Quizás demuestre su profundo conocimiento del Islam el manuscrito que entregó al poeta Abel Gudra, para que éste lo leyera en el “Congreso de los Pueblos sin Estado”, celebrado en Delhi en 1930:
«¿Qué nos queda del Islam? Nos queda del Islam el sentimiento de poder de Allah y su equilibrio. El Islam no es sólo espiritualidad, es también movimiento. Vivir no es solamente una idea, sino un conocimiento, y este conocimiento es nuestra experiencia de Al-Andalus en su época de esplendor”. Palabras que sugieren un Islam desde dentro. Como estas otras: "El Profeta de nuestros antepasados de Al-Andalus que, como todos los profetas, será nuestro profeta, y el de todos los hombres libres en tanto cuanto digan la verdad, anunció esta verdad incontrovertible: '¡Ay del día en que un espíritu no comprenda a otro espíritu. Porque el espíritu es espíritu como la luz es luz!'. Trabajemos con suma cautela en estos principios para que Andalucía vuelva a ser inspirada por su propio genio y porque su libro vuelva a ser el Al-Korán como dice la Sura III: 'Aquellos a quienes les hemos dado Al-Korán y lo leen como deben leerlo'.
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Otra cosa que se calla es cómo contactó con los galleguistas para exigirles que Santiago dejara de ser patrón (una de sus obsesiones) y que colaboró con ellos aun sabiendo del odio antiandaluz que profesaba Castelao:
«Más de un millón de hermanos nuestros, de andaluces expulsados inicuamente de su solar -las causas de los pueblos jamás prescriben- hay esparcidos desde Tánger a Damasco, según comunicaba hace un año uno de nuestros más esforzados paladines, el infatigable y culto Gil Benumeya. El recuerdo de la Patria (…) lejos de esfumarse, se aviva cada día. Ellos constituyen, con el reconocimiento de los pueblos fraternos, que los mantienen en su hospitalidad, la élite de la sangre y del espíritu de esos países. Yo he convivido con ellos, he sufrido con ellos, he aspirado con ellos la esperanza de nuestra común redención porque esta redención o será común o no será nunca.
El año 1924 me determiné a reanudar las peregrinaciones que nuestros padres hicieron durante algún tiempo a la tumba de uno de los hombres más representativos del espíritu de nuestra tierra, Abu-l-Qasim ibn Abbad, rey verdadero de Sevilla, Córdoba, Málaga y el Algarbe. El último peregrino había sido un hijo de mi serranía de Ronda, Aljatib, ministro del sultán de Granada, en el siglo XIV. Seis siglos sin que Andalucía enviase ya su “saudad” por uno de sus hijos al sepulcro del Rey poeta que murió en el destierro lejano invocándola en sus versos dolorosos.
Merced a una serie de coincidencias afortunadas (…) pude llegar a encontrar la tumba del Rey en el derruido cementerio de Agmhat, al sur de Marraquech, en la vertiente sobre Marruecos del Alto Atlas. En mi viaje, me acompañaba un intrépido muchacho catalán, gran espíritu, hoy residente en Oporto. Llegamos a Agmhat el día 15 de septiembre. Allí no había europeos, civiles o militares cuyas líneas francesas habíamos dejado atrás.
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«Solos, con un guía que nos prestó una kabila próxima y un intérprete oraní, sin cartas de presentación ni de referencia, no llevábamos más armas ni más guardas ni más brújula que nuestro entusiasmo y el nombre de Al-Andalus que desvanecía recelos, apaciguaba las irritaciones que nuestra audacia despertó alguna vez y nos abría las puertas de aquellos campesinos montañeses que tan pródigos fueron en su hospitalidad.
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El flamenco sería otro tema, pero fue una de tantas cosas donde Blas Infante demostró no tener ni puta idea de verdad, la gente que se empeña en defender a este tipo es por ignorancia.
Para investigar sobre el flamenco:
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