¡Oy vey, los foreros de Burbuja nos han pillado con los shekels en el bolsillo!
Si hay algo en este foro es variedad de opiniones y debates entre sus miembros. No sé cómo han llegado a la conclusión de que apostamos por un multiculturalismo buenista, o por el mestizaje racial entre españoles y no-blancos. Si hay algo que nos caracteriza a muchos de nosotros es porque estamos precisamente en contra de la Islamización de Europa, del sionismo, y del multiculturalismo. Ahora bien, que no nos guste la dinámica actual no significa que nos tengamos que aferrar a ideologías que exclusivamente ensalzan la raza como único factor en la construcción de un Estado. Yo pienso que la identidad étnica es importante, que existe, pero que hay que conjugarla con un factor religioso, que para nuestro país es el Catolicismo.
Por otro lado, sus mensajes (especialmente los primeros que solamente se limitan a insultar) denotan que sencillamente no nos leen, pues de lo contrario se hubiesen dado cuenta rápidamente de las críticas que se realizan en Hispanismo contra el Papa, la decadencia de la Iglesia, y la Teología buenrollista de la Secularización. Este tipo de críticas, o difamación poco inteligente y sin fundamentos es la que te puedes encontrar en /pol/ y otros foros en los que solamente sirven como cantera de memes graciosetes, pero que no son intelectuales en absoluto. Sin embargo, doy las gracias a aquellos que nos han defendido y que han querido arrojar algo de sensatez a ese pandemonio sin sentido.
Desde mi punto de vista, la Hispanidad es sencillamente el lazo de unión entre países y comunidades que participan del legado cultural de España tanto en la Península Ibérica como en el resto del mundo. Lenguaje castellano, religión católica, más un gran número de similitudes artísticas, culturales y de usos y costumbres son algunos de los elementos que compartimos. El hispanista ensalza estos valores, pues no son otros que el legado que el Imperio español propagó por todo el orbe. Por ello, ser hispanista significa estar orgulloso de nuestro pasado, y de su monumental herencia tanto en Europa como en Indias y Asia. Ni más ni menos.
Ser hispanista no significa querer destruir la raza blanca para sustituirla por un potaje "marrón", ni promover el mestizaje masivo (en Indias había separación entre República de Indios y República de Españoles, más otras prohibiciones de cohabitación institucional o personal con otras etnias). Ser hispanista tampoco supone participar de un globalismo novordenmundialista que implante una tecnocracia oligárquica mundial y que destruya pueblos y naciones. Ser hispanista no tiene nada que ver con eso, sino todo lo contrario.
La Iglesia Católica es universal porque busca la salvación de todo el género humano. No obstante, a lo largo de la historia, durante el Antiguo Régimen, si hay algo que ha caracterizado a la Iglesia es su respeto e incluso fomento por lo consuetudo y por los derechos tanto comunales como privados de los cristianos. Un ejemplo de este tipo de jurisdicción que se mantuvo vigente durante siglos en España (y de manera similar en otros países europeos) son los fueros. Incluso en los pueblos indígenas de América tenemos casos como el del jesuita José de Acosta, quien recomendaba ya en el siglo XVI que se mantuviesen la lengua y las costumbres de los naturales siempre y cuando no estuviesen en conflicto con la doctrina católica; refiriéndose en este caso a las idolatrías que realizaban a sus antiguos dioses.
Por si hubiese dudas, vayamos al Catecismo de la Iglesia Católica, en concreto, al artículo IV relacionado con el Cuarto Mandamiento. En él leemos lo siguiente:
2199 El cuarto mandamiento se dirige expresamente a los hijos en sus relaciones con sus padres, porque esta relación es la más universal. Se refiere también a las relaciones de parentesco con los miembros del grupo familiar.
Exige que se dé honor, afecto y reconocimiento a los abuelos y antepasados. Finalmente se extiende a los deberes de los alumnos respecto a los maestros, de los empleados respecto a los patronos, de los subordinados respecto a sus jefes, de los ciudadanos respecto a su patria, a los que la administran o la gobiernan.
2239 Deber de los ciudadanos es cooperar con la autoridad civil al bien de la sociedad en espíritu de verdad, justicia, solidaridad y libertad. El amor y el servicio de la
patria forman parte del deber de gratitud y del orden de la caridad.
La sumisión a las autoridades legítimas y el servicio del bien común exigen de los ciudadanos que cumplan con su responsabilidad en la vida de la comunidad política.
2241 Las naciones más prósperas tienen el deber de acoger, en cuanto sea posible, al extranjero que busca la seguridad y los medios de vida que no puede encontrar en su país de origen. Las autoridades deben velar para que se respete el derecho natural que coloca al huésped bajo la protección de quienes lo reciben. Las autoridades civiles, atendiendo al bien común de aquellos que tienen a su cargo, pueden subordinar el ejercicio del derecho de inmigración a diversas condiciones jurídicas, especialmente en lo que concierne a los deberes de los emigrantes respecto al país de adopción. El inmigrante está obligado a respetar con gratitud el patrimonio material y espiritual del país que lo acoge, a obedecer sus leyes y contribuir a sus cargas.
Este párrafo deja bien claro que la Iglesia no apoya el multiculturalismo, sino la adaptación del inmigrante a la cultura que lo acoge. Es más, se advierte en el catecismo que si los gobernantes legislan o gobiernan en contra del "bien común" de la sociedad, la desobediencia es aceptable. Por ello, teniendo en cuenta que el multiculturalismo, la inmigración masiva o la Islamización suponen un atentado contra el "bien común" de la civilización receptora, se puede argumentar desde una postura eminentemente católica que es lícito rebelarse contra ellos. He aquí la justificación completa:
Cuando la autoridad pública, excediéndose en sus competencias, oprime a los ciudadanos, éstos no deben rechazar las exigencias objetivas del bien común; pero les es lícito defender sus derechos y los de sus conciudadanos contra el abuso de esta autoridad, guardando los límites que señala la ley natural y evangélica» (
GS 74, 5).
Por último, la Iglesia incluso contempla el alzamiento en armas según las circustancias:
2243 La resistencia a la opresión de quienes gobiernan no podrá recurrir legítimamente a las armas sino cuando se reúnan las condiciones siguientes: 1) en caso de violaciones ciertas, graves y prolongadas de los derechos fundamentales; 2) después de haber agotado todos los otros recursos; 3) sin provocar desórdenes peores; 4) que haya esperanza fundada de éxito; 5) si es imposible prever razonablemente soluciones mejores.
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