Respecto a lo que dicen Lucense y Valmadian, hay que tener muy presente que J.R.R. Tolkien se basa en ese gran libro que es El Paraíso Perdido de Milton, donde está muy clara la presencia de las jerarquías angélicas y demoníacas en la Creación, pero --obviamente-- desde un punto de vista de la tradición primigenia mitificada y una teología natural no revelada. Este tema que Milton trata poéticamente, no sólo aparece en la Biblia, sino también en los Padres y los Doctores medievales. De hecho, esa costumbre que tenían los misioneros de "derribar ídolos" (derribar literalmente, y muchas veces eso les costaba la vida), viene de que, como dice el Salmo (XCVI:5 y también I Cor. X:20), "los dioses de los gentiles son demonios"; de ahí que demonio provenga de daimon (los dioses griegos de la religión; mientras que el Dios innombrable de los filósofos era theos). Por ejemplo, estos textos:
Ellos en su soberbia pertinaces,
Otros nuevos después sustituyeron,
Sacados de las más viles pasiones,
Según que los juzgaron eficaces
Para engañar a los míseros humanos,
Hacerse tributar adoraciones,
Tener altares, y de inciensos vanos
Saciar su orgullo, cual si Dioses fueran
Y a ellos todos los cultos se debieran:
Con efecto, a los hombres pervirtieron;
Entre ellos esparciendo mil errores,
Que de Dios se olvidasen consiguieron,
Y les prostituyesen los honores
Divinos, que al Criador sólo debían,
Bajo de extraños nombres y figuras,
Ya de astros que en el cielo relucían,
Ya de monstruos, ya de hombres, de reptiles,
Y aun de plantas, y de entes los más viles,
Uniendo el culto con las más impuras
Costumbres, y delitos vergonzosos,
Gratos a aquellos ángeles odiosos;
La pompa, el esplendor y la alegría,
Que a aquel perverso culto acompañaban,
Más y más a los hombres engañaban
Su vigor, nada tienen de mortales:
De resplandor vestidos centellean,
Como que sobre tronos celestiales
Algún día sentados estuvieron;
Mas ya sus malhadados nombres fueron
Para siempre del libro de la vida
Borrados, por la culpa cometida.
Moloch al frente está de los primeros,
Moloch, que de los llantos lastimeros
Maternales, gozoso se apacienta,
Y de sangre de niños se alimenta,
Cuando sobre sus bárbaros altares
Los ve sacrificados a millares.
. . . después al jefe se presenta.
Entre cuanto rebeldes malhechores
El infierno contiene, no se cuenta
Otro más acreedor a aquel castigo:
Es de todos los vicios el amigo.
Por todas partes los propaga ardiente,
Porque lo son. De su odio es el objeto
La virtud sola, a que jamás perdona.
Nunca de los humanos el respeto,
El culto, los inciensos lisonjeros
Apreció, cual los otros compañeros;
Este impuro demonio no blasona
Sino de que en la furia y la malicia
Le ceda toda la infernal milicia.
Es la de penetrar lo más interno
Del templo santo, y en el escogido
Gremio de sus ministros, la licencia
Introducir del vicio, y el olvido
Fomentar, y el desprecio del Eterno.
Cuando de Helí los hijos ultrajaron
El templo augusto, con su atroz violencia,
Sus artificios solos lo causaron.
Este espíritu infame se complace
En los palacios, y en las cortes hace
Su mansión más frecuente; se recrea
En correr las ciudades más viciosas,
Sobre sus torres plácido volando,
Se cierne, cuanto pasa examinando:
Desde allí con delicia saborea
Las risas, las canciones lujuriosas,
Las riñas, las venganzas, los gemidos
De la inocencia, y la desenfrenada
Disolución, contra ella encarnizada,
Único incienso grato a sus sentidos.
Por otro lado y en el mismo sentido, hay una extrapolación mítica de temas tratados por el Génesis medio de pasada, que dieron lugar luego a leyendas judías y cristianas, y sobre los que se han escrito ríos de tinta; por ej. los "hijos de Dios" del cap. VI, los "cainitas" y los "setitas", los "gigantes" antediluvianos, etc.
Tampoco dejan de notarse las influencias de las elegías cristianas anglosajonas The Wanderer y The Seafarer, incluso mucho más que Beowulf u otras obras paganas.
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