Revista FUERZA NUEVA, nº 577, 28-Ene-1978
Los “quemados”
Por D. Elías (sacerdote)
Me encontré a mi viejo amigo en la calle de San Bernardo (Madrid), ensotanado hasta arriba, pero sin alzacuellos, según su costumbre. Mi viejo amigo, allá por los años 40 y 50, se desensotanaba de vez en cuando, y hacía buenas partidas de tute con sus feligreses, cuando no corría con una moto por las carreteras de Chinchón.
-Pero hombre, ¿ahora, te ensotanas tú, que antes “americanizabas”? ¿Te entiendo o no?
-Porque ahora (1978) se trata de llevar la contraria. Me siento cura por encima de todo. Y me basta con conocer a los tres “ex” que viven en mi barrio, para llevarla siempre puesta. Vamos a ser serios, aunque algunos tengamos fama de brutos.
Y mi amigo siguió por San Bernardo adelante, haldeando con su sotana, más bien vieja y recosida, camino de la glorieta de Quevedo.
***
Mi viejo amigo dijo muchas cosas en pocas palabras, y sobre todo me dio una lección de entender el sacerdocio. Una cosa cierta sé de él: no ha perdido la chaveta, y con todos los defectos que pueda tener personalmente, ama su sacerdocio por encima de todo, y lo saca a luz en todas partes, sin complejos de ningún género.
Es verdad que en su barrio viven tres “ex”… sacerdotes. Y digo “ex” sacerdotes porque aunque la realidad de su sacerdocio no ha desaparecido de su persona, ha desaparecido su ejercicio. La realidad de su sacerdocio está dentro de ellos, aunque inactivo en su mayor parte. Dentro de su alma el sacerdocio late como una tremenda realidad, semejante a ese principio jurídico: “res clamat ad dominum”, que bien podríamos traducir por “cada cosa reclama sin cesar a su dueño”.
Estos hombres han sido quemados, como sacerdotes y como hombres. Estos hombres abrazaron un día el sacerdocio llenos de ilusión, y la “revolución del cambio” (Vaticano II) los quemó, los trituró, los redujo a cenizas. Y, sin embargo, “res clamat ad dominum”. Su sacerdocio no está callado, y, mucho menos, muerto. Su sacerdocio está allí, como un testigo de cargo contra alguien y contra algo.
Mi viejo amigo no es un santo, y él lo sabe bien; pero mi viejo amigo ha visto en sus compañeros “ex” un clamor muy serio en favor de su ministerio, y se ha ceñido la sotana de modo inexorable: “semper et pro semper”, se ha dicho como un juramento: siempre y en todo momento lo soy. (…)
***
Pero al mismo tiempo siento un gran amor por mis otros amigos, los “quemados”. Yo no sé lo que pasó en su conciencia, porque la tengo un tremendo respeto, y debo no violentar el misterio de su íntimo yo. El proceso seguido por su yo en la evolución hacia el “ex” merecería un largo estudio para enseñanza de quienes pudieron salvarlo y no lo salvaron. De hecho, mi viejo amigo conoce alguno de esos procesos, y desde entonces ama más profundamente su sacerdocio ministerial. Aunque ese sacerdocio esté en un vaso de barro, y, precisamente por eso, su amor se ha duplicado. Ha visto que ese vaso de barro puede romperse y ha cuidado seriamente que no se rompa.
¡Qué bien suenan las palabras de San Pablo “escogido entre los hombres, colocado en favor de los hombres”, y qué penosamente suena el “dejó de ser escogido para ser uno más entre los hombres”!
***
Es posible que no todos los sacerdotes entiendan este lenguaje, pero algunos, seguro que si lo entendéis. Y más en las aldeas, en las ciudades, en parroquias o en capellanías, sin complejos ni crisis de identidad, aquellos olvidados, marginados o sin olvidar ni marginar, siempre pobres y fieles a vuestro breviario, entendéis perfectamente este lenguaje; como lo entenderían seguramente los sacerdotes tras el Telón de Acero fieles a Roma contra viento y marea, ajenos a la farsa progresista de la vieja pseudo-Europa y parte de la no tan vieja América.
Vosotros no os quemáis. Vosotros, en todo caso, os dejáis martirizar o encarcelar como Pedro y Pablo, como Santiago y Mateo, al frente y en medio de vuestro pueblo “hasta romper el cerco”. (…)
A vosotros, los “quemados”, una voz de aliento. No os consideramos lejanos, sino muy cercanos. Dios jugará su baza en su momento y vuestro corazón volverá a latir fuerte, a pesar de todo, y volverá la luz. |
Marcadores