"Resulta interesante observar cómo algunos católicos, fundándose precisamente en aquella doctrina que ve una derivación del poder proveniente de Dios a través del Pueblo, llegan a hablar de "soberanía popular", pero luego, cuando el Pueblo hace uso de esa soberanía, por ejemplo, aprobando una ley contra el derecho natural, se indignan, sin darse cuenta de que ese abuso deriva de las premisas que ellos mismos empezaron por admitir. Así ha ocurrido recientemente en España con los que censuraron a cuantos, como yo, habíamos declarado la incompatibilidad de la "soberanía popular" con la ortodoxia católica, y luego se indignaron con la aprobación de varias leyes contra el derecho natural; aunque fueran "teólogos", la Teología política no era su especialidad.
La doctrina de la "soberanía del Pueblo" es así tan incompatible con el Reinado de Cristo como el absolutismo monárquico.
La raíz teológica del error democrático proviene de la confusión típicamente protestante, que concluye inevitablemente en el ateísmo, de que el "Deus absconditus" no es simplemente un Dios espiritual y "escondido", porque nuestros sentidos no lo pueden percibir, sino un Dios "ausente" -que está más allá de las estrellas, y allí se queda, como en el "Himno de la Alegría"-; un Dios que no se ocupa de las cosas humanas, y deja por ello al hombre en total independencia, lo que equivale, en último término, al "Dios muerto" de la filosofía moderna".
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La violencia y el orden", Álvaro d'Ors, Ediciones Dyrsa, Madrid, 1987.
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