Como curiosidad está muy bien, aunque el hecho tiene antecedentes.
Recuerdo que un amigo mío de Santiago, me comentó alguna vez que en su escuela primaria estudió como parte de la historia “oficial” de Chile que un gobernador español del momento –no recuerdo su nombre lamentablemente- hizo una donación de territorios semejante: entregó “la totalidad de las tierras existentes desde la tal desembocadura (presumiblemente la del río Bío-Bío, pero tampoco estoy seguro) hasta el polo sur” a otro español como retribución por sus servicios...
Si tal cesión existió o no, no lo puedo afirmar con total certeza (No soy muy bueno en historia. Quizás algún estudioso en la materia pueda ratificarlo), pero sí puedo decir que ese hecho es el fundamento de la política expansionista que históricamente y hasta no hace mucho tiempo, condujo la República de Chile en Patagonia. Y no solamente allí, pues ciñéndonos a una interpretación literal, tal cesión comprendía aun las tierras antárticas. Claro que mi amigo me comentó esto para justificar su recelo ante el reclamo argentino sobre una porción de este continente, ya que lesionaría aquellos legítimos e históricos derechos de soberanía de su país.
Lo interesante de todo el asunto es que la susodicha cesión tuvo lugar cuando la República de Chile aún ni existía, y entre personas que tampoco tenían pasaporte chileno, lo cual es un detalle a tener en cuenta.
En síntesis, ante el planteo provocativo de mi amigo, me permití dejarle bien en claro que Chile no debía recelar, ni mucho menos, que la Argentina se volviera un obstáculo para las pretensiones chilenas en la Antártida. Por el contrario, más debía preocuparle a su país la presencia y las pretensiones de Gran Bretaña en esa parte del mundo. Y mi amigo se quedó pensando...

¿Qué te parece, Ordóñez, esta otra curiosidad de la historia?