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Tema: La descristianización de España.

  1. #1
    Avatar de Tradición.
    Tradición. está desconectado Miembro graduado
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    La descristianización de España.

    Magnífico trabajo del profesor José Miguel Gambra sobre la influencia de las causas políticas en la descristianización de España, y estas en su relación con el concilio Vaticano II. Un texto a leer tranquilamente y a meditar.
    Un ejemplo mas de la íntima relación entre religión y política, entre razón y fe. Toda una historia de como se arruina espirtualmente a un pueblo por efecto de una política:

    http://www.carlismo.es/modules.php?n...article&sid=37

    Me gustaría comentarios y debate.

  2. #2
    Gothico está desconectado Miembro Respetado
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    Re: La descristianización de España.

    Me parece un artículo interesantísimo y fundamental para poder hablar con criterio y sin tapujos sobre los verdaderos culpables de la actual catástrofe española de 40 años a esta parte.
    Se comprueba por enésima vez que no hay peor enemigo que el traidor infiltrado que con sus hechos ataca lo que presume defender.
    Reproduzco el artículo, añadiendo la negrita, para resaltar los aspectos más escandalosos de los pasados trapicheos de esos camuflados personajetes .

    EL POSTCONCILIO Y LA DESCRISTIANIZACIÓN DE ESPAÑA1

    José Miguel Gambra

    El Concilio, con sus doctrinas de libertad religiosa, de ecumenismo y de colegialidad, versión religiosa de la libertad, igualdad y fraternidad2, ha conmovido a la Iglesia, de una manera sólo comparable con la transformación producida por la Revolución Francesa en el Antiguo Régimen. La primera consecuencia de estas doctrinas y, sin duda, la más importante, se halla en su capacidad de infectar el alma del creyente, substituyendo la adhesión incondicional del alma a las verdades de la fe por una creencia subjetiva, u opinión, que conlleva, por su propio carácter, la posibilidad de otros puntos de vista igualmente válidos. Esta consecuencia, que produce una inclinación hacia el escepticismo religioso, o hacia el indiferentismo, ha tenido a su vez enormes efectos, cuya amplitud no es fácil valorar.
    Esa vertiente relativista es la que se halla a la base de la disminución del número de creyentes en el mundo occidental, de la disminución terrible de las vocaciones, de la secularización masiva del clero y de los religiosos etc.. Sin embargo, este poder de infección, por cuanto obra desde el interior de los individuos, ha tenido un efecto común en todos los países y en todas las comunidades católicas, aunque de manera diferente en función, entre otras cosas, de la idiosincrasia propia de cada pueblo. En este sentido, quizá, el Concilio ha tenido una repercusión menos profunda entre los españoles, ya que éstos poco acostumbrados a examinar la coherencia interna de su fe, han tendido a mantenerla -aun dentro de su contradicción- con mayor firmeza que en otros lugares.
    El hombre tiene una naturaleza social en todas las dimensiones de su ser, de manera que incluso la fe, en la mayoría de los hombres, sobrevive y florece más abundantemente cuando se desarrolla en el seno de una comunidad católica. Pues bien, en la dimensión social y política es donde el Concilio ha producido un efecto más devastador en España. En efecto, no es necesario detenerse a demostrar que la organización social y política de España está completamente descristianizada; lo está incluso mucho más que en otros países occidentales.
    Recordemos solamente las leyes del divorcio, del aborto, de la manipulación genética, la ley del matrimonio entre homosexuales y de la eutanasia, que el partido socialista ha ampliado, promulgado o tiene intención de hacerlo ; recordemos las leyes sobre la enseñanza que impiden, mucho más que en Francia por ejemplo, la libertad de enseñanza para los católicos; recordemos la repugnante televisión española, sus películas llenas de blasfemias, la pornografía sin freno; recordemos, en fin, la actitud, los discursos y la propaganda decididamente laicista y anticatólica del gobierno actual.
    Esta sociedad, escandalosa incluso para países de tradición liberal y protestante, como los Estados Unidos, ha surgido en pocos decenios de la casi única sociedad que gozaba de una unidad católica aplastante, cuyo gobierno era confesionalmente católico y en la cual no había lugar para la libertad de cultos y la propaganda por parte de los incrédulos; donde se enseñaba la religión católica en todas las escuelas y donde la pornografía estaba completamente prohibida. ¿Cómo una sociedad puede ser corrompida de manera tan profunda, y en tan poco tiempo, sin que una guerra, una invasión o algún otro cataclismo haya intervenido?

    La explicación es bien fácil y simple: es la Iglesia, la Iglesia del Vaticano II, la que ha producido la descristianización de España. No hay que buscar otra causa más directa. Este curioso fenómeno, tan particular, casi único en el mundo y en la historia, es de lo que entiendo que debo hablar aquí pues seguramente esta es la razón por la cual los organizadores de este congreso han querido que se hable de España.

    ANTECEDENTES
    Hay que hacer un poco de historia para comprender la posición de España antes del Concilio. España ha sido seguramente uno de los países más católicos de Europa en los tiempos llamados modernos. Ha sido, al mismo tiempo, freno del protestantismo y del imperio turco; ha evangelizado América y otros lejanos países. Y, aunque las guerras que ha hecho en defensa de la cristiandad han acabado mal, aunque, a partir de la paz de Westfalia, ha tenido que encerrarse progresivamente dentro de ella misma, de manera que su presencia en Europa se fue contrayendo, hasta su casi completa desaparición del concierto de naciones durante el siglo XIX; a pesar de todo ello, ha mantenido su fe católica, como elemento sustancial de su alma comunitaria y como fundamento de su unidad. Verdad es, con todo, que las capas sociales más distinguidas han soportado mal el peso de este confinamiento y han intentado, durante el siglo XVIII, introducir las ideas de la Ilustración e, inficionadas de ideas revolucionarias, han controlado la política durante todo el siglo XIX. Pero todo este fenómeno ha sido, si puede decirse, epidérmico en el cuerpo social de España.

    Las guerras más importantes que España ha sufrido en estos dos últimos siglos son buena prueba de ello, pues no cabe comprenderlas más que como sublevaciones populares contra las ideas revolucionarias. En cierta medida, la guerra contra la Convención podía inscribirse ya en el rosario de esas guerras religiosas. También la guerra de 1821, la primera guerra civil de España, tenía un origen popular contra la instauración de la constitución liberal hecha nacida del levantamiento de Riego. Pero son sobre todo las guerras carlistas son testimonio de la separación entre la oligarquía cortesana y el catolicismo popular. Estas guerras tenían una vertiente dinástica, pero ésta no era más que una anécdota por relación a sus motivaciones ideológicas profundas: la lucha contra el liberalismo y las llamadas libertades modernas. Para convencerse de ello, he elegido dos textos, lejanos en el tiempo, de los miembros de la dinastía carlista; uno de ellos es de la Princesa de Beira3, que decía:

    "Ténganse allá otras naciones con sus constituciones sus leyes y sus costumbres, y no pretendan neciamente plantar y hacer fructificar igualmente la misma planta en diferentes climas, pues en éste morirá lo que en otro prospere; la planta de nuestra nacionalidad tiene aquellas tres profundas raíces: religión, patria y rey; y si a estas queremos sustituir con las contenidas en la fementida fórmula francmasónica: libertad, igualdad, fraternidad, entonces no mejoramos la planta, sino que la destruimos."
    El otro pertenece al rey Alfonso Carlos, con ocasión de la constitución republicana de 1931:
    "Católico sin distingos, como lo fueron siempre todos los de mi familia, yo proclamo (… ) todos los derechos de la Iglesia Católica, tales como corresponden a su soberanía espiritual perfectamente indiscutible en el seno de un pueblo como el nuestro, el más católico de todos los pueblos de la tierra, y, por lo mismo, rechazo con todas las fuerzas de mi alma el principio de la libertad de cultos consignada en la Constitución" 4.
    Las armas no fueron favorables a este movimiento popular durante todo el siglo XIX; mas no por ello desapareció. El carlismo sobrevivió a la última de las guerras carlistas con una vitalidad muy grande, a veces como partido parlamentario, a veces sólo como organización más o menos tolerada por los gobiernos liberales, progresistas o moderados. Su constancia se vio recompensada en la guerra de 1936, en la cual los carlistas tuvieron una participación decisiva con sus 100.000 voluntarios. Esta participación le permitió, ya durante la preparación de la sublevación con otras fuerzas políticas y militares, poner las condiciones que dieron un tono fundamentalmente religioso a esta conflagración. Ya durante la guerra, el gobierno de Franco recibió la influencia de diferentes fuerzas políticas constitutivas del frente nacional y de las tendencias políticas de moda en toda Europa.
    En el terreno de la política, el caudillo se inclinó decididamente a favor de los falangistas, del fascismo italiano y del nacional-socialismo germánico, lo cual tuvo por consecuencia la ilegalización de los tradicionalistas durante todo el régimen. Sin embargo, éstos mantuvieron su existencia como Comunión Tradicionalista, y ejercieron una influencia oficiosa en el gobierno que nombraba ministros tradicionalistas como, por ejemplo, el conde de Rodezno. Gracias a esa influencia se produjo la inclusión de la confesionalidad del Estado entre los Principios del Movimiento. En efecto, el segundo de estos principios establece la sumisión del Estado a la Iglesia y la verdad de la religión católica. Y lo establece no como un hecho sociológico, ni como un acuerdo nacido de un pacto constitucional, sino como una verdad sin más:

    La nación española considera que es un título de gloria su sumisión a la ley de Dios, conforme a la doctrina de la Iglesia Católica y Romana, que es la única verdadera y que es la sede inseparable de la conciencia nacional que inspirará su legislación
    De igual manera es evidente la inspiración tradicionalista sobre el artículo 6 del Fuero de los Españoles, que dice lo siguiente:
    La profesión y la práctica de la religión católica, que es la del Estado Español, gozará de la protección oficial. Nadie podrá ser molestado por sus creencias religiosas ni en el ejercicio privado del culto. No se permitirán ninguna ceremonia pública más que las que la religión católica.
    Y es evidente esa influencia porque ninguna de las otras fuerzas que se integraron en el Levantamiento del 36 había nunca defendido, con esa nitidez, la unidad católica y la confesionalidad del Estado. Estas leyes, así como el Concordato firmado con la Santa Sede en 1953, manifiestan una relación con la Iglesia "que no es meramente contractual, del do ut des, puesto que las concesiones expresaban la confesionalidad interna de un Estado que consideraba un deber hacer más fáciles la vida y la formación religiosa de los ciudadanos"5.
    No se puede pedir más en el terreno de los principios, y también en su aplicación al comienzo del Estado franquista, pues sólo cabe decir que fue extremadamente favorable a las tesis católicas: volvieron los jesuitas expulsados durante la República, se restituyeron los bienes de la Iglesia, se abrogó la ley del divorcio y se estableció la enseñanza religiosa oficial. Cabe, pues, decir que la unidad religiosa de España fue completamente reconstruida. Los ideales de la doctrina social de la Iglesia, que se identifican a los ideales del tradicionalismo o del carlismo, tras tantas guerras y sacrificios, tuvieron finalmente una realización en España casi única durante el siglo XX, por lo menos en lo que se refiere a las relaciones entre la Iglesia y el Estado.

    Sin embargo, esta realización no duró en su apogeo más que 20 años, o menos, pues la decadencia empezó muy pronto por la presión que ejercieron los adversarios interiores y exteriores. En el interior, las fuerzas que intervinieron en la sublevación no comulgaban todas con la visión religiosa de la política característica de los tradicionalistas. Por ejemplo, la inclinación fascista del régimen produjo una importante orientación de las fuerzas de la juventud hacia la exaltación del Imperio y del Caudillo. Por otro lado, la penetración del liberalismo católico de Maritain en la democracia cristiana procedente de la CEDA, y de organizaciones similares, preparaba ya el camino que debía recorrer más tarde la democracia aconfesional en España6.
    Pero la presión exterior era mucho más fuerte. El régimen español, tras la Segunda Guerra Mundial, se halló de nuevo contra corriente, pues fueron sus aliados del 36 los vencidos en el 45. Tras la época del bloqueo, las dos grandes potencias iniciaron la guerra fría y cada una intentó, por procedimientos diversos, controlar el régimen de Franco. Los Estados Unidos, por medio de la alianza y de la ayuda económica, introdujeron de nuevo las ideas democráticas en las más altas capas de la sociedad y entre algunos políticos. Al mismo tiempo hicieron una fuerte presión en el gobierno para dulcificar la prohibición del culto externo no católico7. Por su parte la URSS y las tendencias izquierdistas de la política europea revitalizaron, en la ilegalidad, los partidos de izquierda, similares a los de antes de la guerra.
    Como respuesta a todas estas presiones, el gobierno se inclinó, en 1957, a seguir la vía tecnocrática que quería esconder, bajo vestiduras de eficacia sin ideología, el designio de minimizar las diferencias que el régimen de Franco tenía con otros países europeos. Esto constituyó una evidente decadencia en los principios que habían inspirado la sublevación. A pesar de ella, y de las imperfecciones crecientes del gobierno y de la sociedad española, el régimen nacido de la guerra del 36 hubiera podido enderezarse, si no se hubiera producido un acontecimiento inconcebible, ante el cual los españoles se hallaban completamente inermes. Me refiero al Concilio Vaticano II. Como señala el segundo principio del movimiento, mencionado antes, las leyes españolas se inspiraban en la fe católica, a favor de lo cual lucharon los tradicionalistas, guerra tras guerra, hasta su realización. Lo que no resultaba concebible era que la Iglesia se desinflara hasta el punto de mantener las doctrinas contra las cuales habían luchado los carlistas, inspiradores del régimen en la cuestión religiosa.

    A decir verdad, los tradicionalistas tenían buenas razones para desconfiar de la política del Vaticano, al cual sabían que, en ocasiones, era necesario oponerse 8 . Pero a lo que los españoles no estaban en absoluto preparados para enfrentarse era a documentos doctrinales.

    LOS HECHOS
    Tras todas estas observaciones sobre los precedentes del Concilio, necesarias para entender la repercusión muy especial que tuvo en España, debemos ahora considerar en que consistió esa repercusión y por qué caminos llegó a producirse.
    Cuando el Concilio fue anunciado, numerosos católicos esperaron una renovación de la Iglesia, cuya atonía era una de las causas de la decadencia en España. Por su parte los obispos españoles, como señala Mons. Iniesta, fueron al Concilio con el convencimiento de que se trataba simplemente de firmar y de volver a casa. Esta confianza ciega, tan característica de los católicos españoles, sufrió una rápida decepción cuando, desde las primeras sesiones, los obispos de la Europa central dominaron, con su maravillosa organización, el desarrollo del Concilio.
    Lo que la prensa hizo conocer sobre el futuro documento de la libertad religiosa, cuya importancia era inmensa para el régimen español, desencadenó un buen número de acciones contra esa futura declaración. Algunos obispos, como los de Bilbao, Granada, Tenerife, Las Palmas y Barbastro, publicaron cartas pastorales contra la libertad religiosa, antes incluso de que el Concilio hubiera votado la declaración Dignitatis humanae. Por otra parte, algunos representantes de la Comunión Tradicionalista publicaron un documento titulado El Carlismo y la Unidad Católica, donde defendían la unidad religiosa, la confesionalidad del Estado y en el cual se decía "que no era conveniente modificar la situación de las confesiones no católicas en España"9.
    En respuesta a ciertas maniobras para introducir una ley en libertad religiosa en ese mismo momento, el Ministro de la Presidencia, Carrero Blanco, señaló, ante el Consejo de Ministros, que "nuestra unidad política está fundada sobre todo sobre nuestra unidad religiosa" y, con palabras que parecen hoy proféticas, añadió: "lo que interesa (a los enemigos de España) es abrir una brecha en nuestra unidad religiosa, pues esto sería lo mismo que abrir una brecha en nuestra unidad política".

    Estas defensas de la unidad católica no ejercieron influencia alguna sobre el Concilio, que aprobó la declaración de libertad religiosa el 8 de diciembre de 1965, como todo el mundo sabe. Lo que no es tan conocido es el documento aprobado ese mismo día, por los obispos españoles todavía reunidos en Roma10. En ese texto, los prelados de España presentan la vertiente más moderada de la Declaración, con el fin de apaciguar el descontento del catolicismo español. Cito algunas frases, porque ilustran muy bien el giro copernicano que implica esta declaración:
    "el derecho a la libertad religiosa, según el Vaticano II, está fundado en la dignidad de la persona humana. Su reconocimiento es parte del bien común de toda sociedad civil (n. 37). La libertad no se opone ni a la confesionalidad del Estado, ni a la unidad religiosa de una nación (…). Y la misma declaración, al referirse al caso concreto en que, "consideradas las circunstancias peculiares de los pueblos, se conceda a una comunidad religiosa un especial reconocimiento civil en la ordenación jurídica", admite de hecho la confesionalidad, a condición de que, "al mismo tiempo se reconozca y respete a todos los ciudadanos y comunidades religiosas el derecho a la libertad en lo religioso" (n. 39).
    Estas frases son muy instructivas, pues manifiestan con toda claridad como la declaración transforma en tesis lo que antes del Concilio era hipótesis y a la inversa. En la enseñanza tradicional, la confesionalidad y la prohibición de libertad de cultos era un deber del Estado; y la libertad religiosa era algo permitido en circunstancias especiales. Ahora, al contrario, la libertad religiosa es un deber; y la confesionalidad, lo que se tolera en algunos casos. La situación en España cambia, pues, de valoración, de manera que si antes era un modelo de realización de la enseñanza de la Iglesia, el Concilio la convierte, a lo sumo, en objeto de una tolerancia circunstancial, incluso en el caso de conceder la libertad de cultos.

    Como he dicho antes, la declaración de libertad religiosa conlleva un peligro común a todos, puesto que roe en el interior de la conciencia la firmeza de la fe. Pero en el dominio de su influencia social y política su efecto no es el mismo para todos, pues, como lo han señalado algunos tradicionalistas, su efecto es muy diferente: 1) en países como los de Europa, donde la libertad religiosa ya se daba por la fuerza de las circunstancias; 2) en países como los Estados Unidos, donde la expresión "libertad religiosa" significa la libertad para los católicos en relación a la persecución de las sectas protestantes y 3) países como España, donde esta libertad significa la libertad de difusión de las religiones falsas. En los países de este último tipo, la libertad implica no solamente la proliferación de sectas de todo tipo y la consecuente apostasía de muchos creyentes, sino que también tiene el efecto de desacreditar un poder político que ha mantenido, para seguir a Roma, las leyes que Roma desautoriza ahora.

    En España, se ha llamado "transición" a la transformación del régimen político surgido de la guerra, uno de los más perfectamente católicos del siglo XX, en un régimen fundado sobre la Constitución de 1978, que es un sistema de los más laicos existentes en la actualidad. Entre los historiadores de este período algunos se preguntan cuándo empezó la transición: si fue a la muerte de Franco o en el momento del asesinato de Carrero Blanco. Yo creo que lo más justo es decir que la transición empezó, no en España, sino en Roma, y precisamente el día en que se aprobó la Declaración de Libertad Religiosa. Y el motor de esta transición no ha sido el rey Juan Carlos, como suele afirmarse, sino la Iglesia Romana, cosa que los prelados españoles señalan hoy en muchas ocasiones, con la pretensión de atenuar la violencia laicista del gobierno de Zapatero. Pues, en España, sólo la Iglesia tenía un poder moral e incluso político, conferido por el Estado mismo, para producir semejante transformación de la sociedad y de la política.
    Los eclesiásticos españoles, en efecto, no se limitaron a forzar al gobierno para introducir la ley de libertad religiosa, cosa que obtuvieron en 1967, sino que yendo mucho más allá de la letra del Concilio, dirigieron todo el movimiento que acabó con la aprobación de la Constitución. La situación es, sin duda, un tanto paradójica, pues los eclesiásticos utilizarán todos los resortes de propaganda y de enseñanza que una sociedad católica tradicional da a la Iglesia, para dirigir esa sociedad hacia un régimen constitucional neutro.


    Los mecanismos por medio de los cuales se produjo esta intervención decisiva en la Iglesia han sido, a mi juicio, los siguientes:
    1) El estupor paralizante que afectó al clero español después del Concilio, unido a la colegialidad introducida por éste, produjo una especie de unificación y de disciplina común en la actividad pública de la Iglesia, de la cual solamente algunos obispos escaparon 11. Esta unificación, que logró muy pronto acallar a los disidentes, se produjo gracias a la formación de la Conferencia Episcopal Española. Esta entidad será dominada por los obispos más audaces con el apoyo de Roma, que tendrá la obsesión de sustituir a los obispos tradicionales por obispos más "abiertos". Utilizará los medios de comunicación de una manera que corresponde más a un partido político que a una institución eclesiástica: harán constantes declaraciones a la prensa, sobre todos los aspectos de la vida política y social, adoptando posiciones dudosamente en consonancia con el Concilio, pero utilizando sistemáticamente su autoridad. De esta manera la Conferencia Episcopal llegó a acaparar toda la autoridad de la Iglesia, relegando la verdadera autoridad de los obispos en sus diócesis respectivas.

    2) Las líneas de acción de la Conferencia Episcopal o de los obispos que la dirigían han sido las siguientes:
    A) Han utilizado las prerrogativas y la autoridad, que la Iglesia tiene en un país confesionalmente católico, para influir sobre las autoridades civiles con el fin de introducir el régimen democrático y obtener una completa separación entre Iglesia y Estado. Uno de los casos más flagrantes fue el de Mons. Tarancón que utilizó la homilía de entronización de Juan Carlos para pedir "que las estructuras políticas ofrezcan a todos los ciudadanos la posibilidad de participar libre y activamente en la vida del país y en las decisiones concretas de gobierno". Es decir, empleó su situación privilegiada en un régimen católico para presentar como deseo de la Iglesia la evolución hacia una democracia de partidos políticos 12.
    Hay un texto de Mons. Iniesta sobre los procedimientos de la Iglesia durante este tiempo, que merece ser citado:
    Yo creo que en eso (el referéndum de la Constitución) y en otras muchas cosas, los políticos tuvieron momentos de duda, de vacilación, y sin embargo tanto la política de Tarancón como la del episcopado, la de la Conferencia Episcopal Española fue la de apoyar y estimular que se continuara con el cambio, y concretamente al Rey se le apoyó muchísimo, de manera delicada y privada13.
    Es decir que, como ellos mismos declaran, los obispos sostuvieron moralmente a esos políticos y a ese rey, que habían jurado los Principios del Movimiento, para atenuar los justificados remordimientos que sentían al jurar los principios contrarios, contenidos en la Constitución de 1978.
    B) Utilizaron su autoridad, sobre un pueblo mayoritariamente católico, para prefigurar los partidos que iban a consolidarse como partidos con representación parlamentaria. Como Mons. Guerra Campos ha señalado14, la Conferencia Episcopal decidió contribuir a la coexistencia pacífica de los españoles impidiendo que los católicos, es decir la mayoría del pueblo, pudieran agruparse como católicos en una formación política, y prefirieron que se insertarán en otras organizaciones cualesquiera. Es decir, que los católicos tenían que ejercer su influencia solamente desde el interior de partidos no católicos. Esto fue llevado a la práctica por un doble juego que consistía, de una parte, en defender la libertad de los católicos que trabajaban en partidos no católicos y, de otra, en desaprobar los partidos católicos.
    Es necesario observar que hay una disparidad entre los partidos laicos, que no necesitan del apoyo eclesiástico, y los partidos católicos que defienden un programa acorde con la doctrina social de la Iglesia y tienen, por tanto, necesidad de su apoyo o, al menos, de su silencio.

    El método sistemáticamente seguido por la Conferencia Episcopal consistirá, de un lado, en defender la libertad de los políticos de ideología laica es decir de los marxistas, socialistas, liberales y separatistas, y defender su derecho de presentarse libremente a las elecciones 15. Quizá el caso más sangrante fue el del obispo de Bilbao, Mons. Añoveros, que publicó una carta pastoral donde defendía el derecho de libertad de los vascos "en el conjunto de los pueblos que constituyen el Estado español" lo cual equivalía, en su contexto, a una manifiesta defensa del separatismo vasco.
    Cuando el gobierno de Arias Navarro decidió expulsar a este obispo por su ataque a la unidad de España, la Conferencia Episcopal escribió un documento amenazando de excomunión a las autoridades políticas. También debe señalarse que, a la par, numerosos católicos y sacerdotes se inscribieron en partidos de izquierdas, sin que la Conferencia Episcopal les molestará en lo más mínimo.


    Por otro lado, para acallar y someter a los partidos y grupos de católicos que defendían las doctrinas tradicionales de la Iglesia, la Conferencia, o su presidente Tarancón, no economizaron las descalificaciones y pusieron todos los obstáculos que tuvieron a su alcance para evitar la formación de tales grupos, o para frenar su influjo sobre los católicos. Las expresiones despectivas de Tarancón contra, por ejemplo, Fuerza Nueva, y las dificultades que la Conferencia presentó para la legalización de la Hermandad Sacerdotal16, son algunos de los ejemplos más llamativos.

    Por su parte el Vaticano no hacía nada para limitar la interpretación extrema del Concilio hecha por los obispos españoles. Al contrario, manifestó repetidamente una animadversión profunda contra la España tradicional. Por ejemplo, en 1965 Pablo VI regaló a Turquía las banderas de Lepanto, condenando, al mismo tiempo, las guerras de religión 17; en 1974 atacó, una y otra vez, en sus discursos al régimen de Franco, al paso que sistemáticamente arrinconaba a todos los obispos que no se plegaban a las directrices, que provenían de él mismo y eran ejecutadas por el nuncio, Mons. Dadaglio, para implantar en España una democracia18. En fin, justo antes de la aprobación de la constitución atea de 1978, una delegación del gobierno, con el presidente Suárez a la cabeza, fue recibida en Roma, donde el cardenal Cassaroli le hizo saber que el Vaticano era favorable a una constitución aconfesional. Da, pues, la impresión de que, como un autor tradicionalista preveía ya en 1965, el abandono de la unidad religiosa de España ha sido, para la Roma progresista, el chivo expiatorio que había de entregarse al mundo moderno para que éste le perdonara su constantinismo de tiempos pasados 19.
    Por su parte los grupos de católicos tradicionales, poco poderosos por cierto, ya que, en cierta medida, se habían quedado adormecidos tras la victoria del 36 y no habían sido favorecidos por la estructura vertical del poder en tiempos de Franco, se vieron en la perplejidad al tener que elegir entre la adhesión incondicional a Roma y la adhesión a la tradición.
    Esa perplejidad se solventó, en la mayoría de los casos, a favor de la obediencia ciega, pues con ella se cree transferir la responsabilidad propia al superior, y la conciencia espera quedarse tranquila
    . De ello se encuentra un buen ejemplo entre la actitud de los españoles con ocasión de los viajes de Mons. Lefebvre a España: antes de la suspensión de este obispo en 1978, su presencia convocaban multitudes se llegaban a impedir la circulación en el centro de Madrid; algunos meses más tarde, tras la condenación, se presentó un libro sobre Mons. Lefebvre20 en un cine con una asistencia más bien pobre.

    Este mismo espíritu de obediencia ciega es el que, sin duda, está a la base del fracaso de los partidos tradicionales y del éxito completo de la estrategia de Tarancón en la Conferencia Episcopal, de
    Dadaglio en la Nunciatura e incluso del Papa en Roma. En el referéndum para aprobar la Constitución, los votos fueron favorables en un noventa y tantos por ciento y, en las primeras elecciones, ningún partido próximo al franquismo, sea tradicionalista o no, obtuvo representación parlamentaria. Ni siquiera la democracia cristiana.

    Para terminar con esta triste historia cabe preguntar cuál ha sido la situación de la Iglesia oficial en España en estos últimos años. Su oposición a la existencia de la confesionalidad, incluso en el seno de los partidos políticos21, tuvo como resultado que la Iglesia careciera en absoluto de poder legal para influir sobre el gobierno. ¿Cuál ha sido, pues, su actitud entre las materias comunes al Estado y a la Iglesia? La respuesta es que esa actitud ha sido tortuosa en la práctica y oscura en la doctrina. Pues la Iglesia había defendido su separación del Estado, bajo pretexto de obtener su propia libertad. Pero en la práctica ha tratado de mantener ciertos privilegios22, cosa que, por cierto, los gobiernos laicos anteriores a Zapatero se apresuraron a conceder. Quizá esta condescendencia se produjo a cambio de una beligerancia moderada y de una dosis de ambigüedad doctrinal suficiente como para desalentar cualquier empresa política seria procedente de la gran masa católica que todavía existe en España.
    Hoy, ante el desastre de este gobierno socialista, a los prelados españoles les ha bastado con mover un vergonzante dedo a través de entidades interpuestas, para verse apoyados por masas de católicos, en manifestaciones multitudinarias. Pero son incapaces de explotar esa ventaja, por culpa de los principios de aconfesionalidad del Estado y de libertad religiosa, por su aceptación de las doctrinas de la dignidad de la persona y de los derechos humanos, todo lo cual no es más que un racimo de quistes paralizantes, sin cuya ablación no cabe esperar que dirijan, o favorezcan, la recta acción política de los católicos.

    Por eso termino recordando que, como en otro tiempo hicieron los carlistas y los cristeros, tenemos la obligación de luchar por los derechos de Dios y de la Iglesia, aunque la mayoría de los curas y de los obispos nos niegue su bendición.


    [1]<!--[endif]--> Agradezco la inapreciable ayuda que me han prestado Manuel de Santa Cruz y Santiago Barco en la redacción de este artículo.
    [2]<!--[endif]--> Como solía decir Mons. Lefebvre.
    3]<!--[endif]--> "Mi carta a los Españoles, 25 de septiembre de 1864", en Antología de los documentos reales de la Dinastía Carlista. M. Ferrer ed., Editorial Tradicionalista, Madrid 1951, p. 161.
    [4]<!--[endif]--> "Manifiesto a los Españoles, 6 de enero de 1932", ibid. P.40
    [5]<!--[endif]--> GUERRA CAMPOS, J., "Franco y la Iglesia Católica. Inspiración cristiana del Estado", en El legado de Franco, Fundación Nacional Francisco Franco, Madrid 1977, p. 125
    [6]<!--[endif]--> Esta influencia del liberalismo católico afectó también a otras formaciones políticas. El caso más notable y doloroso para la Comunión Tradicionalista fue el de D. Carlos Hugo que, reconocido como príncipe heredero por amplios sectores del carlismo, trató de importar las ideas progresistas y tuvo serios enfrentamientos con los dirigentes de la Comunión (SANTA CRUZ, M. de, Apuntes y documentos para la Historia del Tradicionalismo Español. 1936-1966, t. 24, p.46 ss. y 152).
    [7]<!--[endif]--> Lo cual dio lugar a una serie de roces muy significativos en el seno del gobierno y entre éste y la Comunión Tradicionalista (GAMBRA, Rafael, Tradición o Mimetismo, Instituto de estudios Políticos, Madrid 1973, p. 273 ss.).
    [8] Los tradicionalistas ya tenían buenas razones para desconfiar de la política vaticana. Porque, en muy importantes y repetidas ocasiones, el Vaticano dejó al carlismo en situación muy desairada. Así ocurrió en 1884, unos pocos años después de la segunda guerra carlista, cuando una peregrinación española a Roma, constituida, sobre todo, por carlistas que se habían sacrificado enormemente durante la guerra, tuvo la desagradable sorpresa de que León XIII les recomendara a que se pusieran a las órdenes de la muy católica reina regente, María Cristina. De vuelta a España esos carlistas contestaron a León XIII que se someterían a María Cristina en cuando él reconociera la casa de Saboya. Durante esa época, los curas vascos y navarros rezaban, al final del rosario, una oración "para la conversión del Papa León XIII". Es de notar que, entre las jerarquías eclesiásticas, viene a ser bastante frecuente, bendecir a los ejércitos cuando salen en su defensa y pactar, por detrás, con el poder constituido, en cuanto se sienten a salvo. Así ocurrió, en 1929, con los cristeros mejicanos.
    [9]<!--[endif]--> SANTA CRUZ, M. de, op. cit., t. 25 (I). p 190 ss.
    [10]<!--[endif]--> Declaración colectiva del Episcopado español para la etapa postconciliar, en Concilio Vaticano II, Biblioteca de autores Cristianos, Madrid 1976, p. 863 ss.
    [11]<!--[endif]--> Y también una buena parte del clero que se unió en la Hermandad Sacerdotal.
    [12]<!--[endif]--> Debe señalarse que esta homilía, pronunciada en la iglesia de los Jerónimos algunos días después de la muerte de Franco no fue un acto personal, pues fue escrita por un grupo de religiosos entre los cuales estaba Fernando Sebastián, J.L. Martín Descalzo y J.M.Martín Patino. Tarancón se limitó, al parecer a leerla (La Vanguardia Digital. "La agonía del Franquismo". Entrevista a Martín Patino).
    [13]<!--[endif]--> Entrevista de J. Fariñas a Mons. Iniesta el 29-9-05, www.jccm.es, p.4
    [14]<!--[endif]--> GUERRA CAMPOS, J., "Franco y la Iglesia Católica. Inspiración cristiana de Franco", en El Legado de Franco, Fundación Nacional Francisco Franco, Madrid 1997, p. 157
    [15]<!--[endif]--> GUERRA CAMPOS, J., La Iglesia en España (1936-1975) Boletin oficial del obispado de Cuenca 5, Mayo 1986, p. 75.
    [16]<!--[endif]--> Historia de un gran amor a la Iglesia no correspondido, Hermandad Sacerdotal Española, 1990, passim.
    [17]<!--[endif]--> ULIBARRI, J., Los fideicomisos de Lepanto, Siempre p'alante, 527, 1 octubre 2005, p. 3
    [18]<!--[endif]--> PIÑAR, B., Mi réplica al Cardenal Tarancón, FN editorial, Madrid 1998, p. 132.
    [19]<!--[endif]--> GAMBRA, Rafael, La unidad religiosa y el derrotismo católico, Editorial católica española, Madrid. 1965, p. 139
    [20]<!--[endif]--> Mons. Lefebvre. Vida y pensamiento de un obispo católico, J. M. Gambra (ed.), Editorial Vassallo de Mumbert, Madrid 1980
    [21]<!--[endif]--> Esto lo mantiene todavía hoy el actual Presidente de la Conferencia Episcopal.
    [22]<!--[endif]--> CASTILLO J.M., La Iglesia en España en los últimos 25 años, www.fundacionsantamaria. org/Castillo.htm, p. 4ss.
    Última edición por Gothico; 03/01/2007 a las 23:59
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  3. #3
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    Re: La descristianización de España.

    la declaración de libertad religiosa conlleva un peligro común a todos, puesto que roe en el interior de la conciencia la firmeza de la fe. Pero en el dominio de su influencia social y política su efecto no es el mismo para todos, pues, como lo han señalado algunos tradicionalistas, su efecto es muy diferente: 1) en países como los de Europa, donde la libertad religiosa ya se daba por la fuerza de las circunstancias; 2) en países como los Estados Unidos, donde la expresión "libertad religiosa" significa la libertad para los católicos en relación a la persecución de las sectas protestantes y 3) países como España, donde esta libertad significa la libertad de difusión de las religiones falsas.


    Creo que ese falso y (anatematizado por el Magisterio) concepto de libertad religiosa, erróneamente implantada por el Vaticano II, es el punto decisivo del giro copernicano que dio el catolicismo en cuestión de sólo un año; algo que puso, literalmente cabeza abajo todo la doctrina Católica en materia política y social, pero que únicamente en países confesionalmente católicos entonces como España, Portugal e Italia tuvo realmente relevancia.
    Concretamente en España eso suponía acabar, así, sin más, un buen día de 1965, y ¡¡entre aplausos vaticanos!! con nada menos que 14 siglos de confesionalidad católica (desde el rey Recaredo), y de monarcas defensores del catolicismo.

    Pues en otros países "católicos" como Francia o Alemania, la cuestión estaba zanjada, "de facto" contra los católicos desde mucho tiempo atrás, y la declaración conciliar sólo suponía relevar esa situación "de facto" a la teoría. Por ello, allí no supuso nada relevante esa declaración.

    También esa pseudo-"libertad religiosa" aparte de contradecir heréticamente, al Magisterio Tradicional de la Iglesia, y a infinidad de encíclicas anteriores, contenía un trasfondo aun muchísimo más grave, en relación con las relaciones Iglesia Estado: que se sobreentendía que la Iglesia entregaba al Estado (por supuesto masónico-liberal, o sea laico) todo lo relacionado con la política, de modo que a partir de entonces se sobreentiende que ¡¡incluso una nación de un 99% de católicos debería estar sometida a un Estado laico; o sea, a un 1% de liberales!!.. es decir: un 99% de católicos deben quedar sometidos a leyes laicas incluso anticatólicas (...y, "curiosamente", ahí no vale apelar a la democracia de las mayorías, no señor... no sea que se nos cabreen los masones y nos quemen las Iglesias...), sino que siempre los católicos deben quedar sometidos a los masones, "porque la política", dirían los curas, "no debe estar mezclada con la religión" (o sea, enrevesando y disimulando ellos bastardamente la simplicidad de la doctrina tradicional sobre la cooperación sana que debe haber entre la Iglesia y el Estado).
    Sobre este tema ningún "católico" ha opinado, que yo conozca, y todos parecerían asumirlo como una excepcional "fatalidad" de la democracia: "que todo por mayorías ...excepto en lo tocante a religión"; ¡¡qué "casualidad"!! ¿verdad católicos ?

    Conclusión : que entre que los masones, cabreados, empiecen a quemar iglesias (dado un Estado confesional) o que se descristianice una nación a sabiendas... optan por esto último (¡¡vaya unos "buenos pastores que dan la vida por sus ovejas"!!)

    Y ese trasfondo de dictadura masónica, consentida y asumida por la Jerarquía, es lo que esa misma Jerarquía católica nunca confesará... le sale más fácil decir cuatro banalidades mentirosas y vacías a sus sufridos, traicionados (..pero ya, tras tantos años, al fin ¿cómodos?) feligreses.


    el Ministro de la Presidencia, Carrero Blanco, señaló, ante el Consejo de Ministros, que "nuestra unidad política está fundada sobre todo sobre nuestra unidad religiosa" y, con palabras que parecen hoy proféticas, añadió: "lo que interesa (a los enemigos de España) es abrir una brecha en nuestra unidad religiosa, pues esto sería lo mismo que abrir una brecha en nuestra unidad política".


    Más claro el agua. Esa es y fue la única unidad de España. Fuera de eso, las taifas actuales.
    El catolicismo es y fue el termómetro de la idea de España. Más catolicismo, más España; menos catolicismo, menos España.
    Los hechos son tozudos.
    Última edición por Gothico; 04/01/2007 a las 01:23
    raolbo y Pious dieron el Víctor.

  4. #4
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    Re: La descristianización de España.

    Ciertamente, un artículo excelente. Habrá que difundirlo todo lo que sea posible.
    Aquí corresponde hablar de aquella horrible y nunca bastante execrada y detestable libertad de la prensa, [...] la cual tienen algunos el atrevimiento de pedir y promover con gran clamoreo. Nos horrorizamos, Venerables Hermanos, al considerar cuánta extravagancia de doctrinas, o mejor, cuán estupenda monstruosidad de errores se difunden y siembran en todas partes por medio de innumerable muchedumbre de libros, opúsculos y escritos pequeños en verdad por razón del tamaño, pero grandes por su enormísima maldad, de los cuales vemos no sin muchas lágrimas que sale la maldición y que inunda toda la faz de la tierra.

    Encíclica Mirari Vos, Gregorio XVI


  5. #5
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    Re: La descristianización de España.

    Añado este artículo dirigido en la misma línea:

    Ecumenismo dentro de un orden
    Pablo Molina


    El ecumenismo en la Iglesia Católica no es un descubrimiento de los padres conciliares del Vaticano II (una desgracia como otra cualquiera), sino un objetivo perseguido a lo largo de su historia desde Nicea en el Siglo IV. La diferencia es que, durante mil seiscientos años, todos los concilios ecuménicos de los católicos han ido encaminados a la consecución de un objetivo muy claro: la conversión de los otros.

    En cambio, después del último concilio resulta que ya no es necesaria la conversión a la fe de Jesucristo, ya que todas las religiones permiten el acceso al paraíso, que por lo visto debe estar distribuido en secciones, unas con huríes prestas a ser desvirgadas por quienes se inmolan asesinando a un puñado de infieles, otras con los grandes ascetas de la Historia en plan comité de bienvenida para los católicos y, en fin, otras más con servicio lisérgico variado para alcanzar el nirvana en cuestión de segundos, destinado a los pacifistas con pretensiones trascendentes y otros chorraprogres de la New Age.


    En este esfuerzo ecuménico de la Iglesia de Roma desde el Vaticano II, destaca el hecho de que quienes han tenido que transigir con sus dogmas han sido únicamente los católicos. Un ejemplo palmario: la protestantización de la Misa tradicional, hasta convertirse en la actual cena asamblearia con guitarritas y canciones de los beatles adaptadas por el equipo de meapilas habitual. Los demás han seguido siempre practicando sus ritos y desarrollando su teología sin preocuparse del resto de confesiones, seguros de que la suya es la única que facilita la salvación.


    En este estado de cosas, lo más natural es que los musulmanes exijan poder utilizar los lugares de culto católico para sus ceremonias, especialmente en espacios emblemáticos como la Mezquita de Córdoba, en sí mismo un monumento muy dado a este tipo de festivales dado lo peculiar de su historia. Es cierto que la actual catedral está levantada en la Mezquita construida en el siglo octavo por los omeyas cordobeses, como lo es que la propia Mezquita "expropió" para su nuevo destino la catedral visigótica de San Vicente Mártir, entonces existente en aquel solar y probablemente destinada no al culto católico, sino a la herejía arriana.


    Pero cuando se habla de ecumenismo y diálogo interreligioso, debería partirse de la necesidad de que éste se produzca en ambas direcciones, porque los musulmanes son muy suyos a la hora de prestar sus lugares de oración al resto de confesiones. De hecho, consideran un delito civil practicar públicamente una religión distinta a la suya, actitud muy pía para con el legado del Profeta, pero poco presentable en términos de alianza de religiones (la de civilizaciones patrocinada por ZP aguanta eso y mucho más).


    Mansur Escudero, piadoso musulmán proviniente del comunismo y hombre de Gadafi en España (eso si es antioccidentalismo y no los maricomplejines del "no a la guerra"), pide "okupar" la Mezquita de Córdoba porque sabe que el bizcocho está en su punto. Si la jerarquía católica es la primera en poner el llamado ecumenismo por delante de la defensa del legado católico, no deben extrañarse de que ocurran estas cosas. El objetivo es recuperar al-Andalus para el Islam y quizás un poco más de territorio. Esta misma semana, sin ir más lejos, una profesora de Harvard aseguraba que la ciudad de Boston es parte del mundo islámico. Eminencias despierten; estos tíos no van de farol.

  6. #6
    Avatar de Tradición.
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    Re: La descristianización de España.

    LA JURA DE LA UNIDAD CATOLICA:

    http://www.carlismo.es/modules.php?n...article&sid=72

    La UNIDAD CATOLICA DE ESPAÑA, es la TESIS católica que hay que defender, es el marco doctrinal de toda nuestra actuación política, porque desde ella se puede hacer frente a todos los males de España: la inmigración incontrolada, el islamización de España, el separatismo, el nihilismo y la decadencia social etc.
    El gran problema que nos aflije actualmente, es que las jerarquias eclesiásticas siguen apostando por la democracia liberal y desautorizan la reacción católica. Hoy mas que nunca,pues, hay que mantener la TESIS, entre otras cosas para que no "prescriba" su reclamación, y porque tarde o temprano, quedará claro que CATOLICISMO Y DEMOCRACIA son incompatibles porque representan dos civilizaciones y dos cosmovisiones opuestas y por esencia incompatibles, si vence una muere la otra. Aunque puede haber periodos intermedios de conflictiva convivencia, son periodos de transición como el actual...pero al final hay que optar o CATOLICOS O DEMOCRATAS...pero es una contradicción interminis "la democracia-cristiana", porque democracia es los sustantivo y cristiana lo adjetivo y a la larga lo "cristiano" desaparece como le ha pasado a UDC, PNV por ejemplo.

  7. #7
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    Re: La descristianización de España.

    Cita Iniciado por Tradición. Ver mensaje
    El gran problema que nos aflije actualmente, es que las jerarquias eclesiásticas siguen apostando por la democracia liberal y desautorizan la reacción católica.
    Siguen apostando (o huyendo hacia adelante) por un sistema que es su enemigo mortal; que se la tiene jurada desde el siglo XVIII, y que no se detendrá hasta exterminar el catolicismo del Globo.

    No se repara en que la táctica del enemigo tiene también su propia "lógica interna" y una peculiar cosmovisión en la que se precisan malos "oficiales" para justificar los propios fracasos y carencias; y uno de esos mortales enemigos es el clero y el catolicismo HAGA LO QUE HAGA.
    Es decir; si, por lo que fuera, la jerarquía reconociera el matrimonio maricón o el aborto (¿¿¿y estamos seguros de que no acabará haciéndolo???) aun seguiría teniendo enfrente al socialismo, que proclamaría entonces medidas sociales aun mas drásticas y monstruosas, "inasumibles" (es un decir) por los católicos, hoy inimaginables, pero factibles, por más de pesadilla que pudieran parecer...

    Nunca ha sido la Iglesia más liberal que hoy (...pero menos que mañana...) ¿y de qué ha servido para que disminuya la inquina progresista contra ella?

    El catolicismo, para sus enemigos ya no es un rival a combatir violentamente,( pues él mismo se autodesintegra por los principios suicidas del Vaticano II) no les hace falta gastar munición, pero les sirve y precisan de ella como de chivo expiatorio muy oportuno a quien echar culpas históricas.

    Esto lo saben los curas de sobra; si no se queman iglesias y matan curas (como en el 31-36 en España) ha sido a cambio de dejar los curas "voluntariamente" el camino expedito a la dictadura absoluta de la masonería: o sea, a la democracia liberal.
    Fue y es un chantaje en toda regla; pero que se oculta vergonzosamente para que los fieles católicos indignados no montaran algo y la acabaran liando.
    Y si alguien se queja de esa blandura para con sus enemigos ¡¡a ese sí que lo excomulgan (caso Lefevbre)!! ¡¡Que los masones vean cómo los jerarcas modernistas no toleran que se cuestione el modelo; vamos, que el "pacto" mafioso va en serio !!

    Otra cosa es que si la Iglesia osara solicitar un estado confesional (¡¡ciencia-ficción!!)y luchara por él mediante vías democráticas .... todos sabemos que se la aniquilaría ipso facto.

    Y sin embargo la Iglesia en un país mayoritariamente católico debe luchar por un estado confesional, según el Magisterio Tradicional...
    Luego para evitar complicaciones, quizá eso explicaría el empeño vaticano (y de sus jerarquías nacionales y conferencias episcopales) en que las naciones católicas se descristianicen.
    ¡¡Porque menudo papelón para ellos tener católicos cabreados con los gobiernos masones...!!!

    Así, pues, cuantos menos católicos haya, menos problemas para la jerarquía. Menos Lefevbres que saldrán a la palestra...

    Y, eso sí, para que no nos enfademos con ellos nos "garantizan" el mismísimo Cielo que como antes del Vaticano II: aunque sea con "misas" (o "eucaristías") ridículas, sin confesarse, sin penitencias, sin oración, sin arrodillarse... sin sacramentos..., (porque, claro, hay que bajar el listón para que se pueda seguir yendo al Cielo, ...eso se arregla rápido...)

    Y por favor: que no les cabreemos a los masones y socialistas, ....que se pueden quedar los curas y los obispos sin subvenciones estatales
    ¡¡Ese sí que sería el auténtico drama para ellos!!

    Respecto a la carencia de "unidad católica" de las naciones católicas actuales hay una causa de fondo, que sería obvia para un observador imparcial que comparara esta época con las anteriores de otros siglos, y sería un problema actual de AUSENCIA DE FE CATOLICA en el papado y dirigentes "católicos".

    La Unidad católica era, en definitiva, el modo como los católicos de un Reino católico cualquiera practicaban correctamente su Fe y su Religión, protegidos por la autoridad pública; eso era exigido porque el Cielo era (y es) algo muy difícil de alcanzar y se precisaba para ello que el culto, las solemnidades, los sacramentos se impartieran abundante y correctamente... si no era así se corría el riesgo de condenación al infierno.
    Y para ello el Estado debía ayudar a sus súbditos a que las ceremonias se observaran; se santificaran los días festivos; se penalizara la inmoralidad...etc
    Así se entendió el tema hasta 1960 más o menos.

    Ahora bien, si el Cielo es desde el Vaticano II tan "fácil" de conseguir, suprimiéndose todas las rigideces y austeridades católicas... ¿para qué haría falta la unidad católica si la jerarquía garantiza a los feligreses que: p.e. aunque el jueves del Corpus sea, hoy día, laboral no se peca yendo a trabajar y no celebrándolo? ¿y si ya tampoco se peca por tratar con herejes? ¿y si ya es lícito hablar y opinar sobre temas pecaminosos y escabrosos?
    ¿Qué falta haría que el Estado impidiera todo ese trato social corruptor de católicos??


    ¿Para qué se empecinarían en esa "unidad católica" algunos ultras, diría la jerarquía católica, si de lo que se trata es de ir al Cielo... y ya nos dice esa jerarquía que, tal como está el asunto montado, (a pesar de toda la catástrofe moral) ...podemos ir igual al cielo que como siempre se ha ido?
    ¿¿si ya no hacen falta aquellas rigideces para ir al Cielo...??

    ¡¡El cinismo, la caradura y la desfachatez de esta gente sólo es proporcional a las tragaderas de los que les toman en serio... !!

    En fin; está claro que, por tanto, reclamar Unidad católica lleva implícito renegar de esta jerarquía modernista, y de sus misas ceremonias y doctrinas..., porque, se ve que, al contrario, en la medida que se aceptan, se pierde el sentido del catolicismo y de la religión... y hasta de la propia identidad de la patria, como en el caso de los actuales "españoles".

    Lo que hay tras el Vaticano II es que si por todos estos trapicheos la identidad católica de España o su unidad se pierden... eso no será un problema de los curas... que si los españoles han sido "tontos" durante siglos (pensarán ellos)... ese no es problema de la Conferencia episcopal ni del Vaticano... ¡¡que hubieran espabilado, "poniéndose al día" como los franceses tras la Revolución Francesa...!!

    Así se las suele gastar siempre el Vaticano cuando tienen a la vista otro chulo mejor plantado.
    Última edición por Gothico; 07/01/2007 a las 12:17
    tintaverde y raolbo dieron el Víctor.

  8. #8
    Avatar de Tradición.
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    Re: La descristianización de España.

    Un nuevo artículo del profesor José Miguel Gambra en el Blog Lealtad.
    Lo recomiendo. Realmente José Miguel es digno hijo del recordado Don Rafael.
    Buena estirpe, navarra y carlista.


    Crónica de un anuncio mortuorio
    Última edición por Donoso; 13/12/2009 a las 04:38

  9. #9
    Avatar de Cirujeda
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    Re: La descristianización de España.

    BORRADO por el moderador
    Última edición por Gothico; 20/02/2007 a las 21:13
    "La Verdad os hará libres"

  10. #10
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    Re: La descristianización de España.

    Borrado; porque el tema trata de la descristianización de España, pero sólo en cuanto referido a la desidia y zancadillas de la jerarquía eclesiástica española (y vaticana), desde hace más de cuarenta años acá, a los católicos que luchaban (y luchan) por seguir queriendo una España católica.
    Lo que envías es ajeno al tema en cuestión.

    Por otra parte, ésto es un Foro católico antimodernista y, como tal, no es lugar propio para difundir las doctrinas de los papas posteriores a Pío XII (por más “conservadoras” que puedan parecer).
    Lo que no impide aceptar la doctrina de esos papas o del Concilio siempre que no contradigan la doctrina tradicional.
    En cualquier caso, no se admitirán puntos de vista favorables a las tesis innovadoras (en sentido modernista o liberal) del Vaticano II y de sus papas continuadores.

    Cualquier envío de ese estilo será borrado.

  11. #11
    Avatar de Cirujeda
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    Re: La descristianización de España.

    Sí, tu postura es perfectamente legítima. Los administradores del foro tienen pleno derecho a utilizarlo para defender unas ideas concretas, sin que ello tenga que interpretarse negativamente.

    En fin, estoy totalmente de acuerdo en que el problema de la descristianización existe, si bien creo que las causas son discutibles y complejas.

    En mi opinión, hay que remontarse varios siglos atrás. Cuando en el XVI salió Copérnico con aquello de la Teoría Heliocéntrica, el impacto emocional fue enorme (aunque actualmente nos pueda costar comprenderlo): Sencillamente, el mundo en que creíamos vivir no existía.

    Posteriormente, en el siglo XVII, Galileo respaldó a Copérnico.

    No digamos el siglo XVIII: El Iluminismo, las revoluciones modernas, el perfeccionamiento de la máquina de vapor que supuso el inicio de un cambio radical en las relaciones de los hombres con la naturaleza.

    A partir de Galileo, nace la ciencia moderna y con ella un nuevo horizonte de comprensión de la naturaleza. A partir de Watt, se inicia la revolución tecnológica.

    El siglo XIX se desarrollan las ciencias sociales y psicológicas y el hombre pasa a ser objeto de estudio, en parte por influencia de Darwin. Además, aparecen auténticos falsos profetas: Freud, Nieztche, Marx...

    Este repaso es muy rápido; perdonad las omisiones.

    El siglo XX vive el desarrollo de las ideas concebidas en el XIX. En parte como consecuencia de ese desarrollo, vivimos dos guerras mundiales que traumatizan a la humanidad.

    El trauma de las guerras mundiales y el extraordinario avance tecnológico (que hace que el hombre se sienta adulto y no sienta necesidad de Dios) han sido elementos imprescindibles para comprender las razones de las descristianización.

    En España, el franquismo ha sido un freno durante mucho tiempo, pero ese freno ha desaparecido con el advenimiento de la actual democracia.

    Esto, como véis, es compatible con lo que hasta ahora se ha escrito por parte de otros foreros. Sólo pretendo hacer algunos apuntes históricos, siendo discutible su influencia en la descristianización actual.
    "La Verdad os hará libres"

  12. #12
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    Re: La descristianización de España.

    Van a cumplirse 30 años de la aprobación de la Constitución de 1978, causa inmediata de todos los males morales, políticos y religiosos que venimos padeciendo últimamente en España.
    Y hablándose recientemente aquí del “mal menor” de tal o cual opción actual (o menos actual), bien estaría saber que entonces, en 1978, el mal menor era votar “en conciencia” a la antireligiosa y antiespañola Constitución (aunque el "bien mayor" era sencillamente votar "no"), pero hete aquí que el voto en conciencia (o sea, el afirmativo), el "mal menor" fue el punto de vista de los jerarcas de la Iglesia de entonces.
    Y lo más grave es que aunque ya se preveía la interpretación anticatólica, pro-abortista, pro-divorcista y pro-separatista que dicha Constitución contenía (y que empezaría inmediatamente a manifestarse), no hubo condenas para ella por parte de la Conferencia Episcopal (los mismos que ahora ponen el grito en el cielo al comprobar los efectos devastadores del monstruo que ellos ayudaron a crear), y no porque no se les advirtiera, como en este artículo se puede comprobar.

    Se miente cuando se dice (o se viene diciendo) que no se podían predecir las consecuencias anticristianas de la Constitución de 1978; o que es problema de los políticos que la aplican; o que tiene una "lectura cristiana" que no se utiliza.
    Tópicos muy socorridos para justificar una vulgar mentira, a la vista de lo que sigue:

    (En relación a la aprobación de la Constitución de 1978), el diario El Alcázar jugó con fuerza la baza de acusar a la Constitución de ser atea o anticristiana. En un país con una abrumadora mayoría de católicos podía significar una estrategia decisiva. El texto del proyecto presentaba la destrucción constituyente de la fe cristiana porque eliminaba el respeto a los valores sobrenaturales y omitía premeditadamente el nombre de Dios. Prescindir de esta mención suponía una agresión a la creencia de la mayoría de los españoles, a la historia de España y a la propia esencia del país.
    Además, se hacía hincapié en que el derecho a la vida no estaba suficientemente garantizado y que el artículo 14 dejaba abierta la puerta a la legalización del aborto. A su vez, el proyecto alentaba el debilitamiento de la familia e incluso la ruptura, porque aprobado el divorcio, se legitimaría el adulterio y por tanto se disolvería la familia. Una última cuestión controvertida fue la regularización del derecho a la educación y el reconocimiento de la libertad de enseñanza. Profetizaban la defunción de la enseñanza privada porque, a su juicio, el articulo 27 garantizaba el derecho a crear centros educativos pero no aseguraba el derecho a dirigirlos. Estas propuestas hacían difícil a los católicos votar “sí” a la Constitución.
    El 23 de noviembre la Conferencia Episcopal Española torpedeaba la línea de flotación del confesionalismo del diario El Alcázar al refrendar la nota de la Comisión Permanente sobre el referéndum constitucional. Los obispos consideraban que no se daban “motivos determinantes” para indicar o prohibir a los fieles “una forma de voto determinada”. Una Constitución se justificaba moralmente, según la asamblea episcopal, si salvaba globalmente tres exigencias: que ofreciera una base idónea para la convivencia, que garantizara suficientemente los derechos y libertades y que respetase los valores espirituales, la libertad religiosa y los principios cristianos. Los obispos dejaban claro que el voto en el referéndum se refería principalmente a problemas temporales sobre los que había libertad de elección. Y por tanto, aconsejaban a los católicos aplicar en conciencia los criterios apuntados junto a sus legítimas preferencias políticas, sabedores de que la Iglesia respetaba todas las opciones.
    El Alcázar, cuyos dirigentes no habían asumido aún las enseñanzas del Concilio Vaticano II, arremetieron contra la Conferencia Episcopal, acusándoles en el mejor de los casos de dejación de funciones. El centro de los ataques era el cardenal Tarancón, que de forma explícita indicó que no se podían esgrimir razones religiosas para tomar una postura determinada sobre la Constitución.
    La postura de la Asamblea de los obispos anulaba y desautorizaba una de las principales líneas argumentales en contra de la Constitución. Pero a ocho días de la votación, El Alcázar recibió un balón de oxígeno con la carta pastoral del Cardenal Primado de España, Marcelo González Martín. El vespertino, con grandes tipos, titulaba: “Alegato irrefutable contra la Constitución”. Bajo su exclusiva responsabilidad, el cardenal abordaba cinco puntos básicos: 1) la omisión, real y no sólo nominal, de toda referencia a Dios; 2) la falta de referencia a los principios supremos de la Ley natural o divina que puede convertirse en salvoconducto para agresiones legalizadas contra derechos inalienables del hombre; 3) la insuficiente protección la libertad de enseñanza y la igualdad de oportunidades; 4) la falta de tutela de los valores morales de la familia, y 5) la ausencia de la claridad y seguridad necesarias en relación con el aborto.
    Tras destacar la gravedad de los riesgos del proyecto decía: “Los que por otras razones de orden político se inclinen a un voto positivo, consideren ante Dios si realmente hay males mayores que justifiquen la tolerancia de un supuesto mal menor, sin olvidar que no es lo mismo tolerar un mal cuando no se ha podido impedir que cooperar a implantarlo positivamente dándole vigor de ley”.
    El Alcázar no sólo glosó con profusión la carta del cardenal primado. Si antes había arremetido contra la Conferencia Episcopal, en esta ocasión salió en defensa de don Marcelo González ante los ataques de otros medios. El director, Antonio Izquierdo, publicó un artículo en portada denunciando una campaña de agresión dialéctica contra el cardenal. En un editorial de respaldo a la pastoral se decía “El único voto que a los católicos nos es posible en conciencia es ‘no’. Ahora estamos seguros, gracias también al cardenal primado de España, que no debemos caer en la trampa de subordinar las partes inequívocamente negativas de la Constitución a una equívoca manipulación oportunista del conjunto”. El Imparcial, que había dedicado mucha menos atención a la cuestión religiosa y apenas había informado de la nota de la Conferencia Episcopal, se sumó al carro de la carta de don Marcelo informativa y editorialmente..
    El Alcázar y El Imparcial jugaron hasta el último día la baza del “no” por motivos religiosos, apoyándose en la pastoral del primado y de las sucesivas adhesiones de diversos jerarcas de la Iglesia española. Sin embargo, la Conferencia Episcopal ya la había desactivado. El Estado confesional católico no era posible tras el Concilio Vaticano II y por tanto, los católicos debían votar en conciencia y con total libertad.

    http://www.upf.edu/periodis/Congres_.../Rodriguez.htm
    Última edición por Gothico; 12/03/2008 a las 00:34

  13. #13
    Stephen está desconectado Miembro graduado
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    Re: La descristianización de España.

    Este hilo es tan apabullante que solo te queda rezar y pedir para que algo ocurra y que esto cambie. Evidentemente, el servidor, voto a uno de los partidos del sistema, cosa que va a dejar de hacerlo, porque ha comprobado el engaño masivo existente pero no dejo de caer en un pesimismo cronico en la economia, la moral y la sociedad actual, es que parece que no hay esperanza. Y si la hay, ¿ Cuál es?

  14. #14
    Avatar de juan vergara
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    Respuesta: La descristianización de España.

    Estimados foristas:
    Recibí un correo en el cual se me informa que en Cataluña hay un proyecto de ley sobre actividades religiosas, que, de aprobarse los alcaldes podrán cerrar cualquier parroquia por no disponer de licencia para realizar actividades religiosas y no podrán abrir ninguna otra parroquia si el poder político no otorga dichas licencias..
    Mas aún este poder político podrá cerrar todas las parroquias no dándoles o renovándoles la mentada licencia.
    Me gustaría saber si esto es cierto.
    Un abrazo.

  15. #15
    Avatar de Anorgi
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    Respuesta: La descristianización de España.

    [quote=Tradición.;20318]Magnífico trabajo del profesor José Miguel Gambra sobre la influencia de las causas políticas en la descristianización de España, y estas en su relación con el concilio Vaticano II. Un texto a leer tranquilamente y a meditar.
    Un ejemplo mas de la íntima relación entre religión y política, entre razón y fe. Toda una historia de como se arruina espirtualmente a un pueblo por efecto de una política:

    CARLISMO.ES - El postconcilio y la descristianización de España

    Me gustaría comentarios y debate.[/quote

    Sólo he leído el articulo muy por encima, lo acabo de imprimir para leer detenidamente (mi vista no aguanta la lectura en pantalla).

    En principio y en líneas generales creo que tiene algo de razón, sólo algo de razón. Y se me ocurren dos preguntas que me gustaría me contestara algún contertulio:

    1 – ¿Cómo afectado el Vaticano II a otros países de tradición católica o de mayoría católica? Pienso que al ser el Concilio ecuménico, no dirigido a un país en concreto, debería de haber afectado de igual manera a todas las comunidades católicas del mundo.

    2 - ¿No será que el cristianismo en España era hace 40 años más folclórico que real? Basta con observar como aún hoy las manifestaciones de fe son multitudinarias, véanse romerías, procesiones de Semana Santa, procesiones patronales, etc.

    Mi opinión particular es la descristianización de España estás encuadrada en la del mundo entero y muy especialmente en la del mundo Occidental. Agravada en nuestro caso por el régimen de libertad rayano en el libertinaje que nos ha traído la seudodemocracia que padecemos. La pérdida de valores cristianos viene de la mano con la de valores cívicos y patrióticos. Si a todo ello unimos la labor de los sucesivos gobiernos de derechas y de izquierdas que no han hecho sino fomentar esta pérdida de valores creo que tenemos sobradas razones para pensar que no se puede echar la culpa al Vaticano II.

  16. #16
    Toronjo está desconectado Miembro Respetado
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    Respuesta: La descristianización de España.

    Una pregunta mas:

    ¿Se puede creer en Dios y no en la Iglesia?
    "QUE IMPORTA EL PASADO, SI EL PRESENTE DE ARREPENTIMIENTO, FORJA UN FUTURO DE ORGULLO"

  17. #17
    Avatar de Lizcano de la Rosa
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    Respuesta: La descristianización de España.

    Cita Iniciado por Anorgi Ver mensaje

    1 – ¿Cómo afectado el Vaticano II a otros países de tradición católica o de mayoría católica? Pienso que al ser el Concilio ecuménico, no dirigido a un país en concreto, debería de haber afectado de igual manera a todas las comunidades católicas del mundo.
    Y así ha sido. No obstante el carácter ecuménico, universal, no es sólo al alcance, sino a la sustancia del Concilio. Luego, la circunstancia particular de cada nación con respecto a la pérdida del Régimen de Cristiandad, España era el útlimo bastión, ha dado furtos diversos, pero la descristianización de Occidente es algo obvio.

    Cita Iniciado por Anorgi Ver mensaje
    2 - ¿No será que el cristianismo en España era hace 40 años más folclórico que real? Basta con observar como aún hoy las manifestaciones de fe son multitudinarias, véanse romerías, procesiones de Semana Santa, procesiones patronales, etc.
    Pues, no, y ahí están los datos históricos de seminarios, escuelas, familias, etc. En España el catolicismo era real y popular, como Dios manda. La incoherencia de ahora tiene su origen en las componendas doctrinales.

    Cita Iniciado por Anorgi Ver mensaje
    Mi opinión particular es la descristianización de España estás encuadrada en la del mundo entero y muy especialmente en la del mundo Occidental. Agravada en nuestro caso por el régimen de libertad rayano en el libertinaje que nos ha traído la seudodemocracia que padecemos.
    De pseudo, nada, la democracia es así. Y si alguien ha colaborado en traer ese nefando régimen antiteo han sido las autoridades de la Iglesia en España, auspiciadas, como bien dice el trabajo del prof. Gambra por las nuevas orientaciones del CVII.

    Cita Iniciado por Anorgi Ver mensaje
    La pérdida de valores cristianos viene de la mano con la de valores cívicos y patrióticos. Si a todo ello unimos la labor de los sucesivos gobiernos de derechas y de izquierdas que no han hecho sino fomentar esta pérdida de valores creo que tenemos sobradas razones para pensar que no se puede echar la culpa al Vaticano II.
    Pues sí y no. Un edificio se viene abajo cuando se vuelan los pilares en los que se fundamenta. La doctrina católica es el pilar de la civilización occidental. Y el CVII dinamitó, "con bombas de relojería" la doctrina católica, y ya se se sabe: "sin Mí nada podéis". Esos valores cívicos y patrióticos, si antaño se dieron según la ley natural, hoy, debido a la naturaleza cada vez más corrompida, son imposibles sin la gracia de Cristo. Los "valores" (¡virtudes!) son efecto, no causa.
    Memento mori.

  18. #18
    Avatar de Lizcano de la Rosa
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    Respuesta: La descristianización de España.

    Cita Iniciado por Toronjo Ver mensaje
    Una pregunta mas:

    ¿Se puede creer en Dios y no en la Iglesia?
    No.
    Memento mori.

  19. #19
    Avatar de ICPCM
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    Respuesta: La descristianización de España.

    Cita Iniciado por Toronjo Ver mensaje
    Una pregunta mas:

    ¿Se puede creer en Dios y no en la Iglesia?

    De que se puede, se puede.

    Otra cosa es que ese sea el Dios verdadero.
    Es un teísmo equivocado que conduce a la perdición, pero, entre lo malo, es menos malo que los ateísmos, agnosticismos varios, etc...
    Los errores, más que los vicios, son la causa de la decadencia de los pueblos. Éstos, como los pescados, se empiezan a corromper por la cabeza, lo que lleva a que las mentes confundan los vicios con virtudes.

  20. #20
    Avatar de Anorgi
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    Respuesta: La descristianización de España.

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    [quote=Anorgi;61879]
    Cita Iniciado por Tradición. Ver mensaje
    Magnífico trabajo del profesor José Miguel Gambra sobre la influencia de las causas políticas en la descristianización de España, y estas en su relación con el concilio Vaticano II. Un texto a leer tranquilamente y a meditar.
    Un ejemplo mas de la íntima relación entre religión y política, entre razón y fe. Toda una historia de como se arruina espirtualmente a un pueblo por efecto de una política:

    CARLISMO.ES - El postconcilio y la descristianización de España

    Me gustaría comentarios y debate.[/quote

    Sólo he leído el articulo muy por encima, lo acabo de imprimir para leer detenidamente (mi vista no aguanta la lectura en pantalla).

    En principio y en líneas generales creo que tiene algo de razón, sólo algo de razón. Y se me ocurren dos preguntas que me gustaría me contestara algún contertulio:

    1 – ¿Cómo afectado el Vaticano II a otros países de tradición católica o de mayoría católica? Pienso que al ser el Concilio ecuménico, no dirigido a un país en concreto, debería de haber afectado de igual manera a todas las comunidades católicas del mundo.

    2 - ¿No será que el cristianismo en España era hace 40 años más folclórico que real? Basta con observar como aún hoy las manifestaciones de fe son multitudinarias, véanse romerías, procesiones de Semana Santa, procesiones patronales, etc.

    Mi opinión particular es la descristianización de España estás encuadrada en la del mundo entero y muy especialmente en la del mundo Occidental. Agravada en nuestro caso por el régimen de libertad rayano en el libertinaje que nos ha traído la seudodemocracia que padecemos. La pérdida de valores cristianos viene de la mano con la de valores cívicos y patrióticos. Si a todo ello unimos la labor de los sucesivos gobiernos de derechas y de izquierdas que no han hecho sino fomentar esta pérdida de valores creo que tenemos sobradas razones para pensar que no se puede echar la culpa al Vaticano II.
    Me auto contesto, ya que lo escrito anteriormente fue antes de leer el artículo.

    Una vez leído el artículo del Sr. Gambra tengo que confesar que estoy confuso y lleno de dudas. Hace un análisis histórico impecable pero de una complejidad excesiva. La política religiosa del Vaticano creo que me superan.

    Pienso que el artículo es un alegato “totalitario” contra la libertad religiosa y un revoltijo de religión y política que me parece fuera de lugar e impropio de una mente abierta y de un católico ferviente. Lo cristianos no deberíamos batallar por vencer sino por convencer.

    Pienso que a los católicos se nos presentan opciones políticas muy respetables fuera de los dos grandes partidos. Al ignorarlas hemos dejado restringida la opción de votar al menos malo o no votar. Tampoco deberíamos pensar que el catolicismo de una nación se mide en función del número de adeptos sin importarnos la calidad de su seguimiento. ¿De qué sirve que el 90% de los españoles manifiesten ser católicos si el 40% de ellos reconoce pasar de la Iglesia y su asistencia a actos litúrgico son se reducen a los de cumplimiento social?

    Los católicos españoles, los reales no los oficiales, siguen siendo más papistas que el Papa. Entre estos tengo la satisfacción de incluirme.
    Última edición por Donoso; 20/07/2009 a las 18:53

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