Madrid/Tegucigalpa, 24 agosto 2009. Sin llenarnos de entusiasmo el Gobierno constitucional de Roberto Micheletti,
FARO ya ha tenido que ocuparse del extraño celo internacional por devolver al poder en Honduras al ex presidente Manuel "Mel" Zelaya, depuesto por intentar un golpe de estado. Sin detenernos ahora a analizar algunas enseñanzas que pueden extraerse de la actual situación (como la de que los Estados Unidos de Norteamérica quieran recuperar cierto control sobre Centroamérica y Sudamérica a través de regímenes populistas-socialistas), vamos a reproducir unas observaciones, en conjunto acertadas, del confidencial digital
Hispanidad acerca de la actitud del Gobierno (de ocupación) de España:
La posición de España sobre Honduras: fuerte con los débiles
La ofensiva diplomática de España sobre Honduras no tiene parangón. El gobierno español no se ha limitado a no reconocer al nuevo gobierno Micheletti. Es lo que han hecho todos los países: esperar y ver y aguantar hasta las elecciones del próximo 29 de noviembre.
Pero España no. El ministro Moratinos se decidió a hacer
lobby ante las chancillerías europeas instándoles a que retirarán a su embajador. Ninguno ha tenido una posición tan beligerante como España, el único país europeo en retirar a su embajador. La segunda parte de la ofensiva ha sido la retirada de las acreditaciones del embajador de Honduras en España, José Eduardo Martell. Se siguen de esta manera las indicaciones del depuesto Zelaya, que anda con alma en pena por el planeta tratando de buscar su sitio en el mundo.
Sólo hay dos países en el mundo que han ejercicio semejante dureza: Argentina y España. Es verdad que Argentina con mayor dureza, dándole 72 horas para salir del país o le consideraban ilegal. Por supuesto, el gobierno Micheletti actuó con reciprocidad y le dio 72 horas al embajador argentino en Honduras para regresar al país austral. En el caso español no ha sido necesario aplicar la reciprocidad porque España ya había llamado a consultas a su embajador. Cúmulo de despropósitos.
Por si fuera poco, el gobierno español tampoco reconoce las elecciones del 29 de noviembre. Y eso que fueron convocadas por Zelaya el pasado mes de mayo.. No existe ninguna razón jurídica para no reconocer unas elecciones limpias. Tan sólo una visión política de quien se siente frustrado por no haber podido extender el 'socialismo del siglo XXI' en Honduras. Si a eso le sumamos que la presencia empresarial española en Honduras es más bien mínima, verde y con asas. En Honduras no está presente ninguna de las compañías del Ibex. Ni los dos grandes bancos, ni Repsol ni tampoco Telefónica. Tan sólo Santillana e Iberdrola están en el 'ombligo de Centroamérica'.
Así que se junta el hambre con las ganas de comer: no hay intereses empresariales y sí hay una voluntad ideológica. Así que 'palo al mono hasta que hable inglés'.
Una posición injusta con un país que ha demostrado ser una democracia y contar con instituciones fuertes. Pero es que además de ser un horror es un error. Porque si todo se desarrolla como debe, el próximo 29 de noviembre habrá elecciones. Y tras esas elecciones un presidente electo que probablemente sea reconocido por los Estados Unidos y tras ellos por el resto de las naciones. ¿Qué hará entonces España? ¿Marcha atrás? ¿Seguirá en manos de Chávez o avalará a la administración Obama? Lo de Moratinos más parece un pataleo ideológico que cualquier otra cosa. Y Bernardino León, lo sabe. ¿Por qué Zapatero no escucha a su asesor en materia internacional?
En política internacional, Rodríguez Zapatero prefiere anunciar (en primicia al panfleto sionista
The New York Times) el aumento del contingente español que, uncido a los Estados Unidos, sostiene en Afganistán al corrupto régimen integrista mahometano que los estadounidenses instalaron. Aumento de presencia exterior que va parejo a la
disminución de los ya escasos recursos de las Fuerzas Armadas españolas (disminución que no ha afectado a los estilistas de los que la Ministro de Defensa, Carmen Chacón, se hace acompañar en sus visitas a nuestras tropas). Por su parte, como ya ha destacado FARO, el Ministro de Asuntos Exteriores prefiere invadir las competencias del Ministerio del Interior, para ocuparse de
Gibraltar e intentar consolidar la ocupación británica; y las del Ministerio de Igualdad, para financiar
fiestas de aberrosexuales en la dictadura socialista de Zimbabwe.
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