¿Pues á quién va á afectar si no la Constitución de Puerto-Rico en Cuba? ¿A. los leales? ¡Ah, señores! Yo no puedo hacer esa ofensa á los leales defensores de la isla de Cuba. Esos leales defensores, que confundidos, que mezclados con los insurrectos, no se doblegan á nada y cada día están más firmes sosteniendo el estandarte de Castilla, ¿van á perder algo de esa animación y de ese valor por que se proclame una Constitución en Puerto-Rico? ¿Por qué les hiere que en Puerto-Rico se gocen derechos políticos? ¿Por qué les hiere? ¿Es porque no pudiendo ellos gozar de esos mismos derechos, de esas mismas libertades, de ese mismo bienestar, se quejan de que lo disfrute la pequeña Antilla? Señores, si Cuba está enferma, si está paralítica, si no puede moverse, y nosotros en PuertoRico gozamos de salud por la Providencia Divina ó por nuestra mejor conducta, ¿hemos de privarnos del paseo y de la diversión porque no se queje, porque no se conduela la hermana enferma? Ese seria mucho egoísmo, y no creo yo que se abrigue en el pecho de los leales cubanos; pero si así fuera, no habría más que aconsejarles la caridad, que es la virtud contra la envidia.
¿O es que no quieren ni oir el nombre de la libertad, ni oir hablar de derechos políticos? Pues en mala situación se encuentran, porque de un lado tienen á Santo Domingo, que es un vandalismo, y del otro los EstadosUnidos, de donde no pueden llegar más que voces de libertad.
Pero si dentro de la misma isla tienen el foco revolucionario, y si por estar oyendo gritos de independencia diariamente, ellos no pierden su valor, ¿habían de oir ni siquiera una débil voz que se levantara en Puerto-Rico para decir viva la libertad? No llegaría á la isla de Cuba, no: los leales cubanos, insulares y peninsulares, que hoy defienden allí tan heróicamente la bandera de Castilla, recibirán con aplauso todo lo que acuerden las Cortes Constituyentes y el Gobierno, así como todo lo que mañana acuerde cualquier Gobierno que se constituya en la Península.
No hay temor de que ellos decaigan de su gran patriotismo: allí se grita: ¡Viva España 1 pero esto significa ¡Viva el Gobierno español, la obediencia á la madre Pátria! porque este es el patriotismo. En Cuba no se grita ¡Viva Españal como se gritó el año 10 en Venezuela; y más luego en Méjico ¡Viva Fernando VIII: gritando ¡Viva Fernando VIII se desconocía la autoridad de la junta de Cádiz, y se separaban de la madre Pátria. Allí se grita: ¡Viva España! significando ¡Viva el Gobierno de la Metrópoli, el Gobierno español, á quien todos obedecemos: Esa es la lealtad, ese es el patriotismo. De manera, que
sea cual fuere la resolución de las Cortes Constituyentes y del Gobierno, los leales cubanos insulares y peninsulares absolutamente nada tendrán que sentir en la isla de Cuba.
Pero se dice: seria un desaire á hombrea que hacen tantos sacrificios, el no prestar oídos á su exposición. Cada cual, señores, tiene derecho á pedir ante los tribunales de justicia, gato el Gobierno y ante las Cortes lo que crea justo, necesario y conveniente. Pero por elevada que sea la gerarquía del que lo pida, ¿han de atender á ello el tribunal, el Gobierno y las Córtes Constituyentes? Pues si creen que no es justo, ni conveniente, ni aceptable, lo desatenderán, porque de otro modo no podría haber tribunales, Gobierno, ni Córtes Constituyentes.
Esa exposición es como otras tantas que estoy viendo presentar todos los dias, pidiendo, por ejempio, que se nombre Rey al Duque de la Victoria, que se proclame la república unitaria ó la federal, etc., etc. Esto se oye, se lee, se atiende; pero si no es justo, si no es conveniente, no se ofende á los que presentan las expo siciones con no concederles lo que piden.
Hay más, señores: ¿cuándo ha venido esa exposición de la isla de Cuba? Como dije al principio, trae la fecha de 5 de Enero; es decir, cuando llegó allí el correo que salió de aquí el 15 de Diciembre, que era cuando ya estábamos ocupándonos en el proyecto de Constitución.
Da manera, que de aquí iría la excitación , naturalmente, para que viniera la representación, porque en el mismo mes de Diciembre se anunció aquí en diversos periódicos qu<> vendría la exposición de loe cubanos, cuando no estaba hecha ni menos estaba firmada. Y, señores, ¿puede decirse que esta exposición sea efectivamente la voluntad de todos los buenos españoles de la isla de Cuba? Así se supone; pero hace pocos dias he visto presentar un proyecto de ley para conceder una pensión á los hijos de Castañon, cuyos méritos, españolismo y lealtad se han ponderado considerando á Castañon como defensor acérrimo de España.
Pues bien, aquí tengo la protesta de ese periódico, La Voz de Cuba, que dirigía Castañon, donde se protesta contra esa exposición, y dice que esa no es la voluntad de todos los españoles; y concluye observando que hay una contradicción en los señores que firman esa exposición, al usar del derecho de petición, que es un derecho político, á la vez que repugnan todos los derechos políticos. Esto lo dice el diario de Castañon, no son los diarios de los fi^ libusteros; es el diario de un hombre á cuyos hijos se les va á señalar una pensión por las Córtes Constituyentes, á cuyos hijos se les va á dar una gran suma de dinero en Cuba y Puerto-Rico en premio de los grandes servicios que su padre prestó á la causa de España.
Pues esto significa para mí más que la exposición de las 13.000 firmas.
Pero se dice: si Puerto-Rico ha estado por tantos años bajo el régimen que hoy tiene, ¿qué inconveniente hay en que siga por unos cuantos años más, mientras la isla de Cuba se pacifica?
Es muy fácil, señores, aconsejar esa calma, esa prudencia, esa espera. Pero ¿sabéis cuál es el régimen político hoy en la isla do Puerto-Rico? Pues no es más que la autorización dada al gobernador superior civil, capitán general, por Real orden de 28 de mayo de 1825, en que se le faculta para extrañar de la isla á cualquier persona que infunda sospecha por su conducta pública ó privada. El capitán general Latorre recibió esa Real órden el año 25. Ni hizo uso de ella ni se acordaría de ella; otros muchos han hecho lo mismo. Capitanes generales dignísimos ha habido allí. ¿Cómo no he de recordar jo al Conde de Miraflor, al general Norzagaray, á Méndez Vigo, Cotoner, Pavía, al general Prim, que pasó fugazmente por Puerto-Rico? ¿Se acordaron de esa Real órden? ¿Hicieron uso de ella? No; pero otros lo han hecho, y han hecho mal uso, muy mal uso. Qué, ¿no hemos visto venir á la Península á hombres autorizadísimos, ricos propietarios? ¿Por qué? Por no haber asistido á una junta á que les citó el intendente. Y á uno de ellos se le ha cogido en dia de fiesta y se le ha traído á la capital de una quinta, donde se distraía; y se le ha metido en el moro y se le ha impuesto una multa de 500 pesos. Pues no era filibustero, que era español, y buen español, rico, prior del Tribunal de Comercio. Y en vano fueron sus reclamaciones: el principio de autoridad tenia que dejarse bien sentado. Por esta razón tenemos que rogar constantemente que el que vaya allí sea un hombre de luces y que' no sufra un dolor de cabeza, pues si se levanta de mal humor, puede hacer uso de esas facultades extraordinarias.
Pues qué, ¿no hemos visto que un hombre eminentemente liberal que ha llegado allí proclamando esos principios, después de sufrir un ataque cerebral, de cuyas resultas se decía no había quedado bien en sus facultades intelectuales, comenzar las persecuciones y mandar dar azotes, sin formación de causa, sin oir ni en juicio verbal á hombres libres, á artesanos, sobrecogiéndose la isla y estremeciéndose todo el mundo? ¿Es este sistema político?
Pero lo raro es esto; esto es lo grave. Enel año 25 se dió esta Real órden, y el Conssjo de Indias le decia al Rey Fernando VII que no concediera esas facultades omnímodas á los capitanes generales; que era menester dejar la libertad á los tribunales de justicia; que estas facultades traían la perturbación, las arbitrariedades, y que se habían estas ejercido recientemente en Venezuela, que ya estaba perdida para España. Esto decia el Consejo de Indias al Rey absoluto D. Fernando VII, y sin embargo, las facultades se dieron. ¿Y existen, señores, después que desde el año 36 tenemos libertad en la Península más ó menos? ¿Y existen esas facultades, á que se oponia el Consejo de Indias el año 25, después de la revolución de Setiembre? ¿Es esto lógico? Pues no solo existen, sino que ae han ratificado; y. digo que se han ratificado, porque al disponerse las elecciones de Diputados en Puerto-Rico se suspendieron los efectos de esa Real órden únicamente durante el período electoral.
¿Y esto hace un Gobierno revolucionario? ¿Y con esto puede decírsenos: «vivís tranquilos, tenéis seguridad personal y en los intereses?» No; allí no hay tranquilidad posible; todo depende del capricho ó del mal humor ó de un chisme de un malqueriente. ¿Y á esto se nos dice: seguid gozando de ese bienestar que estáis disfrutando hace tanto tiempo? Que haya allí personas que quieren ese sistema, ¿quién lo duda? ¿En qué país del mundo faltan hombres que no tienen desarrollado más órgano que el de la adquisibilidad? Al que no trata más que de hacer su negocio, de adquirir una fortuna para poder gozarla en otra parte, á ese no le importan derechos políticos ni Impolíticos; pero á los que allí viven, á los que tienen allí su familia, á los que tienen sus hijos, á los que piensan que esa familia radique en el país, ¿cómo no les ha de importar, señores, tener instrucción, tener libertad, tener seguridad personal, tener derechos de ciudadano? ¿Cómo ha de conformarse con no ser nada, con no ser hombre? En la isla de Puerto-Rico habrá esos hombres, como los habrá en la isla de Cuba. Pues qué, ¿no lo ha dicho terminantemente en el Senado el Sr. Duque de la Torre, boy Regente del Reino? Pues muy claro lo manifestó. Dijo el
señor general Serrano: «Me precio de hombre leal y verídico, y diré que cuando he querido sondear en este punto la opinión de Cuba, he hallado que todos los que ee dedican al tráfico negrero son opuestos á estas como á otras reformas: que muchos peninsulares quieren el stalu qw, y algunos hijos del país no quieren que haya Diputados. ¿Pero quiere decir esto que la mayoría piensa así? Pues yo digo que no.»
Esto dice el Sr. Duque de la Torre. Le felicitaron por ello las principales personas de la isla de Cuba, más de 20.000 firmas, y entre ellas las de importantísimos sugetos, como el Conde de Cañonge, el Conde de Santorenia, Marqués de Duquesne, Conde de Casa-Bajona, los Ofarrill y Ofarrill, Sambrana, Pozos Dulces, etc., etc.
¿Y qué dicen estos representantes de aquel país al Duque de la Torre? Le dicen: «¿Cómo habían de consentir los que medran con el monopolio d se enriquecen traficando con la honra de la Nación en que Cuba obtuviera la reforma política á que aspira por derecho y por conveniencia general, si ella ha do producir por primer resultado la abolición de injustos privilegios y el fin de tamañas arbitrariedades? La reforma política que debe acompañar, si no preceder y sancionar las de otro género qua V. E. ha expecificado, se hace hoy más que nunca necesaria.»
Y concluyen diciendo: «Injustas prevenciones, quiméricos temores, y muy particularmente esos intereses privilegiados y bastardos de que antes hablamos, han mantenido en pié la obra que pudiera conducir á una separación moral entre hermanos... Tiempo es ya que España pruebe que su propósito es gobernar con el blando cetro de! amor y de los mutuos intereses, rechazando como indigno de su cultura y civilización el régimen de exclusión y desconfianza que solo agravios y descontentos siembra entre los miembros de una misma familia.»