Parece que nuestros reales de a ocho tuvieron más amplia circulación y llegaron más lejos. Literalmente, no se ponía el sol sobre nuestra moneda:

Notas sobre los reales de a ocho hispanoamericanos y su ámbito por el Pacífico


Jorge Jiménez Esteban



JUSTIFICACIÓN
El acicate para la elaboración de este artículo lo constituye una moneda de plata que poseo, cuyo valor es de ocho reales y que fue acuñada en Potosí (hoy en Bolivia) en 1808, llevando resellos por su anverso y reverso.
A partir de los signos, a primera vista «enigmáticos», quise investigar su significación encontrándome ante las puertas de un capítulo poco conocido de la historia política y económica del imperio español en América y Oceanía, como más tarde se verá.



DESCRIPCIÓN E HISTORIA
La moneda, que realmente no tiene un gran valor numismático, sino que su valor es puramente histórico, es un duro, real de a ocho o peso, que de estas maneras se llama. Es grande: mide 2 cm de radio, aproximadamente. Por el anverso está la efigie del rey Carlos IV con la inscripción «CAROLUS IIII DEI GRATIA 1808». Por el reverso, «P. 8R. P.I. HISPAN. ET. IND. REX» y el escudo simplificado de los Borbones consistente en las armas de Castilla y León, Granada y la flor de lis con la corona real y las columnas del Plus Ultra a cada lado.
Como característica especial, y para ser breve en la exposición, la moneda está llena de contramarcas que llegan a treinta entre el anverso y el reverso. La pieza de la que hablo sirve de base para las miles de piezas de iguales características que tuvieron larga vida por Hispanoamérica, Filipinas y todo el ámbito del Pacífico, monedas reselladas o reacuñadas «que es la pieza monetaria a la que se le ha punzonado un nuevo sello o estampa [206] para su circulación, alterando su valor primitivo más o menos, o reafirmando la buena ley de su metal. En general, los resellos han sido estampados por países extranjeros sobre moneda que no era la propia para hacerse de numerario» (365).


Los resellos se hacen sobre la moneda de ocho reales de plata, que era el 96,75 % de la moneda acuñada normalmente en el siglo XVIII en Hispanoamérica. Este tipo de pieza provenía de la época de los Reyes Católicos, autorizándose su acuñación en América en 1537, siendo la primera ceca en elaborarla la Casa de la Moneda de México.
Debido a que España descubre para Europa el Océano Pacífico y se establece en las Islas Filipinas, extendiendo su área de influencia por Micronesia (Islas Marianas, Palaos, Carolinas, Marshall), además de descubrir y dar nombre a gran parte de las islas del Pacífico (Salomón, Santa Cruz, Marquesas de Mendoza, etc.), pronto se establecerá un comercio marítimo vía Acapulco (México), Manila (Filipinas), comercio realizado por un galeón que irá y volverá una vez al año llevando productos europeos y mexicanos (especialmente moneda en plata) y devolviendo porcelanas y productos orientales que procedían especialmente de China. El galeón o la nao de Manila, que así se va a llamar este barco, era un verdadero eslabón entre Oriente, América y España, y va a iniciar su ruta en 1565 para clausurarse en 1815 por motivos de la independencia de México, teniendo la metrópoli (España) que comerciar directamente con Filipinas y sus posesiones de Oceanía. Este galeón de Manila hizo, pues, 250 viajes aproximadamente durante los 250 años que mantuvo su ruta entre México y las Islas Filipinas.
El galeón de Manila llevaba de vuelto a América ámbar, almizcle, seda, telas finas, incienso, perlas, muebles y especias, que se pagaban con duros o reales de a ocho, a lo que los comerciantes chinos «para indicar la buena ley de las monedas, tanto autoridades como comerciantes y banqueros, [207] las marcaban con signos llamados «chops», mientras más «chops» contenían, eran más apreciadas» (366).
Una vez expuesto esto, volvemos a las monedas o duros hispanoamericanos de busto, donde suelen aparecer las contrapartes, es decir, esos signos «enigmáticos» a los que al principio me refería, «con numerosos caracteres chinos, punzonados por banqueros y comerciantes de esa nacionalidad, que de esa forma verificaban la bondad del título de las monedas que pasaban por sus manos» (367). Por lo tanto, las contramarcas, en su mayoría chinas, eran señales precisas para distinguir la moneda en plata hispana de las falsificaciones que empezaban a hacer los ingleses en el siglo XVIII por el Pacífico, en su comercio con China, ya que esta nación exigía a sus socios comerciales occidentales (ingleses, holandeses o portugueses) que le pagara solamente en plata española, o mejor dicho, hispanoamericana.
En China se hicieron numerosas contramarcas, que, según los catálogos, van desde el año 1736 hasta 1911. El puerto principal era Shanghai, cuyas contramarcas podemos observar en numerosas monedas. En Japón, a partir del siglo XVII, los misioneros españoles y portugueses llegaron a este imperio comerciando con los shogun japoneses, utilizando éstos también las contramarcas hasta 1912. Unas veces indicaban el nuevo valor que le asignaban, y otras la ciudad que los tasaba.
El reino de Siam o Thailandia, más próximo a las Islas Filipinas, tuvo también una moneda de cambio internacional los ocho reales, desde 1782 hasta 1851.
Don Salvador Fontella Ballesta, en un breve pero excelente artículo (368), nos informa cómo desde 1735 se va resellando la moneda mexicana en China. En 1766 aparece resellada la ceca de Lima y dos años después la de Potosí, teniendo las tres cecas gran auge entre los años 1777 y 1789 con motivo de la Guerra de Independencia de Estados Unidos y la Revolución francesa, sucesivamente, llegando a sus máximas cotas entre 1802 y 1807, en que se produce mayor número y difusión del real de a ocho en plata.
México sostenía el monopolio de los ocho reales con resello, con un 63 % de los existentes. Lima y Potosí un 16 % y un 1 % Guadalajara de México, Madrid y Santiago de Chile.
Con la independencia hispanoamericana, tras un largo proceso entre 1810 y 1824, finalmente sólo le resta a España, del antiguo imperio, las islas de Cuba, Puerto Rico y Filipinas con Micronesia. Se crea en Manila una Casa de la Moneda en 1828, que perdurará hasta 1898. [208]
Ante la implantación del patrón oro en 1873 y la formación de la Casa de la Moneda en China, el duro español pierde importancia, llegando a desaparecer como moneda internacional por el ámbito del Pacífico en la primera década del siglo XX.



CONCLUSIÓN
Como conclusión a lo antes expuesto, diremos que el real de ocho, duro o peso hispanoamericano, sirvió de moneda internacional con China, Japón, Siam e incluso la India, desde el siglo XVIII hasta principios del siglo XIX, continuando cien años más con los pesos hispano-filipinos. No es, pues, casualidad que la unidad monetaria española sea la peseta (diminutivo de peso), y el peso, llamado así por el peso de los ocho reales, sea la actual unidad monetaria de México, Cuba, República Dominicana, Colombia, Bolivia, Chile, Uruguay y la lejana Filipinas. Argentina, hace unos años, cambió temporalmente el peso tradicional por el austral, y caso inverso es el de Puerto Rico, que al dólar estadounidense lo llama peso. Una moneda internacional durante doscientos años que unía España, América y todo el Pacífico, ¿podría llegar a ser la unidad monetaria futura hispanoamericana? [209]

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