LA SELECTIVA "MEMORIA HISTÓRICA" DE LA MASONERÍA
ALGUNAS VÍCTIMAS QUE NO RECUERDA LA MASONERÍA
Con saña y empeño se ha satanizado la imagen del General Francisco Franco. La "damnatio memoriae" [condena de la memoria] contra Francisco Franco, Jefe del Estado español desde 1939 a 1975, es secundada por todos los partidos políticos de izquierda, es compartida por los nacionalismos separatistas y es aceptada, con sonrisa de conejito dócil, por la derecha liberal española del siglo XX, tan mojigata y estúpida como la del siglo XIX.
Un masón -o afín a la masonería- nos escribía hace unos días un comentario al pie de uno de nuestros artículos. El consejo redactor de esta bitácora no contempla la publicación íntegra de comentarios tendenciosos y pro-masónicos. Queremos que esto quede claro, pues LA ESPAÑA ANTIMASÓNICA no es un foro de debate y, menos todavía, un medio puesto a disposición de la propaganda de la secta. Pero por lo muy curioso que nos ha resultado un pasaje del comentario de este respetable señor, queremos publicar aquí el fragmento y darle cumplida respuesta, pues la merece. El señor firma como D. Álvaro Enrique y, entre otras cosas, nos escribe:
"Buenos días Yo le confieso que pude leer hasta aquí, sólo haciendo a un lado el dolor que me da, ver a unos españoles que en el pasado recientemente sufrieron de una dictadura tan cruel como la de franco (quien casi exterminó a toda la masonería y a más de la mitad de la población en España) defender esos postulados de odio e intolerancia social." (sic)
Nosotros no defendemos, distinguido y respetable señor, ningún "postulado de odio e intolerancia social". ¿A dónde ha visto usted ningún resquicio de ese odio o intolerancia en nuestros artículos? Lo que nosotros "historiamos" aquí se puede encontrar en las hemerotecas, en las bibliotecas... Aunque, en más de un caso, damos cuenta de algunas páginas de la historia española que no serán fácilmente encontradas en internet ni en los libros que publican editoriales de sesgo masónico. Disponemos de un colosal material documental que, gracias a Dios, no está digitalizado. La vida sería muy triste si todo pudiera leerse en esta pantalla donde la información se ahoga en la desinformación. Entendemos la tristeza de D. Álvaro Enrique, su "dolor", pues en un mundo como el nuestro, donde casi todo está hecho a imagen y semejanza de la masonería, donde la ciudadanía ha sido anestesiada, para que incluso inconscientemente eleve sus cánticos de loor a la masonería, tiene que "doler" comprobar que no todos los españoles están ganados para su causa, que no somos pocos los que nadamos contracorriente y nada queremos saber de esos cantos de sirena. Aquí no secundamos esa unilateral y falsaria historia que beatifica a la culpable de la decadencia y la postración de España a lo largo de su historia. Y, volvemos a reiterar, nosotros nos limitamos a "historiar". Y, como lo nuestro es "historiar", vamos a hacer algo por el señor D. Álvaro Enrique. Vamos a recordarle algunas cosas que, tanto él como muchos masones, tendrían que tener presente y que parece ser que se les ha olvidado.
Francisco Franco decretó prudentes leyes que impedían la acción abierta de la masonería en España, leyes por las cuales se perseguía la actividad masónica, entendiéndola como germen de conflictos sociales y políticos. Habría que decir que Franco los conocía muy bien, pues los tenía en su propia casa: su hermano Ramón, sin ir más lejos, fue un activo masón. Franco persiguió a la masonería. Pero decir que Franco "casi exterminó a la masonería" es una hipérbole, una exageración que sólo se ve superada por la segunda parte de la audaz aseveración de nuestro lector: "y a más de la mitad de la población de España".
MADRID, 1936
Le invitamos a este señor a retroceder en el tiempo con nosotros. Pongámonos con la imaginación histórica en el día 23 de agosto de 1936. Hace un mes y poco que estalló la Guerra Civil Española. Estamos en Madrid, acompáñenos. Vayamos -sin que nos vean, ni a usted ni a nosotros- a la Cárcel Modelo. Tenemos un periódico de hace unos días, edición del 8 de agosto de 1936. Se trata del diario madrileño "Política", órgano de Izquierda Republicana. En la página cuarta hay un artículo que nos informará de la identidad de algunos presos ilustres, detenidos y conducidos a la cárcel por las "autoridades republicanas". Son presos políticos y están, prácticamente hacinados, en la Cárcel Modelo. Lea, D. Álvaro:
"Y existen, por fin, los presos políticos. Antiguos y recientes. Los más notorios, de los últimos, son el Dr. Albiñana, D. Melquiades Álvarez y Martínez de Velasco. El tercero sólo ha pasado -con la de hoy- tres noches en el "abanico". ¡Lástima que Lerroux y Gil Robles no les puedan hacer compañía!".
D. Melquiades Álvarez González-Posada es un pequeño y venerable anciano que pasa los 70 años. Nació en 1864 y estamos en 1936. Nacido en Gijón estudió Derecho en la Universidad de Oviedo y allí logró su cátedra de Derecho Romano. Estuvo muy vinculado a la krausista Institución Libre de Enseñanza y su carrera política arranca en el republicanismo de Nicolás Salmerón. Su trayectoria recorre varias legislaturas como diputado, ha sido también conspirador republicano, diputado a las Cortes Constituyentes de la II República, Jefe del Partido Republicano Liberal Demócrata y ex-presidente del Parlamento. Pero nada de eso va a valerle para salvar la vida ese aciago día caluroso de agosto. Las milicias del Frente Popular no reparan en su mandil masónico. Se ha decretado la muerte de Melquiades Álvarez y la orden será cumplida, no sin ahorrarle tormentos que, según testigos presenciales, sobrellevó con mucha dignidad. Cuentan que, cuando su cadáver fue arrojado al camión donde echaban a los muertos, para llevárselos de allí, lo arrojaron con tal fuerza que pasó el camión y cayó del otro lado, causando impías carcajadas a la canalla miliciana y asesina.
Pero, escondámonos, D. Álvaro, que no nos vean, pues aunque usted es masón (o amigo de masones, por sus declaraciones) y nosotros católicos, ya ve usted, amigo mío, que estos caníbales no entienden de otra cosa que no sea matar a cualquiera que tenga un mínimo de dignidad.
Si somos capaces de estar más tiempo en ese Madrid podremos ver los últimos momentos de vida de D. Gerardo Abad Conde. Ya sé que vivir en ese Madrid produce náuseas, es tan fuerte el olor a sangre y vísceras de "fascista" que nada puedo hacer por olvidarlo. En este Madrid, D. Álvaro, cualquiera que vista decentemente es sospechoso de ser "fascista". En Madrid impera una mojiganga hosca y criminal (los milicianos del Frente Popular), que huele a aguardiente y no se lava. Las calles las ha tomado una horda infrahumana, embrutecida hasta lo demoníaco, que espumea odio. Y en su monstruoso carnaval de muerte se atreven con las sepulturas, sacando cadáveres de religiosos y religiosas y, sin el menor resquicio moral ni higiénico, bailan la danza macabra con los muertos que exhuman.
Imagínese que ahora estamos a día 10 de septiembre de 1936. Ya hemos visto morir a D. Melquiades Álvarez en agosto... Y, por desgracia, a muchos otros; claro. Vayamos ahora a la cárcel de Porlier. Allí está D. Gerardo Abad Conde. D. Gerardo nació en 1881 en un pueblo de La Coruña y era hijo de un comandante de la Benemérita. Pero su vocación fueron las Leyes, por lo que una vez licenciado ejercerá como abogado, perteneciendo al Partido Republicano Autónomo, del que fue secretario. Su partido se integra en el Partido Republicano Radical de Lerroux, por la huelga de 1917 será encarcelado. En 1931, con la II República, fue nombrado subsecretario del Ministerio de Comunicaciones. Diez años antes de la proclamación de la República, D. Gerardo había sido iniciado en la logia "Hispano-Americana nº 379" el 17 de julio de 1921, tomando el alias (nombre simbólico) de "Justicia". Fue representante el año 1928 de la "Gran Logia Regional del Noroeste de España" en la VII asamblea del "Gran Oriente Español", Como masón llegó al grado 33º en 1930. En 1933 solició pasar a "hermano durmiente". Seguirá ocupando, no obstante, cargos políticos, encargándose de presidir el patronato para la incautación de los bienes de la Compañía de Jesús. Y con el gobierno Lerroux llegará a ser nombrado Ministro de Marina. Nada de esto tienen en cuenta sus verdugos. En los sótanos de la cárcel de Porlier se oye jaleo. Después de atormentarlos, los milicianos en camarada con los guardias de asalto, tan afectos al PSOE, sacan sus armas ametralladoras y acribillan a D. Fernando Rey Mora, a D. Gerardo Abad Conde (h.'. Justicia) y -¡mire usted qué paradójico!- al religioso D. Leandro Arce Urrutia. Y me gusta pensar que D. Gerardo y D. Fernando se reconciliaran con Dios, aprovechando que había un hombre de Dios con ellos.
Dejémoslo por hoy. Retornemos a nuestra época, en la que no faltan necios que hablen de lo que no saben. Vengámonos, D. Álvaro, pues no quiero dejarlo en ese Madrid de la II República, democrática y maravillosa. Le he puesto dos casos a su consideración y a la del amable lector. Dos casos reales, puede informarse cumplidamente, pero le advierto que no son dos casos aislados. Fueron muchos los masones asesinados por el Frente Popular (ignoro si alguien llevará la cuenta exacta).
Lo que parece es que la masonería -usted mismo se hacía eco de ello- tiene muy mala prensa sobre Francisco Franco, pero poco recuerda la masonería que el Frente Popular también dejó en las cunetas a no pocos masones. Y es bueno recordarle que fue ella, la misma masonería, la que trajo la II República a España con su odio anticlerical, con su atrabiliario gesto de tribunos de la plebe, con sus demagogos tronisonantes, patética comparsa del Terror: la revolución devora a sus hijos... Y a sus padres. Y hay que recordarle a la masonería que ella fue la que engendró -en su afán revolucionario- esos monstruos ateístas y genocidas que fueron y son el anarquismo y el marxismo. La masonería olvida con mucha facilidad lo que le interesa olvidar. Y no venera la memoria de sus muertos que, si no los mató Franco, no es políticamente correcto recordarlos.
¿Lo ve usted, D. Álvaro? En España no hubiera hecho falta Francisco Franco Bahamonde para exterminar a la masonería. Si Franco no lo hubiera impedido, las milicias rojas (comandadas por otros masones de relumbrón, por cierto), hubieran exterminado de la faz de la tierra a todos los masones y después, o a la vez, se hubieran descuartizado entre ellos.
LA ESPAÑA ANTIMASÓNICA
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