Un verdadero Horror!!!
El Saqueo Francés en España
El paso de las tropas napoleónicas por la península supuso un duro trauma para estas tierras. Se calcula que murieron por causa directa de la guerra unas 375.000 personas y que supuso un descenso demográfico de unos 885.000 habitantes (la población por aquel entonces rondaba los 10 millones).
Además, el panorama que dejó la guerra no pintaba nada bien para los que se quedaron. La industria, las infraestructuras y la agricultura quedaron totalmente destrozadas y el Estado sumido en la bancarrota. Encima, a todo esto, hubo que sumar el saqueo sistemático que las tropas francesas efectuaron sobre todos los estamentos de la sociedad de entonces.
Eso de la “Liberté, egalité, fraternité”, que tanto enarbolaban los franchutes, debió de quedar atascado en los Pirineos. Bueno, todo menos tal vez lo de la “egalite” pues en la rapiña existió igualdad para todo el mundo. No hubo campesino, fraile o noble que no sufriera en sus carnes la feroz rapiña de las tropas de Napoléon. Las granjas fueron esquilmadas, las casas saqueadas, las iglesias y conventos arrasados y la población sometida a todo tipo de vejaciones.
Precisamente las iglesias y conventos eran uno de sus objetivos preferidos pues sabían que hasta en la más mísera iglesia del más perdido villorrio siempre habría un cáliz dorado, un retablo o una cruz de valor.
Además con el agravante de que lo que no podían robar lo destrozaban. Por poner un ejemplo entre otros muchos casos, la profanación hecha a la tumba de El Cid y Doña Jimena en Burgos, cuyos huesos fueron esparcidos por las calles. Aunque trataron de arreglar el desaguisado para congraciarse con la población fue imposible saber que huesos eran de uno o de otro por lo que en la actualidad los restos de El Cid y Doña Jimena reposan mezclados en la catedral de Burgos.
Sepulcro de El Cid y Doña Jimena que fue profanado por los francesesTambién, el destrozo de iglesias y conventos trajo consigo la destrucción de una enorme cantidad de archivos y documentos que se guardaban en estos lugares(Nacimientos, defunciones, bodas, documentos históricos, manuscritos) de valor social e histórico incalculable y totalmente irrecuperables.
Como digo, del expolio no se salvó ni la nobleza y estoy hablando de la más alta nobleza, la Casa Real. Lo primero que hizo José Bonaparte (rey impuesto por la fuerza) al llegar a Madrid fue empaquetar las Joyas de la Corona Española y mandarlas para Francia.
El rufián Bonaparte retratado con las joyas de la corona española que luego se llevaría.Por este motivo, la actual Casa Real de España no tiene corona ni Joyas de la Corona oficiales, como la casa real inglesa por ejemplo. La mayoría de las joyas que lucen son adquisiciones particulares que no pertenecen al Patrimonio Nacional.
La Perla Peregrina. Una perla perfecta de 111 gr. fue una de las piezas que se llevó José Bonaparte.Las vueltas que da la vida, actualmente es propiedad de la actriz Elisabeth taylor. Un regalo de amor del actor Richard Burton.Pero una de las cosas que más sufrió con este saqueo fue nuestro patrimonio cultural. La mayoría de altos mandos franceses eran grandes enamorados de la pintura y no desaprovecharon la oportunidad que les ofrecía su puesto para arramblar con cualquier obra de valor que hubiera en la península y puedo asegurarles que había una gran cantidad. Se calcula que más de un millar de obras de grandes artistas salieron del país. Obras de Murillo, Velazquez, Rubens…
La cocina de los ángeles de Murillo, una de las cientos de obras perdidas. . Actualmente se encuentra en el Louvre de París.Aunque en esta labor he de decir que contaron con una inestimable ayuda, la de la desidia española. Se regalaron gran cantidad de cuadros como si fueran cromos a cambio de diversos favores o reconocimientos. Además al acabar el conflicto, en el Congreso de Viena, donde se pudieron reclamar a Francia los objetos saqueados en los países invadidos, la tradicional dejadez e incultura española lució con todo su esplendor. Basta leer este pequeño fragmento para hacerse una idea del papelón que hicimos.
El embajador Pedro Gómez Labrador fue el designado por el gobierno de Madrid, quien, en 1814, recibió instrucciones para reclamar toda la documentación y objetos artísticos sacados de España por el gobierno intruso, haciendo ésta de forma vergonzosa, olvidando muchos despojos, accediendo a recibir el valor de los cuadros y no éstos, en tono blandengue y desinteresadoPero quizás el caso más flagrante de este desinterés ocurrió cuando Jose Bonaparte trataba de huir de España con más de 500 carros cargados con su botín de guerra. A la altura de Vitoria fue interceptado por las tropas de Wellington y aunque el Bonaparte consiguió huir, una pequeña parte del botín, principalmente obras de arte, fue recuperado por los ingleses.
(MARQUES DE VILLAURRETA: “España en el Congreso de Viena, según la correspondencia oficial de don Pedro Gómez Labrador”)
Wellington decidió enviar lo recuperado a Inglaterra y más tarde ordenó a su embajador en España que comunicara al rey Fernando VII lo que había encontrado.
Esto fue el 16 de Marzo de 1814. En Septiembre de 1816 (¡más de dos años después!) y ante la falta de respuesta, Wellington vuelve a ordenar a su embajador que nos recuerde lo que tenemos allí a nuestra disposición. La respuesta del embajador a Wellington fue la siguiente:
«Adjunto os transmito la respuesta oficial que he recibido de la Corte, y de la cual deduzco que Su Majestad, conmovido por vuestra delicadeza, no desea privaros de lo que ha llegado a vuestra posesión por cauces tan justos como honorables»Desde entonces la colección de Wellington creció de golpe en 175 cuadros de un enorme valor artístico y económico.
La Venus del espejo de Velazquez. Una de las obras regaladas a Wellington y actualmente en la National Gallery de Londres.(NOTA: Por si alguno está pensando en que qué majos y enrollaos los ingleses, les diré que las tropas británicas, “aliadas” nuestras, también se dedicaron al pillaje entre la población sin ningún miramiento y concretamente Wellington, en una ocasión, ordenó bombardear una fábrica textil de Bejar que era competencia directa de la que él poseía en Gran Bretaña. Un angelito, vamos).
Así que como puede verse, recibimos por todos lados…
Pero al menos nos queda el consuelo de que la guerra en España acabó siendo la perdición de Napoleón. Y no es que yo lo diga, que es el propio Bonaparte quien lo dice:
Esta maldita Guerra de España fue la causa primera de todas las desgracias de Francia. Todas las circunstancias de mis desastres se relacionan con este nudo fatal: destruyó mi autoridad moral en Europa, complicó mis dificultades, abrió una escuela a los soldados ingleses… esta maldita guerra me ha perdido.
Un verdadero Horror!!!
Y no nos olvidemos de los cientos de miles de españoles muertos por Bolívar y compañía en las guerras de independencia americanas, que recordemos, no fueron sino una consecuencia indirecta de la invasión francesa de España. Que no le extrañe a nadie que "afrancesado" fuera de las peores cosas que se le podían llegar a decir a un español del siglo XIX.
"Donau abric a Espanya, la malmenada Espanya
que ahir abrigava el món,
i avui és com lo cedre que veu en la muntanya
descoronar son front"
A la Reina de Catalunya
Además, los que murieron eran los mejores del país, sobrevivieron en cambio en gran número los cobardes, los inútiles y los trepas, como suele pasar en las guerras.
La inconcebible victoria de los liberales en 1840 tienen mucho que ver con eso. ¿Cómo explicar que un partido de unos pocos oligarcas que imponían a un niña pequeña como reina pudiera tener un número similar de adeptos que el partido de un varón joven de perfecta edad para reinar y heredero lógico como Carlos V? ¿En qué época habría el pueblo español permitido cosa semejante? Sólo puede explicarse por la desaparición de gran parte de la población realmente patriótica en la guerra contra el francés.
Aquí corresponde hablar de aquella horrible y nunca bastante execrada y detestable libertad de la prensa, [...] la cual tienen algunos el atrevimiento de pedir y promover con gran clamoreo. Nos horrorizamos, Venerables Hermanos, al considerar cuánta extravagancia de doctrinas, o mejor, cuán estupenda monstruosidad de errores se difunden y siembran en todas partes por medio de innumerable muchedumbre de libros, opúsculos y escritos pequeños en verdad por razón del tamaño, pero grandes por su enormísima maldad, de los cuales vemos no sin muchas lágrimas que sale la maldición y que inunda toda la faz de la tierra.
Encíclica Mirari Vos, Gregorio XVI
Aunque en esta labor he de decir que contaron con una inestimable ayuda, la de la desidia española. Se regalaron gran cantidad de cuadros como si fueran cromos a cambio de diversos favores o reconocimientos. Además al acabar el conflicto, en el Congreso de Viena, donde se pudieron reclamar a Francia los objetos saqueados en los países invadidos, la tradicional dejadez e incultura española lució con todo su esplendor. Basta leer este pequeño fragmento para hacerse una idea del papelón que hicimos.
El embajador Pedro Gómez Labrador fue el designado por el gobierno de Madrid, quien, en 1814, recibió instrucciones para reclamar toda la documentación y objetos artísticos sacados de España por el gobierno intruso, haciendo ésta de forma vergonzosa, olvidando muchos despojos, accediendo a recibir el valor de los cuadros y no éstos, en tono blandengue y desinteresadoPero quizás el caso más flagrante de este desinterés ocurrió cuando Jose Bonaparte trataba de huir de España con más de 500 carros cargados con su botín de guerra. A la altura de Vitoria fue interceptado por las tropas de Wellington y aunque el Bonaparte consiguió huir, una pequeña parte del botín, principalmente obras de arte, fue recuperado por los ingleses.
(MARQUES DE VILLAURRETA: “España en el Congreso de Viena, según la correspondencia oficial de don Pedro Gómez Labrador”)
Wellington decidió enviar lo recuperado a Inglaterra y más tarde ordenó a su embajador en España que comunicara al rey Fernando VII lo que había encontrado.
Esto fue el 16 de Marzo de 1814. En Septiembre de 1816 (¡más de dos años después!) y ante la falta de respuesta, Wellington vuelve a ordenar a su embajador que nos recuerde lo que tenemos allí a nuestra disposición. La respuesta del embajador a Wellington fue la siguiente:
«Adjunto os transmito la respuesta oficial que he recibido de la Corte, y de la cual deduzco que Su Majestad, conmovido por vuestra delicadeza, no desea privaros de lo que ha llegado a vuestra posesión por cauces tan justos como honorables»Desde entonces la colección de Wellington creció de golpe en 175 cuadros de un enorme valor artístico y económico
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¡ Que papelon!. De esta idiotez ¿Tambien tuvieron la culpa los liberales?. Cuando se leen estos detalles de nuestra historia es natural que se tenga complejos.
Cierto que la deriva absolutista (prólogo del liberalismo) hizo que se encaramaran auténticos patanes a los puestos políticos y diplomáticos más relevantes. Además la nobleza tendió a fosilizar determinados títulos, olvidando su función de jearquía y élite meritocrática. Pero tampoco era una actitud tan generalizada, al estilo revertiano (pura literatura), por la que nos debamos acomplejar en absoluto.
Los murillos de Sevilla que los nazis robaron a la familia Rothschild
JAVIER RUBIO / SEVILLA
Saqueados por el mariscal Soult, uno de ellos apareció en la mina de sal donde Hitler guardaba un museo con 7.000 piezas arrebatadas a los judíos
ABC
Matt Damon y Cate Blanchett en una escena de la película «Monuments men»
La película«Monuments men» de George Clooney ofrece la posibilidad de asomarse a la azarosa vida de dos retratos de las Santas Patronas rescatadas por los aliados en 1944. En la cinta no aparecen ni de pasada, pues se centra en obras más reconocibles por el gran público como la «Adoración del Cordero Místico» de Van Eyck que se puede admirar (una copia) en la catedral de Gante o «La madonna de Brujas» de Miguel Ángel. Pero la historia de las Santas Justa y Rufina de Murillo , fechadas en torno a 1665, da para un capítulo aparte.
Casi cuatro siglos después de su factura, el portal internacional sobre arte saqueado por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial ofrece información relativa a veinte murillos de los que ha sido posible documentar su confiscación. La mayoría cuelga hoy en museos de los Estados Unidos.
Santa Justa
Empecemos por el final. Ahora mismo, los cuadros de Santa Justa y Santa Rufina están en el museo Meadows de la Southern Methodist University de Dallas (Texas), al que los donó el magnate petrolero Algur H. Meadows en septiembre de 1972 como había hecho con el resto de su colección de pintura española, sin rival en los Estados Unidos salvo la Hispanic Society de Nueva York que fundó Archer M. Huntington.
En 2009, la Fundación Monuments Men, que preserva la memoria de los soldados aliados que buscaron las obras de arte robadas por los nazis en Europa, identificó ambos cuadros como producto del saqueo de los Einsatzstab Reichsleiter Rosenberg, grupos especializados en hacerse con las propiedades de las familias judías conforme éstas eran despojadas de sus bienes y trasladadas a campos de exterminio.
Arrebatadas a los Rothschild
Eso fue lo que le sucedió a los Rothschild, dueños de ambos cuadros hasta su confiscación en 1941 del domicilio familiar de París. El código con que los nazis marcan ambas obras son correlativos: R 1170 y R1171. Pero a partir de ahí se separan los retratos de ambas patronas de la ciudad. Mientras la Santa Justa va a un taller de restauración en Buxheim donde la encuentran los aliados, la Santa Rufina acaba en el inmenso depósito de la mina de sal de Altaussee donde se apilaban más de 7.000 obras de arte destinadas a engrosar el futuro museo del Führer que planeaba Hitler.
Santa Rufina
La guía de los cuadros que exhibe el museo texano sostiene su «probable restitución a la familia Rothschild» después de 1946 hasta que acaba en manos de Meadows en 1972. Hay constancia de que los dos cuadros se le entregaron al Gobierno francés tras la guerra, pero no quedó constancia de su devolución a sus legítimos dueños. Lamentablemente, es mucho más complicado establecer el rastro que conduce ambas obras del pintor sevillano hasta la colección particular de los Rothschild.
El museo da como posible la posesión en manos del marqués de Villamanrique, aunque no aclara a cuál se refiere. Puede referirse al décimo marqués, Vicente Isabel Osorio de Moscoso y Álvarez de Toledo, que presidió la Junta Suprema Central entre mayo y noviembre de 1809 y después sirvió como gentilhombre de la corte a Fernando VII antes de caer en desgracia a la conclusión del Trienio Liberal.
Lo más probable -aquí sólo cabe de momento la conjetura- es que los óleos de las Santas Patronas hubieran formado parte de otro fabuloso saqueo como botín de guerra: el del mariscal Soult a lo largo de 1810 cuando se estableció en Sevilla y llenó el Alcázar con cerca de mil cuadros confiscados de las iglesias y conventos de la ciudad. El saqueo se cebó con obras de Bartolomé Esteban Murillo: cerca de una cuarentena salió de la ciudad donde se habían pintado y se exhibían. Veinte de ellas fueron a su vez robadas por los nazis y así se explica en los museos donde cuelgan.
Los murillos de Sevilla que los nazis robaron a la familia Rothschild - abcdesevilla.es
El saqueo del Barroco sevillano
Grandes museos albergan las 500 obras robadas por los franceses en 1810
Los expolios
Margot Molina Sevilla 16 NOV 2008
El siglo XIX fue nefasto para el arte español, especialmente para Sevilla. Iglesias, conventos y, en menor medida, palacios vieron como volaban sus grandes tesoros del Barroco por orden de su majestad José Bonaparte. Ahora, cuando se cumplen 200 años de la Guerra de la Independencia, la mayoría de esos magníficos óleos cuelgan en los mejores museos del mundo. En este caso se cumplió el refrán -"No hay mal que por bien no venga"- y el robo de esas obras contribuyó a acrecentar la fama internacional del Barroco sevillano.
"Fue una forma muy dolorosa de darse a conocer en el mundo. Los franceses reunieron en 1810 en las salas del Real Alcázar 999 obras, aunque después sólo se llevaron aproximadamente la mitad. Por supuesto, las mejores. Fue un expolio sin precedentes en la historia", comenta Enrique Valdivieso, catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla y especialista en Barroco. "De no haber sido por la codicia de los franceses, el reconocimiento de la pintura barroca sevillana habría llegado a finales del siglo XIX, cuando se comenzó a escribir la Historia del Arte", añade.
La ciudad tenía 200 lienzos de Murillo antes de la invasión y se quedó con 47
Lienzos de Murillo, Velázquez, Juan de Roelas, Francisco Pacheco, Alonso Cano y Juan Valdés Leal, entre otros muchos, fueron arrancados de las manos de sus propietarios bajo el amparo de un decreto de 1809 en el que se ordenaba la fundación en Madrid "de un museo de pintura, que contendrá las colecciones de las diversas escuelas, y, a este efecto, se tomarán de todos los establecimientos públicos, y aún de nuestros palacios, los quadros que sean necesarios para completar la reunión que hemos decretado", según reza el decreto inspirado por Mariano Luis de Urquijo, ministro y secretario de Estado del llamado Pepe Botella.
"Lo peor de todo es que esos cuadros, que salieron en carretas hacia Madrid, no formaron parte del museo napoleónico -que nunca llegó a crearse-, sino que se convirtieron en botín de guerra. Se los repartieron entre el mariscal Soult y sus generales y el resto fue a parar al Museo del Louvre. Los que se quedaron los generales fueron vendidos por sus herederos y, tras sucesivas ventas, han llegado a los grandes museos", añade Valdivieso, autor de Pintura barroca sevillana (Ediciones Guadalquivir, 2003).
De Bartolomé Esteban Murillo, uno de los artistas más alabados en El gran diccionario del arte, de Ceán Bermúdez -libro que los franceses traían como guía para seleccionar sus rapiñas-, se llevaron 43 obras. "Estaban enamorados de Murillo, así que esa pasión y la posterior Desamortización de Mendizábal dejó a Sevilla con tan sólo 47 murillos de los 200 que tenía antes de que entraran los franceses", apunta Valdivieso.
"Comenzó la batida por la Santa Caridad, porque en ella existían los más excelentes cuadros de Murillo", relata Manuel Gómez Ímaz, presidente de la Academia de Bellas Artes de Sevilla en un pequeño libro escrito en 1810 pero publicado en 1896 que se titula Inventario de los cuadros sustraídos por el Gobierno intruso. Precisamente hace dos semanas la Caridad ha decidido cerrar la herida y ha colgado cuatro copias de los murillos que nunca volvieron.
"Sevilla no opuso resistencia a las tropas napoleónicas, capituló y cuando una ciudad capitula se respetan las vidas y las haciendas, algo que no cumplieron los franceses", asegura el experto en Barroco.
"Incluso entraron en la Catedral, a la que en principio respetaron, para buscar El nacimiento de la Virgen, de Murillo. Dicen que los franceses amenazaron con fusilar a dos canónigos si no les entregaban el lienzo, que actualmente es una de las piezas estrella del Museo del Louvre. Además de la gran pinacoteca parisina, que guarda la segunda mejor colección de pintura española fuera del país -la primera es la del Ermitage de San Petersburgo (Rusia)- las mejores pinturas sevillanas que abandonaron la ciudad amontonadas descuidadamente en carretas en 1810 cuelgan actualmente en el Museo Goya de Castres (Francia), en el de Ottawa (Canadá), en el de Dresde (Alemania), en la Wallace collection (Londres) o en las galerías nacionales de Washington y Londres.
El regreso del hijo pródigo, de Murillo, una de las obras robadas que está en la National Gallery de Washington.
Los expolios
Los templos que sufrieron las mayores pérdidas a manos de las tropas del mariscal Soult fueron, además de la Caridad, Santa María la Blanca y San Buenaventura. La pintura fue el gran objetivo de los franceses, también robaron buena parte de la orfebrería, pero lo hicieron para fundir con ella monedas de plata. "La mayoría de los murillos que conserva hoy el Museo de Bellas Artes de Sevilla provienen del convento de los Capuchinos, porque los monjes antes de que entraran los franceses en la ciudad cargaron los óleos en cuatro carretas y los llevaron a Gibraltar", comenta Enrique Valdivieso, quien también apunta que los canónigos de la Catedral trasladaron a Cádiz su famosa custodia de Arfe y algunas de sus preciadas alhajas para evitar que acabaran fundidas.
"Pero no fueron sólo los franceses los que expoliaron, los propios españoles lo hicieron también. Durante la Desamortización de Mendizábal muchos funcionarios encargados de recoger las obras y depositarlas en los museos provinciales trapichearon con ellas. Así llegaron al Museo de Grenoble (Francia) las magníficas obras que Zurbarán realizó para la Cartuja de Jerez (Cádiz)", afirma Valdivieso.
Algunas obras también salieron de forma legítima, vendidas por sus propietarios, o regaladas como ocurrió con un importante lote que el rey Fernando VII regaló al duque Wellington como premio por capturar a los franceses en Vitoria en 1812, que se retiraban con un cargamento de cuadros entre los que se encontraba el famoso
El aguador de Sevilla , de Velázquez, que ahora cuelga en la National Gallery de Edimburgo
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Fuente:
El saqueo del Barroco sevillano | Edición impresa | EL PAIS
Última edición por Mexispano; 10/03/2016 a las 05:42
Conchitina
19 ENE 2013 14:33 h
Los cuadros que perdimos
Eva Díaz Pérez
Redactora
Este domingo será el último. La Inmaculada que pintó Murillo para la Iglesia de los Venerables de Sevilla lleva desde el pasado octubre en ese mismo lugar, el espacio para que el fue ideada, gracias a la exposición "Murillo y Justino de Neve. El arte de la amistad". Ahora la descolgarán y viajará a Londres dentro de la misma muestra para regresar en verano al Museo del Prado en Madrid.
La contemplación de la obra de arte -saqueada por las tropas napoleónicas durante la Guerra de la Independencia- ha provocado ejercicios de nostalgia y también voces críticas que han pedido que el lienzo se quede donde nunca tuvo que salir: Sevilla. Habría que añadir que la Inmaculada de Murillo fue expoliada por el mariscal Soult que la colgó en su mansión de París, luego fue vendida por sus herederos a su muerte y finalmente la adquirió el Louvre. Un intercambio entre el Prado y el Louvre propició que el cuadro regresara en los años cuarenta a España, pero no a Sevilla sino a Madrid. ¿Por qué entonces no se exigió que volviera a la ciudad que sufrió el saqueo? Eran otros tiempos. Además, aplicando ese argumento con otras ciudades agraviadas probablemente los fondos del Prado quedarían 'tocados'.
Es otro viejo debate. ¿Deben volver a su lugar original las piezas artísticas que fueron expoliadas por guerras, excavaciones oficiales de países extranjeros o simplemente por caprichos de acaudalados coleccionistas? Hay quien afirma que gracias a que fueron robadas -no hay duda de que esa es la palabra adecuada para tratar el asunto- se salvaron de los desgraciados destinos que en ocasiones asolaron los lugares originarios de esas riquezas, esas culturas salvajes y atrasadas, incapaces de proteger sus propios tesoros artísticos. Otra defensa del saqueo es la que precisamente dieron los historiadores extranjeros acerca del brutal robo de las tropas francesas en España, todo lo que perdimos en el equipaje del rey José, que diría Galdós: qué orgullo haber sido saqueados, porque así se reconoció en el mundo el valor de la pintura española. Todo muy paternalista y protector...
¿A quién no le ha ocurrido esto? Un viaje al extranjero. Visita al museo nacional. Recorrerlo y llegar a una estancia especial en la que se reconocen los tradicionales matices terrosos, ocres y ambarinos de las salas españolas. Allí está España, los lienzos que salieron de un país desgraciado de tristes destinos que o vendió sus tesoros por una limosna de maravedíes o fue víctima de saqueos, robos, expolios, despojos artísticos. Un clásico español.
Del saqueo de Napoleón hace ahora justo dos siglos y no estaría mal recordarlo. Así que hagamos memoria... Durante la ocupación de la Grande Armée, los Reales Alcázares de Sevilla se convirtieron en improvisada pinacoteca, además de en residencia de José Bonaparte. Casi mil lienzos se colocaron en estancias, pasillas, escaleras y cajas arrumbadas en sótanos. Los franceses ya sabían a lo que venían. Existe un inquietante prólogo del saqueo. El afrancesado Mariano Luis de Urquijo, ministro de José Bonaparte, había propuesto la creación de un Museo Real dedicado a Napoleón con las pinturas que había en España. La eficiencia burocrática napoleónica funcionó a la perfección. Los asistentes llegaban a las iglesias y los conventos con un ejemplar del Diccionario de Artistas Españoles, de Agustín Ceán Bermúdez, bajo el brazo. En ese libro se describían las principales joyas del arte español, así que ellos confirmaban que se trataba del cuadro original, examinaban su estado, subían al altar y cortaban el lienzo con una navajita. Así ocurrió con la Inmaculada de Murillo, porque el marco original se quedó en la Iglesia de los Venerables. De hecho, en la actualidad acoge a una Inmaculada de peor factura. Y, sin duda, uno de los momentos más emocionantes de la exposición que ha permitido su regreso fue cuando el lienzo se acomodó en el marco del que había salido hacía dos siglos. Todo un ejercicio de justicia histórica, una pequeña ficción que reconstruye y corrige el destino.
En esta geografía de joyas españolas dispersas por el mundo se podría escoger un inventario al azar. Por ejemplo, El descendimiento de la Cruz, de Pedro de Campaña que el artista realizó para un retablo funerario en el Monasterio de Santa María de Gracia está hoy en el Museo Fabrè de Montpellier. Salió durante la Guerra de la Independencia y fue adquirido por el sevillano afrancesado Alejandro María Aguado, futuro marqués de las marismas, banquero de Fernando VII y afamado mecenas que colgó el cuadro en su mansión de París. O podríamos recordar La Inmaculada de Juan de Roelas que cuelga hoy en la Gemäldegalerie de Berlín o el Cristo servido por los ángeles, de Pacheco, que se pintó para el refectorio de monjas de San Clemente y que hoy se puede ver en el Museo Goya de Castres en Francia. Los expertos apuntan la posible mano de Velázquez en el lienzo de su maestro, así que es indudable el gancho turístico cultural que posee Castres gracias a un robo sucedido hace dos siglos.
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Fuente:
Los cuadros que perdimos | Esquenocomo | Blogs | elmundo.es
Así profanaron la tumba del Cid Campeador las tropas francesas de Napoleón: huesos dispersos por el mundo
Las tropas napoleónicas arrasaron con cualquier objeto valioso del templo, entre ellos los restos del Cid y su familia. Solo cuando el general Thiebault, conocedor del personaje, quiso congraciarse con el pueblo de Burgos se pudieron recuperar algunos de los restos
El coleccionista galo Denon reemplaza algunos restos del Cid a su tumba
César Cervera
Actualizado:04/07/2019 19:44h
En lo más alto de su poder, el 10 de julio de 1099, cinco días antes de la toma de Jerusalén por los cruzados, falleció Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid, a causa de muerte natural. Cuando dos años después los almorávides conquistaron Valencia, Doña Jimena se llevó consigo los restos mortales de su marido, que fueron depositados en en el atrio del Monasterio de San Pedro de Cardeña, un templo levantado en el siglo IX, a diez kilómetros de Burgos, que en la actualidad es morada de una comunidad de hermanos trapenses pertenecientes a la orden Benedictina.
Doña Jimena eligió el Monasterio de San Pedro de Cardeña como tumba para su marido, y para ella, porque, según la leyenda, fue allí donde el héroe castellano dejó a su esposa e hijas allí tras ser desterrado en 1081 por Alfonso VI. Años después, Alfonso X El Sabio honraría su memoria construyendo en la capilla mayor un gran sepulcro labrado con las palabras: «Aquí yace enterrado el Grande Rodrigo Díaz, guerrero invicto, y de más fama que Marte en los triunfos». Los restos del Cid fueron embalsamados y el Rey mostró todo su reconocimiento público.
«Aquí yace enterrado el Grande Rodrigo Díaz, guerrero invicto, y de más fama que Marte en los triunfos»
En el siglo XV, unas obras en el cenobio forzaron un nuevo traslado a la entrada de la sacristía para ser colocada la tumba sobre cuatro leones de piedra. Pero no terminó ahí el periplo de los huesos del Cid... En el año 1541, la tumba fue relegada al lateral de la abadía, hasta que el condestable Pedro Fernández de Velasco reclamó al Emperador Carlos V que los monjes volvieran a dejar al héroe en su localización original. En 1736, los restos fueron llevados a una capilla de nueva creación, la de San Sisebuto.
La profanación del héroe
El monasterio, donde 200 monjes habían sido martirizados durante la conquista musulmana, se convirtió gracias a la historia que rezuman sus paredes en un lugar de peregrinaje para los castellanos. Isabel la Católica, Felipe II y Felipe III no dudaron en presentar sus respetos al Campeador. Pudo ser así hasta la Guerra de Independencia, donde el expolio cultural francés también se extendió al monasterio burgalés.
Las tropas napoleónicas arrasaron con cualquier objeto valioso del templo, entre ellos los restos del Cid y su familia. Solo cuando el general Thiebault, conocedor del personaje, quiso congraciarse con el pueblo de Burgos se pudieron recuperar algunos de los restos. El 19 de abril de 1809 se celebró un acto lleno de pompa y de solemnidad para sepultar al Cid en un mausoleo que, para la ocasión, se levantó en el Paseo del Espolón. A la marcha de los franceses, los monjes solicitaron al Ayuntamiento de Burgos que los restos fueran devueltos al Monasterio de San Pedro de Cardeña, pero no obtuvieron una respuesta positiva hasta 1826.
Capilla del Cid en el Monasterio de San Pedro de Cardeña.
Las desamortizaciones que sufrieron las propiedades eclesiásticas durante buena parte del siglo volvieron a dejar lo que quedaba del Cid a expensas de profanadores, de modo que fueron resguardados en la capilla de la Casa Consistorial de Burgos. Desde 1921 reposan junto con los de su esposa Doña Jimena en el crucero de la Catedral de Burgos, como bien explica Leyre Barriocanal y Ana Fernández «Los Huesos del Cid y Jimena: expolios y destierros», editado por la Diputación de Burgos en 2013 .
La profanación francesa y el abandono dieron como resultado que los restos óseos se dispersaran por Francia y la República Checa, así como el disparate de que con todos los huesos que se dicen hoy procedentes de Don Rodrigo se podrían montar tres o cuatro hombres. Pero, ¿para qué querían los franceses los restos de un héroe castellano de la Edad Media? Lo cierto es que durante los siglos XVI y XVII la influencia cultural de la España imperial extendió la lengua castellana y la forma de vestir «a la española» a muchas cortes europeas que querían imitar a la potencia hegemónica. La historia del Campeador se popularizó en aquellos siglos en Francia tanto con la lectura del «Cantar del Mío Cid» como, sobre todo, tras el estreno de la obra de teatro «Le Cid», de Pierre Corneille, en 1636.
Españoles por el mundo
Al calor de su popularidad a ambos lados del Pirineos, el conde de Salm-Dick y el barón de Delammardelle se apropiaron de gran parte de los restos mortales durante la invasión napoleónica. El primero terminó por regalárselos al príncipe alemán Carlos Antonio de Hohenzollern, pasando a formar parte del museo particular de su castillo de Sigmaringen, en el sureste de Alemania. El gobierno español consiguió que esos restos regresaran a España a finales del XIX. No obstante, el resto se perdió por distintas ubicaciones, entre ellas Brionnais, en la Borgoña francesa, y el palacio checo de Lazne Kynzvart.
Tumba del Cid y Doña Jimena, en el crucero de la Catedral de Burgos
El egiptólogo, dibujante y coleccionista francés Vivant Denon hizo acopio de muchos de estos huesos. Es más, el francés se arrogó la devolución de una parte del cráneo del Cid al monasterio burgalés en el invierno de 1808-1809 en medio de grandes escenificaciones, pero, en secreto, se guardó para su colección particular unas cuantas piezas. En 1825, a la muerte de Denon, se subastó un reliquiario que atesoraba huesos del Cid y de Jimena, de Molière y La Fontaine, y de los eternos amantes Abelardo y Eloísa. Aparte de un trozo de la camisa ensangrentada de Napoleón y del bigote del rey Enrique IV de Francia. Denon guardaba incluso la mitad de un diente del divino Voltaire.
Como recuerdo de que el Cid es tanto un personaje histórico como uno literario, en la sede de la Real Academia Española de la Lengua se conserva también un fragmento del cráneo desde 1968 a raíz de la pasión de uno de sus miembros por el Campeador. Con motivo del 99 cumpleaños de Ramón Menéndez Pidal, una comisión de académicos acudió a su domicilio a homenajearlo y llevarle como presente un hueso del cráneo del héroe. Según recogen las actas de la RAE, el casi centenario filólogo observó el fragmento de cráneo «con conmovedor silencio» y que después lo besó «devotamente». El mismísimo Camilo José Cela hizo las gestiones para hacerse con la reliquia con su anterior propietaria, la condesa Thora Darnel-Hamilton, quien a su vez lo había heredado de su abuelo.
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Fuente:
https://www.abc.es/historia/abci-pro...5_noticia.html
EL AMERICANO QUE EXPOLIO ESPAÑA
ARTHUR BYNE destrozó monasterios y se los llevó a EEUU piedra a piedra. Desmanteló iglesias, palacios y conventos para vendérselos a magnates. Robó, engañó y sobornó. Pero pasó a la historia como un experto amante del arte español
SAQUEADOR. Llegó a España en 1915 y murió en 1935, en accidente de tráfico. Fue enterrado en Carabanchel.
Cuando William Randolph Hearst buscaba una noticia, llamaba a un fotógrafo y después se inventaba una guerra. Cuando quería llevarse a casa una catedral, el trabajo era mucho más sencillo. Sólo necesitaba a Arthur Byne.
Byne (Filadelfia, 1884) era licenciado en arte y se presentaba como arquitecto. Nunca construyó nada. Pero durante las dos décadas que vivió en España, de 1915 a 1935, desmembró decenas de iglesias, palacios y conventos, que compró ilegalmente y trasladó a Estados Unidos, para que el ciudadano Kane decorase con los despojos sus delirantes mansiones en Florida y California. Colocó sobre la cabeza del magnate de la prensa más de 80 artesonados hispano-musulmanes.Se llevó, piedra a piedra, monasterios enteros. Robó, engañó y sobornó. Y consumó el mayor saqueo conocido del patrimonio arquitectónico español.
Europa sigue embarcada en su eterna guerra con EEUU por los pillajes arqueológicos. En su última ofensiva, el gobierno italiano ha iniciado un proceso contra el museo Getty de Los Angeles, para exigirle que devuelva cuatro piezas que salieron irregularmente del país. Grecia demandará también al museo para recuperar las suyas. España no podrá reclamar ninguna.
Cuando Byne llegó a Madrid con su mujer -Mildred Stapley, cinco años mayor que él- ambos eran miembros de la Hispanic Society de Nueva York y encandilaron a la alta sociedad de la capital.«El era muy alto y guapo, pero se había desviado de la cuestión, y aunque la señora Byne se comportó con la máxima discreción, el asunto trascendió a la servidumbre», contó Julia Sanza, hija del portero y la doncella de la casa. A pesar del desencuentro sexual, el tándem funcionaba. Mientras ella escribía, él especulaba con cientos de piezas sin que nadie lo advirtiera, cada vez que un millonario norteamericano sacaba el talonario.
Hearst no era un coleccionista ni un amante del arte, sino un comprador compulsivo y maniático, que ni lo entendía ni sabía valorarlo. En 1925 decidió que nada quedaría mejor en su palacio de San Simeón (California) que un claustro medieval español.Y Byne encontró en Segovia el Monasterio cisterciense de Sacramenia, que estaba en manos privadas. Por unos miserables, incluso entonces, 40.000 dólares lo compró, lo desmontó y se llevó las piedras a Nueva York en pequeños lotes, haciéndolas pasar por materiales de construcción.
España aprobó en 1926 la primera ley que prohibía la exportación de obras de arte. Pero eso no le detuvo. «Afortunadamente, el dueño del monasterio es una de las figuras preeminentes dentro de la dictadura militar. Forma parte del acuerdo que él allanará todo tipo de críticas de la prensa (y como aún queda un pago de 10.000 dólares, puede estar segura de que lo hará. Pero no es un trabajo fácil. Todo el mundo a lo largo del proceso debe ser acallado con dinero. ( ) Es la única manera de que un asunto de esta envergadura pueda realizarse», escribió a Julia Morgan, la arquitecta de Hearst. Los problemas de Byne no acabaron ahí.«Varias veces el proyecto fue denunciado al Ministerio de Bellas Artes, ( ) Ejercí mi influencia con el ministro y obtuve el permiso para mover las piezas embaladas ».
Los muros de Sacramenia llegaron al puerto de Nueva York empaquetados cuidadosamente en 10.571 cajas. Pero el embalaje era de paja y el Departamento de Agricultura las paralizó por miedo a la fiebre aftosa. Sus cerca de 36.000 piedras fueron embaladas de nuevo y guardadas, durante una cuarentena que duró tres años, en una nave del puerto. En 1931, cuando no quedaba ni una en España, la República declaró el monasterio monumento nacional.
EL MUSEO IMAGINADO
De España salieron en el siglo XX innumerables obras, no todas inventariadas. Varios profesores universitarios catalogan, desde 1996, los cuadros españoles en exilio forzoso. El proyecto se llama Museo Imaginado y de sus virtuales paredes cuelgan lienzos de Goya, Velázquez, Murillo, Ribera, Gris y Picasso, muchos de ellos desparecidos entre 1933 y 1945. Hoy algunos se muestran en el Louvre o la National Gallery. Otros fueron subastados y se les perdió el rastro. «Cuando es un robo claro, según la Unesco se pueden reclamar las piezas, si han pasado menos de 50 años desde su desaparición. Pero lo que sacó Byne de España es imposible de exigir. Se vendió y se pagó, aunque fuera de forma ilegal», asegura José Miguel Merino de Cáceres, profesor de Historia de la Arquitectura.
Las piedras de Sacramenia criaron polvo durante un cuarto de siglo en unos almacenes del Bronx. Cuatro meses después de que Hearst muriera, en 1954, las compraron dos empresarios para volver a montar en Florida el rompecabezas más grande de la historia. Byne, condecorado por Primo de Rivera, murió en un accidente de coche en Ciudad Real, en julio de 1935. «La muerte del Sr.Byne, insigne hispanófilo, constituye una verdadera pérdida para el arte español», terminaba su largo obituario en Abc. Hoy, los restos de Sacramenia son parte de un templo protestante cercano a Miami Beach. Los de Byne descansan bajo otra piedra, en el cementerio inglés de Carabanchel.
EL BOTIN DE BYNE
CONVENTO DE SAN FRANCISCO DE CUELLAR (SEGOVIA). Fue desmembrado entre 1907 y 1927 con la participación de Byne. Algunas de sus partes se encuentran en la Hispanic Society de Nueva York y otras se utilizaron en la reconstrucción del monasterio de Sacramenia, en Miami.
CASTILLO DE BENAVENTE (ZAMORA) . Byne vendió a Hearst en 1930 parte de su estructura gótica. Actualmente su paradero es desconocido.
MONASTERIO DE OVILA (GUADALAJARA). Hearst lo compró en 1931 con la intención de reconstruirlo en Wyntoon, su residencia de San Francisco. Nunca lo hizo y hoy algunas de sus piedras siguen arrumbadas en el parque del Golden Gate. Existe un proyecto de reconstrucción, paralizado.
REJA DE LA CATEDRAL DE VALLADOLID. Arthur Byne se la vendió a Hearst en 1922. Nunca llegó a usarla. En 1956 se vendió al Metropolitan de Nueva York, que la instaló, después de mutilarla convenientemente para que cupiera. Puede visitarse allí.
CATEDRAL DE SEO DE URGEL (LÉRIDA). Uno de sus arcos de jaspe rojo se encuentra en el Castillo de San Simeón, en California.También la sillería del coro, que Hearst instaló en su comedor.COLECCION DE ARTE DEL CONDE DE LAS ALMENAS. Byne se la llevó a Estados Unidos con la excusa de montar una exposición y después la vendió. Sus artesonados y mobiliario están desperdigados en ese país.
https://www.elmundo.es/suplementos/c...133650804.html
Última edición por ReynoDeGranada; 20/10/2021 a las 16:14
«¿Cómo no vamos a ser católicos? Pues ¿no nos decimos titulares del alma nacional española, que ha dado precisamente al catolicismo lo más entrañable de ella: su salvación histórica y su imperio? La historia de la fe católica en Occidente, su esplendor y sus fatigas, se ha realizado con alma misma de España; es la historia de España.»
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