Búsqueda avanzada de temas en el foro

Resultados 1 al 20 de 68

Tema: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?

Vista híbrida

  1. #1
    Avatar de Mexispano
    Mexispano está desconectado Miembro Respetado
    Fecha de ingreso
    20 may, 13
    Mensajes
    4,614
    Post Thanks / Like

    Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?

    viernes, 27 de noviembre de 2015

    LIBERAOS RENUNCIANDO AL MUNDO QUE OS ABORRECE por san Cipriano






    RECHACEMOS EL TEMOR A LA MUERTE CON EL PENSAMIENTO DE LA INMORTALIDAD QUE LA SIGUE

    Nunca debemos olvidar que nosotros no hemos de cumplir nuestra propia voluntad, sino la de Dios, tal como el Señor nos mandó pedir en nuestra oración cotidiana. ¡Qué contrasentido y qué desviación es no someterse inmediatamente al imperio de la voluntad del Señor, cuando él nos llama para salir de este mundo! Nos resistimos y luchamos, somos conducidos a la presencia del Señor como unos siervos rebeldes, con tristeza y aflicción, y partimos de este mundo forzados por una ley necesaria, no por la sumisión de nuestra voluntad; y pretendemos que nos honre con el premio celestial aquel a cuya presencia llegamos por la fuerza. ¿Para qué rogamos y pedimos que venga el reino de los cielos, si tanto nos deleita la cautividad terrena? ¿Por qué pedimos con tanta insistencia la pronta venida del día del reino, si nuestro deseo de servir en este mundo al diablo supera al deseo de reinar con Cristo?

    Si el mundo odia al cristiano, ¿por qué amas al que te odia, y no sigues más bien a Cristo, que te ha redimido y te ama? Juan, en su carta, nos exhorta con palabras bien elocuentes a que no amemos el mundo ni sigamos las apetencias de la carne: No améis al mundo -dice- ni lo que hay en el mundo. Quien ama al mundo no posee el amor del Padre, porque todo cuanto hay en el mundo es concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y soberbia de la vida. El mundo pasa y sus concupiscencias con él. Pero quien cumple la voluntad de Dios permanece para siempre. Procuremos más bien, hermanos muy queridos, con una mente íntegra, con una fe firme, con una virtud robusta, estar dispuestos a cumplir la voluntad de Dios, cualquiera que ésta sea; rechacemos el temor a la muerte con el pensamiento de la inmortalidad que la sigue. Demostremos que somos lo que creemos.

    Debemos pensar y meditar, hermanos muy amados, que hemos renunciado al mundo y que mientras vivimos en él somos como extranjeros y peregrinos. Deseemos con ardor aquel día en que se nos asignará nuestro propio domicilio, en que se nos restituirá al paraíso y al reino, después de habernos arrancado de las ataduras que en este mundo nos retienen. El que está lejos de su patria es natural que tenga prisa por volver a ella. Para nosotros, nuestra patria es el paraíso; allí nos espera un gran número de seres queridos, allí nos aguarda el numeroso grupo de nuestros padres, hermanos e hijos, seguros ya de su suerte, pero solícitos aún de la nuestra. Tanto para ellos como para nosotros significará una gran alegría el poder llegar a su presencia y abrazarlos; la felicidad plena y sin término la hallaremos en el reino celestial, donde no existirá ya el temor a la muerte, sino la vida sin fin.

    Allí está el coro celestial de los apóstoles, la multitud exultante de los profetas, la innumerable muchedumbre de los mártires, coronados por el glorioso certamen de su pasión; allí las vírgenes triunfantes, que con el vigor de su continencia dominaron la concupiscencia de su carne y de su cuerpo; allí los que han obtenido el premio de su misericordia, los que practicaron el bien, socorriendo a los necesitados con sus bienes, los que, obedeciendo el consejo del Señor, trasladaron su patrimonio terreno a los tesoros celestiales. Deseemos ávidamente, hermanos muy amados, la compañía de todos ellos. Que Dios vea estos nuestros pensamientos, que Cristo contemple este deseo de nuestra mente y de nuestra fe, ya que tanto mayor será el premio de su amor, cuanto mayor sea nuestro deseo de él.





    Del Tratado de san Cipriano, obispo y mártir, Sobre la muerte

    (Cap. 18, 24. 26: CSEL 3, 308. 312-314). Tìtulo del post de Catolicidad.




    ________________________________________


    Fuente:

    Catolicidad: LIBERAOS RENUNCIANDO AL MUNDO QUE OS ABORRECE por san Cipriano

  2. #2
    Avatar de Hyeronimus
    Hyeronimus está desconectado Miembro Respetado
    Fecha de ingreso
    16 ene, 07
    Mensajes
    20,843
    Post Thanks / Like

    Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?

    Abuso de la Divina Misericordia

    ¿No sabéis que la benignidad de Dios te convida a penitencia? (Romanos. 2, 4)

    PUNTO PRIMERO
    DIOS ES MISERICORDIOSO PERO TAMBIÉN ES JUSTO

    Refiérese en la parábola de la cizaña que, habiendo crecido en un campo esa mala hierba mezclada con el buen grano, querían los criados ir a arrancarla. Pero el amo les replicó: “Dejadla crecer: después la arrancaremos para echarla al fuego” (Mateo. XIII, 29-30). Infiérase de esta parábola, por una parte, la paciencia de Dios para con los pecadores, y por otra, su rigor con los obstinados.
    a misericordia se usa con quien teme a Dios, no con quien la utiliza para no temerle
    Dice San Agustín que el enemigo engaña de dos maneras a los hombres:“Con desesperación y con esperanza”. Cuando el pecador ha pecado ya, le mueve a desesperarse por el temor de la divina justicia; pero antes de pecar le anima a que caiga en tentación por la esperanza de la divina misericordia. Por eso el Santo nos amonesta diciendo: “Después del pecado ten esperanza en la misericordia; antes del pecado teme la divina justicia”. Y así es, en efecto. Porque no merece la misericordia de Dios el que se sirve de ella para ofenderle. La misericordia se usa con quien teme a Dios, no con quien la utiliza para no temerle. El que ofende a la justicia –dice el Abulense–, puede acudir a la misericordia; más el que ofende a la misericordia, ¿a quién acudirá?

    Difícilmente se hallará un pecador tan desesperado que quiera expresamente condenarse. Los pecadores quieren pecar, más sin perder la esperanza de salvación. Pecan, y dicen: Dios es la misma bondad; aunque ahora peque, yo me confesaré más adelante. Así piensan los pecadores, dice San Agustín.Pero, ¡oh Dios mío!, así pensaron muchos que ya están condenados.

    “No digas –exclama el Señor– la misericordia de Dios es grande: mis innumerables pecados, con un acto de contrición me serán perdonados” (Ecl. 5, 6). No habléis así –nos dice el Señor–. ¿Y por qué? “Porque su ira está pronta como su misericordia; y su ira mira a los pecadores” (Ecl. 5, 7).
    Los pecadores –escribe San Basilio– no quieren ver más que la mitad”. “Bueno es el Señor; pero, además, es justo. No queramos c
    La misericordia de Dios es infinita; pero los actos de ella, o sea los de conmiseración, son finitos. Dios es clemente, pero también justo. “Soy justo y misericordioso –dijo el Señor a Santa Brígida–, y los pecadores sólo atienden a la misericordia”. “Los pecadores –escribe San Basilio– no quieren ver más que la mitad”. “Bueno es el Señor; pero, además, es justo. No queramos considerar únicamente una mitad de Dios”. Sufrir al que se sirve de la bondad de Dios para más ofenderle –decía el B. Ávila–, antes fuera injusticia que misericordia. La clemencia fue ofrecida al que teme a Dios, no a quien abusa de ella. Et misericordia ejus timentibus eum, como exclamaba en su cántico la Virgen Santísima. A los obstinados los amansa la justicia, porque, como dice San Agustín, la veracidad de Dios resplandece aun en sus amenazas.

    “Guardaos –dice San Juan Crisóstomo– cuando el demonio (no Dios) os promete la divina misericordia con el fin de que pequéis”. “¡Ay de aquel –añade San Agustín– que para pecar atiende a la esperanza!… (In Sal. 144). ¡A cuántos ha engañado y perdido esa vana ilusión!”. ¡Desdichado del que abusa de la piedad de Dios para ofenderle más!… Lucifer – como afirma San Bernardo– fue con tan asombrosa presteza castigado por Dios, porque al rebelarse esperaba que no recibiría castigo.

    El rey Manasés pecó, convirtiéndose luego, y Dios le perdonó. Más para Amón, su hijo, que, viendo cuán fácil había conseguido el perdón su padre, llevó mala vida con esperanza de ser también perdonado, no hubo misericordia. Por esa causa –dice San Juan Crisóstomo– se condenó Judas, porque se atrevió a pecar confiando en la benignidad de Jesucristo.

    En suma: si Dios espera con paciencia, no espera siempre. Pues si el Señor siempre nos tolerase, nadie se condenaría; pero la opinión más común es que la mayor parte de los cristianos adultos se condena. “Ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por él” (Mateo. VII, 13).

    Quien ofende a Dios, fiado en la esperanza de ser perdonado, “es un escarnecedor y no un penitente” –dice San Agustín–. Por otra parte, nos afirma San Pablo que “Dios no puede ser burlado” (Gálatas. VI, 7). Y sería burlarse de Dios el ofenderle siempre que quisiéramos y luego ir a la gloria.Quien siembra pecados no ha de esperar otra cosa que el eterno castigo del infierno (Gálatas. VI, 8).

    La red con que el demonio arrastra a casi todos los cristianos que se condenan es, sin duda, ese engaño con que los seducía diciéndoles: Pecad libremente, que a pesar de todo ello os habéis de salvar. Mas el Señor maldice al que peca esperando perdón.

    La esperanza después del pecado, cuando el pecador de veras se arrepiente, es grata a Dios; pero la de los obstinados le es abominable (Job. XI, 20). Semejante esperanza provoca el castigo de Dios, así como provocaría a ser castigado el siervo que ofendiese a su señor precisamente porque éste es bondadoso y amable.


    AFECTOS Y SÚPLICAS


    ¡Ah Dios mío! ¡Mirad cómo soy uno de los que os han ofendido porque erais bueno con ellos!… ¡Oh Señor!, esperadme aún. No me abandonéis todavía, que yo espero, con el auxilio de vuestra gracia, no provocaros más a que me dejéis.

    Me arrepiento, ¡oh Bondad infinita!, de haberos ofendido y de haber tanto abusado de vuestra paciencia. Os doy gracias porque hasta ahora me habéis tolerado. Y de hoy en adelante no volveré a ser, como he sido, un miserable traidor. Ya que me habéis esperado para verme algún día convertido en fervoroso amante de vuestra bondad, creed, como yo espero, que ese dichoso día ha llegado ya. Os amo sobre todas las cosas; aprecio vuestra gracia más que a todos los reinos del mundo, y antes que perderla preferiría perder mil veces la vida.

    Dios mío, por amor de Jesucristo, concededme, con vuestro santo amor, el don de la perseverancia hasta la muerte. No permitáis que de nuevo os haga traición ni deje de amaros.

    Y Vos, Virgen María, en quien espero siempre, alcanzadme la perseverancia final, y nada más pido.


    PUNTO SEGUNDO


    Dirá, quizá, alguno: “Puesto que Dios ha tenido para mí tanta clemencia en lo pasado, espero que la tendrá también en lo venidero”. Mas yo respondo: “Y por haber sido Dios tan misericordioso contigo, ¿quieres volver a ofenderle?” “¿De ese modo –dice San pablo– desprecias la bondad y paciencia de Dios? ¿Ignoras que si el Señor te ha sufrido hasta ahora no ha sido para que sigas ofendiéndole, sino para que te duelas del mal que hiciste?” (Romanos. II, 4). Y aun cuando tú, fiado en la divina misericordia, no temas abusar de ella, el Señor te la retirará. “Si vosotros no os convirtiereis, entensará su arco y le preparará” (Salmo. VII, 13). Mía es la venganza, y Yo les daré el pago a su tiempo (Deuteronomio. XXXII, 35). Dios espera; más cuando llega la hora de la justicia, no espera más y castiga.

    Aguarda Dios al pecador a fin de que se enmiende (Isaías. XXX, 18); pero al ver que el tiempo concedido para llorar los pecados sólo sirve para que los acreciente, válese de ese mismo tiempo para ejercitar la justicia (Lm. I, 15). De suerte que el propio tiempo concedido, la misma misericordia otorgada, serán parte para que el castigo sea más riguroso y el abandono más inmediato. “Hemos medicinado a Babilonia y no ha sanado. Abandonémosla” (Jer. LI, 9).

    ¿Y cómo nos abandona Dios? O envía la muerte al pecador, que así muere sin arrepentirse, o bien le priva de las gracias abundantes y no le deja más que la gracia suficiente, con la cual, si bien podría el pecador salvarse, no se salvará. Obcecada la mente, endurecido el corazón, dominado por malos hábitos, será la salvación moralmente imposible; y así seguirá, si no en absoluto, a lo menos moralmente abandonado. “Le quitará su cerca, y será talada…” (Is. V, 5). ¡Oh, qué castigo! Triste señal es que el dueño rompa el cercado y deje que en la viña entren los que quisieren, hombres y ganados: prueba es de que la a abandona.

    Así, Dios, cuando deja abandonada un alma, le quita la valla del temor, de los remordimientos de conciencia, la deja en tinieblas sumida, y luego penetran en ella todos los monstruos del vicio (Sal. 103, 20). Y el pecador, abandonado en esa oscuridad, lo desprecia todo: la gracia divina, la gloria, avisos, consejos y excomuniones; se burlará de su propia condenación (Proverbios. XVIII, 3).

    Le dejará Dios en esta vida sin castigarle, y en esto consistirá su mayor castigo.

    “Apiadémonos del impío…; no aprenderá (jamás) justicia” (Is. 26, 10).Refiriéndose a ese pasaje, dice San Bernardo: “No quiero esa misericordia, más terrible que cualquier ira”.

    Terrible castigo es que Dios deje al pecador en sus pecados y, al parecer, no le pida cuenta de ellos (Salmo. X, 4). Diríase que no se indigna contra él (Ezequiel. XVI, 42) y que le permite alcanzar cuanto de este mundo desea (Salmo. LXXX, 13). ¡Desdichados los pecadores que prosperan en la vida mortal! ¡Señal es que Dios espera a ejercitar en ellos su justicia en la vida eterna! Pregunta Jeremías (Jeremías. XII, 1): “¿Por qué el camino de los impíos va en prosperidad?” Y responde en seguida (Jeremías. XII, 3): “Congrégalos como el rebaño para el matadero”.

    No hay, pues, mayor castigo que el de que Dios permita al pecador añadir pecados a pecados, según lo que dice David (Salmo. LVIII, 28-29): “Ponles maldad sobre maldad…borrados sean del libro de los vivos”; acerca de lo cual dice San Belarmino: “No hay castigo tan grande como que el pecado sea pena del pecado”. Más le valiera a alguno de esos infelices que cuando cometió el primer pecado el Señor le hubiera hecho morir; porque muriendo después, padecerá tantos infiernos como pecados hubiere cometido.


    AFECTOS Y SÚPLICAS



    Bien veo, Dios mío, que en este miserable estado he merecido que me privaseis de vuestras luces y gracias. Mas por la inspiración que me dais, y oyendo que me llamáis a penitencia, reconozco que todavía no me habéis abandonado. Y puesto que así es, acrecentad, Señor mío, vuestra piedad en mi alma, aumentadme la divina luz y el deseo de amaros y serviros.


    Transformadme, ¡oh Dios mío!, y de traidor y rebelde que fui, mudadme en fervoroso amante de vuestra bondad, a fin de que llegue para mí el venturoso día en que vaya al Cielo para alabar eternamente vuestras misericordias. Vos, Señor, queréis perdonarme, y yo sólo deseo que me otorguéis vuestro perdón y vuestro amor. Duélome, ¡oh Bondad infinita!, de haberos ofendido tanto.

    Os amo, ¡oh Sumo Bien!, porque así lo mandáis y porque sois dignísimo de ser amado. Haced, pues, Redentor mío, que os ame este pecador tan amado de Vos, y con tal paciencia por Vos esperado. Todo lo espero de vuestra piedad inefable. Confío en que os amaré siempre en lo sucesivo, hasta la muerte y por toda la eternidad (Salmo. LXXXIII, 3), y que vuestra clemencia, Jesús mío, será perdurable objeto de mis alabanzas.

    Siempre también alabaré, ¡oh María!, vuestra misericordia, por las gracias innumerables que me habéis alcanzado. A vuestra intercesión las debo. Seguid, Señora mía, ayudándome y alcanzadme la santa perseverancia.


    PUNTO TERCERO



    Refiérese en la Vida del Padre Luis de Lanuza que cierto día dos amigos estaban paseando juntos en Palermo, y uno de ellos, llamado César, que era comediante,
    notando que el otro se mostraba pensativo en extremo, le dijo: “Apostaría a que has ido a confesarte, y por eso estás tan preocupado… Yo no quiero acoger tales escrúpulos… Un día me dijo elPadre Lanuza que Dios me daba doce años de vida y que si en ese plazo no me enmendaba tendría mala suerte. Después he viajado por muchas partes del mundo; he padecido varias enfermedades, y en una de ellas estuve a punto de morir… Pero en este mes, cuando van a terminar los famosos doce años, me hallo mejor que nunca…”. Y luego invitó a su amigo a que fuese, el sábado inmediato, a ver el estreno de una comedia que el mismo César había compuesto… Y en aquel sábado, que fue el 24 de noviembre de 1668, cuando César se disponía a salir a escena, dióle de improviso una congestión y murió repentinamente en brazos de una actriz. Así acabó la comedia.

    Pues bien, hermano mío; cuando la tentación del enemigo te mueva a pecar otra vez, si quieres condenarte puedes libremente cometer el pecado; mas no digas que deseas tu salvación. Mientras quieras pecar, date por condenado, e imagina que Dios decreta su sentencia, diciendo: “¿Qué más puedo hacer por ti, ingrato, de lo que ya hice?” (Isaías. V, 4). Y ya que quieres condenarte, condénate, pues… tuya es la culpa.

    Dirás, acaso, que en dónde está ese modo de misericordia de Dios… ¡Ah desdichado! ¿No te parece misericordia el haberte Dios sufrido tanto tiempo con tantos pecados? Prosternado ante Él y con el rostro en tierra debieras estar dándole gracias y diciendo: “Misericordia del Señor es que no hayamos sido consumidos” (Lm. 3, 22).

    Al cometer un solo pecado mortal incurriste en delito mayor que si hubieras pisoteado al primer soberano del mundo. Y tantos y tales has cometido que si esas ofensas de Dios las hubieses hecho contra un hermano tuyo, no las hubiera éste sufrido… Más Dios no sólo te ha esperado, sino que te ha llamado muchas veces y te ha ofrecido el perdón. ¿Qué más debía hacer? (Isaías. V, 4).

    Si Dios tuviese necesidad de ti, o si le hubiese honrado con grandes servicios, ¿podría haberse mostrado más clemente contigo? Así, pues, si de nuevo volvieras a ofenderle, harías que su divina misericordia se trocara en indignación y castigo.

    Si aquella higuera hallada sin frutos por su dueño no los hubiera dado tampoco después del año de plazo concedido para cultivarla, ¿quién osaría esperar que se le diese más tiempo y no fuese cortada? Escucha, pues, lo que dice San Agustín: “¡Oh árbol infructuoso!, diferido fue el golpe de la segur. ¡Mas no te creas seguro, porque serás cortado! Fue aplazada la pena –expresa el Santo–, pero no suprimida. Si abusas más de la divina misericordia, el castigo te alcanzará: serás cortado”.

    ¿Esperas, por tanto, a que el mismo Dios te envíe al infierno? Pues si te envía, ya lo sabes, jamás habrá remedio para ti. Suele el Señor callar, mas no por siempre. Cuando llega la hora de la justicia, rompe el silencio. Esto hiciste y callé. Injustamente creíste que sería tal como tú. Te argüiré y te pondré ante tu propio rostro (Salmo. XLIX, 21). Te pondrá ante los ojos los actos de divina misericordia, y hará que ellos mismos te juzguen y condenen.


    AFECTOS Y SÚPLICAS



    ¡Ah Dios mío! Desventurado de mí si después de haber recibido la luz que ahora me dais, volviese a ser infiel haciéndoos traición. Esas luces, señales son de que deseáis perdonarme. Me arrepiento, ¡oh Sumo Bien!, de cuantas ofensas hice a vuestra infinita bondad. Por vuestra preciosísima Sangre espero el perdón ciertamente. Mas si de nuevo me apartara de Vos, reconozco que merecería un infierno a propósito creado para mí.

    Tiemblo, Dios de mi alma, por la posibilidad de volver a perder vuestra gracia. Porque muchas veces he prometido seros fiel, y luego nuevamente me he rebelado contra Vos… No lo permitáis, Señor; no me abandonéis en esta inmensa desgracia de verme otra vez convertido en un enemigo vuestro. Dadme otro castigo; pero ése, no. “No permitáis que me aparte de Vos”.

    Si veis que he de ofenderos, haced que antes pierda la vida. Acepto la muerte más dolorosa antes que llorar la desdicha de verme privado de vuestra gracia. Ne permitas me separari a Te. Lo repito, Dios mío, y haced que lo repita siempre: “No permitáis que me separe de Vos. Os amo, carísimo Redentor mío, y no quiero separarme de Vos”. Concededme, por los merecimientos de vuestra muerte, amor tan fervoroso que con Vos me una estrechamente y jamás pueda alejarme de Vos.

    !Ayudadme, ¡oh Virgen María!, con vuestra intercesión y alcanzadme la santa perseverancia y el amor a Cristo Jesús.


    “PREPARACIÓN PARA LA MUERTE”



    San Alfonso María de Ligorio


    Abuso de la Divina Misericordia - Adelante la Fe

  3. #3
    Avatar de Josef
    Josef está desconectado Miembro Respetado
    Fecha de ingreso
    13 abr, 12
    Mensajes
    311
    Post Thanks / Like

    Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?

    Muy pocas veces. Sin embargo, los Padres del desierto, aconsejan siempre tener en mente el "memento mori", con el fin, de perfeccionar en humildad, de morir cada día al hombre viejo, de sabernos que somos "polvo y al polvo volveremos", de que somos solo peregrinos, y esto nos hace concientizar más en ir perfeccionando nuestro vida cristiana, y en crecer en Santidad, creo que este ejercicio, así como a los padres del desierto, como los monjes y frailes, también nos pueden ayudar a nosotros, para ir viviendo más santamente.
    "Vive en el mundo como sino hubiera más en él que Dios y tu alma: para que no pueda tu corazón ser detenido por cosa humana." SJ+

  4. #4
    Amazonia está desconectado Miembro graduado
    Fecha de ingreso
    19 ago, 15
    Ubicación
    Aqui
    Mensajes
    159
    Post Thanks / Like

    Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?

    Yo pienso en la muerte mas de lo aconsejado. Sera dolorosa, o todo apunta a ello (fumo), Me preocupa mas el transito hacia la muerte que la muerte en si misma.

    Me preocupa que encontrare despues de morir?¿, claro, mi agnosticismo no me prohibe creer que exista algo tras la muerte, el que?¿, lo desconozco.
    No se, pasar a otro plano existencial, volver al comienzo de mi vida repitiendo una y otra vez dorante un tiempo infinito todos y cada uno de los mismos errores (pensar eso me da escalofrios), o quizas volver a lo mismo con la posibilidad de poder enmendarlos, ser una fantasma y poder asustar a los demas con apariciones (eso suena divertido)...no puedo plantearme nada en concreto.

    Se lo que no quiero, el cielo que describis como cielo, alli perderia el punto comparativo indispensable para mi. El infierno que adivinais, pues...no, tampoco, el purgatorio...oh...como saber que sucede en el purgatorio¿?.

  5. #5
    Avatar de Mexispano
    Mexispano está desconectado Miembro Respetado
    Fecha de ingreso
    20 may, 13
    Mensajes
    4,614
    Post Thanks / Like

    Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?

    MEDITACIÓN

    IMPRESIONANTE MEDITACIÓN: de la Muerte


    29/11/16

    por Meditación del día









    Escrito por Meditación del día



    Para el primer martes de Adviento



    PUNTO PRIMERO: El Apóstol S. Pablo testifica, que así como todos hemos de parecer en el juicio; para dar cuenta de nuestras vidas, así también está determinado que todos, sin exceptuar alguno, pasemos primero por la muerte, que esta es una verdad tan infalible, que aunque las otras del juicio, infierno y gloria las sabemos por la Fe Divina, que no puede padecer engaño, esta la sabemos por la fe, y por la experiencia que nos muestra que todos somos mortales, y todos morimos, y cada día nos vamos acercando a la muerte, según lo cual el primer punto que se ha de meditar en esta materia es la certidumbre de la muerte, esta es infalible; y tú que estás leyendo esta escritura has de morir infaliblemente, y Dios está mirando el tiempo y el lugar y la enfermedad con que has de rematar la vida, sin que haya en esto réplica, ni apelación: piensa en esto, y mira lo que te conviene hacer para el poco tiempo que has de vivir, y luego da un paso más adelante, y medita que así como es cierto que has de morir, no sabes cuándo, y cómo morirás, porque no tienes día, ni hora segura, y no la tienes, para que no te asegures en alguno, mas estés siempre velando y apercibido, como dice Cristo, para su venida, la cual ordinariamente es cuando no la esperamos. Considera cuanto te importa que te halle el Señor apercibido, y pídele su gracia para no descuidarte ya más en negocio de tan grande monta.

    PUNTO II. Considera lo que advierte San Pablo, y es que no has de morir más que una vez, y si esta se yerra, no es posible remediarla: si pierdes una pretensión, puedes ganar otra en la que repares; y si una acción te sale mal, puedes restaurarla en otra; pero los yerros de la muerte no tienen reparo, ni hay como soldarlos o enmendarlos: piensa por una parte cuánto importa el morir bien; pues de la buena muerte depende la vida eterna, y conforme te hallare Dios en aquel trance has de quedar para siempre; y por otra mira cuántos riesgos hay en la muerte, y que los muy santos como san Hilarión, después de setenta años de soledad y penitencia, y San Arsenio después de cuarenta, temblaron al pasar aquel puerto, y se hallaron alcanzados de cuenta, y que si se yerra, no tiene remedio; y pues la buena muerte depende de la buena vida, trázala de manera en el acatamiento de Dios, que te dé firme esperanza de alcanzar lo que deseas, y puedas entonces antes gozarte que temer.

    PUNTO lll. Considera qué cosa es morir, cómo precede la enfermedad, que es como la batería que va enflaqueciendo el muro para caer, las medicinas y dolores, las angustias y sobresaltos que se padecen en aquel trance; luego cómo poco a poco se van disminuyendo los sentidos, los ojos se quiebran, los oídos se entorpecen, el gusto se pierde, el tacto falta, la memoria no recuerda, el entendimiento se oscurece, y el corazón padece mortales congojas, y todo el hombre tiembla y se enfría, y los miembros quedan yertos como se llega su fin, y últimamente se desata el alma del estrecho vínculo que ha tenido toda la vida con el cuerpo, y queda exánime, frío y helado, y es desposeído de todo cuanto tenía en este mundo, honras, riquezas, parientes, amigos, criados y conocidos, y sale del mundo desnudo, como entró en él: esto es morir, y esto ha de pasar por ti. Contempla cuán grande yerro es gastar los días de tu vida en allegar riquezas y honras caducas y perecederas, que tan presto te han de dejar, y te has de hallar sin ellas cuando más las habías menester; y pide al Señor gracia para buscar las inmortales, y atesorar las eternas, que son las verdaderas, y que nunca te han de dejar.

    PUNTO IV. Considera lo que te ha de suceder después de la muerte: mírate a ti mismo difunto, tan sin sentido como si fueras una piedra, que si no te mueven, no puedes moverte; cómo luego tratan de enterrarte, y echarte fuera de tu propia casa; mira cómo te amortajan con la vestidura más vieja y pobre que dejaste, y toda la hacienda la reparten entre sí los parientes; cómo te ponen sobre un paño en el suelo, o por grande honra en una caja, que te cubren con otro paño funesto y dos o cuatro luces a los lados con un santo Cristo en medio: aplica el oído a los responsos que te dicen, y a los clamores que dan las campanas por ti; mira luego cómo vienen los clérigos, te llevan a enterrar cantando letanías, y acabados los oficios te lanzan en la sepultura en compañía de los otros difuntos, y luego te cubren de tierra, y la igualan con un pisón de madera, o con una losa de muchas arrobas, y te dejan y se van a comer, y a cenar, y a dormir, y a negociar, y tú te quedas allí en aquel lóbrego y estrecho aposento, y poco a poco te van olvidando, como si no hubieras sido; da un paso adelante, y vuelve a mirarte de allí a ocho o quince días, y te hallarás tal, que no te atrevas a mirarte hirviendo de gusanos con un hedor intolerable: esto eres, y en esto has de parar, y este es el fundamento de todas las torres de viento que levantabas de tus estimaciones, y para este cuerpo apercibiste tantos regalos, y por él diste tantos pasos: este es el fin y paradero de todos; estudia en este libro, mírate en este espejo, y saca desengaño para conocer la verdad, y despreciar cuanto el mundo adora, y mira lo que quisieras haber hecho entonces, y haz lo que quisieras haber hecho cuando mueras.


    Padre Alonso de Andrade, S.J




    ________________________________________

    Fuente:IMPRESIONANTE MEDITACIÓN: de la Muerte

  6. #6
    Avatar de Mexispano
    Mexispano está desconectado Miembro Respetado
    Fecha de ingreso
    20 may, 13
    Mensajes
    4,614
    Post Thanks / Like

    Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?

    jueves, 23 de marzo de 2017

    LA MUERTE NO TIENE ENSAYOS



  7. #7
    Avatar de Mexispano
    Mexispano está desconectado Miembro Respetado
    Fecha de ingreso
    20 may, 13
    Mensajes
    4,614
    Post Thanks / Like

    Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?

    sábado, 29 de abril de 2017

    GENERALMENTE, COMO ES LA VIDA... ES LA MUERTE



  8. #8
    Avatar de Mexispano
    Mexispano está desconectado Miembro Respetado
    Fecha de ingreso
    20 may, 13
    Mensajes
    4,614
    Post Thanks / Like

    Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?

    martes, 2 de mayo de 2017

    SANTO TOMÁS MORO DIXIT





Información de tema

Usuarios viendo este tema

Actualmente hay 3 usuarios viendo este tema. (0 miembros y 3 visitantes)

Temas similares

  1. ¿Las Vascongadas fueron alguna vez independiente?
    Por Alejandro Farnesio en el foro Señoríos Vascongados
    Respuestas: 26
    Último mensaje: 22/10/2012, 18:41
  2. ¿Es lo relativo, de alguna manera un absoluto?
    Por Aliocha en el foro Tertúlia
    Respuestas: 4
    Último mensaje: 09/05/2008, 20:35
  3. Otra vez una muestra blasfema... esta vez en México
    Por Don Diego en el foro Hispanoamérica
    Respuestas: 8
    Último mensaje: 07/01/2007, 13:32
  4. "¿HA SIDO CATALUÑA NACIÓN ALGUNA VEZ?"
    Por rey_brigo en el foro Tertúlia
    Respuestas: 14
    Último mensaje: 11/10/2005, 19:31
  5. Otra vez eta, otra vez la vispera de la elecciones.
    Por Sant Marti en el foro Noticias y Actualidad
    Respuestas: 1
    Último mensaje: 18/06/2005, 23:51

Permisos de publicación

  • No puedes crear nuevos temas
  • No puedes responder temas
  • No puedes subir archivos adjuntos
  • No puedes editar tus mensajes
  •