"ULTRAS" Y XENÓFOBAS
Unas fotos sacan el lado oculto de las Femen, mito de la progresía
M. Ortega
Famosas por sus protestas con los pechos al aire, críticas con la Iglesia y el Islam, partidarias del aborto... Las Femen hacen las delicias de cierta izquierda pero su pasado dice otra cosa
"Que el fascismo descanse en el infierno", podía leerse pintado sobre los pechos de la activista de Femen que, el pasado mes de mayo, con una pistola de juguete parodió el suicidio del historiador
Dominique Venner como protesta por la decadencia europea en la Catedral de Notre Dame de París.
Las "sexactivistas", como ellas mismas se definen, se han convertido en un icono de una izquierda caviar necesitada de mitos. El rostro de
Inna Shevchenko, la más popular, ha llegado a ser utilizado como
Marianne, el símbolo oficial de la República Francesa.
La joven, que obtuvo la residencia en 2012 tras dejar Ucrania a causa de la profanación de una cruz que simbolizaba la persecución contra los católicos bajo el estalinismo, ha llegado a convertirse en el objeto de adoración de activistas-periodistas como
Caroline Fourest, autoproclamada vigilante contra la extrema derecha, militante homosexual... y crítica del "fascismo verde" en alusión al Islam.
Pero detrás de los ídolos del stablishment progresista hay otra realidad: de Ucrania a Francia, donde han establecido su cuartel general, las Femen se han dejado por el camino reivindicaciones como la inmigración restringida o la pena de muerte, tal y como ha puesto de relieve
Olivier Pechter, colaborador del digital
Rue89, en una investigación en la que las fotografías no dejan dudas.
Al principio, el comunismo
Tras las caras más mediáticas de Femen hay que buscar a sus creadores,
Anna Hutsol, recién entrada en la treintena, y
Viktor Sviatski. Pocas biografías e historias de Femen inciden en que ambos se conocieron a mediados de la primera década del siglo XXI en las juventudes comunistas ucranianas.
La compleja realidad política y sociológica de Ucrania, con un país dividido entre pro-occidentales y pro-rusos, se dejó sentir en la prehistoria de las Femen y de la propia
Hutsol, que, junto a
Sviatski, dio lugar a una organización femenina, Nueva Ética, considerada el embrión del futuro movimiento.
Por entonces
Hutsol y
Sviatski eran prorusos y acabaron situándose en el partido Ucrania Grande, donde, pese a estar en la izquierda, se solicitaba la pena de muerte para ciertos delitos o la restricción de la inmigración.
Amistades peligrosas
De aquellas fuentes bebió Femen, creado en 2008, y cuyas campañas contra los turcos fueron sonadas. Por entonces la nueva organización todavía no obligaba a sus activistas a mostrar los pechos pero sí convocaba manifestaciones ante las puertas de la embajada de Turquía.
La xenofobia contra los turcos, a los que se acusaba de practicar turismo sexual en Ucrania, alcanzó uno de sus ejemplos mayores cuando la propia
Inna posó desnuda con los colores del Karpaty como abanderada de las protestas contra la llegada de seguidores del Galatasaray turco.
Por entonces cambió la orientación del movimiento en política interna, mutando hacia la propaganda antirusa, con
Vladimir Putin o el patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa,
Cirilo I, como objetivos.
La lucha contra la "dictadura" de
Putin y de
Ianukovitch en Ucrania les llevó a ampliar su radio de acción hacia una pléyade de grupos nacionalistas y de extrema derecha pura y dura.
Así, las imágenes recopiladas por
Pechter muestran a activistas de Femen -incluyendo a la célebre
Inna- participando en actos junto a los nacionalistas de UNA-UNSO o en los del partido ultra Svoboda y teniendo como abogado y como jefa de prensa a personas vinculadas a dichas organizaciones.
Una foto es reveladora. En ella se aprecia a
Hutsol y dos activistas más acompañadas de una dirigente de la Fraternidad de San Lucas -que saltó a la actualidad por la polémica de haber cocido un huevo, como protesta contra el régimen soviético, en la llama eterna que arde en un monumento a los soldados soviéticos caídos en la Segunda Guerra Mundial- y de otro del llamado Comité Negro, del que algunos militantes fueron condenados por haber incendiado una residencia de estudiantes africanos y haber atacado un centro social judío. Todos, por cierto, posan tras un interrogatorio de la Policía.
Tampoco
Shasha Sevchenko mostraba inconveniente en participar, camiseta de Femen incluida, en una manifestación contra la censura junto a un excabeza rapada dirigente de las juventudes de Svoboda.
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