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Tema: Imperiofobia y Leyenda Negra

  1. #1
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    Imperiofobia y Leyenda Negra

    Es el título del nuevo libro publicado sobre la Leyenda Negra española, trabajo en el que se analizan cuestiones sabidas pero consideradas con otro enfoque. El resumen del libro lo hace interesante y desde luego su intención es optimista invitando la autora a los lectores a desterrar de una vez esa farsa histórica con la que los enemigos de España, exteriores e interiores, han cargado contra ella.


    Juan Pablo Arenas

    Imperiofobia y leyenda negra'


    2017-04-19

    Un personaje de la exitosa serie de televisión "La que se avecina" espeta en un episodio a una pareja de estadounidenses:

    "Malditos yanquis. Que os creéis la policía del mundo. Y sois una panda de gordos con escopeta. Que no tenéis ni historia ni nada. Cuando España dominaba el mundo, vosotros ibais en taparrabos."

    Seguramente muchos españoles suscribirían esas frases. A raíz de la elección de Donald Trump volvieron a aparecer estos estereotipos acerca de los estadounidenses. Se insistió en que los blancos sin estudios habían votado masivamente por Donald Trump como para sugerir la idea de que era un presidente elegido por racistas ignorantes. Hubo algo de eso. Claro que sí. Pero también lo votaron afroamericanos y latinos de diverso nivel cultural y diferentes ingresos. De cualquier modo, las elecciones de Estados Unidos sirvieron para airear y actualizar los tópicos desdeñosos sobre la nación más poderosa de nuestra época.

    De esto trata el libro Imperiofobia y leyenda negra, de María Elvira Roca Barea y con prólogo del periodista Arcadi Espada. El objetivo principal del libro es hallar los motivos por los que las naciones que han dominado a otras han tenido –y tienen– tan mala reputación. Aunque ya no hay conquistas ni campañas militares en las que el líder se ponga al frente de sus tropas y las arengue con frases épicas, las naciones continúan queriendo despuntar y tener preponderancia. Lo hace Estados Unidos, pero también China, con su influencia económica en Latinoamérica y África y sus islas artificiales en el Mar de la China Meridional. Tampoco olviden que Rusia entró en la guerra de Siria a favor de su aliado Bashar al Asad.

    Cada 12 de octubre, algunos lamentan que España conquistase América. No hay nada que celebrar, dicen. Sucede igual con la conmemoración de la toma de Granada cada 2 de enero. Una mayoría de españoles mira hacia su pasado con vergüenza. El sintagma que define esa vergüenza histórica que sigue pasándose de generación en generación y que nunca parece extinguirse es el de leyenda negra. Y aquí hay que hacer un inciso. Imperiofobias hay muchas, pero el sintagma leyenda negra, como entidad, solo ha sido asestado a España. Con eso y con todo, no crean que esta leyenda negra es una ocurrencia nueva. A pesar de que podría intuirse que es una autocrítica surgida en las sociedades libres que tienen la valentía de mirar hacia atrás con sentido analítico, lo cierto es que la leyenda negra española se gestó al mismo tiempo que España dominaba el mundo.

    Las razones con que se vilipendiaba a España eran muy parejas a las que puedan usarse hoy contra Estados Unidos: un imperio de gente bruta, racista y arrogante que no sería nada sin su fuerza militar.

    Parece que la leyenda negra contra España nació en Italia. El sur de este país mediterráneo fue lo primero en ser conquistado en las épocas de la expansión de la Corona de Aragón durante la Edad Media. No era la primera vez que un pueblo sometido vertía acusaciones contra la nación que lo dominaba. De hecho, el libro de María Elvira Roca muestra que las causas se asemejan aunque los actores sean distintos. Desde Roma hasta Estados Unidos, siempre se ha querido denostar a la nación dominante aduciendo motivos similares. Quienes comenzaron las imperiofobias fueron siempre los mismos: una élite ilustrada que había sido arrinconada por los nuevos mandamases. Esto aconteció en Italia. Resultó que los españoles eran unos gañanes sin clase que estaban manchados de sangre impura –judía y musulmana– y que conquistaban y dominaban por pura chiripa. Así de paradójico es el asunto. En la Edad Media y en siglos posteriores, los españoles fueron acusados de ser demasiado permisivos con quienes ensuciaban la sangre cristiana. En la actualidad se les culpa de lo contrario: de haber sido racistas e intolerantes con las otras etnias de la Península. Las excusas se adaptan a los tiempos.


    Como ven, las razones con que se vilipendiaba a España eran muy parejas a las que puedan usarse hoy contra Estados Unidos: un imperio de gente bruta, racista y arrogante que no sería nada sin su fuerza militar. La existencia y el éxito de organismos como la NASA o el Instituto Tecnológico de Massachusetts no les trastocan sus prejuicios. Pero acaso los datos más novedosos –o menos difundidos– de este Imperiofobia y leyenda negra sean los referidos a Roma. Los romanos dominaron y sometieron gran parte del mundo conocido. ¿Y dónde había una élite ilustrada capaz de esparcir ideas infamantes sobre Roma? En Grecia. Algunos autores helenos incidieron en la idea de que los romanos habían logrado su imperio por un cúmulo de circunstancias como el defenderse al verse atacados o valiéndose de la inepcia de los demás. En definitiva: era otro imperio de chiripa. Los romanos eran demasiado toscos para haber conseguido tan magna obra por méritos propios. La torsión de los hechos se vio en el cambio de actitud de varios historiadores griegos hacia Alejandro Magno: el macedonio –que había sido percibido como un tirano en su tiempo– fue redimido durante el dominio romano y presentado como un culto antídoto contra la zafiedad del imperio ganador. Fíjense en que siempre hay una idea clasista: quienes subyugan son bastos y tienen mucha suerte. Son indignos de su fortuna. Le ocurre a Estados Unidos y le ocurrió a España. Sus virtudes son diluidas para rebajar la humillación de quienes se tienen por un pueblo doblegado.

    En la Italia del siglo XVI, los italianos usaban la voz marrano como sinónimo peyorativo de español. Se servían del antisemitismo con el fin de arrojar sobre los españoles la duda sobre su pureza de sangre. ¿Cómo era posible que estos españoles mezclados con judíos nos domeñasen con tanta facilidad?, se preguntaban. Pero esto era la versión reducida del desprecio. Los españoles tampoco habían sido capaces de aportar nada a la alta cultura del continente, y el Renacimiento había tenido lugar a pesar de los españoles y no gracias a su contribución. Además, los italianos tachaban de godos a los españoles al objeto de resaltar su barbarie. Este insulto desapareció en cuanto naciones de origen germánico como Inglaterra o los Países Bajos empezaron a tener influencia y recurrieron a tachar a los españoles de semitas. De nuevo, la misma leyenda negra era activada con diferentes justificaciones.

    El libro incluye dos testimonios claros de que el origen de estas negras leyendas son siempre élites agraviadas. El primero es del Gran Capitán en una carta a Fernando el Católico. El militar escribe al rey preguntándole qué hacer con un noble aliado de los españoles que trataba muy mal a sus vasallos y al que había que castigar. Se dan cuenta de que necesitan el apoyo de los poderosos pero, a la vez, quieren impartir una justicia imparcial. El siguiente testimonio es del embajador veneciano Suriano, que deplora que los españoles apliquen la ley sin reparar en la naturaleza noble o plebeya de los acusados. La inquina surgía entre los más opulentos, que eran quienes tenían la capacidad de redactar soflamas y darlas a conocer, pues sabían escribir e hilar argumentos y podían pagarse una imprenta.

    Por último, la tesis más interesante, además del rastreo de la imperiofobia, es la de cómo las naciones se configuran y se estructuran con más facilidad frente a otras. El odio a los españoles facilitó que la identidad italiana fuera creándose. El rechazo a la invasión napoleónica situó los mimbres para robustecer la identidad rusa que narraron autores como Dostoyevski. Los nacionalismos catalán y vasco invocan continuamente la leyenda negra española para distanciarse y diferenciarse de una nación que consideran atrasada. El luteranismo fue también consecuencia de un nacionalismo alemán que quería quitarse de encima el calificativo de bárbaros –así los señalaban los italianos– y que consideraba demonios y anticristos a los católicos. En la propaganda luterana se llama a los españoles sodomitas, violadores, turcos y marranos. Lutero escribe: "Alemania será humillada y despojada de sus hombres y de sus bienes. Será sometida al reino de España. Esto lo procura Satanás porque intenta impedir que haya una Alemania libre". Igualmente, la identidad de las naciones protestantes se originó mediante la denigración de las naciones católicas. Enrique VIII mató a unas 72.000 personas. Su hija María Tudor –que era católica–, 284 personas. Quien se llevó el apelativo de "sanguinaria" fue ella.

    La autora destaca que España no se molestó en defenderse de los libelos cuando dominaba el mundo. Tenía asuntos más importantes de los que ocuparse. Quizá vaya siendo hora. Al menos, para que los españoles dejen de hacer suya la propaganda de otros.



    Juan Pablo Arenas - 'Imperiofobia y leyenda negra' - Club de Libertad Digital
    Vainilla dio el Víctor.
    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


    Nada sin Dios

  2. #2
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    Re: Imperiofobia y Leyenda Negra

    He leído el libro y es excelente. Hace poco se publicó en Hispanismo una entrevista con la autora. No es uno más de tantos libros que desmontan la Leyenda Negra (aunque también lo es, y muy bueno). Es todo un estudio sobre qué es una leyenda negra y sobre leyendas negras, y presenta perspectivas no exploradas hasta ahora. Lo recomiendo vivamente.

  3. #3
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    Re: Imperiofobia y Leyenda Negra

    Elvira Roca, autora de ‘Imperiofobia’: “Los protestantes persiguieron más que la propia Inquisición”

    La historiadora Elvira Roca, autora de "Imperiofobia y leyenda negra", responsabiliza a las élites españolas del siglo XVIII por asimilar de forma acrítica la doctrina ilustrada francesa, gran responsable de la imagen negativa del imperio español que dominó el mundo desde el XVI.


    Javier Torres



    No es frecuente que un ensayo de historia se mantenga en la lista de los libros más vendidos. Pero la historiadora Elvira Roca, (El Borge, Málaga, 1966), investigadora del CSIC, lo ha conseguido.


    Y con una tesis políticamente incorrecta. Le ha hincado el diente a un tema tabú desde hace siglos, la leyenda negra que España lleva colgada como un sambenito.


    El libro, “Imperiofobia y leyenda negra” (editorial Siruela), desmonta los tópicos que con tanto éxito construyeron los enemigos de la hispanidad. Mitos que hablan de una España oscura y atrasada a pesar de ser capaz de llevar su fe a América y ser primera potencia mundial en el siglo XVI. Un estigma del que ya nunca se pudo librar.

    Elvira Roca sostiene que nada de eso hubiera ocurrido sin el seguidismo de los intelectuales españoles de la Ilustración o el pesimismo histórico de la generación del 98, que ayudaron a asimilar y propagar el relato envenenado cocinado al fuego de las luces de la Ilustración: España es culpable.

    Interiorizado el complejo las élites españolas repitieron la doctrina ilustrada de forma acrítica contra España, muy al contrario de lo que sucedía en nuestro país vecino: Voltaire, que se pasó la vida exiliado de una Francia que prohibió sus obras, jamás escribió nada que supusiera una afrenta a su país. Las comparaciones son odiosas.


    Roca recoge en su libro que instituciones como la Inquisición o episodios como la expulsión de los judíos en 1492 -algo repetido en otras naciones de Europa en otros momentos históricos- fueron magnificados de tal forma que aún pesan en el imaginario de la culpa colectiva hispana.


    La mala prensa sobre España y su imperio, ¿es el precio a pagar por la conquista de América?



    Es el precio a pagar por muchas cosas. La propaganda antiespañola fue útil en un momento de la Historia como parte del aparato de autojustificación del protestantismo y de varios nacionalismos, era un tipo de mentalidad dual que segrega un enemigo y transforma en demonio al enemigo. El asunto no es que haya en nuestra historia errores y equivocaciones como en cualquier otro país, el caso es la posición peculiar que ocupan esos errores dentro del imaginario europeo.


    Ejemplo de errores y equivocaciones en otro país…



    En la historia de Francia hay hechos muy vergonzosos y algunos en el siglo XX, pero sobre ellos no ha caído el descrédito general ni la calificación de pueblo ignorante y anómalo en el conjunto de Europa. En España sí se ha producido esa corriente con casos que ni mucho menos han sido anómalos en la historia europea.


    “Con la llegada de los Borbones nuestras élites copiaron a los ilustrados franceses y asimilaron que no había habido un caso de intolerancia religiosa comparable a la Inquisición española”

    ¿Por ejemplo?



    La expulsión de los judíos. En ningún lugar ha adquirido las connotaciones peculiares que ha adquirido en nuestra historia. La expulsión de los judíos de España en 1492 parece única cuando en realidad no lo fue, es algo que ha ocurrido en Europa durante muchos siglos. ¿Por qué en nuestro caso es peculiar y en los otros no?


    Sánchez Dragó escribió el ensayo
    ‘Y si habla mal de España, es español’ en el que retrata nuestros complejos y leyendas. ¿Acaso somos los españoles los principales entusiastas de la leyenda negra?


    La hemos asumido con absoluto entusiasmo. En el siglo XVIII llegan a España los Borbones y, con ellos, la hispanófoba Ilustración francesa; para Francia siempre fue útil todo lo que fuese perjudicial a España. Pero nuestras élites copiaron a los ilustrados franceses y propiciaron una asimilación que sostenía que no había habido un caso de intolerancia religiosa comparable a la Inquisición española, cuando justamente es al revés.


    ¿Al revés?



    La intolerancia religiosa se la tendrían que colgar los pueblos protestantes, que fueron más perseguidores que la propia Inquisición.


    ¿No hubo reacción a esa corriente?



    Nuestras élites generaron la tradición por la cual si quieres ser un intelectual prestigioso en España tienes que ser crítico hasta la extenuación con nuestro país. Pero fue lo único que se imitó de la Ilustración, porque la Ilustración francesa trabajó siempre a favor de la creación de Francia como potencia. Voltaire se pasó la vida exiliado de una Francia que prohibió sus obras. ¡Pues en en Voltaire no hay una sola crítica a su país! Podría haber dicho que allí se persigue la libertad y la cultura. Pero no sólo él, ninguno de los intelectuales galos de la Ilustración escriben algo contra Francia, al revés: para ellos es el país más hermoso de Europa, donde hay más libertad y donde brillan las luces y la razón.


    O sea, que la supuesta vanguardia intelectual española del XVIII en realidad asume acríticamente una doctrina extranjera.



    Los intelectuales españoles del siglo XVIII, que fueron mucho menos perseguidos que en Francia, repiten como un mantra el tópico francés de que España es un país en el que no hay libertad y la cultura y la ciencia son perseguidas. Eso ha creado una tradición que sigue viva hoy.


    Martin Lutero
    ¿En qué medida influyó el declive del imperio en América?



    El fin de las colonias americanas tampoco ayudó;y a finales del XIX las élites españolas justifican la crisis nacional recurriendo a los tópicos de la leyenda negra: España se lo merece, es que esto tenía que acabar mal porque hemos sido los más intolerantes, los campeones de la falta de libertad… Y entonces se asume que la culpa de la caída del imperio la tienen quienes lo levantaron en el XVI. Algo absurdo, claro, lo lógico hubiera sido analizar qué es lo que ocurre en nuestro siglo XIX para explicar el derrumbe del imperio.


    ¿El pesimismo tras el Desastre del 98 llegó para no irse nunca?



    La generación del 98 no fue capaz de afrontar el problema que la historia les puso por delante y terminaron asumiendo los tópicos sobre España. Pero si analizamos uno por uno los argumentos contra el imperio, no cuesta mucho trabajo desmontar el absurdo de la leyenda negra. Lo más fácil para tranquilidad de aquella generación fue culpar a la Inquisición. Todos menos yo.


    “Una amiga medio india navaja de Texas me dijo una vez: “Yo no he emigrado nunca, fueron los Estados Unidos los que vinieron hasta mi casa”

    ¿Es imposible la construcción de un Imperio sin que arrastre una leyenda negra?



    Es casi imposible. Yo no he estudiado todos los imperios, pero en líneas generales todos tienen esa sombra en gran parte propiciada por la envidia. Ahora sucede algo parecido con los Estados Unidos, que hasta vestimos a nuestros hijos de Halloween e incluso copiamos su catastrófica gastronomía. También hay fiebre por el idioma y no porque venga la Sexta Flota a obligarnos a abrir una academia en nuestro barrio. Lo hacemos porque queremos. Y todo esto al final genera un sentimiento de resquemor o envidia que necesita una explicación sencilla. Todo esto genera la imperiofobia. Pues esto mismo ocurría con España en el siglo XVI, en Europa se imitaba la moda española, se estudiaba español y todo eso segregaba un enorme malestar.


    ¿Existiría la Leyenda Negra si los primeros conquistadores de América no hubieran sido españoles?



    El ejemplo está en el norte de América, donde hubo una conquista y no ha sido argumento para pensar que todos los ingleses son unos bárbaros ni para pensar que los norteamericanos lo son desde la independencia de las 13 colonias. La América hispana está llena de indios y mestizaje mientras que en el norte no lo hay, y la que hay es población hispana preexistente, ya que la mitad de los territorios de EEUU fueron del imperio español. Una amiga medio india navaja de Texas me dijo una vez: “Yo no he emigrado nunca, fueron los Estados Unidos los que vinieron hasta mi casa”. Pocos indios lograron sobrevivir en los territorios que ocuparon del este al oeste.


    No todas las colonizaciones fueron iguales, claro.



    Los ilustrados jamás vieron las ciudades, hospitales, universidades y catedrales españolas en América. Ni tampoco las leyes de Indias, ni el mestizaje ni el crecimiento de la población. Sin embargo, se pasaron la vida hablando de la vergüenza para la humanidad que suponía España, pero nunca dijeron nada sobre la moda francesa de cortar cabelleras o la de ser incapaces de construir una ciudad en siglo y medio. ¡Los franceses no dejaron nada en América!





    “Es falsa la idea de que España coloniza el sur de América y el resultado es pobreza mientras que los ingleses colonizan el norte y el resultado es riqueza”

    En cambio, España dejó universidades y catedrales. Quizá tenga usted razón en lo de la envidia.



    Sólo hubo universidades en la América hispana. El imperio británico durante su segunda expansión tan sólo fundó cuatro. España dejó una infraestructura educativa espectacular. La pena y el dolor fue que, en gran parte, fue destruida tras la independencia, etapa en la que la América hispana sufre un empobrecimiento total. La idea de que España coloniza el sur de América y el resultado es pobreza mientras que los ingleses colonizan el norte y el resultado es riqueza es falso.


    ¿Otro mito?



    Cuando se produjeron las independencias los virreinatos españoles eran mucho más ricos que las 13 colonias norteamericanas. Y se puede medir tanto en población, demografía, justicia, velocidad del correo, capacidad adquisitiva, sistema educativo… Sin embargo tras la independencia de España en pocas décadas se dio un vuelco: el sur se empobreció a pasos agigantados mientras que el norte anglosajón creció deprisa. La supuesta ‘liberación de la tiranía española’ supuso un empobrecimiento bestial de la población. En 50 años pasaron de estar a la cabeza al furgón de cola.


    En una sola jornada de la Revolución francesa murió más gente asesinada que en los casi cuatro siglos de Inquisición. ¿Por qué unos crían la fama y otros cardan la lana?



    Estudiamos la Revolución francesa como si fuera un gran logro de la humanidad. Percibo cierta torpeza de los católicos en manejar la propaganda y controlar la opinión pública que existe sobre ellos. Esta batalla se pierde en el momento en el que el protestantismo consigue que los pueblos del sur de Europa asuman su inferioridad moral.

    A España le cae la del pulpo más que a nadie por su torpeza. No logramos ver que al otro lado se está generando una opinión pública interesada y manipulada. Esa puesta en escena no es casual.


    “Los protestantes crecieron con la noción de que existió una religión pervertida, un cristianismo malvado y un mensaje degradado de Jesucristo (la Iglesia de Roma)”

    ¿Esto lo seguimos viendo hoy?



    Que toda Europa haya ido a Alemania a colocar el dinero durante la última crisis cuando los alemanes han sido los responsables de tres ruinas sucesivas en la historia de Europa lo dice todo. Los alemanes no han pagado las deudas en su vida. Desde Bismarck arrastran una historia de los impagos. Y sin embargo todo el mundo llama a la puerta de los bancos germanos para dejar allí su dinero. España, en cambio, pagó tras la guerra del 1898 su deuda con los Estados Unidos asumiendo además la de Cuba.


    ¿Es comparable la leyenda negra que se construye contra España a la de otros imperios como Roma, Estados Unidos o Rusia?



    Es muy difícil que podamos medir la virulencia de la propaganda contra Roma, pero sí la de hoy contra EEUU. Pero yo destacaría que el único caso de imperiofobia en Europa es la de España y la importancia que eso tiene en nuestro entorno es decisiva: los protestantes crecieron con la noción de que existió una religión pervertida, un cristianismo malvado y un mensaje degradado de Jesucristo (la Iglesia de Roma).


    ¿Acaso es el catolicismo lo que inspira a los enemigos de España a construir la Leyenda Negra?



    No, para nada. Es al revés. Usan el catolicismo como coartada. Si no hubiera sido el catolicismo hubiera sido otra cosa, necesitaban fabricar algo que les colocara en la posición de supremacía moral. Había que atacar a España y a las bases de su moral en tanto que imperio poderoso. España tenía en el mundo una posición contraria a las iglesias nacionales que sí había en Inglaterra. España no podía más que defender el catolicismo que defiende una moral supranacional, es decir, no es de ninguna nación ni de ningún rey. En cambio las iglesias protestantes son propiedad de las naciones al frente de las cuales se colocaron reyes o príncipes luteranos. El imperio español siempre defendió que la religión está por encima de las naciones.


    Elvira Roca: "Los protestantes fueron mayores perseguidores que la propia Inquisición"
    ReynoDeGranada, DOBLE AGUILA y Pious dieron el Víctor.

  4. #4
    DOBLE AGUILA está desconectado Miembro Respetado
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    Re: Imperiofobia y Leyenda Negra

    Entrevista magnífica.

  5. #5
    Avatar de Hyeronimus
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    Re: Imperiofobia y Leyenda Negra

    La mejor reseña que he visto hasta ahora de este imprescindible libro:


    La Monarquía Hispánica, más allá de un “Imperio” y de la Imperiofobia


    La Monarquía Hispánica, más allá de un “Imperio”


    Publicado en octubre de 2016 su primera edición el libroImperiofobia y leyenda negra de María Elvira Roca Barea, por la editorial Siruela, llega en 2018 a las dieciocho ediciones, alcanzado la consideración de fenómeno editorial. El libro editado por Siruela consta de 481 páginas y su tema es la Leyenda Negra anti-española, término usado por primera en España como carácter de denuncia, por la escritora carlista Emilia Pardo Bazán, tal como recoge el libro. El libro contiene dos tesis fundamentales.


    Una primera es la afirmación de que la Leyenda Negra fue un invento propagandístico de los enemigos del Imperio español, mera obra de propaganda de guerra. Una monumental mentira histórica, falsa en todo su contenido. Así de clara y contundente se manifiesta la académica malagueña. Repasa las guerras de religión, la inquisición, la conquista de América... aportando los suficientes datos para demostrar, fuera de toda duda, su afirmación. La Leyenda Negra existió, lo demuestra, es una falsedad, lo demuestra, y sigue operativa, lo demuestra. No es producto de una manía conspiratoria de cierta derecha que imagina contubernios y conjuras anti-españolas.


    En segundo lugar se presenta una aproximación al concepto de Imperiofobia como fenómeno de envidia ligado a los grandes Imperios, y que habría generado las Leyendas Negras de estos. Estudiando los casos de Roma, Rusia y Estados Unidos, pretende analizar con más profundidad y mejor perspectiva el Imperio Español. Es aquí donde encontramos ciertos desenfoques y equívocos, que es conveniente señalar.


    Empezaremos por matizar que la denominación Imperio Español es un puro convencionalismo, pues jamás existió el título legal de Imperio en las Españas americanas, por más que las analogías con la Roma imperial y el confusionismo histórico al coincidir en Carlos I de Castilla y Aragón el título de Emperador hayan extendido esta convención. En puridad España fue una Monarquía misionera en la forma y en el fondo fue absolutamente distinta de las iniciativas imperialistas de índole netamente mercantil alumbradas fuera del catolicismo, en el mundo pagano y especialmente por el protestantismo y el liberalismo. Así no es dable trazar una secuencia entre la obra de España en América con los ejemplos propuestos, a excepción, en parte, de la Roma imperial, como civilizadora y sublimadora de pueblos.


    La autora establece la tesis de que las causas que dan lugar a este fenómeno son en el fondo comunes; un odio y una envidia de naciones dominadas, básicamente oligarquías locales, sometidas a un poder nacional extranjero centro del Imperio. La raíz sería, por tanto, preferentemente de tipo nacionalista, una especie de racismo hacia arriba, hacia el dominante. Las causas del odio a España serían comunes a los odios a otros imperios, especialmente a Estados Unidos. La tesis no hace los necesarios distingos entre críticas verdaderas o falsas, y las necesarias precisiones sobre los principios rectores de cada imperio y su verdadera significación. Simplemente se limita a trazar un mínimo común denominador en torno a una discutible categoría de Imperio. Ciertamente que la Leyenda Negra creó una verdadera hispanofobia que se convirtió en el eje central del nacionalismo luterano y de otras tendencias centrífugas que se manifestaron en los Países Bajos e Inglaterra. Odio a lo español, traducido en propaganda y mentira. Pero, tenemos que añadir que no fue únicamente odio nacional, sino que conlleva un fuerte componente específico de odio ideológico.


    La Leyenda Negra es asumida íntegramente por el liberalismo español del siglo XIX y posteriormente por parte de la izquierda (ejemplos de honestidad intelectual fueron Claudio Sánchez Albornoz e incluso desde la Historia del Derecho Gregorio Peces-Barba, conceptuando las Leyes de Indias como “el primer código de derechos fundamentales”) y por todo el progresismo, siendo una de las causas de la generación del artificial “problema de España”. En los ilustrados españoles es la aversión de lo católico lo que hace problemático lo español, al carecer de causas explicativas de envidia y odio nacional hacia el dominador extranjero. Más que de hispanofobia, tendríamos que hablar, por tanto, decatolicofobia, aunque ambos conceptos se mezclen y hasta puedan confundirse. Ese odio ideológico demuestra cuánto hay de anti-catolicismo en la Leyenda Negra, más allá del componente puramente nacional.



    María Elvira Roca Barea


    Se puede comprender en cierto modo la perspectiva de la autora, a la que aludimos, por un fragmento de la Introducción del libro. María Elvira Roca reconoce no conocer bien el catolicismo (incluso sus claras discrepancias), lo que por un lado explica su acento en la hispanofobia y no en la catolicofobia en la tesis del libro, además de resultar paradójico porque el Imperio español defendido en el mismo, era movido precisamente por esa moral católica que la autora critica. Limitación de enfoque en la autora, que afecta la conceptualización profunda del caso español y los odios que generó, muy distintos a los de otros Imperios:




    “El primero tiene que ver con el tema de este libro, que está irremediablemente vinculado a creencias e ideologías. Y sé que la primera tentación de muchos lectores será saber desde qué punto de vista ideológico está escrito, para así determinar si le merece confianza o si vale la pena leerlo. No veo inconveniente en facilitar este escrutinio. No tengo vínculo de ninguna clase con la Iglesia católica. Pertenezco a una familia de masones y republicanos y no he recibido una educación religiosa formal. Auscultándome para ofrecer al lector una radiografía lo más precisa posible, me he dado cuenta de que la persona de religión con quien más trato he tenido ha sido el reverendo Cummins de la parroquia baptista de Harvard St. (Cambridge, MA), un hombre bueno y un cristiano ejemplar. No comparto con el catolicismo muchos principios morales. Las Bienaventuranzas me parecen un programa ético más bien lamentable y poner la otra mejilla es pura y simplemente inmoral, porque nada excita más la maldad que una víctima que se deja victimizar. Defenderse es más que un derecho: es un deber. Dos principios católico-romanos me resultan admirables y los comparto sin titubeo, a saber: que todos los seres humanos son hijos de Dios, si lo hubiera, y que están dotados de libre albedrío. Es extraordinario que la Iglesia católica jamás haya coqueteado con esa idea aberrante, madre de tantos demonios, entre ellos el racismo científico, que es la predestinación”.




    Es necesario puntualizar las afirmaciones contenidas en este fragmento, porque afectan al hilo conductor argumental de la tesis del libro. La base de la moral católica está en el Decálogo que revela positivamente la propia Ley Natural. El Decálogo es profundizado en el cristianismo en el Espíritu de la Ley, que se manifiesta por Jesucristo en las Bienaventuranzas. Camino de perfección espiritual. Son además una promesa de Dios, escatológica, que manifiesta la certeza de una aspiración del ser humano, el anhelo de Justicia. El reclamo de los inocentes y los justos de todos los tiempos, a los que Dios da la seguridad del cumplimiento perfecto de la Justicia en el Reino de Dios. En la recopilación de todas las cosas en Cristo que cumple ese anhelo del hombre, de que el Bien, la Verdad, y la Justicia tendrán la última palabra en la vida humana, más allá de las contingencias y avatares temporales. La promesa de Dios, contenida en las Bienaventuranzas, es igualmente el reverso de todas las utopías justicieras que se manifiestan en las ideologías revolucionarias, que como religiones sustitutorias secularizadas intentan inmanentizar ese anhelo humano a la justicia, trayendo el reino de Dios a la Tierra, vieja herejía de signo joaquinista, revivida por los milenarismos ideológicos modernos de origen protestante, que sólo han traído violencia y caos. Que las Bienaventuranzas no son fuente de resignación y pasividad ante la realidad del mundo lo demuestra que fue el catolicismo quien engendró y vivifico la obra civilizadora de la Monarquía Hispánica, que no era sino una Cristiandad menor, una vez fracturada la mayor por el protestantismo, realizando en lo posible dentro de la realidad limitada y contingente del hombre y de su naturaleza caída, una obra magna al servicio de la Justicia. Obra de la moral católica imperante en el orbe español. Los propios hechos narrados en el libro, bastarían para desmontar esa crítica a lo “lamentable” de la moral católica.


    A renglón seguido la autora hace referencia a la sentencia escriturística de la “otra mejilla”. Tampoco aquí parece comprender el principio católico. El catolicismo enseña siguiendo a Santo Tomás, que la “Gracia no destruye la naturaleza”, es más, la presupone. Este axioma es básico en toda la filosofía católica, por dicha razón y una vez más el catolicismo asume el Derecho natural, que incluye lógicamente el derecho a la legítima defensa, y el combate contra el mal. La frase debe ser interpretada como la necesidad en el hombre de la virtud de la templanza y la mesura. El hombre debe ser pacífico, ni vengativo, ni violento. Otra dialéctica aparece, sin embargo cuando lo ofendido no es uno mismo, sino realidades que están por encima del hombre: el hogar, la familia, la patria, la religión; allí aparece Jesucristo echando violentamente a los mercaderes del templo con un látigo. La realidad de Las Españas aúreas, movidas por la moral católica, en defensa férrea de la Verdad, el Bien y la Justicia, vuelven a desmentir la afirmación de la autora, que más parece fijarse en una enseñanza de un cristianismo modernista filo-protestante, que en la auténtica Tradición Católica de siglos.


    Termina María Elvira Roca afirmando que hay dos principios católicos que si admira. Y ciertamente la Iglesia salvó la libertad humana y su dignidad en las aulas de Trento frente a la predestinación luterana, como recuerda Ramiro de Maeztu en su Defensa de la Hispanidad, y la España católica defendió esas verdades con sus Tercios en los campos de Flandes, defendiendo no a un Imperio español, mera unidad política, sino a una Monarquía Misionera Católica, portadora de la Verdad y la Justicia. Defensa con la mano derecha, con la mano de la pluma y la espada.


    En este sentido nos vuelve a parecer reduccionista conceptualizar la revuelta luterana por su significación nacionalista, sin incluir sus consecuencias económicas y políticas (capitalismo y liberalismo) derivadas de su error religioso. Fue el error religioso (herejía) el que llevó a un error político (liberalismo) y a un error económico (capitalismo), en fatal y lógica correlación. La autora no entra en la complejidad del tema, careciendo de una mirada, ya no teológica, sino filosófica sobre los hechos históricos. Al final pareciera que el Imperio de Carlos V fuera un anticipo de la actual Unión Europea, y que todo se redujera a un enfrentamiento entre una concepción unitaria política liderada por España y el nacionalismo.




    La carga ideológica de la autora (sus alabanzas a EEUU, y a la Unión Europea nos dan bastantes pistas interpretativas) pesa mucho en la tesis del libro, que será del gusto de los “patriotas seculares” del nacionalismo español que se extasían con las pobre visión épica alatristeniana, donde se presenta una suerte de nihilismo heroico vacío del patriotismo español, fruto del deficiente conocimiento de lo que fue nuestra realidad histórica, donde lo católico no es un meroadjetivo sino el verdadero sustantivo.


    Pese a esas confusiones nos parece un material interesante. Celebramos que desde los más diversos orígenes se abra paso la denuncia de la oscura leyenda antiespañola, que tuvo entre sus mejores develadores del siglo XX al protestante estadounidense Philip Powell, fundamentalmente a través de su libro The Tree of Hate: Propaganda and Prejudices Affecting Relations with the Hispanic World y al francés Jean Dumont, cuya obra fue publicada en español gracias en gran parte a la difusión por el carlismo y al mecenazgo de la Fundación Elías de Tejada. Precisamente los materiales propuestos en el notable libro al que hacemos referencia merecen ser acotados con la ya clásica definición de Elías de Tejada para entender la Historia de la Monarquía Hispánica de forma cabal:




    “(…) las Españas fueron una Monarquía federativa y misionera, varia y católica, formada por un manojo de pueblos dotados de peculiaridades de toda especie, raciales, lingüísticas, políticas, jurídicas y culturales, pero, eso sí, todos unidos por dos lazos indestructibles: la fe en el mismo Dios y la fidelidad al mismo Rey. Tan cierto es esto que dos hechos aparecen con luminosidad cegadora a cualquier estudioso de nuestros años magnos: primero, la monarquía era tan varia que hasta en los títulos variaba, pues que no había Rey de España, sino rey de Castilla o de Nápoles, duque de Milán o del Brabante, señor de Vizcaya o de Kandi, marqués del Finale o de Oristán, conde de Barcelona o del Franco-Condado; segundo, cada una de estas arquitecturas políticas de las Españas supusieron la autonomía institucional y la libertad, autonomía y libertad perdidas por dichos pueblos desde Cerdeña al Artois o desde Flandes a Sicilia, cuando la fuerza de las armas --y quede claro que jamás la voluntad de los pueblos españolísimos siempre-- las hicieron salir de la confederación de las Españas”.


    Francisco Elías de Tejada. El Franco-Condado Hispánico. Ediciones Jurra, Sevilla 1975. Capítulo I Puntos de Partida. 1. Presupuestos doctrinales.


    El Matiner Carli



    Pious dio el Víctor.

  6. #6
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    Re: Imperiofobia y Leyenda Negra

    Recientemente esta señora se reunía con un marxista con unos preceptos radicalmente contrarios a la Hispanidad, así que en guardia.

  7. #7
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    Re: Imperiofobia y Leyenda Negra

    No, desde luego no es tradicionalista. Pero ya es mucho que siendo de familia de masones tenga tanta objetividad como escritora y diga las cosas que diga.
    ReynoDeGranada y Pious dieron el Víctor.

  8. #8
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    Re: Imperiofobia y Leyenda Negra

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    Reseña: Imperiofobia y Leyenda Negra, de María Elvira Roca Barea.

    Imperiofobia y leyenda negra.
    Roma, Rusia, Estados Unidos y el Imperio Español.
    María Elvira Roca.
    Biblioteca de Ensayo Siruela. 479 pp.


    «Imperiofobia y leyenda negra» es una obra sobre el fenómeno de las Leyendas Negras, especialmente extrapolado al caso español. Toda la obra gira en torno al concepto de lo que Elvira Roca denomina imperiofobia. En pocas palabras, cuando una nación adquiere una posición dominante o hegemónica sobre las demás —o sea, se convierte en un Imperio— empieza a crearse en torno a ella una serie de tópicos con el propósito de desacreditarla o denigrarla.

    En la obra, Elvira Roca examina este fenómeno en diversos casos, que son, como indica el subtítulo, el Imperio Romano, Rusia y Estados Unidos, y traslada las conclusiones al caso español. La tesis principal de este libro es que la Leyenda negra española no es un fenómeno único en la historia, sino que responde a unas características que se repiten a lo largo del tiempo.

    Es más, incluso cita una serie de constantes en todos los casos: diversos pueblos agrupados bajo el Imperio, tendencia del Imperio a la autocrítica, naciones conquistadas por el Imperio que lo denigran como medio de resarcirse por la conquista o como medio de afirmación nacional, y ataques por parte de potencias extranjeras que ocultan envidia, temor o pretensiones de sustituirla como potencia hegemónica.

    Entre los tópicos de las leyendas negras, se cita la raza impura, el Imperio que se hace o mantiene por mera casualidad (el Imperio inconsciente), el Imperio subordinado a siniestros intereses internacionales (España y EE.UU.), el bajo nivel cultural y el Imperio depredador o genocida que saquea a todos los pueblos que conquista.

    Se trata de un libro monográfico, destinado más al análisis de un caso que a la simple literatura apologégica o anti-negrolegendaria, si bien también tiene algunas partes destinadas a analizar los tópicos de la Leyenda negra.

    Es un libro ameno y bien construido, y la verdad es que a pesar de la sorpresa inicial de que se haya convertido en un best-seller debido al considerable tamaño utilizado, algo bastante extenso para la simple literatura de divulgación, a la larga es algo que se entiende bastante bien.

    La obra se organiza en tres partes: una primera en la que se estudia la imperiofobia en los casos romano, estadounidense y ruso; una segunda en la que se estudia la Leyenda negra y sus tópicos de forma regional, en los países más relacionados con ella (Italia, Alemania, los Países Bajos e Inglaterra, aprovechando también para desmontar algunos de los tópicos más comunes, junto a una sección más larga destinada a América), y finalmente una tercera parte, donde estudia la evolución de la Leyenda negra desde la Ilustración hasta nuestros días.

    La sección americana de la segunda parte es de las más interesantes, pues expone la "maquinaría imperial" en América, y su relación con la integración de los indígenas en el "imperio", así como diversos logros que ponen a España por delante de otros países europeos, como son las tesis de autores como Vitoria y Suárez, el Protomedicato de las Indias, las universidades españolas, los pactos con los indígenas, las reducciones y las misiones franciscanas o cómo los mineros de Nueva España eran los mejor pagados de Occidente.

    Lo más curioso —y tal vez la principal novedad con respecto a otras obras al uso— es que es la primera vez que se reniega de una forma tan radical de la Ilustración. Se dice, por ejemplo, que Carlos III se pasó el resto de su reinado intentando tapar los agujeros que provocó con la expulsión de los jesuitas en 1767, y se nos cuenta cómo el gran aparato creado en América acabaría desmontado tras las independencias por la influencia del prusiano Alexander von Humboldt. Éste criticó el sistema de sistema de intervencionismo estatal para estabilizar los salarios, desestimó e ignoró el Barroco americano y luego entregó información sobre la América española a Estados Unidos, pues las autoridades españolas le habían permitido libertad de acceso a los documentos; finalmente su influencia trascendió a las autoridades mexicanas, que aplicaron las sugerencias de Humboldt con funestos resultados.

    Se hace una defensa implícita de la tradición española frente al legado de la Ilustración, cuyos exponentes menospreciaron el pensamiento clásico español, así como el legado cultural de España en América, de forma que serían relegados al olvido hasta ser redescubiertos por la investigación científica en el siglo XX.

    Cabe agradecer a la autora de este libro, Elvira Roca, aunque se confiesa atea y de familia republicana y masona, la pequeña apología del catolicismo que se hace, dónde se enfatiza que, desde el principio de la llamada Reforma, los católicos no recurrieron a la propaganda difamatoria del mismo modo que los protestantes, sino que procuraron recurrir siempre a la verdad, hasta el punto de reunir Felipe II una comisión para defender la actuación de los conquistadores en América. También es de señalar que la cita de Chesterton «cuando se deja de creer en Dios, en seguida se comienza a creer en cualquier cosa» encabeza la tercera parte del libro, dedicada a la Leyenda Negra desde el "Siglo de las Luces" hasta nuestros días.

    El pero de este libro es el uso para la Monarquía Católica del término Imperio, inexacto jurídicamente, aunque se entienda su significado de "potencia hegemónica". Otra oega es la alabanza, a la hora de defender España, de la Unión Europea y otros sistemas liberales (como lo que se intuye que es el Estado del Bienestar), con el aparente propósito de defender el sistema español como "moderno", sin embargo, teniendo en cuenta que nos movemos en un marco demócrata y liberal, creo que podemos hacer la vista gorda.

    Reino de Granada: Reseña: Imperiofobia y Leyenda Negra, de María Elvira Roca Barea.
    Kontrapoder y Pious dieron el Víctor.

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