El monarquista Joaquín de Caicedo y Cuero.

Escrito por Enrique Herrera


Domingo, 25 Enero 2015 19:57







Joaquín de Caicedo y Cuero, presidente de la Confederación de ciudades vallecaucanas y el norteamericano Alejandro Macaulay, son dos personajes que la historia oficial del país ha pretendido ubicarlos como patriotas, cuando en realidad no lo son, de acuerdo a toda una serie de documentos que trataremos en esta oportunidad al cumplirse 202 años de su fusilamiento en Pasto, por órdenes expresa de don Toribio Montes, Presidente de la Real Audiencia de Quito, según se analizará a continuación.

El historiador Emiliano Díaz del Castillo, nos ofrece una gran documentación respecto al comportamiento profundamente monarquista de don Joaquín de Caicedo y Cuero en su libro titulado “Testimonio del Acta de Independencia de Cali” que a continuación se trae a referencia.

En la misiva que suscribe Joaquín de Caicedo y Cuero a Santiago Arroyo de Valencia el 29 de junio de 1810, previene el peligro del dominio francés para lo cual se debe “elegir la forma de nuestro gobierno, atemperándolo a nuestros usos, costumbres y carácter, jurando siempre a Fernando VII y su familia; y que luego, sin pérdida de un momento, se organice en el Reino una Junta Suprema de Seguridad Publica, cuyo principal instituto sea la salud y defensa de la Patria y la conservación de estos preciosos dominios para Fernando y su familia, según el orden prescrito en las leyes. Amigo, bien puede ser que yo me engañe, pero estoy persuadido que el que piense de otro modo, es un traidor. No conoce ni respeta la religión; no sabe estimar la libertad ni la seguridad de la patria…es cuanto podemos hacer por el rey y la patria…”

En el texto registrado no existe duda cuál es el pensamiento de Joaquín de Caicedo y Cuero respecto a la defensa total y absoluta a Fernando VII y su familia, el no hacerlo es ser traidor, irrespetuoso de la religión, lo ha dicho de manera categórica.

El 3 de julio de 1810, así arengaba Caicedo y Cuero: “Religión, Rey y Patria son los sagrados objetos que nos han reunido en este día…hollar los sagrados derechos de la soberanía o ser fieles al virtuoso, al desgraciado ungido del Señor Don Fernando VII, objeto de nuestro más tierno amor y respeto…”, razón por la cual el historiador vallecaucano Germán Patiño Ossa, manifiesta: “se llevó a cabo una junta o reunión extraordinaria del Cabildo de Cali y fue aprobada una declaración que, en sentido estricto, nada tiene de Acta de Independencia, como siempre se ha considerado. Por el contrario, ese texto proclama la adhesión a la monarquía española, al Rey Fernando VII y se considera a España como patria de los firmantes. Su presidente fue Joaquín de Caicedo y Cuero, quien nació, vivió, luchó y murió como realista, hasta donde la documentación permite conocerlo. No fue mártir de la independencia, ni mucho menos protomártir…”

Meses después, cuando integra y preside la junta de las ciudades confederadas del Valle del Cauca para enfrentar militarmente al gobernador de Popayán Miguel Tacón que los había desconocido cuando llamó a conformar la Junta Provisional de esa ciudad, en el acta del 1 de febrero de 1811 se consignó que “la necesidad de su independencia, la de librarse del yugo francés y conservarle estos dominios a nuestro legitimo soberano el Señor Don Fernando Séptimo…”

El juramento que hicieron puestos de rodillas los compromete a “la defensa de nuestra Santa Religión, sin permitir otra, fidelidad y vasallaje al señor don Fernando Séptimo, nuestro amado soberano y conservar estos lugares para el mismo, sacrificándose gloriosamente por la patria...”, según dice el acta en referencia.

Joaquín de Caicedo y Cuero sigue los lineamientos que encontramos tanto en el acta del 10 de agosto de 1809 en Quito como la del 20 de julio de 1810 en Santafé de Bogotá, mal llamadas de independencia, donde se consigna el reconocimiento monárquico a Fernando Séptimo, la defensa a la religión católica y la guerra frontal a los franceses en cabeza de Napoleón Bonaparte.

A la acta del 3 de julio de 1810 donde ciertos historiadores pretenden ponderar como de la independencia de Santiago de Cali, se suma el denominado “testimonio del acta” que el historiador Emiliano Díaz del Castillo encontró dentro de la documentación que heredara de su familia donde se ratifica el profundo amor, respecto y vasallaje del Cabildo caleño presidido por Caicedo y Cuero para con Fernando Séptimo: “A este fin se dirigen sus deliberaciones, al mismo sus acuerdos. Tenga pues, Vuestra Majestad, la bondad de estimarlos como un brote de nuestra fidelidad, como un testimonio de nuestro amor a Fernando, como una precaución necesaria para conservarle las posesiones del Nuevo Mundo, si se pierden las del antiguo. Si llega este caso desgraciado, organícese el Gobierno en estos países, donde no tiene influjo el plan mortífero del usurpador. Vengan los respetables individuos de ese Concejo Soberano, vengan los ilustres españoles, que hayan acreditado su fidelidad en esta época sembrada de sangre, y de todo género de calamidades. Vengan, que los recibiremos con los brazos abiertos, y nos reuniremos todos, proponiéndonos por único objeto la pureza de nuestra Religión Santa, y la felicidad de la Patria, que hemos de conservar a sangre y fuego para el inmortal Fernando Séptimo …”

Visto a grandes rasgos la actitud monarquista de Joaquín de Caicedo y Cuero en los meses previos a la campaña que va emprender contra Pasto y su gente cuando viene tras las 413 libras de oro al igual que lo hicieron las tropas quiteñas que ingresaron a sangre y fuego el 22 de septiembre de 1811, adentremos en el análisis de los comunicados que Caicedo y Cuero hace llegar al Cabildo de Pasto, donde nuevamente sale a flote su decidido monarquismo a favor de Fernando Séptimo.

“Yo sé bien que Usted- dice Caicedo y Cuero a Tomas de Santacruz en carta del 13 de septiembre de 1811- y todo ese honroso vecindario (Pasto) han tomado las armas engañados por la más vil calumnia, de que nosotros obramos contra la religión y el Rey…Sé que nos marca con la infame señal de insurgentes y revolucionarios, cuando hacemos alarde de ser fieles vasallos de Fernando VII y de venerar la santa religión que profesamos”.

En cuanto al norteamericano Alejandro Macaulay, quien también vino agredir a Pasto y su gente con el pretexto de rescatar a Joaquín de Caicedo y Cuero que estaba preso con algo más de cuatrocientos soldados. Incumpliendo el pacto que firmara con las autoridades del Cabildo de Pasto para que se regrese a Popayán con sus tropas y el grupo de presos que se le hizo entrega, pretendiendo burlar el paso hacia Quito es detenido, juzgado y luego ejecutado por ordenes de Toribio Montes en compañía de Caicedo y Cuero y un grupo de oficiales caleños. El verdadero propósito, el objetivo que tenía Macaulay para pasar a Quito no era otro que encontrarse con Claudina Montes, la hija del presidente de la Real Audiencia de Quito Don Toribio Montes, razón por la cual tampoco se lo puede calificar de patriota o promotor de la independencia de España.

Visto a grandes rasgos pero con contundente documentación se ha demostrado el total y absoluto monarquismo de Joaquín de Caicedo y Cuero al igual que del norteamericano Alejandro Macaulay, ahora traemos a referencia dos artículos de académicos vallecaucanos que coinciden con nuestro planteamiento de desconocer por completo el patriotismo de Joaquín de Caicedo y Cuero y lo ubican como debe ser un simple monarquista, como se entra a demostrar

El historiador German Patiño Ossa, se refiere así al problema planteado: Cuando esta columna aparece en cercanías del 3 de julio se vuelve un ritual casi obligado: debe controvertir a los malos historiadores que crearon un mito según el cual en Cali se proclamó la Independencia el 3 de julio de 1810.

Hay que decirlo una vez más: en esa fecha no se produjo ninguna declaración de independencia de España por parte del cabildo caleño y tampoco de su presidente, Joaquín de Caicedo y Cuero. Por el contrario, lo que se reafirmó fue la lealtad a la corona española y al “bienamado” rey Fernando VII, como se puede leer textualmente en el acta que da cuenta de lo sucedido en la sesión extraordinaria de ese día.

¿De dónde salió entonces la especie que todos los años congrega a autoridades alrededor de la celebración de una supuesta ‘independencia’, que nunca fue? Del hecho de que la declaración del cabildo de Cali en su sesión extraordinaria del 3 de julio se embolató en el archivo nacional y también a que no se conservó en el Archivo Histórico de Cali, circunstancia que fue aprovechada por algunos aficionados a la historia que, henchidos de amor por su patria chica se la imaginaron como ‘precursora’ de la independencia en Colombia, y se dieron a la tarea de propalar aquella suposición por todos los medios, sin que nadie se atreviera a controvertirlos.

Como el acta del 3 de julio estuvo perdida 180 años, hasta que el historiador José Tomás Uribe la encontró en el Archivo Nacional y además quienes sostenía la barbaridad de la ocurrencia de un movimiento independentista eran personas respetables agrupadas en la academia vallecaucana de historia, nadie tuvo el coraje de dudar de aquellas afirmaciones estrambóticas, con excepción de este columnista y unos pocos historiadores más.

Desde luego, cuando apareció el Acta, los sostenedores del mito lo primero que hicieron fue dudar de su autenticidad y pidieron la realización de pruebas técnicas para certificarla. Hechas las pruebas que garantizaban la veracidad del documento, y pese a que pone en evidencia que no hubo tal “grito de Independencia en Cali”, no han tenido hasta ahora la decencia intelectual de reconocer el error en el que incurrieron durante años y continúan propalando falsedades alrededor del proceso de independencia en Cali y el Valle del Cauca.

Su visión de la historia es clasista y busca entronizar en el panteón de próceres a personajes que pertenecieron al reducido grupo social de hacendados esclavistas, fieles a la corona española y serviles adoradores del monarca español, Y lo siguen haciendo pese a la evidencia documental, que es abrumadora, con una tranquilidad que hace dudar de que estén en sus cabales.

El Miembro de Número de la Academia de Historia del Valle del Cauca, Cristhian Caicedo de la Serna, se manifiesta así respecto a la falsa independencia de Cali y luego la de Santa Fe de Bogotá, el artículo titulado Grito de independencia del 3 de julio: “El 28 de junio de 1810, en la Casa Consiterial, convocado el Cabildo Extraordinario a petición de Antonio Camacho, Sindico Personero de Cali, éste dice que la Península está “casi enteramente sujeta al yugo francés” y se deben tomar “las providencias convenientes para mantener la seguridad de estos dominios para nuestro rey cautivo que es el ídolo de todos sus vasallos americanos”, si no “el vasallaje, la fidelidad que todos debemos hemos jurado a nuestro legitimo Soberano el Señor Don Fernando VII vendrá a ser del Tirano Usurpador –léase Napoleón Bonaparte- , la patria… vendrá a ser presa de ese hombre particular por sus perfidias y crímenes…si respetamos la sagrada religión, si amamos a Fernando VII, si le queremos conservar libres e independientes estas inmensas posesiones, del dominio del usurpador, es necesario, yo lo repito que despertemos, que abramos los ojos, que no nos dejemos sorprender en la presente inacción…” Este discurso es realista, no de sublevación contra España.

El 30 de junio de 1810, se celebró en Cali, en él, Joaquín de Caicedo y Cuero manifestó que hemos de conservar estos dominios para Fernando, nuestro joven y cautivo monarca, víctima de los hombres extraordinarios por sus maldades, el infame Godoy que lo entrega y el traidor Bonaparte que lo aprisiona…” A raíz de estas sesiones, se celebró la Junta Extraordinaria del Cabildo de Cali el 3 de julio de 1810- QUE A ALGUIEN LE DIO POR LLAMAR DE INDEPENDENCIA DE SANTIAGO DE CALI, LO CUAL ES UNA BARBARIDAD- en esta junta del 3 de julio, dijeron que España estaba perdida y se tenía “el próximo riesgo de ser esclavizada por el tirano Napoleón y reducida a su obediencia …en consecuencia reflexionado los señores del presente congreso los males e irreparables daños que puedan venir a estos dominios acordaron: se le presente al Consejo de Regencia la debida obediencia como el Tribunal en que se ha depositado la soberanía se le preste por esta ciudad el juramento de obediencia y homenaje como a nuestro Rey y Señor Natural…Que viniendo de España los vasallos fieles, hagan un mismo cuerpo con nosotros, como que todos tenemos iguales obligaciones de religión, vasallaje y patriotismo, jurando conservar estos dominios y defenderlos a sangre y fuego para Fernando VII y su familia…Que se pida al Virrey – Amar y Borbón la convocatoria e instalación de una junta Superior de Seguridad Publica en aquella capital – en Santa Fe de Bogotá-, cuyo principal instituto sea la salud y conservación de la patria y de estos preciosos dominios para Fernando VII y su familia…” Esta junta Superior de Seguridad Publica, es la se crea e instala en Santa fe de Bogotá el 20 de julio de 1810 y cuya acta se conoce apócrifamente como de independencia- En consecuencia de todo, puestos de rodillas los señores que asistieron al presente congreso- el de Cali- delante de la imagen de Nuestro Señor Jesucristo Crucificado, juraron por él, la Santa Cruz y sobre los Santos Evangelios, de prestar obediencia y homenaje de fidelidad al Consejo de Regencia en representación del Señor don Fernando VII, firma el acta entre otros don Joaquín de Caicedo y Cuero.

El acta del Cabildo de Cali de 3 de julio de 1810, de MANERA ABSURDA, ha sido declarada por historiadores como de independencia de Cali, cuando es de fidelidad a Fernando VII, de prepararse a defender estas tierras para el Monarca Español y no dejar que usurpador Bonaparte se apodere de ellas, para lo cual los caleños, están dispuestos a luchar hasta derramar la última gota de sangre por defender la Patria Española. Decir lo contrario es magna ignorancia.

Es falso que dicho 20 de julio de 1810 se dio nuestro grito de independencia de España. Afirmarlo es farsa que durante más de un siglo han incrustado en el cerebro de la juventud, cándidos maestros e historiadores y libros fanáticos, tendenciosos, que han corrompido la historia hasta mitificarla, engañando a un pueblo crédulo. Se trató, como en España, de combatir el yugo francés a través de juntas de gobierno en ciudades o regiones, que no querían hacer parte de la Junta Central Suprema Gubernativa del Reino. Estas juntas, de las ciudades españolas y americanas, como la Central de Cadiz, eran realistas.

Dice la mal llamada Acta de Independencia Nacional del 20 de julio de 1810, que los cabildantes santafereños juraron así: Puesta la una mano sobre los Santos Evangelios y la otra formando la señal de la cruz, a presencia de Jesucristo Crucificado, dijeron: Juramos por el Dios que existe en el cielo, cuya imagen está presente y cuyas sagradas y adorables máximas contiene este libro, cumplir religiosamente la Constitución y voluntad expresada en esta acta acerca de la forma de gobierno provisional que ha instalado; derramar hasta la última gota de nuestra sangre por defender nuestra Sagrada Religión, nuestro amado Monarca Don Fernando VII y la libertad de la Patria.

En esta acta del 20 de julio, está probado que se juró defender el Nuevo Reino, del dominio de Francia; de dar hasta la vida y derramar hasta la última gota de nuestra sangre por la religión católica, apostólica y romana, por la Patria y por el Rey de España y de América, el Amado Fernando VII; es demostración perfecta que el grito de independencia es un disfraz fijado en la mente de varias generaciones de colombianos, al negarse a aceptar la verdad. Nuestra guerra de independencia, fue la misma guerra de la península y sus dominios: quitarse de encima el yugo francés, lograr nuestra libertad de Francia. Eso es lo que en verdad histórica celebramos alborozados el 20 de julio de cada año. Eso es lo que hay que rectificar para que los colombianos no sean embaucados desde temprana edad; para que los ciudadanos en general, sean conscientes de la realidad histórica, para que se encuentren con una nueva patria libre de falacias, de mitos y leyendas que se parecen a las victorias de don Pelayo…”

Son interesantes apartes del artículo escrito por el historiador vallecaucano, Cristhian Caicedo de la Serna, miembro de Número de la Academia de Historia del Valle del Cauca.



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Fuente:

El monarquista Joaquín de Caicedo y Cuero.