NACE LA PEPA
En este orden de cosas, se reunieron las Cortes en Cádiz, baluarte de la independencia y cuna de la libertad, después de venir de la Isla de León (San Fernando), y promulgaron ese ideal artículado en el que prevalecen las ideas de los oradores y políticos liberales como don Diego Muñoz Torrero, Agustín de Argüelles y Álvarez González, quien podría ser el diputado más reconocido de las Cortes de Cádiz y padre de la Constitución, Isidoro de Antillón y Marzo, Juan Nicasio Gallego y Hernández del Crespo, José María Calatrava Peinado, o José Mexía Lequerica, entre otros. Fue sin duda uno de los textos jurídicos más importantes del Estado español, por cuanto sentó las bases de constituciones posteriores. Considerada como un baluarte de libertad, fue promulgada en Cádiz en el Oratorio de San Felipe Neri el 19 de Marzo de 1812, día de la festividad de San José, por lo que popularmente fue conocida como “La Pepa”, casualmente el mismo día de la onomástica de José I Bonaparte, el rey intruso. Compuesta de diez títulos con 384 artículos, y es considerada como el primer código político a tono con el movimiento constitucionalista europeo contemporáneo, de carácter novedoso y revolucionario, y esto de revolucionario es con respecto a su contenido, y no al estilo de la Revolución francesa, si no de carácter más español, adaptada a las circunstancias de la nación, desde la legalidad, por quienes eran los legítimos representantes, acordándola conforme a las normas procesales del momento, y como contrapartida o respuesta al Estatuto de Bayona, inspirado en el modelo de Estado constitucional bonapartista. Si bien hay que reseñar que tenía algunas influencias o coincidencias con la Constitución francesa de 1791, pero es importante aclarar quiénes fueron los constitucionalistas de Cádiz. De facto, fueron en un principio 104 diputados que asistieron a la primera sesión y 223 que firmaron el acta de la última, aunque no son considerables pues no se tiene una verdadera constancia, y que la mayoría de los autores establece un número de diputados clasificados de los cuales 97 eran eclesiásticos, de los que solo 5 eran obispos, prevaleciendo los de alto y medio clero secular, 60 abogados, 55 funcionarios públicos y 16 catedráticos, además de 4 escritores y dos médicos, añadiendo 37 militares de los cuales no podemos contabilizar si eran o no aristócratas (más adelante explicaremos el por qué de esto, ya que los militares de carrera eran aristócratas, y los que se supone que respaldaron la Constitución venían del mundo de las guerrillas), 8 nobles titulados y 9 marinos, además de 15 propietarios y 5 comerciantes. Podemos decir que se trata pues de una minoría instruida que no opera según un consenso popular. La clase media silenciosa no participa en la acción política de Cádiz, ni la respalda.
En resumen, digamos que los integrantes de las Cortes formaban una grupo heterogéneo en el que figuraban muchos burgueses liberales, funcionarios ilustrados e ntelectuales procedentes de otras ciudades tomadas por el ejército del rey José, y miembros de las Juntas, que, huyendo de la guerra, se habían concentrado en Cádiz, ciudad-refugio protegida por la marina británica.
A causa de las dificultades de la guerra, la alta nobleza y la jerarquía de la Iglesia apenas estuvieron representadas en Cádiz.
Tampoco asistieron los delegados de las provincias ocupadas, (la mayoría), a los que se buscó suplentes gaditanos, lo mismo que a los representantes de los territorios españoles de América. Predominaban en las Cortes las clases medias con formación intelectual, eclesiásticos, abogados, funcionarios, militares y catedráticos, aunque no faltaban tampoco miembros de la burguesía industrial y comercial. No había, en cambio representación alguna de las masas populares: ni un solo campesino tuvo sitio en la Asamblea de Cádiz; y tampoco hubo mujeres, carentes todavía de todo derecho político.
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