He leído algunas publicaciones del analista argentino Mariano García Barace a las que se hace referencia en esta página. En realidad él no dice que la denominación nació en el Río de la Plata. Cuando habla acerca del concepto “Amérique Latine”, dice: “Los primeros que comenzaron a difundirlo en lengua española fueron los francmasones del Río de la Plata” (POSICION IBEROAMERICANA, ejemplar Nº 1, que puede bajarse de Google Docs). Por que según él y otros investigadores la terminología comenzó en idioma francés, o sea “l’Amérique Latine”, sin precisar el año exacto. Se empieza a difundir en Argentina en el Congreso Científico Latino Americano de 1898, y se publicita en los diarios de la región. Ese concepto llega a la Argentina desde Francia e Italia a través de los garibaldinos Pompeyo Moneta (1830-1899/00) y Tomaso Ambrosetti (1834-1926). Este último, un italiano fanático de Giuseppe Garibaldi, miembro de la Sociedad Científica Argentina que organizó el congreso. También responsable de que el héroe nizardo tenga un monumento en Buenos Aires desde 1904. Ambrosetti, era un influyente hombre de negocios cercano al adalid de la francmasonería argentina, el Gral. Bartolomé Mitre. Es probable que también el Sr. Samuel Lafone Quevedo (1835-1920), miembro destacado de la SCA, uruguayo descendiente de hugonotes franceses por línea paterna, conociera la terminología.
La relación entre Napoleón III y los masones garibaldinos es bien conocida. El emperador francés fue el gran aliado de los italianos en su lucha contra los austriacos por la unidad de Italia. Ambrosetti y Moneta vinieron a la Argentina en esa época, cuatro décadas antes del Congreso. Estas personas fracasaron en su intento de extender el concepto panlatinista en el Cono Sur. La denominación de los congresos se mantuvo en Montevideo (1901) y Río de Janeiro (1905). Después dejó de utilizarse ya que tomaron el nombre de Congreso Pan - americano y posteriormente Congreso Científico Americano. Antes de 1898 no se conocía la expresión entre los argentinos. La denominación “América Latina” recién empieza a imponerse en la región después de 1947 al crearse la famosa CEPAL, dentro de la ONU.
En otra publicación de García Barace dedicada al análisis político argentino (Artículos: El CHIMANGO DEL SUR) entre otras cosas menciona el tema. En un artículo dice: “El pensamiento iberoamericano tiene sus oponentes. Hay poderes, instituciones y personas que se oponen a este principio. Es fundamental identificarlos e intentar convencerlos que la existencia de un espacio cultural iberoamericano es un derecho histórico irrenunciable. Es notorio que los continuadores del ideario de Louis Napoléon Bonaparte (Napoleón III, 1808 – 1873) constituyen un serio escollo para que los sudamericanos seamos artífices de nuestro propio destino. La errada idea napoleónica acerca de la existencia de una raza latina fue solo un ardid para intentar encaramarse sobre las colonias emancipadas de América. Influenciado desde joven por revolucionarios italianos, Napoleón III buscó en la antigua Roma un factor o excusa que justificara sus apetencias políticas sobre la región. El segundo Emperador de los franceses (1852 - 1870), es un personaje ajeno a nuestra historia. El quería un mundo latino y un francés en su plano superior. Lamentablemente la latinidad no es el factor de cohesión de los americanos hispanohablantes y lusófonos. Lo es mucho menos para las vigorosas etnias originarias del continente americano” (El Chimango del Sur, 24/1/2010). En otro artículo del Chimango dice: ”Fue el demócrata Thomas Woodrow Wilson (1856 – 1924), vigésimo octavo Presidente de los EE.UU. (1913 – 1921) quien tomó el concepto “Amérique Latine” que había sido promovido por los ideólogos franceses, entre ellos Michel Chevalier. En el siglo diecinueve se utilizó ese concepto desde París para justificar la política expansionista de Napoleón III en América. Wilson fue el primer político de peso en utilizar oficialmente la expresión integradora “Latin America” como fórmula para eliminar la legítima identidad iberoamericana. A pesar de ser un promotor de la libre determinación de los grupos étnicos y defensor del principio de nacionalidad, fue el causante del comienzo de la pérdida de todas nuestras identidades culturales, que ahora están mutando hacia una forma dispersa con un origen común romano” (El Chimango del Sur , 13/11/2010).
Me parece que el investigador argentino tiene razón. Concuerda con Francisco Lombay y con el brasileño Luiz Alberto Moniz Bandeira, un especialista en relaciones internacionales. En un artículo del 6/2005 titulado “Brasil e a América do Sul”, el brasileño dice que el abad francés Emmanuel Domenech, en el "Journal d'un Missionnaire au Texas et au Mexique 1846/1852", consolidó el concepto de América Latina como "le Mexique, l'Amérique Centrale et l'Amérique du Sud”. Moniz Bandeira no se atreve a decir abiertamente que el chileno Francisco Bilbao Barquín y el colombiano José María Torres Caicedo no fueron los creadores del concepto. Ambos estaban en París en 1856 y participaron en una oscura reunión de emigrados promovida por la masonería francesa. Nadie ha visto el facsímil original del poema “Las dos Américas” en que se supone que Torres Caicedo empleó la expresión. Me parece que lo del poema es un ardid para encubrir la verdad. Tampoco se ha visto el original del folleto "Bases para la formación de una Liga Latino Americana", que data del año 1861 y acompaña la tendencia iniciada en París. Tampoco se conocen los nombres de las personas que participaron en la reunión por que era secreta como todo lo que organizaban los masones. Torres Caicedo y Bilbao Barquín son dos personajes históricos con una influencia prácticamente nula. Los dos aprendieron la expresión en Francia. No hay ninguna referencia de que la hayan utilizado en América del Sur en años anteriores. Inmediatamente después de ese encuentro en París, Bilbao Barquín se vino a vivir a la Argentina por que en Chile se lo perseguía. Además su madre era argentina. Aquí vivió protegido por el poder político de Mitre hasta su muerte en 1865. El chileno perteneció al mismo círculo de la francmasonería que frecuentaban Moneta y Ambrosetti.
Estoy de acuerdo en que la idea surgió entre los estrategas políticos de Napoleón III. Sus grandes difusores fueron el político Michel Chevalier y el periodista L. M. Tisserand (“Rev. des Races Latines” ,1861), como bien dice Moniz Bandeira. También Prosper Vallefrange escribió en 1862 sobre una confederación galo – latina. Entendiendo que los latinos en ese momento eran los italianos del Lacio. Después ellos mismos extendieron el concepto hacia otros europeos. Estos ideólogos franceses son los que inventaron y promovieron la idea de que los españoles son latinos. Lo hicieron en total desconocimiento de la historia de los pueblos ibéricos y paleohispánicos, y sin consultar a los mismos españoles y portugueses. El objetivo principal no era acercarse a los españoles con esa alianza, sino cambiar la mentalidad de los hispanoamericanos, gran mercado apetecido por ellos.
Todos los pueblos europeos fueron influenciados por los antiguos latinos. El idioma inglés y alemán están plagados de palabras reconocidas como latinas. Muchas de esas palabras derivan de otros idiomas europeos y asiáticos, más antiguos que el del Lacio. En las ciudades del norte de Europa hay incontables edificios de arquitectura grecorromana. Todos los sistemas legales y políticos de occidente se desarrollaron a partir de antiguas concepciones romanas, ahora mejoradas o perfeccionadas. Esas características no los transforma a todos en latinos.
Me parece una falta de seriedad que el diario El PAIS de España le permita publicar al escritor chileno Carlos Franz el artículo “Doscientos años de soledad” (21/5/2010) donde hace una apología de esa oscura reunión de 1856 en París. Carlos Franz falsea la historia hispanoamericana. En su artículo emplea la terminología actual para referirse a una situación geopolítica de hace un siglo y medio. No está bien que se engañe a la gente y mucho menos a través de un periódico tan potente. Franz también dice que la UNASUR es una broma y en una parte del artículo ofende la conducta cívica de los españoles.
Concuerdo con ustedes en que la Iglesia Católica no ayuda a resolver este problema. Todo lo contrario, nunca he leído a ningún cura hablar de “iberoamericanos” y “sudamericanos”, respetando nuestra verdadera identidad. Salvo algunos jesuitas, casi todos los religiosos católicos se refieren a nosotros como “latinoamericanos” a pesar que no nos gusta esa denominación.
En esta misma página se menciona al ex presidente Raúl Alfonsín en relación a la masonería y a Raúl Prebisch. En ningún ejemplar de Posición Iberoamericana se habla del Dr. Alfonsín, por lo menos en los que yo he leído. En otros artículos de Garcïa Barace se menciona al fallecido ex presidente, pero siempre con gran respeto y admiración.
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