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Tema: Hacia una política de Encarnación (Frederick D. Wilhelmsen)

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  1. #1
    Martin Ant está desconectado Miembro Respetado
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    Re: Hacia una política de Encarnación (Frederick D. Wilhelmsen)

    También hay que tener en cuenta que la energía nuclear, incluso en sus usos civiles, es incompatible la descentralización que propugna el carlismo. Por su peligrosidad, la energía nuclear requiere de un Estado centralizado al máximo, con poderes excepcionales para que el plutonio no acabe en manos de indeseables.
    C. H. Douglas solía distinguir entre política y administración, como elementos propios de cualquier asociación económica (llámese empresa, negocio o como se quiera llamar). Con la palabra política hacía referencia a la consecución de un objetivo práctico determinado, mientras que con la palabra administración se refería al aspecto técnico para la consecución de dicho objetivo.

    Pues bien, en lo que se refiere a la administración en toda asociación productiva o empresa, para poder funcionar correctamente, había de ser siempre centralizada y, de hecho, siempre ha funcionado de manera centralizada.

    En cambio, la política, por el contrario, siempre había de ser descentralizada.

    Por ejemplo, en una empresa regida por el contrato de sociedad (es decir, no hay relación de patrono y empleados, sino que todos son socios en la empresa) la política u objetivo a conseguir en la empresa vendrá fijado por todos los socios, es decir, se trata de un objetivo que se fija de manera descentralizada. Pero, una vez fijado el objetivo a conseguir, la consecución práctica del mismo habrá de realizarse de manera centralizada, porque ésa es la única forma práctica y realista de poder conseguirlo.

    Evidentemente, para poder hablar de una política fijada descentralizadamente, es indispensable que los socios gocen de libertad de asociación (o, en sentido negativo, de libertad para disociarse, incluso al punto de que su disociación pudiera poner en jaque o hiciera inviable la consecución práctica de una determinada política).

    Pues bien, trasladando estas ideas al ejemplo concreto de la energía nuclear (por ejemplo la empresa o emprendimiento productivo en la consecución de una bomba atómica por parte de una sociedad, a la que consideraremos a efectos prácticos como una empresa productiva general), tendríamos que establecer esa doble distinción: descentralización política y centralización administrativa. Es decir, la política u objetivo en la construcción de una bomba atómica dependería de la libre voluntad de la población; pero si afirmaran querer construirla, ésta tendría lugar de una manera centralizada, porque ésa es la única forma de poder construirla efectivamente (la existencia de descentralización administrativa produciría anarquía y caos y la construcción quedaría inmediatamente paralizada).

    La clave está, pues, en esa descentralización de la política; y en una sociedad con una economía que lleve adjunto un sistema financiero, esa libertad e independencia efectivas para poder asociarse (o disociarse) respecto a un proyecto productivo determinado (en este ejemplo, la construcción de una bomba atómica), viene establecido por la libertad e independencia financiera de las personas que conforman esa sociedad. Es decir, la forma efectiva que tienen las personas de una sociedad de decir sí o no a una determinada empresa o proyecto productivo (en el seno de una sociedad que lleve adjunta a su economía un sistema financiero) viene dada por su propia libertad efectiva de asociación o disociación, y esta libertad concreta sólo la puede tener si goza de esa previa libertad e independencia efectiva financiera.

    Y esta es la forma en la que funciona una sociedad tradicional, en la que existen y se ejercen las libertades e independencias efectivas por parte de los miembros de la comunidad política (es indiferente que esa independencia y libertad efectivas se ejerzan gracias a una extendida red de propiedad rurales, como ocurría antes de la Revolución, o que se ejerza gracias a una suficiencia de rentas financieras, tal y como podría hacerse hoy día sin necesidad de retornar a una sociedad rural).

    La alternativa, que ya hemos visto por la experiencia, es la del Estado, es decir, la de una estructura política todopoderosa y centralista, en la que la participación de sus miembros en determinados proyectos productivos (como, por ejemplo, el de la bomba atómica) se realiza por coerción, ya sea directa (como en los Estados totalitarios burdos o crasos), o ya sea indirecta por medio del sistema financiero (que es el caso extendido en los Estados democráticos occidentales), que crea unas condiciones de necesidad en donde la población se ve obligada a aceptar colaborar o participar con su trabajo o servicios en dicha empresa productiva (sin cuya colaboración no podría tener lugar).

    Entiéndaseme lo que quiero decir. La cuestión no está en que las personas de esa sociedad estén bien o mal pagadas por su participación en una empresa productiva (por ejemplo, la construcción de la bomba atómica). Las rentas financieras percibidas podrían ser muy buenas. La cuestión está en si esas personas han tenido opción o no de colaborar en esa empresa productiva, es decir, si han tenido o no libertad efectiva de asociación. La cuestión está en si un sistema financiero puede favorecer unas condiciones que permitan a los miembros de la comunidad ejercer sus libertades e independencias efectivas (condiciones indispensables para una descentralización política), o, por el contrario, ese mismo sistema financiero favorece unas condiciones de centralización desde el punto de vista político, en virtud del cual, la consecución de cualquier empresa productiva (o de cualquier tipo) no dependerá o descansará, en última instancia, de manera efectiva, en la comunidad política (aceptando participar o no en dicha empresa), sino en el gobernante de turno que se haga con las riendas del Estado, es decir, del sistema político centralizado.

    Dicho, con otras palabras; la existencia del Estado (sistema político propio de la Revolución contemporánea) depende para su efectividad de la previa existencia de una sociedad que haya perdido por completo su libertad efectiva de asociación, es decir, sus libertades e independencias efectivas.
    Última edición por Martin Ant; 15/03/2016 a las 12:57

  2. #2
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    Re: Hacia una política de Encarnación (Frederick D. Wilhelmsen)

    Otro artículo de tono pesimista con respecto a la tecnología, al estilo del de Casariego. Esta vez por parte de Sebastián Iturbe, uno de los colaboradores de la revista tradicionalista Misión.

    ---------------------------



    Fuente: Misión, Número 329, 2 Febrero 1946. Página 10.





    ROBINSON, sin herederos


    Por S. Iturbe



    Ya desaparecieron las restricciones eléctricas, importante pesadilla de una época en la que otras varias contrariedades agobian a los hombres. La anchura y la profundidad de la pasada guerra han suscitado circunstancias duras, en medio de las cuales la humanidad se desenvuelve con notorios apuros. El panorama general del mundo revela ahora bien claramente que la civilización pende de un hilo sutil. Se repite a diario por toda clase de personas que otra guerra de proporciones semejantes a la última arruinaría definitivamente a la civilización. Quizá ese pronóstico sea exagerado. Pero, de todas suertes, parece innegable que esta civilización materialista, llena de asombrosos progresos mecánicos, es un artificio, cuya marcha puede ser detenida en cuanto fallen sus resortes materiales. Entonces todo queda empantanado, o cuando menos en una situación de funcionamiento precario y torpe, lo cual parece a las gentes desdicha sin remedio.

    El tipo de vida creado en lo últimos decenios deja al hombre, si las cañas se tornan lanzas, con menos defensas que jamás estuvo. Su actual existencia es como la de un paralítico a quien llevan y traen ingeniosos aparatos. Al aflojarse un tornillo o agarrotarse una rueda el hombre se ve inmóvil, sin iniciativa ni modo de valerse. En realidad es que los adelantos le han ido dejando inerme.

    Lamentaciones corrientes de nuestros días, y en un país como el nuestro, cuya situación es más ventajosa que la de casi todo el resto del mundo, son las concernientes a que no funciona el ascensor, a la dificultad de encontrar un “taxi”, a que la luz faltaba a tales horas o a esta o la otra deficiencia en el servicio de los restaurantes. Que el teléfono no esté a punto y que nos traigan el periódico con retraso, son tragedias terribles. Es que sin teléfono, sin diario, sin coche, sin luz eléctrica y sin mesa puesta en todas las esquinas nos hallamos perdidos. Henos aquí más inútiles y menos sufridos que las generaciones pasadas, y en un ambiente de actividades supeditado a las contingencias materiales hasta tal punto que toda contrariedad de esa índole nos parece irremediable desamparo.

    Se gastó la luz de la inteligencia en construir instrumentos maravillosos que nos sirviesen para comodidad, reposo y placer. Así necesitaríamos menos esfuerzo diario y personal. Oprimir un botón y tener al punto iluminada la casa entera o hacer muy bien sentado, en pocas horas, un viaje en el que antaño se empleaban semanas de ajetreo e incomodidades, son hechos usuales ya, en cuya ejecución no consumimos el músculo y la mente. Subir las escaleras sin fatiga y como por arte mágico u oír que una cajita de cuentos de hadas nos narra en una sosegada habitación de nuestra vivienda lo que dicen y cantan en todos los países del mundo, tampoco nos exige grandes sudores.

    La mayor holgura y desahogo producidos en los últimos tiempos se apoya en que nos lo den hecho todo. Nos envuelve una muchedumbre de medios artificiales para nuestra vida y la de relación. Pero si el complicado mecanismo se paraliza o se rompe, quedamos desvalidos como un infante. Nos consideramos muy vivos y despiertos, cuando en verdad en muchos aspectos padecemos de atrofia y nos encontramos sumidos en sopor.

    Hasta que irrumpe una gran crisis en el mundo. Y entonces cesa el encantamiento que producían los ruidos de la gran maquinaria. A tal punto el hombre se desvela para averiguar que sin teléfono y sin radio no puede vivir, para clamar que es horroroso no encontrar plaza en el tren cuando quiere y para convencerse de que ya no es capaz de subir por las escaleras. Esto en nuestros climas. Qué se dirá y se pensará a estas horas por los hombres de las inmensas tierras asoladas por una guerra espantosa, reducidos a escalofriantes extremos de miseria, es cosa que escapa a toda ponderación.

    Robinson no ha dejado descendencia y casi nos parece el mayor personaje de la fábula. Y el hombre actual, que apagó en gran parte las lámparas del espíritu y se entregó afanosamente a la mecanización, con ambas cosas se ha deshumanizado y se ve capitidisminuído. Creó resortes fuera de sí y dejó enmohecer los suyos.
    Kontrapoder dio el Víctor.

  3. #3
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    Re: Hacia una política de Encarnación (Frederick D. Wilhelmsen)

    En respuesta a la petición de Kontrapoder sobre autores tradicionales que han abordado de manera específica el tema de la tecnología, he podido encontrar, por ahora, el libro Sociología y Teología de la técnica, del católico tradicionalista Martín Brugarola, S. J.

    A continuación reproduzco el índice y la introducción de este libro, publicado en 1967.

    -----------------------------------------------------------------------------------------------------

    Fuente: Sociología y Teología de la técnica, Martín Brugarola S.J., B.A.C., 1967. 618 páginas.



    INDICE GENERAL




    BIBLIOGRAFIA


    INTRODUCCIÓN


    PARTE I.– Sociología de la técnica

    CAPITULO I.– La técnica en el período preindustrial

    1. La naturaleza y la técnica.
    2. La técnica en la prehistoria.
    3. La técnica en la prohohistoria.
    4. La técnica en Grecia.
    5. La técnica en Alejandría.
    6. La técnica en Roma.
    7. La técnica en la Edad Media.
    8. En los albores de la revolución industrial.
    9. Características de las técnicas tradicionales.


    CAPÍTULO II.– La técnica en la primera revolución industrial.

    1. Hacia la revolución industrial.
    2. Utensilios y máquinas.
    3. El carbón y el hierro.
    4. La industria textil.
    5. La imprenta.
    6. Las líneas de comunicación.
    7. Las industrias químicas.
    8. Progresos en la agricultura.
    9. La conquista de la energía y de la velocidad.


    CAPÍTULO III.– Causas de la revolución técnica.

    1. La aceleración en el progreso técnico.
    2. Algunas causas remotas.
    3. El progreso científico.
    4. La conjunción de cinco fenómenos.
    5. La guerra y el progreso técnico.


    CAPÍTULO IV.– La técnica en la segunda revolución industrial.

    1. Hacia la segunda revolución industrial.
    2. Los progresos en la industria.
    3. Los progresos en la agricultura.
    4. Energía atómica, isótopos y radiaciones.
    5. Nuevas energías.
    6. Las naves espaciales.
    7. El advenimiento de la automación.
    8. La integración.
    9. La retroacción.
    10. Los calculadores.
    11. La aplicación actual y futura de la automación.
    12. La cibernética y la vida.


    CAPÍTULO V.– Amplitud del fenómeno técnico.

    1. Variedad de técnicas.
    2. La magia como técnica espiritual.
    3. Las técnicas de los romanos.
    4. Las técnicas sobre el hombre.
    5. Las técnicas económicas.
    6. Las técnicas del Estado.


    CAPÍTULO VI.– Caracteres de la técnica moderna.

    1. Creación de un ambiente artificial.
    2. La racionalidad.
    3. La eficacia.
    4. El autocrecimiento.
    5. La unicidad.
    6. La uniformidad.
    7. La universalidad.
    8. La autonomía.


    CAPÍTULO VII.– El progreso técnico.

    1. Evolución humana y progreso técnico.
    2. El progreso técnico como fenómeno nuevo.
    3. Tendencias del progreso técnico.
    4. Obstáculos al progreso técnico.
    5. Progreso técnico y civilización.
    6. Progreso técnico y poder del hombre.
    7. Progreso técnico y aumento de la población.


    CAPÍTULO VIII.– Relaciones entre la ciencia y la técnica.

    1. Semejanzas entre la ciencia y la técnica.
    2. Diferencias entre la ciencia y la técnica.
    3. Influencia de la ciencia en la técnica.
    4. Influencia de la técnica en la ciencia.


    CAPÍTULO IX.– Esencia y definición de la técnica.



    PARTE II.– Repercusiones de la técnica en la vida humana.

    CAPÍTULO X.– Degradación de las condiciones materiales de la vida.

    1. Advenimiento del proletariado.
    2. Degradación del trabajo.
    3. Degradación del ambiente.
    4. Las emanaciones radiactivas.
    5. Degradación del suelo y de la vida.
    6. Degradación de la alimentación.
    7. Degradación de la salud corporal.


    CAPÍTULO XI.– Deshumanización.

    1. Progreso técnico y proceso de despersonalización.
    2. Deshumanización por la máquina.
    3. Deshumanización por el trabajo parcelario.
    4. Estructura deshumanizadora de la empresa.
    5. La evasión.
    6. Degradación de los ocios.
    7. Degradación de la salud mental.
    8. Degradación de la actividad intelectual.
    9. Desequilibrio cultural.
    10. Deshumanización del arte.
    11. Decadencia moral.
    12. Decadencia religiosa.


    CAPÍTULO XII.– Desintegración social.

    1. La concentración urbana.
    2. La masificación.
    3. La decadencia de las comunidades naturales.
    4. La dislocación familiar.
    5. La desintegración de las comunidades nacionales.
    6. La degeneración de la política.
    7. La técnica y la guerra.


    CAPÍTULO XIII.– Transformaciones económicas.

    1. El crecimiento económico.
    2. El aumento de producción y de la productividad.
    3. Concentración de capitales.
    4. Tendencias monopolistas.
    5. Transformación de la propiedad.
    6. Situación de las empresas pequeñas y medias.
    7. Transformaciones técnicas en las empresas.
    8. Intervención del Estado.


    CAPÍTULO XIV.– Transformaciones profesionales.

    1. Reducción de mano de obra y de trabajadores cualificados.
    2. Especialistas y especializados.
    3. Tendencias sobre el aprendizaje.
    4. Modificación de las cualificaciones técnicas.
    5. Perspectivas sobre la enseñanza técnica.
    6. Reclasificación profesional.
    7. Modificaciones en los sectores profesionales.
    8. Repercusiones sobre el sindicalismo.


    CAPÍTULO XV.– Transformaciones laborales.

    1. Retribución del trabajo.
    2. Duración del trabajo.
    3. Seguridad e higiene del trabajo.
    4. Seguridad social.
    5. Repercusiones sobre el empleo.
    6. El factor humano en el trabajo.


    CAPÍTULO XVI.– Repercusiones positivas en la vida humana.

    1. Ventajas del progreso técnico.
    2. Elevación del nivel de vida.
    3. Difusión de la cultura.
    4. Difusión del arte.
    5. Contacto con la naturaleza.
    6. Aportaciones positivas a la moral y a la religión.


    CAPÍTULO XVII.– Difusión de la solidaridad.

    1. Proceso de individualización y de descentralización.
    2. Solidaridad en las invenciones e investigaciones.
    3. Solidaridad entre sabios y técnicos.
    4. Solidaridad familiar.
    5. Solidaridad en la empresa.
    6. Solidaridad obrera.
    7. Solidaridad en los agricultores y en el pueblo.
    8. Solidaridad mundial.


    CAPÍTULO XVIII.– Tipos humanos del mundo técnico.

    1. La mentalidad.
    2. El técnico.
    3. El “homo oeconomicus”.
    4. El mando intermedio.
    5. El proletario.
    6. El cualificado.
    7. El empleado.
    8. El marxista.
    9. El tecnócrata.



    PARTE III.– Teología de la técnica.

    CAPÍTULO XIX.– Materia y vida.

    1. Materia y energía.
    2. La vida.
    3. Creación y evolución.
    4. Origen del hombre.
    5. A gloria de Dios.


    CAPÍTULO XX.– La actividad técnica.

    1. La actividad técnica como perfeccionamiento del hombre.
    2. La actividad técnica como colaboradora de Dios.
    3. La actividad técnica como dominio del mundo.
    4. La actividad técnica como perfeccionadora del mundo.


    CAPÍTULO XXI.– Los fines de la técnica.

    1. Los designios de Dios sobre la técnica.
    2. La actuación de los fines últimos de la técnica por el hombre.
    3. Subordinación de los fines inmediatos de la técnica a los últimos.
    4. Responsabilidades ante el progreso técnico.
    5. Doctrina pontificia sobre los fines de la técnica.


    CAPÍTULO XXII.– Moral y técnica.

    1. Subordinación de la técnica a la moral.
    2. Eficacia, autonomía técnica y moral.
    3. Prudencia y técnica.
    4. Progreso técnico y progreso moral.


    CAPÍTULO XXIII.– Ambivalencia de la técnica.

    1. Ambigüedad de la técnica.
    2. Pesimistas y optimistas.
    3. Pensamientos de Pío XII sobre la ambivalencia de la técnica.


    CAPÍTULO XXIV.– Pecado y técnica.

    1. Pecado original y técnica.
    2. Erección de la técnica como último fin.
    3. Los pecados técnicos.


    CAPÍTULO XXV.– Cristología y técnica.

    1. Encarnación y técnica.
    2. Redención y técnica.
    3. Sacramentos y técnica.
    4. Liturgia y técnica.


    CAPÍTULO XXVI.– Escatología y técnica.

    1. Cristología y escatología.
    2. Interpretaciones escatológicas.
    3. Sentido escatológico del esfuerzo técnico.


    CAPÍTULO XXVII.– La Iglesia y la técnica.

    1. Religión y técnica.
    2. Integración de la técnica en el catolicismo.


    CAPÍTULO XXVIII.– Espíritu técnico y religión.

    1. Concepción profana del mundo.
    2. Secularización de la actividad técnica.
    3. Exaltación del poder técnico.
    4. Dificultades del espíritu técnico para su apertura religiosa.
    5. Mentalidad del alumno técnico.
    6. Diagnosis pontificia sobre el espíritu técnico.


    CAPÍTULO XXIX.– Espiritualidad y técnica.

    1. Hacia una espiritualización de la profesión técnica.
    2. En el sentido de la creación.
    3. Actividad técnica y mundo sobrenatural.
    4. Espiritualidad y eficacia.
    5. Actividad técnica y esperanza.
    6. La oración en un mundo técnico.
    7. Grandeza y humildad de la técnica.
    8. El sacrificio en un mundo técnico.
    9. La caridad en un mundo técnico.


    CAPÍTULO XXX.– Apostolado y técnica.

    1. Cristianización de las técnicas por los laicos.
    2. Síntesis entre ciencia, técnica y religión.
    3. Los grupos de apostolado.
    4. La conquista del mundo para Jesucristo.


    CAPÍTULO XXXI.– Educación y técnica.

    1. Necesidad de formación humana y religiosa de la juventud técnica.
    2. Jalones de una formación humanista.
    3. Humanización del aprendizaje en la empresa.
    4. Jalones de una formación religiosa.
    5. Actividad creadora en la enseñanza en general.


    CAPÍTULO XXXII.– Humanización de la vida y del trabajo.

    1. Humanización de la vida.
    2. Humanización del trabajo y de la empresa.
    3. Humanización del trabajo parcelario.
    4. Actitudes humanas en las innovaciones técnicas.
    5. Contribución de las ciencias humanas.


    INDICE DE AUTORES





    ---------------------------------------------

    Fuente: Sociología y Teología de la técnica, páginas 3 – 5.


    INTRODUCCIÓN

    Este libro ha salido de una mirada de simpatía hacia una de las actividades temporales del hombre que en nuestros tiempos se ha desarrollado de una manera extraordinaria y que promete en el futuro una mayor expansión todavía: la actividad técnica; y esta simpatía, naturalmente, ha ido acompañada de una admiración por las proezas que los hombres han realizado y van realizando en la naturaleza combinando materia y energía para producir instrumentos técnicos, que con su presencia y con su influencia invaden todas las esferas de la vida humana.

    No nos ha bastado la observación benevolente de las actividades técnicas de los hombres y de los resultados que han producido. Hace años, con afán y con la misma simpatía, hemos ido leyendo libros y artículos de revistas en que los estudiosos de los diversos aspectos de la técnica han consignado el fruto de sus investigaciones y de sus reflexiones.

    Luego se nos ocurrió sistematizar todas estas experiencias y reflexiones, tan llenas de complejidad y de variados aspectos, en un conjunto orgánico que facilitase la serena contemplación de este sector tan importante de la vida humana. Ciertamente hubiera bastado para satisfacer este anhelo contentarse con la sistematización del contenido humano y social de la técnica y de sus influencias. Ello solo habría justificado el que quien no es especialista en la técnica se haya atrevido a inmiscuirse y a penetrar en este mundo técnico, pues no consideramos ajeno a nuestro amor y a nuestro estudio lo humano y lo social dondequiera se encuentre. Por eso no se encontrarán en este libro disquisiciones técnicas, sino que del fenómeno técnico se harán solamente las síntesis imprescindibles con elementos procurados por los especialistas para captar mejor su contenido humano y social.

    Mas por razón de nuestra misión sacerdotal y apostólica no pudimos contentarnos con el estudio de los aspectos humanos y sociales de la técnica: hicimos un esfuerzo por interpretar la mirada que al mundo técnico dirige el mismo Dios, autor de la materia y de la energía, del hombre y de las capacidades con que el hombre las transforma para hacerlas servir a sus necesidades, y por explicar las influencias que en este mundo cada vez más saturado de técnica ejerce el Verbo encarnado, Jesucristo, que vino a restaurar todas las cosas. ¿Acaso los hombres no han de santificar y cristianizar sus actividades técnicas y no han de hacer servir la técnica a la gloria de Dios, a la expansión de la Iglesia, a su perfección moral y a su destino eterno? He aquí el aspecto teológico de este estudio, en el que también hemos sido ayudados por eminentes autores que se han dado a proyectar su saber teológico sobre este mundo tan interesante y moderno.

    Con ello queda esbozada la orientación de este libro.

    En la primera parte, de contenido especialmente histórico-sociológico, se describen las diversas etapas históricas y la amplitud de la técnica, las causas del progreso técnico, las características y las relaciones más generales de este fenómeno, para terminar con la exposición de los intentos que se han hecho para dar una definición de la esencia de la técnica.

    La segunda parte tiene también un contenido esencialmente sociológico, pero a la vez profundamente humano y social: estudia las repercusiones negativas y positivas de la técnica en todos los ámbitos de la vida humana y social, como asimismo las profundas transformaciones que en el orden económico, profesional y laboral ha operado la técnica también con contenido humano, para acabar con la descripción de los tipos humanos psicológicos surgidos en el mundo técnico moderno.

    La teología de la técnica es el tema de la tercera parte. Se proyectan los principios de la teología natural, moral, dogmática, ascética y pastoral sobre el fenómeno técnico y sobre las actividades técnicas, sin que se haya descuidado, como preámbulo a la espiritualidad y a la pastoral de la técnica, el análisis del espíritu técnico en su vertiente religiosa. Esta parte queda sobre todo enriquecida con la aportación de textos de los Sumos Pontífices y del concilio Vaticano II, que en estos últimos tiempos, desde su elevada atalaya, han enjuiciado el fenómeno y el espíritu técnico a la luz de los principios imperecederos del cristianismo.

    Repetimos: este trabajo no lo hubiéramos podido realizar sin haber sido llevados de la mano por los numerosos autores que han estudiado los diversos aspectos de la técnica. A todos los hemos procurado citar al pie de página, y en la bibliografía se encontrarán referencias más completas de sus libros. De los autores más citados hemos recabado el conveniente permiso, y a ellos nuestro agradecimiento, como también a todos aquellos de cuyos estudios nos hemos aprovechado y que desearíamos no haber olvidado en las oportunas citas. En especial, agradecemos a la Editorial Labor la utilización que nos ha permitido hacer del libro de Jacques Ellul El siglo XX y la técnica para la primera parte de nuestra obra, como se irá consignando, y a la Editorial Juventud el permiso que nos ha concedido de entresacar datos para nuestros primeros capítulos del libro de Pierre Rousseau Histoire des Techniques et des Inventions, que próximamente va a publicar en su edición española.
    Kontrapoder dio el Víctor.

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