Aparte de otros pasajes del antiguo Testamento, la existencia del Purgatorio viene recogida indirectamente en varios pasajes del Nuevo Testamento.
Así, según está escrito en San Mateo, 12:36:
“Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio”.
Esto manifiesta, según la exégesis católica, que debe haber después de la muerte un lugar de corrección temporal donde las faltas leves sean castigadas.
El mismo sentido debe darse a los versículos 25 y 26 del capítulo 5 de San Mateo:
“Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel.
De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante.”
Más conciso y concreto aparece aun lo que el Señor dice por San Mateo 12, 32:
“El que pecare contra el Espíritu Santo no será perdonado ni en este ni en el otro mundo”.
Luego existe un lugar en la otra vida en que se perdonan los pecados. No puede ser el infierno “ubi nulla est redemptio” don de no hay redención posible; luego es el purgatorio.
Muy explícito sobre este dogma se muestra también el apóstol san Pablo en la carta primera a los Corintios, 3, 13 - 15:
“la obra de cada cual quedará al descubierto; la manifestará el día del Señor, que ha de revelarse por el fuego. Y la calidad de la obra de cada cual, la probará el fuego.
Aquél, cuya obra, construida sobre el cimiento, resista, recibirá la recompensa.
Mas aquél, cuya obra quede abrasada, sufrirá el daño. El, no obstante, quedará a salvo, pero como quien pasa a través del fuego.”
Y san Pedro (1 Petr 3, 18-19):
“Pues también Cristo, para llevarnos a Dios, murió una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, muerto en la carne, vivificado en el espíritu.
En el espíritu fue también a predicar a los espíritus encarcelados, en otro tiempo incrédulos, cuando les esperaba la paciencia de Dios, en los días en que Noé construía el Arca…”
Las palabras “espíritus encarcelados” prueban con toda claridad la existencia de un estado intermedio de las almas, pues estos espíritus en prisión no estaban ni en el cielo ni en el infierno, pues el cielo no es cárcel ni Cristo descendió al infierno de los condenados.
Existe pues el Purgatorio; es dogma de Fe católica, del que no puede dudarse temerariamente sin incurrir en anatema proclamado por el santo Concilio de Trento.
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