Me alegra, entonces, que usted haya respondido afirmativamente a mi pregunta, porque de ahí se puede sacar un principio general aplicable a todos los Reyes (o Regentes) de la dinastía legítima española.
Tal y como decía Fal Conde en su famosísima carta (y siempre de obligada lectura) a Rufino Menéndez (05/05/1972):
Quizás la diferencia más trascendental entre Comunión y partido es que el Rey puede equivocarse, y de hecho se equivoca, incluso en los mismos principios sustanciales. Pura insensatez y soberbia la de algunos que desposeen nada menos que de la legitimidad al Rey cuando pueden acusarle de algún más o menos grave desliz doctrinal. Antes al contrario, ese es el gran bien de lo dinástico: que los errores de cada titular se pueden corregir, como de hecho se han corregido a veces, en el transcurrir de la sucesión [o también, añado yo, por un ACTO POSITIVO de rectificación posterior del propio titular mismo que cometió el error (o errores) DE BUENA FE]. Exactamente como los pueblos purgan las desviaciones de sus momentáneos extravíos —motines o revoluciones— en la sosegada renovación de generaciones.
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