1º “ Dueños de nuestra vida, del presente…”
Nadie es dueño de su vida. Somos simples administradores de ella. Y sólo lo somos de su parte moral. Físicamente nuestro campo de acción es limitadísimo como es evidente. No decidimos cuándo nacer ni cuándo morir, ni siquiera somos capaces de sostenernos en el ser, sino que a cada instante estamos siendo creados por Dios. La única dignidad del ser humano consiste en estar ordenado a ser hijo de Dios. Ninguna criatura es digna por el solo hecho de ser. Ni un perro ni un árbol tienen dignidad alguna. Sólo un criatura inteligente es pasible de dignificarse si se ordena al fin que le es propio. Y cómo no todo ser humano es hijo de Dios sino solo los bautizados, y además dicha dignidad se pierde por el pecado mortal, es claro que el hombre pude no solo carecer de dignidad sino que la puede perder y en tal caso cae a un nivel inferior al de las bestias, porque éstas no pueden cometer faltas morales, no pueden pecar.
Luego, identificar la libertad con la dignidad del ser humano, cómo dice el dogma democrático, es rebajar al ser humano por ordenarlo a un medio (una conversio ad creaturam , como enseña la Teología, que es lo formal del pecado) y no a su fin último. En síntesis, la idolatría libertaria democrática es una aberración porque aparta al hombre de su fin sobrenatural, respecto del cual no es libre; de hecho, no alcanzarlo conlleva su condenación eterna.
2º “.. y dispuestos a desafiar el porvenir aceptando las circunstancias sin envidias y sin protestas”
La contradicción es patente. ¿Cómo eres dueño de tu vida y del presente (que es solo un instante, o sea infinitesimal) pero te vez constreñido a las circunstancias, o sea por la realidad que determina tu vida?. En pocas palabras el determinante jamás serás tú sino la realidad. Metafísicamente se dice que el ser queda constreñido por la forma substancial que, por ende, lo limita como individuo de una especie mediante los principios de operaciones que constituyen su esencia. El ente no elige ni su forma ni sus fines, por el solo hecho de que su principio de operaciones tampoco es determinado por él; su principio de operaciones, es decir, su naturaleza, determina sus fines.
3º “..admitiendo que somos una maravilla y lanzados a la conquistar nuestro destino.”
El hombre, así simpliciter, no es una maravilla, es una criatura corrupta por el pecado original y que debe ser coaccionada para actuar conforme a la recta razón. Puede ser una maravilla sí, regenerado por la gracia (i.e. los santos). El tal “hombre maravilla” solo existe en tu imaginación y en la de Rousseau. Nunca ha existido el buen salvaje. Una sociedad para ser tal debe serlo de desiguales, jerárquica, para asegurar la necesaria complementación que permitan la consecución del Bien Común. Demás está decir que la desigualdad natural entre los seres humanos entraña deberes, derechos y privilegios diversos. La pretendida igualdad democrática es una apología de la envidia y un rasero que ha arruinado a toda las sociedades inficionadas por ella trocándolas en masa.
Por lo demás ¿cuál es nuestro destino?. Si te refieres al sobrenatural, concedo porque es el “destino” exclusivo de todo de ser humano; y conste que respecto de los fines no somos libres, o sea los fines no se eligen. La libertad solo consiste en elegir entre medios legítimos para obtener los fines propios del ser humano. La democracia es una aberración, no sólo considera que el ser humano es naturalmente bueno (cosa que, en primer lugar constituye una herejía y en segundo término violenta el intelecto iluminado por la evidencia de la maldad humana) pretende que es el ser humano quien elige su fin. La democracia pretende ser racional cuando la racionalidad es la negación misma de la democracia, el acto propio del intelecto discursivo es conocer la verdad, respecto de la cual tampoco se es libre, el único acto posible ante la verdad es aceptarla y subordinarse a su evidencia. La verdad, participación del Verbo, es absoluta no relativa como el ser humano y, por ende, le trasciende. La democracia pretende trastocar este principio, haciendo radicar en esa entelequia absurda llamada soberanía popular (que nadie sabe qué cosa sea) el criterio ultimo de la verdad.
La democracia no solo es por antonomasia el imperio de la irracionalidad, sino que sus principios no son más que mala poesía.
EXURGE DOMINE ET JUDICA CAUSAM TUAM.
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