Este verano hablé con un anciano de mi pueblo que tiene 103 años, pese a su edad conserva la mente lúcida y es una fuente de sabiduría.
Me estuvo contando sus vivencias de la guerra, él fue uno de los 60 hombres del pueblo que se llevaron prisioneros a campos de trabajo y a realizar trabajos forzados, primero en Aragón y después en Cataluña. Les hicieron ir andando a lo largo de casi 2 años, haciendo paradas en distintos campos, desde el pueblo hasta Barcelona. De Cataluña, entre otros, me citó Tivissa, Hospitalet del Infante, Barcelona y Puigcerdá, en todos esos lugares estuvo realizando trabajos forzados.
Lo pasó muy mal, siempre prisionero y con la muerte en los talones. Dice que les hacían picar desde antes del amanecer y sólo comían un plato con cuatro lentejas y mucho agua, tenían la piel en los huesos. Vio la muerte muy cerca en varias ocasiones.
De esos 60 hombres que partieron del pueblo sólo regresaron 20, sobrevivieron los más afortunados y los más fuertes, sobrevivieron a penurias, bombardeos y fusilamientos. En el camino se quedó mi bisabuelo que fue llevado a una checa de Barcelona donde acabaron sus días.
En medio de ese caos que era la retirada hacia Francia del Ejército republicano, la población civil, los desertores, las cuadrillas de asesinos, los prisioneros, etc que huían de lo que venía detrás, este abuelo logró cruzar la frontera (tras un intento fallido de fusilamiento a sólo unos metros de Francia) y poco después logró volver a entrar en España por Irún.
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