El Mal triunfa allá donde los hombres buenos callan, se retraen, no actúan y no hacen nada, ni por los demás, ni por sí mismos. Porque si nos atenemos a lo que representan en número las huestes de Satán, no podrían llenar en todo el mundo ni un estadio olímpico. Luego, no hay más que hipocresía cobarde, pero también incredulidad encubierta, ¿o es que los "bienpensantes" creen que Dios no les va a pasar factura?.