Fuente: El Pensamiento Navarro, 22 de Agosto de 1969, página 3.
Hace más de cien años
Cuando apareció «El Papelito»
Por Ignacio Romero Raizábal
– II –
“El Papelito”, en su número-muestra, y al final de un mosaico de chistes y charadas y recetas de buen humor en verso y prosa, se define como “periódico oficial, político, de partido, ilustrado y universal”. Pero en tono de adivinanza.
“Es oficial (proclama con chungona desenvoltura) porque ahora está aprendiendo el oficio. Es político, porque no es descortés. De partido, como natural del partido judicial de Madrid. Ilustrado, porque hoy la ilustración cuesta muy barata. Y universal porque su patria será el universo”. Añade que “teniendo en cuenta que al pueblo español le gusta siempre probarlo todo, incluso los requesones…, ha decidido de real gana echar al mundo este número a prueba”, y que “lo demás del prospecto se irá diciendo”.
Este número-muestra, en el que viene el pie de imprenta y el nombre y dirección del administrador y editor responsable, se debió repartir gratis por toda España y a barullo. Luego, en los sucesivos, aparece en la cabecera también el precio: un real para los de Madrid, y 4 reales al trimestre en provincias, a pagar “en sellos o letras”.
Irá soltando, sin asomar de entrada demasiado la oreja, verdades como puños de las que levantan ampollas. Y van apareciendo, cada vez con mayor descaro, tomaduras de pelo a los políticos de turno que hoy se nos hacen increíbles. Con frases de este tono: “¡El gobierno miente! ¡Todos los gobiernos mienten!”.
Mientras tanto el carlismo se organiza en secreto. Cuatro meses después de aparecer “El Papelito”, el 20 de julio, estrena Carlos VII, en Londres, el título de Duque de Madrid, y establece un puesto de observación en la frontera. Al final de septiembre sale para el destierro Doña Isabel, y sólo la acompañan a la línea de Irún, en una noche triste de lealtad dinástica, dos diputados provinciales por Guipúzcoa, un republicano y un carlista, caballeros y enemigos políticos. Y sólo cuatro días después, fecha el pobre Don Juan III de nuestra Dinastía su carta a los Gobiernos de Europa, dejando vía libre a su hijo Carlos VII, que cuatro años antes, cuando contaba 15, ya había proclamado como legítimo heredero, en su “Carta a los españoles”, la Princesa de Beira, nuestra providencial Doña María Teresa de Braganza.
A todo esto, “El Papelito” se iba quitando la careta. Es una lástima que, para que el Carlismo resucite, tenga que verse España en trance de agonía, como sucedió entonces, en el año 1869, ahora hace el siglo exacto. Triunfante la Revolución, los que tenían algo que perder sin remedio se acordaron de los que ya lo habían perdido todo por querer remediarlo, y el partido carlista volvió a cobrar actualidad, y a ponerse de moda. Aunque con precauciones, porque los timoratos y vergonzantes esperan para decidirse a que les exploten los petardos en la escalera de su casa.
En las elecciones a Cortes se presentaba una ilustre baraja de correligionarios, pero lo hacen tan sólo a cara descubierta en tres circunscripciones de las veinte a las que concurren. Nocedal se limita a levantar bandera por la Unidad Católica, por ejemplo; y Cangas Argüelles a decir que “antes la República” que la monarquía anterior. Pero ya “El Papelito”, por su cuenta, publicaba una jota en su número 16 que asegura que “cantan los mozos de Navarra”:
Yo no quiero llevar gorra,
pañuelico ni sombrero,
que quiero boina encarnada
porque le quema al gobierno.
Y otra, en la misma página, y en la que con el suficiente lujo imaginativo podría vislumbrarse una alusión profética a la fraternidad de falangistas y requetés al estallar el 18 de julio:
El cielo de la Navarra
está pintado de azul,
y el suelo lleno de boinas
que dicen a Prim de tú.
Claro es que lo de Prim, a una centuria de distancia, puede sonar ripiosamente en oídos actuales. Igual que lo de “la Navarra”, que no es giro en circulación. Pero lo uno y lo otro dan más sabor al celuloide rancio de estas evocaciones.
Marcadores