De “pro-vidas”, con comillas, y de la perdición de España
Esta es una reflexión inspirada por el comentario de un lector que se ha molestado porque hemos hablado en general de las organizaciones “pro-vida”, echándonos en cara si es que las metemos a todas en el mismo bote, o si es que además hacemos algo mas que criticar y decir a los demás lo que tienen que hacer.
Muy bien, querido lector, despacharemos rápido la cuestión: El texto dice: organizaciones “pro-vida”. ¿Se ha dado cuenta de las comillas? Si usted se siente molesto y se da por aludido por algún motivo, usted sabrá por qué… y si no se siente por aludido, ¿entonces para que formula semejante comentario?
En cualquier caso, por favor, aplíquese sus propias palabras y no venga a dar lecciones a los demás, nosotros hacemos lo que podemos y trabajamos desde la defensa de los principios y, efectivamente, desde la crítica severa como obliga el caso. Esto de por sí ya no es poco, y, precisamente, ahí es donde hay que plantear la batalla. ¿O acaso sirven de algo las firmitas, manifas y demás actos circenses que sirven para no servir de nada, salvo para tener al personal bien entretenido, y a la hora de la verdad todos juntitos contentos y felices a refrendar el sistema criminal y abortista y votar a los partidos criminales a cuyo servicio está el propio sistema, al tiempo que los partidos también sirven al sistema? Claro que además de firmitas y manifas hay otras organizaciones “pro-vida”, con comillas o sin ellas, que llevan a cabo medidas mas concretas, como apoyar a las madres, etc… aunque no nos engañemos: se trata de medidas paliativas, puntuales y sin duda positivas, pero que no solucionan el problema.
Y el problema es que mientras España no se convierta y reniegue del sistema, y los católicos, empezando por los obispos y todo el clero, no nos convirtamos en verdaderos católicos y reneguemos del PP y sucedáneos y reneguemos del modernismo condenado por la Iglesia, no habrá nada que hacer. Pero como España no quiere convertirse y los católicos tampoco, España seguirá asesinando niños y haciéndose merecedora de la cólera divina cuando Dios nuestro Señor haga caer su mano sobre las naciones impías y traidoras como España. ¡Y que lo haga pronto para poner fin a esta vergüenza!
La conversión, empero, implica la penitencia y el merecido castigo que en este caso como en tantos no es mas que la fatal consecuencia del propio pecado. Hace falta renunciar a mucho, muchísimo, pero no parece que los españoles y los católicos españoles estemos dispuestos a mover ni un centímetro nuestro acomodado trasero del sofá, donde se está tan agustito y calentito. Porque la conversión implica renuncia, renuncia al pecado, renuncia al error, a la mentira, al chantaje, a las subvenciones, a las comodidades, a las facilidades, al respeto humano, etc… Convertirse implica cargarse con la Santa Cruz, esa que escandaliza tanto a los que nos decimos cristianos y católicos, según mienten las propias encuestas y los propios encuestados, y estamos hablando de esas estadísticas que dicen que en España hay como un 70% o 75% de católicos, cifra que para ser mas acorde con la realidad habría que dividir por 10 y todavía nos quedaríamos lejos de la realidad.
Estos cristianos católicos, ¿sabrán que la condición del cristiano es la del combate constante llevando siempre encima una pesada cruz y una corona de espinas ciñendo la frente? Porque el populacho se cree que ser católico es algo así como llevar puesta encima una marca deportiva, o ser de un club de balompié, o algo así. Aun mas, los pobres fieles engañados nos creemos que somos buenos católicos asistiendo y participando en misas sacrílegas en las que hembras y hembros operan de “ministrillos” extraordinarios (“extras”, como los de las películas, para entendernos) administrando con sus manos no consagradas la Sagrada Comunión, normalmente ambientados entre ruidos de guitarras, bajos, tambores y timbales, dando gritos, botes y alaridos como si fuéramos bestias salvajes arrejuntados todos en un gallinero. Estas cosas suceden, todos lo sabemos, y es una vergüenza, pero ni los obispos, ni los párrocos, ni el clero lo quieren ver, y la propia feligresía está encantada con todo ello cuando lo que toca es exigirles a los pastores decencia en la misa nueva pero sobre todo la restauración de la sana y fiable doctrina preconciliar y de la Santa Misa de siempre, la que expresa a la perfección el sentido de la verdadera Religión para que así nos podamos sentir como verdaderos católicos, y no como protestantes.
En definitiva, a ver si nos vamos enterando todos, que la única, y recalquemos, la única posibilidad que tenemos los españoles como individuos de salvar el ruinoso destino que hemos marcado para nuestras desdichadas almas y aun nuestros destinos en esta vida temporal, es la conversión hacia la verdadera Religión en la Santa Tradición. Si, además, estamos a tiempo o no de una resistencia nacional contra los enemigos de Dios y de la Patria, que en el caso de España son los mismos, eso solo Dios lo sabe. Pero la única vía de que España una vez mas o quizás por última vez realice una hazaña gloriosa en el nombre de Dios nuestro Señor pasa por la conversión de los españoles, reconociendo nuestros errores y aceptando de buen grado las consecuencias del pecado y los grandes sufrimientos nacionales e individuales que implican una toma de posición en consonancia con lo que se espera de España como la nación católica por excelencia, según lo fue a lo largo de su milenaria historia, y según lo debería de ser según su esencia y razón propia de existir.
Queridos lectores, no hay atajos, y tampoco caminos complicados, las cosas son muy sencillas. Tanto en el aborto como en lo demás, hay que pensar y actuar en grande, no conformándonos con la mediocridad de las medidas al uso, esas típicas medidas propias del sistema que utiliza a modo de efecto placebo para que las masas se mantengan tan entretenidas como inanes e inofensivas. Pensar en grande es convertirse y estar dispuesto en lo individual a llevar una vida de penitencia y de verdadero combate cristiano contra el pecado y contra el error hasta la heroicidad. Pensar en grande es resistirse y combatir al sistema a cara de perro, dándole donde mas le duele, renunciando al pecado, a la cobardía y sobre todo… al voto… a menos que sea un voto declaradamente católico, tradicional y enemigo del sistema anticristiano, es decir, de la democracia liberal-relativista y materialista, o comunista, para entendernos.
¿Estamos dispuestos? Yo creo que no y podremos cacarear todo lo que queramos, pero a fin de cuentas, como tenemos mas miedo al mundo que a Dios nuestro Señor, al final nos dejaremos vencer (ya lo estamos haciendo, ya lo hemos hecho) como cobardes en todos los flancos. Así pues, que Dios nuestro Señor nos lo perdone y tenga misericordia de nosotros traidores, cobardes y grandísimos pecadores. Y mientras tanto, España, ya no católica sino idólatra de Moloch y tantos otros demonios, seguirá asesinando criaturas inocentes, hoy, y mañana, y pasado… para vergüenza y condenación de los españoles todos… Lo dicho, que Dios tenga misericordia de nosotros los españoles.
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