Lo Regne, dicen que la repetición es la base del aprendizaje:
1-Te vuelvo a repetir que no se puede tomar sólo el Llibre del Repartiment como base para estudiar el proceso repoblatorio valenciano, que dura varios siglos, como hacen Ubieto y Pecourt.
2-Es totalmente irracional que Bonifaci Ferrer, Vicent Ferrer, Joanot Martorell, Ausiàs Marc y tantos otros escritores valencianos descendientes directos de catalanes hablaran con sus padres o abuelos una lengua diferente a la suya.
3-Respecto al uso de denominaciones locales para designar a la lengua propia en la Edad Media, léete lo siguiente:
"En una época en que todavía no se habían formado los grandes estados "nacionales" de Europa y que las fronteras políticas se alteraban con cierta frecuencia, algunas lenguas recibieron, en usos internos, diferentes denominaciones particularistas, basadas en el gentilicio de una determinada ciudad o comunidad político-administrativa. Para sus usuarios, era una manera de resaltar sus vínculos telúricos, generalmente frente a otros miembros de su misma comunidad lingüística pero de diferente adscripción político-administrativa. Ahora bien, cuando una lengua se encontraba con la vecina, sus denominaciones particularistas dejaban paso a la unitaria. Dante, por ejemplo, se refirió varias veces a su "fiorentino idioma" o a su "toscano" nativo, sin dejar por ello de considerarse hablante de la "lingua italiana". Entre los valencianos de nuestro Siglo de Oro se daba una situación muy similar. Orgullosos de su condición de ciudadanos de un país en expansión frente a una Cataluña decadente, nuestros antepasados prefirieron designar como "valenciana" a su lengua materna. El primer escritor que lo hizo fue Antoni Canals en 1395. La publicación del repertorio completo del léxico de Antoni Canals, que acaba de realizar Emili Casanova (1988), pone de manifiesto que de las más de 6000 palabras inventariadas, sólo 7 se las puede clasificar como valencianismos. Si exceptuamos algunos extranjerismos de moda y algunos arabismos más o menos locales, los valencianismos estrictos del "Tirant lo Blanc", publicado en 1490, no son mucho más numerosos que los de Canals y, sin embargo, Joanot Martorell manifiesta en su dedicatoria que lo traduce en lengua "vulgar valenciana, per ço que la nació d'on io só natural se'n puixa alegrar". Con la nueva denominación se trataba, pues, de proclamar unos orígenes concretos. Entre nuestros textos cuatrocentistas, los matices diatópicos, si los hay, habría que buscarlos, más que en algunos dialectalismos a menudo discutibles, en la preferencia por determinadas palabras o variantes formales de la lengua común. Con todo, estos matices nunca son tan acusados como los que existen, por ejemplo, entre el castellano y el andaluz. Además de subrayar el hecho diferencial dentro de la Corona de Aragón, la denominación de "valenciano" tanto en sentido idiomático como administrativo, tenía la virtud de diluir o integrar las diferencias de la variopinta población cristiana. Sin embargo, en contextos internacionales, esta insistencia se hacía menos imperiosa. Cuando se incoa el proceso de canonización de sant Vicent Ferrer (1445-1455), Roma requiere a varios testigos para confirmar el milagro atribuído al santo de que, sin dejar de predicar nunca en su lengua materna, era entendido por toda clase de naciones. El arzobispo de Tolosa se hizo eco de la duplicidad onomástica de nuestra lengua al afirmar que sant Vicent Ferrer predicaba "in sua vulgari idiomate Catalonie seu Valentino" [en su lengua vulgar catalana o valenciana]. En cambio, un rey de armas de Valencia se limitó a declarar que sant Vicent Ferrer "predicabat post latinum in lingua cathalana" [predicaba después del latín en lengua catalana]”.
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