Leer este hilo es como un bálsamo para el coraje que me causan ciertos usos -abusos- en la Santa Misa y especialmente en el momento de la Comunión.

Claro, ya me ha parecido leer más arriba que no se debería acudir a tales celebraciones -que quizá no designarían Sacrificio de la Misa.

Ocurre que no hay otra que se celebre ni donde vivo ni en cientos de kilómetros, según creo.

En mi parroquia hay aspectos criticables pero no llego a ver lo que he visto en otras.

No vivo allí pero con cierta frecuencia me encuentro en Elche en día de precepto. Pues bien, en la Basíllica de Santa María siempre, pero siempre, ayudan en la distribución de la sagrada Comunión una o dos monjas. El otro día lo hicieron el sacerdote oficiante, otro sacerdote que lo acompañó y, a requerimiento del primero, dos monjas, una de las cuales había rezado el rosario justo antes de comenzar.

Dirán que son ministros especiales. Pero no veo yo la necesidad en ningún caso de acelerar la finalización de la misa. En primer lugar, había gente pero tampoco puede considerarse que fuésemos turbas de personas cuya vida corriera peligro por ninguna razón. El único motivo es acabar pronto y ya está. ¿Para qué? Para salir antes a tomarse la cervecita.

Lo mismo ocurreo en la iglesia parroquial de San Jaime en Guardamar del Segura. Aquí no son monjas quienes se ponen tan anchas a dar la sagrada Comunión. Son unas señoras de ésas que siempre andan por ahí. En este caso, además, nos obsequian con una explicación de las lecturas del día -supongo que la suya propia, pues el sacerdote ya tiene ocasión de explayarse en su homilía. Allí sí son turbas de veraneantes que van -o vamos- a cumplir el trámite. Qué ganas de salir de la iglesia a seguir con las comidas, las cenas, las tapitas, las cervecitas. Cuanto antes se acabe mejor, pensarán todos. Y es al Verbo a quien dejamos de lado. Ya sé que pecaré, pero es que me indigna, me dan ganas de gritar.

Las propias señoras que están dando la comunión están después con el grupito de amigas sentadas en la terraza después. No son conscientes de en la irreverencia (¿acaso la blasfemia, el pecado?) en que participan, al ponerse a dar la Comunión, con sus manos no consagradas, no ungidas, como si repartieran estampitas o la lotería parroquial.

Este verano cesaba el párroco y llegaba otro. Pues al finalizar la misa una de esas señoras omnipresentes leyó algunas palabras de homenaje. ¿Es cosa mía o está feo o algo peor que todos los fieles (¿fieles?) rompan a aplaudir durante varios minutos, en presencia de Nuestro Rey y Señor, como si Él no estuviese allí. A mí me parecería que al párroco le podrían haber dedicado un aplauso en una cena homenaje, en una reunión privada. Pero delante del Santísimo Sacramento me pareció fatal.

Necesitaba decirlo. No es que me hagan daño a mí las faltas de amor y respeto a Dios, aunque vayan disfrazadas de religiosidad. Es que no hay derecho. Aunque no haya nadie para darse cuenta.

En fin, me resulta insoportable y me he desahogado. Tan sólo eso. El hilo está repleto de intervenciones magníficas y yo sólo he expuesto expresiones de la crisis en forma de berrinche.