios reinos en América, como el de México, Brasil, Haití, y otros a crear que con impulsores como San Martín, Puerreydon y Rivadavia apostaban por colocar un príncipe europeo en tierras delimitadas de América [fuere inglés, germano y hasta sueco]. En cuanto a Colombia por las disensiones internas no se pudo llegar a culminar ese propósito bolivariano, que incluyó llegar hasta una Federación de monarquías. Ya antes sus oficiales de confianza como José Gabriel Pérez sobre el Perú afirma que “hemos de coronar al Libertador”, y Valdés le pide en carta que se proclame Rey, “que ese era el voto de todos en Quito y Guayaquil”. Mosquera le dice que el “ejército está decidido por una monarquía”, mientras Restrepo le recuerda en igual sentido, y Montilla le reitera que “en una monarquía y que os coloquéis a la cabeza de ella”. Estanislao Vergara le comenta igualmente sobre que Vuestra Excelencia sea Presidente Vitalicio y después venga un Rey. Más radical es Urdaneta, quien le comenta a Sutherland así: “Bolívar tenía la intención de formar una monarquía, bajo la protección inglesa”, para colocarse luego la corona, mientras el irónico Santander, le escribe que acepta que mande [a los colombianos] “porque nos gobernará según las leyes”. Y en verdad no gobernó como monarca quedándose con las ganas, a pesar de su maniobra siempre maquiavélica, porque ya estaba en las últimas y pronto iba a morir. De otra forma a lo mejor tendríamos duques y marqueses por doquier, amarillos y negros, analfabetos y analfabestias, según los identifican en el Perú, locos y ladrones, siempre a la espera de que cuaje un pequeño y diabólico sueño de esos que suceden a veces quizás debido a una mala digestión. Y como dicen por aquí en Venezuela, “los deseos no empreñan”.
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Fuente:
Venezuela y el Mundo: BOLIVAR QUISO SER REY, PERO NO PUDO.
Demasiadas loas a San Martín pero expone información interesante.
Las independencias americanas por Marcelo Gullo
https://www.youtube.com/watch?v=t52I658GgIM
https://www.youtube.com/watch?v=t52I658GgIM
Por qué sabemos tan poco sobre los ingleses y San Martín
El comentario de inicio de la "Mesa MDZ" por MDZ Radio, en el día en que se rinde homenaje a los ingleses que acompañaron a San Martín.5 de Abril de 2018 | 07:12
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Gabriel Conte Director de MDZ
Mirá el video con este comentario en la Mesa MDZ haciendo clic aquí
Los argentinos hemos decidido en forma autoritaria y prepotente que el fútbol es más importante que la política.
Si pudiéramos, haríamos que el país tenga un DT y no un presidente. Y por supuesto: como todos sabemos de fútbol, todos seríamos una especie de parlamento muy recontra popular, masivo, de debate contínuo, en sesión permanente. Bien fascista. Seríamos mejores fascistas que Benito Mussolini.
Tan exitistas como derrotistas, nos entregaríamos a las pasiones en forma deliberada. Nos golpearíamos en las calles. Los micros serían copados por nosotros, los hinchas de tal o cual, sin pagar pasaje pero eso sería legal y bien visto. Solo unas absurdas minorías republicanas lo repudiarían. Pero serían tan despreciadas por la inmensa mayoría que ni lugar en donde quejarse tendrían.
Sí, los argentinos creemos que el fútbol es más importante que la política.
Si fuera al revés, calificaríamos momentos del partido con términos políticos: "Este partido no tuvo quorum", "fue un gol no positivo", y los árbitros solo hablarían por sus fallos.
Pero no. Es al revés. Los términos futboleros lo inundan todo. La lógica política se volvió intrínsecamente futbolera. Entendemos el fútbol pero no la política, a la que no queremos entender, ni siquiera para cambiarla. Se la critica desde la tribuna, como si se tratara de un juego ajeno y no lo que decide nuestra forma de vida.
Entonces, por ejemplo, cuando fuimos a la guerra de Malvinas, salimos todos a festejar a la Plaza de Mayo o a San Martín y Garibaldi y nació allí este todavía estúpido cántico irracional que dice: "El que no salta es un inglés". Como si no quisiéramos reconocer a un Darwin, ni un Beatle, ni a Sheakspeare o a los Rolling Stones. Como si no nos interesara -ya que estamos- cómo le va al Kun Agüero, al mendocino Funes Mori o Ardiles.
Por supuesto: como no nos interesa la política, todo lo vemos con el signo de "la mano de Dios" de Maradona a los ingleses en el Mundial de México 86.
Nombramos de corrido quiénes fueron los integrantes de cada seleccionado de fútbol en cada mundial, pero no podemos articular ninguna fecha que marque la historia social, económica e institucional del país: solo prejuicios repetitivos, cual memes de la memoria.
Por esto no sabemos que el general José de San Martín, ese hombre que forjó la independencia y que marcó el principio de la historia política propia, fue acompañado en su gesta libertadora por un batallón denominado "Cazadores ingleses", liderado por el británico John Young, Juan ya para ese entonces.
Entrevista MDZ
Reflexión para el debate
Nacionalismo barato: saldos y retazos de una sociedad que busca ideas prácticas y es cazada por políticos vacíos
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Eran más de 50 ingleses de los 250 que fueron apresados entre 1806 y 1807 en las invasiones inglesas en Buenos Aires y apresados en Mendoza. Para 1815 ya se sentían parte de los nuestros. En la hoy plazas Pedro del Castillo y Sarmiento hicieron sus prácticas de tiro los martes, jueves y sábados, según lo contó el historiador Carlos Campana en el diario Los Andes. Como la mayoría había formado parte del Regimiento número 71 Highlanders de Escocia, el gobernador José de San Martín les sacó provecho. Para 1816 ya eran parte de la Compañía Patriótica de Cazadores. En 1817, esta compañía auxilió a las tropas de líneas del ejército que partió el día 9 de enero, hasta el 24 de ese mismo mes, para la liberación de Chile.
Según el historiador Campana, dos fueron los oficiales que partieron a Chile y descollaron en la campaña libertadora. El inglés Thomas Appleby fue un gran colaborador del General José de San Martín. Fue quien viajó en varias oportunidades a Gran Bretaña para la compra de barcos y otros pertrechos para los patriotas. Se había casado en mayo de 1815 con la mendocina Manuela Videla y regresó a nuestra provincia en donde se radicó.
Pero para los argentinos esto no es relevante.
Lo realmente importante es el fútbol.
Y no se le conoce cuadro a San Martín ni en su época había mundiales. Así es que para la mayoría de los argentinos, resulta muy difícil aprender la historia si no hay goles que recordar, goleadores sobre los cuales discutir ni directores técnicos contra quienes despotricar.
Mejor, "el que no salta es un inglés". Así somos. Tan así, que festejamos guerras como si fuesen mundiales de fútbol ganados. Aunque inclusive, hayamos perdido la absurda guerra en la que los dictadores mandaron a morir a pibes que hacían la colimba.
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Fuente:
https://www.mdzol.com//opinion/78824...mpaign=botones
QUITO, LA MAYOR VÍCTIMA DE LA REPÚBLICA
San Francisco de Quito, nuestra ciudad ha sido, es y será, a menos que hagamos algo en lo contrario, la mayor víctima de la así llamada república, primero de (Gran) Colombia y después del Ecuador, desde la supresión de su nombre en toda su heredad territorial, hasta la brutal exacción en vidas y hacienda en una absurda guerra de “independencia” que llevó al abismo a generaciones de quiteños y quitenses, pasando por la carga de la Deuda Inglesa que nos esclavizó eternamente a la deuda externa. Fue un sector minoritario de la élite de Guayaquil quien propulsó, luchó y consiguió en alianza con las fuerzas sanmartinianas y bolivarianas la separación del reino de Quito de la Monarquía Española, que a partir de 1822 sería el departamento del Sur en la Colombia de Bolívar y posteriormente desde 1830 el Estado del Ecuador en Colombia, y desde 1835 la República del Ecuador tras la disolución total de la utopía bolivariana. Quito desde entonces ha estado obligada a cargar con el peso de un Estado fallido y parasitario por casi dos siglos, se asfixia ante realidades que le son ajenas y gime por renacer bajo una nueva forma que la libere, separe e independice de una república que nunca quiso, definitivamente, de una vez y para siempre jamás. Los quiteños que hoy viven cabizbajos soportando la explotación de una creación exógena que encuentra sus orígenes allende los mares en una pérfida isla lejana del norte, cuyo dios no sólo nos es ajeno sino que además es enemigo del Nuestro, deben reaccionar y tomar las riendas de lo que les pertenece o perecer. Los inventores de la seudo república y sus sucesores políticos hasta el momento, así como la burocracia apátrida enraizada en esta ciudad, son los únicos que lucran, se benefician e impide nos liberemos de la republiqueta desde aquel aciago día en que algunos decidieron olvidar a sus mayores para turbar el orden desde entonces y hasta hoy en que todavía sufrimos las consecuencias de esas desgraciadas decisiones.
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Fuente:
https://www.facebook.com/francisco.n...07496352833814
¡Si nos viera Fernando VII! - Por Luciana Sabina
Siempre los granaderos portan banderas de los países de los mandatarios que nos visitan, esta vez hubo rechazo por hacerlo con la española.
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Por Luciana Sabina - Historiadora
La reciente visita del jefe del Gobierno de España a nuestro país despertó un gran revuelo al viralizarse las imágenes de los Granaderos portando la bandera española.
La agitación tomó cuerpo debido a que un reconocido historiador exclamó a través de twitter: "¡Tremendo! ¡Si los viera don José!"
¿Qué informa el mítico regimiento al respecto?
La respuesta, a la que accedimos a través de las redes sociales, es la siguiente:
"Cada vez que nos visita un mandatario extranjero, el Regimiento tiene por costumbre escoltarlo portando banderines del país al cual recibe. Entre los países que ha escoltado se encuentran Alemania, Armenia, Noruega, China, Canadá, México, Irlanda, Italia, Brasil, Uruguay, Chile, Rusia, Francia. Al frente de la columna siempre van las banderas Nacional de Guerra Argentina y Bandera del Ejército de los Andes”.
No obstante esto, se cuestiona el hecho de que el Regimiento porte la Bandera Española.
El General San Martín jamás odió a España, a su gente y a su cultura, todo lo contrario.
Un claro ejemplo es el que tuvo lugar el 2 de junio de 1821 cuando el General San Martín ofreció un brindis en Punchauca, frente al virrey. Brindó por la prosperidad de la España y de la América, y después se propusieron otros brindis alusivos al restablecimiento de la unión y fraternidad entre los españoles, europeos y americanos.
Por otra parte el 22 de junio de 1860, la reina Isabel II, de España, reconoce la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata mediante un "Tratado de paz y amistad" firmado en Madrid y desde entonces la Argentina mantiene una fuerte amistad con la nación europea, que fue creciendo con el paso de los años"
El prócer era antiguo camarada de muchos españoles a los que enfrentó -se formó con ellos en el Ejército español- y procuró darles siempre un trato hospitalario. Tras vencerlos los envió a San Luis, donde llevaron una vida apacible y en libertad. Pero en 1819 Bernardo de Monteagudo llegó al lugar y terminó haciéndolos ejecutar. Seis días más tarde el Libertador se presentó en la ciudad. Sólo Ruiz Ordóñez no había sido fusilado debido a los ruegos de su novia. "Al verme el General San Martín -escribió años más tarde- conocí que se afectó al presentarme yo, tan joven, estropeado con una cadena tan larga que me cruzaba la cintura y tan pesada que no podía con ella. Me hizo sentar en una silla, me acarició y con dulces palabras me preguntó por lo acontecido; llamó a un ordenanza para que viniera un herrero y en su presencia me quitaron el grillete del pie con la cadena, y mandando al gobernador Dupuy, que estaba presente con mucha sumisión de pie, que inmediatamente se me vistiera con la decencia que me correspondía y el trato consiguiente y quedara hasta nueva disposición arrestado en el cuartel. A las dos horas vino al cuartel el gobernador Dupuy dándome la mano y diciéndome: “Está Ud. perdonado de la vida por la patria y por el Excmo. Sr. Don José de San Martín".
De más está decir qué pensaría San Martín al vernos actuar de modo civilizado y hospitalario, homenajeando al pueblo de sus propios padres. Si esto causa tanto estupor, ¿qué sucederá cuando algunos historiadores descubran que al Regimiento de Patricios lo representa una bandera española de guerra, con breves modificaciones, y que la Bandera argentina es casi idéntica a la de los Borbones, reyes de España?
¡Si nos viera Fernando VII!
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Fuente:
https://losandes.com.ar/article/view...luciana-sabina
A 200 años de una gesta de San Martín con apoyo inglés
El bicentenario de la Batalla de Maipú
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por Jimena Catalá@CatalaJime5 de Abril de 2018 |
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(Foto Pachy Reynoso/MDZ)
A 200 años de la Batalla de Maipú, clave para la independencia de las provincias unidas del Río de la Plata (hoy Argentina) y Chile, surgieron dos datos prácticamente ignorados en la reconstrucción de la historia. Uno, que soldados británicos ayudaron al General José de San Martín en esta lucha; y dos, que el mismo Padre de la Patria terminó de amigo y de testigo de casamiento de un inglés que se quedó a vivir en Mendoza, Thomas Appleby.
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Appleby, comerciante y militar, llegó a suelo argentino a principios de siglo XIX en pleno contexto de las invasiones británicas sin imaginar quizá que muchos años después se integraría a un grupo de "cazadores británicos" que colaboraría con el Ejército de los Andes para la independencia de los pueblos del sur. Tan cercana fue su relación con el Padre de la Patria, que éste terminó dando el aval y siendo testigo de su casamiento con la mendocina Manuela Videla.
Producto directo de esa unión ancestral Fanny Alicia Castro Aubone (76) se encargó de revivir estos hechos al cumplirse el bicentenario de este combate fundamental en la gesta emancipadora. "De los que conformaron ese regimiento de cazadores británicos el teniente primero era Thomas Appleby, que fue el único que después de la campaña de Chile-Perú se quedó afincado en Mendoza. Fue el único inglés que se quedó en Mendoza, hay uno que pasó a Chile y los otros regresaron a Inglaterra. Appleby se casó con Manuela Videla tuvieron un hijo Federico y de esa línea salió Carmen Appleby que se casó con Pedro Aubone que sería mi bisabuelo. Es decir que, Thomas sería bisabuelo de mi bisabuelo", sintetizó Fanny su árbol genealógico.
Sobre el nexo entre Thomas y San Martín, Fanny recuperó: "Fueron amigos. Siempre recordamos que en aquel momento no había registro civil por lo tanto el que realmente dio el aval de que este inglés era soltero fue San Martín, fue él quien estuvo en Gran Bretaña en su casa una vez y cuenta que se notaba que era soltero por cómo vivía", apuntó entre risas la mujer.
A propósito de este punto de encuentro entre ingleses y argentinos, y cuando acaban de cumplirse 36 años del inicio de la Guerra por Malvinas, Fanny remarcó la importancia de rescatar estos momentos de la historia en donde los pueblos pudieron entenderse más allá de pertenecer a organizaciones políticas e ideológicas radicalmente opuestas.
"Pese a tantas divergencias de gobierno a gobierno, el pueblo a veces está unido por factores humanos como es el hecho de ser libres y poder autodeterminarse, lo que fue el principio básico de la gesta de San Martín, y me emociona que el homenaje se haga aquí, en el lugar del hecho. Las diferencias las marcan situaciones políticas mezquinas que no tienen que ver con el sentir humano de los pobladores", reflexionó Fanny.
Sus palabras se escucharon previo al acto de descubrimiento de una placa de los "cazadores ingleses" que se colocó ayer al mediodía en el Cerro de la Gloria en la ciudad de Mendoza a propósito del bicentenario de la Batalla de Maipú.
Allí mismo, el hijo de Fanny, el tercer Thomas de la rama Appleby, sostuvo: "Para nosotros esto es muy importante. El hecho de que se haya traído a la memoria y el reconocimiento a aquella gente que en sus principios no eran milicianos y pudieron tomar la gesta sanmartiniana como suya y con el solo impulso de su corazón y de las familias que formaron acá".
Carlos Campana, uno de los historiadores que se ha encargado de recuperar estos lazos entre británicos y mendocinos, destacó la labor del Consejo de la Comunidad Argentino-Británica (CCAB) tendiente a restablecer el vínculo entre ambos países. "Más allá de la confrontación de años y años por Malvinas, es importante rescatar que a principios de siglo XIX hubo un flujo migratorio muy importante de británicos que incluso colaboraron en la liberación de estos pueblos", apuntó el también periodista.
Por su parte, la delegada en Mendoza del CCAB, Carolina Fuller, observó que estamos en un momento propicio del devenir histórico para recuperar este tipo de conexiones entre estos países. "Hemos superado esa etapa en la que decir que descendías de un inglés no estaba bien visto. Hay mayor comunicación. Es un momento ideal para volver a realzar esta historia", cerró.
El embajador británico, Mark Kent, en el descubrimiento de la placa de los cazadores ingleses.
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Fuente:
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19 de abril de 1810
Esta fecha es conocida por ser el paso que marcó nuestro camino hacia la independencia de España, aunque la conocida declaración de independencia tuvo un trasfondo de mayor profundidad en el que no todo es como se cuenta comúnmente. Antes de abordar esta fecha debemos entender la realidad histórica que se vivía; debemos trasladarnos a aquel antaño lugar y ver de cerca, en la antigua Caracas, quienes eran nuestros antepasados, como pensaban y que ocurría alrededor de esos años en toda España.Para aquel entonces no podías hablas de venezolanos como lo hacemos hoy en día, éramos una Capitanía General de España, y por lo tanto, todos los que nacían en ella eran españoles. Al entender esto es evidente que todo lo que ocurriese en la península tenía un efecto sobre la América española y es de ahí donde debemos partir para analizar esta fecha de forma puntual, iniciando en el año 1808 con la desintegración de la monarquía española.
Crisis en España
Producto de las abdicaciones reales españolas la monarquía se desintegró y las provincias, españolas y americanas, reaccionaron ante aquel suceso rechazando al invasor francés que tomaba el trono. Se crearon juntas de gobierno locales y en América, que no eran neófitos del todo de lo que ocurría, abogaron al derecho de retroversión de la soberanía que indicaba que al estar acéfalo el poder, este regresaba a su origen, los pueblos. Para enfrentar aquel desastre se creó la Junta Suprema Central y Gubernativa del Reino reconociendo los derechos de las provincias, pero esta junta fracasó y ante el avance de los franceses se creó el Consejo de Regencia a principios de 1810.
El Consejo fue rechazado por la mayoría de las provincias americanas, estas crearon sus propias juntas en defensa de los derechos de Fernando VII y decidieron asumir el poder hasta el retorno del monarca.
El Trasfondo de las juntas americanas
Hubo un rechazo ante la propuesta de los cabildos de crear las juntas, inclusive cuando estas levantaban la bandera de la lealtad hacia Fernando VII. Se sospechaba que aquellas juntas tenían intenciones más radicales y autonomista, siendo aquel discurso de fidelidad una máscara para aprovechar el momento. La Junta Suprema Central dio los primeros pasos en 1809 cuando en un decreto, inicia un proceso de igualdad política entre los españoles peninsulares y los americanos, pero esto no hizo más que promover el fuego independentista, siendo la población española americana mayor a la peninsular era inaceptable para ellos que aun al proclamar una supuesta igualdad, era inferior la influencia política de los americanos ante los peninsulares; el distanciamiento entre España y América era inevitable.En un inicio los españoles americanos mostraron su lealtad al rey y a sus tradiciones, pero ya las ideas provenientes de la Revolución Francesa habían influenciado a muchos muchos americanos, lo que generaría un bando más radical que miraba hacia la separación absoluta de España. La homogeneidad inicial que hubo en las provincias americanas evidenció la fortaleza del imperio español, pero esto se fue perdiendo con el tiempo, entre los múltiples debates y la escasa autonomía de las provincias.
Hacia el 19 de abril de 1810
A finales de febrero de 1810 llegó a la Guaira la goleta Rosa trayendo las noticias de los últimos sucesos en la península, lo que generó un rumor en la Capitanía. En la Gaceta de Caracas se anunció la reunión de las Cortes Generales y extraordinarias del Reino donde se entregarían las instrucciones. Los primeros días de abril Emparan hacía un llamado de calma ante la intriga y las habladurías que se estaban dando:
“Esperemos tranquilos ver la suerte que tiene destinada a nuestro amado Fernando, y a la Madre Patria, que no dudo será favorable, pues por lo que hemos experimentado vamos bien que obra la mano del Todo Poderoso”.
Ya para el 14 de abril había llegado a Puerto Cabello el bergantín Palomo, con las noticias de la toma de Sevilla y del nuevo Consejo de Regencia que suplantaba a la disuelta junta. La tensión caraqueña era cada vez mayor y el 18 de abril, con la llegada de dos emisarios del Consejo de Regencia se terminó por impulsar una sesión extraordinaria para el día siguiente. Ante la presión de los criollos. Martín Tovar y Ponte y Nicolás Anzola, pidieron a José de las Llamozas, vicepresidente del Cabildo, que organizara la sesión.El Consejo de Regencia representaba la desigualdad que venían rechazando los criollos y esto provocó la discordia que se venía a debatir, luego que habían aceptado la junta, no podían ahora aceptar al Consejo de Regencia como el depositario de la soberanía de Fernando VII. Las principales familias apoyaron la creación de la junta, entre ellos Martín Tovar, Anzola, Del Toro, López, Palacios, Mendez, entre otros; las oficialidad dio su apoyo y algunos representantes eclesiásticos como el Padre Madariaga y Francisco José Ribas, presbítero y hermano de nuestro Padre Fundador y tío del Libertador, José Félix Ribas.Emparan, el Capitán General, fue llamado a un Cabildo extraordinario el cual solo él podía convocar. La mayoría negaba la autoridad de la Regencia, ellos reconocían a Fernando VII pero no aceptaban que la soberanía cayera sobre el Consejo de Regencia, mientras estuviera acéfala la corona este debería volver a su lugar de origen. Es importante entender este apartado sobre aquel momento histórico; el poder, para entonces, lo tenía el pueblo y este lo entregaba al rey, quien era elegido por Dios para ejercerlo, al no haber rey, el poder debía volver a su origen: el pueblo. Emparan no aceptó aquello y decidió cortar el debate, era Semana Santa y debía volver a sus oficios.
Emparan se dirigió a la Catedral seguido por una multitud enardecida que empezó a gritar:¡A Cabildo! ¡A Cabildo!
Francisco Salias, primera autoridad civil y militar detuvo a Emparan y le exigió volver al Cabildo. Los granaderos apretaron sus armas, pero Luis de Ponte les señaló mantenerse firmes. Aquel desacato ante Emparan demostraba que no reconocían su autoridad y que no podía ejercer más resistencia; decidió volver.
Hombres de gran importancia como José Félix Ribas, Juan Germán Roscio, Francisco Javier Yánez, Tomás y Mariano Montilla, entre otros, se encontraban en la Plaza Mayor. Emparan ante aquella situación tan desfavorable donde no conseguía acordar nada con los protestante y al ver una respuesta negativa ante su estadía en el mando anunció:¡Pues yo tampoco quiero mando!Se dice que cuando Emparan preguntó a las personas si querían que el siguiera gobernando, el padre Madariaga, a su espalda, motivó a la gente a responder que no. Este acto pudo ser necesario para motivar a las personas, que aun en desacato se podían disminuir al no sentir apoyo.
El acta del 19 de abril de 1810
El acta fue redactada por el Cabildo y obedecía a dos puntos fundamentales: la orfandad y la acefalia del reino, que en consecuencia, desconocía a la regencia; y en producto de la acefalia el poder debía regresar a su origen.
“…atender a la salud pública de este pueblo que se halla en total orfandad, no sólo por el cautiverio del señor don Fernando VII, sino también por haberse disuelto la junta que suplía su ausencia”
Negaban la regencia por no haber estado involucrados los criollos en la formación de la misma, diferente a como se realizó la junta central.
“…ni reúne en sí el voto general de la Nación, ni mucho menos el de estos habitantes que tienen el legítimo e indispensable derecho de velar sobre su conservación y seguridad como partes integrantes que son de la monarquía española”.
Posteriormente, para el 27 de abril, se hizo un llamado a las demás provincias españolas de América a no reconocer a la regencia y seguir leales al Rey en desgracia:
“…una es nuestra causa, una debe ser nuestra divisa: fidelidad a nuestro desgraciado monarca, guerra a su tirano opresor, fraternidad y constancia”.
Las provincias de Guayana, Maracaibo y Coro fueron las únicas en negarse a adherirse al ejemplo de Caracas.
La independencia por la ley
Como se ha descrito hasta ahora, nuestro proceso de separación de la Corona fue a través de la ley y promovida por los criollos más influyentes de la época. Ahora, este suceso tendrá repercusiones a futuro, cuando la Junta Patriótica, en donde aparecerán el Libertador y el Generalísimo, tome una postura más radical y comience a debatir con los más conservadores y leales a Fernando VII sobre una independencia total de la península. El 19 de abril de 1810, a diferencia de como se ha presentado durante mucho tiempo al común, fue el día en que se concretó la Junta en defensa de los derechos de Fernando VII en desconocimiento del Consejo de Regencia; la independencia luego se colaría para desembocar en el 5 de julio de 1811.
G.J.Jiménez
Fuentes consultadas
¿Qué pasó el 19 de abril? : Ángel Almarza y Rosangel Vargas
Más allá de la Guerra, Inés Quintero
Historia de la Primera República de Venezuela, Parra Pérez
Crisis del régimen colonial e independencia, Carrera Damas
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Fuente:
19 de abril de 1810 - Hechos Criollos
Fotografía de la placa inaugurada hace muy poco en el monumento que se encuentra en el llamado Cerro de la Gloria en Mendoza donde se reconoce a los "Cazadores Ingleses" que formaron en el Ejército de San Martín.
http://hispanismo.org/attachment.php...tid=9236&stc=1
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Frases no tan cèlebres de traidor Simòn Bolívar
Fuente: P. PRUVONENA (José de la Riva Agüero)- Memorias y documentos para la historia de la independencia del Perù y causas del mal èxito que ha tenido èsta. 1858 . Pag 182. Enzo Ernesto Cornejo Gomez
http://hispanismo.org/attachment.php...tid=9302&stc=1
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25 DE MAYO: CAÍDA DE UN IMPERIO, TRIUNFO DE LA SUBVERSIÓN
"El Imperio Hispánico fue una de esas manifestaciones y contra él se alzó la modernidad mediante una acción que al comienzo fue sutil, oculta y solapada a través de la masonería, el racionalismo, el iluminismo y la ilustración y finalmente desencadenando la guerra total con las banderas de la Revolución Francesa y el liberalismo. [...] A lo largo del siglo XVIII el Imperio hispánico y desde la introducción de la dinastía borbónica, ya arrojaba visibles signos de decadencia. Los Reinos de Indias (porque éramos reinos y no otra cosa) comenzaron paulatinamente a transformase en las “colonias” de América. La acción de la guerra oculta trabajó sin pausa para carcomer a la hispanidad. Todo esto no hubiera ocurrido si el Imperio hubiere estado conducido por monarcas dignos y por una nobleza fiel al espíritu aristocrático y guerrero. Ante una monarquía indigna, prevaricadora, carente de todo sentido imperial se erigieron los falsos principios republicanos , liberales y modernos promovidos por la masonería y los intereses británicos. Ésta fue la obra de nuestros “próceres” y “libertadores” y los hombres de Mayo comenzaron en estas tierras la demolición.
Lo subversivo se manifiesta por signos visibles bien claros. Veamos algunos:
1) Cinco de los miembros de la Primera Junta de 1810 (la mayoría) eran de filiación masónica (Mariano Moreno, también llamado "El Jacobino", Belgrano, Castelli, Matheu y Larrea)
2) El Virrey Cisneros había establecido la fecha del 19 de mayo de 1810 para el retiro o expulsión de los barcos y comerciantes ingleses de Buenos Aires. Comenzaba la Semana de Mayo.
3) Los revolucionarios del 25 de mayo fueron ayudados por los marinos y los comerciantes ingleses con armas y municiones.
4) El día anterior al 25 de mayo se había formado una junta presidida por el Virrey Cisneros, pero éste se vio obligado a renunciar por ser enemigo de los intereses ingleses
5) El día 26 de mayo la recién instalada Junta ratificó ante el jefe de la flota inglesa fondeada en la rada del puerto de Buenos Aires el Acta de Libre Comercio con Gran Bretaña y resistida por el Virrey Cisneros
6) El mismo día los barcos ingleses fueron empavesados (¿con qué bandera?) e hicieron salvas de artillería. El comandante inglés Fabian se jactaría ante su gobierno “de haber arengado al pueblo diciendo que los ingleses dejarían su isla para venir a habitar estas hermosas regiones”
7) El “santo patrono” de los periodistas argentinos, Mariano Moreno, merece un capítulo aparte. Traductor al castellano del “Contrato Social” de J.J. Rousseau, una de las “biblias” del modernismo liberal y masón, pretendió que se lo enseñara en las escuelas en reemplazo de la religión. Su anglofilia era manifiesta y en su “Plan de Operaciones” ofrecía entregarle a los ingleses la isla Martín García para que fuera una pequeña colonia o puerto franco para el comercio inglés.
8)También señalemos la pertenencia a la masonería de los “libertadores”, caso de San Martín, Bolívar, Miranda, Sucre, O’Higgins, Alvear y otros."
tl;dr: El Virrey Cisneros era más patriota que todos nuestros próceres
Texto: Julián Ramirez, Documento sin tÃ*tulo
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Uno de los realistas más sanguinarios durante los años de la Guerra a Muerte fue el oficial Antonio Suazola, segundo de Monteverde. Para incentivar a la tropa, Suazola ofreció un peso fuerte por cada oreja de insurgente que le presentasen. Las orejas eran después enviadas en cajones a las filas patriotas. No solo eso. Cuando se fastidiaba de cortar orejas, Suazola desollaba a los patriotas presos, les despalmaba las plantas de los pies para hacerlos correr en terreno pedregoso, o les cortaba los cachetes. En las cercanías del Castillo de Puerto Cabello, Bolívar logra capturarlo y es ahorcado. Sin embargo, la carnicería de la Guerra a Muerte apenas comenzaba. En Calabozo se estaba gestando otro Monstruo, mucho peor que Suazola. Este es un Hecho Criollo.
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Bolivar fue un Dictador asesino, No un Libertador. Pablo Victoria Vilches
Simón Bolivar fue un dictador asesino, no un libertador (Pablo Victoria Vilches)
https://www.youtube.com/watch?v=T1qn99LCTwA
https://www.youtube.com/watch?v=T1qn99LCTwA
Fuente:
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Batallón Cazadores Británicos. Batalla de Carabobo
La gran batalla por el departamento de Venezuela había comenzado. El ejército de Colombia, comandado por Simón Bolívar, atacaba al ejército español al mando del mariscal Miguel de la Torre en los campos de Carabobo. Corría el 24 de junio de 1821 y la batalla aún no se decidía.La Legión Británica, ahora llamada Cazadores Británicos, se batían en férreo duelo contra la infantería del batallón Burgos, para cubrir la retirada de la primera división al mando del temible León de Payara, el general José Antonio Páez, dando tiempo a reorganizarse en su flanco. Poco a poco eran diezmadas las fuerzas británicas entre gritos, bayonetazos y explosiones.
—¡Aguantad mis valientes! ¡Aguantad! —Gritaba el coronel Thomas Ildeston Farriar, nativo de Manchester, Gran Bretaña.
Los británicos, formados en cuatro grandes bloques, soportaban las descargas de fusilería del batallón de veteranos Burgos, quienes deciden bajar de las alturas privilegiadas y atacar a bayoneta la férrea resistencia británica.
—¡Coronel! —Gritó el capitán Matheus McJulius, —los españoles se nos vienen encima.
—Calen bayonetas, —ordenó el coronel —¡A la carga! —gritó eufórico.
El choque entre aquellos batallones estuvo acompañado de gritos, tintineos y sangre, los españoles, fieros guerreros en los combates cuerpo a cuerpo, intentaban sobrepasar a los cazadores británicos, más estos, con amplia experiencia en las guerras napoleónicas, soportaban las constantes embestidas, logrando hacer que los españoles retrocedieran.
En otro intento de desplazar a la legión británica, el Burgos cargo nuevamente a bayoneta, esta vez, apoyados por los batallones Barbastro y Hostalrich, quienes atacan con sendas cargas de fusilería.
—¡Argh, me dieron! —dijo el capitán McJulius, cayendo muerto a los segundos.
—¡Sigan resistiendo!¡Que no pasen! —gritaba el coronel alentando a las valientes fuerzas británicas.
Repentinamente, el coronel sintió un toquesito caliente en su pierna, al ver, su muslo derramaba sangre, había sido alcanzado por una bala. Impertérrito y decidido, ordenó una carga a bayoneta calada, la cual hizo retroceder.
El batallón de cazadores se hallaba diezmado, el coronel sabía que no podrían aguantar otra embestida, Los Bravos de Apure de Páez no llegaban y los españoles se preparaban para otra embestida. Los gritos de dolor se hacían insoportables, la sangre de los ingleses era tanta, que se había formado un lodo pantanoso. 150 británicos habían encontrado su descanso eterno en aquellos campos.
—¡Formación en linea! —mandaba el coronel al ver que los españoles se preparaban para una descarga. 500 percutores sonaron al unisono, una sola orden rompería la incertidumbre de británicos y españoles por igual.
—¡Fuego! —dispararon ambos ejércitos causando bajas en sus filas. —¡Fuego a discreción! —ordenaba el coronel con su mano derecha en su brazo izquierdo, pues otra bala le había alcanzado dándole cerca del hombro.
—¡Sire, estamos perdidos, no resistiremos más! —Dijo el capitán Henry Watts al coronel Ildeston.
—Lo sé capitán, lo sé, queda usted al mando. —respondió el coronel, que ahora se cubría la barriga, otra bala le había alcanzado, desplomándose en los brazos del capitán.
—Sigan disparando, resistan. —ordenaba el capitán mientras intentaba salvar a su oficial superior. Ya era inminente la caída del batallón Cazadores cuando la tierra empezó a temblar levemente.
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Primera División Patriota al mando de Páez. Batalla de Carabobo
Miles de gritos, similares a los que hacen los aborígenes americanos se aproximaban, una estampida de caballos y lanceros venía en auxilio de los hijos del Rey Arturo. Era el centauro Páez y sus legiones que llegaban en auxilio. El choque de ambas divisiones fue cataclismico y sin piedad, logrando los patriotas, hacer retroceder a los realistas.—Mi coronel, no muera, ha llegado el general Páez con la ayuda, estamos salvados. —dijo el capitán mientras intentaba despertar al agonizante coronel.
Días después, ya ganada la batalla en los campos de Carabobo, el coronel Ildeston lanzaba una última mirada al sol que jamás volvería a ver, inhalaba un ultimo respiro, lo invadía un último recuerdo de aquellos parajes de Manchester: su esposa y sus dos pequeños hijos dándole el último adiós a un padre que, buscando empleo militar y pan para su familia, cayó en aquella gloriosa jornada del 24, justo en las fiestas de San Juan.
Juan Carlos Díaz Quilen
Héroes Muertos: Memorias de Carabobo
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"Señor capitán:
Enemigos eternos del infame devastador de la Europa, Bonaparte, hemos resuelto resistir hasta la muerte á su tiranía, como lo ha hecho la gloriosa e incomparable nación inglesa. En su virtud el pueblo de este Reino ha separado del mando de él a los españoles que lo regían, sospechados de secuaces declarados de aquel monstruo, y ha creado una Junta Suprema Gubernativa […]"
Los separatistas, como ya hemos mostrado otras veces en la pagina, tenían que mentir de esta manera tan descarada porque el pueblo llano no iba a aceptar una disque "independencia" (que no es ninguna independencia, simplemente querían bananizar el continente para poder robarlo mejor). Siempre disque para defender al Reino y al Rey, ellos mismos se dejan en evidencia con sus mentiras.
-Dominicanus
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Traiciones y dictadura del auténtico Simón Bolívar: el millonario «español» que se hizo revolucionario
Sobrepasado por las circunstancias, Bolívar asumió en un pronunciamiento en Bogotá plenos poderes dictatoriales, lo que condujo a la rebelión colombiana contra su dictadura pretoriana hacia 1830
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César Cervera
@C_Cervera_M
Actualizado:29/06/2018 18:01h
La historia recuerda a Simón Bolívar como el gran libertador de Sudamérica y el hombre que soñó con una confederación democrática de estados libres al estilo de EE.UU. Se cuidan los que han levantado esta pulida y mitificada versión de Bolívar, hoy reverenciado por cierta izquierda americana, en omitir el giro despótico que invadió al criollo en varios periodos de su vida. Aparte de su mala opinión de los indígenas, «seres incapaces de una concepción política»; o de su hostilidad hacia Perú, que veía como una amenaza a su Gran Colombia.
Nacido en el seno de una familia de ascendencia española de Caracas, Bolívar ingresó muy joven en el Batallón de Milicias de Blancos de los Valles de Aragua, donde su padre ejercía sus funciones de oficial y tenía un gran hacienda. En 1799, realizó un viaje a Europa para perfeccionar su formación militar, si bien fue entonces cuando germinó en su interior las ideas independentistas contra la «Madre Patria». Ya en la rebelión iniciada por Francisco de Miranda, en plena Guerra de Independencia española, cobró Bolívar un importante protagonismo como el hombre que convenció al exiliado en Londres de regresar a América.
Caído el prestigio de Miranda, el criollo le traicionó en última instancia para salir con vida de este primer intento de independencia. Bolívar hizo prisionero a Miranda y lo entregó al Ejército español a cambio de un salvoconducto para regresar a Caracas, si bien finalmente se dirigió a Cartagena de Indias con la intención de encender una nueva rebelión.
Una guerra civil entre españoles
Lo que vino a llamarse la «Campaña Admirable» dio luz a la Segunda República, un régimen totalmente personalista del criollo, que trasladó la guerra a un nuevo nivel de violencia y confrontación social. Lejos del relato clásico de la lucha de los americanos por conseguir su independencia respecto a los españoles, las sucesivas guerras de emancipación que se vivieron en los territorios del Imperio español fueron, en esencia, una guerra civil entre españoles, esto es, españoles de América contra españoles de Europa.
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La Muerte del Libertador, por Antonio Herrera Toro
Los procesos corrieron a cargo de criollos dueños de grandes plantaciones e intelectuales enriquecidos, que recibieron el apoyo indirecto de EE.UU. e Inglaterra, empezando con el comercio de armas y barcos de guerra a los insurgentes. Sin ir más lejos, la familia de Bolívar era dueña de extensas plantaciones de cacao, con indios de encomienda y esclavos negros. La población mestiza e indígena combatió de forma indiferente en ambos bandos y no mejoró, sino todo lo contrario, su situación una vez se marcharon los europeos.
Tras sucesivas derrotas a manos del Ejército español, la Segunda República de Bolívar se deshilachó a la misma velocidad que se había creado. Cuando en 1814 Fernando VII regresó al poder, pudo organizar una expedición de 10.500 soldados desde España y restablecer el poder real en todos los territorios. Poco después, Bolívar renunció a su mando y, en mayo de 1815, se exilió a Jamaica, en manos británicas. Un periodo de reflexión en el que el criollo español abandonó su proyecto de independencia regional y se abonó a uno continental. Revestido de democracia a toda costa, Bolívar postulaba un sistema político propio de los caudillos latinos, con un presidente vitalicio y una cámara de senadores hereditarios integrada por los generales de la independencia…
Bolívar llegó al Perú no tanto por dar la libertad a los peruanos, «sino principalmente por el interés geopolítico de destruir de raíz lo que consideraba como una amenaza para la Gran Colombia»En 1819, logró la independencia de Nueva Granada y el nacimiento de la Gran Colombia, de la cual se convirtió en dirigente. Sin tiempo que perder, impulsó una ley de expulsión de los españoles el 18 de septiembre de 1821 por la que todos los ciudadanos con origen peninsular que no demostrasen haber formado parte del movimiento independiente serían sacados a la fuerza del país.
Puesta su mirada en el sur, el todopoderoso Virreinato del Perú, trató de forjar una alianza con José de San Martín. Durante una reunión entre ambos en Guayaquil, Bolívar concluyó decepcionado que el libertador del Perú «no creía en la democracia, estando convencido de que aquellos países no podían ser regidos más que por Gobiernos vigorosos, que impusieran el cumplimiento de la Ley, ya que cuando los hombres no la obedecen voluntariamente, no queda más arbitrio que la fuerza». Cuando San Martín le ofreció el liderazgo de la campaña libertadora en el Perú, Bolívar le dio a entender que solo lo aceptaría si él se retiraba del Perú. ¡O Bolívar o nada!
Así lo hizo San Martín, que puso rumbo a Europa, si bien el verdadero problema de Bolívar con Perú era la amenaza que suponía como país para su amado proyecto de la Gran Colombia. En opinión del historiador Hugo Pereyra Plasencia, Bolívar llegó al Perú no tanto por dar la libertad a los peruanos, «sino principalmente por el interés geopolítico de destruir de raíz lo que consideraba como una amenaza para la Gran Colombia, […] Por eso se crea Bolivia, para cortarle las patas al “monstruo” peruano». Lo poco que le importaba la libertad local se demostró cuando, en 1825, Bolívar dispuso la anulación de la emancipación de los esclavos que había decretado San Martín y poco después implantó de nuevo el tributo del indígena, que también había sido eliminado por San Martín el 27 de agosto de 1821.
Ese mismo año, el Congreso Constituyente convocado por él en Perú ordenó levantar una estatua ecuestre de Bolívar en la plaza del Congreso, donde está actualmente, y el pago de una recompensa de 1.000.000 de pesos, cantidad que representaba, más o menos, la tercera parte del presupuesto anual del Perú de la época, como una «pequeña demostración de reconocimiento» hacia su figura.
Años de dictadura
Bolívar soñaba con replicar los EE.UU. en un territorio fragmentado, de caracter provincial y diverso, que en algunas zonas veía con poco o nada entusiasmo el proyecto confederado, como en el caso de Perú. En los años posteriores el «libertador», que empezó a acaparar poder y actuar de forma despótica, fracasó en su intento de imponer su visión de la democracia a todo el continente.
En 1826, el levantamiento de José Antonio Páez contra el orden impuesto en Venezuela por Bolívar, unido al rechazo de la unión con Colombia, comprometieron gravemente el proyecto de la Gran Colombia. Tampoco salieron las cosas como él había previsto en la Asamblea de Panamá (1826), donde intentó conseguir la unión continental a través de una confederación, quedando reducida la participación a Colombia, México, Perú, Chile y las Provincias Unidas de Centroamérica y los compromisos a solo buenas palabras.
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Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander en el Congreso de Cúcuta
Además, concluida la guerra contra el Imperio español, la aristocracia limeña consiguió la anulación de la Constitución bolivariana que se les había impuesto con el argumento de Bolívar de que, aunque no fueran legales los métodos para aprobarla, era «popular y por lo tanto propio de una república eminentemente democrática». Ni entonces, ni hoy, Perú guarda buen recuerdo del Libertador.
Sobrepasado por las circunstancias, Bolívar asumió en 1828 en un pronunciamiento en Bogotá plenos poderes dictatoriales, lo que condujo a la rebelión colombiana contra su dictadura pretoriana. Entre las medidas impopulares que impuso, estuvo una serie de privilegios a la alta jerarquía del Ejército y la restitución del impuesto de la alcabala, un impuesto español que se había llevado a América tras la conquista y del cual muchos criollos se habían quejado a lo largo de los tiempos.
La invasión del ejército peruano al frente de La Mar, la insubordinación del general de su mayor confianza, José María Córdoba, y un intento de asesinato el 25 de septiembre de 1828 le señalaron la puerta de salida. Bolívar, gravemente enfermo y en proceso depresivo, presentó su dimisión en 1830 ante el Congreso colombiano y vivió sus últimos días torturado por las noticias que llegaban de más y más fragmentaciones de las repúblicas americanas. Falleció poco después en la casa del hidalgo español Joaquín de Mier, en San Pedro Alejandrino.
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Fuente:
https://www.abc.es/historia/abci-tra...neral&ns_fee=0
Entrevista a Patricio Lons
https://www.youtube.com/watch?v=bPuofFNffbE
https://www.youtube.com/watch?v=bPuofFNffbE
"Bolívar era un extranjero megalómano": las provocadoras tesis de Enrique Serrano, el escritor colombiano que cree que las independencias en América Latina fueron "estúpidas"
Guillermo D. Olmo @BBCgolmo HayFestivalCartagena@BBC Mundo
23 enero 2018
https://ichef.bbci.co.uk/news/800/cp...ue-serrano.png
Image caption Enrique Serrano trabaja ya en otro libro sobre los orígenes históricos de Colombia. (Foto: Editorial Planeta)
El filósofo y ensayista Enrique Serrano sabe que nada a contracorriente. Pero no parece importarle.
Su libro "¿Por qué fracasa Colombia?" estudia las raíces históricas de la nación colombiana y está lleno de polémicas ideas sobre la colonización española y las independencias.
Para él, Bolívar "era un extranjero megalómano" y los reyes de España "buenos" con sus súbditos.
Son solo algunas de las ideas de su obra. BBC Mundo lo entrevistó en el marco del Hay Festival Cartagena, que se celebra esta semana en la ciudad colombiana, para intentar comprenderlas.
¿Por qué le parece que la colombiana es la historia de un fracaso?
Tendría que matizar. Fue el editor, a quien yo quiero mucho, quien cambió el título.
Se iba a llamar "La nación negada" o "La nación soslayada", pero no le pareció suficientemente comercial. Y parece que tenía razón, porque el libro tuvo un gran éxito con este título.
En realidad, podríamos traducirlo por "por qué podría fracasar Colombia", qué opciones se derivan de desconocer su historia, su pasado, por negarse como nación.
¿Se niega Colombia como nación?
Sí, esa es mi tesis. No solo en el sentido filosófico de la modernidad de estado-nación, sino de grupo humano que comparte cierto pasado, características, lengua, religión, etc.
Comparada con otras naciones norteamericanas, se encuentra en una especie de adolescencia. Sus intelectuales y académicos tienen todavía una idea muy precaria de ella. Algunos ni siquiera se han preguntado por el problema de su naturaleza y lo resuelven todo con los lugares comunes que se derivan de la tradición regional.
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Derechos de autor de la imagen AFP Image caption Colombia sigue teniendo una gran parte de su territorio sin poblar.
En primera instancia, es un error craso confundir lo bogotano con lo colombiano, en virtud de la fuerte regionalización que durante siglos ha aislado a los diversos componentes de la nación.
Solo en los últimos 70 u 80 años se han dado las condiciones para la formación de una nación única, con la aparición de los medios de comunicación, la migración generalizada hacia las grandes ciudades, etc.
Pero ni siquiera entonces Colombia ha sido una nación uniforme como lo ha sido Argentina, por ejemplo, conformada alrededor de Buenos Aires, sino que mantiene todavía una personalidad regional muy viva.
Ese tipo de problemas no han sido tratados suficientemente por la historiografía ni la sociología colombianas.
O sea que usted cree que Colombia es una nación adolescente.
Sí. Lo es en el sentido de que el adolescente no sabe exactamente quién es, ni para qué sirve o a qué está destinado. No se evalúa de un modo sobrio, tranquilo. En el caso de Colombia se debe fundamentalmente a una historia regional de aislamiento y al poblamiento tan irregular que ha tenido.
Esto la diferencia de otros países de América que alcanzaron su vocación gracias a que tenían un destino en el imperio español, como Perú o México, o a naciones que construyeron su carácter nacional en el siglo XIX gracias a la emigración, como Argentina, Uruguay o Chile.
Colombia, en cambio, se quedó encerrada hasta bien entrado el siglo XX. En medio de sus luchas y contradicciones, la urbanización repentina y desordenada, sumada a los factores de conflicto de un campo abandonado, explican la Colombia de hoy, muy distinta de la Colombia aldeana que existió hasta hace relativamente poco.
Usted asegura que "lo único que sobrevive es una hispanidad colombianizada". ¿Son los males de Colombia el legado de los españoles?
No, de ninguna manera. Al contrario. Esta hispanidad mal asimilada se deriva de un problema de origen: los inconscientes fundadores de esta nación fueron individuos que huían del pasado religioso de los siglos XV, XVI y XVII, tan problemático en España.
Eran los cristianos nuevos, que se hicieron indianos. No solo Colombia, sino muchos otros países de América se conformaron con esos inmigrantes forzados que ya no podían volver a España. Esa hispanidad negada es un problema de España, de la historia española, que América heredó.
Sorprende su tesis, porque muchos en América Latina culpan a la conquista española de los problemas que arrastra la región.
Mi reflexión empezó en 1992, cuando se celebraron los 500 años del descubrimiento de América, que empezaron a teñirse de una reivindicación ideológica muy violenta. Aquello reproducía los patrones de la leyenda negra británica o francesa sobre España, que los propios españoles se creyeron, especialmente durante el Franquismo.
Esa circunstancia tan dolorosa y tan dramática hizo que cualquier cosa relacionada con la hispanidad fuera objeto de equívocos y malentendidos sin término que todavía continúan. Hay una versión argentina, mexicana, guatemalteca...
Todo el mundo tiene una y en Colombia también, aunque sin mucha convicción, se ha ido haciendo una versión antiespañola. Pero ¿cómo se puede ser hispánico y a la vez antiespañol? Es una paradoja que manejan todos los pueblos a su manera, incluido el colombiano. Ese es el marco que ha supuesto renegar estúpidamente de la hispanidad.
https://ichef.bbci.co.uk/news/695/cp...-878109962.jpg
Derechos de autor de la imagen AFP Image caption Enrique Serrano detecta la herencia de los moriscos y judíos expulsados de España en muchas de las comunidades rurales de la actual Colombia.
En su libro describe que el hecho de que los moriscos y los judíos expulsados de España acabaran en Colombia tuvo un gran impacto en la conformación del actual carácter colombiano. ¿De verdad fue tan determinante?
No fue el único lugar de América donde se afincaron cristianos nuevos. Como estudiaron hispanistas franceses como Joseph Perez, los cristianos nuevos eran casi la mitad de la población española.
Cuando se celebraron los 500 años se dijeron cantidad de tonterías, exageraciones e imprecisiones aquí. Mi intención es explicar a esa media España que emigró y se reprodujo silenciosa y discretamente en América la España de los indianos.
Afirma en su libro que "no hay una aspiración más secreta, más inveterada y no declarada, pero de todas maneras postulable para toda la hispanidad, que la de vivir sin trabajar". ¿No es esto un prejuicio un tanto racista?
¿Racista, dice usted? Puede ser.
En todo caso, si nos ponemos en el lugar neutro de la corrección política que hoy rige, queda claro que esa aspiración a la molicie está muy bien documentada, especialmente en la España del sur.
Está un poco en toda la humanidad, pero más acentuada en algunos pueblos que en otros. Eso es lo que en rigor me lleva a hacer esta afirmación, salvadas las distancias de la corrección política que el presente exige.
A veces eso de la corrección política es muy aburrido. Si lo ha escrito será porque lo cree, ¿no?
Sí, lo creo. Partamos de ahí.
Las FARC son individuos iletrados que han sabido jugar a las marrullas con el gobierno de Santos.
Describe al colombiano como alguien apocado, casi miedoso, y lo explica por la obsesión de esos judíos y moriscos expatriados por evitar problemas y conflictos con las autoridades. ¿No sería más sano que los colombianos tuvieran otra actitud ante la vida?
Claro que sí. Sería más sana una forma de vida menos insignificante.
Hay un patrón interesante en el caso colombiano, y es que la mayor parte de figuras que han destacado en el campo de la cultura son insignificantes. Se caracterizan por su excesiva labia y sus aspiraciones desmesuradas, pero también por su incapacidad para traducir en acciones sistemáticas esas aspiraciones.
En todos los pueblos del mundo hay estos individuos insignificantes. Eso es universal, pero en Colombia esa tendencia a ser poca cosa está automáticamente disculpada.
Como todo el mundo lo es, todo el mundo se disculpa porque los demás también son así. Es una cultura de huir de la audacia.
Evidentemente no existió en individuos como Pablo Escobar. Pero esos son la excepción y no la regla. La regla es la de un individuo más bien gris, sensato y moderado, que se conforma con su pequeña vida gris, en algún sentido casi medieval.
Amélie Nothomb escribió que la sensatez es el consuelo de los débiles. ¿Cree que esta frase es aplicable a los colombianos?
Me parece bien esa frase. Yo no estoy inventándome esta vaina esta mañana, sino que tiene 25 años como reflexión sobre el asunto de la colombianidad.
En todo caso lo que detesto es esa actitud, muy característica del apocamiento colombiano, del "mejor no digamos nada", "mejor no nos arriesguemos", "mejor hagámonos los tontos".
Es lo que pretendo combatir con este libro y otro que estoy escribiendo.
Al contrario de quienes sitúan la independencia como el momento fundacional, usted asegura que la independencia privó a la Colombia de la unidad que le daba la metrópoli. Entonces ¿la independencia fue contra la nación?
Sí. En primer lugar, porque vino de fuera, tanto en sus ideas como en sus realizadores.
Frente a esta especie de provincia tranquila alejada del rey, la independencia fue la obligación de autorregularse y de entenderse con gente incluso más extraña, los criollos que habitaban un territorio inmenso del que ni siquiera los colombianos mismos sabían dónde empezaba y dónde terminaba.
Una de las expresiones fundamentales de esto es que todavía tenemos más de 600.000 kilómetros cuadrados sin poblar. Siempre nos ha sobrado tierra.
La oferta de América para los colonos fue muy generosa en tierras y ellos estaban conformes con su pequeña montaña, con su aldea; ni siquiera necesitaban los grandes ríos. No tenían aspiraciones descomunales más allá de esa existencia aldeana que practicaron durante siglos.
Hay que desmontar la mayor cantidad de mitos que uno pueda y se desmontan poniendo en cuestión algunos sobreentendidos. Ya es hora de revisar algunas de esas cosas.
Esa sería una labor de los historiadores, pero los historiadores colombianos no la quieren hacer, porque surgieron en una vocación muy positivista, obsesionada por los documentos. Y Colombia es un país pobre en documentos, es un país más oral, donde muchas verdades fueron ignoradas, soslayadas.
Individuos como Nariño, que hablaban de los derechos humanos, tenían esclavos
Entre esos mitos en los que habría que revisar, usted coloca el de Simón Bolívar, a quien caracteriza como un extranjero que trajo ideas extrañas a esa nación colombiana preexistente de la que habla. Entonces ¿no fue el libertador un héroe?
Era un extranjero megalómano, con una idea descomunal de hacer una especie de Estados Unidos del sur aprovechando el momento de mayor debilidad de España en 300 años. Y le salió mal.
En ese momento, el rey estaba en el exilio y Napoleón había invadido una España que luchaba su propia guerra de independencia mientras nosotros hacíamos nuestras estúpidas independencias.
Para mí esas cosas han perdido todo valor. Puede que lo tengan como mito fundacional, pero ya es infantilismo. Es de una precariedad muy grande en la explicación histórica para una nación que necesita mucho más que eso.
No es que yo no crea que eso fue cierto. Claro que lo fue, pero fue banal. Y esa independencia banal fue muy mal asimilada a lo largo de todo el siglo XIX.
Pero ¿acaso era más extranjero Bolívar que los moriscos o judíos españoles que se instalaban en Colombia?
Es que los judíos y los moriscos hacía ya 200 años que habían llegado. Ni siquiera Venezuela la formó Bolívar, la formó José Antonio Páez, un tipo mucho más primitivo y brutal.
Bolívar, como Francisco Miranda, estaba especulando con la relación entre Europa y América. Era un liberal en el sentido en el que había que serlo en ese momento, como lo era también Antonio Nariño y otros que hablaban aquí de los derechos humanos.
Pero esos mismos individuos tenían esclavos y seguían viviendo en el Antiguo Régimen. Sus vidas muestran la contradicción más patente entre sus ideas y sus prácticas. No tenían cosas para grandes sueños.
Unos pocos, como Bolívar, encontraron un ambiente favorable en algunos momentos, pero después eso se frustró. Estaba muy claro que estos aldeanos, súbditos del rey de España, no estaban preparados para la independencia.
Hubo muchas revueltas realistas, incluso la de los comuneros. Eran individuos que tenían fe en el rey y que lo que querían era un mejor gobierno y menos impuestos. Eso es muy distinto a querer la independencia.
Muchas de esas cosas no han sido leídas en esa clave por los historiadores ni por otros intelectuales. Me asombra el carácter tan superfluo de muchos de ellos, porque no hay manera de discutir esto con ellos con serenidad.
Les falta la neutralidad para hacer tabula rasa de esos prejuicios y empezar a discutir la colombianidad de un modo más limpio y sobrio.
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Derechos de autor de la imagen Getty Images Image caption Según Serrano, soberanos como Carlos I de España, en la imagen, ejercieron durante 300 años "la tutela de buenos reyes" sobre la actual Colombia. (Hulton Archive)
Menciona en uno de sus capítulos "la tutela de buenos reyes". ¿Le parece que los reyes de España eran buenos con sus súbditos americanos?
Sí. Aquí eran leídos como buenos. Hay documentos que demuestran que, precisamente por ser tan distantes, tan aparentemente indiferentes, eran leídos como buenos reyes. Los Austrias, sobre todo, eran muy poco intervencionistas, muy poco dados a ese rigor del que los habitantes habían oído hablar o ellos mismos habían sufrido en España.
En otras palabras, hasta el terrible siglo XV, los reyes eran malos, mientras que los Habsburgo del gran imperio eran buenos porque estaban lejos.
Eran buenos reyes porque los dejaban en paz, porque el tribunal de la Inquisición de Cartagena era muy lento y muy débil al perseguirlos, y porque los adelantados y oidores habían entendido que esto no era El dorado, sino una tierra de transición.
En el presente colombiano destaca, sobre todo, el proceso de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Pero usted, sorprendentemente, asegura que el de la violencia no es un elemento tan importante en la realidad del país.
Yo no desconozco la existencia de una violencia sistemática que ha afectado sustancialmente a la vida colombiana. Ha ocurrido, sobre todo, en la época de la gran urbanización. Pero no le atribuyo el carácter de centralidad que le dan los colombianistas de hoy, que ha llevado a Rafael Pardo y otros a afirmar que la violencia es absolutamente connatural a la condición colombiana.
Al contrario, autores como Jaime Jaramillo Uribe hablan de la naturaleza relativamente pasiva y tranquila de la identidad colombiana.
Curiosamente, lo que le ha permitido a Colombia ser una nación muy grande y poblada es precisamente que en su vida aldeana y retirada no ha primado la violencia. Esa es mi posición, que habría que matizar con todo el rigor que sea necesario para que no parezca una especie de pacifismo estúpido o un desconocimiento de la violencia.
Pero incluso hoy, en los acuerdos de paz con las FARC está muy claro que quienes usaban la violencia sistemáticamente, incluyendo paramilitares y guerrilla, no son más de 100.000.
Esas 100.000 personas han perturbado el orden de los otros 49.900.000. No ha habido nunca una polarización tan brutal que condujera a una guerra civil como la que han experimentado otras naciones.
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Derechos de autor de la imagen AFP Image caption El río Magdalena fue el eje en torno al que se instalaron muchas de las comunidades expulsadas que acabaron forjando la nación colombiana.
Usted lamenta que Colombia carece del vigor para mantener las apuestas en el tiempo y alcanzar grandes objetivos nacionales. ¿Cuáles serían esos grandes objetivos ahora que parece que la paz ya se ha conseguido?
El objetivo fundamental sería bajar de las montañas, saliendo de las aldeas y entrando a la dimensión bioceánica que tiene Colombia, poblando las costas y haciendo infraestructura económica cerca del mar. La de lanzarse hacia los mares, aprovechando recursos inveterados como el río Magdalena, al que habría que recuperar.
Como los ferrocarriles que tuvo en los años 60. Hay que recuperar una serie de cosas que se perdieron por esa mentalidad colombiana de "ahora hagamos esto", "ahora hagamos aquello", pero sin vocación de futuro ni una visión a largo plazo propia de un proyecto nacional.
Usted que es español recordará que en España la Guerra Civil, con su terrible y cruenta herencia, conmovió tanto a la nación en su conjunto que empezó a pensar que tenía que hacer un pacto completamente nuevo de resurgimiento que le permitiera lanzarse a la modernidad, aunque tardíamente, con éxito.
Eso tan paradójico y problemático en España, lo compartimos nosotros: la idea de no poder ponerse de acuerdo fácilmente, que haya unos individuos considerados sabios que luego caen en desgracia y son reemplazados por otros que dicen que ha de hacerse algo diferente, en definitiva, la imposibilidad de tener un proyecto firme que dure más de 20 ó 30 años.
Colombia necesita un proyecto de nación de, por lo menos, 50 años. Las circunstancias se lo reclaman y no hay quien se tome en serio eso, ni entre los políticos ni entre los académicos.
Los académicos son superfluos. Es un gremio al que he pertenecido durante muchos años.
En todo caso, esto parece un poco exasperante. Y las FARC son individuos casi iletrados, muy astutos, eso no se lo niego, que han sabido enriquecerse y jugar las marrullas que había que hacer con el gobierno de Santos, que también se caracteriza por esa misma condición.
Los reyes de España eran leídos como buenos porque eran poco intervencionistas.
¿Por la de iletrado o la de astuto?
La de astuto y aprovechador de circunstancias. Pretender que las FARC son la gran cosa es una idea torpe.
Ya se hizo el acuerdo, que es probablemente irreversible. Las circunstancias problemáticas de su puesta en marcha seguirán durante varios años. No creo que ese sea un asunto para tomarse gravemente en serio, pero mientras tanto se está perdiendo tiempo para la ejecución de ese auténtico propósito nacional.
Un país como este debería tenerlo en cuenta si tiene además al lado los espejos fallidos de Venezuela, Ecuador, Nicaragua, Argentina… los países que intentaron un modelo desafiante y fracasaron.
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Derechos de autor de la imagen AFP Image caption Parte de la sociedad colombiana denuncia la pervivencia de prácticas corruptas en la élite política del país.
Queda claro que usted tiene una visión muy crítica de su país. Cuesta encontrar algo positivo en su relato. ¿A usted qué le gusta de Colombia? Si es que le gusta algo…
No creo que Colombia sea una nación fracasada, ni que vaya a fracasar. No va a sumirse en una guerra civil ni en una catástrofe de este tipo.
Me impacienta un poco que la nación sea poco crítica consigo misma. Es un pueblo conformista que tradicionalmente se ha arrellanado en esa condición.
La verdad es que ser colombiano en Colombia es cómodo, fácil. Es mucho más difícil ser de otros países.
Decir que Colombia es una catástrofe, como dicen muchos colombianos, o rasgarse las vestiduras por lo corrupto que es, o eso que se la atribuye a veces de una especie de inmoralidad inveterada… todos esos son mitos. Son verdades muy débiles y prejuicios.
Pero yo sí espero un comienzo de una nación más serena para revisarse a sí misma.
Bueno, pero no me ha contestado a la pregunta. ¿Qué le gusta a usted de Colombia?
(Balbucea brevemente) La verdad yo soy un colombiano que quiere mucho a su país. Me gusta la gente, el ambiente, la vida propia de esta nación a pesar de sus muchas contradicciones. Pero el pueblo colombiano es poco dado a la reflexión. Me he puesto en la tarea del polemista, de suscitar la reflexión, especialmente entre la gente joven.
El colombiano es muy malo para compararse con otros pueblos. Sabe muy poco de los demás, es muy etnocéntrico, muy autocomplaciente y muy exagerado, tanto en lo bueno como en lo malo.
Todos los productos culturales colombianos son excesivos y cuando uno los examina se da cuenta de que la cosa no es tan buena ni tan mala como la habían pintado.
En realidad, tenemos un buen país, vivimos razonablemente bien. En los últimos 20 años ha crecido de un modo descomunal la clase media, lo que plantea muchos problemas, pero al mismo tiempo es un avance. El objetivo pendiente es poder construir algo entre todos que sea de largo plazo.
Este artículo es parte de la versión digital del Hay Festival Cartagena, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza en esa ciudad colombiana entre el 25 y el 28 de enero.
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Fuente:
https://www.bbc.com/mundo/noticias-a...atina-42347383
Patricio Lons y Antonio Laje "Las Contradicciones de Manuel Belgrano"
https://www.youtube.com/watch?v=EDWbagXkIpo
https://www.youtube.com/watch?v=EDWbagXkIpo
Mexispano; Gracias por el aporte del amigo Patricio Lons, que no había visto.
Cordiales saludos.
SOBRE EL TERROR DEL DESGOBIERNO VENEZOLANO EN QUITO DURANTE LA INDEPENDENCIA
La libertadura, o sea, la dictadura de los militares venezolanos instaurada en Colombia con la mal llamada Independencia, llevó a Quito, ya llamado departamento del Ecuador o del Sur a partir de 1822, a límites insospechados de desangramiento, odio, dolor y sufrimiento.
Nos lo dicen no sólo los documentos de la época, sino el criterio de historiadores ecuatorianos a lo largo del tiempo.
El militarismo apátrida comandando por venezolanos, desangró hasta la ignominia al antiguo Reino de Quito, Francisco Aguirre Abad diría en su momento:
»Hasta el año de 1828 se vivía en el Sur (Quito o Ecuador) bajo el régimen del terror[…] estas escenas de sangre servían a Guayaquil para avivar la odiosidad con los colombianos, y (también) las demás provincias[…] Con todo, la Constitución de Colombia no existía sino en el nombre, en los Departamentos del Sur, gobernados arbitrariamente (cómo se deben haber extrañado las leyes de Indias) por un Jefe Superior, empleo inconstitucional que dependía del Libertador […].
Por su parte, Óscar Efrén Reyes sentenciaría sobre esta situación: «De un pueblo acongojado y devastado era difícil conseguir ya, espontáneamente, mayores sacrificios. Pero entonces se recurría al despotismo y a la arbitrariedad. Hombres y mujeres y quienes tenían algo o no tenían nada, eran como si hubieran sido conquistados.»
José María Le Gohuir no dudó en calificar de terror republicano a las acciones de la soldadesca venezonala contra Quito: «El general Salom era el hombre de Bolívar. Tenía establecido ya de atrás, discutido y puesto en práctica su sistema de pacificación terrorista, aun antes de ser investido de las facultades extraordinarias.»
Sobre una de las masacres del infame Salom en Quito, nos han quedado testimonios escritos y notarizados (agosto de 1823) de funcionarios de la misma República de Colombia. Fue tal la magnitud de esa matanza que los miembros del Cabildo quiteño, Ignacio Veintimilla, José María de Salazar y Miguel de la Peña, y como testigos los escribanos, José Tejada, Miguel Munive y Fernando Romero, redactaron una petición al Alcalde para que elevara queja formal al criminal gobierno de Colombia, alegaron que «se vió que la fuerza armada cometió excesos que tal vez no los habíamos padecido iguales». En la Petición de los procuradores generales de Quito al Alcalde, del 21 de agosto de 1823 sobre esta tragedia, se lee esta descorazonadora descripción sobre la sangre quiteña, sangre inocente derramada en vano por nuestros «libertadores», sangre en pos de una quimera, sangre ofrecida en tributo a la city londinense:
»La catástrofe que sufrió el pueblo un momento después de la ejecución, cubrió á todos los hijos de Quito de compasión, de angustia y de dolor. Allí con el pretexto de tomar gentes para dedicarlas al servicio militar, se vió que la fuerza armada cometió excesos que tal vez no los habíamos padecido iguales. Los ciudadanos atropellados por los cuerpos que la componían, perecieron unos en manos de la confusión, del estrépito y del desórden, otros condujeron del concurso al seno del sepulcro á sus tiernos hijos, á sus amantes madres, y á sus carísimos amigos y parientes, otros en fin se retiraron contusos con los golpes de las culatas del fusil, y de los planazos de la espada.
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Fuente:
https://www.facebook.com/francisco.n...17199855196796
La cita ampliada de Bolívar sobre los quiteños de la imagen que subí anteayer, con su fuente. Acomódenla como quieran o prefieran, pero saquen sus propias conclusiones, piensen por ustedes mismos, no que terceros lo hagan por ustedes, por favor:
«… hombres tan malvados e ingratos. Yo creo que le he dicho a Vd., antes de ahora, que los quiteños son los peores colombianos. El hecho es que siempre lo he pensado, y que se necesita un rigor triple que el que se emplearía en otra parte. Los venezolanos son unos santos en comparación de esos malvados. Los quiteños y los peruanos son la misma cosa: viciosos hasta la infamia y bajos hasta el extremo. Los blancos tienen el carácter de los indios, y los indios son todos truchimanes, todos ladrones, todos embusteros, todos falsos, sin ningún principio de moral que los guíe.»
~Simón Bolívar a Santander, Pativilca, 7 de enero de 1824, en Vicente Lecuna, Cartas del Libertador, Tomo IV, págs. 12-14.
http://hispanismo.org/attachment.php...tid=9409&stc=1
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Fuente:
https://www.facebook.com/photo.php?f...type=3&theater
Gracias por compartirlo; veo ese programa a la mañana pero se ve que ese día me lo perdí. En A24 cada tanto le dan espacio a gente "políticamente incorrecta".
Juancito conoce a medio mundo, como dice el tema de León Gieco "Ojo con los Orozco": "Por poco no tocó con Colón":barretina:.
El 19 de abril de 1810 en horas de la mañana, un grupo de la aristocracia caraqueña desconoció al Capitán General Vicente Emparan. Estos le solicitaban una respuesta definitiva ante la invasión de Napoleón a España. ¿Seríamos leales a Fernando VII, o al nuevo Rey, José Bonaparte? El Padre Madariaga, en representación del clero, le aconseja que se asome al balcón del Ayuntamiento, y que sea la misma muchedumbre reunida en la Plaza Mayor la que tome la decisión. Emparan hizo lo dicho, y les preguntó a los reunidos si querían que él siguiera como Gobernador. Madariaga, quien había seguido al Capitán General, detrás de éste, hizo señas negativas con la mano, a lo cual la multitud respondió "No, no lo queremos". Al oír esta exclamación, Emparan dijo "Si no me queréis, pues yo tampoco quiero mando" y presentó la renuncia de su investidura.
Acto seguido se constituyó un nuevo gobierno que tomó el nombre de “Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII”, la cual daría origen a la Sociedad Patriótica. Cabe destacar, que a pesar de que este evento fue el inicio de nuestro proceso de independencia, en realidad se defendía al Rey Español, quién fue depuesto por Napoleón. Este es un Hecho Criollo.
http://hispanismo.org/attachment.php...tid=9468&stc=1
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La historia de Manuel Piar es la historia de una traición, los bolivarianos alegan que fue él quien traicionó, pero la historia, sus acciones, sus logros, indican otra cosa. Mientras el Libertador caía en continuas derrotas, el Gigante de Guayana ganaba todas sus batallas, solo Boves pudo vencerle, pero esto no impidió que volviera con más fuerza. Piar era mulato, aunque tenía más apariencia de blanco de clase que el mismo Libertador, existe una leyenda, en la cual, Tavera Acosta nos indica que es posible que Piar hubiese tenido parentesco con el príncipe de Braganza.
Quién conoce la historia de Manuel Piar, conoce la historia de una tragedia, desde nacimiento condenado a ser tratado como un mulato, aunque aparentara ser más que ello. Herrera Luque narra en su novela que "No se sentía como los negros, pero tampoco como los mantuanos". El gran general que logró amontonar uno de los ejércitos más grandes de la independencia, fue fusilado, tras un complot realizado por sus hermanos de armas.
Se dice que al morir, Bolívar exclamó "He derramado mi propia sangre", razón por la cual, se cree la posibilidad de que existiera un parentesco entre ellos, por los Aristeguieta, o por el mismo padre del Libertador.
http://hispanismo.org/attachment.php...tid=9491&stc=1
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San Martin no venía a liberar Chile, sino que a invadir
https://www.youtube.com/watch?v=JBkeSiOrCfw
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¿Qué pasó con el virrey Cisneros luego de la Revolución de Mayo?
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Don Baltasar Hidalgo de Cisneros Fuente: Archivo
Daniel Balmaceda
29 de mayo de 2018 • 01:31
Don Baltasar Hidalgo de Cisneros y la Torre Cejas y Jofre vivió en el fuerte de Buenos Aires hasta el 24 de mayo, junto con su espléndida mujer, doña Inés Gaztambide y Ponce. Pero en cuanto fue desplazado, alquiló una casa en la actual calle Bolívar 553, entre Venezuela y México. Tenía con qué pagarlo, ya que continuó cobrando sus haberes, de acuerdo con lo resuelto por la Junta. Pero su estadía en la Buenos Aires revolucionaria iba a ser corta.
Cerró mucho su núcleo de amistades. Solía reunirse con Antonio Caspe, Francisco Anzoátegui, Manuel Villota, Manuel de Reyes y Manuel de Velazco, integrantes de la Real Audiencia, el más alto Tribunal de Justicia de Buenos Aires. Esta situación planteó cierta tirantez con el gobierno que recién había asumido. Entre el 7 y el 9 de junio tomó estado público un cruce de notas entre la Real Audiencia y la Primera Junta. Los magistrados le hacían ligeros planteos a la Junta que encendieron la chispa. Las repercusiones por esas notas fueron inmediatas.
Cerca de la medianoche del 10 de junio, cinco hombres con sus rostros cubiertos con pañuelos, protegidos a la distancia por un pelotón de cuatro soldados y un oficial, destrozaron los ventanales del hogar del fiscal del crimen Antonio Caspe, cuando el hombre se regresaba a su casa. Le dispararon y lo golpearon con sables, ocasionándole tres heridas en la cabeza. El fiscal quedó tendido en el piso. Su familia pensó que había muerto. Pero vivía. Según expresó en un informe la víctima, su mujer se desmayó del susto.
A sólo tres semanas de asumir la Primera Junta, ya se topaba con una acción que ponía en juego la capacidad de controlar los hechos y las personas.
A pesar de que se dijo que la agresión estuvo relacionada con el cruce de notas entre la Audiencia y la Junta, algunos atribuyeron la brutalidad a otro hecho. El lunes 28 de mayo, Caspe se había presentado en el fuerte para jurar obediencia al nuevo gobierno, junto con el resto de los integrantes de la Real Audiencia, del Consulado, del Cabildo y de otros organismos. El fiscal llamó la atención por haber acudido al acto con un escarbadientes en la boca. No fue el único imprudente. Otro de los tribunos, Manuel de Reyes, "hizo ostentación de limpieza de uñas durante la ceremonia", según un informe que publicó el nuevo gobierno.
Nadie demostró mucho ánimo de investigar el atentado del 10 de junio. Sobre todo porque Caspe prefirió no hacer la denuncia. de todos modos, no pasó desapercibido el hecho de que a los violentos los había cubierto un piquete de soldados amparados en la negra noche. Fuera de los ámbitos oficiales, se señaló a Feliciano Chiclana (futuro triunviro) como el oficial que cubría a los embozados. El damnificado y sus compañeros de tribunal mencionaron a Domingo French y Antonio Beruti como partícipes. Entre los enemigos de la revolución, el violento episodio se denominó "solfa Berutina".
En el gobierno existía preocupación porque este tipo de acciones se le iba de las manos y los desprestigiaba. Saavedra, Paso, Moreno y compañía se reunieron para debatir qué hacer. Apelaron a la Gaceta (el diario oficial) para dar su visión de los hechos. Pero eso no fue todo.
El 22 de junio de 1810 por la noche, dos soldados llegaron hasta la casa de Cisneros y le pidieron que se dirigiera al fuerte porque los integrantes de la Junta de Gobierno querían tratar asuntos referidos a la situación en España. El ex virrey comunicó que en breve asistiría. Le respondieron que lo aguardarían para acompañarlo. Con uno de sus mejores trajes se presentó ante las nuevas autoridades. Lo mismo ocurrió con los ministros de la Real Audiencia, cuyo peso institucional es equiparable al de nuestra Corte Suprema de Justicia.
Una vez que estuvieron todos en una sala del fuerte, aparecieron Matheu y Castelli. El último, sin preámbulos no palabras suaves, les dijo que estaban todos detenidos. Mientras le informaba al grupo su condición de reo por intriga y su extradición a las islas Canarias, un piquete de soldados comandados por Juan Ramón Balcarce ingresó a apresarlos. Los subieron a dos carruajes rodeados de húsares. Balcarce viajó en el estribo del coche en el que viajaba Cisneros. Se dirigieron al muelle, donde los embarcaron. Caspe llevaba vendas en su cabeza. Las heridas aún estaban abiertas.
Inés Gaztambide de Cisneros se enteró por un criado de que a su marido lo habían embarcado. Al día siguiente le escribió una esquela a Saavedra en la que le decía: "La precipitación con que se llevaron anoche a mi marido no dio lugar a que le pusiese en el baúl más que tres o cuatro camisas. Si es que hay aún oportunidad para remitirle un baúl con lo preciso, he de merecerle a Vuestra Excelencia me lo avise y me franquee proporción para remitírselo. Dios guarde a Vuestra Excelencia muchos años. Buenos Aires, 22 de junio de 1810. Inés Gaztambide de Cisneros".
No recibió respuesta -al menos oficial- y vivió días de zozobra porque no le informaban con claridad qué había ocurrido con su marido ni adónde estaban llevándolo. Oyó, como todos, la clásica salva de quince cañonazos que solía despedir al barco en donde viajaba un virrey que partía.
La última virreina del Río de la Plata no tardaría en abandonar Buenos Aires. El único mueble que cargó fue la cama matrimonial. El resto lo dejó en manos de José Santos de Inchaurregui, amigo de la familia, para que los vendiera.
¿Qué dejó Cisneros al partir? Un coche grande que le había regalado el Cabildo de Buenos Aires cuando se hizo cargo del virreinato, y otro más pequeño. Cuatro docenas de sillas (eran de tres juegos distintos). Un costoso sillón con espaldar, dos sofás, dos mesas de sala, un ropero, un armario de comedor de caoba (al que le faltaban las llaves), fuentes de loza para baño, dos catres de cuero, dos esteras, varios cueros de alpaca, zorro y zorrino, seis globos de cristal para velas (dos estaban deteriorados), un farol roto, más el pardo Mariano, esclavo del virrey, que compró por trescientos pesos Pedro Antonio Cerviño.
Los Hidalgo de Cisneros se reencontraron en Cádiz. Sus años finales los pasaron en Cartagena, la ciudad natal del exiliado. Allí murió don Baltasar en junio de 1826, cuando se apagaban los últimos fuegos de las Guerras por la Independencia en América del Sur.
Por: Daniel Balmaceda
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Fuente:
https://www.lanacion.com.ar/2138309-...PZBLiwdE9reuAk
«Simón Bolívar era un aristócrata rancio y esclavista»
josé miguel l. romero 16.06.2017 | 14:44
https://fotos00.diariodeibiza.es/201...15125644-1.jpg
Michael Zeuske es un especialista en el esclavismo en el siglo XIX. j. a. riera
Michael Zeuske es un especialista en el esclavismo en el siglo XIX.
Los chavistas venezolanos se la tienen jurada desde que escribió un libro «muy crítico con el mito de Simón Bolívar», al que dedicó su tesis. En 2006 dio una conferencia en Venezuela al respecto: «Desde entonces solo me invitan los colegas de la Universidad católica, que no son muy amigos de Chávez ni Maduro», se ríe. El historiador alemán niega que, como se suele afirmar, Bolívar acabara con la esclavitud: «No lo hizo. Escribió los textos en los que decía que se liberaría a los esclavos que se alistaran en su Ejército. Lo hizo en 1816, pero casi ninguno se sumó al Ejército porque Bolívar era un gran esclavista, le tenían miedo: contaba con 2.000 esclavos, un decena de haciendas€ Era un aristócrata rancio y rico» que solo liberó «con papeles, a seis de sus esclavos».
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Fuente:
https://www.diariodeibiza.es/pitiuse...ta/922983.HTML
LIBRO: “BOLÍVAR. LIBERTADOR Y ENEMIGO NÚMERO 1 DEL PERÚ”
https://somatemps.files.wordpress.co...pg?w=236&h=340
Título: “Bolívar. Libertador y Enemigo Número 1 del Perú”.
Autor: Herbert Morote
Año de Publicación: 2007 (de la primera edición)
Editorial: Jaime Campodónico
SINOPSIS:
Antes de ingresar a Perú, Simón Bolívar ofrece a Maxwell Hyslop (un importante empresario inglés), entregar al Imperio Británico los territorios de Panamá y Nicaragua a cambio de ayuda económica y armamento militar.
Invadido el Perú por Bolívar y sus tropas, demostró con afán ambicioso la pronta creación de la república peruana sin importarle cercenarle tanto territorio fuera posible. Dedicó sus peores insultos a los peruanos. Sus expediciones militares para destruir el Virreinato del Perú estuvieron marcadas por el saqueo de puertos, haciendas, iglesias, cobro de cupos a pobladores, expropiaba y embargaba inmuebles del estado y de privados para costear los gastos de su ejército, compuesto mayoritariamente de colombianos y venezolanos.
Luego de la Batalla de Ayacucho, Bolívar se quedó 21 meses en el Perú, y se convirtió en un cruel dictador.
Durante su estancia en tierras peruanas, se valió de la represión, fusilamiento, expatriación, encarcelamiento, y se deshizo de todo aquel peruano que se oponía a sus designios antidemocráticos y antiperuanos.
Entregó minas de oro y plata a compañías inglesas, así también entregó en forma de pago a los ingleses, bienes raíces confiscados al Estado peruano, entregándolos a precio de saldo. Arrebató al Perú los territorios de Guayaquil y el Alto Perú. Pretendió anexar Jaén y Maynas a Colombia, y quiso dividir en dos lo que quedaba del Perú, sin éxito.
La presencia de Simón Bolívar sólo trajo desgracias no solamente a Perú sino también a las nuevas repúblicas sudamericanas. Bolívar y todos aquellos mal llamados “libertadores” cumplieron el objetivo de crear una república peruana desmembrada y militarmente débil. Para estos “emancipadores” era necesario destruir un Virreinato que era un reino económicamente próspero y que durante siglos tuvo el liderazgo político y económico en América del Sur.
Con la creación de las repúblicas sudamericanas también se entregan sus intereses económicos al Imperio Británico del siglo XIX. Y es allí donde nace la deuda externa de los países sudamericanos.
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Tiempo y Espacio
versión impresa ISSN 1315-9496
Tiempo y Espacio v.21 n.56 Caracas dic. 2011
El fidelismo de los indios caquetíos de Coro durante la independencia de Venezuela
Elina Lovera Reyes
Instituto Pedagógico de Caracas. Centro de Investigaciones Históricas “Mario Briceño Iragorry” elovera19@gmail.com
RESUMEN
La participación de los indios en la independencia de Venezuela es un tema poco estudiado en la historiografía nacional. La mayoría de las investigaciones han estado orientadas a destacar la actuación de los blancos criollos o mantuanos como grupo que controla y dirige el proceso. De lo que se trata es de estudiar todos los actores involucrados en el movimiento independentista a partir de sus diferencias, motivaciones, actitudes, enfrentamientos y conflictos en las distintas regiones del país, que permita una visión más amplia y completa del proceso. En esta ponencia se presentan los resultados de una investigación referida a la actitud de fidelidad al Rey asumida por los indios caquetíos de Coro durante la independencia. En Coro todos eran realistas, todos compartían una actitud favorable más o menos común hacia la monarquía y se oponían a la independencia. Pero esta lealtad generalizada, se manifiesta de manera diferente entre los de la élite o mantuanos criollos y los indios caquetíos que eran los grupos más entusiastas en la defensa del Rey y de la corona española. Se trata de responder los siguientes interrogantes: ¿Porque los caquetíos fueron tan leales al Rey? ¿Cuáles son las razones que los llevaron a tener esa actitud realista? ¿Cómo se explica la fidelidad de los caquetíos?
Palabras clave: indios caquetíos de Coro, actitud realista, fidelidad y lealtad al rey.
The fidelismo of the indians caquetíos in Chorus during the Venezuelan war of independence
ABSTRACT
The involvement of Indians in the independence of Venezuela is a topic little studied in the national historiography. The majority of investigations have been oriented to highlight the performance of white Creoles or mantuanos as a group that controls and directs the process. What is study of all actors involved in the independence movement from their differences, motivations, attitudes, confrontations and conflicts in different regions of the country, allowing a vision, more comprehensive and complete the process. This paper presents the results of an investigation concerning the attitude of loyalty to the King assumed by the choir caquetíos Indians during independence. In choir they were realistic, all shared a more or less common favourable attitude towards the monarchy and opposed independence. But this widespread loyalty, manifests itself differently between the elite or mantuanos Creoles and Indians caquetíos were the groups most enthusiastic in the defence of the King and of the Spanish Crown. It is to answer the following questions: is it because the caquetíos were so loyal to the King? What are the reasons that led to this realistic attitude? How can we explain the caquetíos loyalty?
Keywords: Indians caquetíos of choir, realistic attitude, fidelity and loyalty to the King.
Recibido 14/04/2011 Aprobado 06/10/2011
A manera de introducción
La participación de los indios en la independencia de Venezuela es un tema poco estudiado en la historiografía nacional. La mayoría de las investigaciones han estado orientadas a destacar la actuación de los blancos criollos o mantuanos como grupo que controla y dirige el proceso. Sin embargo, una lectura plural e integrada de este acontecimiento histórico supone estudiar todos los actores involucrados en el movimiento independentista. Analizar sus diferencias, motivaciones, actitudes, enfrentamientos y conflictos en las distintas regiones del país, permite una visión más amplia y completa del proceso, a la vez que ayuda a comprender esa visión plural que lo caracteriza.
Tradicionalmente se ha estudiado la independencia como el enfrentamiento entre “patriotas y realistas”, como diría Carrera Damas entre los buenos y los malos; “los primeros tenían ideales y los últimos cuando más intereses”. Planteamientos que consideramos deben ser superados dado que los llamados “malos” también tuvieron ideales y actuaron en función de principios. Coincidimos con Carrera cuando señala que el problema ha sido que la historiografía venezolana fundada en los valores de la “historia patria, quiere que los venezolanos no hayamos sido monárquicos” 1.
En esta ponencia se presentan los resultados de una investigación referida a la actitud de fidelidad al Rey asumida por los indios caquetíos de Coro durante la independencia. Trabajo que forma parte de uno más amplio que está referido al proceso de independencia en Coro y su participación en la formación de la nación venezolana. En Coro todos eran realistas, todos eran monárquicos. Sin embargo, es necesario distinguir entre leales corianos y fieles corianos, entre lealtad y fidelidad. Aunque en un sentido estricto ambos términos tienen igual significado y hasta son sinónimos, en cuanto a su uso en Coro, tuvo mucho que ver con cierta diferenciación social.
Los indígenas eran fieles y leales, pero la fidelidad parece ser una vivencia más afectiva que racional, hasta el punto de considerar que alguien es capaz de dar hasta la vida por una persona. Según Guerra, F (1999, p.88), en los “imaginarios de estos actores antiguos” valores, como la fidelidad, la lealtad, el honor, son elementos “que contribuyen a conservar en el tiempo la identidad y la cohesión del grupo, pues es el grupo, sea cual sea su estructura, el que ocupa el lugar central en las sociedades tradicionales. El grupo precede a los individuos que lo componen en un momento dado de su historia”.
Como antes señalamos, en Coro todos eran realistas, todos compartían una actitud favorable más o menos común hacia la monarquía y se oponían a la independencia. Pero esta lealtad generalizada, se manifiesta aunque de manera diferente, tanto entre los de la élite o mantuanos criollos como entre los indios caquetíos. Los indios caquetíos eran los grupos más entusiastas en la defensa del Rey y de la corona española. Por tanto, los caquetíos revelan una actitud más conciliadora con los españoles que los indígenas de otras regiones del país. Ante este hecho cabe preguntarse: ¿Porque los caquetíos fueron tan leales al Rey? ¿Cuáles son las razones que los llevaron a tener esa actitud realista? ¿Cómo se explica la fidelidad de los caquetíos?
Antes de entrar en materia conviene establecer la precisión conceptual de los términos fidelidad y lealtad, con el propósito de facilitar la comprensión de este análisis. Según el Diccionario de la Lengua Española de 1803, lealtad es el “cumplimiento de lo que exigen las leyes de fidelidad y las del honor y hombría de bien”. Una persona leal es aquella que “guarda a personas o cosas la debida fidelidad” y se aplica igualmente “a las acciones propias de una persona fiel”. Fidelidad, por su parte es algo inmanente, “y observancia de la fe que uno debe a otro”, y por “antonomasia el cristiano que vive en la debida sujeción a la iglesia católica romana”. La lealtad entonces, sería “como sentimiento humano (que) nace de la capacidad de trascendencia que lleva al hombre a relacionarse y comprometerse con algo fuera de sí mismo, como puede ser un grupo, una institución, una causa, unos ideales... la lealtad es más que la adhesión fugaz momentánea, fundamentalmente emotiva”
La transferencia de estos conceptos para el estudio del momento independentista vivenciado en Coro puede ofrecer elementos de análisis para comprender la actitud de los indios caquetíos respecto al Rey y a su Cacique Manaure. En tal sentido, La lealtad en la práctica, implicó la existencia de un pacto voluntario, una decisión personal y una toma de conciencia que explica esa actitud pensada y asumida que se manifiesta en un acto de honor muy típico de esa época. Los leales eran los de una condición social, un estrato superior y de más igualdad al Rey, eran los que correspondían a la nobleza. Entre ellos mismos se planteaba y se practicaba la lealtad entre los iguales. En cambio con los otros grupos que consideraban inferiores o subordinados no era la lealtad en ese sentido, lo que caracterizaba las acciones personales y colectivas sino la fidelidad, sin ese acento religioso, sino de cierta subordinación personal, diferenciación social e inferioridad. Estos conceptos permitirían inferir entonces, que el comportamiento de los indios caquetíos respecto a su cacique Manaure y respecto al Rey, fue una vivencia mas asociada con la fidelidad que la lealtad. Es decir, una suerte de observancia de fe, de credibilidad y sumisión, nacida de un sentimiento profundo que dejaba al descubierto la dimensión de trascendencia presente en todo ser humano.
El sentimiento de lealtad signó muchas de sus acciones desde los inicios coloniales, y favoreció el otorgamiento de privilegios por parte de la corona y de los funcionarios reales de la provincia. Según Arcaya, PM. (1974, p.14) “el elogio de esa antigua lealtad de su raza nunca se le escatimó por las autoridades coloniales, como estímulo para que siempre se mantuviera viva; la exención de tributo y algunos otros favores que se les concedieron se les presentaba como grandes privilegios. Por eso fue en los Pueblos caquetíos donde más arraigados estuvieron los sentimientos realistas”.
Uno de los problemas que confrontamos cuando abordamos estudios referidos a los indios de Venezuela, es la inexistencia de documentos escritos por ellos mismos, donde hayan dado su opinión, dejado su parecer o su manera de ver las cosas. Vovelle, M. (1985, p.319) se refiere a estas masas anónimas como…”las que no han podido pagarse el lujo de una expresión individual, por poco que fuera, literaria”. Por eso para el estudio de la fidelidad de los indios caquetíos se hace necesario consultar las obras de los primeros cronistas: Fray Pedro Aguado, Fray Pedro Simón, Oviedo y Baño, José Gumilla, Juan de Castellanos y otros, quienes nos ofrecen información importante sobre los primeros momentos de la conquista. Igualmente documentos oficiales como las cartas y visitas de los Gobernadores y los Obispos, informes de los protectores de los indios, y otros documentos emitidos por funcionarios públicos y personas del común de la época colonial. Las obras del Dr. Pedro Manuel Arcaya son de consulta obligatoria, especialmente la que está referida a la guerra de independencia en Coro y Paraguaná, publicada en 1974. En ella el autor anexa las memorias del Sr. Juan José García, descendiente caquetío, quien había nacido en el pueblo de Moruy, por los años de 1811-1814.
Fidelidad caquetía
El sentimiento de fidelidad de los caquetíos al Rey se fue conformando, al igual que en los otros grupos indígenas de las distintas regiones venezolanas, desde los inicios de la conquista y evangelización durante el siglo XVI, así como durante el proceso de colonización de los siglos XVII y XVIII. Esta actitud de fidelidad, que no de simple lealtad, se fue configurando especialmente, por el fuerte vínculo de respeto, agradecimiento y sentimiento de afecto hacia la figura del Rey. Las características de los pueblos aborígenes, y la manera cómo se dieron los procesos en cada uno de ellos, explica el comportamiento o la actitud de lealtad o fidelidad a la monarquía española. Este comportamiento generalizado se fortalece aún más durante la época de la independencia. Época de grandes cambios y de transición, dado el proceso de sustitución del sistema monárquico por el republicano.
Las diferencias del comportamiento de los indígenas de la región de Venezuela ante la posibilidad de independencia van a estar determinadas por el carácter del conquistador de cada lugar y su relación con los centros de poder, pero especialmente por las características y el nivel cultural de los pueblos indígenas para el momento de la llegada de los españoles. En el territorio que hoy ocupa la República de Venezuela, la conquista y colonización tuvo matices diferentes. En la zona oriental, la aplicación de leyes de esclavización del indio Caribe, provocó enfrentamientos violentos de tal manera, que afectó la consolidación de proyectos pacíficos como el del fraile dominico Bartolomé de Las Casas en 1520, el cual constituyó un rotundo fracaso. Diferente, por su carácter pacífico, fue el proceso que se inició en el occidente, a partir de la fundación de la ciudad de Coro por Juan de Ampíes en 1527.
Señalamos anteriormente que la fidelidad de los caquetíos al Rey durante la independencia, se inicia desde la conquista, especialmente por el carácter tan peculiar que adquirió este proceso y la evangelización en Coro. Contexto donde adquiere fundamental importancia el “pacto de mamparo” al que llegaron los caquetíos con Juan de Ampíes y los españoles para poblar conjuntamente la región coriana. ¿En qué consistió este pacto? Las dos partes involucradas, españoles e indios, estaban muy claras en lograr un asentamiento de manera pacífica. En este sentido, la participación del cacique Manaure es relevante para el encuentro que se realizaría entre él y el conquistador español en 1527. El cacique ya en los tempranos años de 1523, por propia decisión envía emisarios a la isla de Curazao y Aruba para invitar a Juan de Ampíes para que lo visitara en el pueblo de Todariquiba, en la costa de tierra firme donde tenía su residencia, como gran cacique de un extenso territorio, que comprendía también las islas que habían sido concedidas a este conquistador. Le solicitó, además, que lo cristianizara a él y a su pueblo2.
Ampíes ante la solicitud del cacique Manaure y las continuas negativas del Consejo de Indias y del Rey, a sus reiteradas peticiones para que le otorgaran título para fundar una ciudad en tierra firme, se apoya en las recomendaciones del Padre Las Casas, el Juez Visitador Rodrigo de Figueroa y en los fundamentos de la real cédula de la Coruña del 18 de mayo de 1520. En tal documento estaba previsto, comenzar por llevar algunos principales a la Isla La Española, con los cuales se trataría de promover el poblamiento estabilizador de los indígenas. Se trataba pues, de que los indios se concentraran en pueblos y que se “avecinden en ellos algunos españoles que sean buenas personas… especialmente algunos labradores que les enseñasen [por simple convivencia] a labrar e criar ganados e hacer granjerías”. (Ibídem). Luego de solventar una cantidad de inconvenientes, Ampíes envía en 1527 a su hijo con la expedición, y fundó un pueblo mixto. Un pueblo indio, donde se establecerían también aquellos pocos españoles que habían de habituarles a las granjerías y cría de ganado, previstos. Esta es la singularidad histórica de la fundación de la ciudad de Coro, al decir del historiador español Demetrio Ramos Pérez. Pero también es la concreción de una relación pacífica entre los indios de esta parte de tierra firme y un conquistador español.
El “Diao” Manaure
A la llegada de Ampíes a Coro, el cacique Manaure era un jefe político y religioso con poderes excepcionales y divinos, reconocido por todos los pueblos caquetíos sujetos a su dominio como el “Diao”, vocablo que para algunos historiadores significa “hechicero”. Las fuentes de la época reseñan las características excepcionales de este personaje. Según Ampíes, dicho cacique “por ser tan gran señor se hace adorar como Dios, dando a entender a los indios que él da los temporales” (Citado por Ramos, D. Ibídem). Para Fray Pedro de Aguado, el principal de los caquetíos, le había hecho creer a sus indios, “que él era el autor y hacedor de muchas cosas que la tierra y elementos naturalmente producen por la ordenación divina, como son: las lluvias, granizos, truenos, relámpagos, heladas y sequías…aquellos naturales temían con muy amedrentados ánimos el poder de este principal, y así casi lo tenían por Dios, acatándolo y reverenciándolo con extremo grado”. Juan de Castellanos en sus Elegías, resalta las virtudes y la respetabilidad de Manaure, a quien presenta con una personalidad avasallante, conducta intachable y poder desmedido dice: “Fue Manaure varón de gran momento, de claro y de sagaz entendimiento. Tuvo con Españoles obras blandas, palabras bien medidas y ordenadas, en todas sus conquistas y demandas temblaban del las gentes alteradas;… Nunca vido virtud que no loase ni pecado que no lo corrigiese, jamás palabra dio que la quebrase ni cosa prometió que no cumpliese”… (Citado por Manuel Vicente Magallanes. 1977, p.254).
Los caquetíos habían conformado una cultura que pudiéramos ubicar según la clasificación que hace Julien Ries (1995, p.18), en su Tratado de antropología de lo sagrado como una “hierofanía”3 De acuerdo con los planteamientos de este autor, se puede considerar que el caquetío como todo hombre religioso arcaico, al revestir de sacralidad al cacique Manaure como mediador en la irrupción de lo divino, lo separa de lo profano, lo hace digno de respeto, mediante lo cual alude a Dios y a su culto divino, lo que hace que este ser como divino, sea venerable.
El Bautismo cristiano del cacique Manaure, con su familia y todo su pueblo por manifiesta voluntad, es símbolo de esa cultura religiosa donde el gran jefe concebido como la personificación de la divinidad y como persona sagrada, tiene el don de decidir sobre el porvenir de todos sus fieles o creyentes. Este acto, se asocia también como símbolo en los inicios de la construcción de la nueva cultura religiosa cristiana.
En este contexto, la solicitud de “mamparo” o protección que el cacique hace al conquistador Ampíes, fue una decisión importante para la obtención de inmediatos y futuros beneficios, tanto por parte del conquistador, como por parte del rey. Uno de los primeros logros fue la de preservar a su pueblo del gran negocio esclavista de las armadas del Caribe, que azotaban continuamente sus dominios. Por eso, el acto de fundación de la “muy noble y leal” ciudad de Coro, se realiza conjuntamente con la entrega al cacique de una de sus hijas, su yerno, sus nietos y otros caquetíos que habían sido esclavizados por estos negociantes, a quienes Ampíes compró y pagó rescate por ellos.
Si bien es cierto Ampíes logró una alianza con los caquetíos, a partir de 1528, y hasta 1546, la administración de los Welsares generó un importante despoblamiento indígena en esa zona. Quienes no respetaron el pacto de Ampíes ni consideraron a los caquetíos como aliados.
Indios de Real Corona
Durante todo el tiempo colonial los caquetíos fueron beneficiados con reales cédulas que normaron su quehacer diario. Sin lugar a dudas, la más importante es la que ordenaba su condición como personas libres. Según Real Cédula de 1539, por petición del primer Obispo de Coro; Don Rodrigo de Bastidas, los caquetíos fueron considerados libres”. Y “al igual que los aztecas de la Nueva España”, no podían ser encomendados y/o esclavizados. Fueron exonerados además, del pago de tributos y se les denominó pueblos de “Real Corona”, durante toda la colonia. 4
A partir de esta real cédula la población caquetía logró recuperar la confianza en los colonizadores, facilitando su reducción en los pueblos de Santa Ana, Moruy y Cumarebo, fundados por el Obispo Rodrigo de Bastidas entre 1535 y 1539. Posteriormente, en 1598 fueron fundados, según Oviedo y Baños, por el Gobernador Don Diego de Osorio los pueblos de Capatárida, Zazárida, Borojó y Mitare, ubicados en la parte nor- occidental de la ciudad de Coro. Los otros dos pueblos de caquetíos: Guaybacoa y El Carrizal se fundan por orden del Obispo Escalona y Calatayud en 1723. Guaybacoa, un poco al Sur de la costa en donde se inicia la sierra, organizado con indios traídos de lugares cercanos para la “congregación” y El Carrizal, fundado con indios provenientes de la isla de Aruba que habían venido buscando la cristianización. Este último como los anteriores pueblos de caquetíos se ubicó en la costa para la defensa de la ciudad, desde donde distaba sólo cinco minutos.
Razones estratégicas privaron en la organización de estos “resguardos indígenas” en la costa coriana. El hecho de ser pueblos de indios caquetíos garantizaba una vigilancia constante a la ciudad que no escapó en los siglos XVII y XVIII a la piratería francesa e inglesa. Pero a la vez, su cercanía a la ciudad permitía tenerlos vigilados y mantenerlos congregados en pueblo.
Numerosos documentos de los siglos XVII Y XVIII nos informan sobre decisiones por parte de Obispos y funcionarios reales en defensa de las tierras de los pueblos caquetíos y de su condición de trabajadores libres. En 1678 el Obispo González Acuña, dictó autos con severas sanciones para los usurpadores de las tierras de los indios de Real Corona, donde pide guardar las "constituciones", y cédulas en defensa de las tierras y agravios recibidos por estos indios5.
A pesar de su condición de indios de “Real Corona” y trabajadores asalariados, los caquetíos no escaparon de una servil explotación por parte de los grandes terratenientes vecinos, que los concertaban, pero luego no les cancelaban pago alguno por el trabajo realizado como arrieros6.
Desde el punto de vista social, a los caquetíos se les reconoció como grupos de indígenas principales con algunos privilegios. En todo caso, es necesario distinguir entre la “nobleza” caquetía, la” pequeña nobleza” de jefes locales o caciques, y el común de los caquetíos. El primer grupo se hispaniza rápidamente, se acomoda y funciona como clase principal de la ciudad, introduciendo un distanciamiento con los otros grupos de su clase y más aún con los otros indígenas. El segundo grupo, conserva su antiguo papel y mantiene el cacicazgo sobre el resto de los caquetíos que le siguen sometidos, pero convertida en una institución hispanizada. El cacique caquetío era otro funcionario colonial más, entre cuyas funciones estaba la de recabar en el pueblo para el pago del Cura Doctrinero, además de seguir exigiendo su correspondiente tributo como jefe indígena.
Sin embargo, durante el siglo XVIII, a pesar de que el cacicazgo se había adaptado a la estructura colonial y estaba normado por el estado español, fue perdiendo cada vez más legitimidad tradicional, por lo que continuamente debían recurrir a las autoridades coloniales para legitimar su posición. Entre 1701 y 1778, ejercieron el cacicazgo en su jurisdicción, como legítimos herederos: Domingo Martínez Manaure, Juan Martínez Manaure y Juan Santiago Martínez Manaure.
Lo peculiar de funcionar con gobierno entre iguales, o de la misma raza o familia, no reportó posible ventajas a los caquetíos que se convirtieron en trabajadores libres con salarios bajos inadecuados para sustentarse. Asimismo, su condición privilegiada no le evitó ser víctimas de extorsiones, injusticias y abusos, como lo demostramos en la parte referida a los problemas que enfrentan con las tierras de sus comunidades indígenas.
Durante la colonia los pueblos de caquetíos cumplieron una encomiable función de defensa y vigilancia del territorio coriano. Ubicados en sitios estratégicos a lo largo de la costa, en estos pueblos descansó la vela y resguardo de la ciudad. Las fuentes nos informan de grupos de indios a manera de milicias constituidas por caquetíos de los pueblos de El Carrizal, Guaybacoa, Cumarebo y a veces hasta los de Santa Ana y Moruy, que se alternaban en horarios diurnos y nocturnos en la vigilia del puerto de la Vela de la ciudad. Los caquetíos de Capatárida, Borojó, Zazárida y Mitare, igualmente realizaron la vigilancia de las costas cercanas a sus pueblos, recibiendo sus caciques el pago correspondiente por los comisos realizados a las denuncias de contrabando7. A los de Santa Ana y Moruy se les confió la vigilancia y defensa de las salinas de Paraguaná, labor realizada con gran celo por las frecuentes arribadas en esta zona de barcos extranjeros que se proveían de sal, a la fuerza.
Fidelidad al Rey
La fidelidad de los caquetíos al rey fue demostrada a través de todo el período colonial. Desde su pueblos originarios, custodiaban las costas del territorio ocupado por ellos desde antes de la llegada de los españoles, organizados por su propios Alcaldes o Caciques. Considerados los más fieles y consecuentes al Rey siempre estuvieron dispuestos a salir en su defensa. Así ocurrió en las continuas arribadas de piratas ingleses y franceses a las costas de Coro en los siglos XVI Y XVII; en 1795, durante la sublevación de los negros de la sierra de Coro; en 1806, con la llegada de la expedición libertaria de Francisco de Miranda. Pero más que una respuesta a las gracias recibidas, fue una manera de vivir, de conducirse como fieles cristianos, porque como señala Chartier, R. (1995, p.127) al concebir en el orden político a la Monarquía como institución divina, y al rey como símbolo “sagrado”, éste era visto como un padre bondadoso, “protector y justiciero”, “atento y dispuesto a socorrer a los más débiles de sus hijos”.
Arcaya, señala a nuestro modo de ver muy acertadamente, que los mantuanos o criollos y los indios caquetíos, fueron los elementos fundamentales que hicieron de Coro “el más ardiente foco del realismo” durante la lucha independentista en Venezuela. Los primeros enfrentados a sus pares caraqueños en defensa de la autonomía regional por “la enconada rivalidad que había con Caracas, iniciadora de la revolución”, y los segundos con manifiesta demostración de fidelidad a la corona española, por “el sentimiento religioso profundamente arraigado en las masas populares enseñadas a considerar el rey como Ministro de la justicia de Dios en la tierra” (Ibid, p.42) . Este fenómeno se observa también por parte de grupos de mestizos, pardos, mulatos y blancos criollos. Estas posiciones acerca de la actitud con el Rey no son privativas de Coro, sino que es característico de toda Hispanoamérica, con algunas diferencias regionales, como señalamos anteriormente, producto de la manera cómo asumió la conquista, evangelización y colonización el estado español. Sería interesante hacer una evaluación o establecer relaciones entre la población indígena y la población mestiza y parda que, en Venezuela, hasta 1812, no se había incorporado a la independencia.
Independencia, Lealtad y Fidelidad
Arcaya, P.M. (Ob. Cit., p.47) señala que la valentía y lealtad de estos pueblos era un “asunto de honor para ellos. El régimen colonial había llevado a los caquetíos al profundo convencimiento que Rey e Iglesia eran sus protectores” Es así cómo:
Los primeros años de la independencia vieron una casi unanimidad de opinión en Coro a favor del Rey; en Coro pelearon caquetíos en la batalla en el que el Marqués del Toro perdería el primer ejército de la Junta Suprema de Caracas. Voluntarios caquetíos acompañarían a Monteverde, Torrellas y Reyes Vargas en la marcha que destruyó la Primera República. Caquetíos lucharían contra Bolívar bajo Boves, Morales y Morillo.
Apoyándonos en el planteamiento de Arcaya, trataremos de dar respuesta a los siguientes interrogantes: ¿Cuál fue la participación de estos grupos indígenas durante la independencia? ¿Qué motivó la actitud de los caquetíos a favor de la monarquía española? Luego de los acontecimientos de Caracas el 19 de abril de 1810, el Cabildo de Coro, desacata a la Junta Suprema de Caracas y reconoce al Consejo de Regencia de España como representante del Rey Fernando VII. Mientras que en Caracas se declara el 5 de Julio de 1811 la independencia y se establece la República, la sociedad coriana asumió una posición de adhesión a la monarquía Española. Desde allí se organiza la contrarrevolución realista para conquistar y restablecer el gobierno español.
Coro, como ciudad leal participa de las reformas hispanas. Fue hasta 1821, el más fiel baluarte realista. En ese mismo año se organiza efectivamente la resistencia realista, en cuanto a organización de las milicias y acciones militares en defensa de la Provincia como bastión realista. En el mes de febrero y septiembre respectivamente, se crearon los dos batallones más representativos: la columna de Volante de Fieles Corianos y el Batallón Ligero de Leales Corianos. Estos ejércitos realistas se organizaron con corianos, lo que garantizaba al movimiento la preservación, conservación y defensa de la Provincia a la causa realista. Así como se propicia una importante arremetida de la resistencia realista, se inicia a la vez la formación del partido independentista, con grupos criollos desertores de estos ejércitos realistas. Quienes dirigidos por Josefa Camejo, declaran la independencia en Pueblo Nuevo de Paraguaná el 3 de mayo de 1821, acción ésta que fue trascendental porque el pronunciamiento de Coro por la independencia, a escasos días de la Batalla de Carabobo, era promisorio del triunfo de esta acción militar que fue decisiva para la emancipación de Venezuela. La nota más resaltante en Coro fue precisamente que la conspiración en contra del orden colonial no se inició ni fue liderizado, ni dirigida por el grupo criollo del cabildo del gobierno local, sino que fue una conspiración dirigida por una extraordinaria mujer: Josefa Camejo.
El grupo de la elite que defendía el realismo en Coro se desmantela. Las tropas independentistas tomaron la ciudad, iniciándose el tiempo de la guerra que se extendió hasta 1823, período donde tienen papel protagónico estos ejércitos regionales, los cuales estaban organizados por compañías de blancos criollos y compañías de pardos. En este sentido es conveniente señalar la situación en la que se encontraban los indios caquetíos de Santa Ana y Moruy para decidir no participar en las tropas realistas, cuando habían sido y seguían siendo los más fervientes y fieles defensores del Rey y de la corona española. ¿Por qué los caquetíos no se incorporaron a los ejércitos realistas? ¿No fueron tomados en cuenta por la dirección del grupo o fue exclusión por parte de ellos? Este hecho indica el grado de desmoralización a la que habían llegado y la inexistencia de un plan efectivo del movimiento realista en Coro, y explica así el triste final de su sacrificio. Como lo confirman los relatos que hace el Sr. Juan José García8 en sus “memorias” sobre “la heroica defensa de la perdida causa realista por parte de los indios caquetíos, defensa que tuvo su mayor auge luego de la batalla de Carabobo”. Para Arcaya el relato del Sr. García bien podría titularse: “el suicidio de los caquetíos”.
Pasamos a comentar su relato: Luego de la declaración de la independencia de la Provincia de Coro en 1821, la reacción de los caquetíos fue unánime “al mando de sus caciques hereditarios, López y Núñez, se reunieron en la Plaza de Santa Ana, se confesaron, comulgaron y juraron resistir la revolución y defender la causa del Rey… Después de la Batalla de Carabobo, los caquetíos fueron derrotados en San Francisco, pero cuando volvieron a sus pueblos, unos a otros se echaron la culpa de su común desgracia”. La muerte del cacique de Moruy Martín López de la Chica y la decisión del cacique de Santa Ana Juan Alberto Núñez de emigrar a Cabure antes de “verse menospreciado”; luego que los indios, viéndose libres de todo freno se desbordaban en “impetuoso torrente en la feroz anarquía”. El autor explica que a diferencia de algunos caquetíos como los de Buenavista, los de Santa Ana y Moruy siguieron sosteniendo la causa del Rey a través de un movimiento de guerrillas hasta después de la capitulación de Morales en Maracaibo, el 3 de agosto de 1823.
Ni la expedición que D. Miguel de La Torre9, Jefe del Ejército Expedicionario de Tierra Firme organizó a Paraguaná, con un plan de reconquista de Venezuela, buscando el “levantamiento en masa de la Provincia de Coro a favor del Rey”, ante la fidelidad demostrada a toda prueba por los indios caquetíos, logró incorporarlos a sus órdenes de mando. Ningún incentivo los hizo desistir de esa actitud, que les llevaría, en 1823, al fatal desenlace de la inmolación masiva, cuando fueron ajusticiados en el sitio denominado Justicia cercano a los pueblos de Santa Ana y Moruy.
Juan José García (Ibíd, p.62), en su relato explica el final de la guerra, así como las adversidades que experimentaron los pueblos caquetíos, porque:
Después que la guerra terminó, Paraguaná quedó asolado, pues a tantas desgracias, saqueos y calamidades de toda especie les siguió una gran escasez de lluvia dejando la tierra esterilizada y sin recurso alguno. Muchísimos murieron de hambre, y aquellos que sobrevivieron emigraron a otras provincias, donde los más de ellos no volvieron a ver sus hogares.
De Santa Ana y Moruy, reseña además, la disminución de la población:
Los dos pueblos de indios que antes de la guerra pasaban de ocho mil almas, después de ella no llegaban a un mil ochocientas. Las guerras, el hambre y las emigración habían acabado con ellos” (Ibidem).
La existencia de la República de Colombia desde 1819, la proclamación de la independencia en Coro en 1821, el triunfo de la Batalla de Carabobo en Junio de ese año y los cambios ocurridos en España durante el trienio liberal entre 1820-1823; período donde toma forma la nación española, en la cual no tenían cabida en condición de ciudadanos todos los súbditos americanos, son hechos que favorecen la finalización de la contrarrevolución realista y el triunfo de la guerra de independencia.
Conclusión
La lealtad del coriano realista fue una actitud asumida tanto por los mantuanos como por los indígenas caquetíos. Estos más fieles que leales, ya que la actitud de ellos es de una fidelidad ciega, por encima de todo eran fieles, hasta el último momento. Arcaya (Ibíb. p. 137), explica como en los pueblos indios fue unánime hasta lo último y verdaderamente heroica la fidelidad al Rey, conducta que se explica por la fuerza de las ideas religiosas y la leyenda de la “alianza de su antecesor Manaure con los conquistadores españoles”. Este grado de convicción sobre la lealtad que los indios caquetíos tenían con el Rey y con su Cacique Manaure, era de tal intensidad que bien pudiera asociarse con la inmolación de centenares de caquetíos en 1823, en el sitio denominado “justicia” vecindario cercano a Moruy, ante su persistencia de continuar defendiendo al Rey, causa que creían justa. Este es el testimonio fiel de una manera de vivir y de morir por lo que se Cree.
Los interrogantes que nos planteamos en esta ponencia nos llevó a reflexionar sobre los sentimientos de lealtad y fidelidad expresada por los indios caquetíos, que explica tal vez, su comportamiento y compromiso con un ideal, con una creencia, tan internalizada que generó que hacia el rey se configurara una particular adhesión de fidelidad anclada más en el sentimiento que en la razón. Estos sentimientos de solidaridad y lealtad personalizaron el quehacer histórico de los corianos constituyéndose en símbolo de su idiosincrasia. Historiadores venezolanos han dedicado especial atención a este carácter del coriano. Ramón J. Velásquez (1982, p.3) lo concibe como “…réplica del cacicazgo (que)… alzaba en Coro… el gran Manaure… Ya en estas gentes indias encontramos talladas algunas de las condiciones que individualizaran al coriano en el futuro”. Carlos Siso (1982, Tomo II p.195), cuando explica la formación del carácter venezolano, destaca el instinto gregario de los pueblos caquetíos corianos, dice:
Con una influencia saludable contrarresta en el carácter nacional el individualismo heredado, el admirable instinto gregario de las poblaciones del Estado Falcón, descendientes de la nación caquetía, cuyo espíritu de solidaridad es tan firme, que en nuestras crisis políticas han contribuido a compactar la República, a mantener la cédula social y a salvar el imperio de las Instituciones. Aprovechando el instinto gregario de la ascendencia indígena, en casi todas nuestras revoluciones, el gobierno ha recurrido a las poblaciones del Estado Falcón para crear ejércitos, cuyo espíritu de disciplina es garantía de orden y de seguridad social.
Por eso no sólo concebimos la lealtad del coriano en un momento de su devenir histórico, por su postura a la Monarquía española -ya sea por motivos religiosos o por la palabra empeñada del Cacique Manaure en el pacto con Ampíes- sino que ésta signó posteriores actitudes. De allí que entendemos también que lealtad fue la de Coro a la República, al calibrar su vida republicana.
Notas
1 Este autor utiliza el término disputa (dice) como lo utilizara Bolívar en “un momento de particular agudización de la guerra en junio de 1814, para referirse al enfrentamiento entre quienes luchaban por romper el nexo colonial y quienes lo hacían por mantenerlo, y en aquel momento la apreció como una situación en la cual ambos contendores podrían resultar perdedores. Germán Carrera Damas, La disputa por la independencia (p. 49).
2 En su Memorial, Ampíes describe el momento: “el indio mensajero de Manaure, con el cacique Don Juan de Baracuyra o Baracoyca”, quien residía en las islas y era pariente de los de tierra firme, embarcaron a Santo Domingo con Gonzalo de Sevilla, con el fin de rogarle que los recibiera “como a los otros”, en este caso se refiere a los caquetíos de las islas de los Gigantes que tenía bajo su protección, para que los mantenga al igual que éstos, bajo su gobernación y su “mamparo”.( Citado por Demetrio Ramos Pérez. La fundación de Coro Venezuela. Una singularidad histórica. p. 165).
3 Este autor afirma que el hombre (“homo religiosus”) en un momento de su devenir histórico, “toma conciencia de una realidad trascendente que da al mundo su verdadera dimensión de perfección”, lo cual no es otra cosa que la irrupción o descubrimiento de lo sagrado desde la experiencia religiosa vivida, expresada a su vez, como un poder diferente al natural, y algo distinto a sí mismo”.
4 Véase: Monseñor Francisco Maldonado. Los seis primeros Obispos de Venezuela. ANH.
5 El Obispo Gonzales Acuña en el Auto, Señala: "Ordenamos y mandamos al cura doctrinero que al presente y adelante fuere tenga en su poder los testimonios de las Reales Cédulas y Provisiones que son despachadas a favor de los naturales de la Real Corona de esta provincia de Paraguaná, Casicure, Río del Tocuyo, Cumarebo, y todas las veces que los dichos naturales fueren agraviados; así en ocuparles las tierras que les pertenecen para ser labores y crianzas como en sacarlos de sus pueblos y naturaleza para la ciudad de Coro donde han sido detenidos por largos tiempos y despachados por arrieros a otras partes de la provincia, de que se han seguido graves inconvenientes apartándolos de sus mujeres e hijos y despoblarle los pueblos. Como de la visita que hemos hecho consta, y parece el dicho cura los defienda. Intime y presente las dichas Reales Cédulas y Provisiones ante las justicias de la ciudad de Coro y pido requiera con ellas se les dé su entero cumplimiento, y se declaren por incursos en las penas impuestas, a los transgresores de ellas;..." ) A.P.A. de Ca. Episcopales. 1678. Carpeta 13 y 16. Desde el siglo XVII, encontramos documentos donde los caquetíos enfrentan despojos de sus tierras, tal fue el caso de la denuncia y los autos que a favor de estos indígenas dictó el Obispo González de Acuña en 1678. A.P.A. de Ca. Episcopales. 1678. Carpeta 13 y 16.
6 Estos reclamos fueron frecuentes finalizando el siglo XVIII, entre 1790 y 1799 encontramos en el Registro Principal de Ca. Documentos sobre reclamos de tierras de los pueblos caquetíos de Sta. Ana en 1789 y 1792. En el Archivo General de la Nación, de los pueblos de Moruy y Mitare en 1790- 1793.
7 “Cargo en depósito y abono a la caja de 54 pesos siete reales valor de un comiso hecho por Don Santiago Martínez cacique de los indios caquetíos de la Real Corona en los partidos de Capatárida… 1785”. En A.G.N. Real Hacienda. Entrada y Salida de Caudales. Nº 1630.
8 El Sr. Juan José García “nació en Moruy por los años de 1811 a 1814... conocía todos los incidentes del alzamiento de dichos dos pueblos por las referencias de sus padres y muchas personas que lo habían presenciado”. Así lo presenta el Dr. Pedro Manuel Arcaya en la transcripción que se hace de sus memorias en el libro: (1974. PP. 45-47).
9 Informe de La Torre a la Gobernación de Ultramar el 11 de Enero de 1821. Archivo Nacional de Madrid. (Estado.8735-134).
REFERENCIAS
1. Archivo Arzobispal de Caracas. Sección: Episcopales [ Links ]
2. Archivo General de la Nación. La Colonia. Sección: Diversos. [ Links ]
3. Registro Principal de Caracas. Sección: Tierras [ Links ]
4. Archivo Nacional de Madrid. Sección: Estado [ Links ]
5. Academia Nacional de la Historia (1973) Monseñor Francisco Armando Maldonado. Seis Primeros Obispos de la Iglesia venezolana en la Época Hispánica. 1532-1600. Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela. Vol. 117. Caracas. [ Links ]
6. Arcaya, Pedro Manuel (1974). La Guerra de Independência en Coro y Paraguaná. Cromotip, Caracas. [ Links ]
7. Carrera Damas, Germán (1996). La disputa por la Independencia. Editorial Melvin. Caracas-Venezuela. [ Links ]
8. Chartier, Roger (1995). Espacio público, crítica y desacralización en el Siglo XVIII. (Los Orígenes culturales de La Revolución francesa) Editorial gedisa. Barcelona - España. [ Links ]
9. Diccionario de la Lengua Española (1803). Compuesto por la R.A. Española. Impresora de la Real Academia. Madrid. Pág. 1237 y 405. [ Links ]
10. Guerra, Francisco Xavier (1992). Modernidad e Independencia. Editorial MAPFRE. Madrid – España. [ Links ]
11. Lovera Reyes, Elina (2007). De leales monárquicos a ciudadanos republicanos. Coro 1810-1858. ANH. Colección: Fuentes para la Historia Republicana de Venezuela.Vol. Nº 87. Caracas. [ Links ]
12. Magallanes, Manuel Vicente (1977). ”La Provincia de Coro em las elegias de Juan de Castellanos”. La Fundación de Coro y sus correlatos. 450 años de La fundación de Coro. Centro de Historia del Estado Falcón. Tipografia de Miguel a. García e hijo, pp. 227-262. [ Links ]
13. Ramos, Demetrio (1978). La Fundación de Venezuela. Ampíes y Coro. Una singularidad histórica. Gráficas 66. Valladolid-Coro. [ Links ]
14. Reis, Julián (1995). Tratado de Antropología de lo sagrado. Editorial Trotta, S.A. Madrid. [ Links ]
15. Siso, Carlos (1982). La formación del pueblo venezolano. Tomo II. 6ª. Edición, publicado por el “Escritorio Siso” Editorial. Madrid--España. [ Links ]
16. Vovelle, Michel (1985). Ideologías y mentalidades. Editorial Ariel, S.A. Barcelona. [ Links ]
17. Velásquez, Ramón José. (1962). Coro, Raíz de Venezuela. Coro- Estado Falcón. [ Links ]
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8, N° 802, Av. Paez, Urbanización El Paraíso, Teléfono: 0058-0212-915.8369 (Directo) / 461.6036/ 461.6086/ 461.6121; Ext. 272. Caracas Venezuela
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Fuente:
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Independencia, Lealtad y Fidelidad
Arcaya, P.M. (Ob. Cit., p.47) señala que la valentía y lealtad de estos pueblos era un “asunto de honor para ellos. El régimen colonial había llevado a los caquetíos al profundo convencimiento que Rey e Iglesia eran sus protectores” Es así cómo:
Los primeros años de la independencia vieron una casi unanimidad de opinión en Coro a favor del Rey; en Coro pelearon caquetíos en la batalla en el que el Marqués del Toro perdería el primer ejército de la Junta Suprema de Caracas. Voluntarios caquetíos acompañarían a Monteverde, Torrellas y Reyes Vargas en la marcha que destruyó la Primera República. Caquetíos lucharían contra Bolívar bajo Boves, Morales y Morillo.
Apoyándonos en el planteamiento de Arcaya, trataremos de dar respuesta a los siguientes interrogantes: ¿Cuál fue la participación de estos grupos indígenas durante la independencia? ¿Qué motivó la actitud de los caquetíos a favor de la monarquía española? Luego de los acontecimientos de Caracas el 19 de abril de 1810, el Cabildo de Coro, desacata a la Junta Suprema de Caracas y reconoce al Consejo de Regencia de España como representante del Rey Fernando VII. Mientras que en Caracas se declara el 5 de Julio de 1811 la independencia y se establece la República, la sociedad coriana asumió una posición de adhesión a la monarquía Española. Desde allí se organiza la contrarrevolución realista para conquistar y restablecer el gobierno español.
Coro, como ciudad leal participa de las reformas hispanas. Fue hasta 1821, el más fiel baluarte realista. En ese mismo año se organiza efectivamente la resistencia realista, en cuanto a organización de las milicias y acciones militares en defensa de la Provincia como bastión realista. En el mes de febrero y septiembre respectivamente, se crearon los dos batallones más representativos: la columna de Volante de Fieles Corianos y el Batallón Ligero de Leales Corianos. Estos ejércitos realistas se organizaron con corianos, lo que garantizaba al movimiento la preservación, conservación y defensa de la Provincia a la causa realista. Así como se propicia una importante arremetida de la resistencia realista, se inicia a la vez la formación del partido independentista, con grupos criollos desertores de estos ejércitos realistas. Quienes dirigidos por Josefa Camejo, declaran la independencia en Pueblo Nuevo de Paraguaná el 3 de mayo de 1821, acción ésta que fue trascendental porque el pronunciamiento de Coro por la independencia, a escasos días de la Batalla de Carabobo, era promisorio del triunfo de esta acción militar que fue decisiva para la emancipación de Venezuela. La nota más resaltante en Coro fue precisamente que la conspiración en contra del orden colonial no se inició ni fue liderizado, ni dirigida por el grupo criollo del cabildo del gobierno local, sino que fue una conspiración dirigida por una extraordinaria mujer: Josefa Camejo.
El grupo de la elite que defendía el realismo en Coro se desmantela. Las tropas independentistas tomaron la ciudad, iniciándose el tiempo de la guerra que se extendió hasta 1823, período donde tienen papel protagónico estos ejércitos regionales, los cuales estaban organizados por compañías de blancos criollos y compañías de pardos. En este sentido es conveniente señalar la situación en la que se encontraban los indios caquetíos de Santa Ana y Moruy para decidir no participar en las tropas realistas, cuando habían sido y seguían siendo los más fervientes y fieles defensores del Rey y de la corona española. ¿Por qué los caquetíos no se incorporaron a los ejércitos realistas? ¿No fueron tomados en cuenta por la dirección del grupo o fue exclusión por parte de ellos? Este hecho indica el grado de desmoralización a la que habían llegado y la inexistencia de un plan efectivo del movimiento realista en Coro, y explica así el triste final de su sacrificio. Como lo confirman los relatos que hace el Sr. Juan José García8 en sus “memorias” sobre “la heroica defensa de la perdida causa realista por parte de los indios caquetíos, defensa que tuvo su mayor auge luego de la batalla de Carabobo”. Para Arcaya el relato del Sr. García bien podría titularse: “el suicidio de los caquetíos”.
Pasamos a comentar su relato: Luego de la declaración de la independencia de la Provincia de Coro en 1821, la reacción de los caquetíos fue unánime “al mando de sus caciques hereditarios, López y Núñez, se reunieron en la Plaza de Santa Ana, se confesaron, comulgaron y juraron resistir la revolución y defender la causa del Rey… Después de la Batalla de Carabobo, los caquetíos fueron derrotados en San Francisco, pero cuando volvieron a sus pueblos, unos a otros se echaron la culpa de su común desgracia”. La muerte del cacique de Moruy Martín López de la Chica y la decisión del cacique de Santa Ana Juan Alberto Núñez de emigrar a Cabure antes de “verse menospreciado”; luego que los indios, viéndose libres de todo freno se desbordaban en “impetuoso torrente en la feroz anarquía”. El autor explica que a diferencia de algunos caquetíos como los de Buenavista, los de Santa Ana y Moruy siguieron sosteniendo la causa del Rey a través de un movimiento de guerrillas hasta después de la capitulación de Morales en Maracaibo, el 3 de agosto de 1823.
Ni la expedición que D. Miguel de La Torre9, Jefe del Ejército Expedicionario de Tierra Firme organizó a Paraguaná, con un plan de reconquista de Venezuela, buscando el “levantamiento en masa de la Provincia de Coro a favor del Rey”, ante la fidelidad demostrada a toda prueba por los indios caquetíos, logró incorporarlos a sus órdenes de mando. Ningún incentivo los hizo desistir de esa actitud, que les llevaría, en 1823, al fatal desenlace de la inmolación masiva, cuando fueron ajusticiados en el sitio denominado Justicia cercano a los pueblos de Santa Ana y Moruy.
Juan José García (Ibíd, p.62), en su relato explica el final de la guerra, así como las adversidades que experimentaron los pueblos caquetíos, porque:
Después que la guerra terminó, Paraguaná quedó asolado, pues a tantas desgracias, saqueos y calamidades de toda especie les siguió una gran escasez de lluvia dejando la tierra esterilizada y sin recurso alguno. Muchísimos murieron de hambre, y aquellos que sobrevivieron emigraron a otras provincias, donde los más de ellos no volvieron a ver sus hogares.
De Santa Ana y Moruy, reseña además, la disminución de la población:
Los dos pueblos de indios que antes de la guerra pasaban de ocho mil almas, después de ella no llegaban a un mil ochocientas. Las guerras, el hambre y las emigración habían acabado con ellos” (Ibidem).
La existencia de la República de Colombia desde 1819, la proclamación de la independencia en Coro en 1821, el triunfo de la Batalla de Carabobo en Junio de ese año y los cambios ocurridos en España durante el trienio liberal entre 1820-1823; período donde toma forma la nación española, en la cual no tenían cabida en condición de ciudadanos todos los súbditos americanos, son hechos que favorecen la finalización de la contrarrevolución realista y el triunfo de la guerra de independencia.
Conclusión
La lealtad del coriano realista fue una actitud asumida tanto por los mantuanos como por los indígenas caquetíos. Estos más fieles que leales, ya que la actitud de ellos es de una fidelidad ciega, por encima de todo eran fieles, hasta el último momento. Arcaya (Ibíb. p. 137), explica como en los pueblos indios fue unánime hasta lo último y verdaderamente heroica la fidelidad al Rey, conducta que se explica por la fuerza de las ideas religiosas y la leyenda de la “alianza de su antecesor Manaure con los conquistadores españoles”. Este grado de convicción sobre la lealtad que los indios caquetíos tenían con el Rey y con su Cacique Manaure, era de tal intensidad que bien pudiera asociarse con la inmolación de centenares de caquetíos en 1823, en el sitio denominado “justicia” vecindario cercano a Moruy, ante su persistencia de continuar defendiendo al Rey, causa que creían justa. Este es el testimonio fiel de una manera de vivir y de morir por lo que se Cree.
Los interrogantes que nos planteamos en esta ponencia nos llevó a reflexionar sobre los sentimientos de lealtad y fidelidad expresada por los indios caquetíos, que explica tal vez, su comportamiento y compromiso con un ideal, con una creencia, tan internalizada que generó que hacia el rey se configurara una particular adhesión de fidelidad anclada más en el sentimiento que en la razón. Estos sentimientos de solidaridad y lealtad personalizaron el quehacer histórico de los corianos constituyéndose en símbolo de su idiosincrasia. Historiadores venezolanos han dedicado especial atención a este carácter del coriano. Ramón J. Velásquez (1982, p.3) lo concibe como “…réplica del cacicazgo (que)… alzaba en Coro… el gran Manaure… Ya en estas gentes indias encontramos talladas algunas de las condiciones que individualizaran al coriano en el futuro”. Carlos Siso (1982, Tomo II p.195), cuando explica la formación del carácter venezolano, destaca el instinto gregario de los pueblos caquetíos corianos, dice:
Con una influencia saludable contrarresta en el carácter nacional el individualismo heredado, el admirable instinto gregario de las poblaciones del Estado Falcón, descendientes de la nación caquetía, cuyo espíritu de solidaridad es tan firme, que en nuestras crisis políticas han contribuido a compactar la República, a mantener la cédula social y a salvar el imperio de las Instituciones. Aprovechando el instinto gregario de la ascendencia indígena, en casi todas nuestras revoluciones, el gobierno ha recurrido a las poblaciones del Estado Falcón para crear ejércitos, cuyo espíritu de disciplina es garantía de orden y de seguridad social.
Por eso no sólo concebimos la lealtad del coriano en un momento de su devenir histórico, por su postura a la Monarquía española -ya sea por motivos religiosos o por la palabra empeñada del Cacique Manaure en el pacto con Ampíes- sino que ésta signó posteriores actitudes. De allí que entendemos también que lealtad fue la de Coro a la República, al calibrar su vida republicana.
Notas
1 Este autor utiliza el término disputa (dice) como lo utilizara Bolívar en “un momento de particular agudización de la guerra en junio de 1814, para referirse al enfrentamiento entre quienes luchaban por romper el nexo colonial y quienes lo hacían por mantenerlo, y en aquel momento la apreció como una situación en la cual ambos contendores podrían resultar perdedores. Germán Carrera Damas, La disputa por la independencia (p. 49).
2 En su Memorial, Ampíes describe el momento: “el indio mensajero de Manaure, con el cacique Don Juan de Baracuyra o Baracoyca”, quien residía en las islas y era pariente de los de tierra firme, embarcaron a Santo Domingo con Gonzalo de Sevilla, con el fin de rogarle que los recibiera “como a los otros”, en este caso se refiere a los caquetíos de las islas de los Gigantes que tenía bajo su protección, para que los mantenga al igual que éstos, bajo su gobernación y su “mamparo”.( Citado por Demetrio Ramos Pérez. La fundación de Coro Venezuela. Una singularidad histórica. p. 165).
3 Este autor afirma que el hombre (“homo religiosus”) en un momento de su devenir histórico, “toma conciencia de una realidad trascendente que da al mundo su verdadera dimensión de perfección”, lo cual no es otra cosa que la irrupción o descubrimiento de lo sagrado desde la experiencia religiosa vivida, expresada a su vez, como un poder diferente al natural, y algo distinto a sí mismo”.
4 Véase: Monseñor Francisco Maldonado. Los seis primeros Obispos de Venezuela. ANH.
5 El Obispo Gonzales Acuña en el Auto, Señala: "Ordenamos y mandamos al cura doctrinero que al presente y adelante fuere tenga en su poder los testimonios de las Reales Cédulas y Provisiones que son despachadas a favor de los naturales de la Real Corona de esta provincia de Paraguaná, Casicure, Río del Tocuyo, Cumarebo, y todas las veces que los dichos naturales fueren agraviados; así en ocuparles las tierras que les pertenecen para ser labores y crianzas como en sacarlos de sus pueblos y naturaleza para la ciudad de Coro donde han sido detenidos por largos tiempos y despachados por arrieros a otras partes de la provincia, de que se han seguido graves inconvenientes apartándolos de sus mujeres e hijos y despoblarle los pueblos. Como de la visita que hemos hecho consta, y parece el dicho cura los defienda. Intime y presente las dichas Reales Cédulas y Provisiones ante las justicias de la ciudad de Coro y pido requiera con ellas se les dé su entero cumplimiento, y se declaren por incursos en las penas impuestas, a los transgresores de ellas;..." ) A.P.A. de Ca. Episcopales. 1678. Carpeta 13 y 16. Desde el siglo XVII, encontramos documentos donde los caquetíos enfrentan despojos de sus tierras, tal fue el caso de la denuncia y los autos que a favor de estos indígenas dictó el Obispo González de Acuña en 1678. A.P.A. de Ca. Episcopales. 1678. Carpeta 13 y 16.
6 Estos reclamos fueron frecuentes finalizando el siglo XVIII, entre 1790 y 1799 encontramos en el Registro Principal de Ca. Documentos sobre reclamos de tierras de los pueblos caquetíos de Sta. Ana en 1789 y 1792. En el Archivo General de la Nación, de los pueblos de Moruy y Mitare en 1790- 1793.
7 “Cargo en depósito y abono a la caja de 54 pesos siete reales valor de un comiso hecho por Don Santiago Martínez cacique de los indios caquetíos de la Real Corona en los partidos de Capatárida… 1785”. En A.G.N. Real Hacienda. Entrada y Salida de Caudales. Nº 1630.
8 El Sr. Juan José García “nació en Moruy por los años de 1811 a 1814... conocía todos los incidentes del alzamiento de dichos dos pueblos por las referencias de sus padres y muchas personas que lo habían presenciado”. Así lo presenta el Dr. Pedro Manuel Arcaya en la transcripción que se hace de sus memorias en el libro: (1974. PP. 45-47).
9 Informe de La Torre a la Gobernación de Ultramar el 11 de Enero de 1821. Archivo Nacional de Madrid. (Estado.8735-134).
REFERENCIAS
1. Archivo Arzobispal de Caracas. Sección: Episcopales [ Links ]
2. Archivo General de la Nación. La Colonia. Sección: Diversos. [ Links ]
3. Registro Principal de Caracas. Sección: Tierras [ Links ]
4. Archivo Nacional de Madrid. Sección: Estado [ Links ]
5. Academia Nacional de la Historia (1973) Monseñor Francisco Armando Maldonado. Seis Primeros Obispos de la Iglesia venezolana en la Época Hispánica. 1532-1600. Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela. Vol. 117. Caracas. [ Links ]
6. Arcaya, Pedro Manuel (1974). La Guerra de Independência en Coro y Paraguaná. Cromotip, Caracas. [ Links ]
7. Carrera Damas, Germán (1996). La disputa por la Independencia. Editorial Melvin. Caracas-Venezuela. [ Links ]
8. Chartier, Roger (1995). Espacio público, crítica y desacralización en el Siglo XVIII. (Los Orígenes culturales de La Revolución francesa) Editorial gedisa. Barcelona - España. [ Links ]
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10. Guerra, Francisco Xavier (1992). Modernidad e Independencia. Editorial MAPFRE. Madrid – España. [ Links ]
11. Lovera Reyes, Elina (2007). De leales monárquicos a ciudadanos republicanos. Coro 1810-1858. ANH. Colección: Fuentes para la Historia Republicana de Venezuela.Vol. Nº 87. Caracas. [ Links ]
12. Magallanes, Manuel Vicente (1977). ”La Provincia de Coro em las elegias de Juan de Castellanos”. La Fundación de Coro y sus correlatos. 450 años de La fundación de Coro. Centro de Historia del Estado Falcón. Tipografia de Miguel a. García e hijo, pp. 227-262. [ Links ]
13. Ramos, Demetrio (1978). La Fundación de Venezuela. Ampíes y Coro. Una singularidad histórica. Gráficas 66. Valladolid-Coro. [ Links ]
14. Reis, Julián (1995). Tratado de Antropología de lo sagrado. Editorial Trotta, S.A. Madrid. [ Links ]
15. Siso, Carlos (1982). La formación del pueblo venezolano. Tomo II. 6ª. Edición, publicado por el “Escritorio Siso” Editorial. Madrid--España. [ Links ]
16. Vovelle, Michel (1985). Ideologías y mentalidades. Editorial Ariel, S.A. Barcelona. [ Links ]
17. Velásquez, Ramón José. (1962). Coro, Raíz de Venezuela. Coro- Estado Falcón. [ Links ]
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Fuente:
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¡Sureños a las Armas! Aborígenes que lucharon por Dios, España y el Rey
Juan Manuel Soaje Pinto de Canal TLV1, entrevista al Periodista e hispanista Patricio Lons y el escritor, poeta, investigador de historia e ingeniero en seguridad y sanidad Don Ángelo Guíñez Jarpa.
Excelente entrevista donde cuenta las tribus y pueblos que adhirieron a España, a la Monarquía y a Cristo Rey ante la secesión de la América española con las independencias. Estos combates duraron hasta 1850 que se eliminó totalmente cualquier vestigio monárquico en el territorio chileno.
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La guarida de los Pincheira | Chile conectado
Chillán, Ñuble (2018).
Vamos en un encuentro con la historia de los Pincheira contada de una forma nunca antes vista.
https://www.youtube.com/watch?v=W1e3TNhvJ4A
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La cara oculta de Simón Bolívar: el mujeriego insaciable al que apodaron "Culo de Hierro"
Una nueva biografía del contradictorio Libertador elogia sus heroicidades y repasa sus tiránicas decisiones que le convierten en una figura compleja.
10 enero, 2020
David Barreira @davidbr94
En 1816, Simón Bolívar pretendía avivar la revolución en el Caribe. El ya bautizado Libertador había fijado la venezolana isla de Margarita como siguiente paso de su estrategia, donde ese mismo año terminaría proclamando el nacimiento de la Tercera República de Venezuela y la liberación de Hispanoamérica del yugo español. Pero en vez de apresurarse por la ruta más directa, el eficaz militar ordenó hacer una breve parada en la isla de Saint Thomas. Lo que en principio parecía una operación para abastecerse de reclutas, era en realidad un descanso para recoger a su amante, Pepita Machado.
Para desasosiego de Bolívar, su querida ya había zarpado rumbo a Haití. La noticia le causó gran pesar y ordenó a un puñado de sus hombres subirse a una embarcación e ir en búsqueda de la mujer. Durante más de dos días, el encolerizado ejército revolucionario estuvo anclado en la costa de Santo Domingo aguardando la llegada de Pepita. Una jornada y una noche más permanecería la expedición en calma mientras el Libertador y dandy se retiraba a sus habitaciones con su amante.
Sus altos mandos, malhumorados, amenazaron con abandonarle, algo a lo que solo se atrevería su primo Florencio Palacios. "Así como Marco Antonio había enfurecido a sus generales al retrasar una guerra por quedarse en el lecho con Cleopatra, Bolívar ahora enloquecía a sus oficiales con su libido insaciable", relata la novelista reconvertida en historiadora Marie Arana en su biografía sobre el ambicioso e idealista comandante, Bolívar. Libertador de América (Debate).
Esta obra, publicada en 2013, estaba dirigida a un público anglosajón y ahora se edita en castellano. En ella, la autora peruana ensalza al carismático Bolívar, le dibuja como a un héroe imperfecto y contradictorio y no solo recurre al tópico del "George Washington de América del Sur", sino que también le equipara a otros grandes conquistadores de la historia como Aníbal o Napoleón. Con un estilo cinematográfico y ameno, Arana construye un relato bien hilado y lleno de detalles curiosos pero con demasiados pasajes recurrentes y partidistas sobre malvado y opresor Imperio español.
Bolívar, apodado por los soldados como "Culo de Hierro" por su legendaria resistencia a galope —se calcula que recorrió unos ciento veinte mil kilómetros a lomos de un caballo— y nacido en el seno de una familia aristócrata, fue un hombre ilustrado, capaz de citar a Julio Césaren latín o a Rousseau en francés. También se reveló en un conversador ingenioso y en un bailarín soberbio; pero a pesar de quedar viudo en la juventud y realizar un juramento de soltería, entre sus facetas más oscuras sobresale la de mujeriego insaciable, heredada de su padre, todo un depredador sexual.
Después de la muerte de su esposa María Teresa Rodríguez del Toro, con quien se había casado en Caracas en 1799, y una larga estancia en España, Bolívar se mudó a París, donde viviría año y medio. Allí aprendió, en palabras de su biógrafa, "cuánto —y cuán poco— significaban ahora las mujeres para él. Durante el resto de su vida se sentiría irresistiblemente atraído hacia ellas, pero encontraría sorprendentemente fácil conquistarlas y descartarlas".
Allí mantuvo un affaire con la condesa Fanny du Villars, a quien llamaba "prima" tras descubrir ambos una conexión genealógica remota nunca demostrada y que en el futuro le endosaría a Bolívar la supuesta paternidad de uno de sus hijos. Pero no sería la única, como bien recordaba uno de sus generales años después, ya en los campos que presenciaban la revolución: "Con su gran aprecio por el placer y especialmente por el placer carnal, fue verdaderamente extraordinario escuchar al Libertador enumerar todas las bellezas femeninas que había conocido en Francia, con una meticulosidad y precisión que daban fe de su fina memoria".
Democracia utópica
En el plano militar, los éxitos de Bolívar fueron implacables —consiguió la independencia de las actuales Bolivia, Colombia, Ecuador, Panamá, Perú y Venezuela—; pero su tiránico gobierno le empujó a morir agraviado, incomprendido y difamado en todas las repúblicas que liberó. Tendrían que pasar unos años para que su figura se convirtiese en leyenda, propulsada todavía más por la mesianización que comandó Hugo Chávez, el líder venezolano que le dio a su país el apellido del Libertador.
"Sus fracasos como político se esfumaron. Sus éxitos como libertador adquirieron notoriedad. En efecto, sus logros eran irrefutables. Fue él quien difundió el espíritu de la Ilustración, llevó tierra adentro la promesa de la democracia, abrió las mentes y los corazones de los latinoamericanos a lo que podía llegar a ser", relata amablemente Marie Arana.
Sin embargo, eso resultó ser una utopía de la que el propio Bolívar era consciente: "Llegó a creer que los latinoamericanos no estaban preparados para un gobierno verdaderamente democrático: abyectos, ignorantes, recelosos, no comprendían cómo gobernarse a sí mismos, habiéndoles arrebatado sistemáticamente esa experiencia sus opresores españoles". Es decir, se necesitaban más tiranos y dictadores. Como él.
Aunque el relato de Arana es benévolo con Bolívar y le tilda de sujeto histórico extraordinario, también cita sus decisiones más cuestionables y las ocasiones en las que abandonó por completo sus ideales justicieros. "Rehízo un mundo", pero a costa de una brutal guerra en la que no dudó en ejecutar y traicionar a alguno de sus generales u ordenó masacrar a ochocientos prisioneros españoles por no contar con suficientes guardas para evitar un motín. No le salió redonda su idea de construir una democracia sobre un modelo de guerra.
https://www.elespanol.com/cultura/hi...8455125_0.html
Como curiosidad, el pastuso Agualongo dijo estas palabras (calcadas a la estrofa final del himno Falangista soy):
Archivo adjunto 9783
Saludos en Xto.
Casi un mes después de la Batalla de San Félix. el 7 de mayo de 1817, ocurre un capítulo nefasto en nuestra historia republicana: la ejecución de 22 misioneros capuchinos pertenecientes a las misiones del Caroní. Sin embargo, todo fue un mal entendido en las comunicaciones, pues, la intención de la orden de Piar a Lara fue la de mudar a los monjes, realistas por cierto, al pequeño pueblo de La Divina Pastora, sin embargo, Lara, quien no conocía el terreno, entendió aquella frase como una orden de ejecución indirecta, por lo que ordenó el deguello de los frailes, quienes fueron ejecutados por indios que trabajaron con ellos en las misiones y que ahora pertenecían al ejército republicano.
Unos 5 frailes lograron escapar informando de tal suceso al General Morillo.
Bolívar en reclamo a Piar, pidió se abriera una investigación, siendo el mismo Lara quien, asumiendo su responsabilidad, indicara que no conocía la geografía y que interpretó aquella orden como una de ejecución. Ambos fueron absueltos.
La forma en la que fueron ejecutados fue muy brutal y grotesca.
Se dice que fue el Coronel y Presbitero José Félix Blanco quien desvirtuó la orden.
Bartolomé Tavera Acosta relata este hecho en su obra "Los Anales de Guayana".
También, el escritor América Fernández en su obra "Piar, guerrero de mar y tierra" nos habla un poco de este acontecimiento.
Esto es un Hecho Criollo
http://hispanismo.org/attachment.php...tid=9817&stc=1
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Fuente:
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¿Fue el 19 de abril de 1810 la fecha precursora de nuestra independencia?
Al contrario de lo que siempre se nos ha enseñado en el sistema educativo venezolano, el 19 de abril de 1810 fue una reafirmación de lealtad al Rey Fernando VII. Vamos a explicar a continuación:
1. El cabildo de Caracas se levanta contra Vicente Emparan, y lo acusa de ser "Afrancesado", esto quería decir que era un agente de José Bonaparte, hermano de Napoleón Bonaparte, que ocupaba el trono español por la fuerza. La sociedad caraqueña no aceptaba esto, por lo cual comenzó la revuelta. Emparan NO era defensor de la corona española, aunque fuese funcionario de la misma.
2. Semanas antes, el imperio Francés había enviado a emisarios para informar al cabildo que ahora las colonias de ultramar le pertenecían a Bonaparte, por supuesto la casta no aceptó dicho ultraje.
3. Luego de la renuncia de Emparan, se creó la Junta protectora de los derechos del Rey Fernando VII. (En la segunda imagen les presentamos la bandera de esta junta), en otras palabras, se reafirmaba la fidelidad al Rey Fernando.
4. Esta junta actuaba independiente de las Cortes de Cádiz, a las cuales se les acusaba de ser "Afrancesadas", si, eran independientes, pero de los traidores al Rey, nunca en contra del Rey español.
En resumen, ese día, fue cuando más fuimos españoles americanos. Se dice que es el preludio de la independencia por que, en efecto fuimos administrativamente independientes de Madrid. Sólo eso. Por supuesto, la Sociedad Patriótica aprovechó este suceso para planificar lo que fue la Independencia definitiva o total.
Esto es un Hecho Criollo
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#19deabril
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¿Por qué hay un busto de Bernardo O’Higgins en Londres?
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Publicada: 20/08/2020
En un año de especial particularidad, las ceremonias institucionales han debido adaptarse a las nuevas condiciones impuestas por la emergencia sanitaria mundial. Aún así, esta situación no impidió que Chile conmemorara el 242° aniversario del natalicio del Padre de la Patria, General Bernardo O’Higgins Riquelme.
No obstante, no deja de llamar la atención que la ceremonia que honra la memoria del prócer de la independencia también se realizara al otro lado del Atlántico, precisamente, en una plaza en Richmond, al sur de Londres, Inglaterra. Pocos quizás saben que aquí existe un busto que recuerda al libertador.
Este año, debido a la pandemia, el acto se realizó austeramente en el monumento a O’Higgins, con presencia de autoridades locales y cuyos ciudadanos izan la bandera chilena en honor al chillanejo que jugó un rol vital en la independencia de Chile y Perú.
¿Por qué hay un busto de Bernardo O’Higgins en Londres?
El busto fue creado en hormigón por el arquitecto chileno Marcial Echenique y su instalación responde a que fue esta ciudad a la que O’Higgins fue enviado por su padre Ambrosio en 1790 para recibir educación superior. La ciudad recuerda su nombre cada 20 de agosto, con una ceremonia que incluye a su alcalde y representantes diplomáticos chilenos.
Este año la ceremonia contó con la presencia del embajador de Chile en Inglaterra, David Gallagher, el alcalde de Richmond Geoff Acton y el agregado militar de Chile en Reino Unido, Coronel Sergio Gutiérrez, quienes dejaron una ofrenda floral a los pies del monumento de quien construyó los cimientos de la República.
Posteriormente, se llevó a cabo una ceremonia interna en la embajada de Chile en Londres.
En la ocasión, el alcalde Acton destacó el orgullo que siente su comunidad de saber que en sus tierras existe un busto de una persona tan importante para Latinoamérica, quien realizó sus estudios y perfeccionamiento a pocos metros de ese lugar, en el ex Colegio del Sr Timothy Eals.
Por su parte, el Coronel Gutiérrez reconoce que es poco conocido que el Padre de la Patria tuvo una formación en este país, “pero fue acá donde él, con 17 años, pudo ver a un país desarrollado en todas sus áreas, como en infraestructura, educación, políticas recreativas y, lo más importante, la libertad. Todas estas cosas son las que él proyectó para conseguir la independencia, como Comandante del Ejército en dos oportunidades y como director supremo de la nación”.
“Es muy especial estar en Richmond y darse cuenta de que este reconocimiento que hacen los chilenos es muy valorado por la gente que vive cerca del lugar donde está el busto. Ellos se congregan para ver la ceremonia y lo más sorprendente es que los británicos colocan banderas chilenas en los alrededores de la plaza”, agregó.
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Fuente:
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LA INDEPENDENCIA: MUCHO PEOR QUE LA OBRA DE UN HUMANO IMPERFECTO
Por Xavier Padilla
Lamento venir a herir la patológica admiración de mis compatriotas venezolanos por Bolívar, pero su caso fue bastante peor de lo que podría ser excusado con la trillada lisonja enlatada de que fue «un hombre de carne y hueso, que como todo mortal cometió errores». Ojalá sólo se tratase de algo tan razonable y pintoresco. Lo que pasa es que estamos hablando de un hombre de extraordinarios talentos, lo cual agrava sus errores (y aumenta su responsabilidad). Y por ende dicha apología no aplica. Los suyos son imposibles para cualquier hombre ordinario, son mayores que los errores mundanos. Y es que están muy por encima de los comunes. Le quedan pequeñas las excusas corrientes del hombre corriente. Para poner todo en su justa grandeza, empecemos por donde todo empieza: la idea misma de «independencia» (que es entonces algo así como decir que su vida misma fue un error, si le damos importancia a su título de Libertador). Poco importa lo duro y sacrificado que haya sido lograr la independencia si la misma era un error, porque si la falta de libertad no era el problema, entonces la solución no podía ser la independencia. Como dijo Ortega, la solución de un problema falso es un error absoluto.
A los venezolanos, por haber nacido en la tierra donde «la independencia» es, más que un patrimonio moral sagrado, ya un monumento en sí mismo, jamás se nos ocurrió sospechar que detrás de nuestra «independización» de España pudiera no haber en realidad una España cruel ni ningún yugo déspota y sanguinario. Difícil, por no decir imposible, tener allí siquiera el chance de dudar de tales valores, ya no sólo literalmente intangibles e intocables, sino incuestionables por defecto, censurados de ante mano a la sospecha y por ello mismo tan sospechables. Tal vez sea indispensable haber vivido fuera de Venezuela para no ser víctima de un entorno nada subliminal, nada disimulado, nada discreto, sino impuesto, a la cara, de plazas y monumentos, de cantar obligado el himno en la escuela, de escucharlo a diario en 4 horarios, de lemas y frases de Bolívar que usan a la voz misma de Dios de ventrílocuo; y no sólo como los ojitos de Chávez sino con el Bolívar entero en cada rincón y plaza de la nación. Con o sin caballo, pero ojitos, siempre ojitos al fin. Bolívar, el santo vigilante de su prole libertada, de plaza en plaza y pueblo en pueblo. Guzmán Blanco, el arquitecto, el agente inmobiliario y numismático de nuestra memoria histórica, masón como Simón, regente póstumo de su herencia afrancesada y antiespañola. Demoledor de inmuebles hispanos en pro del estilo galo. Lo central, rendir tributo a Bolívar, a aquel a quien todos los que se repartían o disputaban todo le debían todo. En nuestra república, todos los hombres de poder debieron todo a él, todos sus poderes. Incluida esa gran capacidad de rapiña y posesión, originada con Bolívar. Sin Libertador, ninguna libertad para depredar; sin independencia, que era justamente la licencia para ello, sólo había el «yugo del imperio», esa brisita observadora en el cogote. Por eso la independencia había que erigirla ella misma en monumento. Y había que poblar la tierra hacía medio siglo arrasada por el caudillo, aún medio vacía, con estatuas a la independencia. Hacerla un templo, materia, cuerpo. Llenarla de próceres guardianes y volver a la Patria, ella misma, una alegoría al Padre. No a la inversa. Crear la intimidante, imponente parafernalia marcial de símbolos y héroes en la que ningún niño, hombre ni anciano no creyese. Otra cosa, otro tema, otro asunto es que la muy cacareada independencia valiese lo que costó; es decir, que siquiera fuese cierta… En lo que a nosotros respecta, henos aquí a los hijitos prometidos de la República futura sumando ya varias generaciones gestados en la misma placenta, en la misma ignorancia amniótica acerca de tan falsa «independencia». ¿Pero pueden ser eternos los mitos sin reposar en verdades? Las leyendas parece que sí. Pueden ser ilimitadas, como las fantasías que ellas cuentan. Más grande y más dicha la mentira, más seguro pasa por verdad verídica. A la leyenda negra anti española, creada en Europa por los imperios rivales, había que volverla cierta. Le venía como anillo al dedo al mantuano afrancesado de 1810, productor contrabandista, frustrado por la vigilancia de la Real Hacienda. Oh pobres querubines de pecho, no tenían la libertad necesaria para todo «ello».
¿Vemos qué decepcionantemente prosaico resulta ser nuestro origen republicano; cuán vulgar el pretendido grito de libertad de aquella «provincia oprimida»? Tan bajas fueron las pasiones que engendraron a la gran «gesta». En tan mezquinos intereses y ambiciosas apetencias se encuentra el quid revolucionario, la excusa victimista del oportunismo mantuano. No había otra razón para la independencia que adueñarse del comercio, legitimar el contrabando. Bajo la Corona estaba centralizada la economía, pero en perfecta prosperidad y privilegios para el propietario, tanto que se había triplicado la misma en las dos décadas precedentes. Pero para los grandes terratenientes, no era suficiente. ¿No era mejor ser dueños de TODO a la primera de cambios? Sólo había que tomar prestadas las excusas ideológicas a la revolución francesa, y esperar la oportunidad. Montar entonces la conjura con la participación inglesa. Con su mano de obra mercenaria. Estaba aún fresco el resentimiento británico contra España, por haberle Bernardo de Gálvez (49° virrey de Nueva España) fraguado su decisiva derrota en Estados Unidos, consolidando éste su independencia, pasando de colonias a nación. Nosotros ya éramos una. Pero bienvenida pues Gran Bretaña, la rencorosa, al auxilio de esta minoría de mantuanos apátridas, a cambio de riquezas inmediatas y futuras reparticiones de tierra.
Con Bolívar, acaudalado productor y cuantioso propietario de esclavos (tal vez él mismo de madre esclava por padre autoservido), había pacto garantizado. En un principio vía Miranda. Luego solo, a sus anchas. Hay que saber que el astuto sedicioso caraqueño vendía, por supuesto, de cara a la provincia razones muy distintas para la independencia. Una de ellas era prácticamente un «hit»: sus ridículos «300 años de yugo español», que causó la risa entre dientes hasta en los conjurados. Pero de nada se privaba ni nada detenía al odiador serial de pardos, al futuro exterminador de indígenas y de curas dominicanos. Tenía que legitimar el contrabando, llegar a la cúspide de una gloria imperial, soberana, napoleónica en su lucha antiimperialista (…vaya usted a entender la ensalada).
Maestro en el doble discurso, hombre de genio en manipular, su bella, imparable libertad para americanos, era sólo la de comerciar con otros reinos, sin Estado español que le respirase en sus nucas, sin ese asfixiante ejercicio civilizante de una política católica en protección de las clases inferiores; mejor la libertad, la de dejar todo a la rosquita de unos cuantos. Para ello estaban todos los mercenarios del universo, ingleses, irlandeses, alemanes, y unos DDHH importados, franceses («expropiación o guillotina»). No, no es una pesadilla prechavista, es una superior. ¿El saldo 15 años más tarde? Un tercio de la población venezolana aniquilada. Un continente balcanizado. La que una vez fuera «la tierra más próspera y apacible del planeta», según Humboldt, y la primera economía del mundo, envidiada, era ahora una triste y desolada región en escombros, un teatro del horror donde el mal superó sus límites, una cultura, un patrimonio hecho trizas. Iglesias y museos saqueados, universidades perdidas. La gran independencia de unos cuantos, para no saber qué hacer, salvo disputarse los desechos de un triunfo sin cosecha, ahora sin nada más que responder, ni saber, sino entregarse a guerras intestinas por otros cien años. Aciaga independencia, la de una codicia interminable. Sombría libertad, la de tan absurdas pérdidas. Todo lo alcanzado en aquella proeza inmensa llamada Nuevo Mundo (en cuyas virtudes los ambiciosos no quisieron ver más que defectos y limitaciones a sus avaros intereses), ido al carajo.
Fue esta gentecilla la que fundó los verdaderos ranchos mentales del futuro, la que nos sembró en el atraso. Gentuzilla, más bien, condenada a encubrir por siempre que su victoria fue un fracaso, una derrota rotunda, un error de los más crasos. Su negación de las virtudes del imperio, jamás pudo probarla con su independencia. Y nosotros, 200 años más tarde, de dichas virtudes no pudimos enterarnos siquiera. A tal punto fuimos convertidos por ósmosis en defensores, sin saberlo, de una revolución fraticida, parricida y matricida. Somos hispanófobos de cuna sin saberlo, arrancados a nuestra raíz, admiradores de un tirano pueril elevado a rango quasi divino, negador obtuso del Nuevo Mundo, al cual confundió con otra de sus haciendas. Ese mismo demonio que fue capaz de ordenar pasar por las armas a todos los enfermos de un hospital; a todos los civiles que día tras día rechazaban reclutamiento; a 69 españoles sin juicio; a 600 prisioneros en Acarigua; a 1200 prisioneros civiles en La Guaira, Caracas y Valencia; a los náufragos de un barco en Margarita; a todos los prisioneros de Boyacá; a la población entera de Pasto; a cuantos se pudiese en Santa Fe y permitido por dos días a sus soldados violar a las mujeres; a asesinar a varias docenas de curas en Angostura; a todos los españoles civiles a su paso por pueblos y ciudades. Su figura y la de sus secuaces encarnaba el terror, causaba un trauma colectivo que se traducía en respeto, luego en admiración (síndrome de Estocolmo), y finalmente en culto. Doscientos años después, el que vivamos entre una mezcla de ignorancia y de buena voluntad natural hacia nuestros ancestros nos convierte en defensores compulsivos de esa horrenda «gesta independentista», pero podemos descubrir la verdad siguiéndole la pista a la cadena de intereses que remonta el tiempo indefectiblemente de élite en élite; y leyendo también la extensa literatura existente (desconocida en Venezuela, como es de comprenderse) sobre la leyenda negra anti española. Negamos a España, no sabemos nada de ella, la confundimos con el país actual, que es víctima en su suelo de la misma leyenda que fue nuestra propia tragedia en Hispanoamérica; incluso solemos lamentarnos de no haber sido colonizados por otros imperios en vez del español, sin advertir que jamás fuimos colonizados, pues no existíamos aún como país. Sin advertir tampoco que durante la conquista, que fue una conquista por las armas, como todas las conquistas, los nativos muchas veces pactaron una nueva civilización con los conquistadores, y en tal sentido ésta también fue su conquista, una en la que juntos acordaban protegerse sus derechos, incluidos los rangos de nobleza indígena, mientras unidos se enfrentaban a las recurrentes etnias caníbales, siempre colindantes, que en nuestra ignorancia y progresismo indigenista inducido asumimos como pura fantasía; el mismo indigenismo que habla de una población precolombina de 60 millones (90 según el antropólogo-historiador Hugo Chávez), cuando lo cierto es que hoy la población indígena es superior a la de entonces y desmiente todo genocidio. Ya en su tiempo Bolívar (por quien sí hubo, manu-propia, un hispanicidio), se ridiculizó aludiendo al exterminio de unas gentes exóticas que los habitantes de las ciudades veían a menudo aparecer en ellas con sus plumas y pieles pintadas, hablando lenguas no europeas. Según él no existían, insistiendo en su exterminación anterior por los conquistadores. Pero era lo repetido en Europa, y lo que el tonto útil del Viejo Mundo reproducía en América al caletre. Lo sabemos por José Domingo Díaz. Afortunadamente había otros hombres, como éste, de talento, en Venezuela, nuestra refinada y amada provincia del reino; pero fieles a la nación y a quienes la providencia dio la ocasión de relatar el otro lado de las cosas. Durante todo el siglo XIX y todo el XX su libro Recuerdos Sobre la Rebelión de Caracas, escrito y publicado en Madrid en 1829, cuando Bolívar aún vivía, fue marginado por la academia venezolana de historia, por tratarse del relato de un realista. Uno se pregunta si Bolívar alcanzó a leerlo y si no serían las verdades allí expuestas, en una prosa bien superior a la suya, el motivo de la carga moral que lo llevara a la tumba.
X. P.
PD: Descargar esta joya aquí (saltar la introducción —leerla después—, ir mejor directamente al comienzo del libro, en la página 55):
https://drive.google.com/file/d/1myn...w?usp=drivesdk
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Fuente:
Xavier Padilla
https://1.bp.blogspot.com/-gE6wXkw0t...E65838BFE.jpeg
IMPONER LA «INDEPENDENCIA» EN UNA PROVINCIA SOBERANA SÓLO APORTABA UNA LIBERTAD ESCLAVA
Por Xavier Padilla
Bolívar impuso su mando por el chantaje, su liderazgo por el terror, su propia «figura» por el pánico. Era el objetivo de sus frecuentes y alegres fusilamientos, individuales y masivos. Logró un síndrome de Estocolmo colectivo, de esos que acaban con la memoria y te implantan una nueva identidad.
Eso que hoy conocemos como Venezuela, una república en vez de una provincia española, es por supuesto el resultado del triunfo de la independencia; pero el detalle está en que la independencia no era entonces, ni lo es siempre, un bien en sí mismo. A veces es lo contrario.
El país conocido hoy como «República de Venezuela» no es realmente un triunfo, porque la independencia de la cual proviene no era, por su contexto, un bien.
En 1810 la solución a los problemas de nuestra nación, que era España, no era escindirnos y balcanizarnos en múltiples países, sino unirnos y resistir a la invasión napoleónica y a las taras circunstanciales de nuestra corte borbónica, para continuar siendo la potencia global que veníamos siendo y mantener el nivel superior de vida que resultaba de dicha condición. La independencia sólo constituía un bien relativo a la ambición exclusiva de una minoría privilegiada, esclavajista y sediciosa.
Si coincidimos con Ortega y Gasset en que «la solución de un problema falso es un error absoluto», el triunfo de dicha independencia fue un error total. Y, como a todo error sólo le sobreviven sus nefastas consecuencias, a tal independencia le sucedieron inevitablemente las décadas más atroces jamás vividas por la antigua provincia.
Se dice, erróneamente también, que al menos al cabo de un siglo la joven república finalmente logró su estabilidad republicana con Juan Vicente Gómez. Una suerte de puesta de «orden en la pea», que un siglo antes difícilmente hubiera sido considerada —incluso por cualquier desaforado independentista— como opción: la independencia al costo de 100 años de guerras y atraso. Pero fue exactamente lo único que inexorablemente podía ocurrir tras la independencia: la muy tardía semi pacificación del caudillismo por un —también— caudillo, que al cabo de su longevo reinado diese paso, con su muerte natural un tercio de siglo más tarde, a unas escasas pre-condiciones favorables para la eventual configuración de un Estado republicano. En total, ciento treinta años para apenas comenzar…
Si esto no muestra que detrás del proyecto independentista sólo había un vulgar oportunismo secesionista y una hipocresía libertaria secular, entonces sentémonos a esperar que nuestra historia republicana consiga mejores excusas que las ofrecidas hasta ahora desde el poder para convencernos del triunfo, gesta y heroísmo de nuestros supuestos «próceres». Lo cierto es que España era, contrariamente a lo que la ignorancia enseñada en nuestras escuelas logró injertarnos en el tallo de nuestra glándula pineal, un imperio sui generis, anticolonial, el más grande y próspero durante tres siglos; el mismo cuya magna obra no obstante despertó dentro de sí, aunque sólo fuese en una minoría, la codicia.
Pero también fuera de sí. Sucumbió a una red de traiciones locales auspiciada por potencias concurrentes, a las cuales bastaba con dicha infiltración grupuscular para que los estragos terminaran alcanzando a todas las regiones, incluida la peninsular. La traición es lo peor, por eso el séptimo círculo de su infierno Dante se lo reserva a ella.
Se nos vendió, para inaugurar la rapiña, las ideas de independencia y libertad como bienes absolutos, y con ellas, después de la quasi total destrucción del Nuevo Mundo por aquella revolución malandro-ilustrada, se nos recompuso el imaginario de un triunfo, una conquista, una epopeya aun en la miseria y devastación más absolutas. Triste ver que hoy volvamos, frente a la desgracia chavista, a cantar el mismo himno al «bravo pueblo» con que se adornó nuestra primera desgracia.
Llevamos doscientos años siendo los mismos chavistas pobres enseñados a venerar su pobreza. Tanto Bolívar como Chávez encarnan el mismo numen que reescribe nuestra realidad y nos hace persistir en una historia equivocada, probadamente errónea. La independencia no fue un bien ni Bolívar nos liberó de ninguna «escoria», como sus hijos (todos los venezolanos) acostumbramos a llamar desde nuestro inconsciente postizo a España.
La independencia sólo logró nuestro patético extravío histórico y adiestrarnos en el curioso ejercicio de repudiar nuestros orígenes, como unos acomplejados de por vida que, oh casualidad, idealizan —y lamentan— no haber sido colonizados por otros imperios, aun jamás habiendo sido colonizados.
Pero si Ud es venezolano, y por tanto hispanoamericano, hoy sólo tiene dos opciones: o desecha su propia, virtual y prestada hispanofobia, y reivindica su hispanidad pidiendo cuentas históricas al falso triunfo paradigmático de Bolívar y su legado, o continúa chavistamente reverenciando la gloria fabulada de doscientos años de anti historia. No ambas cosas.
X. P.
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Fuente:
Xavier Padilla
CRIMINAL UNIVERSAL
Por Xavier Padilla
¡Cojan palco! Vean a Bolívar MENTIR por escrito, negando jamás haberse cometido bajo su mando crímenes como los que le son reclamados el 28 de noviembre 1814, y por los cuales, en su respuesta firmada, encima protesta. Pero no contaba con la inteligencia de José Domingo Díaz, quien obtiene las pruebas y publica todo, 6 meses más tarde, en la Gaceta de Caracas:
GACETA DE CARACAS (N° 14) DEL MIERCOLES 2 DE MAYO DE 1815.
VENEZUELA. CARACAS
[Redactada por José Domingo Díaz, a quien leemos a continuación:]
Es muy digno de ponerse a la consideración del público el oficio siguiente: [escrito por Simón Bolívar en respuesta a un oficio recibido el mismo día, enviado a él por el Ciudadano Secretario de la guerra del Gobierno General, en reclamo por los hechos aludidos]
«Tengo el honor de contestar [escribe Bolívar] el oficio de V. S. de esta fecha en que me participa el suceso de los desgraciados españoles que han sido sacrificados ilegal e injustamente por el oficial encargado de conducirlos a la presencia del general Urdaneta. Este acontecimiento es único en la historia de nuestra milicia, y más extraordinario por su esencia, que por los resultados que de él puedan derivarse. Jamás en Venezuela se ha cometido un acto tan chocante y tan reprehensible... y yo protesto a V. S. que será el último como es el primero. La gloria de la república se ha fundado siempre en la gloria de nuestras armas, y éstas nunca habrían brillado, si los que las llevan no hubiesen sido un raro exemplo de sumisión al Gobierno. Estoy poseído de la más alta indignación por este hecho, que a mis ojos es más escandaloso que cuantos han precedido en nuestra espantosa revolución.
Las órdenes que V. S. reclama serán mejor cumplidas que dadas. Dios, c. Cuartel general de Tunja 28 de noviembre de 1814. -Simón Bolivar.-C. secretario de la guerra del
Gobierno general.»
[Y ahora comenta José Domingo Díaz]
Venezolanos: en muestro idioma no hay una palabra capaz de expresar suficienfemente esta especie de descaro. Vosotros que fuisteis testigos de sus bárbaras atrocidades, juzgadle.
Cuando toda la superficie de Venezuela está manchada con la sangre de hombres inocentes y pacíficos sacrificados a su insensata y desmesurada ambición; cuando centenares de familias lloran en la horfandad y la miseria la muerte injusta de sus padres, o de sus esposos; cuando todavía se oyen con lágrimas los nombres de Iparraguirre, Sánchez, Arizurrieta, Madariaga y otros muchos que merecieron el aprecio universal por la bondad y dulzura de sus costumbres, ¿te atreves, Inhumano, a decir a la faz del mundo que: jamás en Venezuela se ha cometido un acto tan chocante y reprehensible, ni sido sacrificados los españoles ilegal e injustamente?
¿Te has olvidado acaso de la inmensa y horrible serie de crímenes con que llenaste los once meses de tu usurpacion, e hiciste desaparecer a tantos hombres dignos de mejor suerte? ¿No eres tú mismo aquel a quien dije desde la isla de Curazao en 30 de sep-
tiembre de 1813 “Sí: has cumplido con exactitud ese convenio insolente. Desde vuestras pobres y ensangrentadas sepulturas en que ya descansáis, hablad vosotras cenizas raspetables de más de cuatrocientas víctimas que habéis sido sacrificadas a la ambicion más desenfrenada, en medio de los insultos más atrevidos. Hablad vosotros innumerables españoles que gemís en las bóvedas de La-Guayra, después de haber sido públicamente robados por el depositario de vuestra libertad. Y vosotros que ya descansáis para siempre de vuestros males, después de la agonía de una muerte pérfida conducidos al hospital de aquel puerlo, cuya santidad e inmunidad jamás vio pueblo alguno, hablad también y publicad cuáles fueron vuestras últimas agonías.”?
¿No eres tú mismo a quien dije en 24 de diciembre del mismo año: ”Tú sí, hombre cruel, que en el furor de tu desenfrenada ambición has ejercido por medio de tus más crueles ministros cuantos actos de inhumanidad han podido inventar la rabia, el temor y la venganza. Vuelve los ojos a esas estrechas prisiones de La-Guayra, en donde tienes sepultados todos los europeos y canarios que se libertaron del asesinato con que señalaste tu entrada, y todas las tropas que entregaron las armas bajo la salvaguardia de un tratado. Mira a cada dos con un par de grillos: con ese nuevo e inaudito género de tormento, en donde las incomodidades del uno se hacen comunes al otro, y en donde se ha visto ya tener un cadáver por compañero inseparable de muchas horas. Mira esa multitud de hombres venerables, cuyas costumbres y beneficencia han honrado a nuestra patria, desnudos, desollados por el calor, respirando una atmósfera ya pestilencial, traspasados de hambre, cubiertos de miseria. Mira ese alimento que les franqueas: ese groserísimo alimento de pocas onzas de legumbres, y otras pocas de plátanos. Mira comerlo mezclado con sus elocuentes lágrimas a esos mismos que en otro tiempo franquearon sus caudales para que vuestros colegas fuesen tratados con abundancia en esas propias prisiones. Mira esa multitud de honrados, cuyas espaldas has despedazado con azotes, bañados en llanto, más por esta ingratitud que por sus dolores. Mira, en fin, ese crecido número de cadáveres que diariamente salen de las mazmorras, llevando en sus negros y desfigurados semblantes la verdadera imagen del criminal que los ha sacrifcado. ¡0h compatriotas, cuya probidad y rubor todavía existen a pesar de tan funestos ejemplos, volved también vuestros ojos para
compadecer a las víctimas, y maldecir al tirano!”?
¿Qué respondiste entonces? ¿Qué respondieron tus bajísimos aduladores? Dí. Ni tú hiciste, ni ellos hiciéron otra cosa que llenar tu miserable gaceta con calunnias e injurias las más atroces e indecentes. Se dirigieron a mi persona, y se desentendieron aun de poner en duda los crímenes que para que fuesen tú y ellos conocidos, yo presentaba a todo el mundo. Los confesaste con tu silencio; aunque no podías negarlos delante de un pueblo que los miraba.
¿Qué ejecutaste cuando las victoriosas tropas de Boves hicieron desaparecer por la primera vez en La-Puerta las que mandaba Campo Elías? ¿Qué hiciste? Dí. ¿Te has olvidado acaso de tu famosa orden de 8 de febrero? ¿De aquel rasgo de cobarde ferocidad a que no igualaron Tiberio ni Calígula? ¿Vives tranquilo, o a todas horas no se presenta a tu memoria esa orden del asesinato universal?
Inhumano, que ahora lleno de una grosera hipocresía te presentas entre los pueblos de Santafé negando las maldades con que desolaste nuestra patria: tú fuiste quien presentó al universo las sangrientísimas escenas de febrero. Tú fuiste, tú que ahora ło niegas, quien hizo morir de los modos más inauditos y escandalosos tantos centenares de hombres inocentes: a nuestros amigos, a nuestros conocidos, nuestros más apreciados. Tú quien dejaste tantas viudas y huérfanos miserables y desconsolados. Tú quien hizo a
Venezuela el objeto de abominación de todos los hombres.
Bárbaro: yo he nacido como tú en este suelo desgraciado: siento todos sus males como quien más puede sentirlos: y siendo tu conocimiento uno de sus principales remedios, no descansaré mientras no te conozcan todos.
Pueblos sencillos de Santafé, que abrigáis el más cruel de todos los hombres, leed en los siguientes documentos su corazón, la verdad que merecen sus palabras, y la suerte que os espera.
[A continuación José Domingo Díaz pública los partes de guerra enviados a Bolívar por su subordinado, Leandro Palacio, comandante general de la Provincia. Dichos partes corresponden a esta orden de Bolívar: «Señor Comandante de La Guaira, ciudadano José Leandro Palacios. Por el oficio de US. de 4 del actual, que acabo de recibir, me impongo de las críticas circunstancias en que se encuentra esa plaza con poca guarnición y un crecido número de presos. En su consecuencia, ordeno a US. que inmediatamente se pasen por las armas todos los españoles presos en esas bóvedas y en el hospital, sin excepción alguna.
Cuartel General Libertador en Valencia, 8 de febrero de 1814. 2°, a las ocho de la noche.
SIMÓN BOLÍVAR.”]
[LOS PARTES]
No 116. — En obedecimiento a orden expresa del Excmo. Sr. General-Libertador para que sean decapitados todos los presos españoles y canarios reclusos en las bóvedas de este puerto, se ha comenzado la ejecución pasándose por las armas esta noche ciento de ellos. Y lo comunico a V. S. para su inteligencia. Dios, &c. Guayra 13 de febrero de 1814. 4.° y 2.° -Leandro Palacio. —C. comandante general de la provincia.
N.° 119. — Ayer tarde fueron decapitados ciento cincuenta hombres de los españoles y canarios encerrados en las bovedas de este puerto, y entre hoy y mañana lo será el resto de ellos. Lo participo a V. S. para su inteligencia. Dios, &c. Guayra febrero 14 de 1814, 4.° y 2.° -Leandro Palacio. C. comandante general de la provincia.
N.123. — Ayer tarde fueron decapitados doscientos quarenta y siete españoles y canarios, y sólo quedan en el hospital veintiún enfermos, y en las bóvedas ciento y ocho criollos. Lo participo a V. S. para su inteligencia. Dios, &c. Guayra 15 de febrero de 1814, 4.° y 2.° -Leandro Palacio.-C. comandante general de la provincia.
N° 126. — Hoy se han decapitado los españoles y canarios que estaban por enfermos en el hospital, último resto de
los comprehendidos en la orden de S. E. Lo que participo V. S. para su inteligencia. Dios, &c. Guayra febrero 16 de 1814, 4. y2.° -Leandro Palacio.-C. comandante general de la provincia.
Se servirá V. S. elevar la consideracion del Excmo. general en gefe, que la orden comunicada por V. S. con fecha del 18 de este mes se halla cumplida, habiéndose pasado por las armas, tanto aquí como en La-Guayra, todos los españoles y canarios que se hallaban presos en número de más de ochocientos, contando los que se han podido recoger de los que se hallaban ocultos. Pero habiéndose presentado a este gobierno y al político un número de ciudadanos beneméritos garantizando la conducta de varios de los individuos, que según la citada orden de 8 de febrero debían ser decapitados, he creído deber condescender para evitar qualquiera entorpecimiento en el cumplimiento de la dicha órden, esperando las ulteriores
disposiciones de S. E.
Incluyo à V. S. copia del oficio que he pasado sobre este particular al C. gobernador político, y la lista que me ha remitido a fin de que determine S. E. lo que tenga por conveniente. —Dios, &c. Caracas 25 de febrero de 1814, 4.° y 2.°
(*) -C. secretario de la guerra.
(* Este oficio está sin firma. Al margen tiene lo siguiente: S. Mateo, marzo 3: Enterado: al C. secretario de gracia y Justicia. ≈Montilla. ≈Fue un olvido la falta de firma, y debe ser de Arismendi, entonces gobernador militar de
esta ciudad.)
[Prosigue a comentar José Domingo Díaz]
Cruel, esta es tu obra, estas tus hazañas, tus glorias militares. Huyes en el campo entregando tus soldados al arbitrio de tus vencedores, y asesinas fríamente en los pueblos a los hombres indefensos y pacíficos. Allí sacrificas a tu ambición tus sencillos compatriotas, y aquí a tu temor y a tu codicia los que por tantos años han sido tus conciudadanos. Esta es tu obra: la obra de tu
brutal y detestable política.
Jamás en Venezuela, dices, se ha visto, &c. Impudente: responde. ¿A qué fin publicó por tu orden tu ministro Muñoz Tébar su manifiesto de febrero de 1814? ¿Qué contenía? ¿Qué procuraba justificar con sus pueriles, falsas e insignificantes razones? ¿Te has olvidado acaso de este escrito que pubicaste, y que todo el mundo ha visto? Acuérdate. Pensaste con él dar algún colorido de racionalidad a tus bárbaras atrocidades.
¿Qué fin tuvieron los infelices enfermos y heridos, que a su retirada de Bocachico dejó el valiente Boves en los hospitales de la villa de Cura? Acuérdate. Un oficial tuyo los asesinó en sus mismas camas, sin que su situación fuese bastante a detener el brazo de aquel digno compañero de tus maldades.
¿Dónde están los desgraciados que después de muchos meses de las más horribles prisiones, sufridas contra tus palabras y juramentos, y en desprecio de solemnes tratados y promesas mandaste que fuesen conducidos a la plaza de Puerto Cabello para ser allí cangeados? ¿Qué se hicieron? ¿Cuántos se cangeáron? Acuérdate: veintidos: los demás, o fueron asesinados en los caminos, o perecieron de hambre, de insultos y fatigas.
¿Qué se hicieron 200 enfermos que se hallaban el 28 de enero último en los hospitales de Guasdualito, cuando tus agentes estuvieron pocas horas apoderados de aquel pueblo? Acuérdate: sus cabezas fueron conducidas a Pore. Por ellas hubo regocijos y fiestas públicas: y aquel nefando asesinato que solo tú y tus viles aduladores pudieron aprobar, fue celebrado como el triunfo del valor.
Has desolado nuestra patria: has hecho degollar, o degollado la juventud de Venezuela: se han destruido sus pueblos, quemado sus campos, y aniquilado su comercio. Esta es tu obra. Ve aquí tus proezas: no lo niegas : tú mismo la llamas ‘nuestra espantosa revolución.’ Sí: tuya es; glóriate de ver los caminos públicos cubiertos de esqueletos, y familias enteras desaparecidas, o en la indigencia. Algún día cuando la eterna sabiduría que te conserva para castigo de los pueblos haya llenado sus incomprehensibles designios, entonces cayendo sobre ti todo el peso de su justicia expiaras tus horribles crímenes, como han expiado los suyos muchos de tus cólegas. Tiembla: ese día terrible ya se acerca: e ¡infeliz de ti si entre tanto vives tranquilo sin que la sombra de tus innumerables víctimas no te persiga a todas horas!
Esos desgraciados pueblos de Santafé que Dios ciega para que no te comozcan, ni recuerden tu primitiva conducta hacia ellos, digna por lo menos de su desprecio; esos pueblos comienzan a ser la presa de tu ambición. Les das ya en recompensa de su credulidad los males que te son inseparables, y muy en breve toda la superficie de su territorio presentaría el mismo espectáculo a que has reducido nuestra patria, si el mejor de todos los reyes no hubiese dado una ojeada de compasion sobre ellos, y nosotros. Doce mil hombres de los que vencieron a Napoleón Bonaparte en tantas batallas, y de quienes cuando los desprecias, tiemblas, y algunos otros miles de aquellos cuya ferocidad ya conoces, van a arrancar de tus manos parricidas esa incauta presa que devoras, y con cuya sangre te saboreas. Se ha pasado ya el tiempo de tus imposturas: poco importa tu hipocresía, menos tu descaro, aun menos tu desesperación. Sabes que la sangre inocente que derramaste, va a ser vengada dignamente. Sábelo; y cuando veas los leones que despedazaron las águilas de Bonaparte: cruel, tiembla.
Caracas abril 30 de 1815. —José Domingo Díaz.
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A continuación, las fotos de la Gaceta original.
X. P.
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Fuente:
Xavier Padilla
Las armas a cambio de la libertad. Los esclavos en la guerra de independencia de Venezuela (1812-1835)
Arms in exchange for freedom: slaves in Venezuela's war of independence (1812-1835)
Les armes en échange de la liberté. Les esclaves pendant la guerre d'Indépendance au Venezuela (1812-1835)
Ana Vergara*
Universidad Simón Bolívar *akna8@hotmail.com
Fecha de recepción del artículo: 15 de agosto de 2008.
Fecha de aceptación y recepción de la versión final: 23 de marzo de 2010.
Resumen
Tanto los republicanos, como los defensores del poder monárquico no preveían el impacto y la importancia de la participación esclava durante la guerra de independencia venezolana. Su inicial movilización a favor de la Justa Causa del Rey fue una de las razones de la destrucción de las dos primeras repúblicas. Su participación induce a Bolívar y demás dirigentes republicanos a reformular el programa independentista criollo; el cual no incluía, hasta el momento, un cuestionamiento del sistema esclavista, en tanto que eran beneficiarios directos del mismo y la institución formaba parte fundamental del sistema económico en que se desenvolvían. Este artículo trata abordar su participación en el conflicto a través de las experiencias relatadas por nueve esclavos en sus respectivas peticiones de libertad.
Palabras Clave: Independencia, esclavitud y conscripción.
Abstract
Neither republicans nor the defenders of monarchical power foresaw the impact and importance of the participation of slaves in Venezuela's wars of independence. Their early mobilization to support the Justa Causa del Rey ("Just Cause of the King") was a key factor in the collapse of the first two Republics, while their participation led Bolívar and other republican leaders to reformulate the Creole's independence program, which up to then had never questioned the slavery system, because they were among the direct beneficiaries of that arrangement, which was also a cornerstone of the economic system in Venezuela's that had allowed them to prosper. The article examines the slave population's participation in the conflict through experiences narrated by nine slaves in their respective petitions for freedom.
Keywords: independence, slavery, conscription.
Résumé
Les républicains tout comme les défenseurs du pouvoir monarchique ne prévoyaient pas l'impact et l'importance de la participation des esclaves durant la guerre d'Indépendance au Venezuela. Leur mobilisation initiale en faveur de la Juste cause du Roi fut une des raisons de la destruction des deux premières républiques. Leur action conduit Bolivar et les autres dirigeants républicains à reformuler le programme indépendantiste créole ; celui-ci n'incluait pas, jusqu'alors, une remise en cause du système esclavagiste, puisqu'ils en étaient eux-mêmes les bénéficiaires directs et que l'institution était une partie fondamentale du système économique dans lequel ils se trouvaient placés. Cet article essaie d'aborder la participation au conflit des esclaves à travers les expériences que neuf d'entre eux rapportent dans leurs respectives pétitions de liberté.
Mots clés: Indépendance, esclavage, liberté.
La noche del 22 de marzo de 1813, el doctor Bartolomé Rus, vecino de Maracay, población de la provincia de Venezuela, invitó a su casa a un negro liberto que había sido esclavo del cura de la localidad. El propósito: que deleitase a su familia con el toque de su violín, instrumento que el otrora siervo manejaba con cierta habilidad. Entre los intermedios musicales, uno de los presentes le preguntó, con indiferencia, sobre el estado de cosas en Puerto Cabello después de los últimos acontecimientos de la revuelta insurgente, refiriéndose a la primera revolución de Caracas que tuvo lugar entre 1810 y 1812. El negro expresó que lo más conveniente era no decir nada; los invitados hicieron silencio, pero luego le incitaron a que relatara lo que sabía, prometiendo a cambio sigilo y confianza. Sin más estimulo, el negro contó que en su reciente viaje a Norteamérica se había enterado de los robos hechos por los españoles a los criollos y "con entera satisfacción" —como declararían al día siguiente los presentes de aquella velada ante el justicia mayor del pueblo— les habló de los preparativos de lo que aparentaba ser un levantamiento patriota en diversos parajes de la provincia de Venezuela, el cual terminaría, afortunadamente para él, con la rendición de las plazas de Maracaibo y Puerto Cabello.1
Desconocemos si las afirmaciones del recién liberado esclavo eran ciertas o más bien se trataba de un invento con el cual buscaba obtener mayor atención de la que lograba con su virtuosismo en el violín. El propósito de este trabajo es mostrar cómo a los esclavos no les fue ajena la guerra a pesar de encontrarse en el nivel más inferior de la sociedad estamental colonial de la provincia de Venezuela; por el contrario, ésta los incluyó abruptamente y en la medida que necesitó de su fuerza al tiempo que rechazaba y, sobre todo, temía su influencia.2
No obstante, la abundancia de relatos similares que existen en los archivos históricos venezolanos, los estudios sobre la participación esclava en la revolución independentista son escasos en la historiografía nacional. Los existentes en la actualidad, de mayor vigencia y difusión, son esencialmente laudatorios, poéticos, con poco sentido crítico y esencialmente sustentados en el paradigma de la historiografía patria. Se observa en ellos cómo la figura heroica de Simón Bolívar ensombrece su real y verdadera participación. En estos trabajos, los esclavos tienen vida, surgen y participan cuando Bolívar los toma en cuenta en sus proclamas libertarias de 1816; de la misma manera, desaparecen de la escena cuando el Libertador deja de mencionarlos hasta 1821. Otro de los resabios de la historia patria es el silencio que se ha guardado ante la participación de los esclavos durante el periodo 1812-1816, omitiendo hechos como las revueltas esclavas de Barlovento de 1812 que invocaban al rey Fernando VII y el grueso de soldados negros que se incorporaron voluntariamente al mando de jefes realistas como José Tomas Boves y demás caudillos fieles a la monarquía. En virtud de esta carencia historiográfica, este trabajo se orienta a mostrar el proceso independentista a través de las peticiones de libertad promovidas por seis esclavos que militaron tanto en las filas armadas de los republicanos como en las de los seguidores de la causa monárquica.
Ramón Pinero: soldado esclavo defensor de la justa causa del rey
"Yo he servido con mucho amor y fidelidad a mi Rey, y no quiero perder la gracia que su soberana clemencia concede a los que como yo han defendido sus derechos con el arma en la mano".3 Con estas palabras inició el esclavo Ramón Pinero su petición de libertad en 1815, después de servir dos años en el ejército del rey. De acuerdo con su testimonio, la guerra llegó a él en septiembre de 1813 cuando laboraba en el hato San Diego perteneciente a su señor, en los llanos centrales de Calabozo. Ese día, los insurgentes llegaron a dicho lugar y, sin mediar explicaciones, tomaron preso a su amo, don Juan de Rojas, y lo colocaron en la cárcel de esa ciudad.
En agosto de este año, Simón Bolívar restableció el segundo intento de gobierno republicano, después de completar su exitosa Campaña Admirable con la toma de Caracas en agosto de 1813. Unos meses antes —en junio de 1813— Bolívar proclamó el Decreto de guerra a muerte en la ciudad de Trujillo, en el cual se estableció la persecución y exterminio de todo aquel identificado con la causa realista o que fuese indiferente con el proyecto republicano. La repentina detención de Juan Rojas evidenció que se encontraba comprendido en los principios de esta proclama. Frente a este escenario, Piñero y otro esclavo llamado Miguel, tomaron la deliberación de enlistarse en los ejércitos comandados por José Tomás Boves, impulsados por el agravio cometido ante la persona de su dueño, y atraídos por la oferta de libertad si tomaban las armas a favor de la causa del rey.
En ese entonces, la leva de esclavos y el ofrecimiento de libertad que le acompañó, era un procedimiento de reciente práctica, que surgió como necesidad por la coyuntura bélica. Antes de que la revolución alterara la cotidianidad colonial, los esclavos sólo podían lograr su libertad si la compraban, se las otorgaba un amo o si escapaban al cimarronaje.4 La toma de las armas fue considerada como un deber que no merecía otro premio que la gratitud, pero con el inicio de la guerra, los oficiales de ambos bandos necesitaban engrosar sus filas y el otorgamiento de la libertad era el factor clave que impulsó a los esclavos a incorporarse a las fuerzas en pugna. Con la llegada del oficial realista Domingo de Monteverde a Tierra Firme en 1812, éste no emitió bando que ofreciera la libertad a aquellos esclavos que tomaran las armas en nombre de Fernando VII; no obstante, diversas denuncias de propietarios dan fe de lo contrario.5 Testimonios de la época aseguran que el jefe realista asturiano José Tomás Boves empleó ampliamente este recurso, y fue uno de los motivos de la conformación de su gran ejército.
Ramón Piñero, animado por la oferta de obtener su libertad, entró en acción en La Sabana de Mosquiteros frente a los batallones comandados por el oficial patriota Vicente Campo Elías el 14 de octubre de 1813, allí tuvo su primer encuentro armado y una de las muchas derrotas que le provocaron las heridas y padecimientos que mellaron más tarde su salud. Los 2,500 hombres enlistados por José Tomás Boves sufrieron una derrota contundente, además de las bajas propias de la contienda. La mortandad fue mayor cuando los prisioneros fieles a la causa del rey fueron ajusticiados por órdenes de Campo Elías, inclusive aquellos que no eran españoles y que no se encontraban comprendidos en el Decreto de guerra a muerte. Ramón, entre tanto, emprendió la retirada con los demás sobrevivientes en dirección al poblado de Guayabal, ubicado a las riberas del río Apure, lugar establecido por los monárquicos como punto de encuentro en caso de que la ofensiva no resultase favorable.
Tras la primera derrota, transcurrieron dos activos meses en la vida de Ramón. Mientras la temporada de lluvia inundó los llanos en Guayabal, Boves preparó su ejército con nuevas estrategias y arsenal fabricado con los materiales que la región y sus pobladores se vieron forzados a entregar. Paulatinamente se iban incorporando nuevos soldados al ejército. Fortalecidos con el ganado y municiones que arribaron de Guayana, Boves emprendió la segunda campaña por los llanos. Avanzó con la intención de apoderarse de Calabozo, el paso de San Marcos hacia esta ciudad lo encontró pobremente guarnecido por el español y republicano Manuel Aldao, quien contó con unos pocos soldados que en pocas horas perecieron bajo la arremetida de la caballería realista. Despejado el paso el 8 de diciembre de 1813, Calabozo cayó en manos de Boves y de sus efectivos, quienes cumplieron al pie de la letra las órdenes impartidas en Guayabal, todo blanco de la recién conquistada ciudad fue pasado a cuchillo. Desconocemos si Piñero fue uno de esos verdugos, obviamente su petición de libertad tres años más tarde no incluyó una confesión de este tipo, menos cuando el juez que decidiría su causa era el gobernador y capitán general Salvador de Moxó, funcionario destinado por Pablo Morillo, para atender las denuncias de soldados realistas que hicieron una guerra de colores empleando el estandarte de la justa causa del rey.
Con la contundente victoria sobre los insurgentes en La Puerta el 15 de junio de 1814, el ejército de Boves se dividió en dos, uno se dirigió a Caracas y otro, comandado por él mismo, tomó Valencia. Por la declaración de Piñero, él estuvo en este último grupo, y el 16 de julio de 1814 entró a Caracas. Para ese momento, en la modesta ciudad capital, que viajeros de distintas procedencias alabaron por su belleza, reinaba la desolación. Además de los daños aún presentes del devastador terremoto de 1812 y los casi cuatro años de guerra, a la nueva fisonomía de la ciudad se agregó la soledad que dejaron sus pobladores tras su huida en dirección a oriente inducidos por el temor de ser las nuevas víctimas de las legendarias degollinas promovidas por el otrora comerciante asturiano y sus seguidores. De acuerdo con la declaración que brindó Piñero, permaneció poco tiempo en la capital y regresó con Boves a Calabozo, donde se planearía la persecución de los republicanos.
En ese momento, tras 10 meses de marchas y batallas: Piñero cayó enfermo en los hospitales de Villa de Calabozo, un año permaneció enfermo en ese lugar. Apenas sintió una mejoría, en el mes de noviembre se dirigió a la capital para exigir la libertad que le habían ofrecido a cambio de sus servicios. Desde el 11 de mayo de 1815, Caracas estaba bajo la dirección del brigadier español Pablo Morillo y la ofensiva republicana había sido sofocada en gran parte del territorio, colocando al movimiento insurgente en su más mínima expresión.
Boves murió el 5 de diciembre en Úrica, y con su muerte quedaron sin efecto los ofrecimientos de libertad sin credencial escrita. El nuevo régimen vio con suspicacia las solicitudes de libertad adelantadas por este tipo de soldados, quienes frente a las autoridades realistas eran los sospechosos de la llamada guerra de colores que caracterizó a la guerra de independencia el año de 1814. No obstante, la participación y colaboración de estos contingentes no pudo ser obviada, y las Instrucciones de Fernando VII encomendadas a Morillo para la recuperación de la posesiones ultramarinas estableció una serie de condiciones en torno a esta materia. Se otorgó la libertad sólo a aquellos soldados que comprobaron sus servicios por medio de informes emitidos por sus superiores, los cuales debieron destacar las acciones militares en las que participaron, las labores que desempeñaron y su disposición a dichas tareas, finalmente debían continuar sirviendo en sus unidades el tiempo que durase la guerra. Por ello, una vez revisada la solicitud de Piñero por el asesor general y el entonces capitán general Salvador Moxó, éstos concluyeron apegándose a los principios de esa disposición
deben quedar libres los esclavos que estén, con las armas en la mano indemnizándose a los dueños el valor de ellos del real erario, pero con calidad de que queden sirviendo de soldados en el ejército; por esta misma disposición opino que Ramón Piñero, aunque son ciertas y recomendables los servicios militares que alega no esta comprendido en aquella gracia, por haberse separado de la milicia, sin que hasta ahora conste causa o impedimento legitimo para este.6
Conocido este fallo desfavorable, Piñero apeló afirmando que sí era merecedor de la gracia otorgada por el rey, pues defendió con amor y fidelidad la causa; tanto, que su precaria salud era resultado de ello. Solicitó ser reconocido por un facultativo, para que certificase que su "curación es algo larga, y para otro temperamento que no sea tan destemplado, como este".7
Piñero permaneció varios meses en Caracas pero el clima frío no favoreció su recuperación, y más allá del clima curativo de Calabozo, su deseo era regresar libre a su hogar. Inmediatamente el tribunal autorizó la revisión a cargo del protomédico Joseph Joaquín Hernández, quien observó que el entullecimiento de las coyunturas de Ramón no tenía curación, por lo que lo diagnosticó como un hombre baldado e inútil.
Al diagnóstico lo respaldó el testimonio de su amo Juan de Rojas, quien no se opuso a la petición —en espera de que el real erario reintegre el precio de su esclavo— aseguró que "este esclavo ha sido siempre sano y las enfermedades que ha tenido han sido adquiridas en la campaña por las humedades, trabajos, vigilias y (ilegible) que son consecuentemente, pues antes de entrar en el servicio, fue siempre sano, de buenas costumbres, y eficaz".8 Sin mayor oposición de su amo, a Ramón Pinero se le declaró persona libre de esclavitud y servidumbre el 23 de diciembre de 1815 por sus comprobados servicios a los derechos del rey en estas provincias.
Hubo otro esclavo que solicitó su libertad por servir a la justa causa del rey, pero a diferencia de Ramón que fue un soldado, éste fue un oficial: ostentaba el grado de jefe de división de los ejércitos del rey.
Juan José Ledesma: Jefe de División del Ejército de su Majestad
Juan José Ledesma, aspiró a su libertad en 1815 por su servicio militar en los ejércitos de su majestad, donde obtuvo el grado de jefe de división durante el mando de José Tomás Boves en 1813 y 1814. Juan José, oriundo de la población de San Rafael de Orituco, en las planicies de Guarico, perteneció a los bienes de don Pedro Ledesma, reconocido patriota desde los inicios de la independencia. En 1813, restablecida la república después de la culminación de la Campaña Admirable por Simón Bolívar y el éxito de la Campaña de Oriente por el general Santiago Mariño, desde los llanos se conformaron fuerzas opuestas al nuevo gobierno, frente a ello los ejércitos patriotas reforzaron sus filas y pertrechos con la colaboración de sus más fieles y acaudalados seguidores, quienes aportaron dinero y esclavos aptos para el servicio. Don Pedro, el amo de Juan José siguió este ejemplo y colocó a su esclavo bajo las órdenes del republicano José Manuel El Torres. Junto a la división comandada por este oficial sirvió un tiempo, pero no tardó en abandonar la causa que le obligaron defender, y voluntariamente se incorporó en el mes de octubre del año de 1813 en la tropa fidelista comandado por Manuel Ramírez, para seguir la sagrada causa del rey en defensa de sus justos derechos contra los insurgentes de esta provincia. 9 En ese momento el ejército realista, a diferencia de las comandancias patriotas, sí contempló la libertad como forma de pago para aquellos esclavos que brindaran destacadas acciones: quizás esto último fue decisivo en la determinación de Juan José de enlistarse en el ejército realista.
De acuerdo con la declaración de su superior Manuel Ramírez, el esclavo tuvo destacadas acciones que le valieron el ascenso a jefe de división; su labor específica consistió en la recolección y venta de ganado, mulas, yeguas y burros que se vendieron para adquirir ropas y pertrechos para las distintas divisiones, o que simplemente se emplearon para alimento de las tropas movilizadas. De esta forma, el esclavo Juan José se convirtió en hábil practicante de la forma de exacción más empleada por las milicias que comandó Boves, mecanismo controvertido que dejó en total ruina a las haciendas y hatos ganaderos sin importar la facción que defendieran sus propietarios.
En julio de 1815, cuando Juan José hizo la petición de libertad, cumplió con todos los requisitos para alcanzarla: contó con la certificación de su superior directo Manuel Ramírez, para el momento de la solicitud continuaba en servicio, mientras que su amo era perseguido y sus bienes estaban en poder de la junta de secuestros. Como no tuvo dinero para cancelar las costas de los procedimientos legales, aconsejó que éstos fueran pagados de los bienes embargados a su amo cuando el tribunal lo determinase. Lo único que empañó su solicitud fue su inicial militancia en el ejército patriota, lo cual puso en duda su lealtad. Sin embargo, él señaló que desde el instante que desertó de las filas insurgentes arriesgó su propia existencia y mayor demostración de lealtad al rey era imposible.
Desconocemos si Juan José obtuvo su libertad, pues el expediente se encuentra incompleto. Posiblemente logró carta de libertad, pues cumplió con todos los requisitos y fue un soldado activo para el momento de su acreditación. Sin embargo, un posible atenuante en esta decisión pudo estar sujeto a los nuevos dictámenes de las autoridades coloniales, empeñadas en restituir el orden, tal como menciona Germán Carrera Damas en su trabajo La crisis de la sociedad colonial.10 Con la llegada a Venezuela de Pablo Morillo se procedió a destituir de sus cargos a estos hombres pertenecientes a bajos estamentos y que habían alcanzado grados militares durante el mando de Boves. Dicha situación provocó el descontento entre las milicias y desencadenó deserciones masivas, eliminó la base popular del ejército del rey. En tal sentido, un número limitado de esclavos alistados lograron su libertad por este mecanismo en el ejército real, de igual forma un grupo lo logró por medio de sus servicios a los ejércitos republicanos, aunque en este caso no siempre fue así.
La república criolla esclavista
Para el momento que fueron expulsadas las autoridades coloniales tras la instalación de La Junta Conservadora de los Derechos de Fernando VII el 19 de abril 1810, los esclavos continuaron realizando las mismas actividades que se les impuso siglos atrás. En el nuevo gobierno no existió un cuestionamiento del sistema esclavista porque éste era parte de la dinámica social en la que se desenvolvieron. Las esclavas de casa continuaron caminando detrás de sus señoras llevando en sus manos la alfombra donde éstas se posaban durante los servicios religiosos. Aquellos que laboraron en las plantaciones se continuaron despertando con el llamado de sus caporales a tempranas horas de la madrugada para iniciar sus extenuantes faenas.
Esta rutina poco se alteró cuando el general Francisco Miranda, atendiendo a la gran deserción de soldados en 1812, dispuso la incorporación de mil esclavos al ejército ofreciéndoles la libertad sólo a aquellos que militasen 4 años y tuviesen destacadas acciones militares.11 La resolución ocasionó críticas y reservas que no provenían exclusivamente de los partidarios realistas, también los republicanos que vieron en la medida un factor desestabilizador.12 De esta forma, las dos primeras repúblicas concluyeron sin incorporar en su programa de gobierno la emancipación de los esclavos. Esta situación se modificó después de 1815 como lo veremos a continuación.
Los buenos servicios prestados por Anastasio Romero a favor de la República
Después de peregrinar por diversos puertos caribeños tras la caída del segundo intento de gobierno republicano en 1814, Simón Bolívar, en compañía de otros patriotas como Gregor MacGregor, Manuel Piar y Santiago Mariño, partió de Los Cayos de San Luis en Haití para dirigir varios encuentros navales en la isla de Margarita. De esta isla Bolívar partió a Carúpano donde emitió el 2 de junio de 1816 el Decreto Sobre libertad de los esclavos a los habitantes de Río Caribe, Campano y Cariaco, 13 en el que se le ofreció la libertad y ciudadanía a los esclavos capacitados para el enlistamiento inmediato, es decir, hombres en edades comprendidas entre los 14 y 60 años de edad. Esta proclama es reconocida como una iniciativa propuesta por Alejandro Petión a Simón Bolívar como condición para la ayuda financiera que el presidente de la primera nación americana edificada sobre una exitosa revuelta esclava en 1791 estaba dispuesto a brindar.14
Cartas de Bolívar dirigidas a Petión, mencionaron el poco alcance de estos ofrecimientos en las esclavitudes, de igual manera lo señaló posteriormente José de Austria en su Bosquejo de la historia militar de Venezuela,15 quien describió el recibimiento de estos decretos en la población con frialdad, asegurando además que la presencia esclava en las filas patriotas era un evento excepcional, y que esta supuesta indiferencia continuó para 1818 con la ratificación del ofrecimiento de libertad en los decretos dirigidos a los habitantes de los Valles de Aragua el 11 de marzo, a los de La Victoria el 13 del mismo mes, y el día siguiente a los pobladores de los Valles del Tuy. Sin embargo, el brigadier inglés James Hackett, quien partió de Inglaterra en 1817 para reforzar las fuerzas patriotas sudamericanas, hizo referencia a la importante presencia de esclavos y pardos en las filas patriotas. 16
Posiblemente no hubo una adhesión masiva de esclavos, si se compara con las descripciones de la composición de las milicias de Boves, pero el reclutamiento esclavo voluntario no fue un evento extraño en las filas patriotas, así lo evidencian las peticiones de libertad de esclavos realizadas después de consolidado el proyecto republicano. Éste es el caso del esclavo Anastasio Romero, quien reclamó 10 años después de sus servicios la libertad que le ofrecieron a cambio de la toma indefinida de las armas.
El 10 de enero de 1826, el esclavo Anastasio Sosa se dirigió al intendente departamental de la ciudad de Caracas con el propósito de que sus servicios bajo las banderas republicanas fueran reconocidos a fin de obtener carta de libertad. De acuerdo con su relato, llegó a la capital de manera clandestina desde la hacienda de su amo Domingo Sosa ubicada en Choroní, de allí pasó a San Sebastián de los Reyes y posteriormente a Turmero en búsqueda de los testimonios de sus antiguos superiores, Juan José Liendo y La Rea y Francisco de Paula Alcántara. Ambos reconocidos oficiales del ejército patriota que ostentaron la Orden de Libertadores de los Ejércitos de Colombia, conocieron de manera detallada las acciones en las que intervino Anastasio y la herida que recibió en una de esas campañas; por ello, ante el pedimento verbal realizado por el esclavo el 1 de marzo de 1825, no dudaron en asentar por escrito sus buenos servicios.
Anastasio se incorporó al ejército en 1816 después de ver desfilar por las estrechas calles de Choroní a los seiscientos sobrevivientes patriotas del combate de Los Aguacates llevado a cabo el 14 de julio de 1816. El general de división escocés Gregor Macgregor y el coronel Carlos Soublette encabezaron esta retirada, y a su paso trataron de reunir tropas ratificando el decreto de libertad emitido por el Libertador a su llegada a Carúpano en el mes de junio. Anastasio, seducido por esta propuesta, se enlistó inmediatamente y partió de Choroní bajo las órdenes del comandante del "batallón Barlovento" Francisco Piñango. Bajo su dirección participó en las cruentas acciones del 2 de agosto en Quebrada Honda, donde se logró repeler al coronel realista Juan Nepomuceno Quero y sus quinientos hombres. Un mes más tarde, el 6 de septiembre, cuando Anastasio estaba peleando en oriente en la batalla de Los Alacranes, allí recibió un balazo en la pierna izquierda, la cual fue asistida de forma exitosa en el hospital que se instaló en el convento de la ciudad de Barcelona. Veintiún días después de haber sido herido, Anastasio retomó las armas al lado de sus antiguos compañeros de la compañía barlovento en la batalla de El Juncal, en ese momento bajo la dirección del general de división Manuel Piar, quien dos días antes tomó el control de los batallones ahí asentados. Después de la derrota de Francisco Tomás Morales, continuó la reforma del nuevo ejército republicano, y Anastasio fue trasladado al batallón Orinoco o Río Claro y bajo las órdenes de Piar peleó en las acciones previas a la toma definitiva de Guayana en 1817. El 16 de marzo de 1818, Anastasio sirvió en los ejércitos dirigidos por Simón Bolívar en la batalla de Boca Chica o Seme contra las unidades conducidas por Pablo Morillo, donde la derrota provocó la dispersión de gran parte de los efectivos republicanos sobrevivientes. Anastasio, acorralado por el enemigo en las cercanías del pueblo de San Mateo, no le quedó otra alternativa que enrumbarse a su pueblo de Choroní, donde de acuerdo a su testimonio, fue reincorporado de nuevo por su señor Domingo Sosa. En un principio no pudo acreditar sus servicios hechos a la república, pues aún gobernaba la monarquía y admitir su militancia lo convertiría en reo de alto crimen; más tarde, cuando los republicanos se establecen definitivamente en el poder, la sujeción y potestad de su amo impidió cualquier intento de acreditación.
Cuando Domingo Sosa, dueño de Anastasio, se enteró de la causa iniciada por su esclavo, contó a los tribunales otra historia completamente distinta. Primeramente, aseguró que no se oponía a que su esclavo fuera declarado persona libre de servidumbre como premio de sus distinguidos servicios a la patria, siempre y cuando el Estado indemnice su valor como lo exigía La Resolución de 14 de octubre de 1821 sobre los esclavos que sirvieron a las armas republicanas. Dicha resolución, sancionada por el Congreso General de Colombia, emanó de una consulta hecha por el vicepresidente de Cundinamarca sobre el dilema de qué hacer con los esclavos que tomaron las armas y la forma de indemnización a sus propietarios.
El asunto lo resolvió el Congreso declarando que los esclavos debían ser aceptados en las filas bajo los pactos y condiciones que decidiera el gobierno en cada circunstancia. En ningún apartado de esta decisión se mencionó de forma expresa la libertad como retribución a los esclavos por sus servicios, pero la norma era precisa al aclarar la situación de los propietarios ante esta situación: debieron ser indemnizados y con preferencia de los fondos de manumisión de la república. Sosa, conocedor de la ley, quiso el valor de su esclavo; no obstante, su reclamo no terminó allí, aseveró que los fundamentos con que apoyó Anastasio su solicitud eran falsos.
Primeramente, el esclavo mintió sobre la manera en la que recaló en su hogar, pues en su declaración el esclavo aseveró que él lo incorporó a su propiedad en 1818, cuando la verdad era que se encontraba en la isla de San Tomas en calidad de exiliado desde 1814, en todo caso fue su esposa quien le brindó refugio y no sujeción. Según dice Sosa en su alegato
La acogida que le franqueó mi mujer, en semejante circunstancias, fue una exposición manifiesta respecto a toda mi familia, por repuntarse el gobierno español por un criminal o reo de muerte, la que sin duda sufrieron todos los dispersos que fueron descubiertos, y por consiguiente sobre estar desmentido su aserto por hallarme yo ausente en el tiempo a que se refiere, debía tributar las gracias a mi casa, que lo salvó y libertó su vida.17
En pocas palabras, Anastasio era un esclavo mentiroso que en lugar de agradecer el riesgo de su familia al protegerlo mientras era perseguido por el enemigo, su respuesta fue la ingratitud.
Agregó que Anastasio se encontraba en su hacienda de Choroní por su propia voluntad, ya que su mujer e hijos eran sus esclavos. Tanto es así, que desde ocho meses atrás se encontraba en la capital, donde trabajó por su cuenta, provecho y utilidad propia con lo que desmiente la supuesta oposición a la acreditación de sus servicios. Si Anastasio no lo hizo, era porque no había querido.
Ante esta declaración, el esclavo no emitió escrito alguno que desmintiera las afirmaciones de su amo y permaneció a su servicio hasta que arribó la sentencia del intendente interino. El dictamen estableció que el servicio de Anastasio fue con anterioridad a la ley de 14 de octubre de 1821, por lo que su solicitud no emanaba de ella; no obstante, consideró que el valor del esclavo sí debía salir de los fondos de manumisión después de que se realizara el justiprecio. Anastasio tenía 48 años, y un esclavo de su edad alcanzaba un valor de 230 pesos, pero "la quebradura que padece en la ingle derecha"18 le rebajaba el precio a la mitad, por lo que Domingo Sosa recibió un valor total de 115 pesos. De esta manera, Anastasio quedó libre en Caracas, mientras su mujer e hijos siguieron siendo esclavos de Domingo Sosa en Choroní.
Las vicisitudes padecidas por Anastasio fueron totalmente distintas al de otro esclavo soldado llamado José Ambrosio, quien a diferencia de su familia sólo tuvo que sacrificar un nombre.
José Ambrosio Hernández: El esclavo con apellido de hombre libre
En mayo de 1828, llegó a la oficina de la jefatura general en Caracas un oficio procedente de la comisaría del puerto de La Guaira, dicha notificación solicitaba la comprobación del testimonio ofrecido por uno de sus reos que había sido apresado por sospecha de ser uno de tantos esclavos fugitivos que, protegiéndose del desorden de la guerra, privaron a sus amos de sus servicios. Luis Ambrosio Surruarregui no ocultó su antigua condición de esclavo, de la cual, afirmó, fue librado mucho tiempo atrás cuando su difunto amo le otorgó carta de libertad que extravió durante las tropelías de la guerra. Relatos como éstos no eran extraños a los oídos de las autoridades que lidiaron con la inmensa responsabilidad de reorganizar el sistema esclavista. Sin embargo, la declaración de su antigua militancia en la marina republicana hizo su relato inusual y ameritó inmediata comprobación.
En el mes de junio, el jefe policial general de la capital ordenó el traslado del nominado esclavo José Ambrosio Surruarregui, con el propósito de comprobar los servicios que supuestamente lo hacían libre. En ese momento, el trecho que divide a Caracas de La Guaira fue uno más de los tantos caminos que recorrió José Ambrosio desde que abandonó las riberas del Orinoco, en su Angostura natal al sur de Venezuela.
En 1811, cuando Caracas declaró la independencia, la provincia de Guayana permaneció fiel a la monarquía, caso contrario a las zonas septentrionales de la provincia que cargaron con el mayor peso del conflicto. Desde su fundación por las misiones de capuchinos, sus bastas extensiones de tierras sirvieron para la cría de ganado, y en menor cuantía para el cultivo. Por ello, la presencia esclava fue modesta, encargada en gran parte del servicio doméstico y artesanal, distinta a la población esclava de los valles centrales, destinada a la economía de plantación.
En este ambiente vivió José Ambrosio, quien fue propiedad del vizcaíno Luis Surruarregui. Como era costumbre, desde el día de su nacimiento recibió el llamativo apellido del que años más tarde renegó. 1817 fue el año que los Surruarregui y los demás habitantes de la provincia experimentaron los devastadores trastornos de la guerra; la ciudad, que sirvió de leal financista a la causa del rey y de zona de resguardo a los realistas perseguidos, conoció los estragos del asedio militar republicano.
Desde mayo de 1815, las fuerzas realistas asentadas en la ciudad vencieron varias embestidas patriotas en sus propias puertas, pero esto no disminuyó el impulso de los rebeldes, quienes, orientados por Manuel Piar, planificaron la arremetida definitiva que se prolongó por siete largos y tortuosos meses. Las líneas de abastecimiento de alimento fueron cortadas y los civiles acudieron a medidas desesperadas para suplir sus carencias, pero cuando la situación se hizo insostenible éstos huyeron por río logrando sólo un desenlace fatal. Uno de esos tantos hombres que recurrieron al exilio fue Luis Surruarregui quien, antes de partir dejó en total libertad a su esclavo José Ambrosio. Para los dueños de esclavos era preferible convertir a sus siervos en hombres libres responsables de su propia suerte, ya que cargar con ellos representaba un peso al momento de huir, un esclavo era una boca más que alimentar, o un espacio que ocupar en una embarcación.
Mientras su amo se enrumbó a su destino final en la isla de Martinica, José Ambrosio se dirigió a enlistarse voluntariamente a los ejércitos republicanos recién establecidos en Angostura. Al momento que se le tomaron los datos de su filiación y el comandante le dio a conocer las penas y ordenanzas que implicaba su nueva militancia, fue ingresado a la marina con el nombre de José Ambrosio Hernández. Con este apellido apareció en todos los listados de las embarcaciones que abordó en los distintos puertos necesitados del auxilio patriota.
Su primera experiencia como marinero se limitó a la protección del río Orinoco; posteriormente, de este sitio partió a los demás puertos que la causa republicana tomaba para sí. Recién llegado al puerto de La Guaira, siguiendo las órdenes de su comandante José María García, se embarcó en compañía de otros marineros a la isla de Margarita con la delicada labor de trasladar el correo. Esta actuación y positiva disposición le valió el reconocimiento de sus superiores, quienes años más tarde recordaron con facilidad sus buenos servicios.
Tres meses después de la victoria republicana en Carabobo, el 5 de octubre de 1821, José Ambrosio se embarcó en La Guaira en la polacra Constantinopla con destino a Nueva Granada, como parte de las últimas tropas que se incorporaron al asedio establecido por el almirante José Prudencio Padilla al gobernador de Cartagena de Indias, brigadier Torres y Velasco. Desconocemos si José Ambrosio llegó a tiempo a Cartagena para ser partícipe del cerco, ya que 5 días más tarde la resistencia de la ciudad se rindió tras haber soportado un año y tres meses del bloqueo iniciado el 14 de julio de ese año. De la recién conquistada Cartagena, Ambrosio fue trasladado de nuevo a La Guaira en una embarcación de la cual no supo precisar nombre, si La Voladora o Libertador, una vez allá se incorporó a las milicias que se organizaron en el puerto bajo la mirada del capitán Matías Padrón. Tres años más tarde, el 8 de noviembre de 1823, estaba presente en la toma de Puerto Cabello, el último bastión de los realistas en Venezuela.
Finalizada gran parte de las contiendas bélicas, encontró en el puerto de La Guaira su punto de retorno, y el lugar donde trató de reconstruir su vida como caletero tomando por hecho la libertad que le había dado inicialmente su amo y la cual quedó ratificada por su participación en la reciente guerra de independencia. Cinco años más tarde las autoridades de La Guaira dudaron de sus servicios prestados a la república, y lo colocaron como propiedad del Estado al servicio del hospital militar hasta que las autoridades de la capital ordenaran su traslado para dar inicio a la comprobación judicial de las historias que el considerado esclavo profirió.
A Surruarregui le cuesta acreditar su libertad, pues, como él explicó, la condición de marinero no le permitió tener contacto con gente de tierra firme, mucho más cuando el recorrido de las distintas embarcaciones en las que sirvió llegaron a puertos tan lejanos del extinto virreinato de Nueva Granada. No obstante, José Ambrosio seguro de sus servicios, solicitó la declaración de Matías Padrón, quien, además de ostentar el título de capitán de fragata de la armada de Colombia para 1829, era comandante de Marina y capitán del puerto de La Guaira. De igual manera pidió testimonio de Francisco Avendaño, coronel de los ejércitos de Colombia, y de Simeón Gómez, compañero marinero de José Ambrosio durante sus servicios. Ellos ratificaron la presencia del esclavo en los lugares y campañas por él señaladas y agregaron, además, otros servicios omitidos por el propio José Ambrosio en su declaración. Éstos resaltaron su espontánea disposición a la causa de la patria; no obstante, ninguno lo reconoció con el nombre de José Ambrosio Surruarregui, sino como José Ambrosio Hernández, tal como aparece registrado en las listas de las milicias marinas asentadas en el puerto de La Guaira.
Ante esta interrogante, José Ambrosio explicó en su declaración final el por qué de esta confusión, aseguró que una vez que su amo le otorgó la libertad en Angostura tomó el apellido de su padrino de bautismo, quien era un hombre libre, para así despojarse del apellido impuesto en servidumbre. De igual manera afirmó que pudo contar con más testimonios de sus reconocidos servicios en la marina, pero como él mismo aseguró
si mi desvalimiento y miseria no fuera un obstáculo poderoso para ocurrir al Comandante Beluche en Puerto Cabello, al Sr. comandante García en Margarita y a otros jefes en otros puertos importantes antes, pero los tres testimonios producidos son muy respetables y suficientes por manifestar la verdad de mi exposición y la justicia con que reclamo contra la servidumbre en que indebidamente me han constituido por haber ganado mi libertad en la peligrosa carrera de las armas y con servicios prestados a la patria en los días en que le eran muy apreciable útiles y aún necesarios.19
Conforme con los testimonios brindados por los superiores de José Ambrosio Hernández, el tribunal consideró indiscutible el goce de su libertad, tal y como lo prescribió el decreto de 1816 que ofreció la libertad a los esclavos que tomasen las armas en defensa del gobierno, pero para gozar de forma plena este derecho debió volver a sentar plaza como soldado por el tiempo que determinara la ley hasta que presentara el retiro del ejército que le correspondía por el dilatado tiempo de su militancia. Un año tardó en comprobar sus servicios, y doce días después del fallo favorable a su solicitud, José Ambrosio pidió copia de la sentencia para que le sirviese como carta de libertad, previendo que no volvieran a dudar de su naturaleza de hombre libre y lo redujesen de nuevo injustamente a la condición de esclavo.
José Ambrosio se involucró en la guerra cinco años después de iniciada, pero esclavos como Joseph Malpica la experimentaron desde el primer día.
Continúa…
NOTA: La primera parte está en la página anterior.
Tres repúblicas, un esclavo
"Sr. suplico se me admita y dispense estos mis malos borrones en este papel pues la indigencia a que estoy expuesto me es intolerable soportar".20 Con estas líneas, seguidas de una firma alejada de los preciosismos propios de los escribanos, finalizó la exposición del una vez soldado y también esclavo Joseph de Jesús Malpica el 9 de febrero de 1827. A diferencia de otras peticiones de libertad, ésta no estuvo dirigida a un tribunal menor o a una junta de manumisión cantonal: el señor a quien Malpica le pidió excusas por sus errores, no es otro que el entonces Presidente y Libertador Simón Bolívar, a quien tuvo oportunidad de servir en el fatídico año de 1814.
Joseph de Jesús Malpica fue uno de los miembros de la guarnición que acompañó a Bolívar cuando se embarcó en Cumaná con el propósito de convencer a José Bianchi que retornara las riquezas que se le habían confiado en La Guaira. En ese entonces, Bolívar y Mariño fueron desconocidos como jefes del ejército por José Félix Ribas y Manuel Piar; Joseph de Jesús, después de ver partir a Bolívar, retornó a Cariaco al mando de los nuevos oficiales para defender la república.
Trece años después de ese encuentro, le pidió al libertador de las dos repúblicas hermanas que sus servicios sean reconocidos, servicios que no sólo se limitaron al año de 1814, sino que su militancia fue fiel durante la primera, segunda y tercera instalación de la república, hasta asegurarse el suelo patrio. En su exposición recordó la primera batalla a la que asistió bajo mando republicano, lo rememoró con precisión porque se llevó a cabo un día de San Pedro, es decir, un 29 de junio de 1812.21 Sumó filas en el batallón número quince comandado por un mayor apellidado Camacho. Para ese momento los ejércitos de la primera república actuaron defendiendo las pocas plazas que conservaban ante el avance de los realistas comandados por Domingo Monteverde, quien desde su entrada por Coro desde las Antillas unos meses atrás controló a su paso los poblados insurgentes. El enfrentamiento de ese 29 de junio era el segundo combate por la ciudad de La Victoria, y durante el mismo el generalísimo Francisco de Miranda logró rechazar el ataque sorpresa del enemigo. Sin embargo, la sensación de triunfo duró muy poco, un mes más tarde Miranda capituló ante el canario.
Joseph de Jesús volvió al servicio patriota cuando los republicanos alcanzaron el poder por segunda vez, y allí permaneció hasta que las huestes de José Tomás Boves reconquistaron el territorio en nombre de Fernando VII. Cuando la república estableció su centro político en los márgenes del río Orinoco en la ciudad de Angostura, Joseph de Jesús ya era parte del batallón Orinoco, con el cual llegó a defender la causa patriota en Cumaná en el castillo de San Antonio. Posteriormente, en una fecha que no precisó, cayó preso en las bóvedas del puerto de La Guaira, ante la mirada indiferente de quien posteriormente lo solicitó como su esclavo. Después de concluidas las acciones militares se inició el retorno de los soldados a la vida civil, Joseph de Jesús hizo lo propio y se empleó en el oficio de caletero en el puerto de La Guaira; allí, unos años más tarde, su tranquilidad se alteró con la petición de Manuela España, quien lo reclamó como suyo por ser heredera directa de los bienes de Melchor Carnivel, original amo de Joaquín.
Ante esta contrariedad, Joseph de Jesús se vio forzado a acreditar sus servicios con el fin de frenar las intenciones de Manuela España, a quien no reconoció como ama, y quien, en su opinión, contó con todos los beneficios ante los tribunales. Con este fin le solicitó al señor presidente libertador "se digne en obsequiar de la humanidad de mandar que por este sagrado tribunal sean oídas mis quejas con la verdad que me expreso y sólo su señoría podrá acallar las aflicciones de aquellos y mis aflicciones ordenando se me oiga en providencia por su justicia que imploro".22
Con este propósito Joseph reunió las declaraciones juradas de sus superiores Juan José Aguirre, teniente del batallón Orinoco, y del capitán José Lorenzo Jiménez, quienes por su parte aseguraron conocer los servicios de Joaquín los años de 1814, 1821 y 1822, y certificaron que éste fue retirado del ejército debido a su inutilidad por su precaria condición física resultado de su dilatado compromiso con la república en la guerra de independencia.
El defensor de Joseph de Jesús, el procurador municipal Rufino González, convencido de los servicios del esclavo en el ejército de libertadores, reclamó el cumplimiento de la resolución general del congreso de Colombia con fecha de 14 de octubre de 1821, la cual reconoció la admisión de todos los esclavos que quisieran ejercer el oficio de las armas, y que los amos de éstos fueran indemnizados con preferencia de los fondos de manumisión que se llegasen a recolectar. De esta forma, solicitó al gobierno que el esclavo sea comprendido en esta resolución, y que los amos sean enterados de su causa y se les cancele el precio de la libertad que había logrado meritoriamente.
Enterado de la causa, el yerno y apoderado de Manuela España, José de Arizabalo, se presentó ante el tribunal con el oficio original de compra-venta del esclavo hecha por el difunto Carnivel con fecha de enero 25 de 1813. En éste constó que un tal don Esteban Escobar le vendió a don Melchor el esclavo Joseph de Jesús por 300 pesos después que este último se fugó de su hogar para refugiarse en casa de Carnivel. Después de esta certificación de propiedad, expresó que evidentemente el esclavo demostró con éxito sus servicios como consta en las declaraciones de sus superiores y, por lo tanto, ni él ni la señora Manuela estaban dispuestos a contrariar el alcance de dicha gracia.
No obstante, aseguró, que de igual manera como el tribunal estaba procurando la libertad del siervo, también debía cumplir con indemnizar de manera satisfactoria a los dueños, de lo contrario se estaría violando de manera flagrante el artículo 177 de la constitución de la República de Colombia, el cual sancionaba que ningún ciudadano podía ser privado del uso de su propiedad aunque sean empleados en usos públicos sin su consentimiento. 23 Pero en el caso de que existiere alguna necesidad pública comprobada legalmente en el uso de dicho bien se presuponía la justa compensación por parte del Estado.
Por lo tanto, Arizabalo solicitó que antes que se le otorgara carta de libertad a Joseph de Jesús, primero éste debía ser examinado por un perito que las partes acordasen para que realizara un justiprecio, es decir, el otorgamiento de un valor al siervo partiendo de las condiciones físicas que poseía. Con esta evaluación Manuela de España podía solicitar de los fondos de manumisión de La Villa de la Guaira la indemnización por el esclavo, el cual estimaba debía alcanzar el precio más alto: 300 pesos.
La buena voluntad, colaboración y disposición mostrados hasta ese momento por el representante de Manuela España, desaparecieron una vez que el esclavo prolongó la entrega de copia de la orden de su retiro del ejército, lo que retrasó el fallo del tribunal. Días más tarde se dirigió al tribunal y al procurador defensor de Joseph de Jesús para denunciar que dicho retraso se debió a que no existía ninguna copia, pues el esclavo nunca cumplió con este requisito, además se atrevió a asegurar que ni existía su filiación, pues sus servicios fueron hechos en un corto periodo de tiempo. Por lo tanto, el esclavo viéndose beneficiado de los trastornos y vicisitudes propios de la guerra intentó aprovecharse del beneficio que se le otorgaba a los esclavos que sirvieron a la república durante un amplio espacio de tiempo, y que además se encontraban aún en servicio.
José de Arizabalo concluyó su denuncia afirmando que el Estado no debió pagar el valor de este falso y malicioso esclavo por tan poco tiempo en servicio, pues, la separación voluntaria del ejército y su posterior regreso a la casa de Manuela significó que éste renunció a la manumisión que dijo merecer. Finalmente, pidió que Joseph de Jesús sea restituido a Manuela como su propiedad para que cancelara los jornales diarios que debía desde el momento que se fue a trabajar en el puerto de La Guaira como caletero sin su consentimiento, aconsejó a los señores alcaldes del puerto de La Guaira que se aprese a este individuo pues su antigua tacha o reputación de prófugo lo obligará a eludir el regreso a casa de su ama.
El procurador, al enterarse de la petición, respondió a las consideraciones hechas por el representante de la señora Manuela: "La cárcel, Señor, esta destinada para los criminales. Un esclavo no lo es por solo ser de esta condición".24 Continuó el procurador diciendo que aunque Joseph de Jesús tuvo la tacha de prófugo no es razón suficiente para su encarcelamiento, tampoco entiende la contradicción en la que cayó Arizabalo quien se empeñó en catalogar al siervo de cimarrón y al mismo tiempo pide 300 pesos al Estado por su valor.25 Aseguró que efectivamente el esclavo le confesó que no posee consigo las letras de retiro y filiación que se le solicitaron, no obstante, consideró que su ausencia no destruye el derecho con que aspira a su libertad. Sus servicios en los años de 1814, 1820 y 1821 estuvieron comprobados por medio de la declaración de sus superiores, años que —en palabras del procurador— fueron las épocas más arriesgadas e importantes de la República. Dijo desconocer un código que expresara tácitamente los decretos emitidos por Bolívar, pero éstos están mezclados con los primeros delineamientos de la infancia de la República, y que se encuentran ratificados a través de la resolución del congreso del 14 de octubre de 1825.
Concluyó, después de considerar justa la indemnización de doña Manuela, que es cierto que:
Malpica no ha obtenido su retiro, no sirve en ningún batallón, pero pertenece al gremio de caleteros, que es la primera muralla de La Guaira, pero ha servido largo tiempo a la patria, que es la sustancia; y por ello es acreedor de su libertad. Volviendo a la casa de su señora, el no ha renunciado como se pretende, a este derecho; por que no ha podido renunciar a la cualidad de hombre. Un derecho tan importante no se pierde ni aún por un convenio expreso: porque es esencialmente nulo.26
El tribunal sin mayor retraso del proceso le otorgó la libertad a Joseph de Jesús Malpica por su dilatado servicio al ejército republicano, su ama fue indemnizada por la junta de manumisión de su cantón después que realizó el justiprecio del esclavo, que doña Manuela consideró debieron ser 300 pesos por la edad del esclavo que era de 31 años.
Como Joseph de Jesús, los esclavos involucrados en la guerra eran en su mayoría criollos nacidos en la provincia, pero existieron casos excepcionales como el de Joaquín Vivas, quien nacido en libertad en África fue arrastrado a los insalubres depósitos de los barcos negreros para ser trasladado a una América dividida y en cruenta guerra.
De esclavo bozal a soldado republicano
La motivación que llevó al esclavo Joaquín Vivas ante la presencia del procurador de La Guaira un 13 de mayo de 1830 fue el temor de ser vendido por sexta vez en menos de 16 años. Para ese momento tenía 30 años de edad, ya había vivido y recorrido lo suficiente, por lo tanto era un buen momento para certificar sus servicios en el ejército republicano a fin de lograr la carta de libertad que impediría la tutela de un nuevo amo.
Antes de 1811, Joaquín Vivas sobrevivió a corta edad el cruel camino medio que lo trasladó de su Guinea natal al puerto de La Guaira.
Se desconoce el número de puertos que transitó antes de llegar a esta provincia. Según testimonios posteriores fue comprado por 280 pesos por un vecino de La Guaira llamado Juan Antonio Vivas, quien siguió la vieja costumbre le colocó un nombre cristiano y su apellido como emblema de padrinaje y propiedad.
Al transcurrir un par de años, y mientras se empezaron a reflejar con más fuerza los rigores de la guerra de independencia en la población, la esposa de Vivas —Candelaria Acosta de Vivas— decidió vender a Joaquín, porque no manejaba aún un oficio definido y se le complicaba costear su sustento. El comprador inmediato fue Feliciano Jiménez y el año de la venta 1814. La Guaira para ese momento era zona transitada por tropas patriotas que arribaban apresuradamente con el propósito de dirigirse a los valles occidentales para contrarrestar el devastador avance de las tropas realistas. Dichos esfuerzos fueron en vano, el 15 de junio de 1814, Bolívar se replegó en dirección hacia Caracas tras su derrota en La Puerta.
El acercamiento del general Boves a la capital fue inminente, y el intento de los patriotas de mantener la república resultó infructuoso, frente a este escenario la temerosa población huyó en dirección a Oriente, entre la nerviosa multitud de esa mañana del 7 de julio de 1814 iba la familia Jiménez escoltada por Joaquín quien llevó como único equipaje una petaca sostenida sobre su cabeza.
Fueron 23 días de caminata signados por el hambre, la intemperie y la muerte. Del número estimado de 20 mil personas que partieron esa tarde de julio, llegaron con vida a Barcelona sólo 9 mil. El matrimonio Jiménez y Joaquín se contó entre los sobrevivientes; empero, la salud de la esposa de don Feliciano era precaria, durante el recorrido contrajo la enfermedad de la muerte.
La delicada condición de salud de su esposa no impidió que Feliciano Jiménez se pusiera a las órdenes del ejército republicano en el cuartel general de la ciudad de Barcelona, como también lo hizo con Joaquín, quien pasó en calidad de soldado a la compañía de zapadores comandada por el general Manuel Piar. De allí, ambos se desplazaron a Villa de Aragua de Barcelona para formar parte de los 2 mil soldados que defendieron esta plaza de la arremetida de los 5 mil combatientes capitaneados por Francisco Tomás Morales. El enfrentamiento se inició a tempranas horas de la mañana y se prolongó por 7 horas que finalizaron con la derrota republicana, Feliciano Jiménez falleció en combate y Joaquín emprendió la retirada herido por un proyectil que se alojó en su muslo izquierdo, bala que él mismo retiró posteriormente por medio de procedimientos caseros.
A pesar del primer fracaso y de la muerte de su amo, continuó sirviendo a la república en Cumaná, donde fue incorporado en el escuadrón de caballería que mandaba el capitán Hilario Carrasco.27 Sirvió tres meses en ese escuadrón, participó en dos encuentros hasta principios del mes de octubre de 1814, cuando José Tomás Boves tomó con violencia aquella ciudad, lo que lo obligó de nuevo a huir.
Joaquín regresó con su ama, la viuda de Feliciano Jiménez, quien entonces residía en casa de José Antonio Rojas, vecino de la ciudad de Barcelona quien le brindó asistencia y alimentos durante la convalecencia de la fatal enfermedad que adquirió en su recorrido hasta oriente. A poco de la llegada de Joaquín, María del Sacramento Ortega falleció luego que ningún medicamento pudo sanar los padecimientos acentuados por su reciente estado de viudez.
Joaquín después de este trágico evento quedó sirviendo en casa de Rojas, como lo explicó posteriormente el mismo siervo: "para que de mi trabajo se pagase la curación y alimentos que había prestado a mi enunciada ama durante su enfermedad".28 No obstante, poco fueron los jornales que prestó Joaquín, ya que Rojas carecía de documentos de propiedad que lo identificasen como su amo, simultáneamente, el acercamiento de las tropas patriotas a la ciudad provocó una nueva desbandada de la población allí residente, entre ellos Joaquín.
Mientras el movimiento patriota se desvaneció en las disputas de sus principales generales, Joaquín, acompañado de otro soldado llamado Reyes Laya, retornó al puerto de La Guaira después de tres años de ausencia. Allí se dedicó al oficio de caletero, con el infortunio que en uno de esos días de labores fue reconocido por un compadre de su ama inicial — Candelaria Acosta de Vivas— quien lo colocó de nuevo a su servicio, Joaquín no puso ninguna resistencia a esta determinación, el solo hecho de alegar la libertad que consideraba había obtenido por el servicio prestado a las armas republicanas le pudo costar posible pena capital, recordemos que desde mediados de 1814, la capital y el puerto yacían bajo dominio realista.
Transcurrieron 10 años, dentro de los cuales los republicanos aseguraron su definitiva victoria, y aún así Joaquín no llegó a acreditar sus servicios ni cuestionó su nuevo estado de servidumbre, inclusive cuando su antigua ama lo vendió de nuevo por 100 pesos al sr. Juan Boza desconoció su carrera militar. Sin embargo, cuando surgió otra intención de venta a principios de 1830, Joaquín se dirigió al procurador general de la villa para hacer constar sus servicios y lograr la libertad que se encontraba asentada en decretos republicanos desde 1816.
Mientras el tribunal solicitaba los testimonios de los soldados y capitanes que daban fe de la militancia de Joaquín, Juan Boza —el dueño del esclavo para el momento de la querella— obstaculizó al siervo agenciar su libertad al prohibirle abandonar sus ocupaciones hasta que cancelara los tres reales de jornal diarios que le correspondían. El procurador, el defensor y representante de los esclavos en pleitos judiciales, enteró de esta situación al tribunal, el cual determinó que Joaquín debía cumplir con sus jornales y comprometerse en no tratar de huir mientras el procedimiento estuviese abierto. Joaquín replicó que nunca dio motivos a su amo para que éste sospechase su huida. Con respecto al pago de los jornales diarios, el esclavo señalaba que era injusto, no obstante, colocaba como fiadora a Juana Malpica, vendedora de la plaza, que se encargaría de pagar el dinero cuando él no se encontrase en condiciones de hacerlo. A pesar de que el dominio sobre Joaquín estaba por ser comprobado, estos arreglos del tribunal intentaron proteger los derechos de propiedad del señor Boza.
El juicio continuó y una de las primeras en declarar fue Candelaria Acosta de Vivas, la dos veces dueña de Joaquín, quien desde un principio dudó de los servicios prestados por el bozal a la república, ella aseguraba que para 1814 el esclavo tenía 7 años de edad lo que le impedía ser enlistado, además cuando éste se une a la emigración la venta aún no había terminado de ser cancelada, pues ésta sería pagada por medio de dos reales mensuales que el bozal obtendría de su trabajo con el señor Feliciano, trato que evidentemente se interrumpió con la partida de la familia Jiménez. Por esta razón, cuando se entera del retorno de Joaquín al puerto de La Guaira en 1817 —después de la advertencia hecha por su compadre Santiago Torrealba— ella reconoció al siervo como parte de su propiedad, y en vista que éste no demostró ninguna oposición a esta determinación ella dispuso de él, y un año mas tarde lo vendió por 100 pesos a Sebastiana Sosa.
Las afirmaciones hechas por la señora Candelaria fueron desestimadas por los seis testigos presentados por Joaquín, quienes atestiguaron la suficiente edad del bozal cuando éste se incorporó al servicio, entre esos testigos estaban, tanto respetables oficiales republicanos, como familiares del difunto matrimonio Jiménez. Además, las contradicciones en su declaración evidenciaron la indebida apropiación de Joaquín, como aquel que aseguraba que había comprado en 1811 o 1812 al muleque de cinco años por 280, cuando en la realidad ese precio sólo lo alcanzaba un joven de 13 años, pasando por alto el principio reconocido que la improductividad de un niño esclavo disminuía su valor en comparación con aquellos que tenían entre 15 y 39 años.
El procurador, confiado de las positivas declaraciones y de la inconsistente defensa de la señora Candelaria, pidió consulta a los tesoreros administradores de la aduana, no para que decidan la suerte de Joaquín, porque en su opinión su libertad era un asunto evidente fuera de total discusión y asunto privativo del corregidor cantonal, sino para que se determinase qué dueño merece la cancelación de la manumisión de Joaquín, pues ante las numerosa sucesión de dueños y las turbias formas de adquisición era difícil definir un beneficiario en particular. Los tesoreros después de revisar el expediente expusieron que Joaquín, sin lugar a dudas, es meritorio de carta de libertad, no sólo por los testimonios brindados, sino también por la sangre que derramó en combate tal y como lo comprobó la revisión hecha por el cirujano solicitada por anuencia del corregidor.
Ahora bien, para ellos el asunto era determinar quién debía pagar el valor de la manumisión de Joaquín. Ellos consideraron que el Estado no debía cargar con dicha deuda, pues los verdaderos dueños de Joaquín se encontraban muertos, y no quienes, posterior a la fecha de este desafortunado suceso, se decían dueños del siervo. Específicamente la señora Candelaria quien "ocultó maliciosamente la edad del siervo y la venta que de él hizo Jiménez, para cubrir el fraude cometido venderlo lo que había vendido a éstos, o mas bien dicho, lo que no era suyo".29 Ellos consideraron que los Jiménez al no tener herederos, es decir, nadie que reclamara a Joaquín, éste quedaba libre, no obstante, el astuto proceder de Candelaria lo impidió.
En cuanto a los dos últimos dueños de Joaquín —Sebastián Acosta y Juana de Dios Acosta— los tesoreros explicaron que "debieron antes de comprarlo examinar la legitima propiedad [...] y pues no lo hicieron, piérdase el dinero que dieran por él".30 En caso contrario, la opinión era que de los bienes de Candelaria Acosta se hiciese la indemnización a los incautos compradores. Pero durante la realización de este proceso, doña Candelaria huyó a Cariaco. Las autoridades, por su parte, enviaron un comunicado hasta aquella lejana provincia donde la hallaron, a ella no le quedó más remedio que admitir su estado de pobreza y su incapacidad para responder a cualquier sentencia que implicara enmendar económicamente la venta indebida del esclavo que ya no le pertenecía.
Lamentablemente hasta aquí llega el rastro de Joaquín, el expediente se encuentra incompleto impidiéndonos saber el desenlace de su solicitud. Ante este obstáculo sólo nos queda hacer un comentario sobre la sentencia, inferimos que Joaquín pudo obtener su declaratoria de libertad después de un largo y tortuoso periplo, esto lo desprendemos del comportamiento ya apreciado en las solicitudes anteriores, que siempre contaron al inicio con cierto grado de oposición por parte de las autoridades, pero que posteriormente después de prolongados padecimientos culminaba con el otorgamiento de carta de libertad.
La muerte antes que regresar a la esclavitud
En la historiografía independentista la presencia femenina ha sido escasa, más si se refiere a esclavas. A pesar de que no fueron agentes bélicos activos, si estuvieron presentes como enfermeras improvisadas o como las esposas de soldados que seguían el paso de las tropas en sus interminables marchas. Ese fue el caso de Petrona Cardozo, quien en compañía de su hija Andrea, partió del atribulado poblado de Calabozo al resguardo de las tropas patriotas en una fecha imprecisa, en la marcha Petrona contrajo nupcias con un esclavo llamado Domingo Gutiérrez que para el momento era soldado activo del ejército patriota y se residenció en la Guayana patriota de 1817. Estas últimas acciones de Andrea fueron las primeras que realizó como mujer libre, pues ellas habían quedado libres de servidumbre desde 1818, cuando Bolívar dispuso que todos los esclavos habitantes de Guayana, Barinas y Apure, se convirtieran en ciudadanos sin condición ni distinción alguna. Desde ese momento Petrona, en sus propias palabras: "he sido considerada, habida, tenida y respetada como persona libre, como si lo hubiera sido desde mi nacimiento, en virtud de los decretos expedidos por el presidente libertador, y por el actual presidente del estado, favoreciendo y amparando la clase miserable sujeta a servidumbre, que fieles a la causa de la libertad manifestaron su adhesión a ella impregnados del más acendrado patriotismo".31
Años más tarde, en 1833, mientras la familia se encontraba residenciada en el poblado de Achaguas, Juan López y Juana Letras, antiguos amos de Petrona y Andrea, reaparecieron solicitándolas como parte de sus propiedades, desconociendo así su condición de libres y cualquier decreto que certificara esa postura. Domingo Gutiérrez sale en defensa de su esposa e inicia un proceso judicial ante el alcalde municipal de Achaguas quien sentenció a favor de los amos, pues caso contrario al de Gutiérrez que militó en el ejército, desconoció decreto alguno que le otorgara la libertad a esclavos que no tomaron las armas, por ello éstas deben retornar inmediatamente a la ciudad de Calabozo con sus dueños. Éste no era un escenario inusual, los propietarios de esclavos, emplearon la dilación y obstrucción para disminuir el impacto de las distintas proclamas promulgadas en tiempo de guerra. Muchas veces esa obstrucción contó con el auspicio de autoridades regionales, que desconocieron estas disposiciones, indistintamente por ignorancia o interesada omisión con el fin de beneficiar a los hacendados. Ante esta determinación Cardozo y Gutiérrez no se detuvieron y llevaron su causa al gobierno superior de la provincia de Apure, el gobernador frente a este dilema le comunicó a las esclavas que su petición posee meritos suficientes para ser presentada a la Corte Superior de Justicia pues el consideraba que no contó con la potestad de revisar la sentencia de ese tribunal. Entonces así se hizo, expusieron su caso con claridad por dos años sin respuesta, reiterando "que las ofertas hechas por el gobierno en las circunstancias las más críticas, sean religiosamente cumplidas [...] para que se me ampare en el goce de la libertad, por consecuencias de ellas".32
Ella aseguró que la decisión que tomó este alto tribunal con su caso, tuvo grandes repercusiones en muchas personas que se encontraban en su misma condición, y en el caso de ser improcedente, su despacho se vio inundado de demandas similares a la de ella
Parece excelentísimo Sr. que la libertad concedida a los esclavos que se encontraron en esta provincia en la época que se publicaron dichas disposiciones no debe ser alterada en manera alguna y mucho menos discutida por los tribunales superiores; creo que en el desgraciado caso de que fueren derogadas corresponde tal declaratoria a otra autoridad superior; lo que ciertamente causaría muchos trastornos y disgustos respecto a que hay infinitos que se hallan en igual caso, casadas con oficiales del ejercito libertador que en el seguro concepto de que se hallaban en el goce de su libertad no tuvieron duda en contraer sus matrimonios.33
Mientras los años transcurrieron sin respuesta del alto tribunal, Andrea y Petrona por el temor de ser llevadas a la fuerza a la ciudad de Calabozo por el encargado de sus amos Miguel Pitaluga, no salieron de su hogar lo que les impidió procurarse el sustento. En medio de la incertidumbre, solicitaron a sus amos papel de venta pues no querían regresar con ellos, y en su lugar prefirió servir al coronel Facundo Mirabal y su esposa la señora Bárbara Mirabal quienes estuvieron dispuestos a comprarlas por el valor que ellos determinasen. Sus amos aceptaron, pero con una condición, una de ellas debía regresar a Calabozo, Andrea al escuchar esta decisión sacó un cuchillo que ha prevención llevaba consigo e intentó darse de puñaladas, acción que impidió la Sra. Bárbara, Andrea aseguraba que prefería la muerte que regresar al estado de servidumbre.
El encargado de llevárselas al ver el giro dramático de la situación, les concedió más tiempo para que esperasen las resultas de la Corte Superior de Justicia. La respuesta llegó publicada en Gaceta Oficial, gracias a la intervención del gobernador de Apure, quien preguntó si las proclamas del general Bolívar se hallaban en su fuerza y vigor de ley, porque la Ley de Manumisión de 1830 derogó todas las leyes anteriores a su puesta en vigencia, a lo que respondió la Secretaria de Interior y Justicia con extrema dureza, que la decisión era ilegal, por demás inconcebible al utilizar como respaldo la Ley de Manumisión de 1830, señalando "Son perpetua e irrevocablemente libres todos los individuos, que en virtud de las leyes y decretos del Gobierno de la República, han salido de la esclavitud en sus distintas épocas, por efecto de dichas disposiciones".34
Apuntó por demás que los jueces cometieron una arbitrariedad y una infracción a la ley "perniciosa al orden público y tan ofensiva a la justicia".35 Sin más dilaciones Andrea y Petrona Cardozo eran por segunda vez libres, frente a la frustración y perplejidad de muchos propietarios de esclavos de esta región, quienes consideraron inconstitucionales esas disposiciones que debieron morir con la disolución de la Gran Colombia. Sus quejas eran valederas, Bolívar ofreció libertad a lo largo del territorio nacional, y aun así el sistema continuó vigente, ejemplo de ello la provincia de Caracas. Ellos se quejaron del trato diferente, y no se explicaron por qué en su provincia éstas debían ser estrictamente cumplidas. El Estado terminó imponiéndose, y Guayana para la década de 1840 no tenía casi esclavos. 36
Se puede interpretar de varias maneras dicho punto de vista, como Guayana poseyó una pequeña cantidad de esclavos en comparación con las provincias de las costas, resultó más fácil al gobierno imponer ese propósito de extinguir paulatinamente la esclavitud. También las contradicciones ideológicas tomaron más fuerza, e indistintamente de que el gobierno fuese conservador o liberal, ninguno quiso que las inconformidades de los negros fueran capitalizadas por banderas políticas, amenazando así el orden público.
Consideraciones finales
Con el inicio de la guerra de independencia, los bandos en pugna querían favorecerse de la fortaleza y resistencia de los esclavos y para lograrlo se les ofreció la libertad a cambio de la toma indefinida de las armas. Aquellos que atendieron este llamado abandonaron a sus familias, recorrieron miles de kilómetros a tierras desconocidas, fueron heridos en batalla y mataron con el propósito de ser merecedores de la gracia que les ofrecía indistintamente un rey ausente o una república por consolidar. Usualmente, los esclavos acreditaban sus servicios militares años después de haberlos prestado, principalmente cuando se veían en la necesidad de frenar las intenciones de sus antiguos amos, quienes pretendían regresarlos forzosamente a sus dominios. Éste fue el principal motor de las peticiones aquí presentadas.
Algunos esclavos, asediados por el enemigo, regresaron al poder de sus amos interrumpiendo así su servicio, años más tarde intentarían demostrarlos ante los tribunales competentes frente a la obstinada oposición de sus amos. Otros que sí se mantuvieron en la guerra y se salvaron tomaron por hecho su condición de hombres libres, pero la aparición y posterior reclamo de sus antiguos amos interrumpieron el goce pleno de sus libertades obligándoles a demostrar sus servicios a la causa patriota.
Rememoraron, entonces, ante los jueces de sus localidades, cada una de las contiendas en las que participaron, tocaron las puertas de sus antiguos superiores pidiendo certificaciones, mostraron sus cuerpos desnudos a protomédicos para que reconocieran las cicatrices de las balas disparadas en el campo de batalla que atravesaron sus músculos.
Se desconoce la cantidad de esclavos que sirvieron a lo largo del conflicto independentista, se deduce que la libertad por medio del servicio de las armas contó con pocos beneficiarios. Antonieta Camacho en su trabajo introductorio para Materiales para el estudio de la cuestión agraria (1810-1865) afirma que para el periodo 1821 - 1827, sólo 41 esclavos fueron liberados por esta modalidad.37 Pero aportar un número exacto es arduo, primeramente, las mismas características del conflicto durante los primeros años hicieron de la conscripción de esclavos un proceso azaroso donde el formalismo jurídico era una cuestión de lujo. Igualmente, la militancia esclava era volátil, un día un mismo esclavo podía matar por Fernando VII en las tropas del realista Francisco Tomas Morales y pocos meses después podía estar entregando la vida a la causa republicana, mejor ejemplo de ello fue el esclavo y prócer Pedro Camejo, mejor conocido como el Negro Primero quien en su primera adhesión a la causa del rey fue la obtención de un uniforme. Frente a las características de esta población es difícil determinar entonces su participación en términos cuantitativos exactos, no obstante, lo que si nos aportan estas fuentes disponibles y aun inexploradas es la comprensión del sistema esclavista durante la emancipación a partir del testimonio de sus propios protagonistas
A medida que la contienda bélica disminuía su intensidad, y la victoria se inclinaba hacia los republicanos, las proclamas que una vez se hicieron por las necesidades de la guerra fueron reevaluadas y orientadas en fórmulas mucho más conservadoras que pretendían prolongar el sistema esclavista, especialmente después de disuelta la república de Colombia (1819-1820). Por ello, el 25 de junio de 1835, la Secretaría del Interior y Justicia de la República de Venezuela emitió el decreto Quedan esclavos los esclavos que abrasen el servicio militar, 38 los esclavos en consecuencia ya no podían ingresar al servicio de las armas, ni mucho menos obtener la libertad por este medio. La razón de esta decisión: el perjuicio que le provocaban a sus señores algunos esclavos que con poco tiempo en el servicio se identificaban como libres provocando desorden en sus familias y en las haciendas, convirtiendo de esta manera a los cuarteles en asilo de siervos delincuentes. Con esto se ponía fin al mecanismo de obtención de libertad por la carrera de las armas vigente por casi 20 años.
El funcionario signatario de este decreto es Antonio Leocadio Guzmán, quien dos años antes se había dirigido al juez letrado de la provincia de Caracas a reclamar la indemnización de dos esclavos suyos —Antonio Arias y Pedro Guzmán— que se hallaban sirviendo en el batallón Apure desde 1822 mientras él se encontraba en el exterior. Por ambos recibió 600 pesos, después de un rápido y poco detallado procedimiento de avalúo.39 Paradójicamente, el mismo Antonio Leocadio Guzmán después fue fundador del partido liberal venezolano, facción conocida tradicionalmente por la historiografía como la defensora de la abolición de la esclavitud.
Finalizada la conscripción esclava, los propietarios intentaron recuperar aunque fuese un menor porcentaje de sus fortunas menguadas por la guerra, e iniciaron con este fin el restablecimiento del sistema esclavista. Efectivamente, éste no era el mismo, era complicado que todos los esclavos volviesen a sus antiguas labores, muchos se desplazaron a otras ciudades como gran parte de la población, y encontraron nuevos hogares y trabajos como hombres libres. Las normativas de manumisión, mayor testigo del fracaso de las intenciones republicanas, prolongaron el sistema unos años más, cuando en términos reales no aportaban lo suficiente a la economía nacional. Por medio de esto vemos un fuerte indicio de la permanencia de la conciencia tradicional en tiempos republicanos. Anualmente las denominadas juntas de manumisión no alcanzaron a recaudar el dinero suficiente para manumitir el número de esclavos que se fijó. Por otra parte, la ley de vientres libres benefició a individuos que estaban por nacer o no habían nacido, en un plazo de 18 años para la Gran Colombia, y 21 cuando se fundó el Estado venezolano en 1830. Éste fue el espíritu que prevaleció hasta la mitad del siglo XIX, cuando se tomó conciencia que ya no tenía sentido mantener a un grupo de individuos bajo la sujeción de otros con la promulgación de la ley de abolición del 26 de marzo de 1854.
Finalmente, los esclavos estuvieron en la guerra de forma evidente, vimos individuos que un lustro atrás en sus labores de campo o de casa no se imaginaron recorrer miles de kilómetros a tierras desconocidas como las de Nueva Granada, ni mucho menos la oportunidad de vislumbrar la interacción en calidad de iguales que lograron con hombres que podían ser sus propietarios. Su presencia fue temida, no hay duda; pero este movimiento esclavo no se aventuró más allá de la obtención de la libertad individual. Aunque se hicieron sentir, no contaron con un plan diseñado por ellos mismos, y su participación siempre estuvo dirigida por caudillos que les ofrecieron libertad. No obstante, las historias de estos 6 esclavos nos permitieron conocer un pequeño fragmento de las experiencias a que estos hombres se sometieron y fueron sometidos con el único fin de ser reconocidos como hombres libres. Sus vidas y relatos son excepcionales frente a una mayoría que permaneció en esclavitud o pereció en el campo de batalla.
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Archivos
Archivo General de la Nación (Venezuela).
Archivo General de la Nación, Archivo Aragua.
Academia Nacional de la Historia.
Bibliografía
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Notas
1 Archivo General de la Nación, Archivo Aragua, tomo LXXIII, folio 96. Este expediente criminal no va mas allá de una denuncia, no se supo de la suerte que corrió el liberto.
2 Para comienzos del siglo XIX el sistema esclavista ya no aportaba lo suficiente a la economía de la provincia como en el siglo XVIII. La población esclava representaba sólo, en la provincia de Caracas, 26 por ciento del total de individuos, de una zona que comprendía los fértiles valles de Aragua y del Tuy, no obstante, la institución se mantenía estable en sus principios. El concepto de negritud continuaba siendo un adjetivo indivisible a la condición del esclavo, y como tal conllevaba asociado una serie de calificativos relativos a la existencia de esta población al margen de aquella sociedad estratificada estamentalmente, donde cada quien poseía una función económica y política de acuerdo a la tenencia o no del exclusivo valor de honor. El esclavo no formaba parte de esta estructura, era un segmento agregado, que ocupaba el lugar más bajo de la escala social colonial. En gran medida el desprecio hacia las demás castas era medido por la presencia en su origen o en su pasado más remoto, de esta raza considerada torpe y envilecida; negritud se traducía al mismo tiempo en bastardía.
3 "Ramón Piñero, esclavo del doctor don Juan de Rojas pide su libertad por haber luchado en los ejércitos reales". Caracas, 1815, Academia Nacional de la Historia, 1815 op, exp. 5. folio 1.
4 De acuerdo a las Siete Partidas de Alfonso X, un esclavo alcanzaba su libertad, primeramente por las buenas acciones al servicio de su amo o de su rey, o de denuncias de acciones que pudiesen perjudicar la integridad física o del honor de sus dueños, como por ejemplo acciones conspirativas. Otra forma, era si un esclavo se casaba con persona libre, tenía la posibilidad de serlo siempre y cuando el amo lo desease, pero una vez aplicada esta normativa a la realidad americana, donde el sistema esclavista llegó a ser una institución más importante que en la España medieval, se derogó por medio de una Real Cédula en 1527. Igualmente, esta ley estipulaba liberar a un esclavo a través de la última voluntad del amo en las cláusulas de su testamento, o en una declaratoria hecha en su lecho de muerte. En América estos caminos se multiplicaron, cada caso podía tener una razón distinta que podía ser considerada por un tribunal dependiendo de cada caso.
5 Una correspondencia emitida por los vecinos del puerto de La Guaira el 4 de agosto de 1812, nos muestra ciertos vestigios de que el canario Monteverde llegó a emplear esta formula para captar combatientes. Dicho comunicado concernía a una denuncia en contra del oficial realista Julián Poncho, quien frente a su división de Curiepe iba reuniendo en su trayecto por los pueblos de la costa de Naiguata a esclavos de las haciendas, en dirección a la capital con el objeto de presentarse como soldados frente al general don Domingo de Monteverde, para ser así premiados con su libertad. Los dueños advierten al general que esos, sus esclavos, no habían realizado poco o ningún servicio a la causa de su amado soberano Fernando VII, éstos se habían incorporado a esa división después de vencidos los insurgentes. Por lo demás, más allá de ser soldados, eran vándalos que habían cometido atropello y maltrato a sus dueños al sentirse aupados por las promesas de libertad, por lo tanto no eran merecedores de esa gracia que otorgaba el general a esclavos destacados en servicio. Archivo General de la Nación, Gobernación y Capitanía General, Correspondencia, tomo CCXX, año 1812, exp. 75, p. 100.
6 "Ramón Piñero, esclavo del doctor don Juan de Rojas pide su libertad...", folio 2.
7 Ibidem, folio 4.
8 Ibidem, folio 4 vto.
9 "Juan José Ledezma, esclavo de don Pedro Ledezma, solicita su libertad por haber militado en los ejércitos realistas". San Rafael de Orituco, 1815, Academia Nacional de la Historia, 1815 LM exp. 1, folio 1.
10 German Carrera Damas, La crisis de la sociedad colonial, Caracas, Imprenta Municipal, 1976, 101.
11 "Acto sobre conscripción de los esclavos de 19 de junio de 1812". Archivo del General Miranda (Campaña de Venezuela, prisión y muerte del General Miranda: 1811-1816) Documentos oficiales de 1811 a 1812 y correspondencia de 1812 a 1816, tomo XXIV, La Habana, Editorial Lex, 1950, 573.
12 Miguel José Sanz —Secretario de Estado, Guerra y Marina durante el mandato de Miranda en 1812— celebró la decisión del Generalísimo, en correspondencia de 4 de julio de 1812, pues se apartaba a los esclavos de los llamamientos realistas, pero opinó que ésta se debió hacer "hasta un grado que no cause temores, retirarse nuestros labradores á empujar la agricultura, que debe servir de cimiento al comercio". Otros como Francisco Paúl — combatiente bajo las órdenes del general Miranda— se mostró menos satisfecho sobre la disposición, quien aseguró que "Con motivo de la ley general sobre los esclavos, se han desolado las haciendas. Aquellos con la esperanza de su libertad las abandonan y vienen á presentarse al gobierno en donde son admitidos generalmente sin distinción de edades, robustez, ni tamaño". Para esta correspondencia véase Archivo del General Miranda, op. cit., t. XXIV, pp. 55- 311.
13 "Proclama a los habitantes de R'o Caribe, Carúpano y Cariaco de junio de 1816". Simón Bolívar, Obras completas, t. VIII, México, Editorial Cumbre, 1976, 197.
14 Paul Verna, Petióny Bolívar, Caracas, Ediciones de la Presidencia de la Republica, 1980, 169.
15 José de Austria, Bosquejo de la historia militar de Venezuela, vol. II, Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1960, 448.
16 James Hackett y Charles Brown, Narraciones de dos expedicionarios británicos de la independencia, Caracas, Instituto Nacional de Hipódromos, 1966, 62.
17 "Anastasio Romero, esclavo del señor Domingo Sosa, que se le declare libre en virtud de haber servido en los ejércitos de la República". Caracas, 1825, Academia Nacional de la Historia, Caja 19 1825, exp. 4.
18 Ibidem, f. 2.
19 "Expediente seguido por José Ambrosio Surruarregui, reclamando su libertad por haber servido a las tropas de la República". Caracas, 1829, Academia Nacional de la Historia, 1829 LRST, exp. 6.
20 "José de Jesús Malpica, esclavo de los herederos de Melchor Canivel, sobre su libertad", Caracas, 1827, Academia Nacional de la Historia, 1827 cmpr, exp. 2, folio 1.
21 Esta referencia es importante, primeramente nos demuestra la apreciación del tiempo en la provincia de Venezuela para el siglo XIX que se ajustaba al santoral y a sus respectivas festividades religiosas. Por otro lado, las festividades de San Juan y San Pedro contaron con amplias manifestaciones entre las poblaciones esclavas negras de la provincia, como lo demuestran las cofradías fundadas bajo sus advocaciones.
22 Ibidem, folio 4.
23 "Constitución de Cúcuta, 1821", Jose Gil Fortoul, Historia Constitucional de Venezuela (Apéndice), t. II, Caracas, Ministerio de Educación, Dirección de Cultura y Bellas Artes, 1954, 587.
24 Ibidem, folio 14.
25 Un esclavo con tacha de prófugo disminuía su valor al momento de una posible venta, inclusive si éste se encontraba en plena edad productiva.
26 Ibidem, folio 14 vto.
27 "El Síndico Procurador General por el esclavo Joaquín Vivas solicita lo declaren libre por haber servido al ejército de la República". Caracas, 1830, Academia Nacional de la Historia, 1830 LPV, exp. 4.
28 Ibidem, folio 1.
29 Ibidem, folio 18.
30 Idem.
31 Archivo General de la Nación, Secretaria de Interior y Justicia, t. LXVI, exp. 11, 1833, 291.
32 Ibidem, p. 194.
33 Idem.
34 Gaceta de Venezuela, Caracas, número 221, sábado 4 de abril de 1835.
35 Idem.
36 John Lombardi, Decadencia y abolición de la esclavitud en Venezuela 1820-1854, p. 92.
37 Antonia Camacho S., "Aportes para el estudio de la formación de la mano de obra en Venezuela: Esclavos y libres (1810-1865)". Introducción a Materiales para el estudio de la cuestión agraria (1810-1865), Caracas, Ediciones de la Facultad de la Humanidades y Educación, vol. I, pp. VII-XLVII, 1979, 736.
38 Ibidem, vol. I, pp. 142-143.
39 Archivo General de la Nación, Secretaria de Interior y Justicia, tomo XLVIII, 1832, exp. 36.
Información sobre la autora:
Ana Vergara Licenciada en Historia de la Universidad Central de Venezuela (2007) Cursante de la Maestría en Historia de las Américas en la Universidad Católica Andrés Bello. Actualmente se desempeña como investigadora del Instituto de Investigaciones Históricas Bolivarium de la Universidad Simón Bolívar. Profesora de la Escuela de Economía en la Universidad Central de Venezuela. Coautora con Inés Quintero del libro Más allá de la guerra: Venezuela en tiempos de la Independencia, Caracas, Fundación Bigott, 2008. Artículos publicados: "La libertad durante el ocaso de la esclavitud: peticiones de libertad de esclavos y las leyes de manumisión republicanas (1821-1854)", en Anuario de Estudios Bolivarianos, año XIV, núm. 15, 2008. "Los vínculos entre la provincia de Caracas y la isla caribeña de San Thomas durante las guerras de independencia (1808-1821)", en Anuario de Estudios Bolivarianos, año XVI, núm. 17, 2010.
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Fuente:
Las armas a cambio de la libertad: Los esclavos en la guerra de independencia de Venezuela (1812-1835)
Otro vendepatrias :mad:
Casa de Francisco de Miranda en Londres abre sus puertas como museo
A 200 años de la muerte del Generalísimo Francisco de Miranda
Francisco de Miranda nació el 28 de marzo de 1750, y el 14 de julio de 2016 Se conmemoró el 200 aniversario de la Muerte del Prócer de la independencia de Hispanoamérica. Fué el mentor de Simón Bolivar cuando este llegó a Londres con su maestro Andrés Bello y como estratega militar planearon la liberación de Venezuela y posteriormente de toda Hispanoamérica del yugo español. Murió en Cádiz, al sur de España, en una fosa común, culpado de hereje por la llamada Santa Inquisición. Y aunque se esperaba que sus restos exhumados fuera verificado para esta segunda centuria, la burocracia de las autoridades se han dejado esperar hasta el día de hoy.
Francisco de Miranda vivió en Londres donde tuvo dos hijos con su esposa inglesa Sara Andrews, en una casa cerca de la Estación de metro en Warren Street, hoy convertido en un museo.
Durante el recorrido por los principales espacios rehabilitados del museo en honor a Francisco de Miranda se expone la importancia histórica del edificio, al haber sido lugar de reclutamiento, promoción y debate intelectual para la gesta independentista, como la envergadura de la figura del precursor de la independencia latinoamericana y uno de los primeros promotores de la unión continental.
“También se expone al público el proceso de investigación histórica y arquitectónica que supuso la restauración integral llevada a cabo en el inmueble en 2013-2014 por parte de un grupo de expertos, que rescató los espacios y la decoración de la casa, tal como se encontraban en la época en la que la habitó Miranda”, refiere una nota.
En esta casa se realizaron las reuniones de la primera comisión diplomática de independentistas latinoamericanos -en este caso venezolanos- del mundo, presidida por el Libertador Simón Bolívar e integrada por Andrés Bello y Luis López Méndez. Además, en ella se recibieron a próceres de la independencia del continente, como Bernardo O’Higgins, el Libertador de Chile.
Soundtrack By YouTube Library: Dont_Look.mp3
Los Derechos del Film Miranda Regresa no me pertenecen y las imágenes en este vídeo son utilizadas con fines educativos y de información.
https://www.youtube.com/watch?v=XXlwBBWBbW8
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Entrevista a Emilio Acosta (Venezuela Colonial) - Mitos y realidades de Bolívar y Miranda
En este live Instagram la Periodista Chilena Cristina Bastidas entrevista al miembro de Venezuela Colonial y colaborador de Españoles de Cuba, Emilio Acosta (Diplomado en Historia de España e Hispanoamerica, FIDESCU - Administrador Tributario, IUTIRLA), hablaran sobre los mitos y realidades en torno a los próceres Simón Bolívar y Francisco de Miranda en el contexto de la independencia hispanoamericana.
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Y desde entonces ni siquiera somos una colonia británica, sino una factoría inglesa: sitio de donde se explotan recursos naturales y personas a gran escala.
"Bolívar, excitado por los extenuantes halagos de Inglaterra ha, partiendo de un instinto animal, obedecido sin derecho a una legitima defensa, las no muy cordiales ni humildes ordenes de dos o de tres hombres que, en su calidad de bribones, han desmantelado un imperio para anexarse de manera materialista las gloriosas tierras hispanas con fines meramente oscuros. Nada me pareció mas repugnante el ver como las tierras donde nací, gozaron de una exquisita libertad, únicamente ideal, mientras los bárbaros ingleses aglutinaban derechos sobre estas tierras que no les eran dignos de su razón de ser. El tiempo me dará la razón, Bolívar fue el peor Español que pudo haber traído Dios a nuestras tierras, pues, ha traicionado la rica cultura hispana para abultarse en su ignominioso ego, el seudónimo de 'caballero ingles'..."
Antonio Nariño, 14 de mayo de 1823.
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Fuente:
https://www.facebook.com/jon.ricaurt...10456245738806
«Nada de reformas quijotescas que se llaman liberales; marchemos a la antigua española, lentamente y viendo primero lo que hacemos.»
Simón Bolívar al general Andrés de Santa Cruz.
https://pbs.twimg.com/media/Ekoa4vvW...pg&name=medium
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miércoles, 3 de febrero de 2021
PARA TERMINAR CON EL MITO DE LA ESCLAVITUD COLONIAL EN VENEZUELA
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Por Xavier Padilla
Para terminar con el mito de la esclavitud colonial en Venezuela, tan útil a la retórica de cartón en que se funda nuestra Republiqueta, tomad papel y lápiz:
En 1810 el ejército de la Corona en Venezuela estaba compuesto por 3 mil europeos y 10 mil americanos. Casi todos estos militares americanos eran indios y mulatos, zambos o negros libres, pero no esclavos. Los esclavos de esta provincia española, que eran un poco más de 70 mil, eran realistas. Pero de ellos sólo unos 10 mil tomaron las armas para defender a la Corona ulteriormente, cuando hubo que hacerlo. Eso sí, todos al ejército español y a las filas de Boves.
Esta lealtad de los indios y de los negros (esclavos o no) fue siempre la más terrible bofetada, el más terrible desmentido al discurso revolucionario de los llamados «patriotas». Sólo un insignificante número de esclavos traidores a su clase abandonó su condición para seguir a estos farsantes. La casi totalidad de los que tomaron las armas lo hizo en defensa del Rey.
Ello es consecuencia lógica del trato y los beneficios de que gozaban en Venezuela. El concepto y práctica de la esclavitud no eran los conocidos en Europa. Las leyes españolas diferían de las leyes y prácticas de aquellos gobiernos coloniales. Y fue esta diferencia la que produjo la gran lealtad de los esclavos hacia el régimen monárquico. ¿Pero cómo es posible semejante contrasentido? Simplemente tenemos una imagen equivocada de los imperios, los creemos de un solo tipo: el depredador.
Ignoramos, y nunca imaginamos, que también existe otro tipo de Imperio: el generador. Tenemos una visión maniquea de la historia y al parecer hay intereses que han hecho predominar en la sociedad nuestra imperiofobia. En el caso de Venezuela, toda valoración positiva de su «independencia» depende de una valoración negativa del imperio español.
¿Pero fue realmente un imperio cruel o se trata de una demonización al servicio de la narrativa independentista? ¿Es siempre la versión del vencedor necesariamente cierta, o es más bien un complemento previsible en su ejercicio del poder? En otras palabras, ¿ganan siempre los buenos? O mejor aun, ¿sólo triunfa la verdad?
La historia real se verifica en los hechos, no en el relato de quienes vencieron en algún conflicto bélico y escribieron la historia. Ello no significa que los justos no puedan vencer, pero los hechos también pueden ser deliberadamente sepultados por quienes detentan el poder institucional para hacerlo si no se corresponden con la narrativa del vencedor que les legó dicho poder. Para ello está la revisión factual, la investigación histórica, objetiva de los hechos.
Como podemos imaginar, por definición la idea misma de revisión histórica no carece de detractores y es también demonizada sistemáticamente. Lo cual, lejos de hacer de la revisión histórica un tabú constituye un incentivo para emprenderla.
La consideración de todas las fuentes históricas es un deber de principio y el ejercicio de tal deber demuestra que las fuentes más incuestionables no siempre son las más conocidas ni las más «oficiales». Incidentalmente, en Venezuela contamos con una fuente factual especialmente importante por su solidez testimonial, por su veracidad histórica y su coherencia y racionalidad argumentativa. Pero es de las que no peinan al poder post-independentista en el sentido de su pelambre, y por ello éste la mantuvo fuera del conocimiento público en nuestro país por 192 años.
José Domingo Díaz es esta fuente. Una sólo conocida de los historiadores venezolanos y administrada por la Academia Nacional de la Historia. Deliberadamente restringida al ámbito de esta institución eminentemente bolivarista, se trata sin embargo de la fuente que cuestiona y derrumba todo el aparato republicano. José Domingo Díaz es el testigo criollo mejor informado e implicado de la época, no sólo por su activismo periodístico y otras iniciativas que tomó en medio de las guerras secesionistas —que hoy conocemos como «de independencia»—, sino por habernos legado en 1829 un libro explosivo que el poder republicano supo ocultar desde entonces. El autor tuvo además, en sus desempeños previos al conflicto, a su disposición durante años los archivos oficiales de la Provincia de Venezuela (¡los de todo un siglo!).
Es así como este testigo clave de nuestra historia nos cuenta en su obra Recuerdos Sobre la Rebelión de Caracas (1829) —entre muchas otras cosas de una importancia tan incalculable como desconocida por los venezolanos— lo siguiente a propósito de la esclavitud:
« Sólo el nombre del rey les ha hecho soltar la azada y el arado, para tomar la lanza y el fusil. El ejército de Boves, en la segunda batalla de La Puerta, contaba un gran número de ellos que voluntariamente se habían presentado a su ser*vicio, y que volvieron a sus labores del campo y al de sus amos concluida la campaña, sin que nada les hubiese detenido. Esta conducta, que parece un fenómeno de la sociedad, fue la conse*cuencia necesaria de los bienes que gozaban en Venezuela, en esa esclavitud que espanta en Europa; porque no la han considerado bajo las leyes españolas en aquellos países, sino bajo el terrible gobierno colonial de los extranjeros. Aquellas leyes que son el modelo de un gobierno paternal, y la expresión de los sentimientos más generosos de un soberano debieron producir, como produjeron, tan noble y constante adhesión de los esclavos hacia él. Los esclavos de Venezuela no eran aquellos seres degradados que se ven en otros países, y sobre los cuales sus amos tienen aún el derecho de vida. Ellos en su condición eran tan felices cuanto era posible serlo. Sus tareas eran tan moderadas, que un esclavo activo las concluía para las doce del día. El resto de él y todos los de fiesta estaban a su disposición. Cada cabeza de familia tenía como de su propiedad, en el mismo terreno de su dueño, aquel espacio que podía cultivar, sin que éste pudiese disponer de sus frutos ni de su trabajo. Era una propiedad tan sagrada como la del hom*bre libre. Los amos estaban obligados a darles diariamente su correspondiente alimento, y a asistirlos en sus enfermedades, pagando cuanto era necesario a su asistencia; y a suministrarles anualmente dos vestuarios completos para el trabajo, y uno para los días festivos. Los amos estaban también obligados a asistir debidamente a las negras en sus partos, cuyas tareas se disminuían proporcionalmente según su estado. Los amos también lo estaban para satisfacer a los curas párrocos todos los derechos parroquiales de bautismos, entierros, etc., los cuales eran un equivalente de la cantidad con que les contribuían bajo el nombre de estipen*dio. Esta cantidad era generalmente de doscientos pesos fuertes anuales [20.000 €] por aquella denominación, y cincuenta [5.000 €] para la oblata. Se repartía entre todos los dueños de las haciendas de la parroquia, y regularmente tocaba a dos reales o dos reales y medio [200 € o 250 €] por cada esclavo. Los amos estaban del mismo modo obligados a defender en justicia a sus esclavos en todas sus acciones civiles criminales, pagando todos los costos que se ofreciesen. El que se desentendía legalmente de esta obligación, se des*prendía del derecho de propiedad. El esclavo era en cierto modo considerado como un menor. Era muy posible que algunos amos quisiesen ejercer para con sus escla*vos mayores derechos que los que las leyes les señalaban; y para impedir este abuso, ellas les habían designado un protector de su justicia. Los síndicos procuradores de los ayuntamientos tenían este encargo, que desempeñaban con vigor e integridad. Los castigos correccionales de los esclavos no dependían del arbitrio de los amos; estaban igualmente designados por las leyes y ordenanzas, y la Real Audiencia vigilaba en su cumplimiento sin respetos ni consideraciones [hacia la nobleza ni la burguesía]. En fin, los esclavos de Venezuela no eran aquellos cuya pintura se hace en la Europa, las leyes españolas los protegían, y desde su alto trono soberanos conocidos en todo el mundo por su religión, piedad y beneficencia velaban en su felicidad. ¡Cuán dignamente ellos han correspondido!».
Ahí tenemos, pues, otro mito más del republicanismo bolivarista hecho trizas. El «cruel esclavajismo español» es una burda ficción. La «independencia»: doscientos años de falso discurso igualitarista, antiimperialista, indigenista e hispanófobo.
Algunos pensarán que el testimonio de José Domingo Díaz es una apología de la esclavitud. Para información de quienes hoy, desde el siglo XXI, estiman inconcebible siquiera la defensa de cualquier forma de esclavitud, la trata de esclavos era en el siglo XIX (y en todos los anteriores a él en la historia universal) corriente y no comenzaba en los imperios sino a nivel doméstico en el propio África y por los africanos.
Contrariamente a lo diseminado por la leyenda negra anti española, ni la compra ni el comercio de esclavos fueron actividades representativas del imperio español. No siendo un imperio depredador o de extracción, sino generador y civilizatorio, no instaló en América colonias (que son verdaderos campos de concentración) sino que fundó provincias (o territorios para la expansión del reino), donde evolucionar él mismo como Nuevo Mundo, más siéndolo que poseyéndolo.
Por eso la construcción de universidades, por eso la cristianización, por eso el mestizaje. Por eso todo lo que no hace ningún imperio depredador, como de hecho no lo hizo ninguno de los otros imperios en sus colonias, en sus campos de concentración.
Gran Bretaña, mientras exterminaba —ella sí— a la población local (razón por la cual virtualmente no hay en Estados Unidos población nativa ni mestizaje) construyó su primera universidad —Harvard — en 1636, dieciséis años después de llegar a las costas norteamericanas, y estaba reservada exclusivamente a los asentamientos anglosajones, al hombre blanco; eso fue 98 años después de la primera universidad fundada por España en América. Gran Bretaña no fundó su segunda universidad en América sino 53 años después de la de Harvard. Pero desde 1538 España venía fundando universidades a razón de una nueva por década. Para 1810 el número de universidades españolas en América excedía el de todas las existentes en Europa entera.
El español peninsular re-localizado en el continente no sólo no escapaba a la fusión de razas y culturas sino que lo tenía así encargado desde los inicios de la conquista, por la reina Isabel de Castilla. La educación no era para el hombre blanco sino para todos, incluyendo su heterogénea familia, ahora compuesta de blancos, negros, indios y todo lo intermedio.
Sólo la nobleza y la burguesía se cuidaban del mestizaje, y es precisamente de un reducto de esta élite que surgió la sedición secesionista. Pero aparte de esta minoría oportunista, entre cuyas motivaciones anti imperialistas estaba deshacerse de la estresante vigilancia y protección de la Real Audiencia sobre los derechos de sus esclavos, éstos gozaban de suficiente bienestar como para defender su calidad de vida, lo cual estaban dispuestos a hacer a través de la defensa del Reino, ese estado protector que les garantizaba techo, alimento, vestido, propiedad, salud y… cierta libertad.
Quién sabe si tal vez debamos el desarrollo de la gran riqueza musical afrovenezolana y otras expresiones artísticas, en parte a esa «cierta libertad» que sólo puede ser consecuencia de una suerte de vanguardismo político, de un proyecto imperial sui generis cuyo cristianismo (base de la doctrina moral Occidental, declinada en humanismo) ya estaba cristalizado a nivel jurídico a comienzos del siglo XIX (Leyes de Indias), dando resultados plenamente positivos a una altura óptima de la historia, cuando irrumpió desafortunadamente en nuestra patria la nefasta influencia del «terror revolucionario» francés (más de 200 mil guillotinados, sumados a más de 300 mil civiles exterminados en el genocidio de La Vandée, a nombre de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, de 1789).
Fue cuando en Venezuela un grupúsculo mantuano pudo entonces hacerse amo y señor —al estilo revolucionario galo— de la provincia exterminando a poblaciones civiles enteras al grito de «tierra arrasada», liderado por la ambición de un bipolar napoleónico de manufactura británica: Bolívar. La flamante «independencia» acabó con la exuberancia de aquella tierra, «la más apacible y próspera del planeta», tan admirada por Humboldt en el año 1800.
Adiós para siempre las cartas directas del Rey, ocupándose personalmente de la justicia y el mérito en sus provincias ultramarinas, como aquella misiva Real en que rechaza con su firma las objeciones mantuanas contra el estatus de «Señoras» acordado por él mismo previamente a las hermanas Vejarano, tres negras esclavas caraqueñas cuyos prodigios en el arte de la repostería les valiera la fundación de una empresa, una patente y una celebridad local (ahora monarcal). Adiós a todo ello…
La República en cambio evidenció su fracaso al no superar el nivel de vida anterior a la «independencia», que contrariamente a lo prometido por sus próceres ni siquiera se dignó abolir la esclavitud.
El único legado de la «independencia» y de su resultante republiqueta (que junto a las otras 19 sólo consiguió la balcanización y el ínter rivalismo del continente —aparte de la muerte de un tercio de la población venezolana—) es un culto bolivarista hueco, anti histórico, preciado indistintamente por ambos chavismo y socialdemocracia: esos dos esperpentos negrolegendarios que reflejan nuestra presente bárbara desgracia.
X. P.
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Fuente:
Xavier Padilla: PARA TERMINAR CON EL MITO DE LA ESCLAVITUD COLONIAL EN VENEZUELA
Solicitan a la Alcaldía de Sevilla retirar estatua de Bolívar por traidor y asesino
Bolívar no “luchó con honor” en las guerras de independencia americanas, asegura la Asociación Viejos Tercios Españoles. La organización, que nació “para la defensa de la Institución Militar”, pidió a la Alcaldía de Sevilla, donde está ubicada la estatua, devolver el monumento a Venezuela.
“Solicitamos su devolución a Venezuela, que la donó en 1981 a la ciudad de Sevilla, comunicando a su gobierno que España sólo honra a sus hijos que combatieron con valor”, expresó Luis Fernando García-Mauriño, presidente de la organización, en una carta dirigida al alcalde de la localidad.
https://cdn.elnacional.com/wp-conten...02/estatua.jpgLa estatua está ubicada en el Parque de María Luisa
Detalló que desde el punto de vista español Bolívar no puede considerarse más que “un traidor al imperio español y un asesino”. El 8 de febrero de 1814, durante las guerras de emancipación americanas, el general rebelde Juan Bautista Arismendi, por órdenes de Simón Bolívar, mandó fusilar a 886 prisioneros españoles en Caracas.
https://somatemps.me/2021/02/22/soli...dor-y-asesino/
Michael Zeuske: «Simón Bolívar era un aristócrata rancio y esclavista»
https://somatemps.files.wordpress.co...p_0.jpeg?w=660
Michael Zeuske es un especialista en el esclavismo en el siglo XIX
Los chavistas venezolanos se la tienen jurada a Michael Zeuske desde que escribió un libro «muy crítico con el mito de Simón Bolívar», al que dedicó su tesis. En 2006 dio una conferencia en Venezuela al respecto: «Desde entonces solo me invitan los colegas de la Universidad católica, que no son muy amigos de Chávez ni Maduro», se ríe.
El historiador alemán niega que, como se suele afirmar, Bolívar acabara con la esclavitud: «No lo hizo. Escribió los textos en los que decía que se liberaría a los esclavos que se alistaran en su Ejército. Lo hizo en 1816, pero casi ninguno se sumó al Ejército porque Bolívar era un gran esclavista, le tenían miedo: contaba con 2.000 esclavos, una decena de haciendas. Era un aristócrata rancio y rico» que solo liberó «con papeles, a seis de sus esclavos».
https://somatemps.me/2021/04/13/simo...ichael-zeuske/
Temiendo una derrota brutal y desesperado, Miranda firmó la capitulación del ejército insurgente el 25 de julio de 1812, marcando el fin de la Primera República.
El canario Domingo Monteverde entra triunfalmente en Caracas el día 30, restituyendo la Capitanía General de Venezuela, el documento de Capitulación contemplaba, que se respetaría la vida, libertad y propiedades de quienes habían formado parte de la insurgencia, exceptuando casos como el del mismo Miranda, que fue apresado y enviado a España.
En agosto de 1812, Monteverde asumió el poder con el cargo de Capitán General, restableciendo la autoridad de la Corona, convocó al cabildo de Caracas, nombró los miembros y los juramentó.
Ese mismo mes se recibió un ejemplar de la Constitución de Cádiz y el cabildo organizó de forma atemporal la Jura de Fernando VII y posteriormente la proclamación y publicación de la nueva Constitución, según se sabe esto despertó las quejas en un sector de la población ya que para estas celebraciones se debía contar con la autorización desde España.
Como era costumbre en los actos de proclamación se realizaban medallas, eran acuñadas para demostrar la fidelidad de la población al nuevo Rey de España; después de celebrar las misas en honor al monarca, seguidamente comenzaban las fiestas y se repartían estas medallas a las personas. Al tener el mismo tamaño y peso que las monedas, circulaban y eran aceptadas en transacciones comerciales, se tiene constancia que esta pieza también sirvió como condecoración.
Se dice que en el acto de proclamación de Fernando VII en Caracas, el mismo Monteverde fue el encargado de llevar el estandarte real.
Señal del control de Caracas por parte de Monteverde, la constituye esta medalla de plata que fue denominada popularmente como la «Jura de Monteverde», festejando la Proclamación de Fernando VII, la promulgación de la Constitución de Cádiz y derogación de la Constitución Federal de 1811.
La medalla lleva el rostro de Fernando VII y en el anverso el escudo de Caracas, con el nombre de Monteverde y la designación oficial de la ciudad: "Santiago de León de Caracas", solo 15 ejemplares de esta pieza sobreviven hoy en día.
Autor: Emilio Acosta.
El día 31 de Julio Numisubastas.com estará subastando una de las 15 piezas sobrevivientes de esta medalla de Monteverde, no dejen de seguir esta subasta.
http://hispanismo.org/attachment.php...id=10315&stc=1
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Fuente:
https://www.facebook.com/Venezuelapr...46360397086960
El 7 de septiembre de 1822, más de un año después de la Batalla de Carabobo, Maracaibo fue recuperada por el general realista Francisco Tomás Morales. Desde entonces la reconquista de la ciudad se convirtió en una prioridad de los republicanos, porque desde ella Morales podía emprender una campaña y conquistar Bogotá, capital de la Gran Colombia, ante la ausencia de Bolívar empeñado en la Campaña del Sur.
El encargado de recuperar la ciudad fue el general de brigada de la Armada colombiana, José Prudencio Padilla. La escuadra realista que defendía la ciudad estaba comandada por el capitán de navío Ángel Laborde.
El 24 de julio de 1823 al amanecer los buques realistas esperaban anclados en línea de batalla al oeste del lago. Los republicanos (superiores en fuerzas) colocaron todos sus barcos en línea paralela a la costa este. A las 11 de la mañana, Padilla se puso a la vela con viento a favor y Laborde ordenó zafarrancho; considerando el estado poco maniobrero de los buques de su mando, Laborde decidió que debía esperarlos al ancla donde los tenía colocados en buen orden.
A las 2 de la tarde, Padilla ordenó a las fuerzas sutiles avanzar sobre los barcos realistas de su clase, a las 2:20, hizo la señal de zarpar, y minutos después, de formar la línea del frente para atacar simultáneamente a todas las naves enemigas, observando movimientos que fueron acordados.
Cuando ya estaban cerca, Laborde mandó a la fuerza sutil realista que diese la vela y reforzara la cabeza norte, trabando un combate a cañonazos con la fuerza sutil enemiga al tiempo que, ya próximas ambas escuadrillas, a las 3:45 PM, rompieron el fuego, que se trabó a corta distancia y muy nutrido por ambas partes, lo que obligó a los independentistas a extenderse por toda la línea. El combate se concluyó al abordaje y se luchó cuerpo a cuerpo.
Al ver perdido el combate, Laborde preparó la retirada con el fin de salvar los pocos buques y hombres que le quedaban, y embarcado en la goleta Especuladora levantó el ancla y logró entrar en Maracaibo con otras tres goletas y dos flecheras, a las cinco de la tarde. Luego Morales capituló y entregó Maracaibo el 5 de agosto.
Autor: Efrain Jorge Acevedo.
http://hispanismo.org/attachment.php...id=10318&stc=1
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Fuente:
https://www.facebook.com/Venezuelapr...44720280584305
Venezuela fue una provincia con poco contacto con el resto del Imperio español, su economía fue autosuficiente hasta fines del siglo XVIII. En los tiempos borbónicos ganó dinamismo con el monopolio del cacao mientras la Corona unificaba el control territorial bajo el poder de Caracas.
La guerra de la independencia diezmó a las fuentes de producción. La recuperación de la economía venezolana fue lenta y sumamente costosa. A diferencia de otras regiones, Venezuela fue el campo de batalla de la guerra de independencia de la Gran Colombia.
Los costos no sólo fueron económicos, sino también en términos poblacionales. Comunidades completas fueron desintegradas, el terremoto de 1812 también contribuyó al despoblamiento. Según las estimaciones, en 1810 la población en el territorio venezolano ascendía a 898.043 habitantes, llegando a un mínimo de 685.212 quince años después.
Gran número de plantaciones cacaoteras fueron destruidas, sus fundos saqueados y la tierra arrasada. El sector agrícola venezolano fue forjado por el cultivo del café y del cacao. Después de la guerra de independencia, hubo una sustitución a favor del café. La replantación de cacaoteros implicaba costos más onerosos comparados con el café.
El escritor e intelectual venezolano Arturo Uslar Pietri, señala:
«La tercera parte de la población venezolana pereció, directa o indirectamente, en la guerra. La prosperidad alcanzada a fines del siglo XVIII desapareció. El Arcaduz quedo sin agua, la tierra sin semillas, el arado sin brazos. Los campesinos se volvieron soldados. El antiguo mayordomo era ahora general o magistrado. Los soldados que regresaban no sabían volver al campo. Preparaban golpes armados contra autoridades o merodeaban las soledades como bandoleros».
Autor: Emilio Acosta.
http://hispanismo.org/attachment.php...id=10321&stc=1
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Fuente:
https://www.facebook.com/Venezuelapr...1770506545949/
¿Hasta cuándo? ¿Por qué los libertadores vinieron de Inglaterra?
Patricio Lons describe la falsificación de nuestra historia con la colaboración del texto ¿Hasta cuándo? escrito por la politóloga peruana Mar Mounier
https://www.youtube.com/watch?v=jBdF1_bZBcc
https://www.youtube.com/watch?v=jBdF1_bZBcc