Las desamortizaciones se inauguraron con Enrique VIII, y continuaron en países que abrazaron el protestantismo, después la Revolución Francesa, y más tarde con Mendizábal y con Madoz, etc. Siempre han sido ruinosas para los fieles y para los países, que perdieron la ayuda que proporcionaba la Iglesia por medio de hospitales, colegios gratuitos y asistencia a los pobres, cosas de las que se ocupó más torpemente el gobierno. Pero los gobiernos desamortizadores hicieron su negocio apropiándose de tierras, edificios, obras de arte, etc. Tierras que pertenecían a la Iglesia, donadas por gente pudiente, pasaron a ser propiedad de particulares y fueron cercadas y vedado el acceso. Tierras a las que la gente siempre había podido llevar sus rebaños a pastar, donde podía recoger leña en invierno o cazar o pescar para complementar su alimentación pasaron a pertecer a cuatro señoritos y terratenientes. Al cerrarse instituciones de caridad y hospitales, las calles se llenaron de mendigos. Y otros problemas por el estilo que siempre se han dado en mayor o menor medida en estos casos. El móvil, además de querer perjudicar a la Iglesia, es evidentemente económico: enriquecerse.
Marcadores