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Eduardo (Fernández) Balmaceda Valdés. (1895-1969)
Es muy posible que si la corporación municipal que regía los destinos del Ayuntamiento de Galilea el día 21 de septiembre de 1957 no hubiera decidido nombrarle hijo adoptivo y dedicar una de sus calles a Eduardo Fernández Balmaseda, (en realidad Eduardo Balmaceda Valdés), su nombre y su biografía tendrían poco que decir para los habitantes de nuestro pueblo. Sin embargo “…este culto viajero chileno, con amplias vinculaciones sociales en España…”, como lo definió Fernando Schmidt, consejero de la Embajada chilena en España, tuvo el acierto de recalar en Galilea en uno de sus periplos viajeros por Europa siendo providencial para el impulso modernizador de nuestro pueblo, como así queda reflejado en uno de los capítulos de su historia cuando digo:
Avda. Eduardo Fdez. Balmaseda
“Llega el mes de septiembre y se produce un acontecimiento irrepetible. Se inaugura el teléfono público que tanto tiempo hacía que se estaba esperando. Con motivo de este acto se congregan en Galilea las máximas autoridades de la provincia a las que se les plantea la situación de paralización de las obras, sin que se obtengan resultados positivos. Sin embargo el destino quiso que el día 27 de septiembre de 1954 con motivo de la festividad del día de Acción de Gracias acudiera a su celebración el médico riojano, con raíces en nuestro pueblo, D. Fernando Yangüela al que el alcalde llama “introductor de los chilenos en este pueblo” que le anuncia la visita, para el día siguiente, de D. Eduardo Fernández Balmaseda, diplomático chileno, viajero impenitente, hombre adelantado a su tiempo, y acudirá no como un turista más de los que a diario recorren nuestro País, sino a derramar lágrimas sobre la tumba de sus mayores que reposan en nuestro cementerio”
El alcalde le explicó pormenorizadamente la situación de estancamiento que sufrían los diferentes proyectos y su dificultad para darles salida. El diplomático chileno escucho con atención los problemas que se le planteaban y prometió ejercer toda su influencia ante sus amigos, los políticos de la capital del Reino para intentar dar salida a esta situación de parálisis administrativa.
Nada mejor para ello que acudir a su buen amigo el Conde de Vallelano, a la sazón Ministro de Obras Públicas por aquellas fechas. Parece que las dotes de persuasión del escritor chileno eran grandes ya que,
“…a partir de aquel momento y en cadena, sin interrupción nos fueron concedidas subvenciones con las que, aun a paso lento, pudimos continuar las obras.”
Eduardo Balmaceda Valdés, nació en el año 1895 y fue hijo de José Ramón Balmaceda Fernández, casado en segundas nupcias con Sara Valdés Eastman. José Ramón, nacido en el año 1853, fue hermano del presidente de la República de Chile, José Manuel Balmaceda. Diplomático, como todos los hermanos del Presidente, desempeñó los cargos, entre otros, de Regente de Santiago y Ministro Plenipotenciario en Bélgica. De su primera mujer, hermana de la segunda, nació Gustavo Balmaceda Valdés, quien se casó con la escritora chilena Teresa Wilms Montt, muerta prematuramente y con una apasionante biografía.
Balmaceda Valdés fue un incansable viajero, además de un prolífico escritor y articulista. De su pluma salieron títulos como, “De mi tierra y de Francia”, en 1938; “Del presente y del pasado", en 1941; “Personalidades que visitaron Santiago en el siglo XIX”, en 1950; “Anhelo y visión de España” en 1954; “Un mundo que se fue”, en 1961. Muy joven, también escribió un libro sobre la familia Balmaceda, pero con poca investigación y algunos errores. Como articulista mantuvo durante un tiempo una columna en un diario de Santiago llamada "La elite de siempre", de la cual él mismo solía ser protagonista, siendo célebre por su pomposidad y elegancia.
En su libro "Anhelo y visión de España" relata su paso por Galilea y su encuentro con los familiares del solar de Valdeosera, (cuando se quiso inscribir en dicho solar tuvo que recurrir a su varonía que había sido abandonada por su abuelo).
Recientemente (comienzos del año 2007) el embajador chileno Juan José Fernández Valdés a quien el autor menciona en su libro como uno de los que le precedieron en su visita a Galilea, ha tenido la gentileza de remitirme un ejemplar de este libro editado en el año 1958 y que en sus páginas 301 a 306 refiere lo siguiente de su estancia en nuestro pueblo:
"Y llegamos a Galilea de Logroño, donde se ha perpetuado un núcleo de nuestra familia. Respecto al origen del nombre de Galilea, cuenta la tradición que los principales de allí fueron a Tierra Santa y que al volver, en recuerdo de su peregrinación, lo pusieron a la villa que estaban formando junto a sus fincas agrícolas en el Valle de Ocón. Es de recordar que en el siglo XIII toda La Rioja pertenecía al Reino de Navarra. Un hijo de Sancho el Fuerte, Teobaldo I, fue a las Cruzadas rodeado de nobles navarros y es probablemente que los del Valle de Ocón fueron en su compañía; esto situaría la fundación de Galilea en la primera mitad del siglo XIII. Las cruces que trajeron los cruzados y que figuran en los blasones de muchos escudos navarros también campean en los escudos de las viejas familias de este pueblo.
Nuestra visita, que ya había sido anunciada, animó al pueblo y todos salieron a saludarnos y festejarnos cariñosamente. No ero yo el primer chileno que allí llegaba; me habían precedido en este generación Sergio Fernández Larraín y Juan José Fernández Valdés, que muy grato recuerdo dejaron entre sus moradores. Muchísimos años antes habían pasado también, entre otros, compatriotas como doña Anita Fernández de Undurraga, que llevaba la cantidad de 25.000 duros que su padre, nacido allí, había legado a la escuela parroquial; en las “Memorias de ochenta años”, publicadas por su esposo, hay una animado relato de esta visita.
El actual alcalde de la región Enrique Malo y Cenzano es el prototipo del hidalgo legendario; lleno de noble sencillez, vive para servir a su pueblo y se entusiasma con los modernos adelantos que ha propiciado; yo, fascinado con las piedras viejas, cansado de modernismos; él, deslumbrado con ellos. En su viña, en los extramuros del pueblo, nos brindó su excelente vino en una gran sala de la bodega centenaria, donde en un inmenso fogón crepitaban abundantes y apetitosas reses. Qué autentico y natural me parecía todo esto; nadie pretendía deslumbrarme mas todos se esforzaban en manifestarme su simpatía; así anduve por muchas casas de parientes y amigos que me brindaban su emocionada hospitalidad; ambientes con tanto sabor de tradición y encanto que sólo pueden dar los siglos.
El dignísimo sacerdote D. Alberto del Pozo, hace ya 24 años que es cura de Galilea y es joven, activo y de buen gusto; ha reparado con propiedad sus edificios, porque en España, a pesar de la modestia de estos pueblos, los adornan notables monumentos. La iglesia parroquial de San Vicente, toda de sillería de piedra, de principios del siglo XVI, en estilo gótico ojival, estuvo estucada interiormente, lo que no era extraño en esos templos, pues el mal gusto de finales del siglo XIX y principios del XX cometió ese desaguisado, y cansados de estas viejas piedras, las estucaron y decoraron. No es una excepción lo que pasó con la catedral de nuestro Santiago. Pero el cura del Pozo juntó limosnas –no pocas le llegaron de Chile- hasta que le permitieron rascar la iglesia y devolverla a su magnífico y primitivo estado. Están allí enterrados muchos de nuestros antepasados, hasta que una ley prohibió los enterramientos en las iglesias. Desde entonces subsiste una tumba de la familia en el cementerio.
Lo más notable de este hermoso templo es la magnífica capilla de la Santísima Virgen del Pilar, que construyó pomposamente un personaje de nuestra casa, don Juan José Fernández Texada, para el enterramiento de su tío el Arzobispo y su familia.
No se imagina el buen Obispo de don Diego la trascendencia de aquél matrimonio que trajo al trono de España la cada de Borbón. La novia era la hija mayor del rey Felipe IV, y esta unión se había acordado el año 1639 en la famosa paz llamada de los Pirineos.
En una plaza aledaña a la iglesia de San Vicente, se alza el viejo palación del Arzobispo, ya bastante deteriorado y profanado, aunque conservando algo de su antigua dignidad y luciendo, en la fachada principal, un hermosísimo escudo de Valdeosera, finamente esculpido.
En los extramuros de Galilea se conserva una simpática ermita de Nuestra Señora de la Gracia, cuya pétrea fábrica data del siglo XVII, atinadamente restaurada últimamente. Y era ya hora de la queda cuando fui invitado a visitarla; la luz muriente, diáfana bajo un cielo nacarado, envolvía el ambiente en una profunda melancolía y las sombras de la tarde daban mayor relieve a las construcciones viejísimas que se alinean a la vera de la calle principal del pueblo. Entrados en la ermita, el cura pidió una oración por mis intenciones, y el coro ya numeroso de nuestros acompañantes respondía al sacerdote con fervor y una emoción tal que mis ojos se llenaron de lágrimas. Toda esta atmósfera religiosa y sencilla me hizo volver a una vida pretérita, la que llevaron nuestros mayores; me parecía haber retrocedido siglos en la seguridad de que allí, el tiempo estaba detenido. Luego pasamos al cementerio, junto a la ermita, donde en la tumba de familia, el cura rezó un responso por el alma de nuestros antepasados. ¡Qué encanto hubo para mí en todo esto…!
Descendimos cuando ya la luz crepuscular se terminaba y los labriegos con sus mulos, sus cabras, sus herramientas de labranza, bajaban en tropel a pernoctar al pueblo y nos saludaban al pasar; respetuosos y cariñosamente; ambiente de una emoción sencilla tal, que quedaré por muchos anos recordando.
Por estos lares todo ello tiene ese sello tan bellamente tradicional y castellano viejo."
En las páginas 314 y 315 que cierran el capítulo dedicado a su paso por La Rioja, el Sr, Balmaceda Valdés sigue diciendo:
"A mi regreso de La Rioja me entrevisté en Madrid con el conde de Valellano, Ministro de Obras Públicas de España; gran Ministro, gran señor y noble amigo. Una de sus hijas, durante la Guerra Civil española, asilada en Bruselas, recibió especiales atenciones de mis hermanos Jorge y María Cristina Valdés Mendeville, que allí eran embajadores, que los condes no han olvidado.
Le pedí para nuestro viejo pueblo de Galilea de Logroño el pavimento de la calzada principal y el estudio de una nueva carretera que acercaría en seis kilómetros el fértil Valle de Ocón hasta la capital de la provincia.
El ministro me manifestó que no le extrañaba que un chileno tan vinculado por la sangre y el corazón a la Madre Patria, viniera pedir algo para un viejo pueblo de España: Llamando a su secretario, don Ángel Ortiz, distinguido funcionario, dio la orden de que estudiara mi petición a fin de ejecutarla, y que se me informara a Chile del estado de los trabajos.
La emoción y el agradecimiento con que salí de esta entrevista fue grande. Me parecía una ilusión haber venido desde tan lejos a traer un señalado adelanto para la provincia en la que nació mi bisabuelo.
El Ministro cumplió su palabra y en momento de publicarse este libro los trabajos han tocado a su fin y el simpático pueblo castellano los ha inaugurado solemnemente poniendo a dos de sus plazas los nombres del ex Ministro de Estado don Eduardo González Gallarza y de don Fernando Muñoz y Serrano del Castillo, y una calle con mi nombre, declarándonos Hijos Predilectos del pueblo. Rasgo de generosidad muy española.”
Avda E. Fernández Balmaseda
Eduardo Fernández Balmaseda formó parte de una amplia familia de políticos y escritores con origen en nuestro pueblo. Su abuelo Manuel José, se hizo cambiar su primer apellido, Fernández, por el de Balmaceda, tomándolo de su bisabuela Ángela Balmaceda Cenzano, nacida el 8 de noviembre de 1699 en Galilea y hermana del Oidor, Gobernador de Chile y primer emigrante a tierras andinas, Juan de Balmaceda. Su padre y todos sus hermanos obtuvieron cargos de representación en el Congreso o Senado chileno, o desempeñaron funciones diplomáticas en el exterior.
El lo que respecta a la literatura, tuvo su antecesor en Pedro Balmaceda Toro, hijo del presidente Balmaceda y en consecuencia primo hermano suyo. Este malogrado escritor, que nació en el año 1868 y que murió a la prematura edad de veintiún años, fue amigo íntimo del autor nicaragüense Rubén Darío, a quien introdujo en Chile, teniendo un papel muy relevante en la difusión del modernismo hispanoamericano y de la literatura francesa moderna, usando los seudónimos de A. Gilbert y Jean de Lucan.
Más repercusión tuvo en las letras chilenas Teresa Wilms Montt, mujer de su hermanastro Gustavo Balmaceda Valdés, cuya producción literaria no es muy abundante ya que se suicidó a los veintiocho años, pero cuya biografía parece estar sacada de las páginas de una novela de tintes románticos con trágico final. Incluso su marido, escribió en 1918 una novela en clave titulada "Desde lo alto", con la que pretendía justificarse ante la sociedad por su escandaloso matrimonio con la bella y culta Teresa Wilms Montt.
Ya en nuestros días, su sobrino segundo Fernando Balmaceda del Río, nacido en Santiago de Chile en 1923, premio Revista de Libros 2001, memorialista como él, y en algunas épocas de su vida también diplomático, ha conseguido una gran relevancia con su libro “De zorros, amores y palomas”, que a decir de los críticos se trataría, de alguna manera, de una especie de "Un mundo que se fue", pero visto desde el revés. En estas memorias, el autor relata, en un estilo dinámico y pleno de humor, las aventuras que lo llevaron a ser testigo de diversas mentalidades y formas de vida. En su libro, Balmaceda del Río entrega muchos datos y anécdotas de los hermanos de su abuelo y de algunos de sus tíos paternos. Advierte el autor que en su infancia poco o nada quedaba de la fortuna de los viejos Balmaceda Fernández:
"...ni rastros, ni siquiera un metro cuadrado de las inmensas propiedades heredadas de su abuelo, don Manuel José. Pero sí, mucho de ese espíritu entre bizarro y estrambótico entre los últimos ejemplares de la generación de los abuelos".
Eduardo Balmaceda profesó un cariño especial a nuestro pueblo y mantuvo una correspondencia esporádica con quien fuera alcalde de Galilea en el tiempo de su visita, pero a finales de los años cincuenta se hace el silencio y no se vuelve a saber nada más de él. En esos cuatro años que transcurren desde su visita a Galilea, en septiembre de 1954, hasta las fechas posteriores a ser nombrado Hijo Adoptivo de Galilea y dedicarle una de sus calles, escribe una serie de cartas en las que detalla de manera pormenorizada sus entrevistas con el entonces Ministro de Obras Públicas, Conde de Vallellano(1) con el propósito de acelerar las ayudas que pudieran conseguirse para el logro de ciertos objetivos municipales, paralizados hasta el momento. Son cartas en las que se desprende el gran cariño que tuvo siempre por este pueblo y sus gentes, y el propósito que mantenía de volver a visitarlo algún día pero que diferentes avatares familiares y políticos se lo impidieron. Aunque algunas de ellas hacen referencia a cuestiones familiares, siempre incluía algún comentario sobre la situación política chilena, centrándose en algunos episodios trágicos como el inesperado fallecimiento del brillante político de la familia, Raúl Marín Balmaceda, muerto de un fulminante ataque al corazón. Son cartas, en fin, en las que deja traslucir su gran religiosidad y el cariño que profesaba a su madre, de una longevidad extraordinaria, y que fue uno de los motivos que le impidieron viajar nuevamente hasta nuestro pueblo. Extractadas, algunas de ellas son estas:
Madrid 5 de octubre de 1954
Tan pronto como llegué a Madrid te puse una tarjeta con mis saludos, la que espero habrás recibido.
Yo parto para París la próxima semana por lo que mi conversación con el conde de Vallellano (1) tendrá que retardarse, pero prometo que no partiré a Chile sin hablarle del asunto que nos interesa, y si algo consigo, créeme que será una inmensa satisfacción para mí. Por algo mis antepasados vivieron tantos siglos en esas tierras.
La condesa viuda de Vilana (2), una dama chilena íntima nuestra y a su vez muy unida a los Vallellano, me va a invitar a cenar con ellos para que yo les hable del asunto de Galilea, tan pronto como yo regrese de Francia, que, si Dios quiere, será a finales del presente. Esta condesa de Vilana es viuda de otro íntimo amigo que fue José de Casani y Herreros de Tejada, caballero de Valdeosera, de donde emparentábamos. Era además conde de Casani y de Vilena. Su hermano es el conde de Maceda, Grande de España. Pero no te impresione lo de grande, que después de haber conocido los hidalgos de los viejos pueblos de España son ellos los auténticamente nobles que guardan la legendaria y sencilla hidalguía castellana. Los que vinieron a medrar a la corte degeneraron y perdieron esas grandes cualidades del pueblo español.
Tan pronto como llegue a Chile haré editar un libro que he escrito sobre España en este año que aquí he pasado y en él verás aparecer el querido alcalde de Galilea y sus dominios con la cariñosa evocación que para mí se merecen los pobladores de tu pueblo.
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Barcelona, 12 noviembre de 1954
Hotel Gran Vía
Comprenderás con cuánto gozo te escribo para informarte del éxito de mi conferencia con el conde de Vallellano. Ya te había hablado de la antigua amistad que le unía a mi familia y en mi petición, me ha dado pruebas de ella.
Yo llevé a la audiencia una minuta con lo que deseaba el pueblo en forma clara y precisa. Llamé a su secretario D. Ángel Ortiz que en el acto tomó razón de todo. El primer pedido se acordó inmediatamente, y respecto a la carretera nueva de seis kilómetros me prometieron que, sin tardanza, se vería qué trayecto había al respecto para acelera su construcción.
El ministro hizo que D. Ángel tomara mi dirección en Santiago y le dio orden que me tuviera constantemente informado del estado de los trabajos que se ejecutarían por mi solicitud.
Comprenderás lo feliz y satisfecho que salí de la audiencia por haber conseguido algo en beneficio de mi viejo pueblo familiar.
Te ruego también que tú me tengas a su vez al tanto de estos trabajos que si se tardaran, ya dejé encargo en Madrid a una íntima amiga los Vallellano para que insista en su pronta realización.
Como te lo indiqué me embarco mañana y me agradaría me escribieras por correo aéreo a la Embajada de Chile en Brasil. Como yo pasaré por Río de Janeiro me entregarán tu carta y así tendré más pronto noticias vuestras.
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4 de diciembre de 1954
Buenos Aires, de paso a Chile, en barco
Tan pronto como llegué a Río me entregaron tu carta. Me regocijo íntimamente de haber hecho algo por nuestro pueblo y por el agradecimiento que muestran sus moradores por tan pequeño servicio.
Quiero recordarte mi entrevista con Vallellano que fue así: primero se acordó que la pavimentación de la carretera que pasa por el pueblo se decretara en el acto; y segundo que se viera si había estudios sobre la nueva carretera, y sino iniciarlo inmediatamente, pues sin él nada se podía empezar. Como te dije en mi carta, el Sr. Ángel Ortiz, secretario del Ministerio de Obras Públicas quedó encargado por el Ministro de tenerme al tanto de estos trabajos y tan pronto como reciba en Chile sus noticias te las comunicaré en el acto. Naturalmente estos trabajos no se pueden realizar de un día para otro y hay que aguardar con un poco de paciencia.
Nada me sería mas grato que volver a Galilea para la inauguración de estas obras pero mientras mi madre viva (tiene 86 años), no la dejaré.
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Ministerio de Obras Públicas
D. Eduardo Balmaceda y Valdés
Santiago de Chile.
Madrid 21 de junio de 1955
Mi estimado y buen amigo:
Correspondo a su atenta carta en la que me recomienda los deseos del Ayuntamiento de Galilea sobre los cuales también me ha escrito nuestra común y buena amiga la condesa viuda de Vilana. He recibido instancias del Ayuntamiento, y respecto al adoquinado de su calle principal (carretera de Murillo a Ocón) he dispuesto se dé estado oficial a la instancia presentada y se procure tramitar con la máxima rapidez posible.
Reciba un atento saludo de su afectísimo amigo,
El conde de Vallelano
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Santiago de Chile, noviembre de 1956
Tres días después de haber respondido la amable carta de D. Alberto (del Pozo) en la que me comunica los finales en los trabajos del pueblo…
Naturalmente, tan pronto como tú me anuncies su fin escribiré a mi amigo Vallellano reiterándole mis agradecimientos y pidiéndole que siga la ayuda para ese pueblo.
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Santiago, marzo de 1957
Por este mismo correo escribo a mi amigo el conde de Vallellano lamentando mucho su alejamiento del Gobierno. Debemos quedarle muy agradecidos pues a pesar de las infinitas peticiones que lo asediaban no descuidó la nuestra.
Yo siempre con vivos deseos de volver a Europa pero la situación económica aquí empeora. Tenemos el dólar a 640 pesos cuando hace pocos años estaba a la par. Imagínate si así se puede salir a pasear a Europa.
En un mes se empieza a editar mi libro “En España” que me ha resultado bastante denso, alrededor de 400 páginas y me ha costado editarlo un millón de pesos.
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Santiago 14 de agosto de 1957
Te escribo profundamente apenado. En vez de llegar por Galilea a dar un abrazo a sus buenos pobladores, sólo debo contentarme con esta carta. Un sin fin de circunstancias: el estado delicado de mi madre que va a cumplir 89 años; la trágica depresión de nuestra moneda (el dólar a 80 pesos) y otras circunstancias no me permiten alejarme de Chile como era mi más vivo deseo. He pensado infinitas veces en el inmenso placer y gratísimo recuerdo que me habrían dejado la inauguración de las obras…
Hace poco recibí carta de Vallellano en la que me dice que está muy satisfecho de saber que los de Galilea han quedado contentos con los trabajos decretados y me advierte que donde esté estará lista servirnos de igual manera…
Raúl (Marín Balmaceda, destacado político de la familia y candidato a la presidencia de la República) y Juan José (Fernández Valdés embajador chileno y también oriundo de Galilea) me encargan un especial y muy cariñoso saludo para el pueblo.
…pronto recibirás una carta mía en la que verás que tengo muy presente a nuestro pueblo.
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Santiago 16 de septiembre de 1957
Te escribo bajo la impresión y honda pena de la repentina y dramática muerte de Raúl Marín Balmaceda (48 años) acaecida hace sólo dieciséis días. Esta muerte ha constituido un gran duelo nacional pues Raúl era la más alta figura moral del Parlamento chileno: modelo de hijo, de católico y de ciudadano. Toda la prensa de América le ha rendido grandioso y justo homenaje.
Las consecuencias de esta repentina muerte se deben en gran parte a que este invierno hemos tenido una fuete epidemia de influencia asiática, que si bien no ha sido mortal, a algunos les ha dejado con el corazón herido. En ese día se trataba de elegir el candidato a la Presidencia de la República y Raúl pronunciaba uno de los más brillantes discursos de su vida y era ovacionado delirantemente; al final del discurso se le veía muy pálido Terminó y el ataque al corazón lo liquidó minutos después. No puedes imaginarte la conmoción que esta terrible noticia produjo en el país entero.
Ocho días antes habíamos cenado juntos y hablado mucho de ustedes y de España, lamentando que la crítica situación por que en este país pasamos no nos permitiera volar hasta las fiestas de nuestro querido Galilea…
La muerte vino a alterar todos estos vivos deseos nuestros… y sólo se limitó a llevarnos a unos de los hombres más probos de nuestra estirpe y uno de los políticos más ilustres que ha tenido Chile y América en su última época.
Créeme y díselo así a los amigos y queridos pobladores de Galilea que en estos días estoy con el corazón en medio de ellos, con mis más hondos afectos, con toda la fuerza de nuestras viejas tradiciones que reverdecen llenas de vida en este lejano rincón de América…apenado de no poder estar participando de vuestras actuales alegrías.
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Santiago, diciembre de 1957
…mi vuelta a España está por ahora muy problemática; mi madre va a cumplir 90 años y jamás me alejaría de ella mientras viva pues le ocasionaría un vivo dolor. Está muy ancianita, pero su familia es muy longeva… Dios sabe cuánto le queda por vivir. Por todo esto prefiero que me envíes el pergamino que me anuncias (donde se le declara hijo adoptivo de Galilea) que aquí será para mí un lazo más que me une a esas tierras.
Espero en Dios me conceda vida y salud para volver a verles y no con una visita breve entre vosotros, sino una temporadita larga que me hará convivir con gentes a quienes me une tanto cariño e interés.
Te agradeceré me mandes un croquis indicándome dónde queda la calle de mi nombre, para ubicarme.
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Santiago de Chile 31 de abril de 1958
He tenido el honor de recibir un hermoso y artístico pergamino que certifica mi nombramiento de HIJO ADOPTIVO de ese pueblo, acordado por esa Corporación Municipal el día 21 de septiembre de 1957 en agradecimiento a la modesta ayuda que yo pude proporcionar para esa tan querida tierra de mis mayores. Me es grato y honroso conservarlo pues es un eslabón más que me une a vosotros que estáis siempre presentes en lo mejor de mis sentimientos
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Esta es la última carta que Balmaceda Valdés remitió al entonces alcalde de Galilea. Después de esto nada más se ha sabido de él. Murió en el año 1969.
La calle que lleva su nombre, que en el momento de su dedicación solamente existían algunas edificaciones en el arranque de la misma, hoy en día es una de las de mayor proyección de cara al futuro mas inmediato, y más en estos momentos en los que la construcción de nuevas edificaciones en Galilea está creciendo a un ritmo extraordinariamente rápido. Don Eduardo se sentiría orgulloso.
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(1).- Conde de Vallellano.- Fernando Suárez de Tangil, conde de Vallellano; Madrid, 1886- id., 1964) Político español. Alcalde de Madrid (1924-1927) bajo la Dictadura de Primo de Rivera, Durante la segunda República preparó diversos pactos entre los monárquicos alfonsinos y tradicionalistas. Redactó el manifiesto de Alfonso XIII de 23 de enero de 1932, ocupó la vicepresidencia de Renovación Española (1933), y durante el franquismo fue ministro de Obras Públicas (1951-1957) y presidente del Consejo de Estado (1958).
(2).- En su libro "Un mundo que se fue", en su página 179, dice respecto de esta condesa: "En otro capítulo algo he hablado de los rodeos que en sus fundos organizaba mi padre para dar a conocer a los extranjeros nuestra principal fiesta campera y justo es que yo también recuerde, en estos apuntes del pasado, un rodeo que preparé en nuestra hacienda de San Jerónimo en honor de un amigo español, José Casani y Herreros de Tejada, Conde de Vilana, muy popular y bien querido en todos nuestros círculos y que se había desposado con nuestra compatriota María Rosa Astoreca, perteneciente a una opulenta familia del norte."
Eduardo Fernandez Balmaceda
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