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"Pero, aún hay otra postura, a mi entender errada y poco denunciada, que no se da ya entre los seguidores del progresismo eclesiástico, más o menos virulento, sino entre los mismos tradicionalistas. Ese error se produce por creer que la patria se extiende sólo hasta donde llega, de hecho, la comunidad de fines conforme a la doctrina cristiana.
Estoy muy de acuerdo con esta parte y con la crítica del comunitarismo exagerado. Por cierto, ya era hora de que los tradicionalistas reconozcan que la patria hay que defenderla aunque los gobernantes o la sociedad no sean los óptimos.

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Me refiero a los avances técnicos o de ingeniería que favorecen el proceso productivo que libera al hombre del trabajo humano pesado, así como el uso de fuentes de energía alternativas a la humana o animal; el sistema financiero fiduciario que sustituye al sistema de oro-plata o de trueque; la posibilidad de un gobierno o poder político mundial que favorezca la paz internacional; la mayor difusión en las comunicaciones por los periódicos, televisión, Internet; la mejoría en la intercomunicación personal a través de los distintos aparatos: telegrafía, teléfono, móviles, smartphones, tablets; mejoría en la rapidez de los desplazamientos: trenes, coches, aviones, etc...; Todas estas cosas no son en sí mismas malas.
Pero no estoy tan de acuerdo con esta otra. Todos esos inventos no son malos en sí mismos, pero tampoco son buenos en sí mismos, como la mayoría de gente cree. Y de hecho algunos tienen una importante carga negativa que es difícil evitar. Por ejemplo, Internet es un medio que se puede utilizar para transmitir cosas positivas o negativas, pero el propio medio favorece de por sí ciertos aspectos negativos: la cháchara intrascendente, la mediocridad y la superficialidad; la pérdida de concentración; la saturación de informaciones fragmentarias y una mayor facilidad para falsearlas, lo que no conduce al verdadero conocimiento; el desarrollo de conductas agresivas, asociales y en algunos casos psicópaticas por parte de los internautas; el aislamiento social y el conformismo; la omnipresencia de la pornografía y de la violencia; la primacía absoluta de la cantidad sobre la calidad, de la turba sobre el individuo excelente, y el peor gregarismo de los que se han conocido hasta ahora, aunque guste de presentarse como inconformista.