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Tema: La mujer hispana en América.

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    Re: La mujer hispana en América.

    #TeMostramos el retrato de Francisca Javiera Tomasa Mier. La cartela del retrato señala uno de los destinos comunes entre las ricas criollas novohispanas: el convento. Es probable que el cuadro fuera encargado al pintor para representar la riqueza y el poder de la familia de esta joven de la alta sociedad antes de su reclusión como monja. #colecciónMNH











    _______________________________________

    Fuente

    https://www.facebook.com/museodehist...58565590500823
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  2. #42
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    Re: La mujer hispana en América.

    Isabel Rodríguez, médico de las tropas de Hernán Cortés

    por José Carlos Mena | Ene 27, 2021






    La toma de Tenochtilan

    En 1519 empezó la gran aventura de Hernán Cortés. Tras la inestimable ayuda de sus aliados tlaxaltecas y totonacas, pues Cortés solo disponía de varios cientos de hombres, entre infantes, jinetes, arcabuceros, ballesteros y auxiliares, el 13 de agosto de 1521 tomaba, tras un prolongado asedio, la capital mexica de Tenochtilan. Un hecho trascendental y un choque entre culturas tremendo en pleno siglo XVI.

    En aquellas andanzas además de Aguilar, un español retenido por una tribu maya durante ocho años, Cortés contó con la inestimable ayuda de Doña Marina, “La Malinche”. La combinación de ambos fue fundamental para entenderse con los pueblos que se encontraban, cada uno con su idioma, costumbres, sistema social y forma de guerrear. La Malinche, entregada a los conquistadores españoles como esclava tras la batalla de Centla, fue fundamental en la vida de Cortés, incluso le dio un hijo al que llamó Martín.

    Mujeres para la historia

    Pero no fue la única mujer que participó en la conquista del imperio mexica, no fue la única que vivió mil aventuras y peligros. En aquel mundo desconocido, donde la muerte pululaba en la espesura del bosque, donde las penalidades se mezclaban con lo exótico, donde el peligro asechaba en las sombras y las batallas se intercalaban con los parlamentos, muchas mujeres fueron protagonistas. No se sabe, a ciencia cierta, cuántas entraron en Tenochtilan con Hernán Cortés pero las fuentes apuntan, aproximadamente, a doce.

    Hoy me quiero detener en una de ellas, en Doña Isabel Rodríguez. Aunque se desconocen muchos detalles de su vida, los cronistas de la época la mencionan, sobre todo Bernal Díaz del Castillo, Francisco Cervantes de Salazar y Juan de Torquemada.

    La expedición de Pánfilo de Narváez

    Al parecer, igual que algunas mujeres más, Isabel arribó a las costas de la actual México acompañando a su marido, Miguel Rodríguez de Guadalupe, que formaba parte de la expedición mandada por Diego Velázquez, gobernador de Cuba, para apresar a Cortés. Aquella expedición la comandaba Pánfilo de Narváez y fue sorprendida, de noche, por el conquistador extremeño una vez que tuvo noticias. Desbarató los planes de Velázquez.

    Cortés convenció a la mayoría de los expedicionarios para que se unieran a sus huestes y mandó de vuelta a Cuba a Pánfilo. Miguel, el marido de Isabel, fue uno de los que se quedaron con Cortés para vivir aquella gran aventura y ella, dispuesta y capaz, no se quedó de brazos cruzados mientras su marido luchaba. Haciendo acopio de su inteligencia y maña inició una labor asistencial tremenda, atendiendo y curando a múltiples heridos, tanto españoles como sus aliados indígenas. Ejerció de médico de aquellas tropas.

    Otros autores

    Muchos autores han escrito sobre esta heroína, que lo dio todo para curar a los soldados. Así reflejaba Cervantes de Salazar, en su “Crónica de la Nueva España” (1575), la excelente labor de Doña Isabel como médico de las tropas de Hernán Cortés:

    “…como eran tan continuas las refriegas, salían de la una parte y de la otra muchos heridos, de tal manera que no había día que, especialmente de los indios amigos, no saliesen cient heridos, a los cuales una mujer española, que se decía Isabel Rodríguez, lo mejor que ella podía les ataba las heridas y se las sanctiguaba -en el nombre del Padre y del Hijo e del Espíritu Sancto, un solo Dios verdadero, el cual te cure y sane-, y esto no lo hacía arriba de dos veces, e muchas veces no más de una, e acontescía que aunque tuviesen pasados los muslos, iban sanos otro día a pelear argumento grande y prueba de que Dios era con los nuestros, pues por mano de aquella mujer daba salud y esfuerzo a tantos heridos, y porque es cosa que de muchos la supe y de todos conforme, me paresció cosa de no dexarla pasar en silencio”.

    También Hugh Tomas, el gran hispanista, en su obra “La Conquista de México”, nos enseña el papel fundamental que tuvo Isabel Rodríguez en la curación y cuidado experto de las tropas de Hernán Cortés.

    Y más recientemente, el escritor y experto en Hernán Cortés, Iván Vélez, en su obra “La Conquista de México, nos ofrece estas palabras sobre nuestra protagonista:

    “Mientras los mexicas aprovechaban para entorpecer la circulación de los bergantines, en el campamento español se atendía a los heridos. Allí, entre el rumor de los salmos, las heridas se quemaban con aceite y se entrapajaban. En estas tareas se mostró muy diestro el artillero Juan Catalán, pero también la piadosa Isabel Rodríguez y la mulata Beatriz…”

    Médico hasta el final de sus días

    Cierto que no conocemos muchos datos más sobre Isabel, pero es bastante para vislumbrar su destreza y su valentía en un mundo nuevo, repleto de peligros. Una medicina primaria para curar heridas y paliar los dolores, una medicina de guerra que fue, poco a poco, mejorando para beneficio de sus pacientes.

    Doña Isabel Rodríguez enviudó y se casó de nuevo, estableciéndose en Tacubaya, donde, según parece, siguió ejerciendo como médico por el resto de su vida. Medicina y aventura, una mujer en vanguardia y una historia para recordar de esta heroína que entró en Tenochtilán el 13 de agosto de 1521 y cuidó, auxilió y curó a las tropas del gran Hernán Cortés.

    Otra heroína para la historia de España, otra gran mujer que contribuyó a poner los cimientos de un gran imperio. Hubo muchas más.

    (Gracias a Daniel Arveras por los datos que ofrece en su web y por sus magníficos libros que tanto nos ilustran)




    https://sonrisasenelcamino.es/isabel...hernan-cortes/




  3. #43
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    Re: La mujer hispana en América.

    Mencía Calderón, primera adelantada en el Nuevo Mundo

    por José Carlos Mena | Nov 11, 2020



    No fueron solos

    Como reza el título del libro editado por el Ministerio de Defensa en 2012 “No fueron solos” y efectivamente no lo hicieron, ni fueron, ni lucharon, ni construyeron, ni contribuyeron a engrandecer el Nuevo Mundo, la España allende los mares, el Imperio donde jamás se ponía el sol. Y sí, las mujeres fueron pieza fundamental para aquella tarea titánica empezada por Colón en 1492.

    Desde el primer momento las mujeres se empeñaron en la empresa de América. Ya en el tercer viaje de Colón iban mujeres en las naos para hacer un labor encomiable, para poner piedras civilizadoras y fundar poblaciones. El mestizaje estaba consentido, incluso por los Reyes Católicos, y el trabajo era inmenso. Ciudades, universidades, hospitales, conventos, cabildos… ingente movimiento para trasladar la España peninsular a los territorios de ultramar. ¿Alguien me puede decir cuántas universidades u hospitales fundaron los ingleses en América? ¿y los Portugueses en Brasil? Pues eso.

    Y como he dicho, contribuyeron en todo. Ahí están los archivos. Y aunque son muchas podemos citar algunos ejemplos como Malinche junto a Hernán Cortés, mujer autóctona y con coraje, que contribuyó mucho al camino del conquistador extremeño. Mujeres navegantes, luchadoras y Valientes. Isabel Barreto, Inés Suárez junto a Valdivia, Beatriz de la Cueva (segunda esposa de Pedro de Alvarado) y nuestra protagonista, Mencía Calderón, primera adelantada en América, pero ¿Qué era un adelantado?

    Primera Adelantada

    Ser Adelantado era una dignidad recibida por parte del rey, que era encomendada para realizar algo, para acometer alguna tarea importante. El adelantado, en el Nuevo Mundo, solo daba cuentas al Virrey. La figura del adelantado de frontera nació en la última parte de la Edad Media, con funciones militares, gubernativa y judiciales, con la tarea difícil de mantener a raya a los musulmanes. España, involucrada al máximo en una tarea de reconquista, acostumbrada a lo largo de los siglos a gestionar los “limes” de sus reinos, donde aprendió todo lo necesario para poner en marcha en las nuevas tierras, siguió usando esta figura.
    Pues bien, aquella estructura organizativa, viva y vigente en la frontera cámbiate de aquella España tardo medieval, donde destacaban los escribanos, los traductores, los cartógrafos y otras tantas figuras necesarias para seguir avanzando y protegiéndose a la vez, cruzó el charco e hizo posible, como ya he mencionado, la conquista de América.

    Mecía Calderón Ocampo era natural de Medellín, un pueblo de Badajoz (Extremadura). Se casó con Juan de Sanabria, que era viudo y adelantado del Río de la Plata. Sanabria falleció inesperadamente en Sevilla, mientras preparaba una expedición de 6 barcos con la misión de llevar 100 familia y unos 300 jóvenes, entre hombre y mujeres, a fundar dos pueblos y dar estabilidad a una zona fronteriza con los portugueses, en la actual Paraguay, que estaban importunando constantemente.

    Salvando la expedición

    Aunque hay siempre hay dudas y temores al comenzar una empresa de aquel calibre, todo se precipita con la muerte de Sanabria. Una expedición contaba con patrocinadores y sufragadores, que se retiraron una vez tuvieron conocimiento del fallecimiento. Contratiempos que apenas se solucionaban, ni siquiera con el nombramiento del nuevo adelantado, el joven Diego de Sanabria, hijo de Juan e hijastro de doña Mencía. El temporal se cernía sobre la expedición incluso antes de haber partido. Aquí es cuando nuestra protagonista se propuso, a toda costa, salvar la empresa y proponerle algo inédito al Rey: el adelantamiento compartido con su hijastro. Para gozo y orgullo de doña Mencía, el monarca aceptó. Un poder de convicción indudable y un carisma digno de mención.

    Y ella se puso manos a la obra desde el primer momento. Contuvo la sangría de caudales, los patrocinadores volvieron y la expedición tomaba forma. Así, el 10 de abril de 1550 partían desde Sanlúcar tres embarcaciones: el patache San Miguel, la carabela Asunción y la nao San Juan. Doña Mencía se hizo a la mar con sus tres hijas y encabezando un grupo de 50 mujeres, la mayoría jóvenes casaderas. El joven Diego quedó en España con la misión de recaudar más dinero para la expedición, para mandar los tres barcos restantes.

    Temporales, piratas y portugueses

    A partir de aquel momento, a partir de fijar el rumbo hasta las Américas, las peripecias, contratiempos y desgracias, se cebaron en la expedición. Penalidades, tormentas, la furia del Atlántico, e incluso, un pirata normando, siempre avizor a víctimas indefensas, que atacó el patache donde viajaban las mujeres. Así, de aquellos 3 barcos solo dos consiguieron llegar a la Isla de Santa Catalina, en Brasil. Pero allí, lo que podía empeorar, empeoró.

    Una vez que arribaron a tierra firme, fueron apresadas por los portugueses, que la retuvieron por 2 años. Lucha, entereza y valor personificados en doña Mencía que, a pesar de todo, y en un tiempo donde las violaciones estaban a la orden del día, había conseguido mantener a salvo el grupo, incluso preservar el honor de las mujeres. Pero las desgracias seguían acechando en la espesura de la selva.

    Estando presa de los portugueses, doña Mencía tuvo conocimiento de los avances de su hijastro. Tuvo certeza que había conseguido el dinero necesario para armar otros tres barcos y que había partido de puerto pero también supo que una terrible tempestad hizo que la expedición naufragara frente a las costas de Venezuela. Todo se había perdido, incluso al joven don Diego se le dio por muerto. A partir de aquel momento, el adelantamiento compartido perdía su vigencia. Doña Mencía se quedaba sola en el nuevo mundo, y aunque ya no tenía la condición de adelanta, se sentía responsable de un grupo de mujeres, tenía una misión (con unas cláusulas marcadas de su contrato con el Rey) y estaba dispuesta, a toda costa, en cumplirla. Así que fundó el fuerte de San Francisco (actual Sao Francisco do Sul)

    El fuerte de San Francisco

    Aquel asentamiento, aquel fuerte fundado por doña Mencía sobrevivió a duras penas pues las dificultades fueron tremendas. El hambre, el clima y, sobre todo, los continuos ataques de los indios (algunos antropófagos) fueron minando la moral. Nada era fácil, todo costaba un mundo; cualquier paso, por muy pequeño que fuera, necesitaba de un enorme esfuerzo y un entusiasmo fuera de toda duda para no caer en el desánimo. Y no había día en el que no ocurriera algo que lastrara la voluntad. Incluso, en una de las salidas para cazar, desapareció el cronista alemán Has Staden (gracias a sus escritos conocemos esta historia). Fue secuestrado por la tribu tupinamba de la que consiguió escapar, siendo rescatado por un barco francés. Una vez en Europa escribió su historia, que fue todo un éxito.

    A doña Mencía la habíamos dejado en el fuerte que ella fundó y allí cada día era más difícil sobrevivir. Sin ayuda, sin víveres, sin ningún tipo de apoyo cercano, se desvanecía. Rodeados de tribus enemigas, portugueses y penalidades no veían salida alguna. Pero el destino es caprichoso y dio una leve oportunidad. Un día apareció un mestizo que se llamaba Díaz, el cual conocía el camino hasta Asunción. Después de consensuarlo y pensarlo, ante tanta fatalidad, se decidió emprender el camino. Un viaje de 1300 km a través de la jungla. ¿Alguien da más?

    El Camino de Asunción

    ¿Alguien ha realizado un trayecto a pie, a través de la selva, salvando la nada despreciable distancia de 1300 Km? Hambre, sed angustiosa, peligros diversos, ríos caudalosos, cordilleras, indios, seres salvajes y peligrosos. La fatiga, la desesperación, el amotinamiento, el cansancio extremo y la muerte cercana. Apenas hay nada escrito de este trayecto, no hay testimonio de esa travesía agotadora. Lo único que se sabe es que, cuando faltaban 50 Km para Asunción, las gentes de aquel lugar tuvieron conocimiento de aquella Caravana de Mujeres y corrieron con ayuda, alimentos y transporte. Doña Mencía se negó y continuó a pie lo que le quedaba. Así en marzo de 1556, 6 años después de partir de Sanlúcar de Barrameda, entró por su propio pie en Asunción. Y con ella iban 21 mujeres y 22 hombres, que la habían seguido a través de medio mundo, salvando todo tipo de peligros. Toda una heroína.

    Un historia asombrosa, una historia impactante y digna de ser conocida que ha llegado hasta nuestros días a través del cronista alemán. Y que hoy también podemos conocer mejor gracias al libro “El Corazón del Océano”, de Elvira Menéndez que, gracias a sus investigaciones en el Archivo de Indias de Sevilla, a podido documentarlo con realismo. También hay una serie española basada en el mismo. Y un libro interesante para leer y aprender es«Españolas en el Nuevo Mundo«, gran ensayo de Dª Eloísa Gómez-Lucena.

    Una heroína valiente, adelantada en el nuevo mundo

    Doña Mencía Calderón, la primera adelanta en América. Una mujer valiente y cabal que quiso cumplir la misión encomendada, que quiso contribuir a hacer más grande su tierra, que quiso poner su grano de arena y dejo su impronta para la historia. Que su recuerdo quede siempre con nosotros y sirvan estas letras como homenaje





    https://sonrisasenelcamino.es/mencia...l-nuevo-mundo/



  4. #44
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    Re: La mujer hispana en América.

    Ana de Borja: La virreina que noqueó al pirata Morgan

    marzo 9, 2022




    La primera y hasta ahora única mujer que ha gobernado la totalidad de este territorio llamado Perú se llamó Ana Francisca de Borja y Doria, condesa de Lemos. Gracias a la cédula real del 12 de junio de 1667, que permitía delegar oficialmente a la consorte el mando del virreinato, Ana de Borja pudo asumir oficialmente como gobernadora del virreinato del Perú a sus 29 años y estando embarazada, luego que su esposo tenga que apaciguar una sublevación en Puno.

    El asunto más grave que tuvo que atender fue el ataque y saqueo de Portobelo (Panamá) perpetrado por el pirata Henry Morgan en agosto de 1668. La Virreina Gobernadora, envió con rapidez abastecimientos y pertrechos de guerra y, amparada en los amplios poderes recibidos por su esposo, el virrey, dispuso el ataque contra los piratas. Para evitar futuros ataques a otros puertos como Callao organizó una eficaz defensa que consiguió alejar de modo efectivo las amenazas de piratas y corsarios.


    Doña Ana llevó a cabo tan bien su gestión que la propia Reina Regente, Mariana de Austria, le envió una nota manuscrita felicitándole en los términos siguientes: “Condesa, hame dado mucho gusto todos los buenos efectos que han resultado de ello; de lo cual quedo con toda satisfacción.”




    Por eso, el día de hoy, día internacional de la mujer, les comparto este tributo realizado por Ilustradora Amateur PerúAnita, donde se muestra a Ana de Borja aplicándole un golpe al pirata Morgan. Compartámoslo para dar a conocer más ejemplos de mujeres de poder, que no temieron estar a la cabeza de un Reino, que formaron Imperios como Isabel la Católica, o defendieron sus fronteras como Ana de Borja. La Historia está llena de ellas y merecen conocerse.


    Fuente: Capitán Perú




    https://hispanismo.cl/2022/03/09/ana...gan/#more-1220



  5. #45
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    Re: La mujer hispana en América.

    Inés Suárez, confundadora de Santiago de Chile


    Cesáreo Jarabo 03/06/2022



    La ciudad de Santiago de Chile en el siglo XVI


    Nacida en Plasencia el año 1507, falleció en Santiago de Chile el año 1580.

    Conquistadora que tuvo un papel esencial en la ocupación de Chile. Siendo miembro de la expedición de Pedro de Valdivia, fue cofundadora de la ciudad de Santiago, donde destacó como elemento clave en su defensa ante el asedio de los araucanos desarrollado durante el año 1541.

    En el punto opuesto de Catalina de Erauso, que destacaría por sus fechorías a principios del siglo XVII, Inés Suarez era una mujer en todos los aspectos, y con aquella sólo compartía su habilidad en el manejo de las armas y su empuje ante el peligro.
    Casada a los 19 años, su marido partió a América a poco de casarse, y no volvería jamás. Sólo tendría noticias suyas diez años después, desde Venezuela.

    Su espíritu indómito la llevó a conseguir en 1537 algo inaudito: Licencia para embarcar rumbo a las Indias en busca de su marido, de nombre desconocido.

    Fue informada que éste había partido al Perú, y allí marchó, siendo que cuando llegó el marido había muerto en la guerra civil que enfrentó a Almagro y a Pizarro.

    Su condición de viuda por acto de guerra recibió una pequeña parcela de terreno, donde desempeñó funciones de encomienda, y a punto estuvo de entrar en un convento.

    No llegó a hacerlo, pero se dedicó a atender a los soldados y a atender a la gente necesitada remendando ropa con un grupo de indias.



    En este devenir, Pedro de Valdivia regentó otra encomienda vecina a la de Inés, y entre los dos nació un romance que no podía llegar al altar porque Pedro de Valdivia estaba casado y su esposa estaba en la Península.

    Pero Inés era una mujer con empuje, y cuando a finales de 1539 partió Valdivia para la conquista de Chile, tuvo la suficiente habilidad para enrolarse en la tropa como sirviente doméstica.

    Las circunstancias de la expedición pudieron resultar favorables para permitir que fuese contada entre los expedicionarios, y es que al principio no había voluntarios para la empresa. Sólo de apuntaron once soldados a caballo. Inés vendió sus propiedades y se hizo de montura y armas.



    No tardaría en demostrar que esta iniciativa sería provechosa para la expedición cuando, formada la expedición, finalmente compuesta por ciento cincuenta soldados y mil porteadores, en el desierto de Atacama tuvo la habilidad suficiente para encontrar agua y para desarticular la sedición de la tropa creando una red de informantes, al tiempo de ganarse el afecto de la misma mediante el derroche de arrojo y lealtad, discreción, sensatez y bondad.

    Y toda esa actividad la adornaba con un espíritu femenino. Curaba heridas, se encargaba de preparar comida, y mantenía el sentimiento religioso. Siendo así, no es de extrañar que entre quienes la rodeaban surgiese un gran sentimiento de adhesión.
    Y es que, si en el uso de las armas podía compararse a lo que más de medio siglo después haría la monja alférez, en el trato del amigo y del enemigo podía compararse a Malinche, compañera de Cortés, con la que acabaría compartiendo similar destino en la vida.



    Pero siendo estas actividades de principal importancia, ha pasado a la historia por otro hecho principal: la defensa de Santiago ante el ataque araucano comandado por el toqui Michimalongo, que en 1549 se significaría como aliado comandando un cuerpo militar al servicio de España.

    Este jefe araucano reconocería públicamente el valor de Inés Suarez, a quién hizo el presente de una “pluma mágica”, máximo símbolo del valor concedido a un guerrero.

    Los hechos se produjeron el 9 de septiembre de 1541 mientras Valdivia se encontraba sofocando una rebelión lejos de Santiago.

    Unos indígenas hostiles, cuyo número alcanzaba los 20.000 hombres, sitiaron Santiago, donde se hallaban presos siete caciques, provocando incendios que pusieron a la ciudad en situación crítica. El capitán Monroy, al mando de la ciudad, pretendía entregarlos para pactar tregua, cuando el día 11 iniciaban un asalto los indios, pero Inés dio muerte a los siete caciques, cuyas cabezas fueron lanzadas a las tropas enemigas, mientras se ponía al frente de las tropas, consiguiendo poner en fuga a los mapuches.



    Pero una cosa es la acción militar, y otra la relación sentimental. Pedro de Valdivia fue sometido a juicio de residencia en 1549 por el virrey Pedro de la Gasca, , y en el mismo se sentenció que, ya casado con Marina Ortiz de Gaete, estaba obligado a abandonar su relación con Inés. Valdivia fue absuelto de todos los restantes cargos.

    La situación se salvó casándola con Rodrigo de Quiroga, futuro gobernador, con el que tuvo un feliz matrimonio que duró treinta años, hasta su muerte.

    Inés se dedicó a obras pías. No tuvieron hijos.






    https://espanaenlahistoria.org/perso...iago-de-chile/

  6. #46
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    Re: La mujer hispana en América.

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    Beatriz de la Cueva, primera gobernadora de Guatemala

    Jesús Caraballo 10/06/2022




    Cuando Doña Beatriz de la Cueva, dama noble de España, arribó a las hermosas tierras americanas, quedó hipnotizada por la belleza de Santiago de los Caballeros. Una ciudad de la gobernación de Guatemala situada a los pies del imponente volcán de Agua. Cuando Beatriz observó toda aquella magnificencia no podía imaginar que terminaría siendo el principio del fin de su existencia.

    Doña Beatriz de la Cueva había llegado a la Gobernación de Guatemala como la esposa del gobernador Pedro de Alvarado. Era hija de Luis de la Cueva y había nacido alrededor del año 1505. Tenía siete hermanos y seis hermanas y todos ellos crecieron en la hermosa casona de la familia en la localidad de Úbeda.

    Todos los hijos del Señor de Solera y su esposa María Manrique de Benavides, recibieron una esmerada educación, también las hijas, quienes aprendieron ciencias, letras y por supuesto desarrollaron talentos artísticos como era habitual en la época. Beatriz aprendió a cantar y a tocar instrumentos como el laúd. Además de una educación piadosa.



    En 1528, Pedro de Alvarado se casaba con Francisca de la Cueva, hermana de Beatriz. El recién nombrado gobernador y adelantado de Guatemala, inició junto a su esposa un largo viaje a través del océano. La familia de la Cueva no sabía que el adiós a su hija Francisca sería para siempre. Francisca de la Cueva no llegó a pisar tierras americanas.

    Tras una travesía infernal en la que la peste se declaró en la nao en la que viajaban Pedro y su esposa, ésta falleció. Su hermano Francisco, que viajaba con ellos, quiso transmitir a su familia cómo Francisca asumió cristianamente la dura prueba a la que se le había sometido antes de morir. Su esposo ordenó que se celebraran misas en su memoria.

    Pedro de Alvarado pasó años en Guatemala. Cuando en 1537 regresó a España para terminar de negociar las condiciones de su expedición hacia lugares ignotos del planeta en busca de especias, pasó por Úbeda para visitar la tumba de su difunta y desdichada esposa. Allí se reencontró de nuevo con Beatriz, su cuñada, con la que decidió contraer matrimonio tras conseguir una dispensa papal por ser cuñados.



    Se casaron el 17 de octubre de 1538 y Beatriz emprendió el mismo viaje que su hermana realizara justo una década antes. Por suerte, la nueva esposa de Alvarado sí arribó a las hermosas tierras que atraparon el corazón de la dama. Santiago de Guatemala era una ciudad joven, pero dispuesta a erigirse como importante centro de la vida colonial, en la que ya se habían construido entre otros grandes edificios, un hospital y varios centros religiosos en los que distintas órdenes como franciscanos o dominicos ya se habían instalado.

    Pedro de Alvarado y Beatriz de la Cueva iniciaron una breve pero intensa andadura conyugal en la que no solo hubo amor, también respeto. Pedro admiró y ensalzó la inteligencia de su esposa a la que pidió consejo en más de una ocasión para dilucidar cuestiones de gobierno. Beatriz participó activamente en la intrincada política de la zona con determinación.
    El año de 1540 marcó el inicio de las desdichas de Beatriz de la Cueva cuando se despidió de su esposo, quien partió a una expedición hacia el Pacífico. Nunca más lo vería con vida.



    Pedro de Alvarado falleció en una contienda con los chichimecas, dejando a su esposa como gobernadora de Guatemala, cargo ratificado por el Cabildo guatemalteco. En el verano de 1541, cuando Beatriz recibió la trágica noticia quedó consternada. El absoluto desconsuelo en el que quedó la viuda no le impidió que asumiera el cargo que se le había otorgado, cargo que juró el 9 de septiembre de 1541.

    Ese día, Beatriz de la Cueva acudió al Cabildo para depositar la fianza necesaria antes de jurar su cargo como Gobernadora de Guatemala. Un paso que no agradó a muchos, como al cronista Francisco López de Gómara quien en su Historia General de las Indias lo describió como “desvarío y presunción de mujer y cosa nueva entre los españoles de Indias”.

    Obviando a aquellos que pudieran definir como una aberración el hecho de que una mujer fuera capaz de gobernar, se situó ante la cruz de la vara de la gobernación y con gran solemnidad firmó el acta que le otorgaría el privilegio de ser la primera mujer en ostentar un cargo de aquella magnitud en tierras americanas.

    Beatriz asumía su responsabilidad con determinación, pero también con el triste recuerdo de su marido desaparecido. Un sentimiento que dejó plasmado en su rúbrica cuando firmó como “La sin ventura”.

    El atardecer del sábado 10 de septiembre de 1541 se convirtió en noche en un abrir y cerrar de ojos. El cielo se oscureció, iluminado solo por los rayos, mientras la tierra rugía con fuerza. Un terremoto empezó a resquebrajar los cimientos del suelo bajo los pies de los habitantes de la zona. Beatriz, queriendo mantener la calma, la noche del 11 de septiembre guió a sus damas con pasmosa clama entre truenos, réplicas del terremoto, lluvia y oscuridad hasta la capilla de palacio. Juntas, ante el pequeño altar en el que había una cruz, empezaron a rezar con la misma devoción con la que rezaran en momentos de más sosiego.



    Las damas no pudieron terminar la Salve, pues el rugir del volcán de Agua, en cuya ladera se encontraba la pared de la capilla, y el volcán de Fuego al otro lado de la ciudad, silenciaron para siempre las voces de Beatriz de la Cueva y las otras mujeres que fielmente la acompañaron. Cuentan las crónicas que Beatriz falleció abrazada a los pies de Cristo.

    Su vida, su matrimonio, su mandato, fueron breves. Nunca sabremos si Beatriz de la Cueva podría haber sido una gran gobernadora, pero durante su corta existencia demostró que seguramente sí lo habría sido. Los habitantes de Santiago de los Caballeros admiraron no solo su belleza exterior, igualmente su sabiduría, su elegancia, su inteligencia, discreción y virtud. Fue, nos cuenta Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, “la más heroica y graciosa española que obtuvo en muchos tiempos Guatemala”. El cuerpo sin vida de Beatriz de la Cueva, fue enterrada en la iglesia catedral de Santiago con honores de gobernadora, pues aunque brevemente, fue la primera gobernadora de la historia de Guatemala.




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