“Yo también me creí filósofo, porque he sido amante de la sabiduría humana y admirador de vanas doctrinas... he golpeado a las puertas de todas las escuelas humanas, me he entregado a todo viento de doctrinas, y no he encontrado sino tinieblas e incertidumbres, vanidades y contradicciones. “He raciocinado con Aristóteles, he querido rehacer mi entendimiento con Bacón, he dudado metódicamente con Descartes, he procurado determinar con Kant lo que me era imposible y lo que me era permitido conocer; y el resultado de mis raciocinios, ha sido que yo no sabía nada y que tal vez no podía saber nada. “Me refugié con Zenón en mi fuero interior, buscando la felicidad en la independencia de mi voluntad, y me hice estoico. En balde.
“Me volví hacia Platón... y en medio de los sueños de virtud, yo sentía siempre en mi seno la hidra viviente del egoísmo que se reía de mis teorías y esfuerzos. “Estaba al punto de perecer, consumido por la sed de la verdad y el hambre del bien. Un libro me ha salvado, un libro que por largo tiempo había despreciado y que no creía bueno sino para los crédulos e ignorantes. He leído el Evangelio de Jesucristo, y he sido sobrecogido de admiración. Las escamas han caído de mis ojos. Ahí he visto al hombre tal cual es y cuál debe ser; he comprendido su pasado, su presente y su porvenir, y me he sentido inundado de júbilo al encontrar lo que la religión me había enseñado desde la infancia y al sentir renacer en mi corazón la fe, la esperanza y la caridad”. [...]"
Bautaín, filósofo e ilustre literato.
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