Depende de cuál sea el objeto del odio. Debemos amar a Dios, a su Madre, al prójimo e incluso a nuestros enemigos. Debemos amar a la Patria. ¿Pero acaso no debemos odiar el mal, odiar el pecado? Aunque la expresión suena un poco fuerte, yo creo que entendida en su contexto no es tan terrible. En la propia Sagrada Escritura ya habla el Señor, y aunque matizándolo se entiende sin problema, no deja de sonar muy fuerte que diga que para seguirlo a él hay que "aborrecer" (algunas versiones, como la de Jerusalén traducen "odiar"¡!) a la propia familia. Claro, es que a él hay que amarlo más y en comparación, por mucho que queramos a los nuestros, podría parecer que los odiamos. El lenguaje es muy fuerte, sí, pero lo dijo Nuestro Señor nada menos. Y volviendo al tema del hilo, está claro que el odio al mundo no se refiere a la gente del mundo, faltaría más, sino al mundo moderno, a la modernidad, a la Ciudad del Mundo que se opone a la de Dios como explicó San Agustín, a este mundo que le ha dado la espalda a Dios y por eso va tan mal. O sea, lo mismo que has dicho de rechazar al mundo moderno, sus tentaciones y sus errores. No se trata de odiar a nadie ni convencerlo a la fuerza. Así lo he entendido siempre, pero en todo caso, el propio autor de estos artículos podrá explicarlo mejor que yo.