Cita Iniciado por Valmadian Ver mensaje
Resulta algo obvio, de hecho el Carlismo estaba preparándose para la guerra desde mucho antes de que se produjese el Alzamiento. Al respecto, ya La Pasionaria advirtió en El Congreso de Los Diputados el peligro real que representaban los carlistas. Jamás, en toda la Historia del Carlismo se ha renunciado a ninguno de los Principios que lo animan: "Cueste lo que cueste, se ha de conseguir que vuelva el Rey de España a la Corte de Madrid..." Es toda una declaración de intenciones, ¿no te parece?
De acuerdo en la preparación del Alzamiento desde la decepción de la República. Para resaltar la situación podíamos referirnos a El derecho a la rebeldía de Castro Albarrán que fue publicado a pesar del Obispo de Tarragona o una conferencia de Senante, Verdadera doctrina sobre acatamiento, obediencia y adhesión a los poderes constituidos y sobre la licitud de la resistencia a los poderes ilegítimos y de hecho : la politica tradicionalista. Estos planteamientos no eran postulados teóricos, sino que se aplicarían en el 34.


De http://elcaballerodeltristedestino.b...nuel-fal.html:

-¿De haber vivido el general Sanjurjo, caudillo del alzamiento en sus inicios, estaría ahora en el trono de España un Rey carlista?


No es mi fuerte volver la vista atrás, escudriñar los supuestos contingentes de los actos humanos o mostrar preferencias entre unos hombres y otros. Creo en la Providencia de Dios y en el valor de las ideas y de las causas nobles.

Bien sabido es, y antes quedó implícito en algo que se consignó, que tuvimos que pactar con el general Mola. Políticos carlistas escépticos sobre nuestra capacidad de acción, desconocedores de la preparación que se llevaba y demasiado atentos a lo localista, se habían adherido a Mola sin condiciones; mejor dicho, con sólo la promesa de los Ayuntamientos. Pero nosotros sabíamos -ellos lo ignoraban de seguro-- que uno o dos generales republicanos imponían esta forma de gobierno, y cuando Mola me dio su escrito en los principios del Alzamiento, ausentes de sentido religioso. con separación de la Iglesia y del Estado, matrimonio civil, etcétera, hubo que imponer condiciones. En las discrepancias se acudió a Sanjurjo, llevando don Antonio Lizarza cartas para el ilustre desterrado, y regresó trayendo la suya a Mola, que está publicada ampliamente, y otra para mí, cuyos términos eran claros y precisos:

• Bandera bicolor.
• Gobierno de sentido apolítico de militares, asesorado por hombres eminentes.
• Revisión legislativa, especialmente en materia religiosa y social.
• Cese de las actividades de los partidos políticos para que el país se calmase.
• Estructuración del país, desechando el sistema liberal y parlamentario.
• Duración temporal del gabinete militar.


Con este programa, un general monárquico, hijo de comandante carlista -don Justo Sanjurjo-, muerto gloriosamente en la guerra de Carlos VII cerca de Estella y en Navarra enterrado, nieto y sobrino-nieto de los generales Sacanell, del cuarto militar de Carlos V, con este augusto señor exiliado y muertos allí en su pequeña corte de Trieste, donde en el cementerio de Santa Ana siguen sus restos con los de otros nobles, militares y servidores que no quisieron abandonar a los Reyes en su destierro; que había estado pronto a sublevarse como carlista -dijo en aquella cena histórica de Lisboa: «Vuelvo a ser lo que mi sangre carlista»-, ¿se hubiera afanado por poner en el trono a un Rey carlista?


Poco honor haría al glorioso general si contestara esa pregunta afirmativamente. Y poco honor haría al Rey carlista don Alfonso Carlos si le creyera capaz de dar a la nación esa sorpresa.

Don Alfonso Carlos había ordenado concurrir al Movimiento con el Ejército, sin aspiración partidista alguna: «Ante todo -dijo- debe salvarse la Religión y la Patria». Y Sanjurjo, en su autógrafo publicado, como apunte suyo íntimo, como resolución de un ánimo abnegado, consignó que se respetaría lo que conviniese a España y ella lo deseara.

Reyes de sorpresa, no. Reyes impuestos, tampoco. Reyes designados a dedo, jamás.

Del programa que se contiene en su carta, parece claro que hubiera sido posible una regencia para la reestructuración de la nación, en forma orgánica, que permitiera el sufragio verdaderamente representativo... Pero Dios escribe derecho con renglones torcidos.