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Tema: Juan Manuel de Prada dialoga con la izquierda

  1. #1
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    Juan Manuel de Prada dialoga con la izquierda

    Alba Rico: «Mi obligación como persona de izquierdas marxista es revisar mi propio legado, discutirlo»

    Con motivo de la publicación de «Ser o no ser (un cuerpo)», de Santiago Alba Rico, Juan Manuel de Prada conversa con el escritor. La divergencia ideológica no es obstáculo para el encuentro y la amistad


    Juan Manuel de Prada (al fondo) y Santiago Alba Rico, autor de «Ser o no ser (un cuerpo)», editado por Seix Barral poco antes de comenzar la conversación en Madrid - Ignacio Gil

    Juan Manuel de Prada 12/02/2017 01:09h - Actualizado: 13/02/2017 18:35h. ABC

    Uno de los grandes temas de «Ser o no ser (un cuerpo)» es el desajuste que se produce entre lo que llamas el cambio darwiniano y el cambio lamarckiano, y los problemas que tal desajuste, que atribuyes al capitalismo, genera al ser humano. A mi modo de ver, tal desajuste sería la consecuencia inevitable del espíritu hegeliano, según el cual todo está en perpetuo cambio de estado y de progreso, lo cual choca contra la estable realidad antropológica. A mí tu teoría me parece perfectamente cristiana. El progreso, decía Chesterton, altera las almas para adaptarlas a las condiciones, en lugar de alterar las condiciones para adaptarlas a las almas.


    Sin embargo, al mismo tiempo se podría decir que entre la visión hegeliana y la visión cristiana podría decirse que existe cierta coincidencia en la visión del tiempo como una linealidad progresiva. En el caso del cristianismo hacia la Parusía, el Juicio Final, el retorno de Cristo; en el caso hegeliano, hacia la autorrealización del Espíritu. Quiero decir que, en la visión cristiana, los actos de los seres humanos están anticipando, aunque sea lentamente, ese retorno de Cristo. En el concepto hegeliano de la Historia que yo critico se aumenta la distancia entre el lugar donde vivimos, con nuestras formas de vida más o menos fijas, y el lugar donde se deciden cada vez más deprisa nuestras vidas. En este sentido, me parece enteramente legítimo que opongas el cristianismo al capitalismo como vector de aceleración de la Historia. Sin embargo, me gustaría precisar que no es que no haya habido cambios en 40.000 años; no ha habido cambios en nuestra estabilidad biológica, de tal modo que el mismo cuerpo que se acuclillaba en las cavernas de Altamira sea el que hoy se sienta en un tren de alta velocidad. Ha habido, sin embargo, una serie de cambios que tienen que ver con el lenguaje, con la cultura, con el trabajo, con los medios de producción y, finalmente, desde luego, con la tecnología. El problema es que ha habido una aceleración muy fuerte: esa aceleración yo la identifico con eso que llamamos Historia con mayúsculas, que tiene que ver con el concepto de progreso, que es perfectamente legítimo refutar o denunciar desde el cristianismo. Yo lo hago desde otro lado: lo hago, por ejemplo, desde Walter Benjamin, o desde Lotze, que fue uno de los primeros que puso en cuestión la idea de un progreso continuo hacia lo mejor. Y yo creo que el cambio cultural lamarckiano, acelerado por el capitalismo, nos introduce hoy en un horizonte de catástrofe permanente.

    Hay un momento en el libro en que dices que ciertas ideas que sostienes ya sólo las defienden los perroflautas de izquierdas y los cristianos trasnochados. Por supuesto, el cristianismo no defiende tampoco un «hombre inmóvil»; por el contrario, la misión del hombre es el dominio justo de la Naturaleza, que implica avanzar en el conocimiento de la realidad. Pero el dominio justo de la Naturaleza no incluye su expolio, ni tampoco el expolio del hombre.

    Me parece evidente que en esa denuncia coincidimos plenamente.

    ¡Pero no dejas de deslizar en el libro veniales insidias contra el cristianismo! Por ejemplo, cuando te refieres a los «mitos de multiplicación» para explicar el alma del capitalismo, mencionas el milagro de la multiplicación de los panes y los peces, que en realidad es… ¡una refutación del capitalismo! Pues se trata de una multiplicación hecha desde la fraternidad, desde lo poco que se tiene… Lo que nos enseña este milagro, de claro sentido eucarístico, es que con muy poco se puede alcanzar a repartir entre muchos. Frente al capitalismo, que se fundamenta en la multiplicación exponencial de los bienes, hasta hacerlos inservibles y banales, y hasta convertirnos a nosotros mismos en algo inservible y banal, el milagro de los panes y los peces nos muestra una «economía» del reparto.

    Sin embargo, yo distingo muy bien entre las utopías de los pobres y las utopías de los ricos. Las utopías de los pobres siempre han tenido que ver con la cornucopia, con una abundancia soñada, con las mesas que se ponen solas en los cuentos de los Grimm y se llenan de alimentos. Yo soy un cristiano sin Dios, permíteme esa licencia. Y creo que el mito -perdón, el milagro- de los panes y los peces es una clara utopía de pobres que tiene que ver con la multiplicación. Aunque, por supuesto, con la multiplicación de cosas concretas y necesarias que van a ser inmediatamente consumidas. Nada que ver, pues, con la multiplicación que propone el capitalismo, que es una multiplicación banal que impide que contemplemos las cosas como algo singular, apreciable y valioso en sí mismo. Ni las cosas, ni las montañas, ni los seres humanos.

    Me ha sorprendido que en tu libro apenas hables del alma. Sin embargo, me parece que en todo momento, cuando hablas del hombre, te refieres a un ser espiritual. Pones mucho énfasis, por ejemplo, en el material genético que compartimos con la mosca o el chimpancé, hasta das porcentajes y señalas que apenas nos distinguimos de un mono en un 2 por ciento de nuestro material genético. Pero, ¿cómo llamar a ese 2 por ciento restante? La necesidad de «caer en otro cuerpo», de amar y ser amados, la compasión… ¿No son expresiones de nuestra condición de seres espirituales?

    A ese 2 por ciento tú lo llamas alma; yo lo llamo cuerpo, por oposición a la carne. Y defino el cuerpo como «esta chapuza que combina la carne con el lenguaje y con otros vectores de fuga». La palabra «alma» me fascina, pero es difícil usarla para quien como yo procede de una formación marxista. Reconozco, sin embargo, que es muy complicado evitar su mención para expresar ciertas cosas. Es muy difícil entendernos sin esa distinción entre cuerpo y alma, que es platónica antes que cristiana. Antes te referías a la eucaristía, palabra preciosa donde las haya. Todavía los griegos, para decir gracias, dicen «ευχαριστώ», que es exactamente la misma raíz. Y esto de dar las gracias es muy importante. Tú lo canalizas a través de tu fe. Yo hace poco leía un poema de Erri De Luca que me gusta mucho, titulado «Valores», y entre los muchos valores que cita se refiere a la gratitud sin motivo. Yo estoy a favor de la gratitud sin motivo; yo estoy, por ejemplo, a favor de agradecer los alimentos, agradecer las caricias, agradecer los afectos. Para mí esto es la eucaristía. Y es una hermosa palabra, porque tiene que ver, en afecto, con una larga historia, con el buen crisma, con el aceite bueno mediante el cual Dios reconocía a los suyos, o proyectaba sobre determinados cuerpos una gracia especial. Yo creo, por un lado, que hay que dar las gracias y por otro creo que hay objetos y también sujetos depositarios de una gracia especial.

    Todos tus libros tienen algo de acción de gracias hacia esos objetos y sujetos depositarios de una gracia especial. En «Ser o no ser (un cuerpo)», sin ir más lejos, estás constantemente dando gracias, o invitando a darlas, por la posibilidad de una vida humana en medio de un mundo que atenta contra ella. Esto hace que tus libros resulten muy atractivos para un cristiano. Por ejemplo, tu diatriba contra los «hombres solteros» (entendiendo por hombre soltero no sólo aquel que es célibe, sino el hombre individualista, el hombre que es infecundo hacia otros hombres) es plenamente cristiana. En este libro vuelves a denunciar todas aquellas formas de explotación que nos van convirtiendo en individualistas. Esa visión antropológica no diré que sea estrictamente cristiana, pero sí es, desde luego, una visión que los cristianos podemos abrazar sin ningún problema.

    Por eso cuento con que muchos cristianos, entre otros tú, se sumen a esta lucha contra un capitalismo que disuelve los lazos y nos vuelve a todos un poco solteros, en el sentido de sueltos, sin enganche, sin compromiso. El compromiso creó uno de los nudos centrales, reales, antropológicos, que permiten la supervivencia humana. Y me hago una pregunta: ¿tú crees que es posible que cristianos y no cristianos hagamos un frente común contra esta disolución de lazos que alienta el capitalismo?

    Yo creo que sí existe esa posibilidad, pero es una posibilidad muy difícil. Por un lado, los marxistas tenéis una especie de mito constitutivo de que los altares tienen que ser arrasados, la idea de que la religión es el opio del pueblo está metida en vuestro ADN ideológico. Y por otro lado los católicos, por razones históricas evidentes, sienten que sólo la derecha va a protegerlos frente a los marxistas que arrasan los altares. Esta evidencia histórica, sin embargo, ha acabado produciendo una terrible contaminación ideológica en el ámbito católico, que ha acabado por aceptar soluciones antropológicas, políticas o económicas anticristianas. Lo he notado en mis propias carnes, con artículos sobre la «cuestión social» que han sido calificados de marxistas y en los que no hago sino reproducir textos de Papas. Si desde ambos ámbitos nos desprendiésemos de ciertas adherencias y falsedades, no dudo que podríamos construir cosas juntos. Pues, como ha señalado hace poco el Papa (y esto enseguida se aprovechó desde la derecha para ponerlo a caldo), una persona de izquierdas puede identificarse en gran medida con muchos aspectos de la doctrina social de la Iglesia. Desde luego, mucho más que un defensor a ultranza del capitalismo real. Digo «capitalismo real» porque, si nos dicen que capitalismo es la posibilidad de que agentes libres concurran en un mercado, tú y yo estaríamos de acuerdo con este capitalismo. Que un agricultor cultive sus lechugas, las lleve al mercado y haya una señora que las compre, porque son mejores, más frescas y jugosas que las lechugas de otro puesto, nos parece bien a ambos. Pero esto nada tiene que ver con el capitalismo real. ¿Tú dónde situarías los problemas de entendimiento entre cristianos y marxistas?

    Bueno, es que prácticamente me has dicho que nuestro mito fundacional es la quema de iglesias… Yo ahora podría acusar: «Y vosotros, los cristianos…». No lo voy a hacer, porque tú has desactivado esa abusiva homogeneización del mundo católico hablando, por ejemplo, del malestar que entre algunos católicos provocan tus propios artículos. Yo te diría, te recordaría también, que algunos artículos míos en defensa del Papa han producido mucho malestar en sectores de izquierda que yo no reconozco como afines ni como razonables en ningún sentido. Creo que es muy importante centrarse en lo que has dicho al final, recordar que el mercado con minúsculas, ese donde finalmente alguien aporta sus lechugas y las cambia por una tetera de barro es a la vez cristiano y comunista. Y aquí tiene razón el Papa cuando dice que lo que los comunistas proponen suena muy cristiano. Entonces, ¿cuál es la cuestión que nos diferencia? Yo creo que en la larguísima historia del cristianismo, que está también llena de meandros, de retrocesos, de Papas más o menos avanzados o más o menos fieles al mensaje de Cristo, de abusos (y abusos además de clase) que han generado mucho malestar, no entre los marxistas, sino entre las clases desfavorecidas, que eran las que naturalmente debían ser destinatarias del Evangelio. Y ahí sí hay otra afinidad terrible entre la historia del cristianismo y la del comunismo, que es la que señala Daiarmaid MacCulloch en su «Historia de la cristiandad»: nadie ha matado más cristianos que el cristianismo, y nadie ha matado más comunistas que el comunismo. Porque, en efecto, también el estalinismo y otras malformaciones del comunismo han ido alejando a las clases desfavorecidas.

    Es evidente que en los siglos XIX y XX, para conjurar el peligro del comunismo, la Iglesia se «alió» primeramente con el liberalismo y luego con la democracia, con resultados penosos; pues sus presuntos «aliados» acabaron empujándola a los márgenes, como ahora se ve. Un escritor al que yo admiro mucho, Leonardo Castellani, poco sospechoso de simpatías comunistas, afirmaba que una de las raíces de la Guerra Civil era la injusticia social. Y que esa injusticia había sido en muchos casos causada por aquellos que luego más vociferaban «¡Guerra santa, guerra santa!». En efecto, una parte del pueblo español se puso a odiar a Dios porque percibió que la Iglesia amparaba a quienes los habían empujado a la miseria. Pero creo que hay que distinguir entre ese error de ciertos sectores eclesiásticos y un odio sistemático alentado desde las estructuras de poder comunista, que mató católicos por el mero hecho de serlo, aunque se hubiesen significado por su amor a los pobres. Todavía hoy ese odio subsiste, bajo formas menos brutales, en algunos sectores de la izquierda.

    Igual que creo que tu misión y tu obligación, como católico que eres, es la de criticar tu propio legado y dirigirte a los tuyos para volverlos más razonables, mi obligación como persona de izquierdas marxista es también revisar mi propio legado, discutirlo y criticarlo, y creo que, en ese sentido, es verdad que la izquierda no ha comprendido que debería buscar alianzas allí donde las encuentre, y desde luego, uno de los lugares privilegiados para encontrar esa alianza es el cristianismo. Pero yo, obviamente, distingo entre el Opus Dei y la Teología de la Liberación; o entre Chesterton y Torquemada…

    Hombre, la cuestión es si podrías aceptar, junto a Chesterton, a Donoso Cortés.

    A Donoso Cortés me gusta mucho leerlo: sus críticas del liberalismo no sólo son acertadas, sino también sonoras y retóricamente brillantes. Pero aquí tendríamos que hacer una lista unos y otros de a quienes aceptamos, y lo de las listas siempre es muy peligroso. Lo que sí creo, en todo caso, es que allí donde hay dos personas como tú y como yo, que procedemos de formaciones muy diferentes y combatimos la destrucción de los vínculos entre los seres humanos, hay acuerdos posibles.

    Hay momentos en tu libro en que un cristiano suspicaz podría considerar que incurres en cierto fatalismo, pues niegas la acción de la gracia sobre la naturaleza. Crees que Falstaff puede llegar a ser Robin Hood, pero no un santo. Y cuando hablas de la distancia entre el lugar en el que vivimos y el lugar donde se toman las decisiones alertas contra las utopías que han querido anular esa distancia, dando por hecho que las decisiones de los que mandan nunca van a estar dictadas por el bien común.

    Esa crítica, en efecto, la dirijo a mis compañeros marxistas, correligionarios en este caso en el sentido de que tan religiosa es la visión vuestra del salto de la naturaleza a la gracia como esa otra visión marxista que yo critico, que es la del salto de la naturaleza a la libertad más allá de la Historia. Y esa crítica, además, la hago apoyándome en Terry Eagleton, un filósofo inglés marxista y católico, que alerta frente a la pretensión revolucionaria, a su juicio idealista y peligrosa, del «salto a la libertad», pues entiende la política como un «desplazamiento en el interior de la naturaleza». Y eso lo defiende no frente a los católicos que creen que hay un salto de la naturaleza a la gracia, sino frente a sus compañeros marxistas. Yo también creo cada vez menos en ese salto. Tú, que has escrito una novela magnífica sobre Santa Teresa, tienes que creer que hay un posible salto individual, puesto que la gracia se otorga individualmente, aunque la posibilidad de salvación, según el cristianismo, se dé para el conjunto de la humanidad. Pero en todo caso sería un salto individual, mientras que el salto marxista que yo critico es colectivo.

    Pero es que ese salto marxista al que te refieres es, en realidad, una pretensión de endiosamiento, un «asalto a los cielos», mientras que la acción de la gracia en la que cree el cristiano es un abajamiento de Dios. El que pega el salto es Dios, para acompañar la frágil naturaleza humana. Y la gracia divina interviene constantemente sobre nuestra pobre naturaleza. El hecho de que haya surgido entre nosotros una amistad tan hermosa tiene que ver con la gracia.

    Es lo que yo llamo la «prueba narrativa» de la existencia de Dios. Dios no puede sustituirse como exclamación en momentos fundamentales de la vida de un ser humano. Frente a la belleza, frente al cuerpo que amas, frente a la amistad, necesitas invocarlo. Hasta el muy taurino «¡olé!» puede que derive del Alá musulmán. Para expresar admiración, para quedarse con la boca abierta, los ateos no tenemos una palabra equivalente. Estoy dispuesto incluso a llamar Dios, sin creer en Él, al hecho de que tú y yo podamos sentarnos en una mesa juntos y discutir sobre todo esto, incluso ser grandes amigos y tenernos muchísimo afecto. Tú lo ves como una intervención divina. Yo llamaría al resultado como quieras, pero no como una causa. Todos deberíamos aprender lo que significa (sea Dios la causa o el resultado) que dos personas que proceden de realidades muy distintas se puedan poner a discutir. Recordando a nuestro querido alcahuete Chesterton, una pelea puede producir una discusión. En cambio, ¡cuántas discusiones fecundas se han perdido porque se han convertido en peleas!

    Bueno, ya sabes que en «La esfera y la cruz», Chesterton contaba cómo el régimen político vigente, muy moderadito, se esforzaba en evitar que un ateo y un católico se peleasen, pues sabía que esa pelea podía convertirse en una confabulación. (Risas). En otro momento en tu libro, te muestras crítico con la tecnología. Pero luego te retraes en la crítica, como temeroso de que los tecnólatras se abalancen sobre ti. ¿Es que aceptas que los avances tecnológicos son inevitables? Más allá de que la fisión del átomo sea un avance irreversible, podemos evitar construir armas atómicas.

    No es temor a que los tecnólatras se abalancen sobre mí. No es tampoco fatalismo, sino una cierta resignación. Umberto Eco hablaba de apocalípticos e integrados. Yo siempre he sido muy apocalíptico, como tú mismo; pero ha llegado un momento en que a lo mejor la paternidad me ha hecho resignarme a una cierta integración. Soy algo así como un apocalíptico reprimido o un integrado resignado. Y en el sentido de la tecnología, lo que explico en el libro es que es muy difícil retroceder de formatos tecnológicos que se han incorporado antropológicamente a la propia organicidad humana. Lo trágico es que, así como es muy fácil que bajo la época de la crisis capitalista se retroceda en derechos sociales y en derechos laborales, las adquisiciones tecnológicas sólo son reversibles a través de catástrofes apocalípticas. En efecto, sabemos cómo fabricar una bomba atómica; hay que saber, entonces, cómo gestiona políticamente la humanidad ese conocimiento hasta que llegue para ti la Parusía o para mí el fin del mundo. Lo temible es que quienes lo gestionan sea un grupo de chiflados, de mafias y tribus desatadas, y tanto más cuanta menos democracia hay, o cuantos menos derechos tienen los seres humanos para proteger sus cuerpos.

    En diversas ocasiones te refieres en «Ser o no ser (un cuerpo)» al «patriarcado», adoptando posiciones que podríamos denominar «feministas». Exaltas a la mujer, y no sólo a la mujer sexuada, sino también al hombre que sabe ser madre, frente a ese «hombre soltero» sobre el que se sostiene un modelo político, económico y social destructivo antropológicamente. Pero lo que tú reclamas es exactamente lo contrario a lo que pretende el feminismo hegemónico, que es más bien que la mujer se convierta también en el «hombre soltero» del que tú abominas. En este sentido, me ha chirriado tu interpretación del «episodio de la manzana» del Génesis. Primeramente, porque no te refieres al pecado original. El único modo en que el narrador bíblico puede hacernos entender el pecado original consiste en que lo asociemos a la generación humana; de ahí que Eva tenga un papel protagonista. No se trata de una condena «patriarcal» de la mujer, sino del modo más gráfico de explicar la naturaleza del pecado original. Por otro lado, también escamoteas el pasaje en que Dios pone eterna enemistad entre la serpiente y la mujer, entre el mal y la mujer, entre todo lo que nos destruye antropológicamente y la mujer. Creo que el episodio del Génesis lo que en realidad hace es poner a la mujer en el centro mismo de la salvación humana, convirtiéndola en bastión contra la ruina antropológica.

    Entiendo que consideres que mi interpretación es una falsificación del episodio del Génesis, porque veo en ti una voluntad feminista enorme… Pero todo lo que tú, como cristiano feminista, buscas en la «Biblia» yo lo encuentro más fácilmente fuera. Dicho esto, creo que cuando hablas de feminismo cometes una reducción abusiva. Del mismo modo que hay muchos catolicismos y tú representas uno de ellos, del mismo modo que hay muchas izquierdas enfrentadas, también hay muchos feminismos reñidos entre sí. Hay un feminismo antiesencialista que abomina de la maternidad y que considera que la maternidad es uno de los eslabones del sometimiento patriarcal. Pero hay otros feminismos: un feminismo de la igualdad, un feminismo de los cuidados, un ecofeminisimo representado por mi amiga Yayo Herrero que en cambio insisten en que la única manera de acabar con el patriarcado es apropiarse consciente y responsablemente de la reproducción, y por tanto de la maternidad. Y hay un feminismo en el que yo me reconozco, que quiere desfeminizar los cuidados y desmasculinizar la política y el poder.

    Sin embargo, lo cierto es que hombre y mujer han «descuidado» los cuidados para «masculinizarse» ambos y pasar más tiempo en el parlamento que en casa, en lugar de llevar el parlamento a casa. Chesterton se dio cuenta de que esto iba a ocurrir hace un siglo; y así ha sido, en efecto. El feminismo, a mi modo de ver, está contribuyendo a alejar el lugar donde vivimos del lugar donde se toman las decisiones. ¿Y qué es lo que nos hace fuertes frente a ese Jerjes devastador que está destruyendo los vínculos humanos? Pues dejar de ser «hombres solteros», convertirnos en hombres y mujeres que den prioridad a los cuidados, que es la forma más elemental de política. Abandonar el individualismo (que también se alimenta en la lucha de sexos) y reconstruir nuestra fortaleza antropológica. «Hombres solteros» como Hillary Clinton no es lo que necesitamos.

    Es que alguien como Hillary Clinton representa precisamente el feminismo que tú y yo rechazamos. Pero hay un feminismo que es antiliberal y que defiende los vínculos. Dicho lo cual, he de señalar que el único Chesterton al que no acompaño es el Chesterton antifeminista, el Chesterton que está en contra del voto femenino y contra el aborto.

    Chesterton no está contra el voto femenino, sino a favor del voto familiar, instrumento que haría mucho más fuertes a los débiles. El voto familiar sería una formidable arma contra el individualismo y un fortalecedor de los vínculos humanos. Y sospecho que si el voto fuese familiar la que impondría su cordura sería la mujer; y sería un voto más atento a los cuidados. Este era el voto que quería Chesterton, quien por supuesto estaba en contra del aborto. Pero tú mismo hablas en «Ser o no ser (un cuerpo)» de los que son contemplados con una desdeñosa «visión cenital», como desde un avión. Hay una frase escalofriante de Orson Welles en «El tercer hombre», cuando él y Joseph Cotten están montados en la noria, y dice, apuntando a la gente que se mueve por el Prater: «¿Víctimas? No seas melodramático. Mira ahí abajo. ¿Sentirías compasión por alguno de esos puntitos negros si dejara de moverse?». Efectivamente, la visión cenital deshumaniza a los más débiles, a los que podemos bombardear tranquilamente. Pero en el aborto hay también una visión cenital, que ve en una vida gestante un amasijo de células, puntitos negros como los que veía Orson Welles. En tus libros hay amor a la procreación, hay una exaltación de los cuidados con que criamos a nuestros hijos. No entiendo que no puedas acompañar al Chesterton que está contra el aborto. Por supuesto, puedo entender que no quieras que tener un hijo sea una condena para una mujer; pero, sinceramente, creo que deberíamos luchar por una sociedad en donde una mujer no esté condenada por quedarse embarazada.

    Yo quiero luchar por una sociedad en que todos los hijos, todas las gestaciones sean deseadas y queridas. Una sociedad en la que haya condiciones para que las mujeres puedan decidir si quieren tener hijos y cuándo. Una sociedad en la que no se conviertan, sobre todo en determinadas clases sociales, en cuerpos sin imagen, en cuerpos abandonados, en cuerpos despreciados y en cuerpos que finalmente se sacrifican, a veces en nombre de la lucha por la vida y del cristianismo. Pero esto nos va a llevar lejísimos.

    Antes decías que la mujer debe apropiarse de la reproducción y la maternidad. Pero no me parece muy marxista esta concepción tan absolutista de la propiedad. Creo que esa vida también tiene una función social; y por lo tanto creo que socialmente hay que apoyarla. Entre otras razones, porque si esa vida gestante recibe cuidados, hará más fuertes a sus padres. El día en que dejemos de ver la vida gestante con una «visión cenital», el día en la acojamos y protejamos, seremos más fuertes contra quienes quieren destruir los vínculos.

    Dos cosas. La primera es que no creo que sea justo con las mujeres el decir que tienen una visión cenital del aborto; la tenemos los hombres, en todo caso. Para una mujer, abortar es una tragedia total. No vive su embarazo, no ve su gestación del embrión humano como un piloto de un B52 el blanco. Lo vive y lo ve como una tragedia personal…

    Yo no he dicho que esa visión cenital sea de la mujer. Es de las ideologías abortistas. Pero apelar a la tragedia es algo peligroso. Tú mismo hablas en tu libro de formas de compasión perversas que son instrumentos del poderoso para sentimentalizar sus abusos.

    Y luego otra cosa: creo que lo que no podemos ignorar tampoco en la izquierda es una cuestión muy importante. Imagina que la vida humana se reprodujese en vasijas de barro, que no hubiese vientres femeninos. Si de pronto la casa Monsanto quisiera quedarse con las vasijas de barro, tú y yo nos rebelaríamos contra quienes pretenden privatizar las vasijas en las que se reproduce la vida humana. Pero resulta que la vida humana se reproduce en el vientre de las mujeres, y entonces… ¿quién decide? Hace ya mucho tiempo que todos, incluida la Iglesia, reconocimos que las mujeres son seres humanos libres y responsables. Por lo tanto algo tendrán que decir en todo esto. ¿Quién decide? ¿El Estado? ¿La Iglesia? ¿La mujer? Con todas las dificultades que esto tiene, yo creo que tiene que decidir la mujer.

    Bueno, también tendría que decir algo el hombre con quien ha concebido. Y no estaría del todo mal que ambos se metieran en el pellejo de su hijo gestante. Tampoco estaría mal que las instancias políticas y las leyes tratasen de mitigar esa «tragedia», para que sólo fuese un «drama» con final feliz. La decisión exclusiva de la mujer es, como te decía, una expresión de liberalismo extremo que desaprobaríamos en un propietario de una obra de arte que decidiese destruirla unilateralmente, porque cuidarla le produce muchos gastos. Y una vida humana tiene más valor que una obra de arte. Las tragedias no creo que se deban resolver con otras tragedias. También las corrientes migratorias son una tragedia; y una manera de resolverlas tan drástica como el aborto consiste en cerrar las fronteras a cal y canto. No creo que te guste esta solución.

    Para Europa no sería ninguna tragedia permitir entrar a un 2,5 por ciento de los refugiados del mundo, la mayor parte de los cuales vienen de países con un nivel mucho más bajo y mucho menos territorio. Para una mujer sí que es una tragedia humana, individual, privada, el aborto. Precisamente porque la vida humana nos introduce en un terreno en el que todo son dificultades, precisamente porque alguien tiene que decidir, yo me fío más de la mujer, con todo el coste que eso pueda tener. Entiendo perfectamente tu posición, pero yo no soy católico y creo que allí donde la vida humana se reproduce no en vasijas sino en vientres femeninos, son las mujeres prioritariamente quienes tienen que decidir.

    Por otro lado, nada interesa más al capitalismo que la conversión de las mujeres en «hombres solteros»; y el aborto en particular, como el antinatalismo en general, son instrumentos maravillosos para esa conversión. ¿Quiénes son los mayores promotores del antinatalismo en el mundo? Rockefeller, Gates, Soros. Todos ellos… ¡unos tipos muy comprometidos con la clase obrera y con el feminismo que defiendes!

    Yo conozco a multitud de mujeres feministas que están a favor de la maternidad y que han abortado, que son todo lo contrario de solteras. No creo que se pueda establecer tan fácilmente esa ecuación entre aborto y feminismo funcional al capitalismo. Creo que la izquierda debe reflexionar sobre muchos temas, y debe abordar también el problema del aborto planteando bien las dificultades que entraña. Hay personajes como el presidente de Ecuador, que es anticapitalista y antiabortista… Sin ese recurso de facilidad, sencillamente yo soy dueño de mi cuerpo, porque allí donde mi cuerpo se lo pueda llevar el viento, será el viento el dueño de mi cuerpo, o el tiempo dueño de mi cuerpo, o la enfermedad el dueño de mi cuerpo: somos escasamente dueños de nuestros cuerpos. Mi libro trata de eso, de dependencia, somos cuerpos dependientes. Creo que, para abordar este tema, para llegar a la conclusión de que es la mujer como sujeto libre y responsable la que debe decidir, en todo caso hay que plantear mejor los presupuestos de la discusión. Así que tendremos que seguir discutiendo…

    FUENTE: Alba Rico: «Mi obligación como persona de izquierdas marxista es revisar mi propio legado, discutirlo»
    Última edición por Kontrapoder; 13/02/2017 a las 23:14
    raolbo dio el Víctor.
    «Eso de Alemania no solamente no es fascismo sino que es antifascismo; es la contrafigura del fascismo. El hitlerismo es la última consecuencia de la democracia. Una expresión turbulenta del romanticismo alemán; en cambio, Mussolini es el clasicismo, con sus jerarquías, sus escuelas y, por encima de todo, la razón.»
    José Antonio, Diario La Rambla, 13 de agosto de 1934.

  2. #2
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    Re: Juan Manuel de Prada dialoga con la izquierda

    Un diálogo interesante. Si bien a los marxistas con bagage es difícil convencerles de nada, estas conversaciones con ellos pueden servir para romper muchos esquemas a terceras personas menos ideologizadas.

    Como no podría ser de otra manera, algunas cosas de la entrevista me chirrían. En particular, veo que el señor Alba Rico -del que, como dije una vez, no conozco casi nada- defiende el feminismo (que trata de diferenciar de otro feminismo "neoliberal") y el aborto. Siendo esto típico en la izquierda, hay tendencias minoritarias que se oponen a estas posturas por entender, a mi juicio correctamente, que son un instrumento del capitalismo, como bien deja caer de Prada. Quizá habría que indagar más por ahí, aunque fuera por curiosidad.
    Última edición por raolbo; 14/02/2017 a las 00:23
    Kontrapoder y Vainilla dieron el Víctor.

  3. #3
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    Re: Juan Manuel de Prada dialoga con la izquierda

    Para una mujer, abortar es una tragedia total. No vive su embarazo, no ve su gestación del embrión humano como un piloto de un B52 el blanco. Lo vive y lo ve como una tragedia personal…
    Esto es lo que dice el rojo; pero calla que para éstos es muchísima mayor "tragedia" que una señorita se abstenga de fornicar para evitar radicalmente el riesgo de aborto.

    Porque en el tema del aborto subyace un problema de moral sexual (del que la derecha moderna siempre se escabulle) que es el de la revolución sexual inherente: a una señorita liberada y preparada por el Sistema para fornicar desde su adolescencia no hay fuerza moral alguna que a continuación le pueda exigir un frenazo en seco para no abortar. Eso es de cajón. Una cosa conlleva a la otra pero ¿quien educa hoy para la inhibición de la sexualidad hasta el matrimonio?
    Última edición por ALACRAN; 14/02/2017 a las 20:02
    Kontrapoder, Valmadian y raolbo dieron el Víctor.
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

  4. #4
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    Re: Juan Manuel de Prada dialoga con la izquierda

    La acogida en las redes sociales ha sido más bien favorable:
    https://twitter.com/search?q=prada%20alba&src=typd

    Como apunta raolbo, es difícil convencer al interlocutor en este tipo de conversaciones (si acaso a largo plazo), pero puede ser de gran utilidad para terceros.

    Hay algunos elementos en la izquierda que critican el aborto, pero generalmente no están por la labor de penalizarlo. En la derecha ocurre algo similar. Nadie quiere que la mujer vaya a la cárcel. Intuyen que sus expectativas electorales quedarían heridas de muerte si defendiesen algo así.

    Tiene razón ALACRAN en que todo esto está relacionado con la revolución sexual, cuyo principal postulado es separar el placer sexual de la reproducción. A veces se olvida esto cuando se centra todo en la "ideología de género" y se aliña con oscuros complots.
    raolbo y Trifón dieron el Víctor.
    «Eso de Alemania no solamente no es fascismo sino que es antifascismo; es la contrafigura del fascismo. El hitlerismo es la última consecuencia de la democracia. Una expresión turbulenta del romanticismo alemán; en cambio, Mussolini es el clasicismo, con sus jerarquías, sus escuelas y, por encima de todo, la razón.»
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  5. #5
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    Re: Juan Manuel de Prada dialoga con la izquierda

    Porque en el tema del aborto subyace un problema de moral sexual (del que la derecha moderna siempre se escabulle) que es el de la revolución sexual inherente: a una señorita liberada y preparada por el Sistema para fornicar desde su adolescencia no hay fuerza moral alguna que a continuación le pueda exigir un frenazo en seco para no abortar. Eso es de cajón. Una cosa conlleva a la otra pero ¿quien educa hoy para la inhibición de la sexualidad hasta el matrimonio?
    Tienes razón en parte; pero no es posible generalizar en este caso, pues aún hay muchas mujeres (gracias a Dios) que a pesar de mantener relaciones sexuales sin estar casadas verían como una monstruosidad abortar; ya que aún mantienen un sustrato católico (o en su defecto el simple sentido común) que les impide contemplar el feto como una simple parte de su cuerpo, y no como lo que en realidad es: una persona que además es su hijo.

    Yo diría que el problema no es tanto de moral sexual, pues el sexo como tal siempre ha sido fuerza mayor y el ser humano ha pecado a través de él (por debilidad intríseca) desde el principio de los tiempos; el problema es la guerra a muerte que el mundo liberal ha declarado al MATRIMONIO entendido como vínculo y sacramento indisoluble, protegido antiguamente por el Estado. El matrimonio así contemplado no era un antídoto total contra los embarazos de mujeres solteras (pues siempre los ha habido) pero si los limitaba y mitigaba bastante. Sólo habría que comparar el número de embarazos fuera del matrimonio que había hace 40 años y los que hay ahora; la diferencia es abismal.

    La cuestión es que el NOM no quiere NI OÍR HABLAR de matrimonios indisolubles; pues sabe que eso conllevará reproducción y va totalmente en contra de sus postulados malthusianos. Sin embargo, fomentará otros tipos de "matrimonios" sucedáneos como "el civil" , "el homosexual", "el zulú", las "parejas de hecho" (etc) porque sabe que en realidad son papel mojado y ni fomentan la natalidad (salvo, y relativamente, el "civil") ni obligan a la persona desde un punto de vista sagrado. Mucho menos a nivel legal como ocurría antes.

    De esta manera minan lo que les interesa en último término: que la sociedad occidental se reproduzca y mantenga vínculos familiares fuertes; lo que la hace menos manejable.
    Última edición por DOBLE AGUILA; 14/02/2017 a las 23:59
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  6. #6
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    Re: Juan Manuel de Prada dialoga con la izquierda

    Cita Iniciado por Kontrapoder Ver mensaje
    Tiene razón ALACRAN en que todo esto está relacionado con la revolución sexual, cuyo principal postulado es separar el placer sexual de la reproducción. A veces se olvida esto cuando se centra todo en la "ideología de género" y se aliña con oscuros complots.
    Cierto, y esa revolución sexual sería imposible sin los anticonceptivos. Por eso antes de penalizar a las mujeres que abortan (que en mi opinión sí debería ser punible), es imprescindible prohibir todo tipo de anticonceptivos y penalizar su venta como se penaliza la venta de drogas. Lejos de evitar embarazos no deseados, la realidad es que donde más anticoncepción se practica más abortos hay. Detrás del genocidio abortista que padecen cientos de miles de bebés españoles impunemente masacrados, se encuentra la mentalidad anticonceptiva.

    Reconozco que en este tema todos tenemos parte de culpa, pues todos compramos en establecimientos donde se venden anticonceptivos. Es algo que deberíamos cambiar si fuéramos conscientes del gran mal que estamos haciendo.

    En el caso de las mujeres que abortan actualmente, creo que si se les explicara bien lo que es un aborto, tener que vivir toda la vida siendo conscientes de que han asesinado atrozmente a su bebé ya sería bastante castigo. Otra cosa son los médicos que practican los abortos y las que abortan varias veces como la cosa más normal del mundo. A esa gente si que habría que meterla en la cárcel si hubiese una legislación pro-vida.
    Última edición por Rodrigo; 15/02/2017 a las 00:36
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  7. #7
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    Re: Juan Manuel de Prada dialoga con la izquierda

    Para una mujer, abortar es una tragedia total. No vive su embarazo, no ve su gestación del embrión humano como un piloto de un B52 el blanco. Lo vive y lo ve como una tragedia personal…
    Menudo sinvergüenza el tipo éste: ¿no son estos los que cacarean que la vida humana empieza en no sé que semana o en el tercer mes porque (dicen) en el embrión aun no hay una persona humana?
    ¿Por qué habría de ser "tragedia" entonces, deshacerse de algo que aun no es persona? O al revés; si es tragedia, entonces será por que el abortado es persona...
    Parece que se les hace cómoda la contradicción; vaya, que no les es "tragedia" contradecirse y mentir como bellacos...

    Por lo demás eso de que el aborto hoy socialmente es una tragedia es falso. Es tragedia para nuestra mentalidad carca y en todo caso sería tragedia hace 50 años... Hoy, para las furcias de izquierdas ir al abortorio es como ir a extirparse un quiste; y para las "conservadoras" poco más o menos: todas se auto-convencen o hacen la reserva mental de que lo que se les extrae no es persona. Algún pequeño remordimiento, todo lo más, ...pero de ahí a "tragedia" ni de coña, vamos.

    (Me hace gracia imaginar a esta gente, por la misma razón, exculpando a terroristas angustiados por la "tragedia" que les supuso tener que asesinar a las víctimas).
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  8. #8
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    Re: Juan Manuel de Prada dialoga con la izquierda

    La entrevista entera es vomitiva, por lo que la crítica no se debería centrar sólo en el punto relativo al crimen que es el aborto y que este sujeto tarado justifica a base de entelequias, como lo son todas sus respuestas, vacías de contenido pero que parecen otra cosa por la fatuidad con la que las pronuncia sentando cátedra, cuando no es más que otro rufián de tres al cuarto. Cuando encuentre un momento ya comentaré los aspectos más cínicos de las respuestas de este impresentable.

    A Juan Manuel de Padra le habrá parecido muy interesante mantener una entrevista así, pero lo cierto es que es un bodrio toda ella y hay demasiados silencios de gente mucho más interesante, ya está bien de dar voz a esta chusma, a la que ni agua. La excusa como siempre el capitalismo, ¿y qué otra cosa es el marxismo? porque ya se dirá cuál fue la motivación de Marx, sino cambiar de manos la propiedad del mismo. Suspenso pues para de PRADA, y un recordatorio fundamental: Satanás no se nutre de materialismo, pues espíritu es a la postre, sino de soberbia.
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    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


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  9. #9
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    Re: Juan Manuel de Prada dialoga con la izquierda

    En efecto, para "creyente" Satanás; y eso no cambia nada (lo que además tira por tierra la teoría luterana de "salvación por la sola fe).

    "Los demonios creen y tiemblan" que decía nuestro Patrón Santiago.

    En cuanto al comunismo, en ocasiones ha sido definido incluso por algunos comunistas como "capitalismo de ESTADO" con intenciones poco claras (generalmente exculpatorias). para esparcir la especie de que en realidad "comunismo verdadero" no ha existido nunca.

    Pero me gusta el término.
    Última edición por DOBLE AGUILA; 15/02/2017 a las 23:06
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  10. #10
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    Re: Juan Manuel de Prada dialoga con la izquierda

    Cita Iniciado por DOBLE AGUILA Ver mensaje
    En cuanto al comunismo, en ocasiones ha sido definido incluso por algunos comunistas como "capitalismo de ESTADO" con intenciones poco claras (generalmente exculpatorias). para esparcir la especie de que en realidad "comunismo verdadero" no ha existido nunca.
    Como bien sabes, el marxismo no es otra cosa que la explicación histórica de la lucha de clases dividida en etapas, en términos del propio Marx. El cual creía que en la última de ellas, la del comunismo, y habiendo sido superadas todas las demás, se establecería en realidad por si mismo un sistema mundial de igualdad absoluta. Evidentemente es una utopía absolutamente irrealizable, pues Marx nunca contó con la naturaleza humana, la mente, las virtudes y los defectos, las expectativas o las esperanzas, las frustraciones, la situación de todos y cada uno ante las efemérides vitales. Contra esa naturaleza humana no caben utopías, salvo cuando se adaptan a la naturaleza, pero entonces según los teóricos seguidores de la utopía, ésta se desvía y se desvirtúa para convertirse en otra cosa, generalmente un método detrás de una fachada. Y ahí es donde encaja el comunismo o capitalismo de Estado que, al estar en manos de una organización común e impersonal, acabará por dar a cada uno según sus necesidades y según sus méritos.

    Pero el problema surge cuando se comprueba que también es imposible que un Estado así funcione. Primero por que alguien tiene que manejar el aparato del Estado, y la naturaleza humana tiende a apropiarse de aquello con lo que está en contacto. Uno de los principios que deben aprender los conservadores de museos y los técnicos en catalogación y restauración, es que los fondos museísticos no son de su propiedad. Del mismo modo, los políticos y los burócratas se olvidan que el Estado, como entidad político-burocrática-administrativa, junto con los otros dos elementos definitorios del mismo, el territorio y la población, no son de su propiedad. De ahí el tremendo error que supone la profesionalización de una clase burocrática cuando es dueña de su puesto de trabajo, como privilegio frente al resto de la población, y la misma tendencia se da entre los políticos, tal como podemos comprobar hoy en día: salario, seguridad social, pensión, incentivos, sin limitación de ejercicio, hacen que el político esté profesionalizado y una vez logrado el puesto que sea, no hay forma de apearlo de ahí, o sea, de que vuelva a la vida privada de la que salió y de la que nadie lo llamó.

    Dentro de los paradigmas políticos marxistas-comunistas, URSS, CHINA, COREA DEL NORTE, etc., la puerta del entrada al ejercicio de ascenso, control de recursos y dominio de la sociedad, se traducía, y se sigue traduciendo, en el Partido Comunista al que se suele acceder mediante oposiciones demostrando que se es más marxista que Marx y más comunista que Stalin. Para desgracia de todos los que no soportamos semejante tiranía, ésta tiene la capacidad de autorreproducirse constantemente, no importa que el Estado marxista fracase, la sociedad queda suficientemente permeabilizada como para que en un futuro dicho Estado se autorreplique en cuanto se den las condiciones favorables para ello, en tal sentido la izquierda es una especie de ente vírico o, si se prefiere, bacteriano, porque siempre habrá un foco de infección.

    Por ello, del mismo modo que a nadie en su sano juicio se le ocurre probar con las propias infecciones (dejemos aparte los laboratorios), no se debe dar oportunidad alguna a quienes no se la dan a sus enemigos y, no lo olvidemos, enemigos del marxismo, para los marxistas, son todos aquellos que no se someten.
    Última edición por Valmadian; 16/02/2017 a las 00:23
    DOBLE AGUILA dio el Víctor.
    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

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  11. #11
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    Re: Juan Manuel de Prada dialoga con la izquierda

    Tened en cuenta que Prada está dialogando con un amigo, por lo que está obligado a manejar sus diferencias con caballerosidad. Alba Rico desbarra sobre el aborto y me imagino que desbarrará en todo lo tocante a la moral sexual, como es habitual en la izquierda, pero dentro de lo que cabe hay que apreciar que acepte dialogar públicamente con Prada, que difunda la obra de Chesterton o que sea capaz de reconocer la valía de un Donoso Cortés. La mayoría de izquierdistas ni siquiera aceptarían sentarse a discutir con un "fascista".

    Dejo una interesante entrevista a Prada en el canal de Castilla y León:



    Cerca del final de la entrevista, habla sobre Internet y lo califica de "soma de nuestra época".
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  12. #12
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    Re: Juan Manuel de Prada dialoga con la izquierda

    Interesante, aunque yo dudo mucho que un izquierdista convencido pueda aceptar el Tradicionalismo. Puesto que lo primero en éste es Dios. Pero es muy positivo dialogar. Prada está en un buen camino. Hay que mostrar tu postura y en que basas su defensa. Tiene un tiempo el vídeo; pero ahí ha quedao. Muy bien Prada.

    Nunca se sabe kontrapoder, ya que ha citado a Donoso.... Que precisamente dio giro a sus ideales políticos para finalmente defender la decencia, su fe dormida y a la Iglesia Católica.... Igual si muchos intelectuales fuesen bien enseñados, enseñarían bien.

    Luego miro todo el vídeo en casa. Pero solo el comienzo es: Maravilloso. Oír a este hombre es un bálsamo. No va haciendo bandera de nada, dice. Ay!! Prada, usted va haciendo lo que cristianamente debe por obligación. Reaccionar y diferir a la par que explicar. ¿Cuántos como el, "famosillos" hacen igual? Creo que se le debería prodigar más. Volver a la caja tonta, también, que es un medio que trasciende. Los buenos mensajes deben llegar. Y como la gente ve mucho la tele y miramos mucho la Internet, pues es lo que hay!! Utilicémosles para el bien, con moderación.

    Pd: Se podrá discernir de alguna cosa que diga o haga Prada, supongo; pero de veras, hacen falta muchos como él por los medios radio televisivos, el YouTube y demás. Envueltos en un mundo moderno, hay que armarse dentro del mismo. Con tiento, pero hay que defenderse.
    Kontrapoder, raolbo y Trifón dieron el Víctor.


    Tándem Aquila Vincit
    ———————————



    Salve, llena de gracia; el Señor es contigo..
    Bendita tú eres entre todas las mujeres que fueron, son y serán; Reina Virginal, Madre Santísima, Virgen Pura..El Espíritu Santo vendra sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá; por eso el santo Ser que nacerá será llamado Hijo de Dios.

    Y el Oriente, Luz Verdadera vino al mundo e ilumina a todo hombre y toda mujer como Sol de justicia.

    TÚ DIOS mío solo ayúdanos, que nosotros haremos para Su camino.

  13. #13
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    Re: Juan Manuel de Prada dialoga con la izquierda

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    Prada está preparando un libro-debate con Santiago Alba Rico y otro autor marxista. En la siguiente entrevista comenta detalles muy interesantes sobre su amistad con estos dos intelectuales de izquierdas, sobre la política internacional o sobre la polémica con el Papa Francisco. Da a entender que el debate sobre el Papa está muy ideologizado, un poco como veníamos comentando por aquí. En efecto, en los últimos meses los conservadores le han sacudido de lo lindo a Prada sólo por escribir un par de artículos en L'Osservatore Romano.

    Entrevista a Juan Manuel de Prada
    «Los pesimistas somos los auténticos portadores de la esperanza»
    El escritor durante la entrevista. Foto: María Pazos Carretero

    «El drama de los católicos es que nos hemos vuelto sal sosa», afirma el escritor Juan Manuel de Prada. La causa está en «la infiltración ideológica que sufrimos» desde tiempos de Pío XII

    A finales de 2016 publicó Mirlo blanco, cisne negro, una novela sobre «la supervivencia de una vocación literaria en un mundo donde un escritor que no comulgue con el régimen lo tiene cada vez más difícil». Algún día –adelanta– «escribiré sobre la supervivencia de mi vocación religiosa». Pero de forma más inmediata Juan Manuel de Prada (Baracaldo, 1970) anuncia que, en las próximas semanas, comenzará a trabajar en su próxima novela, «probablemente sobre los primeros cristianos». Hará una pausa en primavera para publicar un debate con dos buenos amigos: Carlos Fernández Liria y Santiago Alba Rico, intelectuales marxistas de referencia en España. Los antiguos guionistas del programa de TVE La bola de cristal acaban de publicar respectivamente En defensa del populismo y Ser o no ser (un cuerpo).

    ¿Cuántos nombres propios hay en Mirlo blanco, cisne negro?
    Más que nombres propios, los dos personajes principales –el joven escritor que empieza y el veterano de vuelta de todo– son como proyecciones de mí mismo, o más bien del yo que podía haber sido. Pertenezco a la última remesa de escritores que pensó que iba a poder vivir de este oficio, imponiéndose sobre una sociedad filistea que ya no cree en el arte. Pero luego vino la crisis económica, la crisis del libro… Muchas crisis.

    ¿Haber podido hacer de la literatura un medio de vida te confiere algún tipo de responsabilidad?

    Honestamente pienso que una sociedad que no tiene cierto grado de solidaridad o adhesión a sus artistas es una sociedad muerta. Y como escritor católico lo que puedo decir es que hay una tendencia suicida a negar el arte y la creación como formas necesarias de estar presentes en el mundo.

    A la vocación de escritor unes la de apologeta y polemista. Tu proyecto de libro con Carlos Fernández Liria y Santiago Alba Rico recuerda a esos debates entre Chesterton y Bernard Shaw, grandes amigos con ideas a menudo contrapuestas.

    A mí me ha ocurrido una cosa misteriosa, pero al mismo tiempo jubilosa desde el punto de vista personal: de repente, en medio de un mundo que ya no quiere entrar en liza con un escritor católico, te tropiezas con gente que forma parte de los márgenes, como tú mismo; gente de la izquierda marxista que sí recoge ese guante del diálogo. Carlos y Santiago son grandes admiradores de Chesterton, pero sobre todo entienden que vivimos en un momento en el que un católico y un marxista tienen cosas de las que hablar, cosas que a lo mejor ya no pueden hablarlas un católico y un socialdemócrata, o un católico y un liberal. He encontrado en ellos amistad sincera y amor a la verdad; un humus humano que nos permite dialogar, algo que no he encontrado en otros ámbitos ideológicos.

    ¿Por qué?

    Creo que el problema surge especialmente después de la II Guerra Mundial, cuando Pío XII, ante el miedo al avance del comunismo, abraza la democracia como forma de supervivencia del mundo católico. Coyunturalmente esto es comprensible, pero es un error que termina por conducirnos al abismo. Como decía Chesterton, el mundo cristiano constituía una visión homogénea del mundo que las ideologías rompen, y a partir de ahí tenemos que adherirnos a visiones fragmentarias. Los católicos empiezan a agruparse en facciones: en unos momentos las tendencias liberales adquieren mayor preponderancia, y en otros momentos son las tendencias socialdemócratas. Así es como hemos renunciado a nuestra voz para impostar voces ideológicas, y esto es una bazofia, un engrudo penoso. El drama de los católicos es que nos hemos vuelto sal sosa. Si mañana tomáramos algunos textos de los evangelios, de las cartas de san Pablo, de las encíclicas de los últimos Papas… y las pregonáramos a voces, el mundo se paralizaría y todas las estructuras injustas que lo sostienen y lo están destruyendo serían laminadas de inmediato. El problema es que hemos dejado de creérnoslo.

    ¿No crees que haya que dialogar con el poder político, promover el bien posible, elegir el mal menor…?

    Lo que no podemos hacer es caer en el truco con que las facciones políticas hegemónicas pretenden llevarnos a su redil. Yo no soy sospechoso de comulgar con postulados comunistas, pero cuando desde la derecha a los católicos se nos quiere meter miedo con las consecuencias de un hipotético gobierno podemita que acabaría con la religión y la familia, lo que hay que decir es: «Señores, todos esos valores que ahora invocan, son ustedes quienes los han destruido. ¿Por qué tratan de meternos miedo con algo que ya ha ocurrido?». Tenemos que salirnos de esa dialéctica y volver a beber en nuestras fuentes, que gracias a Dios son muy ricas y muy potentes, para afrontar lo que está ocurriendo en nuestro tiempo desde un pensamiento plenamente católico.

    ¿Cómo se explican tus simpatías por Rusia y por algunas corrientes nacionalistas que avanzan hoy en el mundo?

    Debemos asumir una realidad triste: que la evolución de la Unión Europea es cada vez más anticristiana. Y yo –que en contra de lo que los malvados pretenden– nunca he defendido a Putin, contemplo con curiosidad e incluso admiración lo que ocurre en Rusia o en Polonia. No se trata de caer en adhesiones grotescas hacia sus gobiernos, pero es interesante cómo estas naciones, en un momento dado, han decidido pararse a pensar hacia dónde les estaba llevando el progreso. ¡Y han optado por retroceder! Con todas sus debilidades y flaquezas –incluso con sus perversiones– esta rectificación es fecunda, y creo que tenemos que contemplarla como una salida posible a nuestra crisis. Yo no me he adherido a Putin y mucho menos a Trump: como español no puedo contemplar con agrado que establezca un muro frente a quienes son hijos de nuestra cultura. Pero en este wasp, en este blanco, anglosajón protestante que es Trump he descubierto semillas de verdad que no descubro en los gobernantes europeos.

    Uno de los rasgos característicos de los populismos es el recurso al sentimentalismo. Pero esto no es lo que tú defiendes.

    El sentimentalismo romántico es una ruptura frente al sentimiento cristiano, que se fundamenta en la razón. Cuando el buen samaritano se baja de su caballo y socorre al viajero herido, no lo hace por sentimentalismo. El sentimentalismo moderno lo representan el sacerdote y el levita que pasan de largo. Yo siempre he dicho que estos iban a Jerusalén porque tenían que pronunciar un discurso en una manifestación contra el racismo o la xenofobia. El cristiano se baja del caballo porque su razón iluminada por la fe –una fe encarnada– le dice que tiene que socorrer a ese hombre. No tiene que socorrer una idea, que es lo que hace el señor de derechas o el de izquierdas. Nosotros socorremos cuerpos. Ese sentimentalismo moderno, que nosotros también tenemos que combatir, no creo que sea sin embargo un peligro auténtico para el católico. Pero sí tenemos que lanzar un discurso nuevo. No podemos caer ni en el sentimentalismo derechista que proclama la nación como una realidad esencial falsa, ni en el sentimentalismo de la izquierda que incurre en un amor abstracto a la humanidad.

    Has mostrado públicamente algunas discrepancias con el Papa Francisco.

    Efectivamente, he mostrado mi discrepancia con algunas actitudes o pronunciamientos del Papa que tenían que ver con actitudes morales por parte del mundo católico o más recientemente con la recepción un poco acrítica –digámoslo así– del legado del protestantismo. Yo reivindico que un intelectual católico pueda discrepar en estas cuestiones. Lo que he ido observando a lo largo de este papado –y me disgustaría mucho que esta pregunta no figurara en la entrevista– es que estas legítimas discrepancias han ido derivando en un intento de ideologizar las posiciones utilizando al Papa como bandera encontrada entre diversas facciones católicas. Otro ejemplo: me llaman de L’Osservatore Romano y me piden una crítica sobre Silencio, de Scorsese. Escribo lo que me parece, e inmediatamente me encuentro con una beligerancia contra esta película en determinados ámbitos católicos absolutamente desproporcionada y sórdida. Lo que uno piensa sobre ella pasa a interpretarse ideológicamente a favor o en contra del Papa. Esto, por una parte, me parece penoso y pueril, y por otra parte, diabólico.

    Volviendo a tu novela, llama la atención la descripción que haces del malditismo. ¿Qué entiendes por escritor maldito?

    El maldito es una persona que no encuentra eco en su generación, entre sus contemporáneos. Nosotros, desde nuestra perspectiva, contemplamos de forma edulcorada al maldito del siglo XIX. Lo difícil es ser maldito en tu tiempo. Estoy leyendo ahora a un gran maldito, Leon Bloy, que era un católico trágico y en confrontación con su época. En su momento no fue reconocido como un maldito, sino como un loco, como un apestado… Pero hoy en día nos presentan como malditos a escritores totalmente sistémicos. Esto es un chiste.

    ¿Quizá tenemos una generación de artistas más cobarde que en otras épocas?

    Del artista se tiene a veces una imagen irreal. Desde el momento en que se pierde el sentido de un arte auténticamente popular como el que existió en la Antigüedad o en la Edad Media, el artista ha sido un tipo lacayo del poder establecido, más allá de sus aspavientos y de algunas excepciones muy estimables. No tenemos más que ver la época de los totalitarismos: inmediatamente casi todos los intelectuales y artistas se adhieren al fascismo o al comunismo.

    ¿Reivindicas entonces que el escritor, sobre todo el católico, tiene que decir verdades incómodas?

    Yo lo que reivindico es la necesidad de ser pesimistas en nuestro tiempo. A veces desde la propia Iglesia, desde sus jerarquías –siempre propensas a la componenda–, se dice: «No tenemos que ser profetas de calamidades». ¿Pero cómo qué no? ¿Qué fue Jesucristo? ¡Un profeta de calamidades! Estaba todo el día lanzando advertencias sobre los males que nos aguardaban. Tenemos que tomar el látigo y fustigar a nuestra época. Hay una especie de connivencia para expulsar a quien se percibe como profeta de calamidades, y también esto tiene mucho que ver con la infiltración ideológica que sufrimos los católicos, y es que se tiende a confundir el optimismo –que es un estado de ánimo ilusorio generado por la ideología– con la esperanza, una virtud teologal. Y el pesimismo, condenado por el sistema, se confunde con la desesperación, que naturalmente es un tenebroso abandono de las virtudes cristianas. Pero yo creo que los pesimistas somos los auténticos portadores de la esperanza. Porque solamente a través de un juicio implacable de las realidades naturales es posible crear un hueco en donde las realidades sobrenaturales tengan cabida e inyecten esperanza en las realidades naturales. Hoy un juicio optimista de la realidad, aparte de ser una absoluta deshonestidad intelectual, genera un blindaje contra las realidades sobrenaturales.

    Maica Rivera/Ricardo Benjumea
    Fecha de Publicación: 16 de Febrero de 2017

    FUENTE: «Los pesimistas somos los auténticos portadores de la esperanza» | Alfa y Omega
    raolbo dio el Víctor.
    «Eso de Alemania no solamente no es fascismo sino que es antifascismo; es la contrafigura del fascismo. El hitlerismo es la última consecuencia de la democracia. Una expresión turbulenta del romanticismo alemán; en cambio, Mussolini es el clasicismo, con sus jerarquías, sus escuelas y, por encima de todo, la razón.»
    José Antonio, Diario La Rambla, 13 de agosto de 1934.

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