Re: La Cruzada de 1936 a debate
Iniciado por
Guy Fawkes
La principal autoridad de la Iglesia Católica es el Papa, que además es el jefe de Estado del Vaticano, un estado extranjero como Vd bien sabe. Pero además este Jefe de estado es el único que goza de una autoridad infalible (para los católicos).
Lea sobre los estados pontificios, los Borgia, en fin... Infórmese un poco. Verá que el poder terrenal de la iglesia Católica fue muy importante y en muchas ocasiones contrario a los intereses españoles en Italia.
Considero que debería consultar un par de buenos manuales: uno de Derecho Internacional Público y otro de Derecho Diplomático, y un tercero sobre Relaciones Iglesia-Estado" antes de mezclar las cosas.
Si bien es cierto que existe el Estado Ciudad del Vaticano y reconocida su territorialidad mediante los Pactos de Letrán establecidos con Italia en 1929, también es cierto que La Iglesia Católica Apostólica Romana, NO es en sí el Estado Ciudad del Vaticano. La Iglesia es universal, el Estado Vaticano un territorio con un estatuto especial ya que, de entre rasgos definitorios de los Estados, carece de población, así, tal cual suena: no existe la ciudadanía vaticana. Tiene, por tanto, un estatus particular, que lleva a que en la mayor parte de los países signatarios del Congreso de Viena de 1961 sobre relaciones diplomáticas el Nuncio de Su Santidad (--la Nunciatura Apostólica en cada país con quien mantengan relaciones, es la embajada--), tenga la consideración de decano del cuerpo diplomático acreditado en cada uno de dichos países. Es decir, hay que hablar de lo que se sabe.
Ello, no quita para que la Iglesia tenga una Jefatura encarnada en la persona del Santo Padre, Jefe espiritual de más de mil millones de católicos repartidos por todos los Estados del mundo (hasta en Corea del Norte debe quedar alguno). Yo como católico soy español, pero también soy miembro de la Iglesia Católica. Como español ingresé en la sociedad cuando mis padres me registraron en el correspondiente registro civil después de 24 horas de estar vivo; y en la Iglesia cuando fui bautizado. Es decir, dos actos y dos momentos distintos de naturaleza jurídica diferente.
El Santo Padre, por otra parte, es infalible en materia de fe. Y ya vale de especular sobre hechos y situaciones presuntamente históricas: ¿qué intereses españoles perjudicó la Iglesia en el Norte de Italia en el Siglo XV?
Y ahora ya, Aviso de moderación: o este hilo deja de ser un off-topic permanente que desvirtúa el tema "La Cruzada de 1936 a debate" o sugeriré al Administrador que lo reconduzca o lo cierre.
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
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